sábado, 28 de noviembre de 2020

Mi crítica de "Pies de Acero" (Cine)

 Alejándome un poco del mundanal ruido, mientras escucho la 9° de Mahler, excelente y exquisita sinfonía, dejo de lado por un rato los cuestionamientos sobre por qué no cuidaron mejor a Dieguito Armando, por qué tuvo que venir a morírsenos Dios y los desmanes cometidos en la Casa de Gobierno, como si los barrabravas se fueran a detener por tratarse de un velorio y en la mismísima Casa Rosada. En fin, todo a lo que nos tiene acostumbrados el circo de la Argentina. Y me encuentro con esta película, "Pies de acero", de un ignoto David Gow, de quien sólo conseguí saber que filmó esta única película como director (2006) y que su actuación más destacada fue en "Las Invasiones Bárbaras" -como actor, lo que en definitiva es- además de aparecer en 46 películas más, la mayoría de ellas para TV. La película que nos ocupa es muy rústica, casi, artesanal, esto se puede ver ya desde la tipografía que utiliza para los créditos, un film "indie" si queremos darle más prestigio. Los materiales con que cuenta este film son muy limitados, un guión del que hablaré más adelante, una escenografía compuesta por una celda en donde se desarrolla casi toda la acción y dos actores bastante talentosos: David Strathaim y Andrew W. Welker, entre los cuales se mantiene un "duelo actoral", o eso quieren hacernos creer.

El guión de "Pies de Acero" se limita a un ejercicio teatral de primer año del conservatorio, la dialéctica entre el amo y el esclavo, uno que manda y el otro que tiene que obedecer, un montaje de psicodrama bastante convencional, con ribetes de ideología nazi en su contexto. No hay más que eso. Un juego con sombras en la cara de Mike (Walker) en un momento, como para que digamos "qué sutil es este director, cómo quiere hacernos ver las luces y las sombras de este personaje" y unas cuantas malas palabras bien sazonadas como para darnos la impresión de "de contenido adulto". La primera escena, la de las patadas al trabajador pakistaní que le provocarán la muerte y a Mike la cárcel, está filmada ¡en ralenti! y nos da verguenza ajena (recuerdo la descarga de patadas de Alex en "La Naranja Mecánica", de Kubrick, al compás de la Sinfonía Coral de Beethoven o de la obertura de "Guillermo Tell"). De ahí, el joven skinhead pasa a prisión y se le asigna un abogado... judío: Danny Dunkelman (Strathaim), quien en su primera entrevista consigue sacarle que estaba alcoholizado por whisky y cervezas cuando cometió el acto reprobable y que llevaba puestas botas militares con puntera de acero. Y que lo pateó 38 veces. Su víctima sobrevivió tres semanas, como para describir sus dolores físicos y la pérdida de un ojo, y la disculpa que hacía a su agresor. Todo entre crudo e idílico, vea señora.
Mike no quiere que se lo juzgue como un skinhead, ya que no quiere que se enjuicie a su movimiento sino a su persona. El abogado es judío y se lo hace saber, para ver la reacción de su defendido, y le pregunta si está de acuerdo. Mike dice que en un mundo ideal haría lo posible para que lo eliminaran, pero que en ese momento lo necesita. Dunkelman recibió las enseñanzas de su padre, un judío sabio y conciliador, quien le decía que hay que cuidar incluso a aquellos que lo quieren ver muerto. Tal vez por esas palabras es que ahora decide tomar el caso y jugarse por él, aún a riesgo de perder a su esposa (¡!), como si él se obsesionara tanto con el caso que olvidara sus deberes conyugales, cosa que no ocurre. En la lectura de los cargos se presenta toda la banda de amigos skinheads haciendo sonar sus botas, lo que descoloca a Dunkelman porque lo hacen poner en ridículo haciendo parecer el crimen como una cuestión racial -que en el fondo es lo que era-. Mike se queja de que están perdiendo Montreal a manos de los inmigrantes judíos y negros.
En otra visita a la celda, el abogado le lleva a Mike una foja de papeles con sus cargos para que los lea y prepare su propia defensa. Le presta el portafolios de cuero que le regalara su padre. Mientras, Mike utiliza su tiempo inútil en la celda para tatuarse en un brazo con un punzón un símbolo nazi. Destruye su celda debido a su impotencia para enfrentar su crimen, descarga su violencia luchando con su sombra. Dany vivista a Mike en su celda y éste le reprocha que no le haya devuelto una llamada. El abogado aprovecha para preguntarle si tiene alguna idea con respecto a lo que leyó. Mike no tiene. Dany le reprocha por sus amigos skinheads que quieren matar por deporte a todos los descendientes del Holocausto. Mike entonces lo hace enfurecer y le reta a pegarle, a lo que Danny se niega. Finalmente le dice que si empezara a pegarle no podría parar. Esto le da una idea al acusado para empezar a preparar su defensa.
En otra visita a la única escenografía, están ensayando una expresión del juicio. Danny le pide que hable de forma concisa y corta, a lo que Mike se arrepiente de haber cometido el crimen. Dunkelman lo hace tentar para que se enoje, le pregunta si se siente basura blanca, a lo que éste responde que no. Y prepárensese porque se viene la parte del "circo-drama". Danny le pide que explique su crimen, su defendido dice que es porque no les dan trabajos valiosos a los hombres blancos, todos se los asignan a los inmigrantes o a los judíos. Dany se enoja (¡uy, que miedo!), quiere que diga por qué mató al hombre, se descontrola. Mike se reconoce como un soldado blanco ario que está siendo controlado y torturado por los judíos, mientras hace el saludo nazi. Eso sí, todo con mucho grito, mucha furia y mucha "convicción". Grita a viva voz que los judíos son escoria que hay que eliminar. Entonces Danny le pide que lea la declaración de su víctima, ahora que está en pleno trance traumático. Mike se niega, pero finalmente Danny lo obliga a hacerlo. Como era lógico de esperar (¿lógico, ante semejante infrahumano?), se quiebra al leer el perdón que le dedicó su víctima. Termina "destruido". Danny quiere que lea el documento nuevamente, quiere que sea la hebra que pasa por el ojo de una aguja, según la tradición judía. Mientras, Danny debe soportar que su esposa abandone la casa.
Lo que vemos del juicio concreto es poco y nada, sólo un Mike pidiéndole a las autoridades que hagan algo respecto a su problema, con eso concluye su alegato. Es reporteado por la televisión y se define como alguien que tomó el camino equivocado. (¿Cómo, se desdijo de todo lo que sentía en lo más profundo de su ser o será por conveniencia?). Su condena fue aliviada gracias a la buena actuación de su abogado, mientras éste goza de su cabaña y su yate aunque subsista el dolor por la partida de su mujer. Lo han ascendido. Nos enteramos que estuvo en cama durante dos meses, se entrevista con su cliente, quien va a visitarlo a su morada. Danny continúa odiando a Mike por su antisemitismo, sin embargo le regala el portafolios que heredara de su padre. El abogado Dunkelman termina la película comparando la tela sagrada con la cual su padre leía la Torá, con el universo...
Qué bueno que todo se haya arreglado por el buen proceder el abogado, esas aves de rapiña que deben hacer que sus defendidos tengan la menor pena posible, aún cuando hayan cometido un crimen aberrante y, en el fondo sigan pensando de la misma manera. ¡Ah, no, cierto que en el último instante cambió y vio todo con otros ojos!! Entonces, ¡qué lindo es tener la conciencia en paz, tranquila y sin mácula! Una película que el señor Gow podría no haber filmado y que nadie lo hubiera sentido...
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente)



martes, 24 de noviembre de 2020

Mi crítica de "Sr. Mikozzi: Humor Acido" (Teatro-Unipersonal)

https://www.teatrix.com/ver/sr-mikozzi-especial-de-pandemia


 Teatrix tuvo la ocurrencia de auspiciar proyectos organizados durante la pandemia, y así tenemos por lo menos cuatro exponentes de diversos géneros que trabajan en teatros solos o desde la pantalla de su computadora. El primero de ellos pertenece al "humorista, actor y guionista" Pablo Mikozzi (que parece más una infección por hongos que el nombre de un actor), que según se nos auspiciaba desde la plataforma de Teatrix "recorrió el país despertando las mejores críticas con su humor ácido, con un sólo propósito: reír pensando". A la flauta, me dije yo, ¿será una combinación de Les Luthiers, Woody Allen, Pinti, Quino, Fontanarrosa, Bernardo Koremblit, Dolina y Geretto? ¿Será el humor elegante y fino que tanto me gusta, habrá surgido alguien nuevo en el rubro? -No me crean, no soy tan ingenuo- El humor ácido que proponía me sonaba a algo transgresor e inteligente a la vez, algo así como la lluvia ácida de potente...

