martes, 30 de abril de 2019

Mi crítica de "El Viento en los Sauces" (Teatro Musical- Londres)


Ahora Teatrix nos acerca esta producción londinense del 2017 llevada a cabo en el London Palladium, famoso teatro inglés de la ciudad de Westminster. Tenemos la suerte de acercarnos a esta puesta ya que es en verdad deslumbrante. "El viento en los sauces" es una fábula infantil cuya moraleja (casi todas las fábulas la tienen, y esta no es la excepción, aunque en el terreno del arte no debería ser así) es revalorizar el sentido de la amistad y los verdaderos valores. Proviene de un escritor inglés, Kenneth Grahame, quien la escribiera en 1908 para leérsela a sus hijos, cada noche les contaba un cuento diferente, y tuvo muchas adaptaciones al teatro y al cine, aunque la más famosa sea la del preclaro Walt Disney con su Mr. Toad (el Sr. Sapo, protagonista principal de los cuentos), un sapo amante de la velocidad que manejaba un automóvil. Aquí, Mr. Toad es el eje de la acción también, y está interpretado por un actor muy carismático, Rufus Hound, como por otra parte era esencial para un personaje tan atrapante como este. La dirección de la puesta es de una tal Rachel Kavanaugh y la música es de George Stiles mientras que las letras pertenecen a Anthony Drewe. Sí, porque estamos en presencia de un musical despampanante, con aires (o vientos) de superproducción para adultos, aunque aquí se reserve para el público infantil en su mayoría, que está bien acompañado por sus padres quienes lo disfrutan a la par.
La anécdota sucede a lo largo de las cuatro estaciones de un año, empezando por la primavera, y está situado en un bosque, en donde hacen presencia todos los animales del lugar. Lo curioso es que para las caracterizaciones de animales aparecen personas vestidas como seres normales, sólo que con algún aditamento especial que los caracteriza, como colas u orejas para zorros, conejos o nutrias. El personaje conductor, más allá del sapo, y el que parece llevar la acción es un Topo (el joven Craig Mather), secundado por Ratito, una rata de río con quien viven electrizantes aventuras (Simon Lipkin). Los malos acá están dados por las comadrejas, zorros y armiños, siendo el jefe de las comadrejas quien lleva la voz cantante (Neil McDermott). La música está compuesta en forma de baladas agradables, sobre todo para el oído humano medio, salvo algunas partes con aires de rock, estas casi todas cantadas por las comadrejas y sus secuaces. Son bonitas canciones que ocupan las más de dos horas que dura el espectáculo y que, algunas de ellas, perduran en los oídos de los espectadores una vez finalizada la función (o la visión).
Como decíamos, empieza la acción en primavera, cuando todos los animales del bosque salen de su letargo invernal y abre con el Sr. Topo haciendo amistad con Ratito, la rata de río embarcada, hay un sinfín de personajes entre los que se destacan las nutrias nadadoras, una de ellas, la niña Portia y su madre serán también eje de la acción. Aparece en escena el Sr. Sapo, quien está enemistado con Ratito (mejor dicho Ratito está alejado del sapo) debido a sus acciones muy poco decorosas, sobre todo las asociadas con la velocidad y el manejo de automóviles, sumado a su compulsión de mentiroso, fanfarrón, embaucador y toda clase de delicias. El Sapo vive en un lujoso palacio del que hace gala, y cuando comienza la obra, sale de viaje con su carro lleno de manjares y comodidades que, terminará compartiendo con Sr. Topo y Ratito.
Enseguida llega el verano y asistimos al vuelo de las golondrinas (vestidas como azafatas) que replican cantando que "una golondrina no hace verano". Mr. Toad consigue robarse un auto y empiezan sus problemas con la velocidad, entre ellos el de asustar a una familia de armadillos (acá está traducido así, pero en realidad son puercoespines, ya que ostentan sus grandes púas), quienes sienten miedo de cruzar la ruta y ser muertos por un coche como el de Mr. Toad que no respeta las leyes de tránsito. Al verano le sigue el otoño y entramos en la cueva del Tejón, otro personaje central, acá con un actor pintado el rostro de mulato, cueva que es un dechado de elegancia y cultura pues posee libros ubicados por las paredes de todas las formas posibles. El Tejón es un verdadero señor, bien educado y con buenos modales, a quien se busca porque se ha extraviado el Sr. Sapo para que los ayude en su busca (como nos enseñó a decir Borges, en cambio de la espantosa "búsqueda", que según él está mal empleada). El Tejón en un principio no quiere participar de la aventura, pero luego es convencido por Topo y Ratito, los dos conductores de la anécdota.
Se encuentra al Sapo en un juzgado preso por haber robado una auto y haber violado las normas de velocidad y es juzgado por un jurado popular integrado por los malditos comadrejas, zorros y armiños, y es condenado a cumplir prisión por el lapso de 20 años. Sin piedad lo encarcelan, aunque sus amigos protesten. Todo en medio de bailes y canciones muy alegres.
Entretanto llega la Navidad, y con ella el invierno. Y es festejada en la casa del Sr. Topo mientras afuera, un coro de ratones cantores entona bellos villancicos en los que recuerdan la amistad del Sapo, el Topo, Ratito y el Tejón. Son agasajados con caramelos dulces, que comen con fruición. Mientras, la banda de las comadrejas intrusan el palacio del Sapo y secuestran a la bella nutria Portia a la que van a ir engordando para que sirva de cena de navidad. La acción en la residencia del Sapo es desmedida y todo bulle de alegría por parte de los intrusos. Al mismo tiempo una gorda lavandera prepara la huida del sapo del calabozo que habita. La idea es disfrazarlo de mujer y hacerlo pasar por la tía de la lavandera para franquear la puerta. El Sapo, con miles de objeciones, logra trasvestirse y cruzar el umbral del presidio, mientras es perseguido  por toda la policía. Enseguida logra subirse a un barco conducido por una bella vaquera, que, en cuanto se da cuenta que es un horrendo sapo, lo echa de a bordo. Cambiará su medio de fuga por un tren siempre seguido de cerca por las fuerzas de la ley, y en seguida se apropiará nuevamente de un auto para conducir a todo lo que da. Termina estrellado contra un árbol y nuevamente preso, pero esta vez sus amigos interceden y le impugnan al Juez su sentencia, por haber sido dada por una banda de mafiosos a los que el Juez consideró decentes, y así es salvado el Sapo de la prisión nuevamente.
Pero ahora lo que hay que hacer es reintegrar el palacio a su antiguo dueño, y las comadrejas no piensan en abandonarlo. Entre todos los amigos preparan el plan de ataque, y dejan oír que un grupo de ratas armadas vienen por el río, con lo que consiguen ahuyentar a la mayoría de los inquilinos. Pero el jefe es persistente, y mientras se prepara para devorar a la ya obesa Portia, las fuerzas del bien hacen su entrada en palacio y logran meterlo en la jaula de donde se iba a devorar a la nutria.
El buen Sapo parece haber escarmentado y reparado en el valor de la amistad, y organiza una gran fiesta en su mansión para todos los habitantes del bosque, con preferencia, claro de sus amigos y salvadores. Todo termina bien, entre risas, bailes y cantos. Una obra musical que nos revive los mejores exponentes del género y se la ofrece como regalo a los más chicos. Para ver y compartir con toda la familia, viendo una fauna de animalitos silvestres conviviendo en la mayor libertad y paz.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
Y no se olviden que pueden verla pulsando el "Ver obra".
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

domingo, 21 de abril de 2019

Mi crítica de "Camarera" (Teatro-Musical)

