miércoles, 16 de noviembre de 2016

Mi unipersonal "Lo mejor (peor) de mí"

Hola amigos teatreros:
hoy vengo a promocionarles mi unipersonal "Lo mejor (peor) de mí" que realizo celebrando mis 30 años con el teatro (en realidad ya van 33). Lo voy a hacer este sábado 19 a las 19.30 hs. (se ruega puntualidad) en Maipú 699 2° Piso (es Maipú y Viamonte). Allí repaso mis grandes momentos de mi carrera de unipersonales y hay algunos estrenos también. Me gustaría mucho contar con vuestra presencia ya que es un trabajo muy exigente (son 2 hs de espectáculo) y de mucho compromiso artístico. La entrada tiene un costo de 100 $ ("que no hay que confundir valor y precio", decía Serrat).
El programa es el siguiente:

1-España, en paz (José María Vilches-Antonio Machado, de "Soy un Ser Humano")
2-Tú (Jacinto Benavente, de "Soy un ser humano")
3-No te salves (Mario Benedetti, de "Benedetti, ¡Te amamos!")
4-Historia del que padecía los dos males (Alejandro Dolina, de "Aquellas Pequeñas Cosas")
5-Hay un niño en cada hombre (Alberto Cortéz, de "Soy un Ser Humano")
6-Cartas de Color (Les Luthiers, de "Soy un Ser Humano")
7-Historia del que no podía olvidar (Alejandro Dolina, de "Aquellas Pequeñas Cosas")
8-La misma pócima (Mario Benedetti, de "Benedetti, ¡Te amamos!")
9-El vino (Alberto Cortéz, de "Soy un Ser Humano")
10-El Cuervo (Edgar Allan Poe, de "Soy un Ser Humano")
11-Señales (Mario Benedetti, de "Benedetti, ¡Te amamos!")
12-Autoayuda (Leo Maslíah, de "Y... de algo hay que reírse")
13-Grito hacia Roma (Federico García Lorca, de "Aquellas Pequeñas Cosas")
14-El amor desolado (José Fernando Dicenta, de "Soy un Ser Humano")
15-Poema Misceláneo (Leo Maslíah, de "Aquellas Pequeñas Cosas")
16-Despabílate amor (Mario Benedetti, de "Benedetti, ¡Te Amamos!")
17-La calle del bien y del mal (Alejandro Dolina ("Aquellas Pequeñas Cosas")
18-Todavía (Mario Benedetti, de "Benedetti, ¡Te amamos!")
19-Horóscopos (Leo Maslíah, de "Y... de algo hay que reírse")
20-Desencuentro en Lacarra y Rivadavia (Alejandro Dolina, de "Aquellas Pequeñas Cosas")
21-Qué suerte he tenido de nacer (Alberto Cortéz, de "Soy un Ser Humano")
22-Niñoquepiensa (Mario Benedetti, de "Aquellas Pequeñas Cosas")
23-No morir (Mario Benedetti, de "Benedetti, ¡Te amamos!")
24-La cogida y la muerte (Federico García Lorca, de "Aquellas Pequeñas Cosas")
25-La sangre derramada (Federico García Lorca, de "Aquellas Pequeñas Cosas")
26-Padre (Joan Manuel Serrat, de "Aquellas Pequeñas Cosas")
27-Soy un Ser Humano (Alberto Cortéz, de "Soy un Ser Humano")
28-Monólogo de "Solos en la Madrugada" (José María González Sinde-José Luis Garci, Estreno)

La idea, la selección musical, sonido, puesta en escena y dirección general son mías.
Bueno, los espero a todos... ¡no dejen de faltar!

Itebere Pablo Althabe (el Conde de Teberito)

domingo, 13 de noviembre de 2016

Mi crítica de "Falladas" (Teatro)

Después de casi dos semanas sin computadora gracias a mi servicio de cable y Fibertel me retrotraigo al viernes pasado en que fui a ver "Falladas" escrita y dirigida por el prolífico José María Muscari.
La célula subversiva que habitaba el "Libro de Manuel", de Cortázar, tenía como propósito una acción que llamaban "La Joda", y acá, "la joda" empieza mucho antes de la función: un público efusivo poblado de mujeres que celebran a cada amiga que entra a la sala con aplausos y vítores y festeja la más leve ocurrencia a grandes carcajadas me hacían temer lo peor, un público obsecuente con predisposición a la risa fácil y al aplauso inmediato. Y no me equivoqué, cada grosería era festejada con entusiasmo.
Pero vamos por partes, como decía Jack el Destripador. La obra, en términos generales, me gustó, pero con objeciones. No es una obra para exquisitos del lenguaje desde el vamos, está llena de vulgaridades y golpes bajos en el léxico. No es necesaria tal catarata de palabrotas y obscenidades gratuitas siendo que los mejores chistes son los que no las tienen ("¡por Dios, por Dalma y Yanina!"; "ayer fui feliz porque compré una oferta de dos jabones para lavar la ropa al precio de uno, ¿ustedes no son felices cuando compran una oferta? Que me regalen algo ya me hace feliz" -decía Úrsula (Cecilia Dopazo), pero la chanza continuaba- "¿para qué querés jabón en polvo si no tenés lavarropas?", "para mi baño de espuma. Lleno la bañadera con jabón en polvo, me meto adentro y soplo las burbujas"). Lo que pasa es que después del éxito descomunal de "Brujas" toda reunión de mujeres tiene que tener referencias explícitas al sexo y estar llena de malas palabras. La diferencia es que en "Brujas", detrás de cada vulgaridad había una idea, una cuota de ingenio (producto más que nada del adaptador y director Luis Agustoni). Acá no hay rasgos de sagacidad en el anverso de la grosería. Se dice y punto.
Además no me gustó la inclusión del público en la obra: "¿le pedimos que lo diga?", exclama una de ellas... "¡siiiiiiiiiiii!" contestan todas las féminas al unísono, o se las invita a corear una canción de Sergio Dennis. Cuando se rompe la cuarta pared ya es muy difícil que volvamos a creer que ellas cinco no están solas. Otra es la utilización de material de la realidad inmediata: "¡qué grande Pampita que puede tener un macho distinto cada semana! ¡La admiro a Pampita!" o "¿qué hago, embalsamo al gato como la Cardone?" Ni la inclusión innecesaria de canciones de los '90 para detener la acción y que alguna de ellas la "cante" sin ninguna necesidad dramática.
Vamos ahora a lo que me gustó. Brillantes las cinco actuaciones, desinhibidas y verborrágicas las cinco, por orden alfabético: Cecilia Dopazo (Úrsula), Martina Gusmán (Brenda), Laura Novoa (Diana), Patricia Palmer (la Lic. Perla) y Andrea Politti (Águeda). Las chicas son amigas de antaño, cuarentonas las cuatro, pero que se mantienen muy bien, y se reúnen cada jueves a hablar de las cosas que les interesan, a saber: sexo y consumo. Están todas desesperadas por conseguir un "macho" y además viven pendientes de sus celulares, del shopping, de la cuatro por cuatro y de la riqueza del tipo en cuestión. Sus horizontes son muy pobres. ¿Girarán en torno a esto todas las reuniones de mujeres?
Pero este jueves hay una diferencia. Entre Diana y Águeda se han complotado para traer a una psicóloga que las ayuda a disipar sus tensiones (que las hay, y son muchas). La psicóloga es la Licenciada Perla (Patricia Palmer), una psicóloga sui géneris, más parecida a la jerarca de un campo de concentración que a la armonía y la comprensión que debe tener una terapeuta ("vos cállate, enfermita", "¡sit down!"). Perla aclara desde el principio que va a reivindicar el sentido de la mala palabra (esto está muy bien), que se comunica más con el inconsciente y que dice lo que en verdad se tiene ganas de decir: "de ahora en más 'hacer el amor' no se llama más así, sino 'garchar a lo loco", define de un plumazo... y ni falta que le hace a las chicas.
Los caracteres están bien definidos, pasando por la culta liberal, adinerada y boca sucia Diana hasta la ingenua y enamoradiza Brenda, hay toda una serie de matices.
La catarsis que les propone la Lic lleva a buen puerto porque hace que todas escupan sus miserias y sus bajezas (sí, de eso se trata la obra) de la forma más sincera posible y se sacan chispas sobre el escenario. Así Úrsula declara que después de tener a sus hijos se dedicó a ser MADRE y quedó borrada como mujer sexuada, Águeda puede pelearse con su amante porque  cuida más a su auto que a ella y "porque la tiene muy chiquita", Diana no está dispuesta a soportar a nadie que acabe antes que ella y no le proporcione un buen orgasmo y Brenda dice que se siente frustrada cuando no le contestan enseguida sus mensajes en el celular. Y Perla revela al final que es bipolar (algo de lo que ya nos habíamos dado cuenta antes por su brusca atención hacia sus "enfermitas" y su aire de superioridad -"cállate vos, indígena, que acá la que sabe soy yo"-).
Hay risas en la obra y son casi todo el tiempo, como dije antes, algunas más efectivas que otras, sobre todo las que no remiten a la vulgaridad, algo que no tolero en el teatro ni en la vida cotidiana. Las cinco se lucen y lo hacen con buenas herramientas actorales, lo que me hizo aplaudirlas de pie, dejando de lado todo lo que no me había gustado. El resultado queda a la vista del lector, habrá quien se decante por este espectáculo y quien no. Al final, terminan bailando el famoso tema de ABBA "Waterloo", tan de moda en los años 80.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 22 de octubre de 2016

Mi crítica de "Deseo" (Teatro)

