viernes, 31 de enero de 2020

Mi crítica de "Después de Nosotros" (Teatro)

Ayer fui a ver esta gran obra que venía con ganas de ver desde que se estrenó y no quería perderla. Debo confesar que colmó mis expectativas a medias, porque en vez de ofrecer respuestas a un tema tan preocupante, Chávez se queda en hacerse preguntas. Pero bueno, en definitiva eso debe ser el arte: un constante hacerse preguntas, ¿no? Aunque no salimos de la sala con la angustia con que nos dejaría el tema sino que ofrece algunas puntas de resolución, seamos justos. Ya vamos a verlo. Paso por paso. La obra lleva la firma de Julio Chávez y Camila Mansilla, dupla que ya ha dado exitosas obras y que acá vuelve a repetir la fórmula. Aunque aquí estemos frente a un posicionamiento diferente: la paternidad. Sí, porque Chávez juega el rol de padre en esta ocasión. Y es gratificante verlo en esa postura, habiendo estado casado con una mujer a la que amó, Andrea (Alejandra Flechner) aunque ya no estén juntos. Y es que el deseo de mí como espectador es el de ver a Julio por fin en un rol masculino y adulto, aunque como bien sabemos los que nos psicoanalizamos no es posible hacer que alguien sea heterosexual tan sólo con pedírselo, muy distinto es el camino que recorre el "deber ser" con el del deseo. Así que ya sabemos, nunca vamos a lograr cambiar a Chávez y su sexualidad aunque hubiera sido muy reconfortante saberlo padre. Acá se lo permite, por un rato. Y él es Juan Oribe, un reconocido cineasta que tiene un hijo, Federico (Matías Recalt) discapacitado, o "con capacidades diferentes", como la corrección política nos impulsa a llamarlo. Federico tiene problemas madurativos, si bien tiene 21 años parece un chico todavía. Y la gran pregunta que se hace Juan, quien está a cargo de su hijo es ¿qué pasará con nuestros hijos cuando nosotros ya no estemos? Pregunta inquietante y medular si las hay. Para esto no tiene respuesta Andrea, quien ha formado pareja con otra mujer, Paola, y quien se ofrece a llevarse a vivir con ellas a Federico, ya que las responsabilidades parecen abrumar a Juan.
Para colmo todo explota en esta noche. Un caño de agua se ha roto y hay un plomero trabajando en él (Mariano Musó), esa misma noche deben entregarle un premio a Juan por un documental, que él no piensa ir a recibir, la empleada de la casa, Mercedes (María Rosa Fugazot) ha sido echada por Juan tras haberla escuchado hablando mal de él y su ex esposa con el plomero ("yo creí que la esposa era una degenerada por juntarse con otra mujer, pero conociendo a este infeliz, me doy cuenta, a falta de pan, buenas son tortas..."), lo que enfurece totalmente a Juan y la pone de patitas en la calle. A eso se suma la gran amistad que Federico ha trabado con Mercedes, quien parece ser la única en comprenderlo y en "saber llevarlo", aunque se abuse de su amistad, como cuando le pidió que declarara ante la policía por un accidente con su hija sin haberlo presenciado. Le pidió a Federico que mintiera por ella, y él no miente, pero "si no se le puede hacer un favor a una amiga", dice él. Por eso todo está preparado esa noche para que todo explote. Pero no hay que tener miedo, la sangre no llegará al río, las explosiones son más implosiones, hacia dentro que hacia fuera. Es el interior de Juan lo que estalla, llevándolo hasta el llanto más regresivo, casi como un niño, situándolo a la par de Federico. Por suerte la obra no es el dramón que se anunciaba ser, sino que todo corre por la vía de la comedia dramática, hay mucho de humor en la pieza (aunque irónico o sarcástico) que impide que derramemos lágrimas. La pieza dura tan sólo una hora, pero es el tiempo justo para permitir que el conflicto se establezca y se desarrolle.
