domingo, 20 de noviembre de 2022

Mi crítica de "Influencers" (Teatro)

https://www.teatrix.com/obras/influencers/376/videos/obra


 Acabo de ver por Teatrix la obra de y con Leo Maslíah y Daniel Hendler "Influencers", la cual me resultó verdaderamente desopilante y de una comicidad absoluta. Ambos-uruguayos y judíos los dos- conforman una dupla bárbara y son altamente conocidos y apreciadas por mí. El primero, cantautor humorístico y dueño de un estilo diccional inconfundible -el cual lo hace pasar siempre por un tonto de remate, para descerrajarnos de golpe las ideas más geniales y originales-, además de eximio ejecutante del piano, demostrándolo también acá. El segundo, reconocido actor del cine y el teatro quien desde muy joven se demostró cercano a Maslíah, creando un tono de decir que parecía copiado del anterior, con el tiempo ha ido adquiriendo un despegue más personal en su fraseo pero continuó en contacto con el músico de forma regular, ya sea en espectáculos de teatro o en colaboraciones mutuas, como es el caso que nos ocupa.

La obra es un sinsentido absurdo -característico de ambos, pero más sello de autor de Maslíah- con ribetes de juego informático constante. Los teléfonos celulares de ambos se convierten en el tercer protagonista imprescindible, los dos están conectados todo el tiempo volviéndose constante el bombardeo de mensajes que reciben, lo que es utilizado con maestría para lograr efectos cómicos inverosímiles. Manejan el lenguaje tecnológico a la perfección, llevándome a perderme de a momentos, y poseen un amplio repertorio de léxico computarizado. Entrar en el juego lleva unos escasos minutos, y de ahí en más... a reír sin parar. Yo les puedo confesar que me partí de la risa. Las recepciones de llamados son tan frecuentes que llegan a interrumpir el espectáculo sin cesar.
Los mensajes que reciben son tan disparatados como certeros, incluso hay una tal Patricia que llega a demandarlos por plagio de ideas, encontrándose ella en la sala, lo que los lleva a replantearse todo, desde la forma de proceder inescrupulosa de la demandante hasta teorías conspirativas entre ellos. En una interrupción de la acción por parte de Hendler, quien va al encuentro en un bar de la tal Patricia, Maslíah anuncia que va a tocar una pieza de aires románticos. Y se sienta a piano y efectivamente, toca una composición propia con la más pura influencia de la época romántica de la música, impregnada por Liszt, para finalizar su sonata con aires de rapsodia bien punteada. La otra composición que ejecuta es de estilo jazzístico y la toca mientras Hendler hace ejercicios de mimo (se dedica a hacer "la pared", primer ejemplo que se ofrece en cualquier clase de mímica), logrando el efecto humorístico de estirar la mano para conectarse con alguien del público y vaporizándosela con alcohol en spray momentos después -no olvidarse que venimos de la pandemia-.
El lenguaje utilizado por ambos es fluido y los gags se acumulan uno tras otro sin solución de continuidad. Maslíah por suerte rompe con el tono monocorde al que nos tiene acostumbrados y Hendler, ya despojado de su antiguo personaje le va en zaga. La escenografía despojada, sólo un termo y un mate -distinción uruguaya- y un piano, colabora en no distraer al espectador con lo superfluo, los cuales son usados sólo en los momentos exactos. Ambos intérpretes resultan ampliamente eficaces para dar rienda a un texto de por sí plagado de hallazgos humorísticos. No sabemos a quién corresponde la dirección pero creo que ha corrido por mano de ellos mismos.
Ya se los anticipé. "Influencers" no deja nada que desear y cumple las expectativas de quienes conocemos a Leo y a Daniel, y nos deja con el regusto amargo en la boca que vivimos demasiado pendientes de nuestros teléfonos y totalmente tecnologizados, crítica ácida que ambos despliegan sobre la sociedad de hoy en día.
Acá se las dejo para los que quieran disfrutarla.
Y gracias por seguir leyéndome y espero sus comentarios.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

lunes, 31 de octubre de 2022

Mi crítica de "Delia" (Teatro)