Otra que lluvia ácida, ni un caramelo Arcor de ácido... ácido un gusto... no, el problema con el Sr. Mikozzi es el mismo que tienen las promociones de la publicidad, que es que cuando comprás lo que te insuflaban nunca resulta ser tan bueno como lo que te proponían. El Sr. Mikozzi no pasa de ser un cómico de cuarta, con algún que otro chispazo de ingenio -muy a cuentagotas- y mucha confianza en sí mismo. Desde el comienzo se presenta como un delivery, esos que te traen la pizza a tu casa, encargado de llevar la risa y la reflexión a las casas en estos tiempos de pandemia. Enseguida un chorro le roba el bolso con la pizza, la bicicleta y la gorrita. Qué gracioso... Los cinco personajes que va a presentar son desparejos, van de peor a mejor, siempre alejado del estado de excelencia que es dable pedir en un caso como este. El primer monólogo, el del paranoico, juega con los temores propios de la pandemia y con lo que es de conocimiento público, cómo se transmite el virus, cómo prevenirlo y las posibles consecuencias, todo muy ácido, vea. Con un par de "transgresiones" como decir que toda la pandemia es un plan ideado por La Cámpora o llamarlo Pelado a Larreta.
En El Feto, representa a un bebé que está por nacer, pero que todavía no ha abandonado su estado fetal, y tiene la muletilla "no, yo ni en pedo nazco", que repetirá hasta el hartazgo. Mi directora de teatro Elsa nos decía que cuando una cosa causa gracia no debe repetirse más de tres veces en la obra porque pierde el efecto. Este señor parece que no estudió esa lección, porque va a repetir sus muletillas de cada monólogo infinidad de veces, lo mismo sucede con la palabra puto en El Hincha o "pobreeeee" en La Cheta. Las observaciones que hace el bebé no son muy agudas que digamos, más bien son verdades de perogrullo y el monólogo aburre en vez de iluminar. En El Hincha afina un poco más la puntería, ya que se trata de un barrabrava psicoanalizado, que va a cantar todos sus estribillos y arengas en favor de la terapia y mete por allí algunas cosas relacionadas con la teoría freudiana, que, como salta a la vista, muy poco tiene que ver con la pasión futbolera. Lo que tiene de lúcido este scketch lo tiene de falta de gracia, ya que, permítame que se lo diga: El Sr. Mikozzi no tiene nada de gracioso... Ya está, se lo dije. Sí, porque le falta esa gracia natural que sólo algunos iluminados tienen. Así como reconozco que Mundstock y Rabinovich eran la mar de graciosos y en cambio López Puccio trata infructuosamente de pasar por divertido, es bueno reconocer que algunos cómicos no tienen ese don por más que se esmeren y sus textos sean humorísticos.
En el monólogo de La Cheta tiene un poco más de puntería debido a la creación de un personaje -aparece vestido de mujer, con falda corta- con acento propio y características de una clase social alta, a diferencia de sus otros personajes de marginales. Y logra cierto tipo de transgresión al burlarse de los pobres y sus falencias estructurales como culturales -cayendo en las propias falencias de una cabeza hueca de la clase acomodada- se puede decir que este sea el más elaborado desde el guión, sin llegar tampoco a cotas de originalidad ni atrevimiento transgresor.
El último personaje, El Rey Lumpen es un chico de la calle, borracho y drogadicto que se ocupa de cuidar coches así como de pequeños robos, con un desprecio total con todo lo que sea cultura del esfuerzo. Con una duración de no más de diez minutos cada uno, sus monólogos trajinan entre el tedio, el aburrimiento, la escatología y la grosería, con sobreabundancia de malas palabras y poca originalidad. Como dije, algún chispazo de lucidez le cruza por la cabeza de vez en cuando y es ahí cuando el actor y el guionista brillan. Sino, brillan por su ausencia.
Mikozzi explica que se puede hacer humor con absolutamente todo, que no hay límites -igualmente parece que su mundo es muy estrecho-. A partir de esto en una entrevista que le hicieron a Daniel Rabinovich, él decía que se puede hacer humor con casi todo pero no cuando a un chico que está en las trincheras lo amenaza un soldado nazi con un lanzallamas en la cara. Claro, existen diques naturales por respeto o por pudor. Como así Woody Allen ante la pregunta de "¿no sentís respeto porque hayan muerto 6 millones de judíos?", él responda muy suelto de cuerpo "bueno, los récords están para ser rotos". Ya vemos, ante los límites del humor hay varias opiniones, lo cierto es que no se puede hacer humor con todo. Mikozzi cuenta que empezó en un circuito muy chico en el barrio de San Telmo, en un lugar frecuentado por prostitutas y travestis a dónde su abuela lo acompañaba y quedaba deslumbrada con la fáuna del lugar. Así un día llegó al San Martín y la abuela le dijo: "me embolé terriblemente con estas obras, volvé a San Telmo con las putas y los travestis". Lugar de dónde el Sr. Mikozzi no tendría que haber salido nunca.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente). 



domingo, 22 de noviembre de 2020

Mi crítica de "Antes del Anochecer" (Cine)

 Y me mandé tres al hilo. Esta es la tercera de las críticas de las "Antes de...", la menos idílica, la más desesperanzada y descorazonada, la que tiene más personajes secundarios aparte de ellos dos -ya viven dentro del mundo, se han casado, tienen hijas en común, amigos, lectores, etc.-. Ahora estamos en Grecia, pasando seis semanas en plan de vacaciones. El guión, como siempre ha sido compuesto por Linklater más Hawke y Delpy y por fin tiene música incidental propia, y hasta una canción de títulos cantada en griego. A pesar de que han pasado los años, el disfrute no deja de ser completo. Están más viejos y cansados -41 años, no es tanto, pero lucen agotados- sin dejar de ser hermosa Julie Delpy, se la ve más gordita y culona, y Ethan Hawkw ha perdido un poco de su magnetismo, además de lucir sucio y desprolijo, como buen yanqui, frente a la francesita pulcra.

