miércoles, 27 de enero de 2021

Mi crítica de "A Chorus Line" (Teatro-Musical)

 Era mi primera salida al teatro en plena pandemia. Tal vez para quien no consista un hábito no puede imaginarse la falta que nos hacía. Es como un índice de que estamos vivos, de respirar, de saber que la cultura o la diversión son tan necesarias como el pan en la mesa. Fue una forma de decir "a mí el virus no me mató y todavía estoy acá". Fue, simplemente como un acto de libertad. Mi amiga Norah y yo nos escapamos, hace dos domingos y nos fuimos a ver este musical tan entrañable y que habla justamente de eso: del amor por el teatro y de lo miserable que puede ser una vida sin estar en las tablas. Yo la había visto hacía dos años con casi el mismo elenco y también de la mano de ese genial conductor que es Ricky Pashkus. Falta Laura Conforte aunque no sé quién hace su papel ya que el programa de mano no lo especifica. Lo que les puedo asegurar es que nunca resonaron tan fuerte los aplausos como ahora, con el teatro casi vacío, funcionando a un 30%. No sé si el vacío funcionaría como caja de resonancia pero lo cierto es que el teatro se venía abajo. Ta vez sea por ese agradecimiento de la gente de que les hayan abierto los teatros y de ver a sus artistas en escena, tan necesitada como estaba la gente de esparcimiento y de alegría. Se respira un aire muy lindo en esos teatros enormes semivacíos y con personas maravilladas y maravillosas. El protocolo de cuidado en el teatro se cumple a pie juntillas y nos sentimos muy cuidados. Encima nos tocó un palco lateral con lo que perdimos parte de la derecha del proscenio pero todo estuvo muy bien.

Vamos a la obra, "A Chorus Line" es una obra mítica en Broadway que duró más de 15 años consecutivos en cartel con la magnífica partitura de Marvin Hamlisch, otro talento que además de ganar un Oscar por la banda sonora y la canción de "Nuestros Años Felices" y componer la música para "Castillos de Hielo" y "El año que viene a la misma hora" tiene otro musical importante en su haber: "Están tocando nuestra canción". Además la música del final del musical que nos convoca: "One" es mundialmente conocida y no hay ser en el planeta que no se le vayan los pies o la tararee al oírla. Lo singular de este musical es que no tiene una pizca de escenografía: todo el talento depende de los cuerpos, el baile y el canto de quienes están en escena, esos 16 postulantes a llenar una línea de coro en un musical de Broadway. Porque de lo que trata la obra es justamente de eso: de la lucha por conseguir un puesto en el reparto de un musical, en esa fila de bailarines y cantantes que hacen de sostén para la figura principal. No hay egos ni hay brillos, nadie sobresale ni es más que el otro. Todos deben coincidir con precisión milimétrica a levantar sus piernas, sus brazos y sus galeras y a unir sus voces para que resuene el gran espectáculo.
Hasta Cassey, la ex pareja de Zack, el director de la obra, quien hace muchos años era la elegida para ser figura principal de todos los musicales y ahora está buscando un lugar en la línea del coro para no morirse de hambre: ya descree de su talento, aceptó la derrota, sabe que sólo será convocada para bailar en un comercia de papel higiénico y necesita trabajar. Zack no se resigna a darle el papel, sabe que ella está para algo más, pero finalmente bailará y brillará con esos trajes de luces que semejan el oro en el baile final de la obra. Pero antes deberá lucirse frente al espejo demostrando que es la bailarina que prometía y a la que amaba Zack. También está la maravillosa Mariu Fernández en el papel de Diana Morales, esa chica torpe y descuidada que supo convertirse en la señorita Nada, como bien lo expresa su canción, otro himno musical dentro del teatro de Broadway. Y lo más curioso es lo homogéneo del elenco, todos brillan en canto, baile y actuación: son perfectos en lo que hacen. Parecen haber nacido para eso, aunque, según el testimonio de algunos, no todos lo tuvieron claro desde un principio: para algunos el baile se convirtió en una escapatoria para no morirse de hambre. Como la Señorita Operada, dueña de unos pechos escandalosos y de un traste que le combina. Ella soñaba ser una Roquette de su pueblo, pero una cosa la llevó a otra, muchos fracasos en los castings hasta que descubrió que un bisturí era lo que podía salvarle la vida y hacerla brillar. Se operó y se convirtió en un monumento a la opulencia y desde entonces todo cambió. Como esta historia de vida hay una por cada postulante, todos tienen algo interesante a contar y todos llevan su propia historia de dolor y de fracaso. Pero sólo unos pocos serán elegidos para integrar este prestigioso musical y lucharán con alma y vida para ganar ese papel.
Esta es una gran obra, donde toda la potencia está puesta en el potencial humano que vemos sobre el escenario. Y nadie mejor que Ricky Pashkus para comandarla, alguien que sabe mucho sobre musicales y quien se movió mucho durante los meses más duros para hacernos la vida mejor por streaming. Todo brilla en "A Chorus Line" y si brilla es también en parte por la maravillosa coreografía de Gustavo Wons, quien también tiene su papel en la obra. Vayan corriendo a verla antes que muramos todos porque no tenemos el derecho de perdérnosla.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 23 de enero de 2021

