domingo, 31 de diciembre de 2017

Mi crítica de "Creación" ("La Duda de Darwin") (Cine)

Ayer vi esta notable producción del 2009 del director Jon Amiel, muy hábil en su oficio y con mi actriz preferida y eternamente enamorado: Jennifer Connelly. En esta oportunidad está acompañada por su marido, Paul Bettany, que ofrece acá el mejor trabajo de su carrera (a mi pobre entender). Es una película no tan inocente como parece, ya que tiene muchas puntas de análisis y un muy jugoso tema: la elaboración de Darwin del libro "El Origen de las Especies", publicado en 1859 y que, al decir de la película fue el libro más revolucionario de la historia del pensamiento. La película seguramente enfrentará a creacionistas vs. evolucionistas, y si bien la teoría de Darwin ya ha sido superada por muchas otras, de ningún modo ha quedado perimida y sirve de base para todas las posteriores.
La película nos presenta dos momentos de la vida de Darwin: uno cuando era joven y volvía de acompañar a Fitzroy en su viaje por el Nuevo Continente, en donde entre otras cosas apresaron tres indios para educarlos en Ingalterra y presentarlos ante la Reina, para luego devolverlos a su lugar natal en donde volvieron enseguida al salvajismo; y el otro momento es el de un Darwin ya viejo y aquejado por la enfermedad, cuando se compromete a escribir el libro que cambiaría la ciencia de todos los siglos. No vamos a recordar acá la teoría darwiniana de la selección natural, sólo decir que la vida en la Tierra se sostiene por una adaptación natural de la supervivencia de los más aptos (no de los más fuertes, como después interpretara mal el darwinismo social y llevara agua para su propio molino) en contra de aquellos menos adaptados a vivir en el medio natural. Es conveniente aclarar también que en ningún pasaje del libro se dice que "el hombre desciende del mono", sino que se insinúado por las incontrovertibles hipótesis y demostraciones. 
Paul Bettany es un exacto Darwin, que abandona su fe religiosa y se convierte al ateísmo cuando empieza a embuírse de la doctrina de la naturaleza, frente a su esposa Emma (Connelly), una ferviente católica por quién está a punto de no publicar su libro. Darwin escribe su texto ya enfermo gravemente (en ningún lado se dice que él murió del mal de Chagas, contagiado por una vinchuca que lo picó en lo que hoy sería la Argentina) y su pulso tiembla, le cuesta mucho escribir y se somete a varias curas de hidroterapia que lo mejoran momentáneamente. Lo que es cierto es que no veremos aquí al Charles Darwin de longa barba de los textos enciclopédicos sino a uno con leves patillas y una incipiente calvicie. Que reacciona frente a la constante aparición en su imaginación del espíritu y la presencia de su hijita muerta Annie, quien lo atormentara durante toda su existencia. Este es otro punto de análisis. Annie era la más parecida a él de sus cinco hijos, la más científica, la que se sabía de memoria el nombre de todas las especies animales en latín, la que se fascinara por recoger especímenes de animalitos raros, y a la que el cura de la escuela mandara a arrodillarse sobre arroz por decir que existieron los dinosaurios y defenderlo con uñas y dientes. Era como su padre, prefería sostener una realidad que encubrirla por miedo al castigo. Esa fue la gota que colmó el vaso, allí, el sabio Darwin sale corriendo a enfrentarse con el cura para defender a su hija, aunque al principio tenían buena relación. Y es capaz de levantarse e irse en pleno sermón, cuando el cura habla de todas las criaturas grandes y pequeñas... y de que el hombre fue hecho a imagen y semejanza de su creador. En el único momento en que vemos flaquear a Darwin es cuando su hija se está muriendo, en que se arrodilla para pedirle a Dios que la salve. Por supuesto que el milagro no ocurre...
Emma, por el contrario se aferra a su fe cristiana y tiene constantes desavenencias con su marido respecto a su "herejía" y hasta dejan de comunicarse por mucho tiempo después del nacimiento de su último hijo. Es a la decisión de ella, en un acto de amor, que Charles expone el libro y decide o no su publicación. Ella le da el "ok" y pide que Dios la perdone por lo que acaba de hacer. También es justo recordar que se lanzó a escribir, aguijoneado por sus amigos Hooker y Thomas Huxley, científicos también que veían en él un gran potencial. Y es cierto que estuvo a punto de claudicar cuando, apenas escritas 200 páginas, aparece la publicación de un tal Wallace, de tan sólo 20, que había arribado a la misma demostración que él acerca de la supervivencia del más apto. Pero sus amigos lo convencen que no haga caso y siga escribiendo.
Un aporte muy significativo a la estructura del film es la historia que Darwin narra a su hija Annie, acerca de Jenny, la cría de orangután que fue recogida por indios y vendida a los zoológicos británicos, primera oportunidad que tuvieran los ingleses de observar a un orangután. Darwin la visita en su jaula, y son tan humanas sus reacciones y sus movimientos que no hacen caber la menor duda del parentesco entre el hombre y el mono. Hasta su muerte es un símbolo de humanidad, cuando acaricia la cara de su cuidador, lo abraza y muere apoyando su carita y cerrando sus humanos ojos en el pecho de él. Las escenas de la mona son de una ternura tal que es imposible no conmoverse ante ellas y derramar alguna lágrima con su muerte.
La película es muy ágil, va y viene de ese Darwin joven y lleno de vitalidad al otro envejecido y atormentado por el dolor y la decadencia del cuerpo, es más que sugestiva la dirección de Amiel sumado al trabajo interpretativo de Bettany (pura entrega) y la acá secundaria Emma, quien nos muestra a una Jennifer ya cuarentona pero luciendo una belleza inoxidable, a prueba de todo paso del tiempo. Las labores de fotografía, musicalización y edición también son encomiables, así como ese preludio de Chopin que Emma toca una y otra vez en su piano (Emma se resguardaba del sufrimiento, paliada por su música).
Lo cierto es que Darwin, quien murió en compañía de su esposa a los 76 años de edad, fue un genio que desarrolló una de las teorías más impactantes para la historia de la humanidad, y es hoy reconocido y aceptado en todo el mundo, salvo por aquellas religiones tan cerradas que no dejan infiltrarse un rayo de luz en medio de sus tinieblas y creencias. Lo que no me logro explicar es el título de la película "Creación", ya que toda la teoría está en contra de ese concepto y sí en el de evolución. Tampoco es muy claro el castellanizado de "La Duda de Darwin", ya que éste no tuvo la menor duda con respecto a sus convicciones. Tan potente es la teoría darwiniana que Freud la utilizó como una de sus "tres heridas narcisistas": la teoría de Galileo (la de reconocer que la Tierra no es el centro del mundo y que el hombre vive desplazado a un confín del universo); la propia de Darwin (que el hombre no es el rey de la creación sino uno más de la especie animal, y por lo tanto, mortal) y la suya de Freud, el descubrimiento del Inconsciente (que el hombre no es el dueño de su propia casa, traducido, que no conoce todos los rincones de su Conciencia).
Es una película franca y valiente, que se opone a cualquier resabio de medievalismo que pueda existir en el pensamiento y choca contra las creencias ya obsoletas. De visión obligatoria para toda la familia, en especial los niños.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

miércoles, 27 de diciembre de 2017

Mi crítica de "Justo en lo Mejor de mi Vida" (Teatro)