Al comienzo del film Jesse está despidiendo a Henry, su hijo de 13 años en el aeropuerto, hay complicidad entre ellos a pesar de que Jesee ya no esté junto a su madre. Hay una infinita tristeza en el rostro de él al verlo partir. Jesse y Celine se han casado entre sí hace nueve años y tienen dos hijas gemelas de 7 años (cada una). Mientras él va manejando por su viaje en Grecia, ella diserta de si debe trabajar a las órdenes del gobierno; no le gusta pero no le queda otro remedio que aceptar. Ella recuerda que cuando chica tenía una gata llamada Cleopatra, y que cada vez que salía por ahí venía preñada y luego daba a luz dos gatitos. Siempre dos gatitos justos. Un día desayunando con su padre éste dijo: "lo más difícil de mi vida fue matar esos gatitos...". Claro, la gata paría 7 ú 8 y él debía deshacerse de los que sobraban. Se los llevaba en una bolsa de plástico con éter. Esto descorazonó a Celine. Henry le dijo a su padre que pasó el mejor verano de su vida, pero no fue por su compañía sino porque hubo una chica, incluso se lo llegó a confesar a Celine ya que él estaba muy preocupado sobre cómo besar. Jesse siente que tiene que ocuparse de él ya que su madre lo está estropeando. Necesita de un padre que lo forme como hombre. Celine dice que ya arrojó la bomba, que es por eso por cómo se desunen las personas; discuten un poco sobre esto y ella dice que lo dijo mitad en serio mitad en broma. Pero ya la piedra de la discordia está plantada, será por esto por lo que lleguen a la discusión del final.
Llegados a la finca de Patrick, un viejo escritor y su amiga Natalia, Jesse juega al fútbol con sus amigos; Celine y sus hijas recogen verduras en el huerto y luego colabora para la confección de la ensalada. Stefano, un amigo italiano que Jesse se hizo allí, le dice que leyó sus dos libros y le pregunta si es cierto que en el segundo, cuando perdió el avión se quedó en el departamento de ella teniendo sexo desaforadamente. Acá vemos que lo que cuenta Jesse en sus libros es la historia real, y también nos actualiza lo que no pudimos ver de la conclusión de esa película anterior. Este se lo confirma. Y le dice que ahora está trabajando en un libro sobre gente que tiene enfermedades en el cerebro: una de ellas es una anciana que se la pasa en un continuo deja-vu, después hay un tipo que se desconoce cuando se ve en el espejo y por último un ama de casa que cree recordar todas las caras que vio en su vida. El libro es sobre el paso del tiempo y sobre la percepción y luego escribirá un film sobre ese material.
Ya sentados a la mesa, Patrick, el patriarca anfitrión propone un brindis por haber conocido a todos los amigos que asisten a su comida -son 8 en total- y dice que cuando vio a Jesse en el aeropuerto vestido de esa forma se dijo a sí mismo "este tipo nunca puede ser un escritor". También hay una parejita joven que se conoció el año anterior, mientras ella hacía Shakespeare en el teatro. Quedaron en contacto viéndose por skype y se quedaban dormidos juntos a través de la pantalla. Stefano acota que piensa que así será el sexo del futuro, puedes hacerlo con quien quieras, y en la forma que quieras y que no intervendrán los genitales. Son todas parejas que se aman. Y cuando Celine juega a portarse como una puta ingenua con Jesse, ésto lo hace sentirse muy orgulloso de su mujer. Anna, la jovencita les pregunta cómo se conocieron, y Celine le hace un pequeño racconto de la situación y le recomienda que si quiere saber cómo es el sexo con ella tendrá que leer los libros. Anna se pregunta si el amor dura, ya que, por cierto, no es eterno. Natalia, la adulta amiga de Patrick dice que está olvidando de a poco la cara de su difunto esposo, y se dedica cada mañana a recordarla, y que hay días en que éste se le presenta. Jesse brinda entonces por la permanencia.
Luego vemos a Jesse y Celine caminando juntos por el terreno griego, en un travelling que los seguirá los minutos largos que dura esta conversación, en plano medio, y aunque no sea un plano secuencia, da esa sensación (son más de 10 minutos). Ella le recuerda la carta que él se escribió cuando tenía 20 años para el Jesse de 40: Jesse por ese entonces quería que todo transcurriese muy rápido, aunque ahora pide todo lo contrario. Ella dice que por primera vez está extrañando el correteo de sus dos hijas, ahora que están solos y preservados de tener que cuidar de ellas. A lo que Jesse comenta que la vida personal de cada uno está dada desde el momento en que sale de la casa de sus padres hasta que nacen sus hijos... Celine le pregunta si la viera ahora en el tren la invitaría a bajar, después de haber sido madre de gemelas. Jesse le contesta con esquives, para decirle enseguida que es la mujer más atractiva que ha conocido. Jesse tiene 41 años y Celine advierte que es el hombre más viejo con el que ha tenido sexo. Luego de seguir caminando un poco Jesse le dice que su abuela de 98 años ha muerto y que llevaba un año de viuda. Estuvieron casados 76 años. Celine le pregunta si a ella la aguantaría 76 años. Jesse dice que lo estropeó, ya que llamó a su padre para darle el pésame y le dijo que ahora era huérfano, y a él no le gustó nada esa broma. Entran a una pequeña capilla levantada por los turcos en su invasión a Grecia y Jesse dice que la gente deja limosnas para los ciegos. Celine promete no hacer más chistes de mamadas en capillas y dice que sus hijas le preguntaron cómo había sido su boda. Luego asisten a la puesta del sol desde un café griego.
En la recepción del hotel una mujer joven le pide a Jesse si puede firmarle el libro ya que tanto ella como su esposo lo admiran y le pide que también lo firme Celine ya que ella debe ser la heroína del relato. Ya en la habitación, Jesse deja al descubierto las tetas de Celine (si García Lorca, que era un poeta hecho y derecho podía decir tetas, yo que no le llego ni a los talones, creo que también puedo utilizar la misma palabra), que permanecerán un buen rato al aire, firmes y sólidas todavía, aunque pequeñas. Cuando están por hacer el amor, llama Henry para avisar que ya está en Londres, de lo que deriva una discusión entre los esposos por la tenencia del niño y su futura crianza en Chicago. Celine ve cómo se desmorona todo su sueño de trabajar en Francia para el presidente y nota que lo único que quiere Jesse es recuperar el tiempo perdido con su hijo y sacárselo a la alcohólica de su madre que sólo piensa en vengarse como Medea.
Celine dice que quiere el trabajo en Francia, aunque a la mañana dudara de él, y que él puede irse a vivir a Chicago con su hijo que ella se quedará cuidando de sus hijas en París. Discuten. Celine se trastoca, todo su ser angelical se pone como si fuera una furia. Y dice que él sí puede estar escribiendo todo el día y que a ella le gustaba tocar la guitarra pero que ya no puede hacerlo. Jesse acepta que fue su música la que le cambió la vida y que debería encontrar tiempo para hacerlo. Celine se vuelve vulnerable cuando piensa en el cuidado de sus hijas y Jesse aprovecha para abrir una botella de vino. Entonces Celine le pregunta si se acostó con esa chica de una tienda y él se excusa diciendo que la ama y que ama a sus hijas, y que no le pregunta lo que hizo ella cuando fue a visitar aquel ex-novio suyo. Entonces Celine se da media vuelta y sale del cuarto de hotel. Vuelve un momento para decirle que ya no lo quiere. Y vuelve a salir. Jesse mira el té que Celine había dejado sin tomar, el vino que tampoco probó ni la fruta que no comió. Celine está sentada sola en un bar afuera, Jesse va a ella. Luego de un corto intento de acercarse a ella fingiendo no conocerla, se pone a "leerle" una carta que la Celine de 80 años le escribió para la de 40. Y le dice que le envió a ese joven que está enamorado de ella y le advierte que la noche que mejor sexo tuvo en su vida fue al sur del Peloponeso. Celine le dice enojada que no todos son figurantes de sus libros. Y Jesse termina leyéndole que la vida no es perfecta y que tendrá unas cuantas dificultades a los 40 pero que podrá sortearlas y sus hijas crecerán hermosas y serán luchadoras feministas. Celine termina dando el brazo a torcer y aceptándolo una vez más haciéndose la inocente, una combinación mortal para Jesse y para todos nosotros.
Así termina esta película dulce y amarga como la vida misma, con luces y sombras, diciéndonos que no todo es el cuento de hadas que nos contaron cuando empezó esta trilogía, allá hace exactamente 27 años, en una noche vienesa, lo que daría lugar a la más grande epopeya fílmica jamás contada, una que pudo vencer el paso del tiempo, con sus pérdidas y sus recuperos, con sus achaques, con la pérdida de la juventud y el entrar a la adultez, con el nacimiento de los hijos y con los vaivenes amorosos que nos hicieron estar en vilo casi seis lustros. Inolvidables Celine y Jesse, inolvidable maestro Linklater. Imperecederos Julie Delpy y Ethan Hawke.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



jueves, 19 de noviembre de 2020

Mi crítica de "Antes del Atardecer" (Cine)

 Carlos, sé que no estaba en tus planes que viera las dos secuelas de "Antes del Amanecer", pero vos sabés cómo son las adicciones, y yo soy adicto a estas películas, como puede haber otros que lo sean con Star Wars o El Padrino. Ante todo voy a decir que esta vez el film no me conmovió tanto como en anteriores visiones, por lo que pude verlo sin llorar (aunque algún moco derramé) pero igual me atraviesa de una forma impensada. Quiero decir que para aquellos que no crean en el amor, nada mejor que ver esta saga de películas donde queda demostrado que es posible no sólo el amor a primera vista sino la reelección después de muchos años juntos, como vamos a ver en el tercer film. Jesse y Celine. Celine y Jesse. Ya los incorporé como parte de mi familia o como esos amigos cercanos de quien uno siente envidia por esa relación sin fisuras que llevan. Han pasado 9 años y no se han vuelto a ver. Ahora Jesse Wallace está en Francia y se ha convertido en un escritor de éxito con su novela sobre el amor de una noche entre un joven norteamericano y una francesita. Está dando una charla para la presentación de su libro en París. Y ahí nomás se presenta Celine. No puedo decir que el tiempo haya hecho estragos pero sí que ahora están más distintos, tal vez más aplomados con la madurez, ella más flaca pero igual de linda y él un poco más asentado. Le pregunta a su editor a qué hora sale el avión y le dice que tiene una hora y media. Justo lo que dura la película. Parece filmada en tiempo real, aunque no en una sola toma, pero el tiempo que transcurre es el exacto que duran sus conversaciones y paseos. Jesse ha sublimado su pasión en arte: escribió un libro. La invita a tomar un café, le dice que todavía tiene tiempo. Celine se disculpa de que no pudo ir a la cita concretada porque justo ese día murió su abuela en Budapest; ni uno antes ni uno después, es así como el azar teje sus hilos. Ella tiene miedo de que su peor fantasía se haga realidad: saber si él fue.

