lunes, 16 de noviembre de 2020

Mi crítica de "Antes del Amanecer" (Cine)

 Conclusión: terminé descompuesto, después de haber llorado tanto viendo "Antes del Amanecer". Debo aclarar que la trilogía de Antes de... son mis películas favoritas por sobre todas las demás que existan en este mundo, y que me lloro la vida cada vez que las veo. Lloro de emoción, de envidia, de satisfecho. Cómo no conmoverse ante una historia de romance sin golpes bajos, tan bien narrada, con dos actores tan maravillosos y carismáticos. Porque Richard Linklater inventó el cine. Cuando no había nada, cuando nadie había contado nada todavía, en un universo en que no existían ni Bergman, ni Truffaut ni Tarkovski, él vino a crear la luz y lo hizo de la manera más auténtica posible, con una historia de amor entre dos jóvenes casi dejando la adolescencia y casi por entrar a la adultez. Cómo no conmoverse con Celine y Jesse si son jóvenes, hermosos, inteligentes, sensibles, auténticos, frescos, veraces, sensatos, sanos, espontáneos, ocurrentes y, lo más envidiable, tienen toda la vida por delante, y todo el amor también. Claro, cuando veamos que la segunda parte se filmó 9 años más tarde y la tercera otros 9 años después veremos que las cosas no son como soñamos -o soñaron- y que ya no tienen el mundo por delante sino que el mundo vino y se los comió a ellos. Pero no nos adelantemos... Cuando se filmó esta película, en 1995, yo tenía 26 años, casi la edad de los protagonistas, y no podía dejar de soñar con que eso me iba a pasar también a mí, que viviría un romance ideal, con la persona más perfecta del mundo, justa para mí... y el tiempo pasó y eso no ocurrió, cómo no llorar ahora, a mis 51 años y ver que ese horizonte que soñaba ya no se va a producir, que nunca tendré mis 26 años y estaré en Viena, en una noche de primavera con la chica perfecta. Porque todo es perfecto en este romance, las ocurrencias más locas, la atracción compartida, los mismos deseos, las mismas intenciones, hasta las disidencias entre ellos parecen las justas y necesarias. Después de todo, ¿no es así como empiezan todos los romances de la vida, con todo en el perfecto orden y con todas las sensaciones a flor de piel y pareciéndonos que todo es maravilloso, único e irrepetible? Yo también pasé por esas sensaciones, no me puedo quejar, he tenido mis romances y mis coincidencias, pero ¿cómo hacer para que ese estado dure 27 años y después de ese tiempo vuelvan a elegirse? Es casi alquimia, pero no es un milagro, mis padres duraron 60 años juntos y volvieron a elegirse, hasta llegar juntos al final, claro que sin la pasión ni el entusiasmo de Jesse y Celine.

Trataré de ser breve con el resumen. Jesse y Celine se conocen en el tren que va a Viena, en su viaje por Europa, se encuentran de casualidad y se invitan a tomar un café en el tren. Ella viene de Budapest de ver a su abuela y es francesa, con 23 añitos, él un poco más, es norteamericano y tiene que pasar la noche en Viena para hacer el trasbordo que lo lleve a tomar el avió para Estados Unidos. Está leyendo "Todo lo que necesito es amor", de Klaus Kinski, otro torturado. Y como Kinski, él también está en busca del amor. Después de contarle una idea tonta para un programa de televisión que no se diferencia mucho del Gran Hermano -sólo que años antes- y trata sobre la vida diaria de la gente común y corriente. Y de contarle cómo fue su primera experiencia con la muerte: cuando a sus 4 años murió su abuela, y él estaba usando la manguera, reflejándola contra el sol para producir un arco iris y vio la imagen de la abuela aparecérsele entre las gotas. Y que cuando cerró la manguera todo se esfumó. Así debía ser la muerte. No volver a ver nunca más al ser querido. Es por eso que cuando ellos piensen "inteligentemente y como adultos" en que esa va a ser su única noche juntos y no van a volver a verse jamás, están tomando la peor decisión de sus vidas. Es igual a la muerte. 
