jueves, 29 de septiembre de 2016

Mi crítica de "Strómboli, Tierra de Dios" (Cine-Rossellini-1950)

Como mañana voy a ir a ver "La furia del volcán" (si me lo permite mi gripe), obra en la que trabajan dos amigos: Marina Munilla y Jorge Federici, dirigidos por el novio de la primera, Gerard Grillea y con libro de la parejita de marras, que trata sobre la historia de amor de Ingrid Bergman con quien fuera su pareja, el cineasta Roberto Rossellini, me dediqué a ver esta película ya que me parece que es de ahí de donde se inspiraron para el título... De ir medio desasnado, digamos.
Rossellini tiene una presencia muy importante en la historia cinematográfica, fue el creado del Neorrealismo con su "Roma, Ciudad Abierta" (1945), movimiento este que sacaba la cámara de cine de los grandes estudios para ir a filmar a la calle las miserias y la pobreza que había dejado la guerra, con actores que no siempre eran actores profesionales sino gente de pueblo común y corriente que se prestaba para hacer de ellos mismos. El Neorrealismo fue un movimiento capital en la historia del cine, ya que permitió dar una mirada cuasi documental sobre la situación histórica que se vivía por entonces, y que permitiría, de cierto modo, la aparición de la "Nouvella Vague" francesa.
Esta película, "Srómboli, tierra de Dios" es de 1950 y era la primera colaboración de Ingrid Bergman con Rossellini. Es básicamente una historia a caballo entre el neorrealismo y el melodrama (ya que está musicalizada durante casi toda su extensión y hace honor a los principios del drama). Karin (Ingrid Bergman) y Antonio (Mario Vitale) son dos refugiados en un campo de idem, de la segunda guerra mundial, en donde conviven distintas nacionalidades (hay italianas, francesas, españolas, ¡argentinas!, en el pabellón de mujeres) y se conocen a través del alambrado con púas que los separa. Enseguida empieza el film, él le propone casamiento, ya que está enormemente enamorado de ella. Ella, que se hace la dulcesita y la modosa, acepta. Pero ella, que es lituana, y por los desencuentros de la guerra terminó en un campo de refugiados en Italia, es una mujer culta y con ambiciones; él es un tanto soso y provinciano. Ella hace todos los trámites para venirse a vivir a Argentina, ya que tiene parientes acá. Es recibida en el consulado por el embajador argentino (¡hablando con acento español!) y reconocen que la carta que les presenta no es suficiente referencia para trasladarla a nuestro país. Bueno, se casan y se vana vivir a la isla de Strómboli, dónde Antonio tenía su casa antes de estallar la guerra. Al principio son recibidos por el cura del pueblo (Renzo Cesana) y por el guardafaros (Mario Sponza), quien de entrada se fija en la nueva chica que llega al poblado.
La casa de Antonio resulta amplia pero muy venida a menos, es necesario hacerle muchas reformas, primer impedimento para Karin, quien aspiraba a algo más confortable y reconoce que es un pueblo habitado por viejas, niños y ancianos, que no se halla en su hábitat. Se acomodan como pueden en la casa y duermen ¡en camas separadas! (por ese entonces se podían mostrar las miserias de la guerra y todos sus horrores pero la censura no permitía que un matrimonio durmiera en la misma cama), así que no sabemos cómo quedó embarazada ella... Antonio pronto consigue trabajo como pescador y aumenta el patimonio de unas pocas liras que era todo lo que traían. En un reconocimiento del poblado por parte de Karin, se siente encerrada en un laberinto del cual no puede evadirse, un símbolo irreprochable de lo que es su vida en la isla, atada a un hombre que de tosco, hasta llega a golpearla y a tratar de imponer su autoridad... pero no sabe con quién se metió...
Las escenas están casi todas musicalizadas, lo cual no habla bien de la mano del director, como si no confiara en la elocuencia de sus imágenes y en los diálogos y lo que estos pueden suscitar. De todos modos, las escenas más poéticas son aquellas en dónde no hay música, como las tomas en los botes pesqueros y la pesca (sanguinaria) de aquel cardúmen de peces que se debatían entre sus redes. Como sanguinaria es también la actitud de Antonio de comprar un hurón "para que se alimente de conejos" y le entrega servido un conejo vivo que el hurón mata en un santiamén. Pero el volcán que corona la isla, que no entraba en erupción desde 1940, ahora sí lo hace y deben refugiarse todos en los barcos pesqueros. (Minga de efectos especiales, acá la lava cae enserio y las piedras candentes también). Finalizada la erupción todos vuelven a sus hogares y felizmente el de Antonio y Karin no se ha perjudicado mucho. Ella le confiesa al cura que no puede vivir más en esa isla con un marido al que no quiere y con un Dios en el que no cree, a lo que el cura le recomienda (como siempre), que tenga fuerzas y que rece mucho. Ella se va enojada. Pero es por sus flirteos con el guardafaros, vistos a la luz del día por todo el pueblo, que la tildarán de puta, y no dudan en gritarle a él cuando vuelve de pescar "cornudo", por todos los balcones bajo los que pasa. Karin le pide al guardafaros que la ayude a escapar de esa isla y este le dice que siempre estará allí para ella. Tienen una aventura amorosa. Ella decide pasar al otro lado de la isla, dónde hay lanchas con motor que pueden llevarla al continente. En seguida escapa, pero la  pronta ebullición del volcán la ahoga con sus vapores y esta pierde la valija y la cartera con el dinero. Siente que sus  fuerzas no dan para más y cae rendida. Al día siguiente se despierta y ve que los vapores han amainado y que sus fuerzas están renovadas, y es allí cuando se reconcilia con su Dios, pidiéndole fuerzas y amparo.
La película es un fresco de la vida pueblerina en estos rincones alejados de la civilización y plantea la modernidad y la anti-mediocridad de Karin para hacerle frente a la vida, su sed de independencia, de un amor igualitario, de un trato justo, se revela ante el sadismo y la crueldad de su marido y decide cambiar de modo de vida. Ha salido del horror, y no quiere caer en la chatura que conlleva un nuevo horror nuevamente.
Rossellini ha sido un gran director (no por nada seguimos hablando de él a años de su muerte) y sabe guiar con mano maestra a sus personajes, calibrar sus actuaciones, confía en la belleza sugestiva de la Bergman y en su imagen de mujer avasalladora, aunque, como dije más arriba duda del valor de sus imágenes musicalizándolas innecesariamente todo el tiempo(para acercarse al "melo"). La película tiene un gran trasfondo social y humano, como cuando ella va a hacerse un vestido a la casa de la única mujer que tiene máquina de coser en el pueblo y por ser de dudosa moral esa mujer, todos la tildan de puta. Así como las miradas de recelo y los comentarios cuando aparece en misa de domingo con su marido. Es una mujer juzgada por la incultura de un pueblo blanco (como el de Serrat, en la canción), un pueblo que nunca podrá ver más allá de su nariz y condenada por ser una de las primeras feministas de este siglo (el XX) tan vapuleado. Bueno, esperemos que "La fuerza del volcán" tenga algo que ver con todo esto, y sino igualmente bien valió la visión del film.
Y gracias por leerme hasta acá nuevamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