La personalidad de Juan es impulsiva, enérgica, verborrágica, algo que combina muy bien con la de Chávez y a la que ya nos tiene costumbrado, es por eso que en la actuación suya, si bien notable, como siempre, no hay nada nuevo que descubrir, Chávez no presenta ningún matiz novedoso que nos impresione. También Alejandra Flechner está muy bien, pero le he visto actuaciones más destacadas, sobre todo en el ámbito de la comedia, que es donde ella se mueve como pez en el agua. La interpretación de la Fugazot es también una composición buena, aunque breve, pero nos tiene acostumbrados a piezas de bravaura como su Bernarda Alba (lo que la consagró como actriz dramática), aunque acá se maneje en un tono más bien zumbón. Matías Recalt aporta candidez a su Federico y momentos de desesperación que están muy bien manejados por la hábil mano de Daniel Barone en la dirección, un director que suele acompañar las andanzas de Julio Chávez ya sean teatrales o televisivas. Volviendo a la relación de padre-hijo, podemos decir que Juan es un padre sumamente preocupado por todo lo que le sucede a Federico, aunque no por eso permisivo, lo reta cuando tiene que hacerlo sabiendo soportar las tempestades que desata. Tal vez sea un poco aniñada la manera de dirigirse a Federico, se inclina para hablarle, como para ponerse a su "altura", lo trata con mesura, casi delicadamente, cosa que no hace su madre ni Mercedes, aunque ninguna tratándolo como el adulto que es. Ambos padres están muy inquietos por lo que el futuro pueda depararle a su hijo, cuidándolo, casi preservándolo del mundo exterior para que nada pueda herirlo. Cuando Juan se entera de que le hicieron un reportaje a su hijo para emitir en la entrega de su premio, es que él decide no asistir, porque sabe que todos lo miraran con pesar por tener un hijo "diferente" y el se avergüenza de ello. Sabe que es un sentimiento que no debería existir, pero Juan no puede evitarlo: tiene "vergüenza" por su hijo, sabe que Federico es un ser maravilloso y que debería haberle tocado otro destino y no ese, pero no puede evitar el pensar con dolor qué le pasará a su hijo cuando él ya no esté para protegerlo. El final de la obra nos anuncia un rayo de sol en la forma de encarar las cosas, pareciera que Federico tiene una madurez que ni su padre imagina que está allí, en él. Así nos permite salir del teatro con una sonrisa que desempañe tanta nube ocasionada por la reflexión más cruda.
Finalmente Federico vuelve para quedarse con su padre, aunque Andrea y Paola quisieron llevarlo al campo, que es donde viven, pero él regresa, porque tiene que "cuidar de su padre", quien parece necesitarlo. Y es así, cuando se desata el temporal de ese caño que se rompe y Juan no encuentra salida para taponar el agua que brota, será Federico quien cierre la llave de paso nueva que Juan ni siquiera tenía conciencia de haber comprado. Todo parece transitar sobre carriles aceitados cuando vuelve a ponerse negro sobre blanco, aunque sepamos que no es así, que Fderico siempre va a necesitar de un Juan y una Andrea que velen por él.
La escenografía es ampulosa, una gran biblioteca, sillones, una pantalla de cine, una pared limpia con una cañería a la vista, todo casi desaprovechado por una acción que transcurre más en la palabra que en los hechos físicos, es una lástima que esto sea así porque sería bueno darle más utilidad a semejante decorado. De todos modos podemos estar hablando de una de las grandes propuestas para esta temporada 2020, con un texto rico, que sin embargo no posee subtramas, es lineal, y con buenas actuaciones, que sin ser novedosas, permiten reconocer el talento de los intérpretes. Una excelente opción para quienes se quedaron en Buenos Aires a pesar del calor.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

jueves, 23 de enero de 2020

Mi critica de "Yateencontraré" (Teatro-Infantil)


Ahora Teatrix editó esta obra de teatro para chicos registrada este año en el Centro de la Cooperación que está destinada a chicos muy chicos, de una edad aproximada entre los 2 y los 6 años. Para entenderla no es necesario meterse en los caminos del absurdo ni en los de la paralógica sino simplemente sufrir una violenta regresión... Y sí, porque acá no existen los "códigos para adultos" como podemos encontrar en las obras de María Elena o de Hugo Midón, en películas como "Shrek" o "Buscando a Nemo", las que permiten ir a los padres a disfrutar juntos a sus hijos. No, acá se hace presente la grieta una vez más, pero la grieta Adultos/Infantes, esa que desarticula cualquier forma de empatía o de comprensión de lo lúdico. Está bien, acá los grandes "juegan" con los chicos a "divertirse", pero es notorio que se quedan afuera. Y es que los autores son Daniel Casablanca (inefable integrante de "Los Macocos", con su cara de opa y ojos de huevo duro) y su esposa, la bella Guadalupe Bervih, y únicos intérpretes. Aunque, a decir verdad están acompañados por un dúo musical que son también los autores de la música y canciones: Ricardo Scalise  (guitarra y voz) y Dolores Usandivaras (acordeón y voz). Y un integrante más: Alejandro Bustos, quien realiza unas impresionantes imágenes con arena (sí, dibujos con arena) ampliados en pantalla gigante, y que son lo más artístico del espectáculo. Es necesariamente una obra de arte lo que este artista realiza con sus manos y un puñado de arena, francamente no tiene comparación, lo hace en vivo y sin red, a suerte verdad y le sale muy bien.
