sábado, 14 de noviembre de 2020

Mi crítica de "Por H o por B" (Teatro)

Ayer pude ver esta ingeniosa obra por streaming, escrita e interpretada por Diego Peretti, coescrita y dirigida por Sebastián Suñé. La H y la B del título corresponden a los nombres de Helena y Bárbara, las dos mujeres en la vida de Gerardo. Todos sabemos que el psicoanálisis sirve para empezar a comprenderse, sea, pero hasta qué punto puede solucionar problemas prácticos de índole amorosa, no está experimentado todavía... Hasta ese extremo lo llevará Gerardo (Peretti), quien utiliza su hora analítica para contar los problemas que le han ocasionado estas dos mujeres. "Conócete a tí mismo", repetía el filósofo, y lo que pretende este hombre es desentrañar las verdades que manejan a su corazón, un corazón que de tanto abarcar problemas y mujeres, acabará por estallar provocándole un infarto. Claro, todo se juega acá en el terreno de la comedia, y como tal es muy interesante el planteo que nos hace. ¿Es posible amar a dos mujeres al mismo tiempo, o, por lo menos, estar caliente con ambas? La respuesta más académica sería que no, pero ésto llevado a la práctica contradice cualquier academicismo, y muchos lo hemos comprobado: es totalmente posible, y hasta lógico sentir atracción por dos mujeres al mismo tiempo. Claro que eso conlleva problemas, siempre que no se ha actuado con la verdad desde el principio. Y como el análisis busca la verdad de la milanesa, allí va el pobre Gerardo a enfrentarse con su verdad, que es lo mismo que chocarse contra una pared.

Es muy ingeniosa la idea de la silla de ruedas ante el analista, como significando que todos somos paralíticos ante nosotros mismos, ante ese gran cofre de misterios que significa nuestro inconsciente. Aunque después sepamos que el sillón de ruedas tiene otro significado práctico en la obra. Gerardo es arquitecto y convive desde hace 15 años con Bárbara (Paula Stefolani), con quien tiene una buena relación. Sólo que a Barbie se le ha ocurrido la peregrina idea de que ya es momento de tener un hijo juntos. Justo en el mismo día en que el hombre conoció a Helena (Agustina Cerviño), otra atractiva chica con la que compartió un café y una charla de ocasión. Lo sorprendió en la cafetería cuando escuchó su conversación telefónica con su madre, diciéndole que iba al baño con paraguas. Esta aseveración no dejó de intrigarlo, y cuando la tuvo a mano le preguntó el significado. Era porque en el baño de su casa, un departamento, tenía una catarata abierta por obra y gracia del consorcio. Y ella, instructora de yoga y futura acompañante terapéutica, se maravilla de haberse topado con un arquitecto, quien le dice que con todo gusto iría a ver su catarata. Ella no comprendió el doble sentido del chiste -o tal vez sí- pero lo cierto es que le da su teléfono y quedan en encontrarse en el departamento de ella.
Ambas chicas son muy lindas y tienen muy buena figura, y Gerardo no puede decirle que no a ninguna, parece estar en pleno estallido hormonal, aunque hace años que dejó la adolescencia. La visita de arquitecto se transformará en una desenfrenada conquista sexual muy bien recibida por ambos, al tiempo que su esposa le pide que la ayude a embarazarse, a lo que Gerardo tampoco se rehúsa. La comedia está muy bien jugada por los tres, quienes tienen el timming exacto para esta clase de obras, tan inteligente como difíciles de encontrar. Todos los encuentros, tanto con Barbie como con Helena son narrados por Gerardo a Gregorio, su psicoanalista, quien permanece en el más profundo y anónimo silencio lacaniano. Pero de tanto correr de casa en casa, de ser atendido por una Helena-geisha o enfermera y de ayudar a su novia-esposa a quedar embarazada, el corazón de Gregorio, literalmente explota. Es por eso lo de la silla de ruedas. Le han puesto tres stends y debe mantenerse en postura erecta el mayor tiempo posible. Con carcajadas certeras, que mezclan la visión psicoanalítica de las relaciones con las mismas experiencias eróticas, fruto de su labor como psiquiatra, Peretti trata de desentrañar la abigarrada psiquis humana y de ponerla al descubierto. Hasta que, fruto de su infarto, decide utilizar la sesión terapéutica para presentar a las dos mujeres y tratar de llegar a algún acuerdo entre ellas que los involucre a los tres. Nada más parecido a un sincericidio...
La primera en llegar es Bárbara, quien toma asiento al lado de Gerardo y utiliza el espacio terapéutico para darle la gran noticia: está por fin embarazada. En seguida llega Helena, quien interpreta los abrazos y los besos de los esposos como un role-playing. Pero pronto llega la cruda verdad, Gerardo expone sin anestesia el caso de las dos y dice que con Helena se excita como desde la adolescencia no lo hacía, lo cual es recibido como un baldazo frío por Barbie. Hay elogios para ambas, que son devueltos en forma de insultos por ellas, quienes se han sentido -con razón. traicionadas, engañadas, enamoradas vilmente para chocarse contra esta verdad: la existencia de "la otra", cuando creyeron ser la única en su vida. Peretti juega al galán rompe-corazones, pero destronado en su argucia. Y las dos mujeres no sienten el dejar por un momento a un lado su belleza y su apostura para llorar a moco tendido o hacer el ridículo. La relación no parece tener solución, Barbie se siente traicionada, y rechaza a su marido-novio, mientras que Helena, quien se ha enamorado de verdad le dice que no tardará demasiado en olvidarlo. Las chicas no se agreden entre ellas, toda la furia la descargan en su macho alfa, para quedar todo en nada: cuando más acalorado está el debate escuchamos la voz del analista con la temida sentencia: "por hoy dejamos acá", dejando a los tres desprotegidos en su más íntima soledad.
Lo que trata de mostrarnos la pieza es que la sobreabundancia de gente en una relación, conduce a eso, a la soledad. Los tres están solos en el fondo -y en el frente- porque el engaño los ha atravesado. Esa búsqueda de la verdad sobre todas las cosas, es lo que faltó desde un principio en la situación. Digamos que no se siente la angustia porque todo está llevado de la mano de la risa más franca y el desparpajo, lo desopilante. Gran trabajo de los tres actores que se lucen en todo momento y muy sabia la labor del director, que supo condensar en apenas una hora todos los encuentros y desencuentros de este trío de amantes desesperados y llevarlo a buen puerto. Nuevamente comprobamos que el humor es la mejor manera de mostrarnos el mundo, de gritarnos la verdad a la cara sin dejar heridos ni maltrechos; una forma de andar por la vida que va de la mano con la inteligencia, la lucidez y la piedad al género humano.
¡Bienvenida sea esta comedia que nos habla de lo que debe hablar el teatro: de amor!
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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