viernes, 23 de septiembre de 2016

Mi crítica de "Los Días de Julián Bisbal" (Teatro-TV)


Agregado al catálogo de Teatrix pude ver esta excelente puesta de la segunda obra de Roberto "Tito" Cossa, del año 1966, grabada en estudios 30 años después, en 1996, con producción de Romay y dirección escénica de Raúl Serrano. Dentro del costumbrismo que maneja tan bien Cossa, esta obra puede ser considerada, sin temor alguno, como una verdadera tragedia (si bien no se adapta a los cánones de lo que se entiende por tragedia), una obra sin salida que plantea la desgracia de ser un hombre gris dentro de la multitud de fantoches. Un hombre que ha llegado a los 40 años sin tener nada, aparentemente. Tiene un departamentito y una buena mujer que lo quiere pero que no es ni hermosa ni sumamente inteligente. Ve pasar su vida deambulando por el bar del gallego Don Bouza, visita a sus padres viejos y enfermos, se reúne con tres compañeros de secundaria, todos más exitosos que él, y finalmente se reencuentra con una prostituta que termina echándolo de su casa, para cerrar el día volviendo a encontrarse con su mujer. El periplo dura desde las 8 de la mañana hasta las 4 de la mañana del día siguiente. Está estupendamente jugada por un Jorge Marrale que se desenvuelve perfectamente en el registro dramático (tan bien como en el cómico, como ya lo he señalado en estas páginas) y nos conmueve por la angustia y la desazón que sufre el protagonista.
Julián Bisbal es eso, un compendio de los fragmentos que van armando su vida, pero un armazón pequeño, que no tiene el carácter para dejar la oficina que lo oprime con un jefe que lo tortura por un sueldo miserable, ni para pegar el salto que lo conduzca a otra dimensión de vida. Hace 15 años que trabaja para la empresa Ribaudo a las órdenes de un tal Bazán, y ese día al que acudimos nosotros, se "hará la rata" al trabajo para encontrarse con su pasado y su porvenir vacío. Todo empieza a las 8 de la mañana poniéndose la inexorable corbata y camisa para ir a trabajar, tomar el café inmundo que le da su mujer mientras ella hace planes para el domingo ir a visitar a sus padres con su marido y festejar el cumpleaños de su progenitor con un asado. Le recrimina a su esposo que todas las noches está llegando a las 2 de la mañana y que ni siquiera la toca a la hora de dormir. Él le contesta que ese día va a llegar alrededor de las 4 porque tiene que encontrarse con compañeros del secundario. Otra buena excusa para no llegar juntos a la cama...
De su casa pasa por el bar del bueno de Don Bauza quien el dice que tiene pensado pagar sus deudas y vender el bar y volverse a su país, porque "en la Argentina de hoy no se puede vivir... esto no es lo de cuarenta años atrás, que sí había vida en esta ciudad". En el bar reconoce a un ex compañero de oficina, González, quien viene de pasar la noche en un hotel junto a otro amigo y dos chicas que "levantaron" esa misma noche. Lo invitan a tomar una ronda de whisky a la que él accede de mala gana. González es una porquería de persona, canchero, arrogante, fanfarrón... pero inaugura un local de fotografía en la av. Santa Fe y eso le interesa a Bisbal porque vislumbra un futuro allí. Lo interroga sobre cuándo empezó con la fotografía y el otro le contesta con evasivas y algo de un contrabando. Promete ir a la inauguración.
La disposición del espacio escénico en dos plantas, en donde se ve todo el tiempo a los demás personajes hace muy dinámica la función. Sube al primer piso y allí se encuentra en casa de sus padres, amueblada con estilo viejo y viejos son también los padres, llegando a los 70 ú 80 años. Su padre no puede probar el cognac porque le cae mal pero se toma algunas copitas a escondidas de su mujer. No quiere ir al médico porque tiene miedo de que le encuentre algo malo y dice que tal vez ya llegó su momento. La madre le cuenta que él no duerme de noche, y que lo escuchó llamar a la radio para decir que no pasen tanta música y que hablen más ya que a él le gusta que le hablen... el operario de la radio le contesta que es un hombre muy solo. Todos están solos en esta obra, cada cual a su manera y a su forma, pero todos han establecido un cerco entre ellos y la realidad que parecen no querer ver. Sólo quien se atreve a mirar más lejos es Julián.
De allí va a encontrarse con sus ex compañeros de secundaria en un restaurante. Son ellos: Vacari (Arturo Maly), un ingeniero al que le faltan cuatro materias para recibirse, Morandi (Manuel Callau), un abogado prestigioso que dejó sus sueños socialistas para casarse con la hija de un bodeguero de Mendoza y por último Derizi, un industrial del alambre tejido. Todos están esperando al "gordo" Bisbal, que tanto los hizo reír en el colegio con sus imitaciones. Cuando llega todo es motivo de algarabía para ellos, lo obligan a imitar profesores y cuando Julián se encuentra en su salsa se da cuenta que han desviado el foco de atención para comer saladitos y salamín y hablar entre ellos. Él les pide ayuda, si no tienen un corretaje para ofrecerle, pero ellos todo lo toman a broma y se ríen ante su ocurrencia. Bisbal por fin explota diciendo que le fue muy mal en la vida y que la está pasando muy fea. Y que se va de la velada. Los tres se quedan atónitos y ante su proposición le piden que se quede pero es irrebatible. Su última parada será en casa de una prostituta amiga, Dora (Cecilia Rossetto), quien al principio lo cobija pero al ver que él quiere pasar la noche con ella y recordándole que le había prometido que se iba a recibir de ingeniero y casarse con ella le dice que ahora se ve con un tipo de 70 años quien le da 4.000 $ por semana, y que él ya no tiene nada que hacer allí y lo despide de su casa.
Por fin Bisbal vuelve con su mujer, quien lo espera levantada, le hace otro café y él explota ante ella diciéndole que se siente un fracasado y que no sabe como salir de ese atolladero. Hay que ver la delicadeza que tiene Cossa para la construcción de sus personajes, cada mínimo gesto es dado de importancia, como una cafetera que chorrea o el detalle de que hay que cerrar la llave del gas.
Todo volverá a comenzar para Bisbal al día siguiente y sospechamos que nunca podrá moverse de su rutina y de su ruina. Por eso es que la califico de tragedia a esta genial pero angustiante obra de Tito Cossa. Porque la crisis de los 40 le ha pegado fuerte al protagonista que está en el medio de su vida, que no tiene una esposa que lo atraiga, que ya no tenga padres de quienes aferrarse, ni amigos que puedan echarle un hueso ni una puta que lo aprecie. El terror al vacío se presenta muy nítido ante los ojos de Julián, y allí sólo ve un pozo sin fondo, motor de todas sus angustias (que le provocan todos los tics y las manías del hombre torturado por su existencia). Se destacan en el reparto Mónica Vehil como Cármen, la esposa, Tincho Zabala como Don Bouza, Susana Lanteri y Juan Manuel Tenuta como los padres y los restantes ya han sido mencionados. Les recuerdo que pueden ver la obra completa sólo tocando el ícono que dice "Ver obra" en mi blog.
Les agradezco mucho nuevamente por haberme leído hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 17 de septiembre de 2016