Pude ver por Teatrix esta estupenda obra de Alicia Muñoz (una grande, si no lo es, con esta obra ya se hizo grande) y dirigida por el siempre exacto y comprometido Luis Brandoni (acá extraordinario en su rol de director). El elenco está conformado por Miguel Ángel Rodríguez (que nunca fue santo de mi devoción, pero demuestra que, conducido con buena mano puede hacer un personaje digno), Diego Pérez (tampoco amigo de la casa, pero idem el anterior), Julia Calvo (la que se reveló como Nelly Omar en "Manzi, la vida en orsai", excelente actriz y cantante), Johanna Francella y Pepe Monje (sí, aquel que empezó en "Pelito", junto a Suar). Este quinteto hace de una obra que mal escrita y dirigida podría haber sido un dramón y haber caído en los peores golpes bajos, en una comedia reidera y amable para todo público. Es muy débil la línea que separa drama de comedia, y acá se cruza con una facilidad asombrosa de un lado a otro del foso, siempre con resultados valederos y emotivos. La historia de por sí es original. Un hombre que llega a su casa, Enzo (Rodríguez) y esperado por su amigo Piguyi (Pérez), no se siente observado por su familia que parece no advertir la presencia de ambos. Tanto Verónica (Calvo), su esposa, como su hija Yanina (Francella) o su hermano Lucho (Monje), quienes están en shock y anuncian una noticia terrible. Así descubre Enzo que en realidad está muerto en su cama desde la mañana, y que ya es un espíritu, junto a su amigo quien también ha fallecido y viene a buscarlo. Él puede ver y escuchar todo lo que se desarrolla en torno a sí, pero los demás no pueden percibirlo. Así se entera de mezquindades, amores, engaños, catástrofes amorosas y demás yerbas sin que nadie repare en él.
Este es el tema de la comedia que nos plantea Alicia Muñoz y nos posiciona en un lugar muy interesante: ¿qué haríamos nosotros si pudiésemos observar a nuestros seres cercanos después de muertos? ¿De cuántas cosas nos enteraríamos? ¿Cómo reaccionaríamos? ¿Sería tan difícil dejar este mundo para irnos al Más Allá como le pasa a Enzo? Es verdaderamente movilizante y nos ubica en las cercanías de otra obra argentina, "Volvió una noche", de Eduardo Rovner. Por su característica de comedia nos hace reír de lo improbable de situación tan surrealista y de sus consecuencias, pero como planteo no deja de tocar los profundos temas de la condición humana: el amor de familia, el miedo a la muerte, el engaño entre cercanos, los problemas padre-hija o padre-esposa, la época del enamoramiento, la jura de amor eterno, lo pasajero y efímero del tiempo, la nada misma. La pregunta central y medular de la pieza parece ser la siguiente: si lo tenías todo ¿Y por qué no fuiste feliz entonces? ¿Y por qué no la hiciste feliz a ella? Noble tema que nos conmueve hasta lo más profundo del alma.
Enzo es un bandoneonista de 50 años que siempre soñó con componer como Piazzolla y nunca pudo escribir su "gran tango". Vive del bandoneón, aceptando changas o tocando en un conjunto de tango sui generis con saxo y batería. Tiene a su entrañable amigo Piguyi a quien conoce desde chico y quien fuera su inspiración y motivación en la vida. Está casado con Verónica, a quien ama entrañablemente y tienen una hija adolescente llamada Yanina que tiene un novio delincuente y falopero, que para más datos la ha dejado embarazada, sin habérselo revelado a su padre (de esto nos enteramos en el devenir de la obra). Su buen hermano Lucho, es mecánico porque era lo que tenía que hacer para complacer a su padre, y siempre sintió bronca y envidia contra Enzo por tener la libertad que a él le fue negada. Y para completarla, tuvo un amorío con su esposa, a quién le pidió que abandonara a Enzo y se fuera con él, en uno de los tantos altibajos que la pareja tenía. De todo esto se "desayuna" Enzo después de su muerte, y si bien produce las mayores carcajadas, no deja de trastornarlo a él como marido fiel. Aunque él hubiese tenido sus agachadas, como por ejemplo con la "beba Guzmán", notable vocalista de su orquesta, de la época en que tocaban juntos con Piguyi. Se salvó de engañar a su esposa ya que su amigo le sopló la dama, de lo que viene a enterarse también ahora.
Su familia está muy preocupada por tener un velorio económico y por saber si él dejó algún seguro de vida que pueda venir a salvarlos de la hipoteca de la casa, es decir que la muerte de Enzo, a pesar de ser tomada como catástrofe nacional, viene a remover los costados más mercantilistas de su esposa y hermano. Verdaderamente la cara que luce Julia Calvo durante toda la obra es la de la desgraciada viuda desesperada, pero no duda en prender sahumerios para purificar el ambiente cuando percibe que él está cerca. Piguyi había muerto en una gira que había hecho por Japón, arrastrado por un huracán, por eso es que Enzo no sabía nada de él desde hacía diez años. Y Enzo le pide, ya que tiene vinculaciones con "allá arriba" si le pueden dar una prórroga, para salir del cajón, romperle la cabeza a su hermano, insultar a su mujer y decirle, de paso, donde guarda el seguro de vida, ya que no es tan malo, en el fondo. Desde siempre le jugó al 20.064 y declara que si llega a salir ahora, se vuelve a morir. En realidad son varias las veces en que quiere crepar de nuevo: justamente cuando se enteró del embarazo de su hija, de un padre que no tendrá pues Yanina se peleó con él porque no quiso ir al velorio; y de cuando se enteró del engaño de su mujer, con cama incluida. También se entera por su hermano que él le arruinó la vida a sus padres, por la manía del bandoneón y que tiene en su poder un reloj de pared que su padre había destinado para él. Piguyi lo consuela diciéndole que esto no es así y que pronto se encontrará con sus progenitores para preguntarles directamente si pensaban eso de él. Una de las salidas más festejadas de Enzo es decirle a su hermano: "te voy a venir a asustar de noche".
Pero no todo es traición e hipocresía entre los esposos. También Verónica recobra una cajita de los recuerdos en donde guarda todas sus cartas de amor, el boleto del tren en el que viajaban el día que se le declaró y alguna que otra flor marchita. Hasta una polvera, que fue el primer regalo que le hizo de novios. Y por supuesto, que Verónica llora a mares ante cada recuerdo amoroso. Pero como le dice la hija: "No te hagas problema, es sólo un día..." Mañana lo empezarán a extrañar, le dice Piguyi, la voz sabia que puede ser la de la conciencia. Piguyi ejerce el rol de esos dioses malvados que hacían ver a los muertos toda su vida: lo hace asistir a todo lo que transcurre en esa hora y media que dura la obra, entre sus familiares. Es también cierto que Enzo no quiere abandonar la escena...
La actuación de el yerno de Juan Carlos Altavista es digna de encomio, ya que es muy expresivo facialmente, y las caras que pone ante cada novedad, hacen estallar la carcajada en el público. Además transmite calidez y sinceridad al personaje que le tocó jugar. Diego Pérez, ya sabemos, es un gran comediante, que acá deja traslucir su lado más humano y llega a conmoverse hasta las lágrimas en una escena. Julia Calvo explota la vena de comediante que siempre ocultó y cuyos llantos abundantes nos hacen acordar a los de Diane Keaton en "Alguien tiene que ceder", provocando la risa más que la compasión. Johanna Francella es muy natural y se emociona fácilmente y con mucha ternura, le auguramos un buen futuro desde acá. Y Pepe Monje está correcto en un papel que no le permite mayor lucimiento. En cuanto a la mano de Brandoni, deja entrever acá su amor por todo lo que tenga que ver con el tango y los amigos, y es muy adecuado en las marcaciones de un texto por momentos complicado a un grupo de actores duchos. Altamente recomendable para toda la familia. Y se mantuvo en cartel hasta hace poco más de un mes, ya que fue filmada en el Complejo La Plaza el 24 de noviembre del 2017, hace exactamente un mes.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

viernes, 22 de diciembre de 2017

Mi crítica de "Otelo" (Teatro-Musical)


Ahora Teatrix nos acerca la gran tragedia de William Shakespeare trasladada a la pluma de Pepe Cibrián Campoy y Ángel Mahler, la célebre dupla de tantos musicales, ahora archienemigos (croe yo que por motivos políticos), ya que es notable como Pepe decidió cambiar de músico para sus últimas producciones, de las cuales ninguna alcanzó el renombre de las de la dupla. Así que ahora se las ven con una de las mayores y mejores urdidas tragedias/comedia de enredos de la historia, y puedo decir sin ánimo de ofender que esta vez fallan en el intento. La maquinaria Cibrián-Mahler se había vuelto ya una máquina de hacer chorizos, y no podía ser que cada obra que estrenaran fuera un éxito. Aquí no hay música inspirada, sí, quizá las letras, ni escenografía alguna salvo algunos grandes velos multiuso y el protagónico -cuando no- del infatigable Juan Rodó, quien va aprendiendo a modular su voz de a poco. Juan Rodó debe haber pasado por todos los papeles de villano desagradables de la historia de la literatura universal, ya que no sólo fue Drácula, sino que además fue el soez Claudio Frollo en "El Jorobado de París", Dorian Gray en "Dorian Gray, el retrato", Jack el destripador, el temible sultán Solimán en "Las Mil y una Noches" y ahora le tocó el celoso moro de Venecia. Recordemos la broma de Les Luthiers de que ahí estaba Desdémona, tirada en la cama viendo televisión... ¿acaso Venecia no es la ciudad de los canales?... muy festejada en su momento, por no repetir que Otelo era un moro... un morochazo...
Pero es así, ni Cibrián se lució mucho con la coreografía ni con la puesta de luces ni con las letras en esta nueva versión de "Otelo". Recordemos la célebre ópera que compusiera Verdi sobre el mismo personaje, ópera que sí tiene fuertes contrastes y melodías para el recuerdo, sale ganando ampliamente en comparación con este musical.
Pero repasemos la historia de "Otelo" tal como nos la cuenta Cibrián, en esta puesta del 2009 en el teatro El Nacional. Otelo venía de vencer a los turcos y haber recuperado Chipre. En su ceremonia de bienvenida, precedida por el gran Dux (Sergio Caruso, no le hace honor al apellido), nombra como su lugarteniente a su amigo Casio, provocando la ira de Yago, quien era el otro postulante y no es elegido. Otelo le dice a Yago (Diego Duarte Conde) que será su mano izquierda y este canta, despechado, "ah, si la mano izquierda pudiese matar a la derecha..." empezando ya su rencor contra el bueno de Casio (Daniel Vercelli). Entretanto, Bianca, la amante y prometida de Otelo (Lorena García Pacheco), una robusta mujer y entrada en carnes, prepara su estrategia de ser duquesa, si se casa con el moro y junto a su fiel criada  Leticia (Mercedes Benítez) proclama que está embarazada de Otelo, aunque este haya pasado más de diez meses fuera del hogar en su campaña contra el turco. Y se lo dice a Otelo, éste, que no es muy bueno para las matemáticas se emociona al saber que tendrá un descendiente, pero duda sobre casarse con Bianca, quien será muy buena para la cama pero no como duquesa. Su criada le dice que el niño no existe, cómo hará para engañar al negro, y esta le contesta que una buena rodada por la escalera le hará perder a la criatura.
Mientras, el Senador Lucio Bravancio (Beto Cuello), padre de Desdémona, viene con su hija para una fiesta en el palacio, a la vez que Bianca conspira junto a Yago. Casio se declara enamorado de la joven Desdémona (Georgina Frere) pero jura por su honor que se olvidará de ella si ésta está enamorada de otro. Hacen acá un trío Otelo, Casio y Yago, muy inspirado en el cual cada uno canta una parte distinta al resto, al unísono. Yago y Bianca van a hacer aparecer a Casio como amando a Bianca, ante los ojos del moro, para que este se vengue y conducen a Otelo en el momento en que Casio le está pidiendo a Bianca datos sobre el amor (de Desdémona, aunque sin mencionarla), diciéndole que es ella la única que puede ayudarlo. Otelo deja ya entrever sus celos y manda encarcelar a Casio, aunque éste proclame su inocencia. Pero Otelo pronto se da cuenta del complot de Bianca y le devuelve la libertad a Casio, a quien acoge a sus brazos fraternalmente como amigos que son. Viene el intervalo.
En el carnaval veneciano, Otelo ve a Desdémona y baila con ella, mientras se arrepiente por el amor que le profesa Casio, pero Yago le dice que ya la olvidó, ya que no es más que un donjuan que picotea un poco en cada lado. Cantan un bello dúo de amor Otelo y Desdémona que incluye el original "Mariposas", repetido al final. Al advertir el romance, Bravancio hace partir a su hija, oponiéndose a éste, pero  Otelo le manda una misiva por Yago, diciéndole que esa noche huirán juntos a las 12 de la noche. Finalmente huyen y Desdémona y Otelo se casan. Bravancio manda a detener al moro, pero el discurso valiente y valeroso que hace éste cantado hacen que el Dux los perdone y les señale el camino hacia la libertad. Yago, ya a esta altura habla de la celotipia de Otelo y de que le quitará lo que a él le ha quitado (no se sabe muy bien si Otelo le ha quitado Desdémona a Yago, o que es al revés, lo que se demuestra en un baile de tintes homosexuales entre Otelo y Yago). El moro se sincera con Casio, diciéndole que se ha casado con Desdémona y que por su honor tiene que perdonarlo. Esto es de tal manera. Hablan de que el regalo de lealtad que le ha dado Otelo a su esposa es un pañuelo bordado que guarda ella celosamente en un cofre. Pero Yago, valiéndose de una estratagema, se lo roba y se lo pone en un bolsillo a Casio. Entonces le dice a su amo que Casio y Desdémona lo engañan, que él le pidió una audiencia a su antigua amada y ahora están juntos en su cuarto. Y que ella le ha reglado el pañuelo... Casio ha ido a ver a Desdémona llevándole flores y un perfume, y Otelo los sorprende juntos y, preso de la ira, revisa a Casio y encuentra el pañuelo en su bolsillo. Casio reconoce que aún la ama, pero que no la ha tocado, más que en su imaginación, y lo jura por su honor. Y al ver la furia que Otelo emprende contra él, opta por suicidarse. Desdémona llora sobre el cadáver de Casio y le dice a Otelo que ya no lo ama. El moro sigue enloquecido y la estrangula (bueno, esto es ya sabido por todos, cantate una que sepamos todos podemos decirle acá a Otelo...) Otelo llora destrozado sobre los cadáveres de ambos. Aparecen Bianca y Yago, acompañados por Leticia, la criada de Bianca, quien en un arrebato declara toda la traición. Otelo llora de impotencia y no puede creerlo: ordena que torturen a Yago y a Bianca -como no se puede torturar a una mujer- que se entregue a su ejército para que todos la vejen y al final la tiren a los perros. Otelo enloquece y se suicida. Y así damos término a una de las magnas tragedias de la historia y a un musical de dos horas cuarenta...
Debemos decir que la orquesta de Mahler suena como siempre muy afinada, pero que no incluye ninguna canción que quede en la cabeza de los espectadores después de salir del teatro. Por una vez, Rodó está bien elegido para un papel que necesitaba de su tesitura vocal y de algo de inexpresividad, y es la vez en la que se ha enfrentado a textos cantados más largos y de una capacidad mnémica prodigiosa (es casi una ópera) y con muchos solos que son justamente reconocidos y aplaudidos. Georgina Frere en Desdémona está muy bien, aunque su voz es más operística que destinada a un musical, tiene una impostación que desentona con todas las de los demás. Daniel Vercelli (Casio) y Diego Duarte Conde (Yago) están correctos, sin sobresalir ninguno de los dos, y Bianca, Lorena García Pacheco tiene una bella voz para musicales y no dudamos que con su cuerpo imponente, pronto se la verá en otros escenarios. No importa que al final salgan a saludar Cibrián Campoy y Mahler, ha sido una derrota dentro de los muchos éxitos y vale la pena reconocerlo. Una lástima. Podría haber sido mejor.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