La absurda idea de "Ya te Encontraré" es que todo en la provincia de Corrientes tiene que terminar con una é acentuada, como chamamé, tereré, yacaré o yaguareté, las más usadas en el espectáculo. Y todo se reduce en la obra a situaciones acompañadas por una narración estructurada en rima que insiste en machacar con la maldita é o con rimas muy sencillas que los chiquitos, en su inocencia/inconsciencia festejan con gran algarabía, o en repetidas acciones de asustarse que de reiteradas terminan por molestar (es cierto el lema de que más de tres veces, una cosa pierde efectividad, y acá se usa hasta el cansancio, aunque reforzada por los padres). En sus mejores momentos (los de la acechanza de los animales "malos") nos acercan a los célebres "Cuentos de la Selva" de Horacio Quiroga, que escribiera justamente para chicos, con toda la fauna autóctona de Misiones y del litoral. Son los únicos momentos rescatables del show (que por suerte dura apenas 47 largos minutos). Son los tiempos destinados para el susto, aquellos que todos los pequeños necesitan y asimilan como algo saludable en los espectáculos, ya sea cine o teatro, y que estimula la imaginación y la capacidad reactiva del niño. Pero por desgracia son pocos, porque enseguida nos vemos "tranquilizados" de que todos los animales acechantes son "buenos". 
En resumidas cuentas, la fábula que acá se cuenta (sí, porque se trata de eso, de una fábula litoraleña), sitúa la acción en el pueblo de Miní, un pueblo minúsculo perdido en el mapa, en donde viven dos familias, los Garciareté (y dale con la é), con siete hijas mujeres y los Pereyrareté, con siete hijos varones, que son amigos entre ellos (por suerte no estamos acá entre Capuletos y Montescos), en donde la hija menor de los García (por favor, evíteseme el mal trago) se llama Tere, nombre que juega a la parodia con el de tereré, mientras que por su parte, el hijo menor de los Pereyra es Mateo, lo que combina con la primera persona en presente del verbo "matear". Entre estas dos confusiones tenemos que pasarnos otro rato de réplicas obtusas que no llevan a ninguna parte. Como todos sabemos, los séptimos hijos de las familias se convierten en lobizones, y no serán estas dos familias ajenas a esa rareza, sino transformada, acá la niña adopta la presencia de un yaguareté mientras que por su parte, Mateo lo hace con un yacaré. Este es el gran secreto que mantienen ambas familias celosamente guardado y que se convierten en los temores de las noches de luna llena de el chancho y el sapo respectivamente. Por suerte, resultan ser animales amigables y todo el conflicto se resuelve enseguida y terminan enamorándose ambos niños y compartiendo su "animalidad" pacíficamente. Son objetables las payasadas que ambos intérpretes descargan durante el espectáculo, aunque celebradas por los más pequeños de la familia (de espectadores, en este caso). Toda la acción está reforzada constantemente por los milagrosos dibujos en arena que organiza Bustos y crea el marco propicio para el deleite visual, a falta de escenografía.