Hola, amigos. Ayer fui a ver "Deseo", frente a mi deseo de verla y en contra del "Regular" que le brindó "La Nación". Y me encontré con una obra fresca, audaz, valiente, muy bien actuada y dirigida, que realmente justificó el haber ido. Vamos por partes, la directora es Alejandra Ciurlanti, de quien yo sólo había visto su puesta de "Rainman" y la codirección con Juan Pablo Geretto de "Como quien oye llover". Y realmente me sorprendió porque se atrevió a jugar con un material sensible: el deseo sexual y sus complicaciones. Todos somos animales antes que personas, por lo tanto todos deseamos... pero ¿hasta dónde nos puede llevar esa pulsión? ¿Cuánto hay de controlable en ella? y ¿hasta dónde conviene dejar fluir al deseo? ¿Cuáles pueden ser sus implicancias? La obra es de un polémico autor español, Miguel del Arco, y está interpretada por Juan Gil Navarro, Julieta Ortega, Alejandro Paker (amigo de esta casa, por su brillante labor en musicales) y mi amada (sí, integra el panteón de las diosas) Moro  Anghileri (sobre todo porque no sólo es actriz sino también directora, dramaturga y directora de cine, algo que este cronista desearía para él).
Pero vayamos a unas palabras del autor de la pieza, del Arco, que nos van a aclarar un poco el panorama: "Dijo Montaigne que nuestro deseo es indeciso e incierto; nada sabe poseer y nada sabe gozar rectamente. Aunque también sabemos que sin dejar vía libre a esa fuerza motriz, el ser humano jamás hubiera progresado. Luchamos permanentemente entre la necesidad de trascender y la constatación de que nuestra vida no es nada más que un secreto fisiológico. Amar racionalmente o seguir nuestros impulsos. Es todo muy oscuro. Hay veces que si te dejas envolver por la oscuridad se consigue un estado de mayor percepción, más sensitivo, más propenso al viaje emocional... Ojalá sea el caso. Ese es nuestro Deseo". A esto yo podría agregar que no somos seres puramente deseantes en el ámbito pulsional, sino que también nos mueve el amor, el cariño, la comprensión, con lo que básicamente fundamos nuestras relaciones y nuestras elecciones de una estabilidad emocional. De lo contrario no se diferenciaría para nada el animal del ser humano, quien es capaz de tomar resoluciones coherentes y acordes a su fin. Pero recordemos que Freud dijo que el objeto del deseo siempre es oscuro. No sabemos lo que deseamos... Y después vino Buñuel, ese gran maestro surrealista del cine a reafirmarnos "Ese Oscuro Objeto del Deseo".
Pero vamos a la obra, que me hace recordar mucho a "Las Relaciones Peligrosas", esa notable novela francesa de deseo, sexo, intrigas, seducción, fatalidad y muerte. Aunque acá la muerte no tiene forma de espada sino de palabras. Palabras. Hay muchas palabras en la obra, y buenos razonamientos llevados a su extremo. Y silogismos perfectos. Es una obra maestra de la lógica. Ana (Julieta Ortega) es conocida de Paula (Moro Anghileri) del gimnasio, quien le cuenta sus proezas sexuales junto a su amante y Ana queda sorprendida por tanta fogosidad aunque ella la mantiene diez años después de casada junto a su marido Manuel (Juan Gil Navarro). Ese fin de semana deciden reunirse en su casa de campo Ana, Manuel, invitando a Paula y a Teo (Alejandro Paker), un amigo de ambos recientemente separado. Los dos solteros están en plan de diversión y pronto comienza el coqueteo. Pero lo que venimos a enterarnos es que Manuel es el secreto amante de Paula, y esta va a intentar provocarlo desde todos los ángulos aún enfrente de su mujer. Manuel reacciona muy mal frente a la invitación a Paula ese fin de semana. Pero Paula y Teo logran unirse sexualmente, impulsados, claro, por el deseo. Manuel y Ana no se quedan atrás y deciden aprovechar el finde. Las escenas de sexo entre ambas parejas están muy bien sugeridas (más que mostradas) en la semipenumbra del proscenio. La mañana siguiente están los solteros eufóricos por su noche de sexo y piensan en repetirla en cualquier parte, mientras Manuel se muestra muy distante. Pero el deseo de que se habla no es puramente del deseo sexual, sino también del simple deseo de desear lo que el otro tiene. Los lacanianos van a decir que "el deseo es el deseo del otro", algo que saben muy bien los vendedores de colectivos, aun sin haber pasado por la universidad, cuando dicen: "Ya le entrego señora", sin que nadie le haya pedido nada. Buscan despertar el deseo de sus posibles compradores invocando el deseo de otros. Decíamos que es desear lo que el otro tiene, y así se va a desplegar de forma perversa por parte de Paula el querer unir a Ana y Teo, hablándole halagos del uno a la otra y de la otra al uno. Por supuesto que una chispita se enciende. Mientras Ana y Teo tienen sus escarceos sobreviene la unión de Paula y Manuel, y todo es observado por Ana, quien abre sus ojos a la realidad. Hay un "espanto" en Paula hacia la agresividad de Manuel y le dice que está verdaderamente enamorada de Teo (¡Ah... irrumpió el amor...!) y que decide irse con él. Teo la entiende y deciden irse juntos. Pero Ana hace un llamado de teléfono a la esposa de Teo para que reconsidere su situación y esta lo llama a él para una posible reconciliación, con lo que Teo decide dejar a Paula. Hay un diálogo muy fuerte entre ambas amigas y un final que sino es el de "Relaciones Peligrosas", se le asemeja mucho, sólo que un poco más macabro. Allí cae un telón entre Ana y Manuel, quien le pide tratar de seguir juntos pero ella se ve obstruida por la furia... hasta que esta es reemplazada nuevamente por el deseo.
Hay muy buenos trabajos, sobre todo en las mujeres, Moro Anghileri despliega toda su sensualidad y sexualidad, que es mucha (aunque sea chata como una tabla, como mi prima Leticia... de las tetas, ¡ni noticia!), y sabe comportarse como una leona sexual y provocar muy bien; no el opuesto pero sino más bien recatada es Julieta Ortega en su papel, aunque no se priva de nada a la hora de la cama con su marido, y el desnudo parcial que hace es muy delicado y bien conducido. De los hombres se luce más Alejandro Paker, que como buen cantante y bailarín se permite unos pasos de baile y un "Moon River" cantado a capella que pone más tirantes las cosas. Como comediante también se luce. En una cuerda un poco más dramática y concentrada encontramos a Juan Gil Navarro en su Manuel, atrapado entre sus dos amores. Es un verdadero cuadrángulo de pasiones lo que se desata aquí, realmente quieren todos con todos.
Es una obra nada complaciente, con un lenguaje fuerte y preciso, acá los actos sexuales y los órganos son nombrados por su nombre vulgar y no por los de la Real Academia (aunque también los acepta), así que les advierto, no es una obra para puristas del lenguaje. La pieza hace reír mucho y también reflexionar, nada está exento del prisma del deseo y a desear y ser deseados nos lleva (lógicamente deseamos a las dos mujeres de la obra a más no poder, hasta que tendríamos ganas de volvernos a casa con una de ellas -al menos-). Ampliamente recomendable -a mi gusto- aunque las críticas que anden por allí no sean tan buenas.
Y gracias por leerme hasta acá nuevamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente). 



  

jueves, 20 de octubre de 2016

Mi crítica de "Lutherapia" (Teatro)