Claro que fue, y lo pasó muy mal, aunque pensó que algo grave le habría sucedido para perderse el encuentro. Recorrió una y mil veces la estación de trenes y hasta dejó su número de teléfono en carteles por todas partes. Sólo lo llamaron un par de prostitutas que quisieron alegrarle la noche. Celine se siente terriblemente culpable por no haber ido, pero no hubo nada que hacer. Y se siente halagada por ser la protagonista de su libro, aunque dice que idealizó bastante aquella noche y le pregunta si no escribió sobre si la hubiese encontrado. El le dice que sí, que en su relato se la pasan haciendo el amor frenéticamente durante 10 días hasta que se dan cuenta de que no son compatibles, pero hubo que eliminar ese capítulo pues los editores sólo quieren historias de amor.
Caminando por las callecitas de París, Jesse le pregunta a qué se dedicó y ella le dice que se graduó en ciencias políticas y que ahora está trabajando para una asociación ambientalista y que estuvo un año en la India en una planta purificadora de agua. Ella opina que el mundo se encuentra al borde de un desastre; él es más optimista: entran a un bistró a tomar un café.
Celine cuenta que estuvo viviendo en New York del 94 al 99 y él, que se había mudado a esa ciudad, pero nunca se cruzaron, para su desgracia. Ella desistió de vivir en los Estados Unidos una noche en que un policía le dijo que si quería sobrevivir tendría que comprarse un arma y aprender a usarla. Celine añora la buena onda de los norteamericanos ya que los franceses son más tristes. Les gusta la comida, saben cocinar pero no son tan "calientes". De eso Jesse se siente orgulloso. Se preguntan si están fisonómicamente diferentes y llegan a la conclusión de que están hermosos -conclusión que yo comparto-. Ella le cuenta su experiencia en Polonia cuando todavía existía el comunismo: no había nada que comprar, ni publicidad; el deseo disminuyó en ella y pudo tener la mente más clara. Aun así coinciden en que el deseo es el motor de la vida y que siempre es saludable anhelar algo. Jesse entonces la narra su experiencia con unos monjes trapenses, son totalmente pacíficos, no quieren convencer a nadie, son gente muy amable y lo único que quieren es estar en paz con Dios.
Salen a recorrer París, guiado por ella. Celine niega haber tenido sexo con Jesse aquella noche, y él no cree que no pueda acordarse. Ella dice que trata de guardar en un cajón todas las cosas que le resultan tristes, y acepta a regañadientes que pudieron haber hecho el amor. Tal vez lo olvidó por ser ese día el de la muerte de su abuela. Sabía que lloraba sin saber si era porque no volvería a ver más a su abuela o porque no volvería a verse con él. Disertan sobre el final de la vida, ella no quisiera morirse sin haber hecho todo lo que le queda por hacer: tocar más su guitarra, escribir más canciones, aprender a hablar chino. Casi siempre está deprimida, y cuando eso le pasa llama a su mamá por teléfono, quien le pregunta si tiene cáncer o si está por suicidarse. Celine le pregunta a Jesse qué haría si estuviera a punto de morir. El le dice que no hablaría para nada sobre su libro, pero sí sobre las maravillas del universo... en un cuarto de hotel durante sesiones de sexo salvaje. Ella le contesta que para qué esperar a un cuarto de hotel y no sobre un banco de plaza, en lo cual él la arroja en sus brazos. Es digno de destacar que hasta el momento no se habían tocado ni acercado el uno al otro. Y no lo volverán a hacer a lo largo del film. Enseguida pasan a hablar de una amiga de ella que no supo satisfacer a su novio y se pelearon: desde entonces harán un cuestionario exhaustivo sobre todas las preferencias sexuales de su compañero antes de empezar una relación.
Caminan al borde del Sena. Ella leyó un artículo sobre él y su casamiento. Está casado con una maestra de primaria y tienen un hijo de 4 años. Celine está de novia con un fotógrafo de guerra que se pasa mucho tiempo fuera. Jesse quiere tomar un ferry para recorrer el Sena y le dice que todavía tienen tiempo. Ya en el barco, pasan por debajo de Notre-Dame y él le cuenta la famosa anécdota de cuando los alemanes tomaron París, que le encomendaron a un oficial que volara la catedral y él no pudo hacerlo sobrecogido por su belleza. Celine dice que se siente muy triste cuando termina una relación porque recuerda todos los pequeños detalles, ya que cada novio que tuvo es único e irrepetible. Mientras Jesse cree que escribió ese libro para volverla a ver, ya que sabía que estaría presente en su presentación en París. El se lamenta de que no haya podido ir a Viena: tal vez sus vidas hubiesen sido distintas desde entonces. "Tal vez sólo podamos tener relaciones cortas", dice Celine. Y le pregunta cómo es su vida de casado. El no quería traicionarse y dedicarse algo más importante -como había planteado en el film anterior- pero se enamoró, fueron y vinieron varias veces hasta que ella quedó embarazada. Igual pensó en Celine todo el día de su boda y hasta creyó verla entrar en un negocio cuando se dirigía a la iglesia. Probablemente fuese ella ya que para entonces vivía a muy pocas cuadras de allí. En los últimos 4 años él ha tenido sexo no más que 10 veces. Ella le retruca que si hubiese tenido sexo cada diez minutos no hubiera terminado el libro.
El chofer los recoge en el destino de la embarcación y deciden llevarla hasta su casa. Celine acepta. Ella ha sufrido tanto por amor que ya está inmune. Todo estaba bien en su vida hasta que leyó el libro y le removió todo. Cree que entregó todo su romanticismo aquella noche para luego enfriarse. Hasta acepta recordar que tuvo sexo con él y que fueron dos veces, y el vino, y el parque, y las estrellas. No quiere retenerlo -es lo que va a hacer- pero quisiera que no estuviera casado. Jesse acepta que lo está pasando muy bien con ella. Esta reconoce que su vida sentimental es miserable y él le dice que sueña con ella y que despierta bañado en lágrimas. Que su único momento de felicidad es cuando está con su hijo, que quiere divorciarse de su esposa y tener una vida mejor. Llegan a la casa de ella y va a acompañarla hasta la puerta. Celine se aferra a su gato como si fuera lo único que tiene en el mundo; es altamente impactante la idea de desolación y soledad que emana de los dos en esos momentos. El gato se llama Che, a lo que Jesse le dice que se hizo comunista, y ella le dice que no, que en Argentina quiere decir "oye". Suben las escaleras de su departamento con parsimonia, como quien se acerca al cuarto de bodas. Jesse le pide escuchar una canción propia y ella toma su guitarra y le toca un vals en el que habla de su única noche juntos y de lo importante que fue para ella y de una invitación a repetirla. Jesse ya se ha acomodado en su sillón, dispuesto al disfrute. Pone un disco de Nina Simone y ella comienza a imitarla, constituyendo un acto de seducción peligrosamente pergeñado hacia él. Se mueve muy insinuantemente y de forma lenta hacia él y le dice que va a perder el avión. Jesse le contesta que ya lo sabe -pero creemos que no le importa, y está muy bien que así sea- y está decidido a pasarla a lo grande.
Termina esta película maravillosa que duró sólo 1 hora 15. Y tendremos que esperar otros 9 años para saber en qué terminó todo. Por suerte yo ya lo sé, pero me guardo para la próxima crítica. Es de remarcar que en esta ocasión el guión no le perteneció sólo a Linklater sino que lo construyeron entre los tres. Una vez más la maravilla se ha desatado ante mis ojos. Es una película que dentro de la fachada de alegre esconde una profunda tristeza, una infinita soledad y desencanto con el estado de cosas que a cada uno le tocó vivir después de aquella noche mágica. Ambos quedaron imposibilitados para amar, para unirse gozosamente a otra relación que no fuera la suya. Veremos cómo lo recomponen. En estos años que vienen hay que recuperar el tiempo perdido, y no quedarse en la enseñanza de Proust de que los únicos paraísos que existen son los paraísos perdidos...
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



lunes, 16 de noviembre de 2020

Mi crítica de "Antes del Amanecer" (Cine)

 Conclusión: terminé descompuesto, después de haber llorado tanto viendo "Antes del Amanecer". Debo aclarar que la trilogía de Antes de... son mis películas favoritas por sobre todas las demás que existan en este mundo, y que me lloro la vida cada vez que las veo. Lloro de emoción, de envidia, de satisfecho. Cómo no conmoverse ante una historia de romance sin golpes bajos, tan bien narrada, con dos actores tan maravillosos y carismáticos. Porque Richard Linklater inventó el cine. Cuando no había nada, cuando nadie había contado nada todavía, en un universo en que no existían ni Bergman, ni Truffaut ni Tarkovski, él vino a crear la luz y lo hizo de la manera más auténtica posible, con una historia de amor entre dos jóvenes casi dejando la adolescencia y casi por entrar a la adultez. Cómo no conmoverse con Celine y Jesse si son jóvenes, hermosos, inteligentes, sensibles, auténticos, frescos, veraces, sensatos, sanos, espontáneos, ocurrentes y, lo más envidiable, tienen toda la vida por delante, y todo el amor también. Claro, cuando veamos que la segunda parte se filmó 9 años más tarde y la tercera otros 9 años después veremos que las cosas no son como soñamos -o soñaron- y que ya no tienen el mundo por delante sino que el mundo vino y se los comió a ellos. Pero no nos adelantemos... Cuando se filmó esta película, en 1995, yo tenía 26 años, casi la edad de los protagonistas, y no podía dejar de soñar con que eso me iba a pasar también a mí, que viviría un romance ideal, con la persona más perfecta del mundo, justa para mí... y el tiempo pasó y eso no ocurrió, cómo no llorar ahora, a mis 51 años y ver que ese horizonte que soñaba ya no se va a producir, que nunca tendré mis 26 años y estaré en Viena, en una noche de primavera con la chica perfecta. Porque todo es perfecto en este romance, las ocurrencias más locas, la atracción compartida, los mismos deseos, las mismas intenciones, hasta las disidencias entre ellos parecen las justas y necesarias. Después de todo, ¿no es así como empiezan todos los romances de la vida, con todo en el perfecto orden y con todas las sensaciones a flor de piel y pareciéndonos que todo es maravilloso, único e irrepetible? Yo también pasé por esas sensaciones, no me puedo quejar, he tenido mis romances y mis coincidencias, pero ¿cómo hacer para que ese estado dure 27 años y después de ese tiempo vuelvan a elegirse? Es casi alquimia, pero no es un milagro, mis padres duraron 60 años juntos y volvieron a elegirse, hasta llegar juntos al final, claro que sin la pasión ni el entusiasmo de Jesse y Celine.