La dirección de Andrés Sahade intentó dar un clima propicio para los chicos sin importarle lo mal que lo puedan pasar los grandes, creando un espectáculo que no tiene grandes momentos de lucimiento interpretativo. El trabajo de los actores hace padecer vergüenza ajena, salvando por mucho la labor de Guadalupe por encima de la de Casablanca, dada su belleza, su simpatía y su desparpajo, que la convierten en una clown aceptable mientras que él no pasa de un vulgar actor que en otros tiempos, por lo que me cuentan, supo brillar con "Los Macocos" y tuvo una destacada interpretación en "Toc Toc" durante los diez primeros años.
Aún así, el espectáculo con todas sus falencias es un show prolijo en su factura visual y que complace a los más chicos, que ese era su objetivo final, así que no tomen muy enserio mis descalificaciones porque lo estoy viendo con la mirada de un adulto desencantado porque dejó atrás su infancia. Sepan perdonar. Aún así se los envío para que los chicos que estén de vacaciones lo puedan disfrutar.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

miércoles, 22 de enero de 2020

Mi crítica de "Los Padecientes" (Cine)

"Los Padecientes" es una película de 2016, basada en el best seller de Gabriel Rolón, su novela del mismo nombre, y es este agudo psicoanalista quien colaboró en la confección del guión, por lo cual la película refleja de manera bastante exacta el espíritu del libro. Es en principio una obra de suspenso, a la manera de Ágatha Christie, donde debe descubrirse el autor de un crimen, pero, claro, el detective en este caso no será el belga Hercule Poirot ni la inglesa anciana Mrs. Marple, ni el mismísimo Serlock Holmes, sino Pablo Rouviot, un psicoanalista, alter ego de Rolón.  Y la obra acierta en la elección de ese personaje, ya que la labor del psicoanalista es lo más parecido a la del investigador policial, ir en busca de la verdad allí donde sólo hay apariencias o mentiras, desentrañar el pasado y una vocación cierta por lo oculto, lo riesgoso, lo sesgado, lo que comprometa los lugares más oscuros de la condición humana. Por eso que Rouviot deberá sortear miles de obstáculos y hasta de peligros, todo parece tambalear cuando se hunda hasta las manos en la investigación, desde ser espiado sin piedad en su intimidad hasta las amenazas encerradas en un mensaje abiertamente amenazador.
La trama de la película (y del libro) transcurre en la Buenos Aires de hoy, allí donde atiende el terapeuta, en su propio consultorio, hasta donde se llega Paula Vanussi (la "China" Suárez), hermosa mujer de veintipico, para pedirle al analista (Benjamín Vicuña) que firme unos papeles, como perito de parte de la familia, que desconecten a su hermano Javier Vanussi (Nicolás Francella) de la acusación por el crimen de su padre, el adinerado Roberto Vanussi (el siempre afecto a los papeles "hijos de puta", Luis Machín), por ser éste incapaz ante la ley, debido a su enfermedad psiquiátrica. Ante la belleza de la peticionante, Rouviot no duda en dar el sí a la ayuda, pero sabe que esa mujer le está vedada, y lo será para siempre, por cumplir el rol de su paciente (aunque en términos reales no lo sea). Sabe que su atracción por ella sólo le traerá complicaciones y así se lo hace ver a todo el mundo y a sí mismo, que es lo más importante. Él todavía está enroscado con la ausencia de Alejandra, su antigua amor quien lo ha abandonado hace un año, "el desamor es lo más parecido al duelo, porque el ser amado ya no está, está perdido para siempre", analizará en algunos de sus libros. Pero pronto encuentra el afecto y el sexo en los brazos de Luciana (Justina Bustos), la secretaria del médico donde está internado Javier Vanussi, una estudiante de psicología seducida por la atracción que él le ofrece a través de sus libros.