Revisando mi colección de DVDs de Les Luthiers me dio ganas de volver a ver "Lutherapia" y pasaré a detallar por qué lo considero el mejor espectáculo de mi grupo humorístico-musical favorito. Para empezar, este show tiene la friolera de 9 años, ya que se estrenó en el 2007, cuando el genio de Rabinovich estaba en pleno auge y nada hacía sospechar su triste final. Vamos, que este show no hubiese sido lo que es si hubiera faltado Daniel Rabinovich. Todo empieza como una charla ente Ramírez (Rabinovich) y Murena (Mundstock), este último se define como psicólogo y decide ayudarlo al primero a curarle su neurosis. "Vamos a hacer una sesión cara a cara. Recuéstese en el diván" "¿Cómo, no me dijo cara a cara?" "No, cara-cara, muy cara..." Es el primero de una catarata de chistes sobre el psicoanálisis que irán desgranando a través de toda la obra. "En nuestra escuela psicoanalítica es necesario que el paciente se recueste, y que el tratamiento le re-cueste". Ramírez se siente mal porque tiene que realizar una tesis sobre la teoría estructuralista musicológica aplicada a la música de Mastropiero, y no sabe por dónde arrancar. Entre tanto, la charla de diván se ve interrumpida por un número cómico-musical, ya que esta es la columna vertebral del espectáculo. El primer número es una "opereta medieval": "El cruzado, el arcángel y la harpía" y ya demuestran todo su ácido y filoso humor. Un grupo de cruzados se dirigen a pelear la batalla con la que recuperarán Jerusalén de las garras del malvado musulmán Saladino (¡Buuuuuuuuuuuuuu!). Su jefe, Chistophe de Cotillon se ha llegado a enfrentar con Saladino y este le dijo: "Eres un hijo de mujer que comercia con su cuerpo, horizontal cuatro letras". A lo que Maronna dice: "Mamá" y Mundstock lo corrige, "también puede ser Papá" Y Rabinovich acota, "o abuela... no abuela tiene tres letras: a-bue-la". Son interceptados por el arcángel Manuel, quien los desvía al palacio de la diosa Harpía, una sensual mujer de quien se dice que en su palacio impera el vicio y el desenfreno sexual. "Dicen que hay vicios desconocidos... pero se aprenden rápido". Deciden desviar su curso e internarse en el castillo de Harpía y pasar una noche de desenfreno. En tanto el ejército de Christophe de Cotillon pierde la batalla final. El número que sigue es una "galopa psicosomática": "Dolores de mi vida" en donde Rabinovich, el solista, canta sus dolores cada vez que lo abandona su chica, a lo que le dice el terapeuta que está "somatizando". Con el tercer número se meten directamente con el humor negro, y así Núñez Cortés y Maronna componen a las viejecitas Clarita y Rosarito en el "vals geriátrico" "Pasión Bucólica". Las dos viejitas se reúnen a tocar música y a recordar al finado Arnolfo, marido de la primera y amante de la otra, como aquel día en que "casi se muere" y ella le dijo al médico "no se preocupe, otra vez será". Y que lo sacó de la sala porque en el verano lo vuelve a poner en la bóveda, "porque está más fresquito". Y cuando lo fueron a operar sale el médico y le dice "señora, lo perdimos en la operación... pero lo encontraron enseguida... ¿sabe cómo hicieron? Fueron siguiendo la sonda..." Y así desgranan entre anécdotas y romances frustrados lo más cáustico de su humor. Luego sigue una "balada, mugida y relinchada", un rock con algo de paz campestre titulado "Paz en la campiña". Vuelve a ser solista Rabinovich. Papel que tomará nuevamente para "Las bodas del rey Pólipo" (marcha prenupcial) en donde dos músicos (López Puccio en latín -violín de lata- y Maronna en guitarra) hablan loas de la joven princesa BIcisenda, quien se casará con el septuagenario rey Pólipo y de todas sus bondades físicas, peligrando su salud "cuéllica" ya que el rey ha mandado a matar a todos los abusadores músicos de la corte. Y llega uno de los puntos más altos del espectáculo, la "Rhapsody in balls", un "handball blues", que Ramírez dice haber soñado con que Núñez Cortés estaba tocando unos azules (blues) y era interrumpido por Maronna. Y así es, en esta pieza sin palabras, ya que mientras Núñez Cortés se dignifica como el excelente pianista que es, Maronna hace otro tanto tocando el "bolarmonio", un armonio compuesto por pelotas de handball que suenan en el mismo tono de la Rhapsody y que va tocando conjuntamente con el pianista, logrando un efecto reidero y musical hipnótico. El N° 7 es el oratorio "El flautista y las ratas", donde se cuenta la verdadera historia del Flautista de Hamelín y de como las ratas llegaron a constituirse en un pueblo, venerando a las famosas ratas beatas, las ratas de la fe (de la "fe de erratas"). Otro número con el que se viene abajo el teatro, la "cumbia epistemológica" "Dilema de amor", donde un solista epistemólogo canta nombres de epistemólogos y filósofos famosos secundados por el trío de cumbia "Los Brillantes" que cantan: "Que bonito mi amor, que bonito mi amor, hacernos cada día, muy juntitos los dos, la epistemología..." El "tarareo conceptual" es una definición de Mastropiero en que dice que para aprovechar mejor un tarareo deben utilizarse las mismas palabras del poema, como en aquella canción "La excursión de los amigos", que decía "ya pararon para comprar queso, ahora pararán para pan, pararán para pan", y en el "Aria Agraria" que entonan Rabinovich y Maronna con sendas guitarras hacen unos estribillos imposibles de repetir por su jugosa y jocunda interpretación de la letra "tarareada" o "laralaleada" o "borombombada". Y finaliza con el fallido "El Día  del final" (exorcismo sinfónico coral) donde presentan otro instrumento nuevo, la "exorcítara", cítara gigante alumbrada por focos de luz de led que constituyen sus cuerdas y que van desgranando sonidos al roce de éstas con las manos de los tres ejecutantes. Todo transcurre el 31 de diciembre de 1999, cuando se anuncia la llegada del Anticristo y un grupo de monjes quiere interrumpir el parto de la mujer que lo va a dar a luz. Si bien están muy graciosos todos, no alcanza el nivel cómico de sus antecesoras canciones. Terminada la sesión con el Dr. Murena, Ramírez logra superar su trauma y escribir la tesis, y nosotros hemos concurrido al más delirante, alto en calidad musical, humorístico y sensacional de los (todos) excelentes espectáculos de Les Luthiers. Está en DVD o se puede bajar del E Mule. Nuevamente sentimos la pérdida de ese gran histrión, músico y cantante que era Daniel Rabinovich y sentimos que esta hora y media que hemos pasado en la compañía de nuestros amigos es lo más semejante a la felicidad posible.
Y gracias por leerme hasta acá nuevamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 15 de octubre de 2016

Mi crítica de "Nativo" (Teatro)


Teatrix estrenó ahora "Nativo" una obra que no me atraía mucho, donde el baile y la música indígena y folklórica iban contando desde los albores de nuestra raza hasta la integración de los nativos con los criollos. Como propuesta no era lo suficientemente atractiva para mí... y no me equivoqué...
Aunque la letra y la música sean de Eladia Blázquez, esté por allí Valeria Ambrosio y la idea, el libro y la dirección general sean de Diego Romay sentía que algo me faltaba. Y lo que falta es la historia. Hay algunos rastros de libreto por ahí, pero es muy pobre y no alcanzan a satisfacer una propuesta teatral. Todo empieza con cantos indígenas interpretados por Suna Rocha (que juega a imitarle la voz a Mercedes Sosa) y que las ofrendas a la Pachamama y más cantos indios vayan de la mano de Tukuta Gordillo no le da el relieve de "superproducción" a esta puesta con 30 artistas en escena. El baile que ejecutan los indios está muy bien, pero les desconfío a estos indígenas demasiado blancos (me parece que son truchos) y no del color cobre de la tierra que los vio nacer... Luego llegan los conquistadores con cabezas de caballos que me parece una buena idea sino hubiera visto antes la puesta de "Equus" que hizo Carlos Sorín (mucho mejor logrados estaban los caballos). Suna Rocha se pone en su rol de coplera para informarnos que los indígenas son diezmados por gente muuuuuuy mala, y que queda sólo uno vivo, como para mantener el fuego prendido. (Ya sabemos que acá todos los enemigos de los indios será gente muuuuuuy mala). Pero por suerte hay una criolla que se enamora del indio (no sabemos sus nombres) y bailan una zamba. Después (como en las peñas) se viene la chacarera y el malambo y aparece un capitán del ejército. Parece que a los ideólogos de esta propuesta el malambo les lleva a pensar en el grupo "Malevo", ya que hay mucho malambo a diestra y siniestra... pero no se engañen que estos no son los "Malevo". Después se viene música del altiplano con Tukuta Gordillo y su sikus... y la queja indiana, que si de por sí es triste, acá la hace mucho más plañidera... todo un regocijo, vea doña... Por suerte que por ahí aparece la zamba "La tempranera" para ilustrar la relación del indio con la criolla, con quien se ama con gran variedad de desplazamientos... y en todas las posiciones.
Sigue una escena bastante más movida, con la percusión al rojo vivo, al igual que esas armas que están preparando en la fragua, se viene la lucha... ¿con quién? ¿con los de afuera, con los de adentro? Mmmm... veremos veremos después lo sabremos. Hay un nuevo malambo mientras el indio se pelea con todos los malos, que acá son militares, criollos y gauchos. Se le ofrece un arma para defender a la Patria, pero él se la devuelve al Capitán con el mismo énfasis que le fue arrojada. Como consecuencia de esto el indio es estaqueado. Entonces sueña. Sueña con conquistadores y caballos, sueña con su amada quien es violentamente arrancada de sus brazos y violada por el Capitán (no se priva de nada, ya que soñamos, soñamos con todo...). Suna Rocha interpreta la "Zamba de la Luna Llena" cortando el ritmo del relato (un relato que de por sí no tiene el suficiente ritmo). Luego de esto lo enrolan en el ejército al "nativo", quien se pone su chaqueta militar encima de sus deshilachadas ropas telúricas. Las criollas despiden a los soldados bailando una zamba agitando pañuelos. Y aquí nos enteramos que la lucha era... contra los indios (¿la campaña del desierto?, nada está claro aquí), y cuando le toca sacrificar a uno de los suyos sufre un remordimiento y ahí, justo... ¡zas, suena un disparo y lo matan! Justo cuando se deshacía del traje militar es finado. Llega entonces la coplera y luego el llanto indiano (Suna y Tukuta de nuevo). Cuando lo llevan (¿a dónde?) lo hacen en la posición de Cristo crucificado, en andas. Para cerrar con esto los indígenas y las criollas bailan un carnavalito como para reconciliarse y que todo quede en paz, ¿vio? Finalmente los percusionistas de la orquesta nos tocan... ¡otro malambo! (se lo creyeron enserio lo de "Malevo"). Y así termina este precioso cuento de como los nativos (que eran todos muuuuuy buenos) se enfrentaron con gente muuuuuy mala, ¡¡¡para que aprendamos, caracho!!!
En definitiva, una propuesta que de tan lavada resulta desteñida, con folklore acorde (todavía estamos esperando que se estrene la película "Folklore", de Saura, filmada en nuestro país con artistas nuestros) e indigenismo de ocasión. Qué quieren que les diga, me revientan las antípodas blanco/negro, donde unos son muy buenos y los otros son muy malos, prefiero toda la gama de grises...
Y gracias por leerme hasta acá. El que quiera verla tiene que sólo pulsar el click en "Ver obra" y ahí tendrá para confirmar o discutir todo lo que yo le digo.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

lunes, 10 de octubre de 2016

Mi crítica de "Las d'enfrente" (Teatro)