No sería la primera vez en la historia de las artes que una mujer conquista el corazón de cuantos la rodean a través de los manejos de la cocina y sus delicias. Para ejemplos me alcanzan con dos: en la literatura tenemos a esa inolvidable Tita de la Garza de "Como agua para chocolate", de Laura Esquivel, llevada al cine por su marido Alfonso Cuarón en 1992 o en cine la madura Babette de "La fiesta de Babette", película danesa que se llevó el Oscar en 1987, dirigida por Gabriel Axel. Acá estamos ante una fábula más moderna y de la mano del teatro musical, la increíble GIna, que endulza con sus postres y tortas corazones de hombres y mujeres. Y logra enamorar... no sólo a su ginecólogo sino también a mí, ya que está llevada a cabo por mi adorada Josefina Scaglione, quien años atrás enamoró a todo el público de Broadway con su estupenda versión de María en la inagotable "West Side Story" y nominada a los premios Tony como mejor actriz de musical. No sólo supo dejar muy bien parada a la Argentina sino también que es una adorable criatura hecha para enamorarse, con una voz dulcísima y angelical, que alcanza notas tan altas que parece imposible de sostener. El musical "Camarera" es un estreno en conjunto con Broadway y se presenta en nuestro país con toda la producción y el  encanto de los mejores exponentes del género. Está casi enteramente hecha por mujeres, ya que tiene libro de Jessie Nelson y letras y música de Sara Bareilles, además de estar basada en la película de Adrienne Shelly y en nuestro país se presenta con la dirección general de Natalia del Castllo, dirección musical de Mariana Zayas y coreografía de Nina Iraolagoitía.
Es hipnótica la historia y es tan plácida que uno no querría que termine, tiene formato de comedia romántica, aunque con toques de verismo y drama y constituye el medio para que cada uno de los participantes tenga su propio momento de brillo personal. Si bien la protagonista exclusiva es esa Gina de Josefina Scaglione, está bien acompañada, por la voluptuosa y siempre eficaz Natalia Cociuffo (Betty, otra camarera y amiga) y Maida Andrenacci (Dany, otra camarera, no tan agraciada), Está también un excelente cantante y actor como Guido Batzaretti como el Doctor y Felipe Colombo en el rol de Edu, marido de Gina y abusador de esta, Mario Pasik en el papel de Guillermo, un viejo cascarrabias que resulta ser un ángel bueno y que le da final feliz a la historia, el inagotable Roberto Peloni, en Oski, otras de sus creaciones inolvidables, Christian Alladio como Charly, dueño de la cafetería, Flor D'Elía como Norma, la gorda ayudante del doctor. En papeles menores contamos a Flavia Pereda en el rol de la madre de Gina, a Magalí Sánchez Alleno como Francis, a Diego Bros como el padre y a Federico Llambi como el Hombre Ideal.
La historia nos cuenta a través de buena música y bellas canciones el devenir de Gina, empleada en una cafetería y gran creadora de postres dulces, embarazada de un marido golpeador y abusivo, que le saca el dinero que ella gana y se la pasa el día con su guitarrita, ésta prefiere ocultarle lo del embarazo hasta que ya es demasiado tarde. Con sus dos inefables compañeras y amigas forma un terceto imbatible, una de las cuales, Betty tiene un marido postrado en silla de ruedas que usa pañales e insulta todo el día, y Danny está a la busca de su hombre ideal, buscando en una página de citas, por donde conoce a Oski, un ser muy especial, tan "freak" como ella, enamoradizo y pulcro, que la llevará hasta el matrimonio. A la vez Gina conquista el corazón de su ginecólogo con los deliciosos postres y tortas que le lleva habitualmente, hasta que la relación es imposible de sostener y se aman deliberadamente y deliciosamente. Pero ambos están casados, algo se interpone entre ellos. Aún así, continúan bebiendo de ese amor a escondidas que incluye muchos besos y mucho sexo. Con Edu ya no hay nada que la una -salvo el bebé- bebé que no será bienvenido por ella, ya que como afirma, "estoy embarazada pero no es una fiesta", es un bebé no deseado, fruto de la violencia ejercida por Edu sobre ella.
Aún así, Guillermo, el amargo señor que se sienta todas las mañanas a pedirle el desayuno a Gina, le anuncia de un concurso que se realizará en el pueblo, con premio para la mejor torta, un premio de 200.000 U$s que puede sacar a Gina de su rutina familiar, separarse y abrir su propio negocio. No con mucho ánimo se embarca en la aventura de ahorrar las propinas para poder inscribirse en el certamen, aunque no tenga esperanzas de ganarlo. Las recetas que prueba Gina son mágicas (casi como las de Tita de la Garza o las de Babette) y las describe minuciosamente, acompañada por su canto (y encanto) mientras espolvorea al público con harina (se recuerda en el programa que los alimentos que son echados al público son aptos para celíacos) y recuerda las recetas magistrales que le diera su madre, muerta a manos de su padre, otro ser despótico. Pero resulta que los ahorros de Gina son descubiertos por Edu, quien se enoja muchísimo y llega a golpearla en medio de su embarazo. Ella, quien tiene la secreta idea de ganar el concurso y separarse, le dice que son para comprar la cuna del bebé y juguetes, perdiendo su oportunidad de anotarse para tan añorado premio.
El amor con el doctor se va estrechando más y ella no puede creer que alguien la quiera por vez primera por ser ella como es. Aunque en la sala de partos es asistida por la esposa del médico y ve que él está indefectiblemente unido a esa mujer y que le resultará imposible separarse, por eso se despide amablemente de su amor idílico y a la vez le dice a Edu que ya no lo ama, que se aleje de ella y de la beba (sí, porque ha dado a luz a una bebita con quien hace rapport inmediatamente) y que si se acerca a menos de 500 metros lo denunciará. Aunque él la amenace con matarse si lo deja, sabemos que no lo hará porque es un psicópata. Por suerte todo termina bien, aunque no para el pobre Guillermo, benefactor de GIna, no voy a explicar de qué modo porque de allí depende el remate de la obra.
Es de esos musicales que llena el alma de felicidad, por la alegría que se desprende de sus canciones y sus bailes, por lo bien encarnados que están los personajes y por el magnetismo que desprende la Scaglione, por fin con un protagónico a su medida (lo anterior que le vi fue el rol principal en "50 sombras, el musical", aunque no estaba casi ni anunciada en el cartel de la puerta, y en un papel más bien chico en "Vale todo"). Ya lo dije, canta como los dioses y tiene una figurita envidiable y un rostro perfecto. No se quedan atrás la Cociuffo ni la Andrenacci, quienes resultan muy funcionales a la hora de componer aquel trío desparejo, cantando con armonía, desparpajo y desenvoltura, grandes actrices ambas. El Doctor está encarnado con soltura y audacia por otro gran cantante y actor, aunque menos conocido (por lo menos por mí), Guido Balzaretti; Felipe Colombo tiene un lucimiento más acotado, aunque se luce más desde el lado actoral que el de cantante o músico. Mario Pasik impone su autoridad arriba de los escenarios y compone un personaje entrañable, que quedará en el recuerdo con lágrimas en los ojos, y Roberto Peloni siempre logra ser la frutilla del postre (ya que de postres hablamos), con su gran timming como comediante, cantante y bailarín, se mete al público en el bolsillo con un personaje que en manos de otro actor podría haber resultado menor. Como ya ven, un seleccionado capaz de cualquier goleada.
Lo único que tiene en contra son los precios, demasiado caros en comparación con los comunes en el teatro de hoy en día, lo que hizo que trabajara con la mitad del teatro vacía (yo, por suerte pude entrar gratis por haberlos obtenido por la tarjeta Black de La Nación, lo que me hizo asistir casi a la función del estreno). Esperemos la mejor de las suertes para este gran emprendimiento de "Camarera" porque se las merecen. Un lujo para la escena de musicales porteños. Todo un gusto.
Y gracias por haberme leído nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