https://www.teatrix.com/obras/delia/353/videos/obra


 Gracias a Teatrix pude ver esta estupenda obra escrita y dirigida por Sebastián Suñé. Como digo, la pieza me gustó muchísimo, y como todas las grandes obras, guardan en el fondo una simple historia de amor. Es la atracción que surge entre la Delia del título (exquisita Leticia Siciliani) y Mauricio (Julián Infantino) su compañero de oficina y aprendiz a su cargo. Los avances de la obra me prometían que "no iba a poder parar de reír", pero por suerte ese vaticinio no se cumplió, trocando la carcajada por un humor latente, un convite permanente a la reflexión y a la introspección, aunque debo destacar que el humor más neto se presenta allí donde impera la tragedia (la muerte de la hermana embarazada), parece ser que Suñé maneja mejor el denominado humor "negro". La obra es un prodigio de interpretaciones, donde los cuatro actores -salvo Delia- interpretan dos personajes totalmente diversos y diferentes entre sí, llevándose las palmas Karina Hernández, la compañera de oficina y la hermana lesbiana, de gran construcción actoral. No menos atractiva es Luciana Lifschitz, como otra compañera y otra hermana y por último y no menos importante Andrés Passeri, la madre y un "metalero" filosófico. La ronda de interpretaciones es verdaderamente jugosa y demuestra una hábil dirección de la mano de Suñé, gran conocedor de los matices del teatro y de los vertiginosos cambios de roles de una escena a la otra, sucedidas sin solución de continuidad. Lo que también suena atractivo es el cambio de dispositivos escenográficos por parte de los actores, como si de un grupo de teatro independiente se tratase (debo mencionar que la obra estuvo exhibiéndose en el Teatro Metropólitan).

Delia es una chica común, nada atractiva, que lleva una vida gris y que nunca ha tenido un pretendiente, con un padre que murió muy prematuramente y una madre absorbente y tres hermanas, siendo ella la cuarta en discordia, la apagada, la pobrecita, la que nunca pasará de ser una aburrida oficinista. Hasta que decide pegar el salto, que estaba allí donde menos se busca, dentro de uno mismo, lugar donde suelen estar las cosas más anheladas y más inesperadas. Todo es cuestión de animarse a dar el paso, parece decirnos la obra. Más allá de los cuatro psicólogos que traten a Delia, que terminan siendo igual de ineficaces y ridículos. Más allá de esas dos compañeras de oficina que la juegan de celestinas y se muerden los talones entre ellas. Delia ha encontrado a su príncipe azul en ese desgarbado muchacho llamado Mauricio que ha quedado bajo su tutela en la oficina, un hombre que está tramitando su divorcio y que parece igual de ineficaz como ella para las cuestiones del amor. Hasta que deciden animarse, y él le pide una oportunidad. Las oportunidades no se piden, se toman, le dice ella. Y él decide cruzar el abismo de la salida conveniente y la besa en el mismísimo entierro de su hermana. "La familia es el mejor espacio donde acomodar los cuerpos", le escuchó decir Delia una vez a una actriz de teatro, y desde entonces se le hizo carne esta definición. Pasó por la muerte de su padre llorando a moco tendido sin saber muy bien qué venía a decir esa frase, tiene que soportar a una madre que no le da tregua y a sus hermanas disfuncionales sin llegar a comprenderla. Hasta que sucede la revelación, y con el beso mágico todo adquiere valor de resonancia en su cabeza.
La obra invita al deleite, y no sólo porque detrás de esos anteojos de marco rojo se oculte una personita sensible y hermosa, sino porque es la historia de una antiheroína la que se nos narra. O de dos antihéroes, mejor dicho. Los perdedores siempre han funcionado bien en los terrenos de la ficción, y ésta no es la excepción. Decir que Leticia Siciliani es una gran actriz (¿será parienta de Griselda?) es una verdad de Perogrullo, pero la gran sorpresa está en sus compañeras de elenco, un lujo por donde se lo mire. Y una verdadera revelación de esas actrices y actores desconocidos de la escena independiente que siempre nos deparan felicidades.
Acá les dejo la obra para que puedan disfrutarla.
Y gracias por seguir leyéndome. Espero sus comentarios.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

domingo, 25 de septiembre de 2022

Mi crítica de "Madres" (Teatro musical)

 Hola. Fui la semana pasada a ver este espectáculo del que tenía grandes expectativas y mucha curiosidad por ver. La promoción me aseguraba que "vas a llorar de risa"... y claro está, la predicción no se cumplió... Mucha gente se reía y festejaba porque, claro, costando la entrada 4.500 $ había que sacarle el jugo y hacerla rendir, pero en mi caso no fui tan festivo. Realmente me decepcionó ya que el tono de la obra es demasiado vulgar para mi gusto, creo que hay formas de hacer humor más elevadas que referirse continuamente al pis, a la caca y a los vómitos de los bebés, pero como siempre digo: dale bosta a la gente y la gente comerá bosta.