Entre las novedades de Teatrix para este mes está el estreno de la obra de Federico Mertens (de 1909) "Las d'enfrente". Yo opino que es una comedia con un solo chiste bueno, el del final ("Se ha suicidado la madre de las chicas de enfrente"), todo lo demás es un sainete bastante zonzo que supo dirigir Rubén Stella con buena mano, haciendo que algunos momentos valgan la pena. El sainete y la comedia costumbrista son géneros muy utilizados en nuestro teatro, sobre todo por el gran exponente que fue Alberto Vaccarezza, y era ese tipo de obras que incluían a los inmigrantes de aquel entonces, estaban llenas de conventillos, gallegos, tanos, judíos y toda la gran inmigración. Creaba los reconocibles "tipos" y por lo general (digo "por lo general") eran obras sin mucha espesura. Esta es una comedia liviana que delata el año de su estreno pero con modelos bien reconocibles para nuestro hoy en día.
Yo recuerdo que vi esta obra de la mano de la inmortal China Zorrilla en forma de teatro leído, en el club de mi barrio (el Club Mitre de Floresta), acompañada por el también extinto Jorge López y en el papel de una de las hijas mi amada Marikena Riera. China utilizó esta obra para despedirse de las tablas y dejó de hacerla cuando cumplió sus 90 años. Allí el clima de jolgorio era total, y cuando la China se equivocaba en algún parlamento o leía lo que ya había leído, se la festejaba con grandes aplausos, como corresponde a toda gloria del teatro.
Pero vamos a la obra. El bebé atraviesa su "estadío del espejo" a una edad muy temprana, usando el reconocimiento de su imagen en el espejo como identificación con el propio cuerpo y el ir desarrollando su Yo futuro, aprende lo que es el cuerpo y su afuera. Algo parecido les pasa a las mujeres de esta obra, utilizando como espejo a "las d'enfrente", pero no para constituir su propio Yo sino más bien para empobrecerlo, imitando todo lo que hacen sus vecinas con el pretexto de no ser menos que ellas. Así constituye una especie de espejo deformante como los que hay en los parques de diversiones, para perder toda autenticidad en sus propias vidas, y cayendo en la estupidez del que vive la vida ajena olvidándose de vivir la propia. Si "las d'enfrente" compran tal cosa, hay que comprarla, si casan a su hija hay que casar a una propia, si ponen la luz eléctrica hay que hacerlo también. Si la hija se casa en tal iglesia hay que copiarlas, si publican el casamiento en el diario hay que hacerlo, si se van en viaje de luna de miel a Montevideo, allí irá la mayor de sus hijas, si la hija de enfrente rompe con el novio, la propia hará lo suyo.
La familia está sostenida por Don Esteban (Héctor Calori), un tano dueño del almacén Garibaldi, tan malhumorado como amarrete y su esposa, Doña Dorotea (interpretada por una gordísima Graciela Pal). Los hijos en cuestión son, Esther (Analía García Barbari), Celia (Carla Bianca) y el hijo Ricardo (Francisco González Gil). Con él "afilará" la joven profesora de piano de las chicas, Elena (Lucía Stella, realmente joven y hermosa) y el pretendiente de Celia será Genaro, el itálico brazo derecho de Don Esteban en su proveduría  (Joselo Bello). El cuadro se completa con la criada (Myriam Strat), porque si las d'enfrente tienen criada hay que tener una. Esta es la familia modelo que imita a su otro modelo.
Lo que no entiendo es por qué están tan mal dibujados los hombres de la casa, el padre es bruto y amarrete, el hijo es un pusilánime que sufre mal de amores (patético es el personaje y su interpretación) y ni Genaro se salva, también ordinario y seco de sesos aunque al final, cuando Celia lo deja, demuestra un poco de dignidad. Ahí los trazos fuertes están dados por las mujeres: una Dorotea que va y viene moviendo los hilos de los destinos de su familia, y dos hijas vagas que sin embargo toman las riendas para las cuestiones amorosas (copiadas). Hasta Elena toma la decisión de curar a Ricardo de su mal de amores declarándosele, aunque tenga novio, para que, una vez repuesto éste, lo deje por su novio. Ricardo caerá en el dolor de los despechados, y a instancias de Dorotea Elena volverá con él y se prometerán en matrimonio. Un detalle curioso es la breve pero efectiva composición de la criada, quien realiza un juego con el público. Como su papel es tan pequeño, casi insignificante, sus entradas y salidas se harán con paso demorado y parsimonioso para aprovechar sus minutos de escena, lo que convierte en desopilante su actuación.
Así, viviendo una vida prestada transcurre la vida de esta familia, que ya por esos tiempos era "disfuncional", aunque los hijos trataran de riguroso "usted" a sus padres. Las risas no son muchas, pero Stella en su rol de director sabe sacarle el jugo a todo costado risueño de la situación, inclinándonos a pensar que estamos ante una comedia "buena". Ya lo dije, gira todo en torno a la gran broma del final que cosechará mucha risa y mucho aplauso. Las interpretaciones no son del todo parejas, tanto Graciela Pal como Héctor Calori imponen su presencia de muchos años sobre las tablas, los restantes hombres, ya lo dije, exhiben una actuación que borda el patetismo y las chicas de la casa se defienden bastante bien en un texto imposible. ¿Qué lleva a los productores de hoy en día a poner tanto esta obra en cartel? Para mí sigue siendo un gran misterio, pero el público general lo agradece...
Gracias nuevamente por leerme hasta acá por un espectáculo que recomiendo fríamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

miércoles, 5 de octubre de 2016

Mi crítica de "Romeo y Julieta" (Teatro-Broadway)


Ahora Teatrix importa obras de Broadway en inglés, subtituladas, para nuestro deleite. Acá nos encontramos con una versión modernizada de la obra más representada de Shakespeare (junto a "Hamlet"), la obra emblemática del amor adolescente, interceptado por el odio de dos familias enemigas (la "grieta" ya viene desde la época isabelina, parece), que bien podría representarse en nuestro país enfrentando radicales vs. peronistas... Pero acá se ha optado por enemistar a muerte a una familia de blancos contra otra de negros.
"Romeo y Julieta" ha dado para todo, desde el cine, con la versión más clásica de Franco Zeffirelli (con la música exquisita del mejor Nino Rota), hasta las adaptaciones más modernas de "Romeo+Julieta" por Leonardo Di Caprio y Clare Danes, pasando por la adaptación libérrima para uno de los primeros musicales dramáticos de Hollywood: "West Side Story" ("Amor sin Barreras"- R. Wise- 1961) con música de Leonard Bernstein y letras de Stephen Sondheim. La ópera no fue ajena a este drama y contamos con la versión de Charles Gounod y la "Capuletos y Montescos" de Vincenzo Bellini. Ni siquiera el ballet pudo evadirse, recordada es la obra de Serguei Prokofiev "Romeo y Julieta". El cine fue pródigo en adaptaciones de Shakespeare (Guillermo Sacude la pera, en su traducción), desde los experimentos informales del gran Orson Welles, pasando por las más tradicionales de Lawrence Olivier hasta el desaforado Kenneth Brannagh de la actualidad (ver su "Hamlet" de 4 hs con actores de todos los géneros es un gusto indescriptible).
Pero aboquémonos pues a esta versión que tenemos aquí. Está protagonizada por Orlando Bloom (un poquito grande para el papel de Romeo, y lo digo en edad no en grandeza) y la actriz de color... negro Condola Rashad. Todos ajustados bajo la gran batuta de  David Levaux. Se representó en el Richard Rodgers Theatre y la amplia sala viene muy bien para tal despliegue. Están aquí los Capuleto (negros) y los Montesco (blancos), Julieta pertenece a la primer familia mientras Romeo es de la segunda. El texto que se representa es el original de Shakespeare pero las acciones difieren, acá la vestimenta es moderna, las cadenas han reemplazado a las espadas y los puñales siguen siendo puñales. Pero pasa como pasaba en "El Quijote, por Pierrre Menard", de Borges. Aunque el Quijote escrito por Pierre Menard no difería una coma del cervantino, el contexto en el que había sido escrito era otro, con lo cual su lectura resultaba diferente, modificaba toda la obra. Cuando el contexto es distinto toda la pieza se transforma. Y es por eso que aunque acá se respete la puntuación shakespeareana, si el hábitat es distinto, estamos presenciando una obra nueva.
Y acá asistimos a la pieza de amor, deseo, muerte (que para Freud eran las dos únicas cosas que debían preocupar al hombre: el sexo y la muerte), venganza, violencia, lucha por el poder, traiciones, fidelidades... todo junto en dos horas y cuarto de representación, algo que sólo el genio de William Shakespeare podía conjugar. Vamos al  cuentito: Romeo está enamorado de Julieta y Julieta de él, les importa un pomo la rivalidad de sus familias, el amor de ellos está por sobre todo. Poco importa también que el padre de Julieta quiera casarla con Paris, un muy buen candidato para ella (blanco, en la historia). Romeo y Julieta son casados por fray Lorenzo, el cura que los cobija a escondidas, y en una gresca de las habituales Mercucio, el amigo de Romeo es asesinado por Teobaldo, primo de Julieta, y aquel asesina a este último. Por lo tanto se arma la de San Quintín y Romeo es desterrado a Mantua, pero logra ver por última vez a Julieta y le promete que antes de la noche de su casamiento irá a buscarla para llevársela con él. Fray Lorenzo se entera que Julieta va a casarse y le proporciona un falso veneno, el cual, al tomarlo, parecerá muerta por 24 hs, hasta que despierte en su tumba, rescatada por Romeo y los dos huyan. Ella lo hace y aparece "muerta" la mañana de su casamiento. Los padres y la ama la lloran y la depositan en una cama voladora que asciende hasta el techo del teatro. Pero la noticia no le llega a Romeo, quien va en busca de su amada y la encuentra... "muerta". Entonces decide suicidarse él también, con veneno, y abrazado a su Julieta. Se mata. En eso despierta Julieta, y al verlo muerto abrazado a ella, decide quitarse la vida con el puñal de él. Los familiares los encuentran poco después y deciden terminar con el odio entre Montescos y Capuletos. ¡No me digan si no es una tragedia! Para todos los tiempos y para todos los amores contrariados.
Ahora, a Orlando Bloom le queda grande el papel de héroe trágico, está muy bien para esas peliculitas que hace él pero no para Romeo, más preocupado por decir bien la letra que por desangrarse ante el cadáver de su amada. Condola lo hace un poco mejor (tal vez por no ser actriz tan conocida), llora con intensidad y fluidez y parece que lo ama y le importa enserio. Los efectos nuevos son muchos, desde esas varas de fuego que se izan hacia el cielo al principio del prólogo, la paloma amaestrada que vuela hacia el campanario, la pared con graffitis y agarraderas que utiliza Romeo y sus amigos para treparse, hasta la moto en la que hace su entrada triunfal Romeo. El planteo del balcón también está resuelto de manera ingeniosa y ambos amantes pueden jugar con él. Y les juro que acá no tuvo nada que ver aquel Pierre Menard...
El espectáculo es ágil y no aburre para nada, para aquellos que le tengan miedo a Shakespeare, les digo que pueden acercarse sin cuidado. Está muy bien planteado y hasta hay risas en la platea en determinados momentos (no entiendo por qué), ah, sí, porque la gente tiene que ir al teatro a "divertirse"... en fin...
Les recuerdo a los que entran a mi blog que pueden ver la obra apretando el ícono de "Ver obra" y para el subtitulado vayan al ángulo inferior derecho, donde dice CC, aprieten ahí que les van a aparecer los subtítulos.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 1 de octubre de 2016