viernes, 19 de abril de 2019

Mi crítica de "Vuelo a Capistrano" (Teatro)


Una apasionante tarea resulta encontrar las claves escondidas en las maravillosas obras de Gorostiza, tal vez el más importante autor nacional contemporáneo junto con Cossa y Kartum. Y esta vez ha sido idea de Teatrix traernos esta obra recuperada, esta magnífica puesta de "Vuelo a Capistrano", una de las últimas obras del autor nonagenario fallecido hace poco, con la dirección siempre sagaz de Agustín Alezzo, otro grande del teatro nacional. El elenco está comprendido por Daniel Fanego (Pablo), Emilia Mazer (Emilia) y María Ibarreta (Susana), otro gran seleccionado.
Y la obra se trata de búsquedas, porque todos los personajes están a la busca de algo, de saber quienes son y de adquirir independencia, como el vuelo de esas misteriosas golondrinas que todos los años unen San Juan de Capistrano, en California, con nuestra Capital Federal. Hay búsqueda en esa música casi milagrosa, el quinteto para cuerdas de Schubert, que Pablo escucha casi obsesivamente todo el tiempo porque le trae paz, a una vida que no es nada fácil. Pablo ha sufrido una operación que no dio el éxito buscado y ahora sólo resta esperar el final, y para acompañarlo está la amorosa Emilia, una maestra en constante lucha sindical por reivindicar los sueldos de los docentes. Lucha que Gorostiza mismo parece enjuiciar a través de Pablo: "cuando hacen un paro a los que perjudican no es a los grandes, sino a los chicos, son los únicos afectados por su paro". Y Emilia parece contestarle con la pregunta que se hace el mismo autor: "se trata de no dar educación por un día a un chico o salvar un plato de comida en la mesa de un maestro". Y tiene una bandera que despliega con el reclamo salarial impreso, es toda una combatiente. Por otro lado está la angustia de Pablo, quien abre la obra llorando desconsoladamente y de la que sólo lo saca el sonar del teléfono, al que deja descolgado para que no lo molesten en su sufrir. Y su increíble lucha contra las palomas que anidan en su balcón. "No soporto la mediocridad, y las palomas son pájaros mediocres, de vuelo corto, que nunca van a llegar a emigrar como las golondrinas". Y para eso se asoma una y otra vez peligrosamente a su balcón para espantar a esos "bichos". Hasta que por fin descubre en un saliente del balcón, un pichón de golondrina (su querida "irundum rustica") al que le dedica todo su esmero.
Pablo es pintor, que en otros tiempos fuera exitoso, pero que ahora no vende un cuadro ni por casualidad. Tampoco están a la venta, ni en exposiciones, sabe que su talento mermó y prefiere amontonarlos en su cuartucho. Y Emilia es el hada buena que quiere rescatarlo, quiere que vuelva a pintar con ganas y que venda sus obras, aunque no lo consiga. Emilia trae una pascualina de la rotisería para comer mientras se toma un cuarto intermedio en su lucha contra el ministerio. Pablo observa el curioso nombre de la comida: ¿por qué le habrán puesto pascualina y no Pascual? Emilia reflexiona que para ella debe tener alguna conexión con la Pascua, le otorga un significado místico, significado que Pablo no quiere asumir. Y trata a Pablo con la mejor calidez de sus abrazos y sus besos.
Y en el medio está Susana, ex esposa de Pablo quien lo llama a todas horas para recordarle que tiene una hija en común, Pauli, de quien viene a hablar en ese preciso momento. Susana se hace presente para pedirle a Pablo que le de la firma autorizando el traslado de Pauli a Brasil para pasar sus vacaciones. Este se niega por completo, sobre todo porque Susana ya tiene otro compañero, Osvaldo, quien parece haber aparecido en su vida antes de que se separaran. Y este Osvaldo hace negocios turbios entre la Argentina y la frontera con Brasil, y le parece a Pablo que por ahí viene la cosa. La solución es fácil, la familia compuesta por Susana-Pauli-Osvaldo quiere irse a vivir a Brasil y necesita su autorización. Pablo contesta incansablemente con el "no estoy, me fui", que no hace otra cosa que resaltar su breve estancia en esta vida o lo que le queda por vivir. Se aísla metiéndose en el baño o yéndose a dormir, por lo que Emilia le cuenta a Susana que Pablo está esperando su final y que por eso está tan deprimido. Esto afecta sobremanera a su ex, pero la actual le dice que no le diga nada a Pablo que se lo ha dicho. Pero claro, la mentira tiene patas cortas y Susana no puede reprimir el llanto y los abrazos cuando se acerca a Pablo. Este se da cuenta de todo, que Emilia ha hablado.
Pablo está obsesionado por los pájaros, y tiene un libro en dónde se detallan las características de cada especie, pero su preferida sigue siendo la "irundum rustica", Emilia le dice a Susana en secreto que lo busque por el lado de las aves. Y eso hace Susana. Aunque sin resultado aparente. Pablo está buscando su compromiso con este mundo en disolución, es un escéptico, que niega todo lo que se le ofrece, menos el cariño de Emilia, que parece ser lo único que lo salva de su desesperación. El mundo en disolución, pronto pasará a ser el mundo en "descomposición", por lo que Emilia resalta que ha pasado de su carácter efímero a convertirse en un mundo en putrefacción, un estado de podredumbre y de fetidez total. Pablo lo reconoce, es por eso que vuelve una y otra vez a su amado Schubert. Y a su vuelo hacia Capistrano de sus eternas golondrinas, a quienes ve como una especie superior de pájaros, que pueden volar en bandadas sin equivocar nunca el rumbo ni la orientación, y a quienes las guía un ansia de superación, como es la que anida en su pecho. En realidad Pablo quiere ascender, aunque no sabe cómo hacerlo ni reconozca los motivos. Su vida, para él, no está todavía terminada, aunque lo venza la angustia por momentos. Y sigue constantemente en su lucha contra las imbéciles palomas, que sólo saben comer, cagar y reproducirse. "Igual que nosotros", acota Emilia. Tal vez sea por eso que les tiene tanto odio, porque se parecen irremediablemente a nosotros. Y el ser humano es, para él, una raza que debería extinguirse, igual que las palomas.
Cuando Emilia se va, vuelve, al descubrir que ha caído al suelo lo que Pablo pensaba que era un pichón de golondrina, y no era otra cosa que un bebé de torcaza, indefenso y herido, al que finalmente, junto con Emilia deciden cobijar. Tal vez la indefensión de aquella ave le haya despertado a Pablo sentimientos compasivos y decida reconciliarse con el mundo y con sus palomas. No sabemos cómo continuará la historia. Lo que sí sabemos es que ha sido estupendamente narrada por ese gran contador de las cosas nuestras que fue Carlos Gorostiza, esta vez con menos humor que en otras oportunidades, pero sin descuidar su costado irónico ni agudo ni por un momento. La calidez que le imprime Alezzo a estos personajes es memorable y construye esta pequeña pieza como una gran obra, destinada a perdurar.
Y no se olviden que pueden verla haciendo click en el "Ver obra" que precede esta crítica.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