Lógicamente, no todo el argumento pivotea sobre eso, pero sí hace bastante hincapié. Lo que me pareció bueno fueron las interpretaciones, excelentes, de Laura Conforte, Vivi Puertas y Anita Martínez, en cuanto a Sabrina Garciarena no la pude sopesar ya que fue reemplazada por Manuela Perín. El valor de esta última chica consiste en que es la reemplazante constante de las actrices, sabiéndose de memoria los parlamentos de las cuatro, y debutaba esa noche en el papel de Dani, la embarazada y futura mamá que anhela ver la llegada de su bebé con toda esperanza y ahínco, lo que es derrumbado alternativamente por las otras tres. La que se lleva las palmas, sin duda, es Anita Martínez, dado el papel que le tocó en suerte, el más gracioso y con su talento sabe sacarlo a flote. Es el de la mujer liberada, puteadora incorregible, que presta ayuda a todo el mundo con sus Flores de Bach siempre a mano -de la modalidad "Rescue"- y pesimista a ultranza. No es que las otras sean más idealistas, pero por ejemplo el papel que lleva a cabo Laura Conforte regala varias canciones a exultar el amor por sus hijos y la nostalgia por perderlos mientras crecen. El rol que desempeña Vivi Puertas, en cambio, es la madre de cinco hijos, agobiada por su tarea de dadora, inconforme, atravesada por la angustia y por la fatiga. Todas a su vez vienen de madres posesivas que no les dan respiro, ni aún cuando se hayan independizado y hubiesen creado sus propias familias. La madre de Dani, por ejemplo, llama al celular cada cinco minutos para ver si todo está bien en el proceso de embarazo de su hija. Lo que todas anhelan es desprenderse de la imagen de madres que ellas vivieron en carne propia y sentirse libres e independientes. "Si tengo que diferenciarme de mi vieja no vuelvo a comprar una cartera nunca más", recita Martínez.
Otra cosa a favor son las voces de las cuatro chicas. Están en lo mejor de sus cuerdas vocales, ampliamente afiatadas y solventes para encarar las canciones más difíciles. Los ritmos son todos pegadizos y uno puede irse del teatro tarareando alguna melodía, impecable el ensamble vocal. Es una producción encarada por mujeres y destinada a las mujeres, por eso, tal vez no llegué a captar integralmente el espíritu de la obra. La directora es Josefina Pieres, el libro, las letras y la música de Sue Fabish, la adaptación de R F. Hornos y la producción de Valentina Berger y Carlos Mentasti (ahí entró un masculino). Valiente ejemplo de estas féminas para ponerse al hombro una obra tan exigente.
El resultado general es más positivo que negativo, aunque hago preponderancia en el uso y abuso del humor escatológico, que no es de mi gusto (¡Volvé, Niní!) pero esto no puede restar méritos al empeño puesto para sacar a flote la pieza. El resto de la obra transcurre entre reflexiones y anécdotas sobre el rol de madres de las tres y la futura mamá, agotadas por el control o descontrol de sus hijos e hijas, todos en la edad de la más tierna infancia -son madres cuarentonas o treinteañeras-, por la pérdida del deseo femenino de estar en un rato de sexo con el marido o la pérdida del control de los esfínteres. Todo se desarrolla en un baby shower preparado para la futura mamá en donde se intercambian regalos que le resultan inútiles ya que ésta viene con sus ideas de usar pañales de tela para no contaminar, succionarse la leche materna con un aparato estrambótico o tener un parto en la casa lo más natural posible. Claro que cuando nazca el bebé todas sus antiguas esperanzas se irán por la cañería, al ver que la beba no para de llorar noche y día, que no tiene tiempo ni para darse una ducha y que ya no consigue descansar. Y la promesa es no poder concretarlo nunca más en toda la vida...
Lo que las mujeres estas no saben, o se pierden en el fárrago de sus actividades, es que todavía se conservan hermosas, vitales, inteligentes y aptas para desempeñar roles en la vida laboral y social a su gusto. En síntesis, que están en el mejor momento de sus vidas y que si no lo aprovechan ahora, mañana puede ser tarde. No se salva de la crítica la yddishe mame, tan en boga entre el mundo del humor y del psicoanálisis, caen bajo esos dardos los chistes más certeros. 
Como dije antes, es un espectáculo pensado para el mundo de la mujer -incluso las actrices agradecen al final de la obra a los varones que fuimos a verlas- y podemos quedar afuera de un humor tan sectarizado. No quiero crear una nueva grieta en esta forma de ver la vida, pero sería bueno que el show hubiese sido destinado a los dos sexos, para no dejar a nadie afuera. Pero, bueno, todo no se puede pedir. Les agradezco aún así por el momento teatral que me hicieron pasar, ya que tenía un poco olvidado mi paso por las butacas -desde febrero no concurría, por motivos personales-. El espectáculo obtuvo un premio Estrella de Mar y estaba nominado para los Hugo.
Gracias por seguir leyéndome, aún con esta larga ausencia.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

miércoles, 1 de junio de 2022

Seminario "Woody Allen: el hombre que filma por nosotros"