lunes, 18 de diciembre de 2017

Mi crítica de "A Beira do Abismo me Cresceram Asas" (Teatro-Brasileño)


Nuevamente para la productora "Cennarium" y acercado por Teatrix, tengo el gusto de celebrar esta ágil comedia brasileña, cuya traducción es "Al Borde del Abismo me Crecerán las Alas", escrita, dirigida e interpretada por Maité Proenca (célebre actriz de la telenovela "Donna Beixa", novela provocativa en lo sexual y en escenas subidas de tono que se pudo ver por nuestra televisión durante la primavera alfonsinista). Colabora en la dirección Clarice Niskias, y en la actuación comparte cartel con Clarisse Derzié Luz. Ambas componen a dos viejitas que están en un geriátrico, una por propia voluntad, llamadas Terezinha (Proenca) y Valdina (Derzié Luz). Realmente los físicos y actitudes de personas mayores de 85 años no están bien trabajadas, ya que hablan y se mueven como la edad que poseen realmente (deberían aprender de esas Clarita y Rosarito que juegan Carlos Núñez Cortés y Jorge Maronna -Les Luthiers- en "Pasión Bucólica" o las extraordinarias composiciones de Brandoni y Eduardo Blanco para "Parque Lezama"). Pero dejando esto a un lado, nos asomamos a un texto inteligente y sugestivo de Maité Proenca (el apellido va con cedilla, pero en mi computadora no está), siempre risueño, aunque, como buena comedia actual, deba terminar con una nota triste. Toda la ambientación son dos sillones que están en el geriátrico y que ocupan sendas ancianas, siendo muy ágil la escenografía y coreografías que las obliga a pararse, caminar o bailar, siempre olvidando que su envase es el de un cuerpo trajinado por los años.
Terezinha es más calma y reflexiva, en cambio  Valdina es la zafada, la que ha vivido la vida sin escatimar placeres y a su edad no rechaza el goce de una buena cervecita a escondidas del director de la institución. Valdina, sin embargo, carga con un pasado terrible, su marido, Tutuco murió de cáncer de pulmón y de los tres hijos que tuvo con él, dos fueron asesinados y su tercera hija la debió luchar contra un cáncer que terminó ganándole. Turbada por su historia se fue a vivir con una hermana gemela de la que sintió envidia por su dichosa situación familiar y se tomó las de Villadiego y se autointernó en el geriátrico no volviendo a ver a su familia. Cuando estaba por morir, su hermana, le escribió una carta muy emotiva en la que le dice que la perdone y que vaya de vez en cuando a visitar a su sobrina. Pero Valdina no toma con tristeza este pasado, sino que, como ella misma dice, nadie le podrá quitar la risa, y celebra la vida. Tal vez será por ese espíritu carioca que alumbra a los brasileños que, en medio de las grandes tragedias, siempre tienen tiempo para vestir trajes de carnaval y bailar un sanba.
La historia de Terezinha es bien distinta. Casada con un hombre que amó, cuando el murió, a sus 60 años, sus tres hijos que tuvo con él, se fueron lejos, menos uno, que, cuando le empezó a flaquear el cuerpo, y cansado de tenerla en su casa ("y casado con una víbora" -sic-), la internó en el geriátrico para sacarse el peso de encima. Pero Terezinha conserva en ella la niña que fue a los 16 años, la joven de sus 20, la mujer de 40 con hijos y la de 60 cuando murió su esposo, y no sabe qué hacer con tanta vitalidad que le reclama el cuerpo y que ella ya no puede brindarle. Dice en sus parlamentos frases muy acertadas sobre el doloroso trance de la vejez, y otros más esperanzadores. Igualmente no se privan de reír juntas y de compartir vicios y maldades varias.
Maité Proenca también se luce como cantante, tiene muy buena voz y canta una canción en portugués y se da el lujo de acompañar a Edith Piaf en "Non, je ne regartte rien", en francés y a viva voz. Valdina es la bailarina del dúo, y la verdad es que baila como el tujes, pero su compañera la aplaude y apoya en sus aficiones. Valdina viste con estrepitosos colores y parece medio hippie, ante el atuendo recatado y pudoroso de Terezinha, con rigurosa peluca blanca, mientras que la otra ostenta su cabello todavía renegrido, con alguna cana que lo surca. Todo en la vida y en el aspecto de Valdina refleja su alegría por estar viva y su olvido de pesares antiguos.
Las maledicencias de las que hablábamos consisten en festejar el amor lésbico de dos de sus compañeras de geriátrico, que se aman a cielo abierto y lucen muy "machonas", aunque la intriga de Valdina es cómo será la relación entre dos mujeres, ya que entre dos hombres se entiende, "uno tiene su pirulín y otro su agujero, uno hace de hombre y otro de mujer, pero entre dos mujeres, ¿cómo será?", se pregunta. Sólo saben que las dos mujeres saben tocar muy bien los cascabeles, aunque nunca se atrevieron a preguntarles que es éso, aunque se lo imaginan... Así pasan revista a todos los pacientes del lugar, como aquella ex cantante de ópera que fuera muy famosa en su época pero ahora a sus 90 años convertida en una alcohólica sin remedio y a la que los muchachones le pasaban por la verja alcohol puro para ver cómo se desmayaba. El director del instituto, con decisión salomónica, le ofreció que no se acercara más a la verja si él le daba una botella de vino por día así hasta el día de su muerte. De tal modo que la ex lírica se emborrachaba cómodamente sentada en el parque sin molestarse. Como éstas son todas las anécdotas que desfilan por boca de las dos ancianas durante la obra,  y no vale la pena contar ninguna más.
La obra, a pesar de ser muy realista en lo que se refiere al mundo de la vejez, lo hace todo con un comentario gracioso permanentemente y enciende el buen humor, ingenioso, sin golpes bajos, inteligente, de la pluma de Maité, para no caer en la melancolía que el tema de la obra podría haber propiciado. Las actuaciones son excelentes, mientras no reparemos en el tono del manejo del cuerpo y de la voz, que, obviamente falló en el momento de las decisiones. Lo mismo podemos decir de la dirección, que si bien propone un entretenimiento que no tiene nada de pasatista y que es muy acertado en su tono y muy ágil en el tiempo de los desplazamientos en escena, descuidó algo tan importante como la presencia física de dos figuras que debían dejar traslucir el paso de la edad.
El ritmo de danza carioca se apodera del texto en los últimos tramos, cuando se celebra la fiesta de los 86 años de Terezinha, fiesta a la que está invitado su hijo e hija con esposos (y "víbora") y nietos, de los que sospechamos no concurrió nadie a pesar de todo el glamour y la buena disposición de ambas en agasajar a sus invitados. Del techo caen papelitos plateados todo el tiempo que dura la fiesta, y Terezinha convida un gran pionono sin recibir acuso. Inclusive, baja a la platea para comprobar si sus familiares están allí. Lógico, cuando termina el festejo, ella se deja caer en el sillón y mientras Valdina habla, Terezinha se despide de este mundo en paz. Es cuidada y abrazada por su amiga, quien sin embargo la despide con alegría y hace suyo el pensamiento: "si cuando el sol se oculta nos lamentamos no porque se oculte, sino porque deja de alumbrar".
La comedia se deja ver con agrado y es recomendable para toda la familia (si bien tiene algunos excesos en el lenguaje de Valdina que no serían convenientes para los menores), pero la recomiendo fervientemente (¡¡¡por fin una comedia brasileña que me gusta!!!) y remarco el talento de Maité Provenca en los tres rubros que eligió para brillar, como ciertamente lo hace.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

viernes, 15 de diciembre de 2017

Mi crítica de "A Escola do Escandalo" (Teatro-Brasileño)