Mi crítica de "Conejo Blanco, Conejo Rojo" (Teatro)

 Ayer nos escapamos con mi amiga Norah a nuestra segunda salida al teatro del año -la anterior fue para ver "A Chorus Line", que más adelante comentaré-, lo que ocasionó la ira desmedida de mi primo enturbiándome la noche. Para colmo a Norah la grúa se le llevó el auto y tuvimos que pasar a retirarlo, además de una jugosa multa que tuvo que pagar la pobre Norah.

Pero bueno, anécdotas aparte la función fue brillante, esta vez con la obra "Conejo Blanco, Conejo Rojo" del iraní Nassim Soleimanpour, de 39 años en la actualidad, quien estuvo preso en su país hasta el 2013 por haberse negado a hacer el servicio militar obligatorio. Como consecuencia le fue retenido su pasaporte sin poder salir ni transitar por su país. Entonces se le ocurrió la brillante idea de escribir esta obra y mandarla por correo electrónico a todo el mundo para que pudiese ser representada por cualquier actor o actriz en cualquier idioma y en cualquier época. Lo notable es que su intérprete no debe conocer nada de la obra hasta el momento de la representación, abriendo el texto en un sobre lacrado delante de él. Y al público le está prohibido divulgar su contenido -acá es donde voy a cometer la infracción-. Lo primero que llama la atención es que hay dos vasos con agua sobre el escenario y un frasquito entre ellos. El frasco contiene supuestamente veneno que será vertido en uno de los dos vasos y que el actor deberá elegir que vaso tomar a final de la función. Esta interpretación nos tocó con Carola Reyna, que como gran actriz que es, salió airosa de la contienda. Aunque no sabemos si murió o no después de la función. El elenco que va a interpretar la obra es muy ecléctico, va desde la excelencia de Jorge Marrale, Mercedes Morán o la misma Reyna hasta bodrios y pésimos actores como Fede Bal, Soy Rada o Costa para "engalanar" el escenario (estos últimos es mejor que mueran en el experimento).
El tema de la obra, y de aquí la prohibición en Irán, es el suicidio, tema como sabemos, está prohibido tocar en países musulmanes y sobre todo en Irán -recordemos la polémica con la excelente película El Sabor de la Cereza, de la cual fue obligado el director a cambiar el final para no ir preso y permitírsele estrenarla- y el condicionamiento de recibir órdenes a distancia y el obligarse a ejecutarlas. La obra empieza con una Carola distendida -trae gran cantidad de amuletos y de anteojos- y a la vez nerviosa y preocupada ante lo que vaya a encontrarse. Abre el sobre y empiezan las marcaciones: la presentación del autor, el que haya escrito esta obra en el 2010 y la primera reflexión, que el pasado condiciona al futuro y este al pasado. Parece un simple juego de palabra pero veremos que no lo es. Nos explica ue está preso en su país por no haber cumplido con el servicio militar y el propósito por el cual escribe esta obra de teatro. Y el hecho del frasco de veneno ue uno de los espectadores debe verter en el vaso con agua. Empieza por pedir que en la sala nos numeremos para así poder citar por su número a los espectadores. Convoca a dos de ellos para que representen a un conejo rojo y a un oso. Estamos a la entrada de un circo en el cual el conejo rojo ha venido a ver la obra. No tiene su entrada y el oso se la reclama. Todo esto es dictado por el autor a través de la actriz que lee su texto. Como el conejo no tiene dinero se le pide un espectador que colabore con un peso. Luego se le pide a la actriz que imite a un chita imitando a un avestruz. Parecen pavadas, pero quiere demostrarnos ue estamos dispuestos a hacer cualquier cosa que un ser superior nos pida.
Luego viene la parte seria, donde va a hablar del suicidio y de las veintiocho maneras de hacerlo. Están entre ellas, balazos, ahorcamiento, arrojarse por un balcón, envenenamiento, asfixia, etc. y el número veintinueve se llama vida. No hay manera más simple y más dolorosa que esperar la muerte viviendo hasta llegar al final. Va a pasar a explicarnos el experimento del conejo blanco y el conejo rojo. Juntaba en una jaula tres conejos blancos muertos de hambre. Colocaba una zanahoria sobre una escalera y al primero en alcanzarla lo pintaba de rojo. Los otros dos recibían un baño de agua helada y, lógicamente, atacaban al conejo rojo. El conejo rojo cada vez se hacía más hábil en la recolección de la zanahoria, y cuando este fallaba, se lo sacaba de la jaula y se pasaba a pintar al nuevo conejo rojo. Cuando los tres conejos eran desechados se los reemplazaba por tres nuevos conejos blancos, ue ya habían heredado la costumbre de atacar al conejo rojo. En eso consistía el experimento. Ahora se va a pedir a tres personas del público ue interpreten a los tres conejos y el primero en alcanzar el objetivo será el vencedor. Lo hacen.
Ha llegado el momento de la despedida y, luego de pedirle a un espectador ue vierta el contenido del frasco en el vaso y revolverlo con una cuchara va a proceder a tomar lo ue ella considere que no es el veneno. Lo cierto es que durante la función se nos hizo cerrar los ojos y en ese momento pueden haber cambiado de posición el vaso. Se le pide a uno de los participantes ue suba al escenario y lea las últimas tres páginas en las ue se le indica a Carola lo ue tiene ue hacer. Se sienta en el piso y después de reflexionar un momento decide tomar el vaso del veneno. Debe acostarse en el piso y uedarse así hasta ue todos los espectadores hayan abandonado la sala, para ue no sepamos si está viva o muerta.
Bebe el veneno y se recuesta. Salimos todos en silencio.
Hemos presenciado un acto de suicidio inducido y una reflexión lúcida sobre la vida y la muerte y sobre obediencia a órdenes criminales en la propia persona de los espectadores. Jamás hemos sido tan manipulados en teatro por un ser del ue nada sabemos, ue no sabemos si está vivo o muerto y si algo se enterará de esta función.
Gracias por habernos regalado este momento tan movilizador del ue nada sabemos -como en el momento en ue estamos viviendo, acota Carola- y ue para algunos puede llegar a modificarnos la propia vida.
Y gracias por leerme nuevamente hasta auí
El Conde de Teberito -un crítico independiente- Y discúlpenme, me anda mal la cu,