Trataré de ser breve con el resumen. Jesse y Celine se conocen en el tren que va a Viena, en su viaje por Europa, se encuentran de casualidad y se invitan a tomar un café en el tren. Ella viene de Budapest de ver a su abuela y es francesa, con 23 añitos, él un poco más, es norteamericano y tiene que pasar la noche en Viena para hacer el trasbordo que lo lleve a tomar el avió para Estados Unidos. Está leyendo "Todo lo que necesito es amor", de Klaus Kinski, otro torturado. Y como Kinski, él también está en busca del amor. Después de contarle una idea tonta para un programa de televisión que no se diferencia mucho del Gran Hermano -sólo que años antes- y trata sobre la vida diaria de la gente común y corriente. Y de contarle cómo fue su primera experiencia con la muerte: cuando a sus 4 años murió su abuela, y él estaba usando la manguera, reflejándola contra el sol para producir un arco iris y vio la imagen de la abuela aparecérsele entre las gotas. Y que cuando cerró la manguera todo se esfumó. Así debía ser la muerte. No volver a ver nunca más al ser querido. Es por eso que cuando ellos piensen "inteligentemente y como adultos" en que esa va a ser su única noche juntos y no van a volver a verse jamás, están tomando la peor decisión de sus vidas. Es igual a la muerte. 
Jesse le propone a Celine bajarse del tren con él en Viena, y como no tiene dinero para pernoctar, pasarse la noche caminando y charlando por esa extraordinaria ciudad, hasta que llegue la mañana, en que tiene que tomar el avión. Y se lo plantea de la siguiente manera: "para que dentro de 10 o 20 años, cuando estés casada y aburrida puedas pensar lo que me perdí por no haberme quedado con el tipo aquel, o si llego a resultar un desastre, lo que gané". Claro, toda esa perorata no era necesaria para convencer a Celine: ella ya había decidido que quería bajarse con él -secretamente-. Es de remarcar que pasan un tercio de la película sin tocarse, sin rozarse siquiera, por eso que cuando venga la explosión va a ser tan fuerte. ¡¿Cómo pueden permanecer sin tocarse durante tanto tiempo, digo yo?! Hay una conexión inmediata entre ellos dos, y esto es imposible de ocultar para ninguno de ellos ni para nosotros, espectadores. Ya en Viena se encuentra primero con el dúo de actores aficionados que los invitan para esa noche a ver la función de la obra que presentan. Toman el colectivo y empieza el juego de preguntas y respuestas con la más exacta de las verdades. Él le pregunta sobre su primer sentimiento sexual, a lo que ella contesta con confianza y ella le hace una pregunta mucho más comprometida y profunda a él: si alguna vez se ha enamorado, él la mira profundamente por un instante y contesta con un seco "sí". Siguen las preguntas y respuestas, lo que nos va dando más información sobre ellos y los va ayudando, a la vez, a desnudar sus interiores. Luego se meten en una disquería y deciden escuchar un disco en la cabina de audición: hay muy poco espacio allí para los dos, y las constantes miradas que se lanzan y se esquivan, el pudor por no rozarse y la proximidad hacen muy incómodo y sensual -y sexual- su aislamiento en la cabina, sin decir una palabra, sólo dejando que la música hable por ellos. Luego recorren un pequeño cementerio de gente -en su mayoría encontrada a la orilla del Danubio, y en su mayoría suicidas-, ella ya había estado allí y la recuerda una tumba que la conmovió en su momento: la de una chica de 13 años, la misma edad que tenía ella cuando la vio.
Están ahora en un parque de diversiones, en la noria en las alturas, desde donde pueden ver el río y la puesta de sol... no pueden más y se besan con toda la pasión y el arrebatamiento del mundo, luego se funden en un tierno, cálido y largo abrazo que los une más a los dos. Bueno, ya está, diría uno, pero eso es sólo el comienzo de un romance que va a durar por lo menos 27 años -loso fanáticos estamos esperando la cuarta parte, en el 2022-. Luego del beso nos enteramos que el proviene de padres separados y ella de un matrimonio felizmente casado, pero que igual hay algo que la lleva a rebelarse contra el orden establecido, tal vez por su conciencia de mujer. Y que él sabe que fue un hijo no deseado, así que se siente feliz de asistir a una fiesta a la que no fue invitado. "¿Conoces algún matrimonio feliz?" pregunta ella, sólo para completar que su abuela estuvo casada una punta de años pero enamorada todo ese tiempo de otro hombre al que nunca pudo tener.
Luego están tomando una copa en un café y se les acerca una gitana quien le lee la mano a ella y le dice que es una aventurera, una buscadora, que cree en el poder de la mujer y que sólo podrá encontrarse con ella misma si aprende a aceptar los errores de la vida. Apenas le mira la mano a él y le dice que está aprendiendo. Se despide la adivina diciéndoles: no olviden que son estrellas los dos, somos polvo de estrellas. Ya en la vieja catedral, Celine dice sentirse conmovida -a pesar de que no es religiosa, por un lugar que puede concentrar tanta esperanza y tanto dolor. Ella dice sentirse como una anciana que está rememorando momentos ya vividos. Jesse, en cambio, dice vivir como un chico de 13 años perpetuos que se encuentra realizando ensayos para el acto de fin de curso. Él le habla del casamiento de los cuáqueros, que se ponen los novios uno enfrente del otro y sólo se miran sin decirse nada, y después de una hora ya están casados. Eso le toca el corazón a Celine. En esta escena sobre todas se nota el peso y el valor de las miradas de ambos, prácticamente se devoran con los ojos y notamos que sólo hay amor en ellos. Digo yo, después de pasar por esta experiencia estos dos actores -Ethan Hawke y Julie Delpy, me había olvidado de nombrarlos- cómo no se enamoraron de verdad, cómo pudieron seguir con sus vidas sin sentir el fuego sagrado de la pasión después de haber hecho esta serie de películas.
Caminando al borde del Danubio se encuentran con un poeta callejero y lumpen que les ofrece hacerles un poema con una sola palabra que les arrojen ellos, y que si están conformes, le pagan. Le dicen la palabra "batido" y el artista les escribe un flor de poema. Claro que le dan algunas monedas. Luego se meten en un pub, y mientras juegan al "fleeper" él le pregunta si sale con alguien. Celine le dice que cortó hace 6 meses con un tipo que era feo, sucio y malo, y se pregunta por qué siempre se sienten atraídos por personas que no les gustan mucho. Fue a una psiquiatra y le contó que había escrito un cuento sobre una chica que planea matar a su novio, con todo lujo de detalles, y ésta le dice que la va a denunciar a la policía... Ahora le toca el turno a ella de preguntar. Jesse viene de pelearse con su novia, en Madrid a dónde había ido a buscarla, hasta que se dio cuenta que ella lo evitaba y prefería estar sin él. Y hace la siguiente reflexión: ¿te das cuenta lo poco que te importaba la gente que dejaste y que eso mismo sentían por vos aquellos que te dejaron? Pero Linklater no nos deja tiempo para la reflexión y ya pasa a otra escena. En la calle él le dice que hay una especie de monos que lo único que hacen es tener sexo, y que son los más pacíficos que hay. Eso justifica la promiscuidad, dice Celine, quien cree que el feminismo es un invento de los hombres para poder acostarse con todas las mujeres sin sentir culpa. Hablan de los insectos y ella le dice que la araña devora al macho después de la cópula. Se excusa diciendo que hace bromas sobre eso pero que lo más importante para ella es ser amada, "¿no hacemos todo en la vida sólo para que nos amen?" Él se sincera con ella, quiere ser recordado por haber hecho alguna otra cosa bien más que sólo amar y cuidar a otra persona y haber sido un buen padre. Ella piensa que si hay algún Dios no están ni en él ni en ella sino en ese breve espacio entre los dos en ese momento. Y remata diciendo que la fortuna no está en tener éxito sino en haberlo intentado. En un restaurante juegan al juego de hablar por teléfono con sus amigos y contarles la noche que están pasando, lo que les ayuda a aclarar sus sentimientos y sincerarse el uno ante el otro mediante este juego impersonalizado de mediatizar sus emociones. Y salen ganando.
En un barco sobre el Danubio deciden que ésta será su única noche juntos, ya que es improbable que vuelvan a verse -seamos adultos y racionales-. Pero un momento, digo yo, están locamente enamorados, cómo van a dejar pasar esa oportunidad que quizá no vuelva a repetirse en sus vidas... Suena el "Danubio Azul" en un acordeón y ellos unen sus manos en símbolo de unión y comunión. Entran a un bar, y mientras él le pide al camarero una botella de vino en préstamo, diciéndole que le enviará el dinero después por correo, que es para festejar la única noche que estará con esa chica, ella se roba dos copas. Recostados en el pasto de un parque deciden no tener sexo, ya que si no van a volverse a ver jamás se sentirán muy mal luego, pero ella le dice que cuando se bajó del tren pensaba que se acostaría con él. Deciden hacerlo, luego de esta gran masturbación intelectual que fue la conversación intimista de toda la noche.
Ha amanecido, y mientras caminan por las callejuelas de Viena escuchan tocar un clavicordio -Bach- y bailan con su son. Se detienen para grabar en la memoria la imagen del otro y de ese momento como algo sagrado en sus vidas. Celine, recostada con la cabeza en las piernas de Jesse, le dice que ella no cree que la rutina haga que dos personas se odien, y que ella siente que está realmente enamorada cuando puede predecir lo que hará el otro, lo que va a decir, qué camisa se va a poner, con qué chiste va a salir. Linklater nos regala acá un momento de contemplación y de silencio, de la belleza inmutable de Celine y sus ojos llenos de amor. También de Jesse.
Llega el momento de que Celine tome el tren. No quieren despedirse, como suele ocurrir hay muchas cosas que quieren decirse, todas de golpe, y no viene ninguna a la cabeza. Entonces se prometen que se van a encontrar en el mismo lugar justo seis meses después, sin llamarse ni escribirse. Se besan ansiosa y desesperadamente y ella sube al tren. El tren parte. Se ven todos los lugares por los que han pasado ellos dos en ese atardecer y anochecer inolvidable para ambos, y para nosotros, pobres espectadores que ya estamos perdidos en un mar de llanto y pañuelos: los dos toman sus respecticos transportes sonriendo entre melancolía y esperanza...
Bueno, he asistido a mi sesión terapéutica de catarsis y a una hora y media del placer más exquisito que me pueda brindar el cine. Para siempre quedarán grabados en mí los rostros y la figura de Jesse y Celine -Ethan Hawke y Julie Delpy, de pollera larga hasta los pies, lo menos erótica ni provocadora posible, todo lo logró con su simpatía, su inteligencia y su carisma- y este primer encuentro que nos brindó el cine antes de que existiera el cine.
Y gracias por leerme hasta aquí nuevamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



sábado, 14 de noviembre de 2020

Mi crítica de "Por H o por B" (Teatro)