lunes, 15 de abril de 2019

Mi crítica de "Estrella, el Aire sale, el Aire entra..." (Teatro-Unipersonal)

Casi en el día luctuoso en que ardió Notre Dame de París, esa magnífica catedral histórica que venció a los siglos, que se mantuvo erigida desde el 1100 en que empezó a construirse hasta el 1300 en que se terminó, soportó pestes, dos guerras mundiales, fue testigo del descubrimiento de América y de la coronación de Napoleón antes de que empezara a hacer desastres por Europa, fuimos mis tres amigas teatreras y yo, a ver al genio de Juan Pablo Geretto en su nuevo unipersonal. Estrella deslumbra, sobre todo porque debajo de ese peinado y ese maquillaje hay un talento como el de Geretto, que colma la sala de carcajadas. Juan Pablo es verborrágico, habla a mil por minuto y rara vez se toma pausas para respirar, es una aplanadora que arrasa con todo. Pero no sólo desde la forma de decir, sino también desde el contenido: puede reírse del mundo pequeño de las "señoritas Avón", pero también la emprende contra las madres castradoras, contra la gordura, la diabetes, la virgen y todas las formas de creencias, el mundo de los policías, los modistos con tendencia de bailarines, el amor homosexual y cuanto tópico delicado haya en la cultura popular.
Es difícil hacer una crítica de este espectáculo porque tiene tantas aristas, tantos centros neurálgicos donde poner el ojo y el eje que se constituye en un verdadero galimatías. Aprehender todo el texto de Geretto es imposible, por una parte por la velocidad a que lo larga, y por la otra, porque las carcajadas y los aplausos tapan lo que él sigue hablando. Estamos ante un verdadero artista de raza -sí, no tengo miedo de utilizar la palabra artista, dedicada para quienes se consagran al arte y no para los simples actores o actrices- porque Geretto es un dotado con mayúsculas y sus textos poseen una inventiva y una riqueza tal que a quien no lo conozca, puede dejarlo apabullado. Yo, por suerte, ya estoy dentro del club de admiradores de este portento y disfruto con cada nueva presentación suya como la primera vez: yo creí que era fácticamente imposible reírse tanto y tan continuado, pero este hombre me convence de que también puede hacer reflexionar y hasta conmover y llorar.
Estrella es una mujer sin rumbo, perdida dentro de un universo de madre que siempre le dijo que estaba gorda y que no servía para nada, hasta que encontró su destino como representante de la firma Avón, esa que entrega los libritos mensuales, casa por casa y mano por mano, con todas las nuevas ofertas de lápiz labiales -perdón, se dice "rouge", como nos enseña Estrella-, delineadores, coloretes y cremas varias, sin olvidar el perfume mágico que puede olerse frotando la hoja del folleto y comprobar que en verdad es muy dulce. Se celebra un congreso de revendedoras de la prestigiosa marca y Estrella, que vive en un pueblito perdido en la nada, tiene la mala suerte de que se realice en Buenos Aires, ciudad a la que ya conoce, ella hubiese preferido que fuera en las Cataratas o en Bariloche, ciudad a la que fue cuando terminó el secundario pero en medio de incendios forestales, que "si el fuego fuera nieve hubiera disfrutado más". Claro, porque no vio nevar ni un día, encima de que tenía que hacerse cargo de la vecinita con "discapacidades diferentes", cuidándola como la madre y que fueran a parar a la hostería del indio que se convirtió en piedra cuando la conquista del desierto, a 50 kilómetros de la ciudad a la que no conoció.
Cuando es reclutada junto a todas las demás revendedoras por la coordinadora general de Avón, la que se presenta casi como una pastora evangélica, hablando de todos los padecimientos que tuvo en su vida y de cómo fue salvada mágicamente de la inanición por haber caído en sus manos un librito de la prestigiosa firma, acribilla a las oyentes con sus gritos y enarbolando el libro dice que cada una puede labrar su futuro tomando el timón de su vida haciéndose una vendedora de Avón y vivir su propia vida. Realmente resulta aterradora la figura sobresaltada de esta matriarca de la cosmética y su discurso dogmático. Estrella decide en un final liberador que no va a ir nada al congreso anual a celebrarse en Buenos Aires. Por más que en el micro haya refrescos y café y pasen películas, por más que haya ágapes de bienvenida en donde las revendedoras puedan servirse de esa comida chiquita que no parece comida pero igual te llena y de que haya mini spa, mini gym, y mini piedras calientes y de que pueda observar todo el panorama desde la terraza del hotel en donde se hospedarían.
El piso está cubierto de centenares de naranjas que Estrella sabe sortear muy bien, o, que en el mejor de los casos patea. Y nos cuenta la historia de como se casó con "el" Ricardo, quien quería ser jugador de fútbol y tenía un futuro promisorio con la pelota, que hasta de algunos clubes lo iban a buscar, pero terminó trabajando para la policía, para acabar descerrajándose un tiro en la cabeza mientras limpiaba el arma reglamentaria. Nos cuenta de como quedó embarazada a sus quince años y se casaron con "el" Ricardo y de cómo este la llevó, junto a sus dos hijos a conocer el mar, que era su sueño imposible. Y de cómo un día compró un terrenito en medio de la nada, en un loteo, y cómo le hizo imaginarse la casa que iban a edificar. Y hasta como llegó a sus manos una bicicleta con canastito en el que le habían depositado un libro de Avón: "ya tenés emprendimiento y vehículo" le dijo su marido. Y así dejó de ver televisión todo el día tirada en el sillón para dedicarse a la venta de cosméticos.
Las anécdotas que cuenta son infinitas, para todo tiene una historia hiper cómica e imaginativa y jugosa (como las naranjas que hay en el suelo) y todas tienen un remate feliz. Desde esa tía diabética a la que le fueron amputando miembro por miembro hasta quedar "puro tronco", hasta la otra tía, a la que el marido le pegaba y que ella le pedía a la Virgen que lo fulminara, y para eso se hizo construir un altar de la virgen al lado del monolito de la luz y que un día por fin ese tío maligno, volviendo borracho del otro lado de la ruta fue atropellado por un camión lleno de vacas. Y de cómo todo el vecindario aprovechó para ir a carnear a las vacas para hacerse el asadito... Hasta la historia del Cucho, que de querer ser bailarín se transformó en modisto y más que modisto era un traumatólogo, porque a su prima con escoliosis le hizo una pollera que le calzaba justito, ella que caminaba un poco para el este y otro poco para el oeste y tenía la columna que le hacía una letra S...
Y se reserva para el último momento las lágrimas. Por la muerte de su padre, y por todos los recuerdos lindos del progenitor al que rememora con amor, como ese día  que la llevó a Buenos Aires a conocer a una mujer a quien él le dio plata para que abortara al bebé que llevaba dentro y que la sentó a su mesa y le dio de comer. Es imposible no terminar con un nudo en la garganta el periplo de esta Estrella, buscándose a sí misma entre tantos personajes que termina perdida y confundida recordando toda su vida en un instante. Un humor "del fino", del inteligente, que si bien recurre a golpes bajos lo hace con tanto ingenio y desparpajo que pasan desapercibidos. Una gran creación de un artista con mayúsculas que se llama Juan Pablo Geretto y que es industria nacional. No se lo pierdan, por favor. Está en el Camarín de las Musas y va de viernes a domingo. Me lo van a agradecer.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