Mi crítica de "Somos Chilfree (Libres de Hijos)" (Teatro)

Ayer fui a ver esta deliciosa obra y salí agradecido del Paseo La Plaza por haber tocada un tema que me incumbe. No es demasiado frecuente que en el teatro, el cine o la literatura se toque el tema de aquellas parejas que se juntan con la decisión de no ser padres y aquí es el conflicto central de la pieza. Yo me considero un childfree, ya que en el momento en que encuentre mi pareja adecuada no me interesa tener que cargar con la responsabilidad de criar un nuevo ser en este mundo, desvelarme por él y vivir atado a esa relación por el resto de mis días. Puede sonar a cínico, pero el tema es que además "no soporto a los chicos", porque tocan todo, rompen todo, juegan sin parar sin cansarse nunca, son unos subersivos del orden establecido, etc...
Pero hablemos de la obra y no de mí. Unos minutos quiero dedicarle al autor, Matías del Federico, joven autor santafecino que saltó a la fama luego de ganar el concurso "Contar 1" auspiciado por Argentores, la Asociación Argentina de Actores y la Asociación de Empresarios Teatrales. Sin tener en claro que quería escribir teatro, después de haber ganado por la exitosa "Bajo Terapia", que aún se encuentra en cartel y ha trascendido las fronteras de nuestro país hasta los confines más alejados del planeta, se decidió a enfocar su vida de escritor para este lado. Su segunda obra es igual de buena que la primera, y es conveniente que sea representada, como acá, por un grupo de actores solventes, que le puedan sacar todo el jugo posible a dicho texto. Nada sería de la obra si el protagonista (Augusto) no fuera encarnado por Gabriel "Puma" Goity, que sabe bordar a su personaje sacándole carcajadas en cada frase que pronuncia. El trabajo de Goity es irreemplazable, no puede ser pensado en el cuerpo ni en la voz de otro actor, ya que es un verdadero maestro de la comedia. No es tan así el desempeño de Eugenia Tobal, una actriz de telenovelas que no tiene parlamentos de peso cómico en la obra y, esta sí, podría pensarse en el cuerpo de otras actrices. Contemplan el rubro Dennis Smith, como Martín, el hermano abiertamente gay de Florencia (rol que por otra parte no le cuesta demasiado abordar, no sé si me explico...); Martín Pavlovsky (Federico) otro irreemplazable, como el cínico único amigo de Augusto, que también es un childfree, y su esposa Sonia (Valeria Lorca). Cierra el seleccionado Mariana Melniec, como Nancy, una alumna-paciente de Flor, que se conecta la mayor parte de la obra por skype y la vemos detrás de una pantalla blanca. Es extraño que ahora todos digan "hay que prestarle atención a esa chica", cuando lo remarqué yo  hace muchos años cuando encarnaba a la monjita joven e ingenua de "La Duda", pieza que hizo junto a Gabriela Toscano y Fabián Vena. Allí ya desplegaba unas dotes actorales insoslayables y ahora la tenemos como una recién llegada.
La pieza comienza el día del cumpleaños N° 50 de Augusto, un tipo que odia los cumpleaños, los regalos, los invitados y las reuniones. Como así es su pacto con Flor de no tener nunca un hijo. Lo que no sabe es lo que sabemos nosotros como público: que desde el primer minuto, Florencia está embarazada... Así se juntan a comer (en el suelo, porque su esposa es una gurú de la vida sana y ofrece semillas de girasol y pasas como parte central del menú) Augusto con Flor, Martín y Federico. Federico, un intelectual snob le regala su último libro "Chilfree" con el que sienta su postura en la vida, y del que pueden hacer chistes juntos. Martín, en cambio, que está de novio con un joven inventor, le regala la "lapidaria", especie de lápida triangular, en dónde puede grabar con su voz o en video mensajes para los que vayan a visitarlo a su tumba después de muerto. Por supuesto que el regalo de Martín es tomado a la chacota por Augusto, quien graba toda clase de mensajes peyorativos. Martín sabe lo del embarazo de su hermana y está a punto de decirlo durante toda la reunión, pero finalmente opta por contar que él