Pero volvamos a la acción. Javier Vanussi está en coma farmacológico desde la muerte de su padre, y no es testigo posible del psicoanalista, deberán despertarlo para eso. Y justamente es lo que le pide al médico tratante. Roberto, el padre de los hermanos Vanussi, fue descubierto en una laguna de General Rodríguez, cercana a la casa familiar, poco después del asesinato, y todo apunta a que el culpable fue Javier. Pero estando en el bar de su colega "el gitano" (Pablo Rago), se le presenta una prostituta que le pide desentrañar la verdad, que no inculpe a un inocente y le dice que el fingimiento es el arma más usada, algo de lo que las prostitutas conocen mucho, ya que todo su oficio está basado en el fingir. Unos minutos después de haber dicho estas palabras, morirá atropellada por un auto. Sin embargo deslizó antes el nombre de un conocido de ambos, Fernando Arana. Hasta el ring de boxeo donde este abogado entrena, va a verlo Rouviot, y allí se entera que Roberto Vanussi era archiconocido en el ambiente por entrenar chicas jóvenes, en su mayoría menores de edad, para ejercer el oficio más viejo del mundo en sus fiestas negras, fiestas a donde concurrían hombres mayores de 50 y mujeres menores de 20, y, claro, él mismo. Hasta los más altos estratos de la sociedad política estaban involucrados en ello. Pero hay una tercera hermana de los Vanussi, Camila (Ángela Torres), una chica de 13 años que estudia violín y lo practica sin cesar, sueña con poder ejecutar el concierto en mi menor de Mendelssohn, algo con lo que todo concertista sueña. Y veremos al comienzo de la película que lo conseguirá. "Todo el secreto está en la mano derecha, la del arco, y no en la de las cuerdas del violín", le confiesa Camila, ya que no debe temblar el pulso al ejecutar un violín. Claro, en el libro, la resolución del crimen es sencilla y casi obvia, sin nos guiamos por la foto o el dibujo de la portada. En el film es algo mucho más complicado. Y todo se trata de sembrar pistas falsas a cada instante y hacer incriminaciones varias que resultan falsas, según vaya corriendo el metraje de la película. Cada movimiento que realizan los personajes es algo muy estudiado y ensayado, tanta es la precisión del tratamiento psicoanalítico con que se ha resuelto encarar este ambicioso proyecto. Si bien hay pistas que distraen, como la aseveración de Javier (al que por fin consigue entrevistar, despierto de su sueño) de acotar que sintió los gritos de su madre cuando el padre la estaba violando y fue a matarlo, mientras que Camila nos cuenta que su progenitora murió cuando ella tenía cuatro años... Es algo que no coincide, claro, hay un flashback del relato de Javier que resulta ser "mentiroso", el momento del asesinato del padre y del forzamiento de la madre. Algo por es estilo aparecía en la película de Hitchcock "Pánico en la escena" (mejor llamada "Pánico escénico", que las bondades de la traducción no nos dejaron disfrutar), un flashback que no decía la verdad, pero el maestro inglés se disculpaba diciendo "no nos quejamos de que alguien cuente mediante imágenes recuerdos del pasado, tampoco nos importa que algún personaje nos mienta, ¿por qué debería afectarnos entonces un flashback mentiroso?". Claro, todo en la película se subsana cuando Javier "nos" dice: "hay que ver lo parecida que era mi mamá a mi hermana". Y ya no nos cuesta mucho imaginar lo que sigue.