jueves, 11 de abril de 2019

Mi crítica de "Siempre Alice" (Cine-2014)

Tengo que hacer obligatoriamente esta crítica en carácter personal, desde la primera persona. Me resultó muy dura de ver esta magnífica y sensible película de 2014 dirigida por  Richard Glatzer y Wash Westermoreland e interpretada por la aquí extraordinaria Julianne Moore que le valió el Oscar de ese año como Mejor Actriz. Y digo dolorosa porque narra el caso de Alice Howlan, una profesora de lingüística de la universidad de Columbia que a sus 50 años enferma de Alzheimer y no puedo dejar de ver reflejada en ella a mi propia madre, que a sus 81 está pasando por la primera etapa de esta misma enfermedad, cursándola a pasos agigantados. No puedo obviarla, mientras ella me pregunta por 52° vez a dónde tiene que ir mañana y por qué tiene que ir a ver a la psicóloga cognitiva y qué les interesa a ellos que esté perdiendo la memoria y que si no puede faltar. Algo por el estilo le pasa a esta Alice que fuera una profesora ejemplar toda su vida, preocupada por el significado de las palabras y el de la comunicación cuando empieza a advertir que padece de algunos olvidos sospechosos. El primero le sucede en medio de una clase, en donde tarda unos instantes en retomar el tema que venía desarrollando. Después vendrá el episodio de salir a correr y detenerse frente a la universidad en donde enseña y sentirse desorientada, perdida, extraviada. Va a consultar a un neurólogo y este le diagnostica un Alzheimer precoz, a sus 50 años recién cumplidos. Le hacen resonancias magnéticas, tomografías y toda la batería de estudios para encontrar unas zonas rojas en su cerebro que son alarmantemente los lugares en donde se define la terrible enfermedad. A mi mamá le hicieron otro tanto, y declararon, hablando en criollo, que donde debería haber materia gris ahora hay agujeros... 
Es cierto, la película podría haberse tomado con un poquito más de sentido del humor para desdramatizar el asunto. Pero no fue esta la intención de sus creadores, que prefirieron transitar por el camino del más puro dramatismo. "Siento que dentro de poco ya no seré nunca más la que era. Lo más terrible es perderlo todo, los recuerdos, los objetos, la ubicación, el sentido de la realidad. Me quedan los afectos y el sentido de haber vivido una fida plena y nadie me puede quitar los momentos de alegría...", dice Alice en un discurso que da para la asociación de Alzheimer. Y yo siento que mi mamá está dejando de ser la que era, se olvida cada dos minutos lo que se le dijo dos minutos antes, no recuerda donde puso las cosas, se pierde en el tiempo, afirma experiencias que nunca vivió, se olvida de las relaciones con personas que toda su vida tuvo presentes, hasta llega a culparme de que no la ayudo con sus ejercicios para la memoria, algo que no puedo ni debo hacer. Y somos mi tía y yo los que debemos sostenerla y luchar contra todo esto, ahora estamos viendo un plan para ayudar a familiares de personas con Alzheimer, sobre cómo entender y aprender a sobrellevar la convivencia. Pero es que lo peor es que este es un viaje sin vuelta atrás, nunca más voy a volver a encontrarme con mi verdadera mamá. Como cantaba el maladado Cortéz: "La vejez es todo el equipaje de una vida, dispuesto ante la puerta de salida por la que no se puede ya volver..." Alice tiene tres hijos amorosos, dos hijas, Lydia (la bellísima, lástima que es lesbiana, Kristen Stewart), la estudiante de teatro, y Anna (Kate Bosworth), quien es futura mamá de dos gemelos, casada con Charlie (Shane McRae) y un hijo, Tom (Hunter Parrish). Además está casada con el médico John (Alec Baldwin), cariñosísimo, quienes entre todos ayudan a sostenerla cuando avanza la enfermedad.
Lo que Alice tiene a su favor es que se maneja muy bien con la tecnología, y así como sabe utilizar su celular, que le recuerda las cosas diarias y le pregunta una y mil veces cómo se llama, cuál es su fecha de cumpleaños, el nombre de sus hijas y dónde vive, así también se maneja con la computadora y ´puede sostener una conversación con sus hijas por Skype (ya avanzada la enfermedad) y hasta puede grabar mensajes para su futuro, como por ejemplo decirse cuando la enfermedad esté grave, de qué manera tiene que suicidarse y los pasos a seguir. Por eso desespera una noche en que no encuentra su celular, revolviendo hasta los cubiertos de la cocina.
La cámara es un gran aliado de los directores para contar. Con esa cámara circular que la rodea toda a Alice en su desconcierto frente a la universidad, nos transmite su sensación de extrañeza frente al edificio que le era tan conocido. O los constantes fuera de foco con lo que expresa su desconocimiento de las cosas comunes y transitadas habitualmente. Como esa secuencia en la casa de la playa en donde Alice siente ganas de orinar y busca el baño, abriendo todas las puertas, hasta los placares y sin encontrar el cuarto de baño, en que termina orinándose encima, está toda permanentemente desenfocada, ante el estupor de no poder orientarse dentro de una casa que le era por demás conocida. Son muchos los casos en que la cámara pierde el objetivo, como así se pierde el objeto de Alice en su caminar por la vida.
"Vivo en un infierno", les dice esta cincuentona a sus oyentes en la conferencia ante la liga del Alzheimer, y así es. Critica a su hija en su debut teatral con las palabras de un crítico profesional alejado de todo, hasta que Anna le recuerda: "Le estás hablando a tu hija" y ahí ella recapacita y se funde en un abrazo. O el tema de tener que ir subrayando los párrafos con resaltador en su disertación, para no repetir lo que ya leyó, porque se olvida al instante de haberlo leído. Deja de leer "Moby Dick" porque está cansada de empezarlo siempre de nuevo porque no recuerda lo ya leído. O saluda varias veces y se presenta ante la nueva novia de su hijo, o le pregunta a su esposo cuándo es la conferencia, aunque este acabe de decírselo. La vida es un infierno para Alice y para quienes la rodean, como así para mí que debo contestar a las preguntas de mi mamá por enésima vez sin que ella recuerde haber preguntado. La película muestra la cara terrible de la enfermedad (¿hay otra?) y lo hace descarnadamente, sin anestesia. Como cuando Alice visita esa residencia para adultos mayores y se encuentra con cuadros de abandono y depresión muy marcados entre los habitantes de esa casa refinada y abierta que sin embargo contiene seres enfermos o al borde del abismo, como ese viejo decrépito de quien nos enteramos que fue el primero en poner un satélite girando alrededor de la Tierra...
Repito, un trabajo excelente de Julianne Moore que muestra hasta la última fibra de esta descarnada dolencia con todo su padecimiento, así como la labor de Alec Baldwin, ya muy alejado de los papeles siniestros de su juventud, entregado en cuerpo y alma a acompañar, o Kristen Stewart, muy convincente también en su rol de hija. Una película ineludible para todos los que estamos transitando esta convivencia con el mal que afecta a las personas de edad y que nos desvela a más de uno.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 6 de abril de 2019