y su pareja han decidido adoptar un hijo, lo cual es tomado con sorna por Augusto y Federico. Hablan de la cantidad de pañales que hay que cambiar, más la cantidad de caca que va a hacer el bebé, sumado a no dejar dormir en toda la noche y las desventuras de padres y madres que trabajan todo el día y mandan a su hijo a un colegio inglés, en dónde va a buscarlo una niñera también inglesa y las palabras en ese idioma que les dirige su retoño. Mientras, desde la pantalla del skype se comunica Nancy, quien tiene un ataque de pánico y Flor le repite los tontos ejercicios de relajación y de respiración diafragmática...
Pero la bomba no puede tardar mucho en tirarse y al fin Augusto se entera que su esposa está embarazada. Allí se le viene todo su mundo al suelo y elige como opciones, a) un aborto y b) que Flor se mude de casa, las cuales son rechazadas por la futura madre. Después de tratar de convencerla que no tengan ese hijo y de decirle que lo ha decepcionado y defraudado en su buena fe, decide irse él de la casa. Entremedio suceden miles de graciosas peripecias lo que le da más substancia a la obra, pero el conflicto es claro: Florencia quiere tener a su hijo, Augusto no quiere tenerlo. Dos fuerzas que se contraponen y tiran cada una para un lado contrario. Esa es la definición de conflicto.
Pero como la procesión va por dentro... Un día en que hay que internar a Flor porque tuvo unas pérdidas y estuvo a punto de perder a su hijo, acompañada por Augusto al sanatorio, éste se pone a llorar desconsoladamente ante la idea de perder a su vástago. Juntos entonces deciden tirar para adelante y es así que Florencia se convierte en mamá (que no puede dormir) y en Augusto en un padre celosísimo del amor por su hijo. Cuando todos concurren a visitarlo él despliega una cinta de no acceso en la puerta del dormitorio y les hace enjuagarse a todos las manos con alcohol en gel, que lleva prendido a la cintura. Cuando se acerquen para ver al bebé él repartirá barbijos para que no puedan contagiarlo de nada. Pero como el teatro refleja a la vida (y no la vida a la mala televisión, como decía Woody Allen en "Maridos y Esposas"), el final de la obra va a ser agrio y nos deja a todos con un sabor amargo en la boca.
La obra dura uno hora y media cortísima, pasa como una exhalación, como pasan las cosas buenas cuando estamos realmente disfrutándolas. La labor de dirección corrió acá por doble mano, la de Marcos Carnevale y Mauricio Dayub. La marcación es perfecta y no deja casi ningún resquicio para hacer una crítica en contra de la obra ni de la puesta. La obra es alegre, divertida al mango, tiene buen timming y un grupo de actores que se apoyan en todo momento para divertirse los unos con los otros. Y hacer que el público participe de la fiesta. Pero se ponen en juego varios interrogantes: ¿hasta dónde llega la libertad individual para llevar una vida a gusto? ¿debemos aceptar los pactos incuplidos o tomar decisiones extremas ante esto? ¿cuál es la cantidad de gente que no quiere tener hijos -y sé por las redes sociales que es elevadísima-? ¿se extinguirá la raza blanca judeo cristiana ante esta necesidad de tener cada vez menos descendencia frente a otras colectividades como la musulmana, cuyas guerras santas están minando occidente y planean quedarse con él a fuerza de descendencia? Las obras que elige Goity siempre tienen un trasfondo filosófico y personal que invitan a la reflexión más allá de la carcajada. Y resulta gracioso ver al "Puma", renegando de los jugadores de rugby y a sus tontos partidos y elementales reglas de convivencia (él fue un "Puma").
Por todo eso y mucho más recomiendo fervorosamente "Somos Chilfree (Libres de hijos)" a quienes quieran pasar un muy buen momento acompañado de carga emotiva e introspección. Tanto para quienes adoren a los niños como para quienes planifiquen vivir sin ellos.
Y les agradezco haberme leído nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

jueves, 15 de septiembre de 2016

Mi crítica de "Cafe Society" (Cine)