domingo, 10 de enero de 2021

Mi crítica de "Los Monstruos" (Teatro-Musical)

https://www.teatrix.com/ver/los-monstruos


 Por fin Teatrix estrena una obra de lujo, "Los Monstruos", con las actuaciones excelentísimas de Natalia Cociuffo y Mariano Chiessa, ellos son Sandra y Claudio, padres a su vez de Dolores y Patricio respectivamente. La obra creada por Emiliano Dionisi y Martín Rodríguez expone en forma de musical una realidad cruda y potente: hay padres que se transforman en los monstruos de sus propios hijos. Y hacen que estas criaturas se conviertan a su vez en monstruos. Los mandatos, las exigencias, los pedidos, las agresiones, la convivencia, todo esto es de una profunda perversidad que saca lo peor de cada uno en esa relación paterno-filial que puede llegar hasta el mismo crimen. Una obra que sí tiene un final inesperado y revelador, no como tantas pacotillas que nos inundan, que estremece los cimientos más de nuestra condición como padres o como hijos. Ganadora de 4 premios Ace, 7 premios Hugo, incluyendo el de Oro del 2016 y 4 Florencio Sánchez entre otros múltiples galardones. Mi crítica detallada, en el momento de su estreno, rastréenla que vale la pena. Un honor presentar esta obra. No se la pierdan, acá se las dejo.