Ayer pude ver esta ingeniosa obra por streaming, escrita e interpretada por Diego Peretti, coescrita y dirigida por Sebastián Suñé. La H y la B del título corresponden a los nombres de Helena y Bárbara, las dos mujeres en la vida de Gerardo. Todos sabemos que el psicoanálisis sirve para empezar a comprenderse, sea, pero hasta qué punto puede solucionar problemas prácticos de índole amorosa, no está experimentado todavía... Hasta ese extremo lo llevará Gerardo (Peretti), quien utiliza su hora analítica para contar los problemas que le han ocasionado estas dos mujeres. "Conócete a tí mismo", repetía el filósofo, y lo que pretende este hombre es desentrañar las verdades que manejan a su corazón, un corazón que de tanto abarcar problemas y mujeres, acabará por estallar provocándole un infarto. Claro, todo se juega acá en el terreno de la comedia, y como tal es muy interesante el planteo que nos hace. ¿Es posible amar a dos mujeres al mismo tiempo, o, por lo menos, estar caliente con ambas? La respuesta más académica sería que no, pero ésto llevado a la práctica contradice cualquier academicismo, y muchos lo hemos comprobado: es totalmente posible, y hasta lógico sentir atracción por dos mujeres al mismo tiempo. Claro que eso conlleva problemas, siempre que no se ha actuado con la verdad desde el principio. Y como el análisis busca la verdad de la milanesa, allí va el pobre Gerardo a enfrentarse con su verdad, que es lo mismo que chocarse contra una pared.

Es muy ingeniosa la idea de la silla de ruedas ante el analista, como significando que todos somos paralíticos ante nosotros mismos, ante ese gran cofre de misterios que significa nuestro inconsciente. Aunque después sepamos que el sillón de ruedas tiene otro significado práctico en la obra. Gerardo es arquitecto y convive desde hace 15 años con Bárbara (Paula Stefolani), con quien tiene una buena relación. Sólo que a Barbie se le ha ocurrido la peregrina idea de que ya es momento de tener un hijo juntos. Justo en el mismo día en que el hombre conoció a Helena (Agustina Cerviño), otra atractiva chica con la que compartió un café y una charla de ocasión. Lo sorprendió en la cafetería cuando escuchó su conversación telefónica con su madre, diciéndole que iba al baño con paraguas. Esta aseveración no dejó de intrigarlo, y cuando la tuvo a mano le preguntó el significado. Era porque en el baño de su casa, un departamento, tenía una catarata abierta por obra y gracia del consorcio. Y ella, instructora de yoga y futura acompañante terapéutica, se maravilla de haberse topado con un arquitecto, quien le dice que con todo gusto iría a ver su catarata. Ella no comprendió el doble sentido del chiste -o tal vez sí- pero lo cierto es que le da su teléfono y quedan en encontrarse en el departamento de ella.
Ambas chicas son muy lindas y tienen muy buena figura, y Gerardo no puede decirle que no a ninguna, parece estar en pleno estallido hormonal, aunque hace años que dejó la adolescencia. La visita de arquitecto se transformará en una desenfrenada conquista sexual muy bien recibida por ambos, al tiempo que su esposa le pide que la ayude a embarazarse, a lo que Gerardo tampoco se rehúsa. La comedia está muy bien jugada por los tres, quienes tienen el timming exacto para esta clase de obras, tan inteligente como difíciles de encontrar. Todos los encuentros, tanto con Barbie como con Helena son narrados por Gerardo a Gregorio, su psicoanalista, quien permanece en el más profundo y anónimo silencio lacaniano. Pero de tanto correr de casa en casa, de ser atendido por una Helena-geisha o enfermera y de ayudar a su novia-esposa a quedar embarazada, el corazón de Gregorio, literalmente explota. Es por eso lo de la silla de ruedas. Le han puesto tres stends y debe mantenerse en postura erecta el mayor tiempo posible. Con carcajadas certeras, que mezclan la visión psicoanalítica de las relaciones con las mismas experiencias eróticas, fruto de su labor como psiquiatra, Peretti trata de desentrañar la abigarrada psiquis humana y de ponerla al descubierto. Hasta que, fruto de su infarto, decide utilizar la sesión terapéutica para presentar a las dos mujeres y tratar de llegar a algún acuerdo entre ellas que los involucre a los tres. Nada más parecido a un sincericidio...
La primera en llegar es Bárbara, quien toma asiento al lado de Gerardo y utiliza el espacio terapéutico para darle la gran noticia: está por fin embarazada. En seguida llega Helena, quien interpreta los abrazos y los besos de los esposos como un role-playing. Pero pronto llega la cruda verdad, Gerardo expone sin anestesia el caso de las dos y dice que con Helena se excita como desde la adolescencia no lo hacía, lo cual es recibido como un baldazo frío por Barbie. Hay elogios para ambas, que son devueltos en forma de insultos por ellas, quienes se han sentido -con razón. traicionadas, engañadas, enamoradas vilmente para chocarse contra esta verdad: la existencia de "la otra", cuando creyeron ser la única en su vida. Peretti juega al galán rompe-corazones, pero destronado en su argucia. Y las dos mujeres no sienten el dejar por un momento a un lado su belleza y su apostura para llorar a moco tendido o hacer el ridículo. La relación no parece tener solución, Barbie se siente traicionada, y rechaza a su marido-novio, mientras que Helena, quien se ha enamorado de verdad le dice que no tardará demasiado en olvidarlo. Las chicas no se agreden entre ellas, toda la furia la descargan en su macho alfa, para quedar todo en nada: cuando más acalorado está el debate escuchamos la voz del analista con la temida sentencia: "por hoy dejamos acá", dejando a los tres desprotegidos en su más íntima soledad.
Lo que trata de mostrarnos la pieza es que la sobreabundancia de gente en una relación, conduce a eso, a la soledad. Los tres están solos en el fondo -y en el frente- porque el engaño los ha atravesado. Esa búsqueda de la verdad sobre todas las cosas, es lo que faltó desde un principio en la situación. Digamos que no se siente la angustia porque todo está llevado de la mano de la risa más franca y el desparpajo, lo desopilante. Gran trabajo de los tres actores que se lucen en todo momento y muy sabia la labor del director, que supo condensar en apenas una hora todos los encuentros y desencuentros de este trío de amantes desesperados y llevarlo a buen puerto. Nuevamente comprobamos que el humor es la mejor manera de mostrarnos el mundo, de gritarnos la verdad a la cara sin dejar heridos ni maltrechos; una forma de andar por la vida que va de la mano con la inteligencia, la lucidez y la piedad al género humano.
¡Bienvenida sea esta comedia que nos habla de lo que debe hablar el teatro: de amor!
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

viernes, 13 de noviembre de 2020

Mi crítica de "Como hace 3000 Años" (Teatro-Unipersonal)

https://www.teatrix.com/ver/como-hace-3000-anos


Teatrix tuvo la magnífica idea de editar este excelentísimo espectáculo, no me van a alcanzar los elogios para referirme a él y será poco en comparación con lo que en realidad es. Héctor Alterio, nuestro querido Alterio exilado en España desde hace 40 años, cumple sus 91 años sobre el escenario, haciendo eso que mejor sabe hacer: teatro. Y esta vez se lanza con un unipersonal en dónde recurre a la poesía del español León Felipe y a la del puntano Antonio Esteban Aguero para dar vida a las más variadas expresiones y pasando por toda una paleta de emociones. Alterio es grande, es enorme, se nota que no tiene Alzheimer ni nunca lo tendrá, porque se banca la hora que dura el espectáculo recitando de memoria los versos difíciles del maestro español. No hay el menor índice de titubeo en el decir, ni la menor equivocación en ese texto complicadísimo que son los retazos de vida de León Felipe. No lo ayuda la dicción, siempre un poco ceseosa de este viejo amigo y conocido, pero se le entiende perfectamente todo lo que dice. Y no tiene la voz cansina de un hombre de esa edad, sino que realiza la proeza de parecer joven: una labor escénica que para alguien menor hubiese sido reconocida como gigantesca, a su edad es mucho más que celebratoria. Lo acompaña otro genio, el maestro de la guitarra José Luis Merlín, que como el mago homónimo de la leyenda, produce embriaguez y embrujo con sus dedos sobre las cuerdas. Otro hombre de avanzada edad, que, desgranando compases argentinos, va desde Atahualpa Yupanqui hasta un carnavalito, pasando por melodías de honda perfección y sentimientos. Todo un concierto se manda este hombre que no deja de tocar la guitarra en ningún momento, ya acompañando la poesía de Alterio, ya dedicándose a hacer solos. Un verdadero lujo constituye ver a estos dos monstruos de la escena.