 Hola Amigos: les informo que en el ciclo Vamos Viendo empecé a grabar las clases de este Seminario dictado por mí y que está disponible en youtube. Está de oferta al precio de 200 $ la clase. ¡Aprovechen! No se van a arrepentir. Los datos de la compra a mi mail: pablo.athabe@hotmal.com, todo por mercado pago.

Desde ya les agradezco mucho.

Un abrazo. Pablo.

martes, 19 de abril de 2022

Mi crítica de "Competencia Oficial" (Cine)

 Me pareció excelente esta película tan esperada del binomio Gastón Duprat-Mariano Cohn; este dúo parece redoblar la apuesta en cada nueva producción, sorprendiéndonos gratamente y dándonos a entender que se han superado a sí mismos otra vez. Esta vuelta, con una coproducción argentino-española, protagonizada (casi exclusivamente) por Oscar Martínez, Penélope Cruz y Antonio Banderas, los cuales parecen entregarlo todo de sí, rozando la perfección en unos papeles tan bien elaborados que no sería osado aventurar que cualquiera de ellos podría alzarse con un Oscar (y el film también, por supuesto). Apuesto todas las fichas porque así sea.

Como lo hicieran antes con el mundo de las artes plásticas en "El artista", de la pintura en "Mi obra maestra" o la literatura con "El ciudadano ilustre", ahora le toca el turno al mundo del cine, algo que por supuesto conocen a dedillo, con sus miserias y sus grandezas -más de lo primero que de lo segundo- y se enfocan pura y exclusivamente en ese insondable abismo que resulta el ego de los actores o directores. Hay de todo y para todos. Desde el "humilde" deseo de trascendencia de un exitoso empresario que a cumplir sus 80 años desea hacer algo por lo que se lo recuerde, algo así como una película... Pero tiene que ser con los mejores: el mejor libro, la mejor dirección y los mejores actores. Para eso escoge un libro de un Premio Nobel -a pesar de que reconoce que él no "es mucho de la lectura"- hasta designar a la excentirca y personal directora Lola Cuevas (Penélope Cruz, inmejorable) y a los actores Iván Torres (Martínez) y Félix Rivero (Banderas). Algo parecido como mezclar el agua con el aceite. Uno viene del mundo del teatro, Torres, de método, concentrado, humilde, perfeccionista; y el otro del show-bussiness, Rivero, de entretener a las masas, banal, superfluo, intrascendente, tosco pero que sabe cómo meterse a público en el bolsillo. Iván, en cambio trabaja para las elites de intelectuales que aprecian el arte con mayúsculas y que no realizan concesiones.
Desde el primer encuentro se nota que estas dos personalidades van a chocar, aunque deben interpretar a dos hermanos separados por el destino, uno de los cuales purgó años de cárcel y vuelve con rencor a encontrarse con su Abel. Desde el trabajo de voz, excelente, de Oscar Martínez, hasta la composición corporal, nos damos cuenta que el verdadero actor es él, el otro es sólo un burdo entretenedor... pero deben conciliar, para éso se los ha contratado. Todo es un gran despliegue de "yoes", tanto del uno como del otro, sin excluir a la directora que viene llena de manías, como lo demuestran los rebuscados ejercicios a los que los somete con ta de encontrar la "verdad" en sus actuaciones. Desde la gran piedra de cinco toneladas bajo la cual los sitúa para un ensayo -con el fin de provocar tensión en la escena del juicio- hasta la entrega de los premios obtenidos por ambos a la trituradora para destrozarlos y así desbaratar sus orgullos -todos ejercicios que denotan un gran sadismo por parte de la directora- hasta la escena de los besos con la actriz protagonista, muy cómica, sí, en dónde se devela el costado lésbico de actriz y directora, todos están teñidos de una sutil carga de humor. Porque la ironía es el principal condimento que sazona el plato que constituye esta "Competencia Oficial", título polisémico en sí, ya que no sólo alude a la sección del festival a dónde es destinado el film, sino principalmente a la batalla que se entabla entre los dos actores para comprobar cuál destaca más.
Las bajezas están a la orden del día, pasando por la supuesta enfermedad de uno de ellos, enfermedad que hace tambalear el tablero entero del film, hasta los adulones comentarios que le dedica el otro, ensalzando su capacidad para devorar al público y lo equivocado que ha estado él en la vida, para terminar blanqueándose los dientes cuando se supone que el otro se está muriendo. El guión de Andrés Duprat no se estanca nunca, avanza siempre hacia adelante a fuerza de golpes de efecto, el film no produce jamás aburrimiento ni modorra, se ve con interés del principio al fin, y en aquellos tramos en que parece entrar en un bache, pronto nos sacudirá con una nueva vuelta de tuerca. Todo es banal y superficial en el mundo de la actuación y en el de la dirección, parece decirnos agudamente este film, hasta los sentimientos más auténticos son tapizados bajo una capa de barniz espeso. Como esa música disonante que parecen disfrutar Iván y su esposa, en una demostración de esnobismo más y que acaba estrellando su concepción de lo que él considera como el gran arte.
Todo es puro disfrute en estas casi dos horas de proyección, desde unas actuaciones rayanas en lo perfecto hasta un cuidado trabajo de escenografía y puesta en escena, hasta la soberbia dirección a cuatro manos del dúo Cohn-Duprat, un tándem que nos demuestra que se puede hacer arte con mayúsculas refiriéndose a las pequeñas miserias y sin dejar nunca de entretener.
Para no dejar pasar.
Y gracias por leerme nuevamente y espero sus devoluciones.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