El Conde de Teberito (un crítico independiente).




jueves, 7 de enero de 2021

Mi crítica de "Fin de Engaño" (Teatro)

https://www.teatrix.com/ver/fin-de-engano


 Esta nueva obra que nos presenta Teatrix corresponde a una compañía de teatro española y está filmada en la Madre Patria. Con libro de Luis Sánchez-Polack y dirección de Darío Frías, la obra transita entre lo ya visto y lo por verse. En realidad nada es demasiado nuevo en esta propuesta, la estructura habitual: una noche de fin de año, cuatro personajes y muuuuuuuchos secretos por develarse. Que al final no terminan por sorprender a nadie porque ya conocemos el jueguito. Desde los griegos que vienen presentándonos en un escenario posibles sorpresas con otras nuevas vueltas de tuerca que conducen a lo más inesperado. Que ya se torna esperado. Son verdades que tampoco tengo muy claro si era necesario saberlas, puede que para el funcionamiento de esa familia importaran mucho, pero a nosotros como espectadores, ¿que nos aporta?, ¿qué nos importa? ¿modifica en algo nuestra visión de la vida, nuestro comportamiento, nuestra forma de pensar? La respuesta a todo esto es no, así que podría haber pasado muy bien de largo sin ver esta reveladora pieza... Que además se supone que es reidera... los gallegos pueden encontrarle su gracia, lo que es yo... incluso las risas de los amigos sonaban más que nada a compromiso. Porque además la puesta es muy sencilla, nada de producción, se nota que fue grabada por una compañía de teatro independiente, con un practicable como fondo, un sillón y una mesa con dos banquetas como escenografía. Hablamos de puestas minimalistas pero tampoco de teatro de la pobreza... Eso sí, el elenco es muy bueno, salvo el actor que hace de gay, que presenta el estereotipo archiconocido y recontra transitado del homosexual afeminado y amanerado (para componer aun gay recorran el trabajo que hizo Ranni en un capítulo de "Nosotros y los Miedos" y verán lo que es trabajo actoral para sacarse el sombrero -en caso de que usen sombrero-). Fuera de eso, las actuaciones muy buenas y hasta excelentes, con vitalidad y desparpajo y gracia hispánica.

La acción transcurre en lo de los García Saavedra, tres hermanos, a saber: Lucía, Mónica y Fernando y el pretendiente de Lucía, Carlos. Ya en el primer momento nos enteramos que la casi adolescente Mónica está enamoradísima de su futuro cuñado y no bien se quedan solos trata de avanzarlo con no pocas propuestas sexuales. Carlos empieza a dudar de su amor por Lucía y se deja llevar por la niña con la que además de compartir su amor por la play y la Guerra de las Galaxias se siente muy atraído. Mientras, irrumpe Fer con la noticia que le ha dado su padre de que es adoptado y las múltiples consecuencias que esto le ocasiona. Estado propicio para que Lucía, su ex hermana o hermanastra ahora, se lance sobre él con verdadero espíritu de comehombres ya que siempre lo deseó, y hasta se olvide de su compromiso con Carlos, a quien encuentra verdaderamente soso. Fer se escabulle del amor de su hermanastra y dice que él no lo comparte. Ella le recuerda cuando, hace 20 años atrás él le desgarrara su vestido nuevo y ella lo esperase en el cuarto completamente desnuda, con las piernas abiertas y lo besuqueara en la boca... Claro, el público español se ríe con ganas de todas estas cosas, a mí no me provoca ni una sonrisa, perdonen lo amargado... Luego suben Mónica y Lucía a ver a la Yaya, la abuela nonagenaria que odia a toda la familia pero que tiene una buena herencia, por lo que todos están esperando sin la menor verguenza que la vieja estire la pata, lo que, según sus cálculos, no debe faltar mucho en producirse. Se quedan solos Carlos y Fer y el primero lo incita a beber -es indispensable que se embriaguen bien todos los personajes para soltar sus secretos, como en toda obra de este tenor que se precie, ¡¿qué harían los dramaturgos sin una botella de whisky a su alcance?!-. Fer toma tequila, y esto lo hace salir del closet en el que ha permanecido tanto tiempo por mandato paterno, ahora que sabe que ya no es más su hijo se da permiso para asumir su nueva sexualidad... y se le tira encima a Carlos, diciéndole que está enamorado de él. Pero ahora se entera Lucía, quien se ha quedado sin Carlos y sin Fer, por su codicia de acapararlo todo, y Carlos acepta muy cómodo a Mónica como su nueva novia.
Pero aún nos falta conocer la historia de Carlos. Huérfano, fue criado por una tía soltera en un paraje solitario, quien parece ser lo trataba muy mal. El se fue de su lado y se metió en un grupo de whatsapp llamado Arroz con pollo, que contaba historias estrafalarias sobra la vida de su familia. Estos eran los García Saavedra, y así logró meterse en la casa, por interés, pero sobre todo por el olfato que lo llevó a la herencia de la Yaya, quien lo nombró su administrador y gerente personal y a quien le dejaba toda su fortuna -sin olvidarse de pasar una pensión vitalicia a sus 37 nietos-. Claro, con el tiempo aprendió a querer a la familia y a sentirse parte de ella, de modo que se puso de novio con Lucía, a quien acaba de dejar por Mónica, quien al saber todo esto, ahora lo rechaza. Los tres hermanos lo expulsan de la casa, pero enseguida se dan cuenta que se ha muerto la abuela, y quieren reconquistarlo para sacar una tajada de la herencia. Bueno, hasta acá voy a contar, aunque siguen las vueltas de tuerca. Pero, con qué necesidad se nos cuenta todo esto a nosotros, pobres espectadores que lo único que queríamos era reírnos y no lo conseguimos. El público es escaso y se nota que son amigos y familiares de los actores, es una función muy de entrecasa. Ellos son: Viki Villalba, Edu Rajón, Rodrigo Poisón y Carlota Baró, muy buenos todos, con puntos sumados para la actriz jovencita que hace de Mónica, no sólo por su belleza sino por su solvencia y actitud escénica marcada. Con mejores condimentos podría haber llegado a ser una excelente obra. Una lástima.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