Rolón (y Nicolás Touzzo, el director del film) bucean en lo más oscuro, perverso y retorcido de las personalidades humanas para pintarnos un cuadro de hasta donde llegaban los límites de esta familia (o la falta de ellos), y nos hace recorrer senderos pesadillescos, como esos cuadros pintados por Paula que esconden una verdad inocultable y dolorosa y aterradora, que son bien analizados por Rouviot (Rolón), o el simple juego de las escondidas que realiza el analista con Camila, que desencadena el terror y la violencia en ésta. Hay también por ahí involucrados un jefe de policía bastante honesto, Bermúdez (Osmar Núñez), que está convencido de lo erróneo, un abogado impaciente por la firma del terapeuta que desvincule a Javier de la presunta culpabilidad, y miles de extras que ponen la cuota de intriga y misterio a una película inquietante y llevada con mano firme y que llega a buen puerto (literaria y fílmicamente). En cuanto a la calidad interpretativa, no dudamos en que se ha acudido a los mejores; nadie como Vicuña para darle carnadura a ese Rouviot que no tiembla ante el peligro pero sí con los perros, a una "China" Suárez que aporta toda su belleza, su encanto y una gran fotogenia y calidad para asumir a su Paula, un Nicolás Francella que no resta dramatismo a un esquizoide personaje y una Ángela Torres que sabe aportar carisma y simpatía a su joven violinista (que sin embargo debió haber tomado más lecciones de violín para aprender cómo se mueven los dedos en el instrumento). Todo apunta al misterio y a dos horas de expectación que tienen en vilo al auditorio. Muy buena producción nacional que sabe sacar todo el jugo de un libro ingenioso y que combina psicoanálisis con asesinato. Un buen cóctel.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

jueves, 9 de enero de 2020

Mi crítica de "Doña Disparate y Bambuco" (Teatro-Infantil)


Qué lindo sería retornar a la niñez, ese territorio en donde todo está permitido y donde no hay límites para el juego y la imaginación, y donde todo el futuro está por llegar y no hay años acumulados... Ahora Teatrix nos regala "Doña Disparate y Bambuco", esta obra de la inmortal María Elena Walsh plena de magia y sorpresa, como así de música y canciones. Es preciso, para comprender el mecanismo del teatro para chicos de la gran compositora de música para niños y para grandes, la total suspensión de la incredulidad, el absurdo y el sinsentido total son parte de este juego iniciático donde todo está para sorprender y lograr la carcajada y la complicidad de los más chicos de la familia. La Doña Disparate del título es nada menos que Georgina Barbarossa, quien conoce mucho del teatro infantil por haber participado en incontables obras, y acá se encarga también de la sorprendente dirección, junto a Rubén Cuello. Y el buen gusto musical corre por cuenta de Martín Bianchedi, otro hábil conductor de los caminos de la armonía. El teatro de chicos es cosa seria. Porque si hay alguien imposible de engañar es un chico. Cuando un actor está actuando mal o no convence, en fin, cuando se le ven los hilos, el primero en denunciarlo a viva voz es el chico. No hay nada que escape a su percepción. Y si algo no lo satisface está ahí para alertarnos. Un elemento básico es el de suspender todo parámetro con la realidad, es el "dale que" de cuando éramos "esos locos bajitos" y todo entraba en nuestros juegos y nuestras experiencias. Así podemos entender la lógica de tomar el té con tazas de porcelana que no se ven, que son servidas por los personajes al insólito grupo de invitados de esa sesión de té, y todos los chicos y sus papis reciben sendas tazas de té de manos de Doña Disparate o de Bambuco, junto con los riquísimos "mequeteques", que moriré sin saber qué son, pero deben ser deliciosos. Así también es posible conjugar todos los deseos últimos de un chico con ir a visitar a la naranja, como si su vida dependiera de eso, es la única forma de comprenderlo. O el hecho de ver surgir un río en la mitad de la sala, con peces y olas, aunque ese caudal de agua sea sólo una tela extendida en el piso. Por eso que me duele haber abandonado la niñez, aunque el regalo de María Elena nos permita derramar alguna lagrimita espontánea ante tantos recuerdos.
Y así llegan las canciones. "El último tranvía", la inolvidable "Canción para tomar el té", la hermosa "Lávate paloma", "Sobre el Puente de Avellón", la lacrimógena "Manuelita", la pícara "La Calle del Gato que pesca", la "Chacarera de los Gatos" o la fundamental "La Naranja se pasea". Todo con el encanto de un grupo bien ensamblado y compacto de cantantes-bailarines-actores que juegan a ser chicos y que lo son por un rato. Son ellos: Jorge Maselli como Bambuco, el compañero inseparable de Doña Disparate, las abundantes (físicamente) Sol Agüero y Romina Laudani y los muchachos Mariano Díaz y Sebastián Zilotto junto al músico Franco Rossi, quien también aprovecha para jugar. Todos ellos unidos al encanto de la Barbarossa que no tiembla al animarse a imitar a China Zorrilla en su forma de hablar y decir bocadillos. Por supuesto que es infaltable como maestra de ceremonias de este ritual mágico.