viernes, 25 de marzo de 2022

Mi crítica de "Maten a Hamlet" (Teatro)

https://www.teatrix.com/ver/maten-a-hamlet


 De nuevo Los Macoco me convocan. Y esta vez de la mano de Teatrix. Ya conocen mi profundo desagrado por este conjunto de cómicos de churrasquería, aunque en esta oportunidad, debo confesar que la balanza se inclinó a su favor. Reconozco la audacia de meterse con el texto del genial Shakespeare y los riesgos que eso conlleva. Han tenido la oportuna idea de parodiar al "Hamlet" aunque sin caer en el revisionismo de la obra sino metiéndose en ella y provocando la farsa desde dentro. Es decir, dando la vuelta a la historia, contando su anverso, y jugándola no ya desde la tragedia sino desde la comicidad. Contar la trama desde su anverso significa tomar la historia por su lado más flaco, es decir, apuntalándose en la figura de Yorik, aquel bufón cuya calavera sostiene Hamlet en el momento de su famoso monólogo. Y es una buena manera de acercar el texto shakespeareano a los jóvenes -o a los adultos que no lo hayan visto representado ni accedido a su lectura-, de popularizar la historia de aquel príncipe de Dinamarca que hizo de la locura su marca de fábrica, enajenado por la muerte de su padre llevada a cabo por su sanguinario tío en complicidad con su madre, con la que se casa.