Mi crítica de "La Desgracia" (Teatro Musical)


Venía prometiéndola hace tiempo Teatrix y nunca la estrenaba. Por fin llegó el día. Y es un excelente musical con un tema por demás imaginativo. Está grabada en "El Galpón de Guevara" el 24 de septiembre del 2018 y parece que es un musical de culto y que llevaba ya varias temporadas circulando. El libro y letras, como así también la coreografía y la dirección general corren por cuenta de  Juan Martín Delgado y la música original es obra de Francisco Martínez Castro, un excelente dúo para llevar a cabo esta propuesta. Las canciones son pegadizas y se inclinan más para el lado del rock que de la balada tradicional, aunque hay un poco de todo, también son excelentes las partes de coro solo, sin acompañamiento musical, lo cual demuestra un buen trabajo de entrenamiento vocal de todo el elenco.  Con grandes actuaciones, algunas más contenidas que otras, más proclives al desborde, nos hacen recordar que no todo musical requiere de la sobreactuación.
Los roles principales están cubiertos por Belén Ucar (Leonor, la intendente del pueblo), Andrea Lovera (Ana, su hija, quien contrae "la desgracia"), Mariano Condoluci (Nora, la enfermera, aunque nunca sabré por qué utilizaron un hombre para este rol femenino), Patricio Witis (el médico), Nahuel Adhami (el cura, dogmático y corrupto) y Lula Rosenthal (Samanta, la loca asesina). La trama se ubica en un pueblo de provincia algo apartado del mundo, en donde se desata una epidemia, "la desgracia", una enfermedad que se transmite por las relaciones sexuales y que se manifiesta como un ardor en la entrepierna y trae como consecuencia la muerte. Es una enfermedad "bíblica" que cayó sobre el pueblo para que nadie se olvide del mandamiento de "no fornicar". La primera y única que la contrae, al parecer, es Ana, la hija de la intendente, quien, desoyendo el mandato de hija perfecta, todo 10 en el colegio, se enamora de un ayudante de la comisaría, Aroldo, y se va a la misma jefatura a hacer el amor con él. Y lo hacen repetidas veces y en todas las oportunidades. Esto exaspera a su madre, una intendente corrupta, en cuya figura se mezclan aspectos de Maléfica y Cruella de Vill, quien decide internarla. Va a parar primero al pabellón  de las MPF (Moribundas pero Felices) donde la tratan con hostilidad. Cuando se queda sola, y pensando que le queda poco tiempo de vida y que el universo ha conspirado para que ella no sea feliz y tal que no existe Dios, escribe una carta de despedida a su madre e intenta suicidarse colgándose de una soga hecha con sábanas, con tan mala suerte que cae en un contenedor de basura.
Es por eso que, ante la insistencia de su mamá, la pasan a una pieza sola y ella le hace prometerle que no hará más tonterías. Mientras tanto, está atendida por Nora, la enfermera un poco chanta, quien toma la presión y le dice a todos los pacientes la misma medición, y está perdidamente enamorada del médico, con quien sueña que está en un musical y él le dice que si empieza a cantar la orquesta la acompañará. Ella cata y la música aparece, es una bella canción: "Tenerte a mi lado", donde puede ensayar unos pasos de zapateo americano y se le une el médico y todo el elenco, creando un cuadro de tap más que deslumbrante. Es uno de los momentos felices de la obra, aunque toda ella ha sido llevada con mucho humor y no pocas puteadas. Lo que no logro explicarme es por qué el personaje de Nora fue interpretado por un hombre, ya que debe resultar sensual y atrayente, y esto le resta contenido erótico al papel. Lo cierto es que se presentan muchos en el hospital con ardor en la entrepierna y creen haber contraído la "desgracia". Aunque no es así.
El médico seduce a Nora, tiene una historia de amor de larga data con Leonor y no priva a su hija de sus atenciones. Es un cretino nato, aunque tenga buena voz para la balada rockera. Leonor, en su actitud de intendente del pueblo, manda a matar al cabo que se acostó con su hija, y la obliga a ella a concurrir a misa el domingo, aunque ésta esté en contra de la religión, que prohíbe cualquier acto de amor. La misa es llevada a cabo por un más que gracioso (por lo siniestro) cura, que hace repetir a todo el pueblo sus letanías a Jesús, y muestra una representación en donde María queda embarazada del Espíritu Santo ante la mirada atónita de José, por eso no contrae la "desgracia", y tienen un hijo al que llamarán Simba, mientras lo muestran ostensiblemente ante el público, en una referencia a "El rey León". La representación es interrumpida por Ana, quien manifiesta que Jesús nunca dijo tanta pavada sino que predicó "bienaventurados los pobres de espíritu" y "amaos los unos a los otros", lo que produce una rebelión entre los feligreses.
Pero retroraigámonos en el tiempo. Se ha presentado un piquete ante la puerta de la intendenta quienes reclaman (cantando) por salud, trabajo y educación para su pueblo y ella no sabe cómo sacarse de encima a esos "negros de m..."  Y complotándose junto al médico del pueblo, decide inventar una epidemia (la desgracia) para castigar a sus ciudadanos y que dejen de hacer lo que más les gusta: aparearse. Es por eso que aparece la "desgracia" sembrando el pánico de la muerte entre la población, y la primer infectada resulta ser su propia hija, a quien también quiere adoctrinar sobre el pecado del sexo y el placer. El médico es igual de corrupto que ella, y entregarán dinero a personajes claves del pueblo para que difundan el peligro de la enfermedad, entre ellos el cura y la enfermera Nora. Pero todo se les escapa de las manos ante el posible suicidio de su hija y la posterior seducción del médico, quien mágicamente ha curado a Ana. Al enterarse del intento de acercamiento del doctor a su hija, Leonor le confiesa que también es hija de él, lo que produce una profunda conmoción en la figura del médico y trata de traidora a Leonor. Le dice a Ana, en medio de una fiesta llevada a cabo en el hospital que después vaya a su consultorio que quiere hablar en privado con ella. Ana se hace ilusiones de que el médico por fin le revelará su amor (o por lo menos le dirá que quiere acostarse con ella), lo que no sabe Ana es que va a confesarle que es su padre. Lo cual también es una mentira inventada por Leonor para que no se propase con su hija. Pero cuando Ana va a encontrarse con su posible amante, lo encuentra muerto, y se desmaya.
Pero ¿quién es el o la asesina? Se barajan tres nombres (ha llegado un inspector forense), el de Ana, el de su madre y el de Nora, quien también estaba enamorada del galeno. Ahora todo se desarrolla rápidamente y se viene el final de la obra. Hemos pasado casi una hora y media de encanto entre canciones y un libro ingenioso y atractivo, con personajes muy bien trabajados por los actores y conducidos con mano eficiente por Juan Martín Delgado, el propulsor de todo este proyecto. La recomiendo y recuerden que pueden verla en su versión completa cliqueando el "Ver obra" que antecede a estas palabras.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