En esta oportunidad, Teatrix nos acerco, "A Escola do Escandalo", una producción brasileña, hablada en portugués y subtitulada, como ya ocurrió en otras ocasiones. Esta puesta es del 2011, y es una comedia de dos horas y veinte (¡¡¡!!!) tiempo que me parece excesivo para una comedia, más allá de sus valores intrínsecos que pueden no ser lo suficientemente desopilantes. El problema de la duración es que cuando se trata de risas, conviene no pasar de la hora y media, ya que es el tiempo adecuado en el que una persona puede reírse de un texto teatral o cinematográfico. La procedencia es una comedia del siglo XVIII, del autor irlandés Richard Sheridan (1751-1815), traducida, adaptada y dirigida por el brasileño Miguel Falabella. La comedia tiene bastante olor a naftalina, a pesar de su adaptación (transcurre en los tiempos isabelinos) y atrasa unos cuantos años en cuanto a risas, el teatro moderno es mucho más efectivo, está mejor construído dramáticamente para el humor y tiene chistes mucho más actuales. El tema de la pieza es el engaño de las parejas, es más, de un hombre pretendiendo a dos mujeres y se vuelve larga y pesada conspirando en contra del público. Igualmente, el público brasileño es idéntico al argentino: se ríen del único chiste levemente escatológico de toda la pieza y amenazan con aplaudirlo (¡no hay remedio...!). En cuanto a la dirección podemos decir que se esmera en presentar una comedia ágil en donde no falta ritmo y la marcación de actores es correcta, es más, todas las actuaciones son brillantes (omito acá los nombres de los actores pues son desconocidos en estas tierras y además no figura el personaje al cual interpretaban), teniendo cada uno su momento de lucimiento y no opacando ninguno a los  demás.
La pieza se desarrolla en ocho actos, un prólogo breve y un epílogo también corto. De lo que nos salvamos, aún contra las apariencias es de la moraleja con moralina, ya que se la enuncia, pero luego resulta que no es tal.
Recorramos someramente las escenas.
En el prólogo, el actor que luego interpretará a Peter Teazle, con peluca y maquillaje de la época (cara empolvada de blanco, labios y ojos pintados y algún lunar) nos asegura que los escándalos están a la orden del día en cualquier pasquín que uno lea, pero que en el siglo XVIII había una verdadera escuela del escándalo y nos sitúa en la casa de Lady Sneerwell.
Esc I: Allí conocemos a Lady Sneerwell, una mujer joven, de alta peluca que junto a su criado gay Benjamin está planeando una difamación. Y le manda enviar una carta ya que de sus dos vecinos, Joseph y Charles Surpace, ella está enamorada de Charles, quien a su vez está prometido a la joven María. Joseph se presenta en su casa para conjurar con ella y darse por aludido que no sólamente acosa a María sino que también a la esposa del comendador Peter Teazle, padrino de María y pariente de Olivia, la tía de ambos hermanos quien viven en la India desde hace incontables años. Llega Mrs. Candour, una vieja arpía que trae todos los chismes y quebrantos de las parejas conocidas y por conocer y con Lady Sneerwall se regocijan de ello. Finalmente llega María, quien se aburre del chusmerío y se aparta del daño que puedan hacerle a la demás gente.
Esc. II Casa del Comendador Peter. El Comendador es un hombre viejo casado con una mujer joven, la bella Rosalía, chica campesina de toscos modales y cultura a quien rescató del abandono casándose con ella y a quien refinó. Peter es hombre de gran fortuna pero mezquina el dinero a su esposa, quien por demás hace gastos exorbitantes. Reciben de visita a Lady Sneerwall, Joseph (quien corteja a Rosalía en ausencia de Peter) y Mrs. Candour. Traen nuevos chismes de maldades. Hasta acá la obra no levanta vuelo, pasando de alguna que otra reflexión meramente graciosa, creando un clima de comedia, sí, pero ningún chiste con efecto.
Esc III. Casa de Lady Sneerwal. Por la noche se hace una velada en su mansión, a dónde acuden todos los personajes vistos hasta ahora, y ella maquina con Joseph la forma de despojar a su hermano Charles de María y quedarse en manos de la anfitriona. Frases un poco más ingeniosas y un aburrido juego a las cartas entre Joseph y María, con quien trata de intimar.
Esc.IV. Casa del Comendador Peter. Llega la tía Olivia de su viaje por la India y viene a visitar a sus parientes. Pretende presentarse ante sus sobrinos, pero para calibrar la estima que le tienen y lo dadivosos que son va a hacerlo bajo el disfraz de una parienta de su madre, en bancarrota, quien les va a pedir dinero prestado a sus sobrinos, de nombre Abigail. El Comendador le dice que antes adopte el personaje de la prestamista Cynthia Penny ya que ellos se encuentran en mala situación económica a pesar de todo el dinero y los obsequios que ella les mandó constantemente desde India. Olivia acepta el juego sin sospechar lo que le depara la suerte. Acá se empieza a armar la situación de comedia de enredos, aunque todos los engranajes estén muy a la vista.
Esc.V. En la casa de Charles Surpace. Allí llega Lady Olivia, de quien los hermanos no tienen recuerdo presente físicamente y se encuentra con Charles, quien le dice estar en pésima situación económica y que ella, como prestamista, los puede ayudar. Empieza por hablarle mal de su tía y decirle que nunca les pasó dinero y que los hizo vivir en la indigencia, pero que es muy rica y a la muerte de ella, podrán pagarle todo lo que les preste. Ella les retruca que tal vez falte mucho para eso y Charles contesta que no, que acaso un par de años ya que enfermó muy gravemente en la India y no le queda mucho tiempo. Aprovecha para ponerle a remate todos los cuadros de sus antepasados, única riqueza con la que cuentan. Le va vendiendo cuadro por cuadro a un precio irrisorio, lo que causa más y más indignación en Lady Olivia. Pero al llegar a un óleo con el retrato de ella se detiene y dice que ese no lo puede vender ya que es su tía. La "prestamista" le ofrece valores siderales pero aún así él no da su brazo a torcer, conmoviéndola. Su fiel criado Rowley está al tanto de que es la verdadera tía, pero no la delata, más bien le sigue el juego. Acá la trama ya se ha armado definitivamente y todas las cartas están sobre la mesa: ésto es lo que propone la comedia, lo toman o lo dejan...
Esc.VI. Biblioteca de Josph. Allí está Joseph y llega Rosalía, a escondidas de su marido para decirle que entre los dos sólo puede haber amor platónico ya que es lo que se estila en la época. Él trata de acercársele de todas formas, incluso consiguiéndolo, pero en eso llega Peter, a confesarle que cree que su esposa lo engaña con Charles. Esconde a Rosalía atrás de un biombo. Son múltiples los intentos para que Peter no la encuentre. Peter le cuenta que ha redactado un testamento por el cual le asignará un porcentaje mensual de su dinero a su mujer y que a su muerte la ha dejado como única heredera. Esto ablanda el corazón de Rosalía. Llega Charles y esconde a Peter dentro de un armario. Joseph decide hablarle francamente a su hermano y éste le dice que el que tiene amoríos con Rosalía es él y que además lo vio cómo desea a María. Finalmente Peter sale del armario y Rosalía de atrás del biombo y ésta decide contarle toda la verdad a su marido: que ha ido hasta allí engañada por Joseph, pero al enterarse que le hace la corte también a María ve todo con claridad. Que le pide perdón y que al oír sus palabras de cuánto la quería se emocionó y que va a volver con él y nunca más engañarlo. Se presenta la pariente indigente y Joseph la saca corriendo, pero luego llega bajo la calidad de tía Olivia y se demuestra el engaño.
EscVII. Casa del Comedador. Todos discuten sobre el engaño de la mujer de Peter que ha quedado al descubierto y dudan si hubo enfrentamiento en duelo y por dónde entró la herida. Cuando lo ven llegar a él, sano y salvo, que decide perdonar a su esposa.
Esc VIII. En la casa de Joseph. Todos los entuertos se han aclarado, la tía repudia a Joseph por embustero y traicionero y disculpa a Charles porque no quiso venderle el cuadro con su retrato. Los esposos se han arreglado y Charles puede casarse con María provocando la desesperación de Lady Sneerwell. Todos felices y la comedia termina con una moraleja que no es tal cuando Rosalía aduce que ahora su esposo la va a llevar a vivir al campo, de dónde viene, pero que allí no podrá gastar fortunas ni engañarlo más, cuando ya le había empezado a gustar esa vida.
Bueno, llegamos al final, no es una gran obra ni una pieza de estudio, pero lo valen las actuaciones y el perfecto vestuario y pelucas de época, así como el mobiliario y algunas músicas incidentales como el Cuarteto de Schubert (el de "Barry Lyndon").
No me digan que no les avisé. Habrá a quienes les guste...
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

lunes, 11 de diciembre de 2017

Mi crítica de "El Jorobado de París" (Teatro-Musical)