Retomo, Yorik se aparece acá como la punta de lanza de la anécdota, y es un grupo de cómicos trashumantes quienes se encargan de revivirlo, ya que el director de ellos es sobrino de aquel bufón que hiciera célebre Hamlet con su reflexión sesuda y filosófica. Y este grupo de cómicos de la legua, hambrientos y desharrapados, se encaminan al castillo de Elsinor con el afán de encontrarse con él y así conseguir un trabajo digno. Pero en mitad del viaje se enteran de que Yorik ha muerto hace veinte años de mala manera, y que el responsable de esa muerte no es otro que Hamlet. Y se dirigen a castillo con el afán de venganza y de matar al príncipe para poner las cosas en su lugar. Y por el camino se encuentran con Guildenstein y Rosencrantz, aquellos actores trágicos que son convocados desde el texto para entretener a la corte, reemplazándolos en su empeño. Y digo la valentía de acometer contra el texto shakespeareano porque cuentan otra historia -que es la misma- pero desde las antípodas del original. Y se meten de lleno con el cuento, tomándolo por asalto y haciendo humor con ello. Ahora bien, si el humor de Los Macocos se basa en presentar personajes estúpidos a los que les falla la inteligencia -Lelo-, la pierna -Falda- o el brazo -Chasco-, ganan el primer premio. No es estilo de humor que a mí me gusta, coincidamos, pero no por ello tengo que decir que no lo intenten. Sus sketchs rondan siempre la caricatura de la idiotez, la chatura, la falta de brillo, y esto no lo hacen desde afuera sino que los constituye. Sus remates desafían al humor inteligente, y hasta caen en la guarangada o la escatología -hay varias escenas en las que se pasean con la bacinilla del rey alabando la consistencia de sus excrementos, o la dichosa frase de "ago huele a podrido en Dinamarca" se reduce al "pisé mierda" (sic)- por no nombrar las constantes palabrotas que acompañan cada uno de los diálogos de este grupo humorísitico.
Es hábil la sucesión de personajes interpretados por ellos -aunque todos pecan de estupidez-, ya que asumen no sólo a los cuatro cómicos sino también gran cantidad de personalidades, desde el mismo Hamlet hasta el rey Claudio, la reina Gertrrudis, Ofelia, la novia, Polonio, el consejero, los mencionados Guildenstein y Rosencrantz y lo hacen con agilidad en el cambio de vestuarios y de actitudes, no se les puede negar su versatilidad actoral. El ritmo de la obra es sostenido, anque su duración llega a la hora y media no se hace tediosa ya que recrean la propia historia de Hamlet. Los actores de palacio, decía, son reemplazados por los cómicos y llegan al castillo de Elsinor, llevados por la venganza. Allí se dan cuenta de que el príncipe no es tan malo como se lo pintaban y deciden perdonale la vida a cambio de que se les permita actuar y sean remunerados. Hamlet les marca la obra que deberán representar ante el nuevo rey y la reina y éstos -los cómicos- salen a hacer su función, la cuá hábilmente no es mostrada, como en la obra original, sino que vemos el contracampo del público de la representación y sus reacciones airadas. Después de la furia general se muestra a Hamlet asesinando a Polonio -representado por un muñeco al que revolean acá y allá- y por último se enfrascan en una disquicisisón intelectual frente a la calavera, del valor de la comedia y del hacer reír, que vale más que la tragedia -con esto último estoy de acuerdo-. Hay algún que otro apunte sobre ls realidad que atraviesa el país -breves y fugaces- y no les pidan más que eso.
Ya bastante y suficiente con el valor de meterse contra la obra más representativa del teatro universal de todos los tiempos y su posible salida cómica. Ya eso basta para exculpar de todas las imbecilidades que pueden surcar las interpretaciones de Los Macocos hoy, ayer y mañana. Resquit in pace.
Y gracias por seguir leyéndome, y espero sus devoluciones.
Acá les dejo la obra por si quieren acercarse a ella.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

jueves, 3 de marzo de 2022

Mi crítica de "Una" (Teatro)

https://www.teatrix.com/ver/una


 De entre la gran cantidad de porquería que estrena Teatrix cada mes, elegí ver "Una", y no me equivoqué. Sucede que está basada en la última novela del Premio Nóbel italiano Luigi Pirandello, titulada "Uno, ninguno y cien mil", y eso era ya un pasaporte a la excelencia. Del género que más me gusta (y que enloquece a mi amiga Amalia): un actor y una silla. Nada más. Despojado totalmente, el actor y su almita. Y descubrí el enorme talento en la dramaturgia y la dirección del ignoto (para mí) pero no neonato Giampaolo Samá, quien hizo un sublime trabajo. Y en la actuación está esa enorme actriz desaforada que es Miriam Odorico, actriz insustituible en "La omisión de la familia Coleman", que se muestra sólida y esperpéntica, una y cien mil en este texto que logró hacer suyo, haciendo que le calce como un guante. Todos mis elogios son pocos para esta inmensa actriz, fea y desproporcionada hasta decir basta quien logra hacer íntima y querible a esa Angélica Moscarda, quien, si busca saber quién es, no le quedará más opción que la de ser todas.

