miércoles, 6 de diciembre de 2017

Mi crítica de "Othelo" (Teatro-Vers. Gabriel Chamé Buendía)


Vi esta nueva versión de "Othelo", el clásico de Shakespeare (tardíamente, ya que hace mucho que lo tiene editado Teatrix) en la adaptación de Gabriel Chamé Buendía, que me dejó bastante desconcertado. No sé si me gustó, la verdad, pero sí considero que es de un gran esfuerzo y detallismo actoral y autoral. En principio se nos advierte desde la promoción que "termina mal", lo cual es un chiste que funciona pues ya todos conocemos el final de la tragedia de Othelo. Es una obra con mucho de clown y en términos satíricos, lo cual parece estar destinado a un público infantil. No es así, ya que no hay ningún niño en la sala, y si los hubiera los padres se horrorizarían ante el calibre de algunos chistes de un solo sentido (esto es peligroso, porque cuando el camino es unívoco, se cae en la grosería, lo escatológico, la palabrota; para que todo buen chiste funcione se requiere de un doble sentido), Ej. "en Chipre te van a acoger bien. Entonces vayamos a Chipre a que me acojan, a que me acojan bien..."; "un alma tan pura... ¿No se te habrá confundido la r con la t?"; "la concha negra de Dios"; y un montón de otros de tal calibre. Entonces estamos en una obra para adultos. ¿Por qué hay pues, chistes con destino para chicos? Buendía desconcierta con su propuesta, no sabe a decir verdad a dónde apunta ni a quién. (Hay una obra de él "Llegué para irme", en dónde la juega de payaso, con escenas también subidas de tono).
El texto remite concretamente a William Shakespeare en sus momentos más poéticos o dramáticos, pero está trastocado por la mano omnipotente del Buendía adaptador, todo es un absurdo, una sátira que incluso acude al metalenguaje teatral, con actores que se quejan porque hacen cuatro personajes o porque no les da tiempo a cambiarse. Los cuatro actores son dignos de mención: Matías Bassi (Othelo), Julieta Carrera (Desdémona, Bravancio, Montano y Bianca),Hernán Franco (Yago y el Duque) y Martín López Carzolio (Casio, Rodrigo, Emilia y Ludovico). Sus rostros son realmente muy expresivos y poseen la técnica del mimo además de la del clown. La puesta clownesca es lo menos interesante de la obra (cahetazos, acrobacias, uso de confeti, etc) aunque para los más chicos pueda resultar atractiva. El montaje del espectáculo está bien pensado, con unos pocos objetos (cubículos de madera, mesas, una tela que hace de mar o de capa, y pocas cosas más) arman todo un despliegue de imaginación al uso del teatro de la pobreza. Incorporan el uso de tecnología con una filmadora que reproduce en video en pantalla grande lo que están filmando, muy bien aprovechada, ya que no se hace abuso de ella y se la reserva sólo para cuatro o cinco momentos. La transformación de los actores de un personaje en otro es francamente admirable ya que la componen con pocos segundos y se meten en la piel de otro ser, incluso llegan a enfrentarse dos personajes con el mismo actor.
Todos conocemos la historia de "Othelo" pero la vamos a refrescar. Othelo es un negro moro (un "morochazo", hay moros importantes y otros de morondanga), Capitán en Venecia y casado con Desdémona, una atractiva jovencita blanca. Lo secunda su teniente Yago, que personifica el sentimiento de la envidia en la obra del bardo inglés, mientras que Othelo lo hace con los celos. Yago se siente desplazado por Desdémona y planea venganza contra su amo, entonces decide hacer que la llama de los celos y la traición broten en él haciéndole creer que su mujer la engaña con Casio, otro de los tenientes. A esos rumores infundados se suma la sustracción de un pañuelo de Desdémona regalado por Othelo que irá a parar a manos de Casio y que éste regalará a su novia Bianca. Cuando Othelo comprueba que el pañuelo ha desaparecido del poder de Desdémona y ahora está en el de Casio, sus peores temores se hacen realidad y brota la furia incontenible del moro omnipotente. Entonces, presa de los celos, estrangula a su esposa y al ser revelada la verdad por Emilia, su criada y mujer de Yago, increpa a éste, tratando de matarlo y finalmente, quitándose la vida.
Hasta acá la versión tradicional de Shakespeare. Pero hay mucho de lúdico en esta versión y todo mal entendido se vuelve motivo de risa y de sátira. Hay alusiones al mundo moderno, al lenguaje actual como así a la tecnología, lo que convierte a la obra en una mirada actual de la pieza isabelina, recibe el aire fresco de la novedad, del juego permanente, de la complicidad del público (es una obra pensada para público). Hay mucho buen humor en la puesta que convive con el otro, el chabacano. El personaje de Othelo (al que le critico sus tatuajes en su torso eternamente desnudo) alrededor de la mitad de la obra se embadurna la cara con tintura negra y permanece así hasta el final, con el rostro no enteramente pintado, sino que es más bien un manchón, un desgarro, una combinación de ambas pieles, la caucásica y la mora. Esto es un efecto bien logrado por el director, y en donde brotan los ojos desorbitados del actor preso de la ira y los celos. El otro tema es el de la envidia, encarnado en Yago, un personaje bajo y siniestro muy bien interpretado por Hernán Franco, quien sabe dotar a su criatura de todo lo despreciable que contiene su encarnación (sus constantes movimientos de lengua son francamente asquerosos, como así lo es su cópula a contranatura con su esposa Emilia, interpretada por el actor Martín López Carzolio, quien declara que es la escena que más le molesta de la obra). También se dejan ver rastros de la atracción homosexual entre Yago y Othelo, en una secuencia donde aparecen los dos completamente desnudos, sólo tapadas sus intimidades por los cubos de madera, y en donde llegan a montarse uno encima del otro.
La constante lucha por el poder es otro de los temas de la obra, bien escenificado por el rebajamiento que sufre Othelo a manos de Yago, quien sueña con verlo hundido a sus pies, ya sea por haberse apoderado de Desdémona, a quien quería para sí, ya sea por el cargo de sumisión que Yago debe padecer frente a su amo negro. No se ahorran malas palabras en la versión de Buendía, lo que de seguro no estaba en el texto shakespereano, lo que vuelve más desfasado el tratamiento de la pieza. Othelo debe marchar a Chipre, en dónde fue a pelear contra los turcos, y es allí donde se desenvuelve toda la trama, seguido por su fiel Desdémona y por todos sus súbditos, incluyendo a Yago y a Casio.
Como vamos viendo Gabriel Chamé Buendía no pasará a la historia del teatro nacional, pero nos regala momentos de insuperable belleza plástica, como aquel en donde Pavarotti canta "Una furtiva lacrima", justo antes de eliminar Othelo a Desdémona o aquellos otros de talentosos duelos actorales. La actriz seleccionada para Desdémona no es nada bella y puede molestar al oído con sus grititos estridentes de enamorada, mientras que Matías Bassi, en la piel de Othelo impone su presencia y su ruda mirada, tal vez el personaje más serio de toda la comedia. Buendía tuvo por lo menos la iniciativa de convertir un clásico de la tragedia universal en una pieza a desacartonar, a sacarle la pátina de lo sublime e intocable, convirtiéndola en una comedia desenfrenada. Es mérito suyo, no hay por qué negarlo. Ahora, que los resultados se vean empañados por pequeños relámpagos de estupidez malsana es otra cosa...
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá. Recuerden que pulsando el "Ver Obra" pueden acceder al material.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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