Pude ver, gracias a Teatrix, esta versión de "El Jorobado de París" (2006) que, si bien no es la de el Luna Park (aunque acá se menciona a Tito Lectoure como productor), sino la de una sala más chica, resulta igualmente efectiva. A caballo entre la primera y la segunda versión (Pepe Cibrián y Ángel Mahler decidieron modificar todo el libreto y la música en pos de una segunda versión debido al poco éxito comercial de la primera), sin embargo mantiene un sinnúmero de temas de la primigenia, con el mixture de algunos de la nueva, dando así un producto acabado. El clásico de Víctor Hugo es el segundo de sus libros que se adapta a musical, el primero fue la exitosísima "Los Miserables", con libro y música de Schoenberg y Boubuill, de la cual "El Jorobado..." no tiene nada que envidiarle. Tal es la calidad y cantidad de la buena música y letras que contiene esta, que la convierte en el segundo clásico de los musicales, después de "Drácula" (ésta fue la que vino inmediatamente después del éxito arrollador de "Drácula"). Los últimos cuarenta minutos de la partitura son de una belleza tal, de una exquisitez tan suprema que ya entran en la historia de los musicales, de tal forma es la combinación de música, letras, canto y actuación, sin despreciar, por supuesto, el resto de la obra. Dijimos que nos encontramos ante otro producto de la talentosa dupla de Pepe Cibrián Campoy y Ángel Mahler.
Acá volvemos a encontrarnos con el unifascético Juan Rodó en plan villano nuevamente, y con su voz poderosa, sí, pero profundamente falta de modulación y timbres diferentes. Canta el papel de Claudio Frollo, el monje que acoge al jorobado Quasimodo (estupendo, Ignacio Mintz) como campanero desde su nacimiento, cuando es abandonado por sus padres. Quasimodo (que quiere decir "Mal formado"), crece a la sombra del poderoso e influyente cardenal de la catedral de Notre Dame y es insultado y basureado constantemente por él como así aporreado y golpeado, sin ahorrarle la tortura. Sucede que Frollo es un cardenal que está con la temible Inquisición y tiene la suficiente influencia como para dictaminar sobre el destino de las gentes. Al pie de la Catedral vive la Corte de los MIlagros, una especie de cofradía de gitanos dedicada al hurto y al engaño, se denomina así porque sus tuertos, rengos, lisiados, paralíticos, etc. sólo fingen serlo y no lo son en realidad, un artilugio más para engañar y robar. Dentro de ellos se destaca la gitana Esmeralda (hermosa y afinada Florencia Benítez), quien fuera robada por los gitanos a su madre, la bruja La Paquette (Carolina Gómez) y quien ha dejado en su poder un zapatito carmesí, mientras que ella guarda el otro que completa el par. La Paquette también se hará emisaria de Claudio Frollo para sus malas causas. Quasimodo vive, desde su torre, enamorado de Esmeralda y canta la bella y famosa aria "¿Por qué puede un pájaro ser libre?", como deseo de libertad, mientras que él debe vivir prisionero de su cuerpo deforme y contrahecho (muy buenos los movimientos y la gestualidad de Mintz). Pero a la Corte de los Milagros arriba Pierre (Nicolás Martinelli), un poeta que se enamora perdidamente de Esmeralda y al que la Corte condena a muerte, siendo salvado por Esmeralda, quien sabe que si una joven casta y virgen se casa con el acusado, se le perdona la vida. Esto ha sido sólo una artimaña para salvarlo, pero en verdad ella no está enamorada de él. Sí lo está, en cambio, de Febo, el Capitán (Gastón Avadaño), un aventurero que le hace prometer que se le entregará esa noche cuando se encuentren nuevamente.
A todo ésto, Claudio Frollo ha visto a la gitana y se enamoró perdidamente de ella, deseándola como nunca deseó a otra mujer, y decide asesinar a Febo cuando se encuentra con Esmeralda, para raptarla y pedirle su amor. Pero Esmeralda se rehúsa con asco y es condenada a la hoguera. Ya en la pira, es rescatada por el Jorobado quien la lleva a vivir con él en lo alto del campanario. Allí le canta la hermosa aria "Tu luna quiero ser", Quasimodo no posee belleza, pero sí corazón, y dulzura, y templanza, y una buena vena poética, por lo que  inferimos de la canción. Los hechos se precipitan, Claudio Frollo le dice a Esmeralda que Quasimodo la ha traicionado y que la va a entregar a la Guardia Civil para que sea juzgada, con tal de llevársela de la Catedral, ya que la Corte de los Milagros está por invadirla para rescatarla. A la vez hace tratos con La Paquette para que sea ella quien la asesine pues siente rencor hacia los gitanos que le han robado a su hija Inés. La Corte de los Milagros entra a la Catedral y encuentra allí a Quasimodo y le dicen que Frollo ha huído con Esmeralda para hacerla suya. Quasimodo, corre tras los fugitivos. A todo esto La Paquette la ha hallado y se trenzan en lucha cuando descubren sus mutuos zapatitos y se reconocen como madre e hija. Gran aria de La Paquette. Pero llega Quasimodo y en feroz pelea con Frollo, lo mata. Llega Febo (quien no había muerto), con el arma desenvainada y jura matar a Esmeralda y La Paquette, se interpone Quasimodo y lo atraviesa con su espada, cayendo malherido. Pero también llega el noble y enamorado Pierre, el poeta, y también desenfunda su arma y mata a Febo. Madre e hija se arrodillan ante Quasimodo y lo ven lanzar su último suspiro, siempre con bondades para Esmeralda, llega la Corte de los Milagros y entre todos lo velan, oyendo cantar a Quasimodo desde el campanario que por fin su tortura ha terminado y que se ha deshecho de ese cuerpo que tanto dolor le causaba. Así cierra una de las fábulas más hermosas que supo plasmar esta exitosa dupla nuevamente sobre un escenario.
Hablemos ahora de música y letras. La música de Ángel Mahler es realmente inspirada y contiene hallazgos de indudable belleza como la canción de Esmeralda "Como no voy a pensar en él" o la de Magot (Betiana Bueno) y Filipón (Pedro Muñóz) "Y estamos aquí", con especial relevancia a la música para coros (esta vez más acotada) o a la de la hermosa "Obertura". Las letras de Pepe Cibríán tienen ese tinte filosófico que lo caracteriza en toda su obra y son también de una gran originalidad (aunque ya no sea original yo al hablar de esto con cada nueva crítica) y de una profunda belleza, resaltando el texto de Hugo.
La puesta de luces nuevamente es mágica, así como las coreografías, que parecen no agotarse nunca en la mente de Campoy. El vestuario es también muy innovador e inspirado.
¿Y qué podemos decir de las voces? Salvo el ultrautilizado y cansado Rodó todas las voces están en su punto justo, destacándose la de Ignacio Mintz, un barítono muy trabajado en la difícil composición del deforme (también en su voz) Quasimodo. La exquisita Florencia Benítez en Esmeralda sabe transmitir fuerza, sensualidad y erotismo con su voz y sus movimientos, mientras que Carolina Gómez en La Paquette alcanza agudos sobresalientes y muy aplaudidos. Betiana Bueno y Pedro Muñoz saben conseguir aplausos con sus pícaros y osados Magot y Filipón y están muy bien ensamblados, mientras que todos los demás cantan correctamente sin desentonar con el resto.
La escenografía, plagada de escaleras, como en "Drácula" es acá funcional y sirven para mostrar los ascensos y descensos de las torres o para marcar transiciones de tiempo y están muy bien utilizadas. Es todo un andamiaje perfecto como se corren, se unen y se separan cronométricamente esas escaleras.
Toda la obra es de gran valía y recomiendo verla con tiempo, bien acomodados en su sillón y en un televisor grande ya que es plenamente disfrutable.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 9 de diciembre de 2017

Mi crítica de "Ella en mi Cabeza" (Teatro)


El esperado estreno de diciembre de Teatrix nos trae "Ella en mi Cabeza" (2005), la celebrada pieza de Oscar Martínez en su función de autor y director. Es la primer obra de su autoría y tiene un irrevocable poder de convocatoria y de autoanálisis, ya que uno de los temas de la pieza, es la relación psicoanalista-paciente en el marco de un psicoanálisis cara a cara. La obra tiene valores intrínsecos de por sí, si bien se decanta por la vía del humor, como nos tiene acostumbrados Martínez (ya tengo sus tres obras: ésta; "Días Contados" y "Pura ficción"), no por eso dejar de tocar los valores fundamentales de la existencia humana: el amor, los celos, el análisis, la locura, la infidelidad, las obsesiones, la imaginación... Sí, la imaginación, porque todo lo que sucede en la obra sucede dentro de la cabeza de Adrián (Julio Chávez) y sus diálogos con su esposa Laura (Natalia Lobo) son completamente imaginados y recreados por él. Lo único concreto es su angustia (que llega a niveles exasperantes que él define como locura) y sus encuentros con Klimovsky, su analista (Juan Leyrado).
Oscar Martínez (ya lo dijimos en sus anteriores obras) es un lúcido analista del devenir humano, de sus relaciones, sus contingencias, sus frustraciones, sus amores y desamores, en fin todo lo que hace que el cartelito de "ser humano" cuelgue del cuello del hombre civilizado y neurótico de las grandes ciudades del hoy. Y por eso mismo sabe reírse de sí mismo y de quienes lo rodean, sabe utilizarse como "carne de diván" para exponer sus miserias y sus alturas. Y maneja su afilado bisturí con la precisión del mejor cirujano/dramaturgo para exprimirle todo el jugo a las situaciones que les toca transitar a su pobre, pequeña, indefensa, criatura humana.
Pero hagámonos  eco de las palabras que el gran Santiago Kovadloff dedica a la obra en el prólogo a la edición de la misma. Dice Santiago: "Al proponernos una comedia, Oscar Martínez nos invita a reconsiderar, mediante el piadoso recurso del humor, dos instancias de lo indefinible que acosan nuestra vida: el amor y el autoconocimiento. Lo que hay de indefinible en estos desafíos agobia sin duda el corazón y la mente. Es que al encararlos, lejos de encaminarnos hacia una clarificación satisfactoria, nos extraviamos en su creciente complejidad. Se diría que son materias en las que jamás arribamos a puerto seguro; que no es nuestra la posibilidad de disolver su tensión y su misterio en un desenlace apacible. (...) Se diría, en fin, que Oscar Martínez sabe provocar el llanto haciéndonos reír de nosotros mismos. 'Ella en mi Cabeza' es una obra valiente, grata y sombría a la vez. En su despliegue puede reconocerse la mano de un hombre que ha sabido asomarse a su propio abismo para hablarnos del nuestro."
La obra comienza con un Adrián visiblemente exasperado y consternado, hablándonos a nosotros como quien se habla a sí mismo. Habla de su relación con Laura, quien duerme apaciblemente en la cama matrimonial que lidera la escena (y que no la dejará ni por un instante) como única escenografía. Y dice que Laura es asfixiante, que trata de eliminar cualquier vestigio de vida en su existencia, que es como un tumor maligno que crece hacia adentro... Ya quedó bien definida cuál es la relación entre estos dos seres, si bien el monólogo continúa y es bastante extenso. No olvidemos que toda la relación, conflictos y tensiones que existen ente Adrián y Laura, están vistos desde la óptica de él, y permanentemente asistimos a su pensamiento como si escucháramos el off de una película. No nos está permitido acá saber cuál es la opinión de Laura. Enseguida aparece Klimovsky, diciéndole que lo que él tiene, no es locura sino que está disociado, ya que es ambiguo en su discurso y comete paradojas. Le propone que hable sin el filtro de "Laura piensa que" o "Laura dice que", sino que exponga tan sólo lo que a él le pase por la cabeza. Y son muchas y muy variadas las ideas que asoman por su mente, asistimos a todas ellas, y con la velocidad de un rayo, ya que el hablar de Adrián es precipitado, casi a borbotones, casi vomitado, por culpa de la ira y el resentimiento. En seguida se incorpora Laura al diálogo (siempre en la cabeza de Adrián) y le propone que le cuente su encono con Marcelo. Al fin de cuentas, su marido acepta contarlo. Y es que el sujeto en cuestión es amigo de una pareja amiga de ellos y siempre se lo cruzan en las fiestas y reuniones. Y es que Marcelo es un seductor profesional, un "encantador de serpientes" y según Adrián, la calienta a Laura y la tiene loca por él. Como es lógico, ella no puede defenderse.
Hay un momento muy agudo y de mucha eficacia cómica de alto vuelo al aparecer Klimovsky disfrazado de réferi de fútbol y con una pelota en la mano, aduciendo que la pelota es el objeto de deseo de todos los jugadores, todos quieren apoderarse de ella, pero que él no interviene en el juego sino que se limita a considerar las faltas y fallos, y es quien debe hacer respetar las reglas, porque, como en toda actividad humana, existen reglas que están para indicar cómo debe definirse el juego... Y muchas otras agudezas que aquí sería imposible comentarlas todas. Luego de ese episodio se sucede otro, en el que Adrián y Laura están invitados a una comida que organiza el tal Marcelo, y ¡oh casualidad!, Adrián tiene una tortícolis que le impide enderezar el cuello. Se hace frotar una crema por su esposa, la cual no surge efecto, y ella le increpa que todo es porque no quiere encontrarse con Marcelo, a lo que él se resiste a aceptar. Finalmente decide que irán aunque lleguen un poco tarde, y le pide a su mujer que llame para avisar su retraso. Ella no llama, sopesando entre ir o no ir a la reunión. Luego de una charla muy extensa en la que ella se prueba un vestido que le queda muy sensual, y él sigue sin levantar cabeza (literalmente), decide irse ella sola. En un interludio le dice Laura que ha aceptado la propuesta de Marcelo de irse los dos juntos y que abandona a Adrián, y que ahora él no tendrá que preocuparse más por su convivencia ya que ella va a ir a arruinarle la vida a otro, según sus propias palabras. No olvidemos que todo esto son proyecciones de Adrián que hace en su mente y que no se corresponden con la realidad.
Finalmente, Klimovsky le propone a su paciente un juego, le enfrenta una silla vacía y le dice que allí está Laura, que él le diga todo lo que tiene ganas de decirle. Adrián, al principio parece reticente a tal propuesta, pero luego acepta, sincerándose con ella y aceptando que la mitad de la culpa de que no haya diálogo entre los dos le corresponde a él. Y le cuenta una experiencia enternecedora: que la vez que la operaron, él tenía tanto miedo, que, a pesar de no creer en nada, fue a la capilla del sanatorio y rezó, y hasta hizo una promesa. Laura ya ha ocupado su lugar en la silla correspondiente y está escuchando todo atentamente. Finalmente, él le habla de una infidelidad con Mariana, íntima amiga de ella, en la que tuvieron sexo y de la que se arrepiente profundamente. El ejercicio termina sin mayores complicaciones.
Al fin, Adrián, que se pasaba las noches en vela mascullando su rencor, logra dormir mientras ella se levanta para acudir a su trabajo de arquitecta.
Las actuaciones van acordes con la minuciosidad de la obra: Julio Chávez tiene un papel a su medida, si bien está muy contaminado por muchos de los tics actorales del Oscar Martínez director, exponiendo con verdad y solvencia toda la desesperación de este hombre acosado por la ira y los celos. Juan Leyrado es un extraordinario psicoanalista, siempre con la palabra justa para desentrañar el complejo nudo gordiano que afecta la mente de Adrián, y Natalia Lobo está correcta en esa mujer idealizada, ora despótica, ora dulce y comprensiva, que habita las fantasías de su marido. La dirección, de la mano de Martínez no dejó nada que desear, imponiendo ritmo, frescura y humor a una obra de por sí complicada de llevar a escena. Gracias nuevamente a este hombre que en la última semana ha entrado a la Academia de Letras por su labor como dramaturgo, un honor que muy pocos obtienen.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