Con sus pies y manos gigantes, logra dotar de repulsión a su personaje, criatura de por sí repulsa. Así como opta por el afeamiento de la decena de personajes a los que les pone piel y voz (Hugo, su marido, el amigo Aldo, su padre, los socios de éste, un chupasangre inventor, su suegra, el monseñor, el escribano, un alto funcionario de la iglesia, el juez, etc.). El recorrido vital que hace la pluma de Pirandello en su Angélica Moscarda va desde la autoproclamación como identidad hasta el intento de asesinato y la final locura. De ahí en más pasa por todos los mojones que una vida humana puede suscitar: la verguenza, la alegría, la desconfianza, la justicia reparadora, el enamoramiento, la piedad, la dulzura, el desequilibrio. De más está decir que la actuación de la Odorico resulta estupenda, acompañando con su cuerpo y cada inflexión de voz a todos esos estados.
El largo monólogo comienza con Moscarda descubriéndose ante el espejo tal cual es, asumiendo sus defectos -señalados por un siempre antipático marido- y se detiene en sesudas reflexiones sobre el arte del vivir, sobre la observación y la contemplación de las formas. Va tornándose más concentrado sobre sí cuando ella descubra -o asuma- que no es la mujer que todo el mundo percibe sino la que ella se proponga ser. Y allí gira completamente su personalidad, desde la sumisa y aceptante que siempre fue hasta la independiente y activa que ahora juega. Aunque ésto le implique muchas cosas, desde abandonar a un esposo dominante y autoritario hasta salir de la sombra de un rico padre banquero, llamado por todos usurero. Y desprenderse de ese mote ella misma. Y empezar a vivir por su cuenta y no de las regalías de un banco que le pertenece. El despojamiento es total, aunque todo el pueblo la tilde de loca. Y hacer experimentos con la gente... El primero lo lleva a cabo con un arrendatario de una propiedad suya, que nunca pagó un centavo por ese alquiler: un presunto inventor de cosas imposibles que siempre sueña con vivir en Inglaterra, al que hace desalojar de la noche a la mañana... y para remediar su acto le regala una casa. Está completamente loca, para el vulgo. Después vendrá el arrobamiento por el amigo de su esposo y la intención de cerrar el banco y el querer transformar ese dinero en obras de beneficencia. Luego el intento de homicidio por parte de su enamorado y el juicio, y con él, paradójicamente, la pérdida del juicio. El triste final, ella, habiéndole dejado toda su herencia a la iglesia e internada en un hospicio de la misma.
Corolario. Una obra intensa, potente, lírica, llevada a cabo por la mejor actriz posible, con la mejor de las direcciones y con un entramado que da lugar a múltiples subtramas y poblada de detalles e imágenes poéticas, salida de la pluma de un grande de la literatura de todos los tiempos.
Pueden ver esta joya, se las dejo.
Y gracias por continuar leyéndome, espero sus devoluciones.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 19 de febrero de 2022

Mi crítica de "Me duele una mujer" (Teatro)

 Vimos esta obra del prolífico y talentoso Manuel González Gil, acá en su doble función de autor y director. Si bien conoció épocas de más oficio ("Los Mosqueteros", "El Diario de Adán y Eva"), la pieza se deja ver con una sonrisa casi permanente en la cara, no llega nunca a la carcajada, la obra es más reflexiva que humorística, dejando siempre los gags para las intervenciones de Carlos Portaluppi quien sabe sacar provecho de su juego de capocómico. Los otros protagónicos están encarnados en Nicolás Cabré (Miguel Sánchez) y Mercedes Funes (Paula). Miguel es un profesor de filosofía, quien, como inventara el genio de Hitchcock, se ve defendido por su profesión: la filosofía va a estar siempre instalada en su discurso y hasta en sus mecanismos de defensa. Es muy fácil oírlo hablar con toda naturalidad de los presocráticos, del mito de la caverna de Platón, de Borges y El Aleph, de la locura de Niestzche, utilizar el "yo creo", la cicuta de Sócrates y los empiristas, cosas que para los que manyamos algo del tema sabemos que son los palotes de la filosofía. Y sucede que a este hombre que vive prisionero de una melancolía patológica (ayudado por la cara y ojos de perro apaleado de Cabré), Paula lo ha abandonado recientemente. Y es así que Miguel ve a Paula encarnada en cada mujer con la que se cruza, desde una boletera de cine hasta una trabajadora sexual (admirable labor de Mercedes Funes, quien se pone en la piel de cada papel con una mirada diferente, además de la cínica psicóloga-irreconocible- y de una modelo italiana). Y digo especialmente esto porque, si bien es ya conocido que los actores podemos vivir miles de vidas, Mercedes las vive todas en un solo espectáculo.

Miguel está siempre en compañía de su "otro yo", o si se quiere, de su inconsciente (Portaluppi), quien no siempre le dice lo que quiere escuchar, pero que lo lleva por el mejor camino. Algo parecido ocurre con la apática psicóloga, más interesada en sus aranceles que en llevar a buen puerto la sesión, siempre enmarcada por el sempiterno cuadro de Freud. Hasta las mismas sesiones Sánchez se presenta acompañado por su "mejor amigo". Y es en las mismas donde encuentra esa pared infranqueable en la persona de la licenciada. Pero cuando Miguel se deja invadir por la melancolía o el romanticismo por el amor perdido -algo de lo que sabían mucho los "románticos" de la literatura o de la música- es cuando nos encontramos con la poesía más afinada. Y cuando más nos alejamos del humor, que era el propósito de esta obra.
La belleza y el magnetismo de la Funes son cualidades indispensables para el éxito de la pieza, para poder compartir las mil y una sensaciones que produce en ese Miguel atormentado por la pérdida, además de demostrar que es una actriz todoterreno. A mí, Cabré nunca me gustó para la comedia, y por suerte acá le tocaron las partes más serias de la obra. Lo que valoro es haberse aprendido esas largas parrafadas filosóficas o metafísicas que larga sin vacilar. Y lo más gracioso de todo, el que salva la plata, es Portaluppi, un maestro en el arte de hacer reír.
En fin, una obra que se postula como comedia, pero a la que le faltan muchas materias. Sí podría pasar como una comedia romántica. Pero se deja ver y es llevadera. Para mí, un 6.
Y gracias por seguir leyéndome y espero sus devoluciones.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