Mi crítica de "La Furia del Volcán" (Teatro)

Ayer, en una cálida noche de esta primavera invernal fuimos, mi gripe y yo a ver la tan esperada obra de mis amigos Marina Munilla y Gerard Grillea "La furia del volcán", basada en la tempestuosa relación de Ingrid Bergman con el director Roberto Rossellini. Ambos son los autores del texto de la obra, Marina la protagoniza y Gerard la dirige. Además Marina se encargó del coach actoral.
Sin entrar en la hondura metafísica de los espejos de Borges, podemos decir que la obra toda es un gran juego de espejos: una actriz que personifica a otra actriz y que además en un momento nos encontramos en pleno paroxismo: una actriz actuando que representa a otra actriz actuando (cuando se narra los episodios de la filmación de "Strómboli"). Y Marina, que a la sazón viene a ser hija de mi directora de teatro Elsa Orrea (se me podrá preguntar ¿a la sazón de qué? -¿...?-) es consciente de su gran capacidad actoral y de lo que ella es capaz, y sabe ponerse en la piel de la cuarta actriz más famosa de Hollywood y llevarlo a buen puerto. La obra que presencié es una pieza inteligente, bien escrita por estos dos chicos (perdónenme, pero para mí son dos jóvenes), con un gran trabajo de investigación sobre la vida de la Bergman así como de Rossellini, con un buen material cinematográfico que se proyecta sobre la pared del fondo, y sobre todo es una obra dinámica. Y acá se nota la mano del director, que supo saltar del texto escrito al texto representado, dotándolo de una fuerza y una energía inhabitual. La obra muestra a Ingrid en su esplendor tras recibir su primer Oscar por "Luz de Gas" (1944), de George Cuckor (y no por "Intermezzo", como se muestra en la obra, película por la cual también estuvo nominada), hasta verla caer en el deterioro físico y mental que la llevarían a la ruptura con Rossellini, en el 57, y viéndola recibir su segundo Oscar por "Anastasia" (1956), de Anatole Litvak. Bergman recibiría su tercer Oscar en 1974 como Actriz de Reparto en "Asesinato en el Expreso de Oriente", de Sidney Lumet, habiéndolo perdido en 1978 por un trabajo mucho más comprometido en la excelente "Sonata Otoñal" dirigida por el otro gran Bergman (Ingmar).
Ingrid Bergman murió el día de su cumpleaños N° 67 por un cáncer de mama, pero a lo que acá asistimos es al período que va desde los años 1944 a 1957, años de apogeo con un gran amor prohibido y mal visto por la gente de la época, el genial director de cine italiano Roberto Rossellini. Ingrid deja a su marido Peter Landström (Roberto Mauri) y a su hija Pía, de tan sólo 7 años (Azul Badino Buono) ya que después de asistir al estreno de "Roma, Ciudad Abierta" (1945) de Rossellini, se da cuenta que este autor hace el tipo de cine que ella está buscando, algo más cercano a lo vivencial, a las cualidades humanas más profundas, que no supo encontrar ni siquiera en el cine de otro maestro: Alfred HItchcock, para quien filmó tres películas "Cuéntame tu vida" (1945), "Notorius" (1946) y la fallida "Bajo el signo de Capricornio" (1949).
Lo cierto es que nunca se vio una Ingrid Bergman tan sensual y hermosa como esta que reencarna en Marina Munilla, ni se la amó y odió tanto a la vez.
"Soy más mi verdadero yo cuando actúo que en la vida real", cofiesa Ingrid ante un reportaje con la chismógrafa televisiva de la época Hedda Hooper (Sandra Candore), y eso se demuestra en un cuidadoso trabajo de Marina y el director Gerard Grillea, que la hacen sentarse, posar, caminar, abrazar, besar y desenvolverse como representando un papel, con expresión teatral, el papel de su propia vida. Es muy sabia la elección de Marina para este papel, ya que lo da todo de sí, desde el llanto más desgarrado, hasta sus risas de enamorada, pasando por el barranco del abuso del tabaco y del alcohol. Y creo estar en lo cierto cuando ubico su actuación entre las tres mejores que ví este año, junto con Marilú Marini ("Todas las canciones de amor") y la de Paula Rasenberg ("Nerium Park"). Es un gran tour de force de dos horas donde permanece en escena todo el tiempo (salvo para cambiar de vestido) que exige mucho de ella y la pone en el olimpo de mis actirces/amores: Julieta Díaz, Érica Rivas y Juliana Ruíz (espero que no se enoje Gerard)...
Un párrafo aparte merece otro amigo mío en el elenco, Jorge Federici, con quien trabajamos juntos en "Los árboles mueren de pie". Él hace tres papeles, el de un pescador sin letra, el del cura de "Strómboli" y el del Juez en el divorcio de Ingrid con Peter, que si bien son papeles pequeños, demuestra la gran calidad actoral que él tiene, dejando en claro la frase de que "no hay papeles chicos, sino actores chicos". Jorge logra bordar sus papeles con la delicadez del orfebre y lo hace acreedor a otro aplauso.
Lo que podría criticarse de la obra es su gran extensión (2 hs.) que ya resultaba medio incómoda (no sé si era la obra o los asientos). Supongo que los chicos deben haberse encontrado con gran cantidad de información durante su investigación, y quisieron volcarla toda en la pieza. Pero sobreabunda la información, y unos buenos recortes no le hubiesen venido del todo mal, hay que dejar parte para la imaginación del público. Esto es así ya que por momentos se nota algo dispersa la atención y pierde dinamismo la propuesta inicial que es ya de por sí muy interesante.
Otra cosa que hay que apuntar es el desparejo nivel de interpretación. Si bien Marina, Sandra Candore , Manuel Crespo (Rossellini), Federici y Paula Resuk (Irene Dominic, el ama de llaves) son muy solventes, el resto cae en la apatía y en lo transitado.
Pero fuera de estos dos comentarios, la obra merece todo mi entusiasmo por recomendarla y decir "¡Vayan!", está en NoAvestruz (Humbolt 1857), en Palermo y es digna de verse por la temática, la dirección y la actuación más que sublime de Marina Munilla, una gran promesa, que también es cantante y bailarina. Gracias por la función que me ofrecieron.
Y gracias también a los que me leyeron hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

jueves, 29 de septiembre de 2016

Mi crítica de "Strómboli, Tierra de Dios" (Cine-Rossellini-1950)