jueves, 7 de diciembre de 2017

Mi crítica de "Las Mil y Una Noches" (Teatro-Musical)


Los relatos orales siempre cautivaron a su auditorio. Ya los hombres primitivos se reunían alrededor del fuego para contar sus historias de caza, así como las madres saben que no hay nada mejor para dormir a un hijo que un buen cuento. Precisamente de cuentos trata este clásico de la literatura arábiga, que ahora nos convoca, "Las Mil Noches y Una Noche" (según la traducción de Borges, más fiel al original), en versión de Pepe Cibrián Campoy y Ángel Mahler. Sí, porque de un musical estamos hablando. Y Pepe Cibrián siempre abrevó en clásicos para sus obras y acá se da el gusto de meterse con uno de los grandes monumentos literarios de todos los tiempos. Si bien la confección del libro se remonta a la Edad Media, más exactamente al año 850, contiene en sí varios relatos que se atribuyen a diferentes autores o a la tradición oral árabe. Algunos de esas narraciones son tan conocidas como la de Aladino y la lámpara maravillosa, Simbad el marino o Alí Babá y los 40 ladrones.
Esta versión nos sita en Turquía, en donde el Sultán Solimán se enamorará de la joven Elena, re bautizada Scherezade, quien le contará un relato distinto cada noche evitando ser ejecutada. Esa es la esencia de la historia, pero vayamos por partes. La obra comienza con un coro de bailarines/cantantes (los hombres rapados y las mujeres con rodete) en donde no hay obertura cantada sino musitada o tarareada; el eunuco Mustafá (Martín Selle) y la ex amante de Solimán, Leila (Karina Saez) se encargan, por iniciativa de Feyza (Luz Yacianci), madre de Solimán, de conseguir una amante distinta para cada noche para el Sultán Solimán (el eterno Juan Rodó, acá modulando un poco más su voz de bajo), ya que al terminar la noche, las manda a decapitar. Tanto el coro como los personajes principales lucen un maquillaje expresionista que da un refuerzo extra a sus expresiones faciales, y un vestuario majestuoso, ideado también por Cibrián, quien no sólo escribió el libro y las letras de las canciones, sino que se encargó como siempre de la magnífica iluminación a la que nos tiene acostumbrados, que dan una aire mágico a sus espectáculos, y de la coreografía, también magnífica. Esta vez Rodó tuvo que aprenderse varios momentos de danza. En la canción "La puja", Leila compra una esclava griega llamada Elena por 1.000.000 (no sabemos de qué moneda) ante las constantes ofertas de otra gente, para destinarla a amante de su jefe. Los tres primeros cuadros están integrados por los personajes principales más todo el coro, de cerca de veinte cantantes.
La Sultana, madre de Solimán es quien manda a decapitar a sus esclavas. Todo el coro le pide a Solimán que ría, pero él no puede hacerlo. Pero esa noche, ya con Elena en su posesión, Leila le aconseja que no lo enrede al Sultán con cuestiones intelectuales sino que se limite a ofrecerle su cuerpo. Pero ella le dice que le contará un cuento, y así cada noche para evitar ser ejecutada. La esclava Elena es cristiana, algo que  Feyza no acepta.
Han pasado cien noches y Elena todavía no se ha entregado físicamente a Solimán, sólo lo tiene atrapado por la magia de sus relatos. Él le ruega hacerla suya, pero ella se rehúsa, aduciendo que el amor es algo más potente que lo carnal. Y Solimán acepta porque ya está perdidamente enamorado. Ella, en un intenso "Deseo su cuerpo", da cuenta de sus ansias de ser poseída por el Sultán, en un aria de bravura que canta en medio de una maraña de cuerpos humanos semidesnudos (los bailarines) tirados en el suelo, creando un clima onírico de deseo y confusión magníficamente resuelto. Solimán pretende casarse con Elena, a la que bautiza Scherezade y ésto hace tambalear el mundo de la Sultana madre, ya que no puede haber dos Sultanas en el reino y ella deberá retirarse y desaparecer. Aparte tiene una relación de amor con su hijo que roza el incesto, ya que lo quiere sólo para ella, y sus bailes son muy apasionados y encimados uno con otro. La continuidad de cuadros musicales se sucede sin interrupciones, bien hilvanados los unos con los otros. Este es el musical menos filosófico escrito por Cibrián Campoy, sin embargo. Carece de esa virtud y deja que los hechos se sucedan.
En el segundo acto, Rodó interpreta "Qué no daría por ella" un solo en dónde muestra toda su capacidad vocal y su plasticidad que, va adaptándose, ya más bien distanciada de la monocorde voz en "Drácula", "El Jorobado de París" o "Dorian Gray. El retrato". Su madre odia a la nueva Sultana, quien ya está esperando un hijo de su marido, y le hace confesar si en verdad llegó virgen al matrimonio. Ella le declara que sí, que sólo tuvo una historia de amor a los 6 años de edad con un chico de la misma edad, y que ahora lo ha reencontrado en palacio, es un embajador. Feyza entonces urde la conspiración: va a hacerle creer a Solimán que Scherezade lo engaña y que ese hijo que lleva en el vientre no es en realidad de él. Solimán no le cree y abofetea a su madre, pero se rinde a ver la prueba definitoria. Feyza lo hace acompañarlo al cuarto de Scherezade, en dónde ambos encuentran a ésta con el embajador (previamente convencido por Feyza), besándole la mano. Allí Solimán cae en la cuenta de su desengaño y a instancias de su madre pide la pena capital para su esposa. Están por ajusticiarla con la horca, pero en el momento en que ésta desciende de los cielos y Solimán va a colocarla en el cuello de su amada, se echa atrás y suspende la ejecución. Su madre entra en un estado de locura por lo cual manda arrestar al hijo. Scherezade, a su vez, al verse privada de su marido se suicida, siguiéndola éste en su proceder. Scherezade le había enseñado lo que era el amor y sobre todo, con ella, había aprendido a reír. Scherezade era una campanita feliz que reía todo el día y con cada nueva ocurrencia. Los amantes se reencuentran en el Más Allá.
Como siempre, la orquestación y músicalización de Mahler es ampulosa (esta vez más que nunca) y tiene muy buenas armonías y coloraturas, pero cae en la repetición, su estilo no está del todo agotado pero ya es predecible. De todos modos los temas son llevaderos y pegadizos, salvo aquellos en los que debería haber habido un texto hablado y al que se musicalizó, creando efectos un tanto discordantes. Las letras de Cibrián, como ya dijimos son ingeniosas y no caen en la rutina pero son esta vez, menos agudas que en otras ocasiones.
Hablemos ahora de las voces del cuarteto principal. Rodó, ya está dicho, está transformándose en un cantante con matices, Georgina Reynaldi sale muy bien parada de su papel, tiene agudos interesantes y una voz fuerte y melodiosa a la vez. Karina Saez también demuestra que es una buena cantante. Pero la disonancia aparece ahora en Luz Yacianci, quien tiene una voz grave con buenos agudos, pero eternamente monocorde, y sus chillidos de dolor o de angustia (a los que nos tiene acostumbrados Cibrián) son verdaderamente insoportables. Un desperdicio para un papel que lo exigía todo, dureza, sensualidad, firmeza y convicción.
La escenografía (inexistente) se ve muy bien reemplazada por motivos ingeniosos en la utilización de velos, telas, el infaltable mar hecho de un lienzo y transparencias y paños que bajan del cielo adecuadamente. La realización (llevada a cabo en el 2004 y restaurada por Teatrix), está llevada a cabo en un teatro relativamente pequeño (comparándolo con el gran Luna Park de sus primeras obras) y la compañía se las arregla muy bien para moverse en ese espacio. La duración de esta puesta dura dos horas veintiseis minutos. Altamente recomendable para todos los amantes de este tipo de teatro, que, como vemos, ya tiene cada vez, más adeptos y ya se ha transformado en un clásico en nuestro país.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Mi crítica de "Othelo" (Teatro-Vers. Gabriel Chamé Buendía)