Tengo una gran duda. Acabo de ver "Café Society", la nueva de Woody Allen y me quedé sin saber si era buena o mala película. Todo por culpa de haberla bajado del Torrent y tener un subtitulado espantoso, tarzanesco ("Mi ser mejor contrato Hollywood", todo así) y, demás está decir, haberme perdido los mejores chistes de la película, y los diálogos allenianos, que pueden transformarla en una obra maestra o en un bodrio. Lo peor es que las críticas que vengo leyendo la trataron muy bien y hasta llegaron a ponerle "Excelente" (vg. "La Nación", por el exigente Javier Porta Fuz, editor de "El Amante"). Les cuento lo que entendí. Hay en Hollywood de los dorados años 30 un magnate rico e importante, con conexiones en todo el ambiente artístico que responde al nombre de Phil Stern (Steve Carrell). Este Phil tiene un sobrino, Bobby Dorfman (Jesse Eisenberg) que llega a la meca del cine con la intención de hacerse un nombre, respaldado por su tío. Tienen una buena relación, aunque el tío no consigue ubicarlo en ninguna parte importante. Pero Phil tiene una secretaria, Vonnie (la bella Kristen Stewart) de quien Bobby se enamora perdidamente ya que ella se ocupa de él, de sacarlo a conocer Hollywood en sus ratos libres, que son muchos, pero le anticipa que no puede enamorarse pues ya tiene un novio, que es un hombre mayor que no para mucho en la ciudad. Pero la verdad es que Vonnie está saliendo con Phil, quien a su vez tiene un excelente matrimonio con Karen, una mujer de su edad. Vonnie es la amante del tío de Bobby, aunque no puede decírselo. Mientras siguen viéndose los dos jóvenes y sintiéndose cada día el uno más cerca del otro. Hasta que Phil decide dar por terminado su romance porque no puede seguir jugando a dos puntas. A todo esto, el hermano de Bobby, Ben (Corey Stoll), que se ha quedado en Manhattan, es un mafioso de primer orden a quien no le tiembla el pulso a la hora de dispararle en la cabeza a quien lo mira mal. Vonnie queda destrozada por su ruptura y se pone de novia con Bobby, con quien vive una vida de romance pleno, ya que él es un romántico empedernido, un ser sensible y delicado y un amante maravilloso, parecen el uno para el otro. Planean un futuro juntos, casarse e irse a vivir con la familia de él a New York. Todo marcha sobre ruedas. Hasta que Phil le dice a Vonnie que va a dejar a su mujer para casarse con ella, ya que no puede vivir sin su amor. La encrucijada que se le plantea a Vonnie es dura, vivir con un hombre con fortuna y seguridad social y económica o jugarse las fichas con el joven del que pretende estar enamorada. Y realiza la peor elección: Phil. A todo esto Bobby se entera de la relación y se lo toma muy mal. Pasa el tiempo y Bobby ha vuelto a Manhattan, su hermano sigue matando y él ahora es dueño de uno de los principales "night clubs" de la ciudad. Conoce a una rubia hermosa con el nombre de Verónica (que era el verdadero nombre de su antiguo amor) y pasado un tiempo se casan y tienen un hijo. Pero un día el pasado le hace una mala jugada a Bobby y aparecen en su local Phil y Vonnie, felizmente casados y llena de joyas ella. Lo invitan a la conversación y poco más tarde ella se reúne con él. Deambulan por Manhattan toda la noche y tienen varios encuentros clandestinos de amorío. Pronto se separan y vuelve cada uno a su vida de matrimonio en sus respectivas ciudades. Pero  la noche de año nuevo, después de besarse con sus respectivos cónyuges, los encuentra nostálgicos, pensando cada uno en el otro. FIN. Faltaría la frase final de "Otra Mujer" (1988): "Me pregunté si un recuerdo es algo que uno tiene o algo que ha perdido". Porque lo que quiere contarnos la película son las malas elecciones que hicieron dos personas que estaban destinadas a vivir juntas y a ser felices juntos. Esto también nos remite al final de "Crímenes y Pecados" (1989): "Nuestra vida es la suma de las elecciones que hacemos durante ella". Y también al Proust de "En busca del tiempo perdido": "Los únicos paraísos que existen son los paraísos perdidos". O como dice Bobby en medio de la película: "La vida es una comedia escrita por un escritor de comedias sádico". Debe haber sido infinito el dolor de la pérdida para él para ir a casarse con otra mujer sólo porque llevaba el mismo nombre que su antiguo amor. Y declararle a ella que no pasa día sin que piense en ella. Y también para ella, ya que reconoce que sueña con él muy seguido. Es infinito el dolor para ambos, aunque en la imagen final se los muestre recordando con nostalgia el pasado. Es la pérdida de una oportunidad única, que no volverá a aparecer en el horizonte de ninguno de los dos a menos que alguno haga algo. Quisiéramos que la película siguiese, para saber cómo va a terminar la vida de ambos. Lo cierto es que , como es costumbre en Woody Allen, el tema aparece planteado desde el primer fotograma, aunque no nos demos cuenta.
Un párrafo aparte merece la fotografía  (es la primera vez que Woody filma en digital), de la mano del gran Vittorio Storaro (genial colaborador de Bernardo  Bertolucci), acá con un aura especial, que hace tan "europeas" las películas de Woody, dándole un toque dorado a las imágenes del "Hollywood Dorado" y un azulado para las escenas de Manhattan y una capa fría para las escenas de los crímenes. Acá hay más planos-contraplanos que en el cine habitual de Allen, destacándose como siempre sus largos planos-secuencia. Y las escenas criminales conectan con esa otra gran obra que fue "Disparos sobre Broadway" (1994), en dónde unía el mundo del arte con el de la mafia. Justo es destacar que Jesse Eisenberg se está convirtiendo en el modelo de actor pintón perdedor "alla alleniana" y que Kristen Stewart haya ascendido al pedestal de las grandes heroínas trágicas de Woody. Lo acabo de comprobar. Aunque me perdí parte del texto he visto una de las grandes películas de Woody Allen... ese señor de 80 años llamado también Allan Stewart Konigsberg.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