Jesse le propone a Celine bajarse del tren con él en Viena, y como no tiene dinero para pernoctar, pasarse la noche caminando y charlando por esa extraordinaria ciudad, hasta que llegue la mañana, en que tiene que tomar el avión. Y se lo plantea de la siguiente manera: "para que dentro de 10 o 20 años, cuando estés casada y aburrida puedas pensar lo que me perdí por no haberme quedado con el tipo aquel, o si llego a resultar un desastre, lo que gané". Claro, toda esa perorata no era necesaria para convencer a Celine: ella ya había decidido que quería bajarse con él -secretamente-. Es de remarcar que pasan un tercio de la película sin tocarse, sin rozarse siquiera, por eso que cuando venga la explosión va a ser tan fuerte. ¡¿Cómo pueden permanecer sin tocarse durante tanto tiempo, digo yo?! Hay una conexión inmediata entre ellos dos, y esto es imposible de ocultar para ninguno de ellos ni para nosotros, espectadores. Ya en Viena se encuentra primero con el dúo de actores aficionados que los invitan para esa noche a ver la función de la obra que presentan. Toman el colectivo y empieza el juego de preguntas y respuestas con la más exacta de las verdades. Él le pregunta sobre su primer sentimiento sexual, a lo que ella contesta con confianza y ella le hace una pregunta mucho más comprometida y profunda a él: si alguna vez se ha enamorado, él la mira profundamente por un instante y contesta con un seco "sí". Siguen las preguntas y respuestas, lo que nos va dando más información sobre ellos y los va ayudando, a la vez, a desnudar sus interiores. Luego se meten en una disquería y deciden escuchar un disco en la cabina de audición: hay muy poco espacio allí para los dos, y las constantes miradas que se lanzan y se esquivan, el pudor por no rozarse y la proximidad hacen muy incómodo y sensual -y sexual- su aislamiento en la cabina, sin decir una palabra, sólo dejando que la música hable por ellos. Luego recorren un pequeño cementerio de gente -en su mayoría encontrada a la orilla del Danubio, y en su mayoría suicidas-, ella ya había estado allí y la recuerda una tumba que la conmovió en su momento: la de una chica de 13 años, la misma edad que tenía ella cuando la vio.
Están ahora en un parque de diversiones, en la noria en las alturas, desde donde pueden ver el río y la puesta de sol... no pueden más y se besan con toda la pasión y el arrebatamiento del mundo, luego se funden en un tierno, cálido y largo abrazo que los une más a los dos. Bueno, ya está, diría uno, pero eso es sólo el comienzo de un romance que va a durar por lo menos 27 años -loso fanáticos estamos esperando la cuarta parte, en el 2022-. Luego del beso nos enteramos que el proviene de padres separados y ella de un matrimonio felizmente casado, pero que igual hay algo que la lleva a rebelarse contra el orden establecido, tal vez por su conciencia de mujer. Y que él sabe que fue un hijo no deseado, así que se siente feliz de asistir a una fiesta a la que no fue invitado. "¿Conoces algún matrimonio feliz?" pregunta ella, sólo para completar que su abuela estuvo casada una punta de años pero enamorada todo ese tiempo de otro hombre al que nunca pudo tener.
Luego están tomando una copa en un café y se les acerca una gitana quien le lee la mano a ella y le dice que es una aventurera, una buscadora, que cree en el poder de la mujer y que sólo podrá encontrarse con ella misma si aprende a aceptar los errores de la vida. Apenas le mira la mano a él y le dice que está aprendiendo. Se despide la adivina diciéndoles: no olviden que son estrellas los dos, somos polvo de estrellas. Ya en la vieja catedral, Celine dice sentirse conmovida -a pesar de que no es religiosa, por un lugar que puede concentrar tanta esperanza y tanto dolor. Ella dice sentirse como una anciana que está rememorando momentos ya vividos. Jesse, en cambio, dice vivir como un chico de 13 años perpetuos que se encuentra realizando ensayos para el acto de fin de curso. Él le habla del casamiento de los cuáqueros, que se ponen los novios uno enfrente del otro y sólo se miran sin decirse nada, y después de una hora ya están casados. Eso le toca el corazón a Celine. En esta escena sobre todas se nota el peso y el valor de las miradas de ambos, prácticamente se devoran con los ojos y notamos que sólo hay amor en ellos. Digo yo, después de pasar por esta experiencia estos dos actores -Ethan Hawke y Julie Delpy, me había olvidado de nombrarlos- cómo no se enamoraron de verdad, cómo pudieron seguir con sus vidas sin sentir el fuego sagrado de la pasión después de haber hecho esta serie de películas.