Vi esta nueva versión de "Othelo", el clásico de Shakespeare (tardíamente, ya que hace mucho que lo tiene editado Teatrix) en la adaptación de Gabriel Chamé Buendía, que me dejó bastante desconcertado. No sé si me gustó, la verdad, pero sí considero que es de un gran esfuerzo y detallismo actoral y autoral. En principio se nos advierte desde la promoción que "termina mal", lo cual es un chiste que funciona pues ya todos conocemos el final de la tragedia de Othelo. Es una obra con mucho de clown y en términos satíricos, lo cual parece estar destinado a un público infantil. No es así, ya que no hay ningún niño en la sala, y si los hubiera los padres se horrorizarían ante el calibre de algunos chistes de un solo sentido (esto es peligroso, porque cuando el camino es unívoco, se cae en la grosería, lo escatológico, la palabrota; para que todo buen chiste funcione se requiere de un doble sentido), Ej. "en Chipre te van a acoger bien. Entonces vayamos a Chipre a que me acojan, a que me acojan bien..."; "un alma tan pura... ¿No se te habrá confundido la r con la t?"; "la concha negra de Dios"; y un montón de otros de tal calibre. Entonces estamos en una obra para adultos. ¿Por qué hay pues, chistes con destino para chicos? Buendía desconcierta con su propuesta, no sabe a decir verdad a dónde apunta ni a quién. (Hay una obra de él "Llegué para irme", en dónde la juega de payaso, con escenas también subidas de tono).
El texto remite concretamente a William Shakespeare en sus momentos más poéticos o dramáticos, pero está trastocado por la mano omnipotente del Buendía adaptador, todo es un absurdo, una sátira que incluso acude al metalenguaje teatral, con actores que se quejan porque hacen cuatro personajes o porque no les da tiempo a cambiarse. Los cuatro actores son dignos de mención: Matías Bassi (Othelo), Julieta Carrera (Desdémona, Bravancio, Montano y Bianca),Hernán Franco (Yago y el Duque) y Martín López Carzolio (Casio, Rodrigo, Emilia y Ludovico). Sus rostros son realmente muy expresivos y poseen la técnica del mimo además de la del clown. La puesta clownesca es lo menos interesante de la obra (cahetazos, acrobacias, uso de confeti, etc) aunque para los más chicos pueda resultar atractiva. El montaje del espectáculo está bien pensado, con unos pocos objetos (cubículos de madera, mesas, una tela que hace de mar o de capa, y pocas cosas más) arman todo un despliegue de imaginación al uso del teatro de la pobreza. Incorporan el uso de tecnología con una filmadora que reproduce en video en pantalla grande lo que están filmando, muy bien aprovechada, ya que no se hace abuso de ella y se la reserva sólo para cuatro o cinco momentos. La transformación de los actores de un personaje en otro es francamente admirable ya que la componen con pocos segundos y se meten en la piel de otro ser, incluso llegan a enfrentarse dos personajes con el mismo actor.
Todos conocemos la historia de "Othelo" pero la vamos a refrescar. Othelo es un negro moro (un "morochazo", hay moros importantes y otros de morondanga), Capitán en Venecia y casado con Desdémona, una atractiva jovencita blanca. Lo secunda su teniente Yago, que personifica el sentimiento de la envidia en la obra del bardo inglés, mientras que Othelo lo hace con los celos. Yago se siente desplazado por Desdémona y planea venganza contra su amo, entonces decide hacer que la llama de los celos y la traición broten en él haciéndole creer que su mujer la engaña con Casio, otro de los tenientes. A esos rumores infundados se suma la sustracción de un pañuelo de Desdémona regalado por Othelo que irá a parar a manos de Casio y que éste regalará a su novia Bianca. Cuando Othelo comprueba que el pañuelo ha desaparecido del poder de Desdémona y ahora está en el de Casio, sus peores temores se hacen realidad y brota la furia incontenible del moro omnipotente. Entonces, presa de los celos, estrangula a su esposa y al ser revelada la verdad por Emilia, su criada y mujer de Yago, increpa a éste, tratando de matarlo y finalmente, quitándose la vida.
Hasta acá la versión tradicional de Shakespeare. Pero hay mucho de lúdico en esta versión y todo mal entendido se vuelve motivo de risa y de sátira. Hay alusiones al mundo moderno, al lenguaje actual como así a la tecnología, lo que convierte a la obra en una mirada actual de la pieza isabelina, recibe el aire fresco de la novedad, del juego permanente, de la complicidad del público (es una obra pensada para público). Hay mucho buen humor en la puesta que convive con el otro, el chabacano. El personaje de Othelo (al que le critico sus tatuajes en su torso eternamente desnudo) alrededor de la mitad de la obra se embadurna la cara con tintura negra y permanece así hasta el final, con el rostro no enteramente pintado, sino que es más bien un manchón, un desgarro, una combinación de ambas pieles, la caucásica y la mora. Esto es un efecto bien logrado por el director, y en donde brotan los ojos desorbitados del actor preso de la ira y los celos. El otro tema es el de la envidia, encarnado en Yago, un personaje bajo y siniestro muy bien interpretado por Hernán Franco, quien sabe dotar a su criatura de todo lo despreciable que contiene su encarnación (sus constantes movimientos de lengua son francamente asquerosos, como así lo es su cópula a contranatura con su esposa Emilia, interpretada por el actor Martín López Carzolio, quien declara que es la escena que más le molesta de la obra). También se dejan ver rastros de la atracción homosexual entre Yago y Othelo, en una secuencia donde aparecen los dos completamente desnudos, sólo tapadas sus intimidades por los cubos de madera, y en donde llegan a montarse uno encima del otro.
La constante lucha por el poder es otro de los temas de la obra, bien escenificado por el rebajamiento que sufre Othelo a manos de Yago, quien sueña con verlo hundido a sus pies, ya sea por haberse apoderado de Desdémona, a quien quería para sí, ya sea por el cargo de sumisión que Yago debe padecer frente a su amo negro. No se ahorran malas palabras en la versión de Buendía, lo que de seguro no estaba en el texto shakespereano, lo que vuelve más desfasado el tratamiento de la pieza. Othelo debe marchar a Chipre, en dónde fue a pelear contra los turcos, y es allí donde se desenvuelve toda la trama, seguido por su fiel Desdémona y por todos sus súbditos, incluyendo a Yago y a Casio.
Como vamos viendo Gabriel Chamé Buendía no pasará a la historia del teatro nacional, pero nos regala momentos de insuperable belleza plástica, como aquel en donde Pavarotti canta "Una furtiva lacrima", justo antes de eliminar Othelo a Desdémona o aquellos otros de talentosos duelos actorales. La actriz seleccionada para Desdémona no es nada bella y puede molestar al oído con sus grititos estridentes de enamorada, mientras que Matías Bassi, en la piel de Othelo impone su presencia y su ruda mirada, tal vez el personaje más serio de toda la comedia. Buendía tuvo por lo menos la iniciativa de convertir un clásico de la tragedia universal en una pieza a desacartonar, a sacarle la pátina de lo sublime e intocable, convirtiéndola en una comedia desenfrenada. Es mérito suyo, no hay por qué negarlo. Ahora, que los resultados se vean empañados por pequeños relámpagos de estupidez malsana es otra cosa...
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá. Recuerden que pulsando el "Ver Obra" pueden acceder al material.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

domingo, 3 de diciembre de 2017

Mi crítica de "Loving Vincent" (Cine)