Como mañana voy a ir a ver "La furia del volcán" (si me lo permite mi gripe), obra en la que trabajan dos amigos: Marina Munilla y Jorge Federici, dirigidos por el novio de la primera, Gerard Grillea y con libro de la parejita de marras, que trata sobre la historia de amor de Ingrid Bergman con quien fuera su pareja, el cineasta Roberto Rossellini, me dediqué a ver esta película ya que me parece que es de ahí de donde se inspiraron para el título... De ir medio desasnado, digamos.
Rossellini tiene una presencia muy importante en la historia cinematográfica, fue el creado del Neorrealismo con su "Roma, Ciudad Abierta" (1945), movimiento este que sacaba la cámara de cine de los grandes estudios para ir a filmar a la calle las miserias y la pobreza que había dejado la guerra, con actores que no siempre eran actores profesionales sino gente de pueblo común y corriente que se prestaba para hacer de ellos mismos. El Neorrealismo fue un movimiento capital en la historia del cine, ya que permitió dar una mirada cuasi documental sobre la situación histórica que se vivía por entonces, y que permitiría, de cierto modo, la aparición de la "Nouvella Vague" francesa.
Esta película, "Srómboli, tierra de Dios" es de 1950 y era la primera colaboración de Ingrid Bergman con Rossellini. Es básicamente una historia a caballo entre el neorrealismo y el melodrama (ya que está musicalizada durante casi toda su extensión y hace honor a los principios del drama). Karin (Ingrid Bergman) y Antonio (Mario Vitale) son dos refugiados en un campo de idem, de la segunda guerra mundial, en donde conviven distintas nacionalidades (hay italianas, francesas, españolas, ¡argentinas!, en el pabellón de mujeres) y se conocen a través del alambrado con púas que los separa. Enseguida empieza el film, él le propone casamiento, ya que está enormemente enamorado de ella. Ella, que se hace la dulcesita y la modosa, acepta. Pero ella, que es lituana, y por los desencuentros de la guerra terminó en un campo de refugiados en Italia, es una mujer culta y con ambiciones; él es un tanto soso y provinciano. Ella hace todos los trámites para venirse a vivir a Argentina, ya que tiene parientes acá. Es recibida en el consulado por el embajador argentino (¡hablando con acento español!) y reconocen que la carta que les presenta no es suficiente referencia para trasladarla a nuestro país. Bueno, se casan y se vana vivir a la isla de Strómboli, dónde Antonio tenía su casa antes de estallar la guerra. Al principio son recibidos por el cura del pueblo (Renzo Cesana) y por el guardafaros (Mario Sponza), quien de entrada se fija en la nueva chica que llega al poblado.
La casa de Antonio resulta amplia pero muy venida a menos, es necesario hacerle muchas reformas, primer impedimento para Karin, quien aspiraba a algo más confortable y reconoce que es un pueblo habitado por viejas, niños y ancianos, que no se halla en su hábitat. Se acomodan como pueden en la casa y duermen ¡en camas separadas! (por ese entonces se podían mostrar las miserias de la guerra y todos sus horrores pero la censura no permitía que un matrimonio durmiera en la misma cama), así que no sabemos cómo quedó embarazada ella... Antonio pronto consigue trabajo como pescador y aumenta el patimonio de unas pocas liras que era todo lo que traían. En un reconocimiento del poblado por parte de Karin, se siente encerrada en un laberinto del cual no puede evadirse, un símbolo irreprochable de lo que es su vida en la isla, atada a un hombre que de tosco, hasta llega a golpearla y a tratar de imponer su autoridad... pero no sabe con quién se metió...
Las escenas están casi todas musicalizadas, lo cual no habla bien de la mano del director, como si no confiara en la elocuencia de sus imágenes y en los diálogos y lo que estos pueden suscitar. De todos modos, las escenas más poéticas son aquellas en dónde no hay música, como las tomas en los botes pesqueros y la pesca (sanguinaria) de aquel cardúmen de peces que se debatían entre sus redes. Como sanguinaria es también la actitud de Antonio de comprar un hurón "para que se alimente de conejos" y le entrega servido un conejo vivo que el hurón mata en un santiamén. Pero el volcán que corona la isla, que no entraba en erupción desde 1940, ahora sí lo hace y deben refugiarse todos en los barcos pesqueros. (Minga de efectos especiales, acá la lava cae enserio y las piedras candentes también). Finalizada la erupción todos vuelven a sus hogares y felizmente el de Antonio y Karin no se ha perjudicado mucho. Ella le confiesa al cura que no puede vivir más en esa isla con un marido al que no quiere y con un Dios en el que no cree, a lo que el cura le recomienda (como siempre), que tenga fuerzas y que rece mucho. Ella se va enojada. Pero es por sus flirteos con el guardafaros, vistos a la luz del día por todo el pueblo, que la tildarán de puta, y no dudan en gritarle a él cuando vuelve de pescar "cornudo", por todos los balcones bajo los que pasa. Karin le pide al guardafaros que la ayude a escapar de esa isla y este le dice que siempre estará allí para ella. Tienen una aventura amorosa. Ella decide pasar al otro lado de la isla, dónde hay lanchas con motor que pueden llevarla al continente. En seguida escapa, pero la  pronta ebullición del volcán la ahoga con sus vapores y esta pierde la valija y la cartera con el dinero. Siente que sus  fuerzas no dan para más y cae rendida. Al día siguiente se despierta y ve que los vapores han amainado y que sus fuerzas están renovadas, y es allí cuando se reconcilia con su Dios, pidiéndole fuerzas y amparo.
La película es un fresco de la vida pueblerina en estos rincones alejados de la civilización y plantea la modernidad y la anti-mediocridad de Karin para hacerle frente a la vida, su sed de independencia, de un amor igualitario, de un trato justo, se revela ante el sadismo y la crueldad de su marido y decide cambiar de modo de vida. Ha salido del horror, y no quiere caer en la chatura que conlleva un nuevo horror nuevamente.
Rossellini ha sido un gran director (no por nada seguimos hablando de él a años de su muerte) y sabe guiar con mano maestra a sus personajes, calibrar sus actuaciones, confía en la belleza sugestiva de la Bergman y en su imagen de mujer avasalladora, aunque, como dije más arriba duda del valor de sus imágenes musicalizándolas innecesariamente todo el tiempo(para acercarse al "melo"). La película tiene un gran trasfondo social y humano, como cuando ella va a hacerse un vestido a la casa de la única mujer que tiene máquina de coser en el pueblo y por ser de dudosa moral esa mujer, todos la tildan de puta. Así como las miradas de recelo y los comentarios cuando aparece en misa de domingo con su marido. Es una mujer juzgada por la incultura de un pueblo blanco (como el de Serrat, en la canción), un pueblo que nunca podrá ver más allá de su nariz y condenada por ser una de las primeras feministas de este siglo (el XX) tan vapuleado. Bueno, esperemos que "La fuerza del volcán" tenga algo que ver con todo esto, y sino igualmente bien valió la visión del film.
Y gracias por leerme hasta acá nuevamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

viernes, 23 de septiembre de 2016

Mi crítica de "Los Días de Julián Bisbal" (Teatro-TV)


Agregado al catálogo de Teatrix pude ver esta excelente puesta de la segunda obra de Roberto "Tito" Cossa, del año 1966, grabada en estudios 30 años después, en 1996, con producción de Romay y dirección escénica de Raúl Serrano. Dentro del costumbrismo que maneja tan bien Cossa, esta obra puede ser considerada, sin temor alguno, como una verdadera tragedia (si bien no se adapta a los cánones de lo que se entiende por tragedia), una obra sin salida que plantea la desgracia de ser un hombre gris dentro de la multitud de fantoches. Un hombre que ha llegado a los 40 años sin tener nada, aparentemente. Tiene un departamentito y una buena mujer que lo quiere pero que no es ni hermosa ni sumamente inteligente. Ve pasar su vida deambulando por el bar del gallego Don Bouza, visita a sus padres viejos y enfermos, se reúne con tres compañeros de secundaria, todos más exitosos que él, y finalmente se reencuentra con una prostituta que termina echándolo de su casa, para cerrar el día volviendo a encontrarse con su mujer. El periplo dura desde las 8 de la mañana hasta las 4 de la mañana del día siguiente. Está estupendamente jugada por un Jorge Marrale que se desenvuelve perfectamente en el registro dramático (tan bien como en el cómico, como ya lo he señalado en estas páginas) y nos conmueve por la angustia y la desazón que sufre el protagonista.
Julián Bisbal es eso, un compendio de los fragmentos que van armando su vida, pero un armazón pequeño, que no tiene el carácter para dejar la oficina que lo oprime con un jefe que lo tortura por un sueldo miserable, ni para pegar el salto que lo conduzca a otra dimensión de vida. Hace 15 años que trabaja para la empresa Ribaudo a las órdenes de un tal Bazán, y ese día al que acudimos nosotros, se "hará la rata" al trabajo para encontrarse con su pasado y su porvenir vacío. Todo empieza a las 8 de la mañana poniéndose la inexorable corbata y camisa para ir a trabajar, tomar el café inmundo que le da su mujer mientras ella hace planes para el domingo ir a visitar a sus padres con su marido y festejar el cumpleaños de su progenitor con un asado. Le recrimina a su esposo que todas las noches está llegando a las 2 de la mañana y que ni siquiera la toca a la hora de dormir. Él le contesta que ese día va a llegar alrededor de las 4 porque tiene que encontrarse con compañeros del secundario. Otra buena excusa para no llegar juntos a la cama...
De su casa pasa por el bar del bueno de Don Bauza quien el dice que tiene pensado pagar sus deudas y vender el bar y volverse a su país, porque "en la Argentina de hoy no se puede vivir... esto no es lo de cuarenta años atrás, que sí había vida en esta ciudad". En el bar reconoce a un ex compañero de oficina, González, quien viene de pasar la noche en un hotel junto a otro amigo y dos chicas que "levantaron" esa misma noche. Lo invitan a tomar una ronda de whisky a la que él accede de mala gana. González es una porquería de persona, canchero, arrogante, fanfarrón... pero inaugura un local de fotografía en la av. Santa Fe y eso le interesa a Bisbal porque vislumbra un futuro allí. Lo interroga sobre cuándo empezó con la fotografía y el otro le contesta con evasivas y algo de un contrabando. Promete ir a la inauguración.
La disposición del espacio escénico en dos plantas, en donde se ve todo el tiempo a los demás personajes hace muy dinámica la función. Sube al primer piso y allí se encuentra en casa de sus padres, amueblada con estilo viejo y viejos son también los padres, llegando a los 70 ú 80 años. Su padre no puede probar el cognac porque le cae mal pero se toma algunas copitas a escondidas de su mujer. No quiere ir al médico porque tiene miedo de que le encuentre algo malo y dice que tal vez ya llegó su momento. La madre le cuenta que él no duerme de noche, y que lo escuchó llamar a la radio para decir que no pasen tanta música y que hablen más ya que a él le gusta que le hablen... el operario de la radio le contesta que es un hombre muy solo. Todos están solos en esta obra, cada cual a su manera y a su forma, pero todos han establecido un cerco entre ellos y la realidad que parecen no querer ver. Sólo quien se atreve a mirar más lejos es Julián.
De allí va a encontrarse con sus ex compañeros de secundaria en un restaurante. Son ellos: Vacari (Arturo Maly), un ingeniero al que le faltan cuatro materias para recibirse, Morandi (Manuel Callau), un abogado prestigioso que dejó sus sueños socialistas para casarse con la hija de un bodeguero de Mendoza y por último Derizi, un industrial del alambre tejido. Todos están esperando al "gordo" Bisbal, que tanto los hizo reír en el colegio con sus imitaciones. Cuando llega todo es motivo de algarabía para ellos, lo obligan a imitar profesores y cuando Julián se encuentra en su salsa se da cuenta que han desviado el foco de atención para comer saladitos y salamín y hablar entre ellos. Él les pide ayuda, si no tienen un corretaje para ofrecerle, pero ellos todo lo toman a broma y se ríen ante su ocurrencia. Bisbal por fin explota diciendo que le fue muy mal en la vida y que la está pasando muy fea. Y que se va de la velada. Los tres se quedan atónitos y ante su proposición le piden que se quede pero es irrebatible. Su última parada será en casa de una prostituta amiga, Dora (Cecilia Rossetto), quien al principio lo cobija pero al ver que él quiere pasar la noche con ella y recordándole que le había prometido que se iba a recibir de ingeniero y casarse con ella le dice que ahora se ve con un tipo de 70 años quien le da 4.000 $ por semana, y que él ya no tiene nada que hacer allí y lo despide de su casa.
Por fin Bisbal vuelve con su mujer, quien lo espera levantada, le hace otro café y él explota ante ella diciéndole que se siente un fracasado y que no sabe como salir de ese atolladero. Hay que ver la delicadeza que tiene Cossa para la construcción de sus personajes, cada mínimo gesto es dado de importancia, como una cafetera que chorrea o el detalle de que hay que cerrar la llave del gas.
Todo volverá a comenzar para Bisbal al día siguiente y sospechamos que nunca podrá moverse de su rutina y de su ruina. Por eso es que la califico de tragedia a esta genial pero angustiante obra de Tito Cossa. Porque la crisis de los 40 le ha pegado fuerte al protagonista que está en el medio de su vida, que no tiene una esposa que lo atraiga, que ya no tenga padres de quienes aferrarse, ni amigos que puedan echarle un hueso ni una puta que lo aprecie. El terror al vacío se presenta muy nítido ante los ojos de Julián, y allí sólo ve un pozo sin fondo, motor de todas sus angustias (que le provocan todos los tics y las manías del hombre torturado por su existencia). Se destacan en el reparto Mónica Vehil como Cármen, la esposa, Tincho Zabala como Don Bouza, Susana Lanteri y Juan Manuel Tenuta como los padres y los restantes ya han sido mencionados. Les recuerdo que pueden ver la obra completa sólo tocando el ícono que dice "Ver obra" en mi blog.
Les agradezco mucho nuevamente por haberme leído hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 17 de septiembre de 2016