miércoles, 2 de febrero de 2022

Mi crítica de "Hoy como ayer. Susana Rinaldi"

https://www.teatrix.com/ver/hoy-como-ayer


 Lo que hace grande a la Tana es su forma de interpretar, de hacer que cada canción sea única, distinta de las demás, una joyita para atesorar; su perfecta dicción, su modo de valorar cada palabra, de darle su plurisignificación. Sumado a uno de los oficios menos transitados de Rinaldi: el de actriz, le dan la jerarquía para colmar de matices este espectáculo.  Además cuenta con la dirección musical y arreglos del Maestro Juan Carlos Cuacci. También la acompaña en guitarra, de una orquesta formada por piano, contrabajo, bandoneón, batería, saxo y flautas. El show es el mismo que presentara 23 años antes en el ya desaparecido teatro Odeón, donde ahora se luce una playa de estacionamiento...

El espectáculo se abre con una memorable versión de "El viejo varieté" en donde la astuta Susana sabe jugar y balancear el peso justo de cada palabra. Después de acudir a unos versos de la autora, despliega la magia caribeña de "Para los demás" y arremete luego con la entrañable y sentida "Serenata para la tierra de uno". Ya a esta altura podemos hablar del lenguaje universal de María Elena Walsh, porque allí donde se oiga su poesía, resuena de una manera muy particular y personal en cada oyente, admirándola siempre. Con aires de zamba y convirtiendo sus manos en ágiles pañuelos, la Rinaldi va a recorrer junto a la guitarra "Si se muere la zamba", hermosa y pequeña pieza de María Elena. La cantante se transforma en actriz para encarnar a una viejecita pueblerina y centenaria que dice sus refranes mientras se encarga de barrer el escenario, para desgranar luego, con aires de milonga y con la escoba a manera de guitarra, las profundas verdades martinfierrescas de "Sapo Fierro". Todo un deleite para el oído y el ojo (y el buen gusto).
Con la alegría infantil de que nos narren un cuento, Susana se calza anteojos y papel en mano nos va a contar, con todo su histrionismo y su buen decir, "El árbol de los sombreros", para rematarlo después con la alegre y pegadiza "El brujito de Bulubú", tan reconocida como aplaudida por el público adulto. Tal vez la canción menos popular de María Elena viene después: "Sin señal de adiós". Y será lo más festejado de todo el espectáculo la pícara "Contáselo a Magoya", otra interpretación sublime.
Después el tono cambia, se torna tanguero y dramático para encarar la soberbia "El 45", una actuación que hace brotar las lágrimas. El talante ahora se vuelve ácido para ejecutar la que tal vez sea su versión definitiva, de "Los ejecutivos". Cada vez que la canta, revela Susana, se la dedica de todo corazón al dueño de aquella playa de estacionamiento... Es un pedido de la cantante, casi un ruego, que cada persona que quiera tenderle su mano se acerque al escenario. Y así vemos un interminable desfile de gente emocionada hasta las lágrimas mientras ella canta la impagable "Dame la mano y vamos ya".
Enseguida viene un interludio sólamente musical a cargo de la orquesta, mientras la anfitriona realiza un cambio de vestuario: "El 45/Postal de guerra/Oración a la Justicia". Va a volver Susana con su versión de "Como la cigarra". Y después de leer un texto doliente sobre la situación del país llega "Juglar de España". Otro momento de reflexión, ahora acerca de la Justicia, que nos vendría muy bien para estos tiempos judiciales y la intérprete desgrana la impresionante "Oración a la Justicia". Ya sobre el final, el espectáculo culmina como empezó, con la segunda parte de "El viejo varieté", aquella de "rebajen luz de escena/ aquí hay alma en pena..." Todo tiene su final, incluso un show tan maravilloso como este.
Lo que nos hace sentir que María Elena y María Herminia siguen tan vigentes y vivas como nunca. Y Susana, vivísima. Un trío que supo llevar a cabo un programa tan emblemático de nuestra TV como lo fue "La cigarra", en la primavera alfonsinista. 
Para ver y rever más de una vez. Acá se los dejo para que lo disfruten.
Espero vuestras devoluciones y gracias por seguir leyéndome.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).