lunes, 12 de septiembre de 2016

Mi crítica de "Nuestras Mujeres" (Teatro)

Ayer, domingo, pude al fin ver el suceso teatral del año: "Nuestras Mujeres" protagonizada por Gullermo Francella, Jorge Marrale y Arturo Puig. El resultado fue mejor de lo que esperaba. Yo había visto la película francesa del 2015 basada en la obra y protagonizada por Daniel Auteuil, Richard Berry y Thierny Lhermitte, dirigida por Richard Berry, y me había quedado sabor a poco. Pero es bien sabido que cuando un texto cae en las manos de  Javier Daulte como director, éste sabe sacarle todo el jugo cómico posible. Así había pasado con "Un Dios Salvaje" hace unos años, que después Roman Polansky la llevó al cine convirtiéndola en un verdadero plomazo, es teatral la versión cinematográfica pero sin la mínima pizca de humor, hizo un drama con ese rico texto. Acá Daulte la presentó como una comedia desmelenada del principio al fin. Lo mismo ocurre con la que nos convoca, de la que supo explotar hasta su mínimo detalle. Las preguntas que afloran de la obra podrían ser, ¿cuál es el verdadero valor de la amistad? ¿cuánto somos capaces de sacrificar por un amigo verdadero? ¿cuál es el límite entre decencia y banalidad, entre mentira y verdad? ¿es posible llevar una vida de relación sin caer en la hipocresía?. Todos estos interrogantes y muchos más son los que plantea la pieza, en medio de carcajadas genuinas. Acá se respeta el valor más verídico y genuino de la verdadera comedia y está sabiamente conducido.
Lo primero que nos llama la atención es la amplia escenografía a telón abierto: es un departamento burgués con todas sus comodidades  y dependencias, cocina, living, biblioteca (o mejor dicho discoteca), entrada. Un escenario tan pulcro como frío (según lo define Pedro, uno de los personajes), le falta vida, le falta uso, todo está en perfecto orden, donde tiene que estar cada cosa y sin una mínima mota de polvo. Entrada la acción descubrimos a Max (Francella, desafectado, lejos de su "papucho" o de las sitcoms de TV, después de las experiencias actorales de "El Secreto de sus Ojos" y "El Clan", lo vemos componer un personaje) y a Pedro (Marrale, como siempre excelente, es el verdadero capo cómico de la obra, como lo viene demostrando desde hace mucho, tal vez desde "Baraka"), preparando la cena para lo que será su reunión de los viernes para jugar a las cartas. Están esperando a Toni (Arturo Puig, de menor intervención en la obra, pero igualmente solvente en sus breves parlamentos), quien lleva ya más de 45 minutos de retraso, algo desacostumbrado en él. Hablan de mujeres. Max, con su eterna novia Carmen, quien se ha ido de la convivencia porque no se soportaban, es una verdadera "hinchapelotas", quien ha prometido volver, siempre que Max la reciba, después de un plazo establecido; y Pedro con su esposa Karina, una eterna somnolienta que pasa su vida de matrimonio durmiendo y con quien no se dirige la palabra hace ya mucho tiempo. Max es radiólogo y Pedro es médico traumatólogo. Al fin llega Toni, rojo, despeinado, descompuesto y tira la bomba, ha matado a su mujer Adriana por estrangulamiento. Todo empezó porque la encontró hablando por teléfono con un hombre con el que se reía y colgó al entrar Toni a la pieza. Después vinieron los cachetazos por parte de ella y el ahorcamiento por su mano. Estupendo Puig, le creemos su descompostura visceral y su desasosiego, viene a tomarse todo el whisky y a combinarlo con pastillas sedantes, de las que toma un buen puñado, y como resultado de eso cae rendido de sueño, un sueño que durará casi toda la obra. 
Lo primero que surge en Max es denunciarlo a la policía, porque "si lo encubrimos y después cae él, caemos nosotros también", Pedro tiene una actitud contraria. A lo largo de la ausencia de Toni por su somnolencia, se quedarán solos Max y Pedro e irán desnudando todas sus verdades, como las capas de una cebolla y quedarán expuestas mentiras e hipocresías. "No me gusta todo lo que te gusta a vos, y lo que no te gusta me gusta, sólo porque no te aguanto", le dice Pedro a Max, a quien acusa de gustarle sólo  los cantantes muertos, ya que Max es fan de Sinatra. Después de una hora de reproches mutuos y de ferocidades extremas (todo sazonado a la más pura carcajada) cae otra bomba: suena el celular de Toni y lo atienden, es Paula, la hija de Pedro. ¿Por qué llama la hija de Pedro a Toni? ¿Acaso tiene un romance con él? ¿Se están encamando juntos? Pedro se sale de sus casillas y ahí los roles se invierten, es él ahora quien decide denunciar a Toni, y en cambio Max se muestra más comprensivo. No vamos a contar más porque sería desvelar el final de la obra, y habrá quienes todavía no la vieron.
Yo la recomiendo enfáticamente porque se pasa una hora y media con carcajadas limpias y un muy buen timming de comedia, y porque vale la pena ver a estos tres monstruos de la actuación en su salsa, y además uno sale con preguntas para hacerse y reflexiones que llevarse a casa. Siempre las obras de teatro que nos invitan a reflexionar son mejor bienvenidas que aquellas pasatistas que no lo hacen. Puedo decir que al final de la obra uno sale realmente convencido y conmovido por la suerte de estos tres personajes en una situación extrema, pero que bien podría vivir cualquiera de nosotros. Como dije antes, tanto la funcional escenografía como la luminotecnia y la música se llevan también las palmas.
La entrada es cara (600 $) pero puede uno conseguirla en Ticket por 380 $ y es un ahorro considerable, tanto más si se va en pareja al teatro. Bueno, me quedan muchas cosas en el tintero, pero no quiero abrumarlos. Sólo recomiendo enfáticamente "Nuestras Mujeres", una obra que engalana nuestra cartelera y que resulta un buen pasatiempo no para divertirse, como he explicado otras veces (ya que "divertir" es apartar de lo importante), sino para "pasarla bien", que es otra cosa muy diferente.
Y gracias por leerme hasta acá nuevamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 10 de septiembre de 2016