Mi crítica de "Somos Chilfree (Libres de Hijos)" (Teatro)

Ayer fui a ver esta deliciosa obra y salí agradecido del Paseo La Plaza por haber tocada un tema que me incumbe. No es demasiado frecuente que en el teatro, el cine o la literatura se toque el tema de aquellas parejas que se juntan con la decisión de no ser padres y aquí es el conflicto central de la pieza. Yo me considero un childfree, ya que en el momento en que encuentre mi pareja adecuada no me interesa tener que cargar con la responsabilidad de criar un nuevo ser en este mundo, desvelarme por él y vivir atado a esa relación por el resto de mis días. Puede sonar a cínico, pero el tema es que además "no soporto a los chicos", porque tocan todo, rompen todo, juegan sin parar sin cansarse nunca, son unos subersivos del orden establecido, etc...
Pero hablemos de la obra y no de mí. Unos minutos quiero dedicarle al autor, Matías del Federico, joven autor santafecino que saltó a la fama luego de ganar el concurso "Contar 1" auspiciado por Argentores, la Asociación Argentina de Actores y la Asociación de Empresarios Teatrales. Sin tener en claro que quería escribir teatro, después de haber ganado por la exitosa "Bajo Terapia", que aún se encuentra en cartel y ha trascendido las fronteras de nuestro país hasta los confines más alejados del planeta, se decidió a enfocar su vida de escritor para este lado. Su segunda obra es igual de buena que la primera, y es conveniente que sea representada, como acá, por un grupo de actores solventes, que le puedan sacar todo el jugo posible a dicho texto. Nada sería de la obra si el protagonista (Augusto) no fuera encarnado por Gabriel "Puma" Goity, que sabe bordar a su personaje sacándole carcajadas en cada frase que pronuncia. El trabajo de Goity es irreemplazable, no puede ser pensado en el cuerpo ni en la voz de otro actor, ya que es un verdadero maestro de la comedia. No es tan así el desempeño de Eugenia Tobal, una actriz de telenovelas que no tiene parlamentos de peso cómico en la obra y, esta sí, podría pensarse en el cuerpo de otras actrices. Contemplan el rubro Dennis Smith, como Martín, el hermano abiertamente gay de Florencia (rol que por otra parte no le cuesta demasiado abordar, no sé si me explico...); Martín Pavlovsky (Federico) otro irreemplazable, como el cínico único amigo de Augusto, que también es un childfree, y su esposa Sonia (Valeria Lorca). Cierra el seleccionado Mariana Melniec, como Nancy, una alumna-paciente de Flor, que se conecta la mayor parte de la obra por skype y la vemos detrás de una pantalla blanca. Es extraño que ahora todos digan "hay que prestarle atención a esa chica", cuando lo remarqué yo  hace muchos años cuando encarnaba a la monjita joven e ingenua de "La Duda", pieza que hizo junto a Gabriela Toscano y Fabián Vena. Allí ya desplegaba unas dotes actorales insoslayables y ahora la tenemos como una recién llegada.
La pieza comienza el día del cumpleaños N° 50 de Augusto, un tipo que odia los cumpleaños, los regalos, los invitados y las reuniones. Como así es su pacto con Flor de no tener nunca un hijo. Lo que no sabe es lo que sabemos nosotros como público: que desde el primer minuto, Florencia está embarazada... Así se juntan a comer (en el suelo, porque su esposa es una gurú de la vida sana y ofrece semillas de girasol y pasas como parte central del menú) Augusto con Flor, Martín y Federico. Federico, un intelectual snob le regala su último libro "Chilfree" con el que sienta su postura en la vida, y del que pueden hacer chistes juntos. Martín, en cambio, que está de novio con un joven inventor, le regala la "lapidaria", especie de lápida triangular, en dónde puede grabar con su voz o en video mensajes para los que vayan a visitarlo a su tumba después de muerto. Por supuesto que el regalo de Martín es tomado a la chacota por Augusto, quien graba toda clase de mensajes peyorativos. Martín sabe lo del embarazo de su hermana y está a punto de decirlo durante toda la reunión, pero finalmente opta por contar que él y su pareja han decidido adoptar un hijo, lo cual es tomado con sorna por Augusto y Federico. Hablan de la cantidad de pañales que hay que cambiar, más la cantidad de caca que va a hacer el bebé, sumado a no dejar dormir en toda la noche y las desventuras de padres y madres que trabajan todo el día y mandan a su hijo a un colegio inglés, en dónde va a buscarlo una niñera también inglesa y las palabras en ese idioma que les dirige su retoño. Mientras, desde la pantalla del skype se comunica Nancy, quien tiene un ataque de pánico y Flor le repite los tontos ejercicios de relajación y de respiración diafragmática...
Pero la bomba no puede tardar mucho en tirarse y al fin Augusto se entera que su esposa está embarazada. Allí se le viene todo su mundo al suelo y elige como opciones, a) un aborto y b) que Flor se mude de casa, las cuales son rechazadas por la futura madre. Después de tratar de convencerla que no tengan ese hijo y de decirle que lo ha decepcionado y defraudado en su buena fe, decide irse él de la casa. Entremedio suceden miles de graciosas peripecias lo que le da más substancia a la obra, pero el conflicto es claro: Florencia quiere tener a su hijo, Augusto no quiere tenerlo. Dos fuerzas que se contraponen y tiran cada una para un lado contrario. Esa es la definición de conflicto.
Pero como la procesión va por dentro... Un día en que hay que internar a Flor porque tuvo unas pérdidas y estuvo a punto de perder a su hijo, acompañada por Augusto al sanatorio, éste se pone a llorar desconsoladamente ante la idea de perder a su vástago. Juntos entonces deciden tirar para adelante y es así que Florencia se convierte en mamá (que no puede dormir) y en Augusto en un padre celosísimo del amor por su hijo. Cuando todos concurren a visitarlo él despliega una cinta de no acceso en la puerta del dormitorio y les hace enjuagarse a todos las manos con alcohol en gel, que lleva prendido a la cintura. Cuando se acerquen para ver al bebé él repartirá barbijos para que no puedan contagiarlo de nada. Pero como el teatro refleja a la vida (y no la vida a la mala televisión, como decía Woody Allen en "Maridos y Esposas"), el final de la obra va a ser agrio y nos deja a todos con un sabor amargo en la boca.
La obra dura uno hora y media cortísima, pasa como una exhalación, como pasan las cosas buenas cuando estamos realmente disfrutándolas. La labor de dirección corrió acá por doble mano, la de Marcos Carnevale y Mauricio Dayub. La marcación es perfecta y no deja casi ningún resquicio para hacer una crítica en contra de la obra ni de la puesta. La obra es alegre, divertida al mango, tiene buen timming y un grupo de actores que se apoyan en todo momento para divertirse los unos con los otros. Y hacer que el público participe de la fiesta. Pero se ponen en juego varios interrogantes: ¿hasta dónde llega la libertad individual para llevar una vida a gusto? ¿debemos aceptar los pactos incuplidos o tomar decisiones extremas ante esto? ¿cuál es la cantidad de gente que no quiere tener hijos -y sé por las redes sociales que es elevadísima-? ¿se extinguirá la raza blanca judeo cristiana ante esta necesidad de tener cada vez menos descendencia frente a otras colectividades como la musulmana, cuyas guerras santas están minando occidente y planean quedarse con él a fuerza de descendencia? Las obras que elige Goity siempre tienen un trasfondo filosófico y personal que invitan a la reflexión más allá de la carcajada. Y resulta gracioso ver al "Puma", renegando de los jugadores de rugby y a sus tontos partidos y elementales reglas de convivencia (él fue un "Puma").
Por todo eso y mucho más recomiendo fervorosamente "Somos Chilfree (Libres de hijos)" a quienes quieran pasar un muy buen momento acompañado de carga emotiva e introspección. Tanto para quienes adoren a los niños como para quienes planifiquen vivir sin ellos.
Y les agradezco haberme leído nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

jueves, 15 de septiembre de 2016

Mi crítica de "Cafe Society" (Cine)