Caminando al borde del Danubio se encuentran con un poeta callejero y lumpen que les ofrece hacerles un poema con una sola palabra que les arrojen ellos, y que si están conformes, le pagan. Le dicen la palabra "batido" y el artista les escribe un flor de poema. Claro que le dan algunas monedas. Luego se meten en un pub, y mientras juegan al "fleeper" él le pregunta si sale con alguien. Celine le dice que cortó hace 6 meses con un tipo que era feo, sucio y malo, y se pregunta por qué siempre se sienten atraídos por personas que no les gustan mucho. Fue a una psiquiatra y le contó que había escrito un cuento sobre una chica que planea matar a su novio, con todo lujo de detalles, y ésta le dice que la va a denunciar a la policía... Ahora le toca el turno a ella de preguntar. Jesse viene de pelearse con su novia, en Madrid a dónde había ido a buscarla, hasta que se dio cuenta que ella lo evitaba y prefería estar sin él. Y hace la siguiente reflexión: ¿te das cuenta lo poco que te importaba la gente que dejaste y que eso mismo sentían por vos aquellos que te dejaron? Pero Linklater no nos deja tiempo para la reflexión y ya pasa a otra escena. En la calle él le dice que hay una especie de monos que lo único que hacen es tener sexo, y que son los más pacíficos que hay. Eso justifica la promiscuidad, dice Celine, quien cree que el feminismo es un invento de los hombres para poder acostarse con todas las mujeres sin sentir culpa. Hablan de los insectos y ella le dice que la araña devora al macho después de la cópula. Se excusa diciendo que hace bromas sobre eso pero que lo más importante para ella es ser amada, "¿no hacemos todo en la vida sólo para que nos amen?" Él se sincera con ella, quiere ser recordado por haber hecho alguna otra cosa bien más que sólo amar y cuidar a otra persona y haber sido un buen padre. Ella piensa que si hay algún Dios no están ni en él ni en ella sino en ese breve espacio entre los dos en ese momento. Y remata diciendo que la fortuna no está en tener éxito sino en haberlo intentado. En un restaurante juegan al juego de hablar por teléfono con sus amigos y contarles la noche que están pasando, lo que les ayuda a aclarar sus sentimientos y sincerarse el uno ante el otro mediante este juego impersonalizado de mediatizar sus emociones. Y salen ganando.
En un barco sobre el Danubio deciden que ésta será su única noche juntos, ya que es improbable que vuelvan a verse -seamos adultos y racionales-. Pero un momento, digo yo, están locamente enamorados, cómo van a dejar pasar esa oportunidad que quizá no vuelva a repetirse en sus vidas... Suena el "Danubio Azul" en un acordeón y ellos unen sus manos en símbolo de unión y comunión. Entran a un bar, y mientras él le pide al camarero una botella de vino en préstamo, diciéndole que le enviará el dinero después por correo, que es para festejar la única noche que estará con esa chica, ella se roba dos copas. Recostados en el pasto de un parque deciden no tener sexo, ya que si no van a volverse a ver jamás se sentirán muy mal luego, pero ella le dice que cuando se bajó del tren pensaba que se acostaría con él. Deciden hacerlo, luego de esta gran masturbación intelectual que fue la conversación intimista de toda la noche.
Ha amanecido, y mientras caminan por las callejuelas de Viena escuchan tocar un clavicordio -Bach- y bailan con su son. Se detienen para grabar en la memoria la imagen del otro y de ese momento como algo sagrado en sus vidas. Celine, recostada con la cabeza en las piernas de Jesse, le dice que ella no cree que la rutina haga que dos personas se odien, y que ella siente que está realmente enamorada cuando puede predecir lo que hará el otro, lo que va a decir, qué camisa se va a poner, con qué chiste va a salir. Linklater nos regala acá un momento de contemplación y de silencio, de la belleza inmutable de Celine y sus ojos llenos de amor. También de Jesse.
Llega el momento de que Celine tome el tren. No quieren despedirse, como suele ocurrir hay muchas cosas que quieren decirse, todas de golpe, y no viene ninguna a la cabeza. Entonces se prometen que se van a encontrar en el mismo lugar justo seis meses después, sin llamarse ni escribirse. Se besan ansiosa y desesperadamente y ella sube al tren. El tren parte. Se ven todos los lugares por los que han pasado ellos dos en ese atardecer y anochecer inolvidable para ambos, y para nosotros, pobres espectadores que ya estamos perdidos en un mar de llanto y pañuelos: los dos toman sus respecticos transportes sonriendo entre melancolía y esperanza...
Bueno, he asistido a mi sesión terapéutica de catarsis y a una hora y media del placer más exquisito que me pueda brindar el cine. Para siempre quedarán grabados en mí los rostros y la figura de Jesse y Celine -Ethan Hawke y Julie Delpy, de pollera larga hasta los pies, lo menos erótica ni provocadora posible, todo lo logró con su simpatía, su inteligencia y su carisma- y este primer encuentro que nos brindó el cine antes de que existiera el cine.
Y gracias por leerme hasta aquí nuevamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



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