Mi crítica de "Eterno Perfume a Lilas" (Teatro)

Vengo de ver una maravillosa obra de autoría y dirección de mi directora de teatro, la Profesora Elsa Orrea. Se trata de la mejor conjunción de teatro y artes que vi, porque no sólo hay dramaturgia, sino que hay música proveniente de una violinista en escena, hay danza, hay canto, hay efectos lumínicos... en suma, un placer para todos los sentidos. Es también una colaboración del cine con el teatro, ya que el tema recuerda mucho al de "Rebecca", la célebre película de Hitchcock de 1940, con un hombre joven viudo y la presencia omnipresente de la muerta que se interpone entre él y la nueva vida que trata de empezar en compañía de otra mujer. Hay también un ama de llaves, menos siniestra que la Mss. Danver de la película, aquí la Sra. Madison (sí, como los puentes), aunque también severa y de mal carácter. Y sumando asociaciones, los zapatos que usa Adeline, la nueva mucama contratada, son los mismos zapatos rojos que usaba Dorothy (Judy Garland), en "El Mago de Oz" (Victor Flemming). Hasta Adeline se atreve a jugar con la aspiradora bailando una versión del "Supercalifragilísticoespialidoso" de el deshollinador de "Mary Poppins". Y las referencias no terminan ahí, también los personajes cantan, tal como en los films de Vincente Minnelli o Stanley Donnen. Pero hay una cita más cercana y es el "Todos dicen te quiero" (1997) de Woody Allen. Allí todos los actores (no cantantes) interrumpían sus líneas de diálogo para entonar canciones clásicas con su media, baja o potente voz, según fuera el caso, pero todos sin haber tenido formación canora, así Julia Roberts, Alan Alda, Goldie Hawn o el propio Woody cantaban lo mejor posible. Y acá pasa algo parecido. Cuando la situación se vuelve algo empalagosa o incómoda para los actores, interrumpen su parlamento para largarse a cantar, y la verdad es que lo hacen con gracia y entonación aunque sean pobres sus voces, como el caso de Adeline y de Eric. Un tema diferente es el del operístico Don Pasquale, que tiene una preciosa y potente voz. Y los llamo por el nombre dde sus personajes  porque el programa de mano no refiere (lamentablemente) qué personaje corresponde a cada actor. Son ellos: Estefanía Álvarez, Irene Barrecino, Leticia Elordi, Martín Hennigs, Javier Moreira y Leo Pasquale, todos excelentes en lo suyo.
Pero veamos. Esta no es una obra comercial sino que pertenece al off, así que está hecha de modo artesanal, con la pasión del orfebre, sin medios de producción sólidos, es por eso que destaco sobre todo el valor de la puesta en escena, que es muy cuidada hasta en los últimos detalles. Y como aquí estamos en una obra de lo fantástico, lo sobrenatural (¡Ay Elsita y sus duendes!) aparece por doquier, y es así como se caen cuadros que se vuelven a colgar y a caer, se abren ventanas arreciadas por una fuerte tormenta y se sacuden las cortinas con convicción, se caen libros de sus estantes...
Vamos por partes. La historia podría situarse en pleno siglo XIX por el vestuario de los personajes, aunque una aspiradora eléctrica lo desmiente. Comienza la obra con la mencionada violinista extrayendo los sentimientos más melancólicos de su violín. Da paso a una bailarina de acento clásico que recorre el espacio con sus movimientos estéticos y redondeados (tiene muy buen cuerpo para la danza y es una chica muy joven), que al paso de la obra nos enteramos que es el espíritu de Valerie, la esposa difunta. Entra en escena una potente y rigurosa Sra. Madison y enseguida llega la mucama nueva, Adeline, toda una conjunción de torpeza, simpatía, bondad y alegría. Allí la Sra. Madison le cuenta que el dueño de la casa es el Sr. Eric que ha sufrido un accidente con su esposa en el auto a causa del cual ella ha fallecido y el ha quedado cojo (con perdón de la expresión). Es un gran escritor y le están por editar el último de sus libros. Le pide que cuelgue el cuadro de la finadita en una pared. Ese cuadro se caerá y se volverá a colgar infinitas veces. La chica que hace de Adeline es realmente muy bonita y muy simpática, dando todo lo que el personaje le exige. A todo esto llega el Sr. Eric (quien, me enteré luego, es cojo de verdad, víctima de una entradera a su casa y de la que resultó gravemente herido, hace 18 años que no volvió a subir a un escenario y esta es su reaparición, cuádruple mérito por parte del actor que encarna a Eric), y a fuerza de simpatía de ambos lados conseguirá conquistar el corazón de Adeline. Pero aquí no hay besos ni caricias, simplemente son reemplazados por canciones, en esta comedia dramático-musical (o teatro musical como prefiere llamarlo Elsa). Por fin consigue llevarla a su recámara y pasan una noche juntos. El final, por supuesto no lo voy a revelar, pero tiene una vuelta de tuerca sorprendente.
Un verdadero aplauso para la dirección de actores, la puesta y la luminotecnia que es otro factor muy importante. Realmente Elsa Orrea se luce como demiurga de todos estos seres, tanto desde la dirección como desde la creación, ya que el libro es también de su autoría. Es una obra donde lo sobrenatural convive con lo cotidiano, transformando a esto último en lo siniestro, según la definición freudiana que ya expliqué en otra crítica.
Un "bravo" grande para todo el elenco y esperamos que las funciones de esta obra no terminen acá y se magnifiquen en el tiempo porque verdaderamente ha sido un esfuerzo muy grande por parte de todo el equipo y sería una pena que quede en "debut y despedida".
Muchas gracias Elsa por invitarme.
Y gracias también a los que me leyeron hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