Y el recital se inicia con la poesía de Aguero que le da nombre al espectáculo, porque, de eso se trata, de reunirse "como hace 3000 años" la gente se amuchaba para escuchar a Homero deleitarlos con su poesía, todo tipo de gentes, soldados y campesinos, letrados e iletrados acudían a las metáforas y los duendes del hombre para enaltecer sus vidas. Y con esa poesía recoge pájaros y fuentes, soles y piedras, todo lo que hace a una descripción acabada de cómo era la vida de antaño y lo que constituía el mundo del autor de la Ilíada y la Odisea.
Luego pasa a dedicarse de entero a Felipe, quien debió exilarse en México después de la Guerra Civil, en donde vivió hasta su muerte, en 1968, tierra en la que es más venerado que en su propio terruño natal. Poeta grande y contradictorio, poeta maldito que supo cosechar tantos amores como rechazos, pero que no se privó de algo esencial: de ser libre, siempre la cantó a la libertad como emblema y esto se ve reflejado en el espectáculo. En su primer poema, al que yo he llamado "El virtuoso", con total desconocimiento de su nombre verdadero, el poeta comienza quejándose de que nunca pudo ser un virtuoso del violín, ni siquiera aprender a tocarlo, para hacer luego un extenso recorrido por sus andanzas en la tierra, tanto en España como en América, y sus desventuras en todos los continentes y las apreciaciones más profundas de cada detalle de la idiosincracia de las gentes y sus costumbres, para terminar admitiendo que, al llegar a su vejez se ha descubierto como un verdadero virtuoso de ese instrumento con el cual puede llegar a verle la cara a Dios. En su segunda poesía que he titulado "El salmo" se pregunta el autor qué ha sido del salmo en las grandes catedrales, y apropiarse de su robo, dueño originario, al ser poeta, de todos los rezos. En la poesía titulada "El español" revisa las características más sobresalientes de esa raza, y se queda con que son de hablar muy alto. Y han tenido que gritar tres veces en la historia: la primera, con el descubrimiento de América, donde un hombre gritó "tierra, tierra"; la segunda fue el Quijote que clamaba a los gritos por justicia, y la tercera, en 1936 para decir "que viene el lobo!!!", y advierte que fue el mismo español quien debió alzar la voz las tres veces.
Sigue con "Vencidos", aquel célebre poema al que le pusiera música y cantara Joan Manuel Serrat, hablando nuevamente del Quijote y su caminar por tierras de la Mancha, vencido en su flaco jamelgo. "El sueño de los caballos" lo encuentra convertido en Rocinante, destinado a caballo de sacrificio para las contiendas de toros, y desgarrado por la bestia ve, tuerto de un ojo, a Pablo Picasso gritando vivas al toro desde la gradería en un poema de tensa emoción y humanidad animal. "La ventana" hace honor al viento que entra por ella, junto a la luz solar y le trae la inspiración y la poesía, pero advierte que no se entere la policía para que no sea que le cierren la ventana. "¿Qué puedo cantar?" es una poesía entre divertida y patética en donde se queja de no haber nacido en tierras capitales, no tener casa propia, no tener abuelo que ganara batallas y reconocer que vive de prestado en una casa solariega en donde tiene una vieja silla de paja, un libro y el cristal de una ventana por donde ve desfilar el mundo. Entre esa gente, repara en una niña que apoya el rostro en su ventana, y que al cabo termina muriendo y llevan a enterrar, viéndola por la misma ventana de siempre. El recital se va terminando y Alterio vuelve a leer para recitar "Madre no me riñas", una elegía que habla de un vestido blanco manchado de barro y de un caballo también blanco, alado que lo salvará de volver a mancharse. Y termina el espectáculo con una simple recomendación: "Que esta noche sirva", para reunirse a comer con los amigos, para la buena charla, para tener proyectos para el mañana y para defender la libertad, que es lo que se ha pregonado desde el tablado.
Aplausos gigantes, una ovación para estos dos monstruos que han hecho que una hora pareciesen cinco minutos, con el don de la palabra y la música, unidas para emocionar y para cultivar almas. De lejos, lo mejor que vi en todo el año en Teatrix. Y acá se los dejo para que lo disfruten. Muchas gracias don Héctor. Muchas gracias don José Luis.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente y mejor ser humano luego de haber asistido a esta función).

miércoles, 11 de noviembre de 2020

Mi crítica de "Pelle, el Conquistador" (Cine)

Con la visión de "Pelle, el Conquistador" asistimos a la primera película que le granjeó el prestigio internacional a Bille August, ésta es de 1987, y si bien comenzó su carrera como director en 1978, tuvo que esperar diez años para que el reconocimiento le llegara. La investigación biográfica sobre el director ya fue realizada en el momento de "La Casa de los Espíritus", sólo que August ya ha cumplido sus flamantes 72 años -los cumplió el 9 de noviembre-. August es adicto, parece a adaptar novelas extensas y fabricar relatos de igual duración. Asistimos a la vida de los inmigrantes que buscan un horizonte mejor para terminar sus días, acá lo hacen de Suecia a Dinamarca. Llegados al nuevo país, Lasse Karlsson y su hijo Pelle, de unos 10 años, venidos de Tomelilla, arriban en un barco de inmigrantes y están decididos a no aceptar el primer trabajo que se les ofrezca. Pelle viene esperanzado pues su padre le ha dicho que en esa nueva tierra los niños no tienen que trabajar. Pasan las horas, y tras haber despreciado trabajos, Lasse y Pelle quedan solos en la plaza, hasta que llega un capataz a ofrecerles 100 coronas anuales por el padre y el hijo para tareas agrarias. Lo primero que hace es darles su lugar en el establo, junto a las vacas y gallinas -el campesinado no difería mucho del ganado- . El primer amigo que se hace Pelle es Rud, un chico de la misma edad que él, desgarbado y algo deficitario. El patrón es el señor Kongstrup, un hombre que no respeta a su mujer, engañándola con cuanta jovencita se le cruza y obviando sus necesidades.