jueves, 4 de abril de 2019

Hasta siempre Amigo Alberto

Acaba de morir Alberto Cortéz.
Lo siento en el alma y toda mi alma lo llora. Porque ha sido mi faro, mi guía, no sólo mi compositor preferido y amado sino un referente de lo que debo ser como persona, como ser humano. Desde chico pude apreciar las canciones de Cortéz y era un amigo más de la casa, a todos nos gustaba y comprábamos y festejábamos sus discos. Ya casi no sacaba discos a la venta, estaba casi retirado de su profesión de compositor, porque sentía que ya lo había dicho todo. Pero de vez en cuando alguna perlita salía, como ese último CD que sacó "Tener en cuenta", que trae temas ya emblemáticos como "Uno que sabe como es uno", ese entrañable "Frankestein", la hermosa "Lupita" o la tremenda "Perder un hijo". Decir que tuvo éxitos en su carrera es minimizarlo. Puedo contar una veintena de canciones que ya se han quedado en el alma popular. Entre ellas: "Cuando un amigo se va", "A partir de mañana", "Callejero", "Castillos en el aire", "Distancia", "Mi árbol y yo", "El abuelo", "En un rincón del alma", "Como el primer día", "A mis amigos" y tantos otros que nos acompañaron en nuestros jóvenes años y durante la adultez.
En mis espectáculos frecuenté a Alberto casi como una costumbre más: "Hay un niño en cada hombre", "El Vino", "A Daniel, un chico de la guerra", "Soy un ser humano", "La miel y las abejas", "Todos", "Soneto", "Dime qué tiras al agua", "Qué suerte he tenido de nacer" o aquella obra maestra cuya letra no le pertenece pero sí su música, pero que bien podría haber escrito él: "El amor desolado".
Tuve la suerte de conocer a Alberto a la salida de un recital, en Villa Gesell, en donde le había escrito una carta y sé que la leyó enseguida porque volvió uno de sus ayudantes al escenario a buscarle sus anteojos. Cuando lo vi en la puerta le dije, "yo soy Pablo, el de la carta", y me dio un abrazo. También mi primera novia, Mariana ("Qué cosas tiene la vida, Mariana/ qué cosas tiene la vida./ Cuánto más alto volamos, Mariana/ nos duele más la caída."), tuvo la fortuna de encontrarlo en la Feria del Libro, hace ya muchos años. Ella me había comprado el "Manual de las Zonceras Argentinas", de Arturo Jauretche y me lo hizo autografiar por él, quien me dedicó: "Para Pablo, con cariño, otra zoncera más, mi firma...", que aunque el libro no me gustó, sí lo conservo por el autógrafo. Lógicamente, a esa novia tampoco la conservo más...
Digo que hoy es un día muy triste para mí, porque con Alberto se fue una parte importante de mi vida, se fue mi niñez, mi adolescencia, mi juventud y los primeros años de perder el pelo. Llueve, como pasa siempre que se va un grande, como si Dios llorara su partida. Y yo también la lloro.
Porque fue el primero que se animó a ponerle música a poemas de selectos escritores españoles, allá por 1967: desde Machado al Marqués de Santillana, desde Lope de Vega a Góngora. Luego lo haría con Borges, con Neruda, con Almafuerte, hasta popularizó la canción de su amigo y compañero Facundo Cabral "No soy de aquí ni soy de allá". Era un gran amante de los animales y tenía en España un programa radial que defendía todo tipo de vida animal, y hasta se animó a decirles a los españoles que las corridas de toros eran una salvajada. Con su esposa René (belga, ella) formó una pareja inseparable, que, aun cuando no tuvieron hijos hicieron del amor una piedra basal. Cada canción que escribía, decía Cortéz, tenía alguna frase dedicada exclusivamente a ella.
Por todo esto y mucho más es que hoy es un día de tristeza y de duelo para mí. Porque se ha muerto el "poeta" y un gran amigo de la vida y de los amigos, que él tanto consideraba. Hasta siempre Amigo Alberto. Te llevo en un rincón del alma.
"¿Qué vale más? Inquietud de mi existencia.
Cuando llegue el final y quede inerte.
Si el arte por fijar mi trascendencia,
o el eterno misterio de la muerte?.

Por todo, más allá de ideologías,
más allá de lo sabio y lo profano,
soy parte del espacio, soy la vida...
por el hecho de ser un Ser Humano".