"Loving Vincent" es una verdadera obra de arte, poco menos que un milagro cinematográfico que vino a darle un poco de aire a la alicaída cartelera porteña. Es una película de "dibujos animados" hecha con los cuadros de Van Gogh, se pintaron más de 35.000 cuadros con la técnica del impresionismo, extraídos de la enorme producción del pintor holandés y filmada con la base de personas de carne y hueso, a las que después se transformó en dibujos animados. La técnica de filmación se llama "stop motion" y consiste en filmar cuadro por cuadro para luego unirlos dándole la sensación de movimiento. Todo en la película hace recordar al genio de Van Gogh, respirar su aire, sentir su arte, compartir su vida y su muerte y ser partícipes de su locura. Además el argumento es de por sí interesante: lo que comienza como la simple entrega de una carta a la familia de Van Gogh deviene en historia policial en dónde el suicidio del pintor puede volverse homicidio.
"Autorretrato", "La silla de Vincent con pipa", "La casa amarilla", "Retrato del 'pare' Tangoy", "Agostina Segatori sentada en el café de Tambourin", "Retrato del marchand de arte Alexandre Reid", "Autorretrato frente al caballete", "Retrato de Armand Roulin", "Almiares en la Provenza", "Catorce girasoles en un jarrón", "Autorretrato con la oreja cortada", "El zuavo", "El café de noche", "Noche estrellada sobre el Ródano", "Retrato de Joseph Roulin", "Autorretrato con la oreja cortada y pipa", "Doce girasoles en un jarrón", "Paisaje cerca de Auvers", "Cabañas entre olivos y cipreses", "Trigal con cipreses", "Paisaje vespertino a la salida de la luna", "La habitación de Vincent en Arlés", "Vista de la iglesia de Saint-Paul de Marsole", "Árboles del jardín del hospital Saint-Paul", "Retrato del doctor Gachet con rama de dedalera", "La iglesia de Auvers", "Camino con ciprés bajo el cielo estrellado", "Trigal con cuervos", "La siesta", "El anciano afligido", son sólo algunos de los cuadros que dan origen a otras tantas imágenes pictóricas dentro del film. La referencia es constante y abrumadora, sólo cuando vemos algunos flas-backs la imagen troca en blanco y negro y pierde un poco el carácter impresionista. La pintura impresionista se caracteriza por grandes pinceladas de óleo yuxtapuestas, con contornos nítidos y marcados que dan la sensación de deformar la realidad o captarla según el propio mundo del pintor.
La historia comienza en Arles en 1891, dos años después del suicidio de Van Gogh, que ocurriera un 27 de julio , dos días después de que se hubiese disparado en el abdomen. De lo que habla el film también es de la soledad de este artista, que  pintó durante 28 años cientos de cuadros sin vender ninguno en toda su vida, siendo ahora valuados en millones de dólares. Él, a pesar de padecer de esquizofrenia (lo cual no se dice en la película, sólo se habla de "melancolía") tenía el vacío de encontrarse solo, y su única ambición era encontrar la compañía de una mujer, la cual nunca le llegó. No obstante, en la película se deja traslucir su relación con Marguerite Gachet, la hija del médico que lo atendió hasta último momento y con la cual parecía compartir más que una simple amistad. La relación con su médico era de camaradería, ya que ambos tenían los mismos gustos sobre arte y los dos eran pintores, aunque Gachet fuese un artista frustrado ya que por decisión familiar debió volcarse a la medicina. Para Gachet no hay duda en que lo de Van Gogh fuera un suicidio, aunque para otro médico, el Dr. Mazery se trataba de un asesinato cometido por uno de los jóvenes que rodeaban al pintor, con sus bromas, sus risas y su juventud, René Servetas. La hipótesis queda sin resolver a lo largo de la película y también puede verse el momento en el cual, él regala su oreja recién cortada a una prostituta de la cual estaba enamorado, causando el horror de ésta.
La película es un viaje subjetivo al interior del pintor y de su obra, se puede palpar todo su talento, así como el de los más de 100 artistas que pintaron los cuadros que componen el film. Es contundente la presencia del color amarillo, tan querido por Vincent, en toda su obra, y por consiguiente en todo el metraje (el saco de Armand Roulland es también amarillo). Es precisamente Armand quien emprende la busca, impulsado por su padre Joseph, cartero de Van Gogh, quien tiene una carta de éste para entregar a su hermano Theo, quien financiara durante toda su  vida su amor por la pintura y su sustento. Pero ya desde el comienzo sabemos que Theo se ha suicidado también después de seis meses que el pintor. La carta entonces será entregada en mano al doctor Gachet. De esta forma Armand puede recrear lo que fuera la vida de Van Gogh en Auvers, donde pasó su tiempo final. El genio del impresionismo se suicidó a los 37 años.
Allí conoce a quien fuera la casera del bar y hotel (pocilga y cueva de ratas) donde se hospedara Vincent, Adeline Ravoux, quien lo ayuda a reconstruir la historia. Él pintaba frenéticamente, como un poseso todos loso días de 8 a 17 hs. sin importarle el calor o la lluvia: el colocaba su caballete bajo el chaparrón y trataba de capturar la naturaleza que lo rodeaba. Otro de los milagros del film, además de la excelente fotografía es el increíble montaje, que da una unidad casi ininterrumpida a toda la sucesión de cuadros, sin que se noten las "costuras" del largometraje. La conjunción de actores de verdad convertidos en dibujos es otro milagro de la técnica, ya que permite cada expresión facial, cada mohín, cada movimiento, verse reflejado en la pantalla.
Está la historia de amor inconclusa (y ocultada por su protagonista), está la intriga detectivesca, así como el colorido desenfrenado de la paleta del gran inventor del arte del siglo XIX, todo junto para dar cohesión a una película de gran interés así como de deleite para los ojos y de una enorme belleza plástica. Repito, todo lo que sucede (y seduce) en la película es de interés para el espectador, quien no se haya acercado nunca a la obra de Van Gogh tiene acá la excusa perfecta para hacerlo. Y le aseguro que lo va a pasar muy bien en la hora y treinta y cinco minutos que dura la obra.
Recomendada ampliamente para todos los públicos.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 2 de diciembre de 2017

Mi crítica de "Alanis" (Cine)

Con sólo cinco películas en su haber como directora (de las que vi tres sólamente), Anahí Berneri supo siempre como incomodar a su público, es, de hecho, una directora políticamente incorrecta. "Un año sin amor" (su ópera prima, de fuerte temática gay sado, 2005); "Encarnación" (2007); "Por tu culpa" (con una magnífica Érica Rivas, 2010), "Aire libre" (2014) y esta "Alanis" (2017), son sus títulos, lo que llevaron a Anahí Berneri a convertirse en una directora de culto. Con el premio de la Concha de Plata de San Sebastián de este 2017 a la Mejor Directora y a la Mejor Actriz (Sofía Gala Castiglione, no tan merecido, y que no me vengan a mí con que es hermosa, como la madre -para quien no lo sepa, Moria Casán-, que está cada día más parecida a un caballo de carrera, con el rótulo de sex symbol o diva que se ha autoimpuesto...). Para mí el premio era mucho más merecido para Dante Della Paolera, el Dante, hijo de Alanis/María, de un año y medio, que es una verdadera revelación con la naturalidad que trabaja ese nene, siempre buscando la teta, como si en verdad tuviera necesidad de ella.
La película cuenta unos días en la vida de una prostituta (Sofía Gala) y su compañera de trabajo, Gigí/Gisela (Dana Basso), quienes son denunciadas en su lugar de encuentros y vivienda y Gigí es detenida y ella es desalojada por el dueño del departamento, con lo que debe ir a refugiarse en la boutique de su tía Andrea (Silvina Sabater) y de su pareja, Román, en pleno Once. Alanis cría con devoción a su hijo, turnándose con Gigí mientras ella atendía clientes, y preparándole la comida, cambiándolo y atendiéndolo contínuamente como buena madre. El film pone en el tapete la vida de las prostitutas en el marco de su trabajo y de la explotación que se hace de ellas (la famosa "trata"), aunque acá ellas trabajaban por su cuenta en un departamento sin rendirle cuentas a nadie (o a casi nadie, ya que Santiago, el dueño del departamento en cuestión, deja entrever que se llevaba una tajada). Son tratadas por una asistente social en una primera instancia, quien se quiere encargar de buscarle un techo transitorio, aunque ella lo rechaza, y de confiscarle el teléfono, el que deberá ir a reclamar a la seccional con ahínco ya que ahí tiene la lista de sus clientes.
La película está muy bien construída (no podemos decir "sin golpes bajos", ya que en más de una escena muestra con crudeza el trabajo de esta chica), con un hábil guión y una puesta de cámaras inteligente, que opta por tomarla de espaldas en los momentos de confusión o de engaño, de dejarla en off (fuera de cuadro) o desencuadrada en aquellos tiempos de "desencuadre" personal de Alanis. Y trabaja con una escenografía en la que se destaca el uso de rejas (en la puerta del departamento de ella, en la seccional de policía, en el Palacio de Justicia, etc), como para demostrar que ella está presa de sí misma y de su oficio (el más antiguo del mundo, porque según Gabriela Acher, el de madre es el segundo más antiguo del mundo). También hay abundancia de espejos y reflejos que le devuelven la fuerte impronta de su identidad.
Alanis conisgue empleo gracias a su tía de empleada doméstica en una casa de San Telmo, en donde dura un día, ya que no regresa, su verdadera vocación es el sexo. Hace llamados por el diario, llama a varios clientes a los que les hace un "servicio" en el auto (ejemplo es la relación con ese hombre mayor a quien le pide 400 $ pero como él no puede "cumplir", le da sólo 200 $ y la baja del auto). Se pelea con otras prostitutas por la territorialidad, que éstas defienden como leonas, llegando incluso a herirla. Va a la Comisaría Central a declarar en favor de su amiga para obtener su libertad. Es sometida a un interrogatorio con Cámara Gesell (de nuevo los espejos) por un miembro de la policía, posiblemente un psicólogo, en donde sabemos que ella tiene en la actualidad 25 años, que vino a la ciudad desde Cipoletti, su pueblo natal a los 23 cuando estaba embarazada, traída por un cliente y que tuvo a su hijo en la Clínica Sardá (hasta se permite alguna broma con el Licenciado). Le roba plata a su tía de la caja registradora, le deja a su hijo al cuidado mientras ella "mariposea" por allí (la tía sale de sus casillas cuando el niño le vuelca todas sus cremas y cuando le "busca la teta" delante de las clientas). Hay un personaje del que no sabemos muy bien qué función dramática cumple, que es Román, la pareja de la tía (Carlos Vuletich), ya que es un vago que mira todo el día televisión en calzoncillos y no parece mala persona: se ocupa de jugar con el nene y de cuidarlo, pero no ejerce presión sexual alguna sobre Alanis, aunque su presencia se enuncia como perturbadora.
En una escapada de noche, Alanis se topa con las otras prostitutas de la calle, quienes la echan de su espacio geográfico y de las que logra escapar haciendo un levante en un auto, de un hombre que le ofrece 800 $, 500 para ella y 300 para pagar el hotel. Va con ese hombre al telo y él se nariguetea con cocaína antes del acto sexual, consigue sodomizarla a pesar de la negación de ella (y posterior aceptación) y en una catarata de insultos por ambos lados (que funcionan a manera erótica) consigue acabar su "labor". Cuando sale del hotel, es agredida por la pandilla de putas quienes la lastiman haciéndola sangrar. Finalmente se va de la tienda de la tía y consigue trabajo en un nuevo prostíbulo, a donde se va a vivir, logrando una buena convivencia con las restantes chicas y el cuidado de su hijo. Parece que el derrotero de la vida de Alanis parece ser no salir de la vida de prostitución.
No vamos a hacer acá un estudio sobre la trata de personas ni sobre lo "inmoral" que es la vida de una puta (¿por qué? No le hacen daño a nadie y otorgan bienestar momentáneo a quien se lo pide, parecería que nada más limpio que eso), sólo que están contínuamente expuestas a caer en manos de algún loco que haga con ellas un desastre. Todo legal siempre y cuando trabajen por su cuenta y no tengan que rendirle pleitesía y honorarios a una madama que las explote cínicamente o a algún cafisho de turno...
"Alanis" es una película honesta (por momentos "brutalmente" honesta que puede herir algunas susceptibilidades), Sofía Gala trabaja con desenvoltura y no tiene pudor de exponer su cuerpo desnudo ante la cámara y es buena actriz (todavía no justifico su premio en San Sebastián, ya que no me pareció un trabajo impactante). Recomendada para todos aquellos de mente abierta que quieran hacer de voyeur por un rato e indagar en la vida diaria de una prostituta, que por otra parte resulta una vida común, salvo por lo que hagan con su cuerpo.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).