La acción transcurre en un lugar indefinido, calles, casas con puertas pesadas que rechinan, el mismo París y el Museo del Lovre junto al palacio de la Mona Lisa y su esposo Mono Liso, que será el encargado de domar a la naranja que se pasea de la sala al comedor (no le tires con cuchillo, tírale con tenedor). Y juntos recorren las mil y una peripecias que los conducen por el sendero del absurdo donde todo es posible y el mundo se encuentra patas para arriba. Donde es lícito ver pasar a Manuelita rumbo a París y encontrarse con un gato ladrón de sombreros, o con el hada Gulumia (que es la reina de las aguas y quien instala el río ficticio para lavar la ropa). Única forma de ver llegar a un dúo de bomberos con mangueras que echan fuego para apagar el agua y que terminen aprovechando el río para que Doña Disparate les lave la ropa. Los chicos se prenden a cada ocurrencia y festejan todos y cada uno de los chistes salidos hace tantos años de la imaginación de María Elena Walsh y son un gran aliado cuando llega el momento de presentar a cada nuevo personaje, con aplausos cómplices o gritos espontáneos que comparten con los papás que acompañan. La fiesta se convierte entonces en un gran convite para hijos y padres que crecieron con las mismas canciones que divirtieron su infancia, y que ahora festejan junto a sus críos. La hermandad de padres e hijos se vuelve pieza esencial del engranaje de "Doña Disparate y Bambuco" y ellos lo saben (los padres y los hijos), porque se saben compartiendo un mismo espacio lúdico que los grandes no perdimos por el peso de los años, siempre es bueno un recreo para soltar ese infante que llevamos dentro y que se sorprende con los mil y un detalles ingeniosos de la obra. Está pensada a futuro. La Walsh sabía que su obra estaba llamada a trascenderle, y que iba a ser representada muchos años después de su muerte, y fue escrita pensando en esa visión de eternidad que tienen todas las obras inmortales. Como Shakespeare, como Discépolo, como Moliére, la obra de María Elena Walsh puede ser puesta en cualquier momento, en cualquier circunstancia social, política o económica que no perderá un ápice de vigencia. Puede hacer reír a muchas generaciones de chicos y seguramente también a los venideros. Como la literatura de otro grande infantil, Hugo Midón, están planteadas para puentear espacios y tiempos deleitando a millones de chicos por igual.
Las actuaciones son todas de calidad, materia importante para hacer ágil un buen espectáculo infantil, que dura la hora exacta que no cansa ni deja con ganas de más, y la música ofrece un plus extra, porque las canciones de la Walsh son conocidas, pegadizas, todos las pueden cantar y aplaudir y no necesitan presentación, además de formar un marco acorde a la acción que se está transmitiendo en el texto. Decíamos que las chicas están muy bien formadas corporalmente, ¿por qué será que todas las actrices de obras para chicos están tan buenas? Dan ganas de ser un pibe más y avalanzarse sobre ellas so pretexto de cariño... Todos son simpáticos y dúctiles y pueden enfrentar dos o más papeles con igual solvencia, salvo los dos protagónicos que no se mueven de sus roles. Pero tanto la Barbarossa como el mencionado Maselli forman una pareja ejemplar en cuanto a química y entendimiento mutuo, imprescindible para un buen funcionamiento de cualquier dúo cómico, y más cuando es planteado para chicos. Aunque se les puede reprochar que las presentaciones ("Doña Disparate, nariz de tomate" "Bambuco, nariz de cuco, o Bambuquito, nariz de mosquito") una vez repetidas y hasta tres veces, como decía mi directora de teatro Elsa Orrea, pierden efectividad cuando son usadas más de esa cantidad de veces y llegan a cansar. Único reproche argumental que puede hacerse a la obra, sin contar aquellos que son más referencias para padres que para niños de corta edad. Pero bueno, el resultado es impecable y augura un muy feliz retorno a los caminos de la infancia. Véanla con gusto. Sólo tienen que hacer click en el "Ver Obra". Que la disfruten.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).