lunes, 5 de septiembre de 2016

Mi crítica de "Abrir Puertas y Ventanas" (Cine-2011)

Ah... el terror de la hoja en blanco... Vamos a ver qué sale de esta crítica sobre una película que no me gustó mucho. Este es un film del 2011, de la cineasta franco-argentina Milagros Mumenthaler, que hizo ruido en todos los festivales (tanto nacionales como extranjeros) con grandes coberturas y mucho material escrito para aplaudir y difundir este largometraje. A mí, la verdad es que no me convenció mucho. Es ese cine argentino en el que no pasa nada (y parece pasarlo todo, me dirán), pero acá, lo cierto es que no pasa nada enserio. Es la vida de tres hermanas, que viven solas en la casa de la abuela recientemente muerta, sin padres ni parientes a la vista, de quienes no sabemos nada. Las hermanas son Marina (María Canale), Sofía (Martina Juncadella) y Violeta (Ailín Salas) y un inquilino que vive en otra casa pegada a la de ellas, Francisco (Julián Tello). El período de tiempo en el que transcurre la historia se sitúa entre el final de un tórrido verano y principios de un frío otoño. Las imágenes pertenecientes al verano nos recuerdan el clima de "La Ciénaga", de Lucrecia Martel, otra obra donde aparentemente no pasaba nada, pero que tenía pretensiones más concretas que ésta, por el calor reinante, el clima pegajoso, el amontonamiento de cuerpos entre la promiscuidad y el abandono... Aquí sucede lo mismo. Las tres hermanas parecen vegetar en ese tiempo sin compromisos, tiradas en la cama, refrescándose con un ventilador o mirando la televisión. No importa que Sofía vaya a la facultad a estudiar diseño ni que Violeta haga lo propio con el colegio, la vida transcurre sin el menor de los sobresaltos (lo importante está en el subsuelo, me dirán). Sí, hay una carga de violencia soterrada que terminará por estallar cuando Marina le rompa el celular a martillazos a Sofía o haga añicos el vidrio de la ventana con el mismo martillo, o que Sofía arranque el decorado de su pieza con total desinterés. Una de las hermanas terminará yéndose, tomando un avión junto con "un tipo" y desapareciendo del mapa, otra, Marina se pondrá de novia con su casero Francisco y de la vida de Sofía poco sabemos sólo que va a la facultad vestida muy provocativamente, tal vez se entregue a su profesor y guarde su intimidad bien cerrada con llave tras la puerta de su habitación. Los diálogos son triviales, cortos, monosilábicos, dejan traslucir poco de las habitantes de ese caserón moderno en su concepción pero que es refugio de cosas viejas tradicionales (una radio "Siete mares", una máquina de escribir "Olivetti", un corset modernizado, una computadora de escritorio ya antigua, un tocadiscos en el que escuchan sus discos). Sofía sospecha que Marina es adoptada, porque "no se parece a nadie". Y un buen día la misma Sofía decide poner los muebles en la puerta y ofrecérselos a los cartoneros (todos muebles buenos), para, juntas, re decorar su lugar en el mundo. De lejos llega un CD con una canción escrita e interpretada por Violeta, que emociona a las hermanas y con eso se cierra el film. 
Todo es muy críptico y enigmático en la película de Mumenthaler y no deja mucho espacio para la reflexión. Si alguien tiene otra visión de la película por favor que me la acerque porque me interesaría mucho un debate más amplio. Tal vez sea mi propia cerrazón mental la que me impide aproximarme a una buena obra de arte pero que en este momento no puedo apreciar. Que alguien me convoque para polemizar a ver si logro ampliar mis horizontes.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).