martes, 2 de abril de 2019

Mi crítica de "Roma" (Cine)

Ver "Roma", la obra oscarizada de Alfonso Cuarón supone una experiencia hipnótica. Durante las dos horas y cuarto que dura la película es imposible apartar la mirada de su cuadro. Debemos decir ante todo que la excelencia de la película reside en su aparente simpleza: no ocurre nada del otro mundo en el film, nada que no pueda ocurrir en una casa acomodada de clase media alta y la vida de sus dos empleadas de servicio, Cleo (la nominada Yalitza Aparicio) y Adela (Nancy García García), quienes hablan entre ellas en un dialecto mexicano no traducido. La vida de la familia transcurre entre un año y otro, nos ubicamos entre 1970 y 1971, al parecer, años de la infancia del director. Hay una constante en el film, son esos aviones que surcan el cielo todo el tiempo, tal vez como símbolo del irse a otra parte, en contraste con el quietismo que impera en la vida familiar. Tal vez el destino sea la Roma del título, un lugar lejano y nunca alcanzado.
La narración está centrada en la vida y sinsabores y alegrías de esas dos empleadas, que habitan la casa, lo ven todo sin poder comentar ni intervenir en nada y que, contrariamente a lo que se piensa, son bien consideradas por la familia y tratadas con respeto y cariño, casi como si fueran un familiar más (con la única excepción que no comen a la mesa familiar sino en la cocina, junto con el chofer). Cleo y Adela tienen sus novios, con quienes tienen vida íntima los días de salida, en un cuarto de hotel. Y quiere la diosa fortuna (o la mala fortuna) que Cleo quede embarazada de su novio, un cultor de las artes marciales, rescatado de la droga y el alcohol, y que al enterarse del embarazo, rechace a su novia violentamente y la amenace que no se acerque más a él. La señora Sofía (Marina de Tavira), la patrona, correrá con todo el problema, ayudada por su madre, la abuela, Sra Teresa (Verónica García) y le presentan una médica ginecóloga amiga que se preocupa por el caso y la atiende llegado el momento del parto con eficiencia y responsabilidad. Pero la niña de Cleo nace muerta, y ésta entra en una profunda depresión que sin embargo no obstaculiza que tenga que seguir prestando servicio a la casa.
Los niños de la familia son cuatro: Toño, el mayor (Diego Cortina Autrey), Paco (Carlos Peralta), Sofi (Daniela Demesa) y Pepe (Marco Graf) y contribuyen con el alboroto y bullicio general a tener la casa animada. La familia se completa con el pater familiae el doctor, Sr. Antonio (Fernando Giediaga), quien mantiene la perfección de esa sociedad simbolizado con la entrada a la perfección milimétrica de ese auto Galaxy en el garage de la casa, ya que cuando roza el espejo retrovisor, da marcha atrás y lo vuelve a embocar. La distancia que separa a las empleadas de sus patrones, sin embargo es abismal: el doctor escucha en su auto música clásica, mientras ellas lo hacen mientras trabajan con ritmos populares.
Técnicamente el film es impecable. Una prueba de esto lo da el plano de inicio. Mientras se ven los títulos asistimos a un plano cenital de las baldosas del patio, pronto barridas por unos baldazos de agua que dan lugar al aseo del piso. Sobre el agua se refleja el poco cielo que se ve, ceñido por balcones, y al ser un plano cenital nos preguntamos, ¿por qué no se ve la cámara? Está tan bien diseñado el artilugio del encuadre que hace imposible que veamos la cámara. Así como hay muchos y variados cuidados travellings laterales, en las calles del barrio, en el cine, dentro del mar. Ahora sí, la pobreza está reflejada de una forma brutal. Las villas miserias (sí, porque allí también las hay) son tratadas con impiedad: con calles de barro llenas de agua con maderas para cruzarlas, casuchas endebles de chapas y toda la decadencia posible, sin descuidar las diversiones, como una atracción de variedades que dispara personas en un cañón para caer en una cama elástica. Allí es donde viven los novios de las chicas, sin pensar en un porvenir mejor. Las calles de la ciudad están atestadas de desfiles militares y asistimos varias veces a camiones con guardias de soldados apostados para el ataque, incluso cuando van a comprar la cuna, hay una revuelta callejera de estudiantes con pancartas, que deja como saldo una corrida general y varios muertos.
El sr. Antonio decide terminar con su vida familiar e irse, ofreciéndole separación a su mujer. Cuando la Sra. Sofía vuelve de encontrarse con él le dice a Cleo, "todas estamos solas". Se irán a una zona de playas con sus hijos, la madre acompañada por Cleo, después de haber perdido a su criatura, para permitir que el padre regrese a la casa y se lleve sus cosas. Es muy significativo el plano donde sucede una boda en el fondo y en el frente Sofía les está hablando a sus hijos de su separación, como para mostrar las dos caras de la vida. En ese viaje a la playa, Cleo expondrá su vida, sin saber nadar, para rescatar a los hijos de su patrona, inconscientemente metidos mar adentro. Cuando por fin logra rescatarlos, se pone a llorar inconsolable, la entrada al mar le ha revivido su experiencia con el líquido amniótico y su frustrado parto. Todo es agua al fin y al cabo.
Todo se desarrolla en la Calle Tepeji N° 21, que es allí donde viven empleadas y patrones. Cleo trata amorosamente a los niños de la casa, los acompaña hasta que se acuestan, los despierta con cantos y besos, los ayuda a vestirse. Otro detalle, todos los perros que habitan el film son infinitamente buenos y mansos, como la perra de la familia que su único defecto es ensuciar en el patio, lo que provoca una bronca con Cleo porque no ha recogido el "popó" de la perra y el Sr. Antonio lo ha pisado. Aún cuando van a una finca para año nuevo, las paredes están tapizadas, macabramente, con todas las cabezas, embalsamadas, de cuanto perro habitó la casa en todo el tiempo en que existió. En la estancia se da otro fenómeno esclarecedor, en un sótano los empleados mexicanos festejan año nuevo a su manera, bailando rancheras y tomando alcohol. Cleo, todavía embarazada, es recibida por otra mujer quien le sirve en una vasija un jugo de fruta. Alguien empuja a Cleo y la tinaja cae al cuelo rompiéndose en pedazos y desparramando el jugo, lo que anticipa la ruptura de su matriz y la pérdida de su hijo.
La película es redonda, todo cierra de forma acabada y todo vuelve a la normalidad después del fallido parto y el viaje a la playa y el casi ahogo de los chicos. Vuelven las rutinas familiares y domésticas, con un reordenamiento de los cuartos y nueva disposición de la casa. Las actuaciones son buenas, no puedo decir que descollantes porque es muy notable la inexpresividad de Yalitza Aparicio dentro de sus limitadas facciones de indígena, lo bueno es que por fin pasó a ser centro de la historia un personaje que siempre estuvo en los márgenes, y que haya sido nominada como mejor actriz, es todo un reconocimiento a una minoría (o mayoría).
La labor de Cuarón sí, es asombrosa, con esos planos únicos, su blanco y negro que le dan una aire de atemporalidad al film y su pericia narrativa y visual. Muy bien ganado el Oscar a mejor director. La película es excelente. No se la pierdan.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



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