viernes, 1 de enero de 2021

Mi crítica de "Yes, God, Yes" (Cine)

 Estoy francamente indignado con esta película. No me imaginaba que iba a ver una cosa tan ñoña, tan imbécil, tan superficial, viniendo como viene del cine norteamericano independiente. Tampoco me proponía ver un cuestionamiento a los fundamentos de la iglesia católica del estilo de Kieslowski, pero sí, al menos algo que hiciera tambalear los cimientos. El resumen de la cosa es que hasta los cristianos más fervientes, los que hacen de su religión su punta de lanza, cometen actos sexuales, ya sea consigo mismos o con otros. Nada de depravación ni de suciedad, que no sea para tanto.

La película empieza con una clase de sexualidad en una escuela ultra católica de los Estados Unidos por el Murphy (una cargada a la serie tan exitosa dirigida por Michael Landon?) les dice a chicos y chicas que los varones son como un horno a microondas, necesitan apenas segundos para calentarse mientras que las chicas son como los hornos tradicionales, van más lento.  ¿En serio se creen eso? Y que la función del sexo es sagrada por lo tanto su objetivo es... el matrimonio, y con él, la procreación. Todo acto sexual que vaya en contra de esto estará sancionado por el Señor. El único pecado que se le puede imputar a Alice (una jovencísima Natalia Dyer) y su amiga Laura (Francesca Reale) es el de rebobinar la película "Titanic" hasta el momento de la presunta relación sexual entre los dos jóvenes protagonistas. Con eso ya les alcanza. Cuando Natalia descubre que su teléfono celular, puesto en modo de vibración y colocado en su entrepierna le proporciona gratos momentos se le abre un mundo nuevo: el del pecado. Además se le acusa de haberle "tirado la ensalada" a su ex novio Wade (Parker Wierling), una expresión que sólo a los yanquis podía ocurrírseles, que parece que significa algo así como meter la lengua en el ano. Por supuesto que la quinceañera Alice vive en su mundo y desconoce lo que quiere decir lo de la ensalada. Así se lo preguntará a un desconocido que está del otro lado del chat por internet, cuando decida tener una sesión "prohibida" y su interlocutor le pregunte si ya está mojada y ella le contesta si él también se mojó. Por supuesto que sus aventuras por internet no prosperan porque está en la casa con sus padres y estos la controlan mucho. Pero se abre la posibilidad de asistir a un retiro llamado Kirclos a donde ella va de muy mala gana. Es tiempo de rezar el rosario y de dedicarse a la introspección. Pero lo primero que descubre al llegar es a Chris (Wolfgang Novogratz) quien le atrae de inmediato por su gran físico y por ser bien parecido -bien parecido a un mono-. El destino la separa de su amiga Laura poniéndolas en cabañas separadas, y ella tiene que ir a una liderada por la dulce y angélica Nina (Alisha Boe), una chica afroamericana que parece la encarnación de la Virgen María en la Tierra. Lo primero que esta le pide al acomodarla en su cuarto es que le entregue su reloj y su teléfono celular, pues el tiempo que se medirá de ahí en más es el de Dios. Alice hace trampa y se queda con su celular que le proporciona tantos placeres impuros...
Son recibidos por el Padre Murphy (Timothy Simons) quien les asigna una mesa y un número, a ella le toca la presidida por Chris y se ruboriza bastante. Les presentan una lista de sentimientos entre los que tienen que seleccionar los que hayan sentido últimamente y encuentra para escándalo: excitación. Por supuesto que lo marca, aunque en el momento de entregar la hoja quiera borrarlo infructuosamente. Aclaro, la excitación no siempre es sexual, uno puede sentirse excitado por millones de cosas, y de más está decir que yo me paso el día excitado, aunque es más de enojo que de sexo. Pero la pacatería norteamericana no lo entiende así y le cuesta a Alice una confesión con el Padre en donde tiene que aclarar que si bien estuvo caliente no hizo nada para remediarlo.