El Aprendiz sorprende a Pelle robando leche de la ubre de la vaca para alimentar un gatito y lo engaña para encerrarlo en un cobertizo y bajarle los pantalones junto a otros hombretones y sacarlo de allí a latigazos; su padre toma la azada para vengarse. Todo es cuestión de fuerza bruta y se reducen los instintos a la pura animalidad de los subnormales. Lasse ha traído de su tierra una planta de fresas silvestres (en clara alusión a su admirado Bergman, de quien filmaría más tarde "Con las mejores intenciones"), la cual planta con la esperanza de recoger sus frutos. La labor de Max von Sydow es como siempre magnífica, de un hombre viejo, cansado, débil, enfermo y quemado constantemente por el sol, la del chico no deja de asombrarnos, otro actor con el mismo nombre que su personaje, Pelle. El niño viene con una compra para la patrona, una botella de cognac, pero es interceptado por el marido, quien la vacía en una maceta, ante el escándalo de ella, quien grita que su marido se abusa de ella. Es el cumpleaños de Pelle y su padre, con mucho esfuerzo le regala un cortaplumas -regalo de pobre, dice- y está Erik, el rebelde del grupo de peones, quien sueña con viajar a América para ser libre de veras y le promete a Pelle llevarlo con él. Para celebrar el cumpleaños, Lasse recoge los frutos de las fresas silvestres que ha guardado para ese día. Mientras, la madre de Rud, una vieja loca, va a reclamarle al patrón Kongstrup la manutención de alimentos para su hijo bastardo. Anna, una criada y NIls, el hijo de uno de los adinerados, son novios, y se toman de las manos, pero el padre de él los aparta violentamente, ella huye.
Ni Lasse ni Pelle saben leer ni escribir, para eso el niño va a la escuela. Erik se rebela por tener que comer arenque -como todos los días- en Nochebuena. Pero lo sacan a patadas... Como en Navidad es invierno en el hemisferio norte, los hielos cubren las aguas de los fiordos de Dinamarca, Pelle compite con otros chicos y se echa al agua congelada con el resultado de que otro niño se tira para sacarlo y lo traen medio muerto. Pelle se conquista enseguida a la esposa del patrón y ésta logra sonsacarle lo que se dice de ella: que hizo pactos con el diablo y que por las noches se convierte en hombre lobo; ella acepta que todo eso es por haber querido al hombre equivocado. La mujer luego llega al establo a presentarles a una linda jovencita que resulta ser una sobrina que ha llegado de Copenhague para quedarse con ellos en su casa. Mientras Lasse le hace la corte a una gorda petisa quien lo rechaza por viejo. Pelle le hace prometer a su padre que pronto huirán a América.
Anna, la campesina hermosa, está embarazada de Nils, y llora en el establo, adónde ha ido a robar huevos; Pelle promete guardar el secreto. A la vez, su amigo Rod se deja dar 100 latigazos por media corona, Pelle le pega con verdadero placer sádico y libera allí toda la agresión contenida. Un examinador, en la escuela, le pregunta a Rud sobre la serpiente, Adán y Eva, a lo que éste no sabe contestar y llora gruesas lágrimas. El pastor dice que no podrá permanecer en el colegio. Anna tiene al hijo y lo mata, pero se la lleva la policía, NIlls llora ante la tumba de su hijo adjudicándose el crimen. A la vez éste sube a un bote en medio de una tormenta para salvar a los tripulantes de un barco que está a punto de naufragar, los logra salvar a todos pero él muere.
Erik está divirtiendo a toda la peonada con un acordeón y llega el aprendiz: el capataz lo manda callar, pero Erik lo saca corriendo. Cuando llega la hora del descanso, el capataz le manda a seguir trabajando, Erik va a afilar su pesada guadaña para ir a vengarse del hombre, va con todos sus compañeros detrás dispuestos a la masacre. Cuando lo ataca, la piedra del molino se desbalancea y le golpea la cabeza dándolo por muerto. Mientras, Pelle conoce a la señora Olsen, cuyo marido hace un año desapareció en alta mar y lo supone muerto, y él le dice que su padre es viudo. Lasse le envía el único recuerdo que tiene de su esposa; se presenta ante ella, quien lo recibe y lo atiende bien. Se entienden. Lo invita a pasar la noche con ella. Kongstrup juega a los zancos con su sobrina, de una forma más que sensual. Ésta se ve sorprendida por Eric en la caballeriza, quien ha quedado bobo por el golpe recibido. Todos se visten con sus mejores galas: es domingo y se van a la feria del pueblo. Allí se encuentran Lasse y Olsen. Pelle descubre a su amigo Rud tocando en la pequeña banda, vestido de payaso. El patrón está con su sobrina entre los yuyos, a quien ha desvirgado. Ya en la casa, ella está haciendo las valijas para irse. Llora, la tía la consuela y no entiende por qué quiere marcharse. Pero cuando está por irse llega la enajenada madre de Rud y le dice si está huyendo para no tener al hijo del mismo hombre que ella. Todo esto es oído por la señora Kongstrup. Por la noche todo se alborota, piden rápido un médico, es que la esposa ha castrado al pusilánime de Kongstrup, quien aúlla de dolor con sus partes cortadas.
A la vez, en la escuela, todos los chicos acusan al padre de Pelle de acostarse con la sra. Olsen. Pelle reacciona como puede pegándole a todos. Luego se enoja con su padre y lo amenaza con escaparse si él decide irse a vivir con esa mujer. Otros chicos, armados con palos, atacan a Pelle, por ser el hijo de un libertino. Este se refugia en los hielos de la costa, justo en el momento en que ven regresar de su travesía al Capitán Olsen. Cuando se entera Lasse, con una soga intenta colgarse, pero Pelle se lo impide. Entonces Lasse se emborracha, Pelle llora, impotente ante la situación. Al día siguiente, ya recompuesto, Lasse vuelca el contenido de la botella en el heno para que Pelle no se avergüence más de él. El maestro de escuela ha muerto en clase. En el entierro, Pelle se trenza a golpes con el hijo del pastor que se burla de su padre y la sra. Olsen. Conclusión: que terminan yendo a ver a Kongstrup para que no se lleven a Pelle y la esposa le ofrece el puesto del Aprendiz. Le están confeccionando el traje cuando el capataz se lleva a Erik a la fuerza, Pelle entonces se quita el traje y le dice a su padre que tienen que huir. Preparan todo para esa noche, pero Lasse está viejo y sin fuerzas para irse, surcado de moscas, le dice a su hijo que se vaya solo. Lasse le da sus mejores ropas y la Biblia y lo despide en medio de la nieve en un ritual sin demasiada emoción, como dos amigos que fueran a verse al día siguiente. Pelle entonces se marcha, entre la nieve y la ventisca, a conquistar otros mundos.
Debo admitir que la película emociona y conmueve, más por el rigor de las interpretaciones que por la acumulación de hechos que se suman sin solución de continuidad, como vemos que es costumbre de este director. Todos los sucesos de esta historia han caído bajo la mirada atenta de Pelle, de los que ha sido espectador exclusivo, no hay escena en la que no esté presente el niño como observador y posterior narrador. Excelente la fotografía y la música que resaltan una historia de sentimientos a flor de piel -algo a lo que no nos tiene acostumbrados Carlos, que prefiere un cine de corte más intelectual- y hasta el último extra cumple a la perfección su rol.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).




sábado, 7 de noviembre de 2020

Mi crítica de "La Gran Farándula" (Teatro-Musical)

https://www.teatrix.com/ver/la-gran-farandula


Esta es otra ocurrencia de Teatrix, traer a la pantalla una obra que no tuvo demasiada convocatoria en su momento. La idea es buena, lástima que se haya desperdiciado en un espectáculo dedicado a los chicos, con tan bajo nivel de efectividad. Las bromas son tontas, los juegos de palabras inútiles y los chistes no funcionan porque, claro, están pensados para gente subnormal, no para chicos. Es una obra que le queda chica a los actores: semejante nivel de talento se merecía una pieza con más peso escénico. Ellos son: Omar Calicchio (don Bravo), Anita Martínez (Isabella), Julián Pucheta (Mufa), María Rojí (Paloma) y Nicolás Scarpino (Leandro). Son todos muy eficaces en lo suyo y adoptan no sólo uno sino varios roles durante la función con perfiles muy disímiles. La idea es buena: un grupo de actores de primera línea, integrantes de la farándula, que están a punto de desaparecer por el cierre del teatro. Y se adapta a estos tiempos de pandemia, hay una canción que hace referencia a que el teatro no puede desaparecer, que un escenario sin actores en él no es tal, y que el motivo del espectáculo es tan necesario como el aire que respiramos. Justo para los tiempos que corren en dónde todavía se está discutiendo si van a abrirse los teatros, después de casi nueve meses de apagadas las marquesinas. El teatro es imprescindible, así como la ficción, o una buena historia narrada por esos cómicos de la legua de los que estamos tan necesitados. Que no se discuta más: hay que abrir los teatros -con el necesario protocolo de sanidad y el distanciamiento social- pero necesitamos volver a entusiasmarnos por la magia de las candilejas.

El teatro de la obra está por cerrar, y a través de la puesta, se recuerdan tantas luminarias de nuestro cine y nuestro teatro que han dejado su huella indeleble, desde los cómicos hasta los trágicos: todos son necesarios para dar lugar al vuelo de la imaginación. Y así como don Bravo es el jefe de la compañía que dirige y estimula a sus actores para que continúen y se siente enfermo al borde de la quiebra; Isabella es la actriz trágica que ha nacido para las grandes obras y no se resigna a desaparecer; Paloma vive de ilusiones, de las revistas del corazón y de lo que dirá su tía Rodesia (todo hablando con la R), una gran admiradora de la farándula. Leandro es el galán que no pierde su jopo ni sus costumbres donjuanescas y caballerescas, mientras que Mufa es un mal necesario, esos técnicos-asistentes que rompen todo cuanto tocan y son capaces de provocar el desastre con su sola presencia. Así pasan los diferentes cuadros en una obra que excede apenas la hora -recordemos que está pensada para que los más chicos accedan a la historia del teatro nacional- y se cantan y bailan canciones como "Que viva el teatro", "Mufa", "La canción de la carcarajada", "La gran familia", "No huyas, mi amor", "Valsecito trágico" y "La gran farándula", cada una compuesta para el lucimiento de uno de los integrantes en particular, así como para el despliegue de todo el elenco. El compositor es Hernán Matorra, un músico ya probado en diversas lides, así como las letras y el libreto pertenecen a Gustavo Marioni, al igual que la dirección general. Un grupo de músicos -integrado por el propio Matorra- toca el piano, el contrabajo y el acordeón, así como las guitarras de esa ranchera que es "No huyas, mi amor", en donde se destaca el duende de Scarpino. En el tema "La gran familia" se rinde homenaje a todas las facetas de nuestro teatro, desde el sainete de los Podestá y su arena circense hasta la época de Teatro Abierto. Es una gran idea que mejor transitada pudo haber obtenido mayores y mejores frutos. El germen está, y el desarrollo también, sólo faltaría apuntar mejor el humor y el sentido cómico del espectáculo. Como en ese sketch en que Isabella conoce a don Bravo filmando "La tragedia inconclusa", ella proviniendo de la tragedia y él de la más adocenada comedia, se funden para dar nacimiento a un nuevo género: la tragicomedia.
Las ideas son buenas y están en manos de serios profesionales, todos con un timming para la comedia y el musical que es digno de elogio y de envidia, solamente falta alzar la puntería y destacar que los chicos no son retardados a los que hay que darles comida vieja y maloliente, sino los mejores manjares con la ilusión de que sabrán captarlos y capturarlos. Todos están maquillados en la mejor tradición del grotesco argentino, esa creación rioplatense que rindió sus mejores frutos de la mano de grandes autores. El estilo de actuación también se mantiene entre el grotesco y el vaudeville, para que llegue a todo el público infantil, de la mano del desborde a cada paso. En fin, un espectáculo que viene muy bien para tiempos de cuarentena y de pandemia -sin confundir la una con la otra- y que tiene que tener su tiempo de maduración para que puede llegar a todos los públicos por igual.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).