Q.E.P.D. Alberto Cortéz



martes, 2 de abril de 2019

Mi crítica de "Roma" (Cine)

Ver "Roma", la obra oscarizada de Alfonso Cuarón supone una experiencia hipnótica. Durante las dos horas y cuarto que dura la película es imposible apartar la mirada de su cuadro. Debemos decir ante todo que la excelencia de la película reside en su aparente simpleza: no ocurre nada del otro mundo en el film, nada que no pueda ocurrir en una casa acomodada de clase media alta y la vida de sus dos empleadas de servicio, Cleo (la nominada Yalitza Aparicio) y Adela (Nancy García García), quienes hablan entre ellas en un dialecto mexicano no traducido. La vida de la familia transcurre entre un año y otro, nos ubicamos entre 1970 y 1971, al parecer, años de la infancia del director. Hay una constante en el film, son esos aviones que surcan el cielo todo el tiempo, tal vez como símbolo del irse a otra parte, en contraste con el quietismo que impera en la vida familiar. Tal vez el destino sea la Roma del título, un lugar lejano y nunca alcanzado.
La narración está centrada en la vida y sinsabores y alegrías de esas dos empleadas, que habitan la casa, lo ven todo sin poder comentar ni intervenir en nada y que, contrariamente a lo que se piensa, son bien consideradas por la familia y tratadas con respeto y cariño, casi como si fueran un familiar más (con la única excepción que no comen a la mesa familiar sino en la cocina, junto con el chofer). Cleo y Adela tienen sus novios, con quienes tienen vida íntima los días de salida, en un cuarto de hotel. Y quiere la diosa fortuna (o la mala fortuna) que Cleo quede embarazada de su novio, un cultor de las artes marciales, rescatado de la droga y el alcohol, y que al enterarse del embarazo, rechace a su novia violentamente y la amenace que no se acerque más a él. La señora Sofía (Marina de Tavira), la patrona, correrá con todo el problema, ayudada por su madre, la abuela, Sra Teresa (Verónica García) y le presentan una médica ginecóloga amiga que se preocupa por el caso y la atiende llegado el momento del parto con eficiencia y responsabilidad. Pero la niña de Cleo nace muerta, y ésta entra en una profunda depresión que sin embargo no obstaculiza que tenga que seguir prestando servicio a la casa.
Los niños de la familia son cuatro: Toño, el mayor (Diego Cortina Autrey), Paco (Carlos Peralta), Sofi (Daniela Demesa) y Pepe (Marco Graf) y contribuyen con el alboroto y bullicio general a tener la casa animada. La familia se completa con el pater familiae el doctor, Sr. Antonio (Fernando Giediaga), quien mantiene la perfección de esa sociedad simbolizado con la entrada a la perfección milimétrica de ese auto Galaxy en el garage de la casa, ya que cuando roza el espejo retrovisor, da marcha atrás y lo vuelve a embocar. La distancia que separa a las empleadas de sus patrones, sin embargo es abismal: el doctor escucha en su auto música clásica, mientras ellas lo hacen mientras trabajan con ritmos populares.
Técnicamente el film es impecable. Una prueba de esto lo da el plano de inicio. Mientras se ven los títulos asistimos a un plano cenital de las baldosas del patio, pronto barridas por unos baldazos de agua que dan lugar al aseo del piso. Sobre el agua se refleja el poco cielo que se ve, ceñido por balcones, y al ser un plano cenital nos preguntamos, ¿por qué no se ve la cámara? Está tan bien diseñado el artilugio del encuadre que hace imposible que veamos la cámara. Así como hay muchos y variados cuidados travellings laterales, en las calles del barrio, en el cine, dentro del mar. Ahora sí, la pobreza está reflejada de una forma brutal. Las villas miserias (sí, porque allí también las hay) son tratadas con impiedad: con calles de barro llenas de agua con maderas para cruzarlas, casuchas endebles de chapas y toda la decadencia posible, sin descuidar las diversiones, como una atracción de variedades que dispara personas en un cañón para caer en una cama elástica. Allí es donde viven los novios de las chicas, sin pensar en un porvenir mejor. Las calles de la ciudad están atestadas de desfiles militares y asistimos varias veces a camiones con guardias de soldados apostados para el ataque, incluso cuando van a comprar la cuna, hay una revuelta callejera de estudiantes con pancartas, que deja como saldo una corrida general y varios muertos.
El sr. Antonio decide terminar con su vida familiar e irse, ofreciéndole separación a su mujer. Cuando la Sra. Sofía vuelve de encontrarse con él le dice a Cleo, "todas estamos solas". Se irán a una zona de playas con sus hijos, la madre acompañada por Cleo, después de haber perdido a su criatura, para permitir que el padre regrese a la casa y se lleve sus cosas. Es muy significativo el plano donde sucede una boda en el fondo y en el frente Sofía les está hablando a sus hijos de su separación, como para mostrar las dos caras de la vida. En ese viaje a la playa, Cleo expondrá su vida, sin saber nadar, para rescatar a los hijos de su patrona, inconscientemente metidos mar adentro. Cuando por fin logra rescatarlos, se pone a llorar inconsolable, la entrada al mar le ha revivido su experiencia con el líquido amniótico y su frustrado parto. Todo es agua al fin y al cabo.
Todo se desarrolla en la Calle Tepeji N° 21, que es allí donde viven empleadas y patrones. Cleo trata amorosamente a los niños de la casa, los acompaña hasta que se acuestan, los despierta con cantos y besos, los ayuda a vestirse. Otro detalle, todos los perros que habitan el film son infinitamente buenos y mansos, como la perra de la familia que su único defecto es ensuciar en el patio, lo que provoca una bronca con Cleo porque no ha recogido el "popó" de la perra y el Sr. Antonio lo ha pisado. Aún cuando van a una finca para año nuevo, las paredes están tapizadas, macabramente, con todas las cabezas, embalsamadas, de cuanto perro habitó la casa en todo el tiempo en que existió. En la estancia se da otro fenómeno esclarecedor, en un sótano los empleados mexicanos festejan año nuevo a su manera, bailando rancheras y tomando alcohol. Cleo, todavía embarazada, es recibida por otra mujer quien le sirve en una vasija un jugo de fruta. Alguien empuja a Cleo y la tinaja cae al cuelo rompiéndose en pedazos y desparramando el jugo, lo que anticipa la ruptura de su matriz y la pérdida de su hijo.
La película es redonda, todo cierra de forma acabada y todo vuelve a la normalidad después del fallido parto y el viaje a la playa y el casi ahogo de los chicos. Vuelven las rutinas familiares y domésticas, con un reordenamiento de los cuartos y nueva disposición de la casa. Las actuaciones son buenas, no puedo decir que descollantes porque es muy notable la inexpresividad de Yalitza Aparicio dentro de sus limitadas facciones de indígena, lo bueno es que por fin pasó a ser centro de la historia un personaje que siempre estuvo en los márgenes, y que haya sido nominada como mejor actriz, es todo un reconocimiento a una minoría (o mayoría).
La labor de Cuarón sí, es asombrosa, con esos planos únicos, su blanco y negro que le dan una aire de atemporalidad al film y su pericia narrativa y visual. Muy bien ganado el Oscar a mejor director. La película es excelente. No se la pierdan.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).