Pero como la mentira tiene patas cortas, Nina descubre que le ha ocultado el teléfono y como castigo la mandan a recoger la basura y limpiar los pisos de todo el salón. Una noche que se queda limpiando accede a la computadora del Murphy y se mete en un chat erótico para descubrir qué era lo de la ensalada, pero casi la atrapan. Al día siguiente, el Padre los anoticia que se dio cuenta de que alguien anduvo por su computadora para mantener charlas sexuales. Claro, ella no dice nada pero Laura sospecha que fue Alice. Otro día, mirando desde la ventana de la cocina ve a Nina practicarle una fellatio a un chico y ella, trapeador en mano, se monta sobre el palo y comienza a frotarse, llegando casi hasta el clímax si no fuera porque sor Luisa entró para hacerse un té. Cuando todas las sospechas de la computadora recaen sobre ella, ésta consigue una pulserita con el nombre de Wade, que éste deja caer, y la coloca hábilmente debajo de la computadora para que lo culpen a él. Esa noche, mientras hace la limpieza -pobre, la tienen como a la Cenicienta- descubre al Padre Murphy que entra a su despacho para... masturbarse viendo una película porno en su computadora. Claro, al día siguiente todas las culpas caen sobre Wade y este se confiesa públicamente de que utilizó la compu pero se arrepiente. 
Cansada de tanta hipocresía reinante, Alice se escapa de un fogón que hacen una noche en el bosque y se va hasta un bar de carretera, en donde encuentra un hada madrina que le pregunta si es del retiro. Y le dice que ella también fue ferviente católica en su adolescencia y que tenía miedo de ir al infierno y todo eso pero que por suerte se dio cuenta a tiempo de que todo era basura y que cada uno se tiene que preocupar por "su propia mierda". Cuando a Alice le toque ir a confesarse con el Padre le dirá que vio una película pornográfica y le describirá con lujo de detalles la que éste estaba viendo. El Padre se atraganta pero no dice nada y la manda a rezar no sé cuántos Padrenuestros y Avemarías. En la celebración final cada uno tiene que agradecer de alguna manera y Alice se despacha con un discursito "subversivo" sobre que el mundo de la religión está lleno de hipocresías, que cada uno tiene que preocuparse por lo propio sin tener miedo al pecado y ocuparse "de su propia mierda". Por supuesto que las bienpensantes almas católicas se escandalizan y cada uno vuelve tranquilo a su conciencia.
Por suerte Alice ha cambiado. No sólo sabe el significado de tirar de la ensalada sino que ahora elegirá una universidad que le abra la cabeza y que no esté a la vuelta de la esquina de la casa de sus papis. Y ya puede rebobinar sin culpa Titanic y meterse la mano en la tanga para divertirse un rato, y lo que es más... encuentra un juguetito que vibra...
Una soberana estupidez me pareció esta moralina que deja bien parados y sentados a los católicos practicantes norteamericanos, con profusión de crucifijos, vírgenes de las de cera y las de carne y mucho olor a viejo aunque aún se sigan dando clases como las del comienzo en colegios anquilosados en la historia. Y gracias a Darwin hoy no creemos el cuento de Adán, Eva, la manzana y la serpiente que sino... Por suerte cerebros subversivos hubo en todas las épocas, y no sólo le debemos a Darwin sino también a Galileo, a Servent y a Freud el habernos declamado lo que pasaba más allá de nuestras narices.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).