Tengo una gran duda. Acabo de ver "Café Society", la nueva de Woody Allen y me quedé sin saber si era buena o mala película. Todo por culpa de haberla bajado del Torrent y tener un subtitulado espantoso, tarzanesco ("Mi ser mejor contrato Hollywood", todo así) y, demás está decir, haberme perdido los mejores chistes de la película, y los diálogos allenianos, que pueden transformarla en una obra maestra o en un bodrio. Lo peor es que las críticas que vengo leyendo la trataron muy bien y hasta llegaron a ponerle "Excelente" (vg. "La Nación", por el exigente Javier Porta Fuz, editor de "El Amante"). Les cuento lo que entendí. Hay en Hollywood de los dorados años 30 un magnate rico e importante, con conexiones en todo el ambiente artístico que responde al nombre de Phil Stern (Steve Carrell). Este Phil tiene un sobrino, Bobby Dorfman (Jesse Eisenberg) que llega a la meca del cine con la intención de hacerse un nombre, respaldado por su tío. Tienen una buena relación, aunque el tío no consigue ubicarlo en ninguna parte importante. Pero Phil tiene una secretaria, Vonnie (la bella Kristen Stewart) de quien Bobby se enamora perdidamente ya que ella se ocupa de él, de sacarlo a conocer Hollywood en sus ratos libres, que son muchos, pero le anticipa que no puede enamorarse pues ya tiene un novio, que es un hombre mayor que no para mucho en la ciudad. Pero la verdad es que Vonnie está saliendo con Phil, quien a su vez tiene un excelente matrimonio con Karen, una mujer de su edad. Vonnie es la amante del tío de Bobby, aunque no puede decírselo. Mientras siguen viéndose los dos jóvenes y sintiéndose cada día el uno más cerca del otro. Hasta que Phil decide dar por terminado su romance porque no puede seguir jugando a dos puntas. A todo esto, el hermano de Bobby, Ben (Corey Stoll), que se ha quedado en Manhattan, es un mafioso de primer orden a quien no le tiembla el pulso a la hora de dispararle en la cabeza a quien lo mira mal. Vonnie queda destrozada por su ruptura y se pone de novia con Bobby, con quien vive una vida de romance pleno, ya que él es un romántico empedernido, un ser sensible y delicado y un amante maravilloso, parecen el uno para el otro. Planean un futuro juntos, casarse e irse a vivir con la familia de él a New York. Todo marcha sobre ruedas. Hasta que Phil le dice a Vonnie que va a dejar a su mujer para casarse con ella, ya que no puede vivir sin su amor. La encrucijada que se le plantea a Vonnie es dura, vivir con un hombre con fortuna y seguridad social y económica o jugarse las fichas con el joven del que pretende estar enamorada. Y realiza la peor elección: Phil. A todo esto Bobby se entera de la relación y se lo toma muy mal. Pasa el tiempo y Bobby ha vuelto a Manhattan, su hermano sigue matando y él ahora es dueño de uno de los principales "night clubs" de la ciudad. Conoce a una rubia hermosa con el nombre de Verónica (que era el verdadero nombre de su antiguo amor) y pasado un tiempo se casan y tienen un hijo. Pero un día el pasado le hace una mala jugada a Bobby y aparecen en su local Phil y Vonnie, felizmente casados y llena de joyas ella. Lo invitan a la conversación y poco más tarde ella se reúne con él. Deambulan por Manhattan toda la noche y tienen varios encuentros clandestinos de amorío. Pronto se separan y vuelve cada uno a su vida de matrimonio en sus respectivas ciudades. Pero  la noche de año nuevo, después de besarse con sus respectivos cónyuges, los encuentra nostálgicos, pensando cada uno en el otro. FIN. Faltaría la frase final de "Otra Mujer" (1988): "Me pregunté si un recuerdo es algo que uno tiene o algo que ha perdido". Porque lo que quiere contarnos la película son las malas elecciones que hicieron dos personas que estaban destinadas a vivir juntas y a ser felices juntos. Esto también nos remite al final de "Crímenes y Pecados" (1989): "Nuestra vida es la suma de las elecciones que hacemos durante ella". Y también al Proust de "En busca del tiempo perdido": "Los únicos paraísos que existen son los paraísos perdidos". O como dice Bobby en medio de la película: "La vida es una comedia escrita por un escritor de comedias sádico". Debe haber sido infinito el dolor de la pérdida para él para ir a casarse con otra mujer sólo porque llevaba el mismo nombre que su antiguo amor. Y declararle a ella que no pasa día sin que piense en ella. Y también para ella, ya que reconoce que sueña con él muy seguido. Es infinito el dolor para ambos, aunque en la imagen final se los muestre recordando con nostalgia el pasado. Es la pérdida de una oportunidad única, que no volverá a aparecer en el horizonte de ninguno de los dos a menos que alguno haga algo. Quisiéramos que la película siguiese, para saber cómo va a terminar la vida de ambos. Lo cierto es que , como es costumbre en Woody Allen, el tema aparece planteado desde el primer fotograma, aunque no nos demos cuenta.
Un párrafo aparte merece la fotografía  (es la primera vez que Woody filma en digital), de la mano del gran Vittorio Storaro (genial colaborador de Bernardo  Bertolucci), acá con un aura especial, que hace tan "europeas" las películas de Woody, dándole un toque dorado a las imágenes del "Hollywood Dorado" y un azulado para las escenas de Manhattan y una capa fría para las escenas de los crímenes. Acá hay más planos-contraplanos que en el cine habitual de Allen, destacándose como siempre sus largos planos-secuencia. Y las escenas criminales conectan con esa otra gran obra que fue "Disparos sobre Broadway" (1994), en dónde unía el mundo del arte con el de la mafia. Justo es destacar que Jesse Eisenberg se está convirtiendo en el modelo de actor pintón perdedor "alla alleniana" y que Kristen Stewart haya ascendido al pedestal de las grandes heroínas trágicas de Woody. Lo acabo de comprobar. Aunque me perdí parte del texto he visto una de las grandes películas de Woody Allen... ese señor de 80 años llamado también Allan Stewart Konigsberg.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

lunes, 12 de septiembre de 2016

Mi crítica de "Nuestras Mujeres" (Teatro)

Ayer, domingo, pude al fin ver el suceso teatral del año: "Nuestras Mujeres" protagonizada por Gullermo Francella, Jorge Marrale y Arturo Puig. El resultado fue mejor de lo que esperaba. Yo había visto la película francesa del 2015 basada en la obra y protagonizada por Daniel Auteuil, Richard Berry y Thierny Lhermitte, dirigida por Richard Berry, y me había quedado sabor a poco. Pero es bien sabido que cuando un texto cae en las manos de  Javier Daulte como director, éste sabe sacarle todo el jugo cómico posible. Así había pasado con "Un Dios Salvaje" hace unos años, que después Roman Polansky la llevó al cine convirtiéndola en un verdadero plomazo, es teatral la versión cinematográfica pero sin la mínima pizca de humor, hizo un drama con ese rico texto. Acá Daulte la presentó como una comedia desmelenada del principio al fin. Lo mismo ocurre con la que nos convoca, de la que supo explotar hasta su mínimo detalle. Las preguntas que afloran de la obra podrían ser, ¿cuál es el verdadero valor de la amistad? ¿cuánto somos capaces de sacrificar por un amigo verdadero? ¿cuál es el límite entre decencia y banalidad, entre mentira y verdad? ¿es posible llevar una vida de relación sin caer en la hipocresía?. Todos estos interrogantes y muchos más son los que plantea la pieza, en medio de carcajadas genuinas. Acá se respeta el valor más verídico y genuino de la verdadera comedia y está sabiamente conducido.
Lo primero que nos llama la atención es la amplia escenografía a telón abierto: es un departamento burgués con todas sus comodidades  y dependencias, cocina, living, biblioteca (o mejor dicho discoteca), entrada. Un escenario tan pulcro como frío (según lo define Pedro, uno de los personajes), le falta vida, le falta uso, todo está en perfecto orden, donde tiene que estar cada cosa y sin una mínima mota de polvo. Entrada la acción descubrimos a Max (Francella, desafectado, lejos de su "papucho" o de las sitcoms de TV, después de las experiencias actorales de "El Secreto de sus Ojos" y "El Clan", lo vemos componer un personaje) y a Pedro (Marrale, como siempre excelente, es el verdadero capo cómico de la obra, como lo viene demostrando desde hace mucho, tal vez desde "Baraka"), preparando la cena para lo que será su reunión de los viernes para jugar a las cartas. Están esperando a Toni (Arturo Puig, de menor intervención en la obra, pero igualmente solvente en sus breves parlamentos), quien lleva ya más de 45 minutos de retraso, algo desacostumbrado en él. Hablan de mujeres. Max, con su eterna novia Carmen, quien se ha ido de la convivencia porque no se soportaban, es una verdadera "hinchapelotas", quien ha prometido volver, siempre que Max la reciba, después de un plazo establecido; y Pedro con su esposa Karina, una eterna somnolienta que pasa su vida de matrimonio durmiendo y con quien no se dirige la palabra hace ya mucho tiempo. Max es radiólogo y Pedro es médico traumatólogo. Al fin llega Toni, rojo, despeinado, descompuesto y tira la bomba, ha matado a su mujer Adriana por estrangulamiento. Todo empezó porque la encontró hablando por teléfono con un hombre con el que se reía y colgó al entrar Toni a la pieza. Después vinieron los cachetazos por parte de ella y el ahorcamiento por su mano. Estupendo Puig, le creemos su descompostura visceral y su desasosiego, viene a tomarse todo el whisky y a combinarlo con pastillas sedantes, de las que toma un buen puñado, y como resultado de eso cae rendido de sueño, un sueño que durará casi toda la obra. 
Lo primero que surge en Max es denunciarlo a la policía, porque "si lo encubrimos y después cae él, caemos nosotros también", Pedro tiene una actitud contraria. A lo largo de la ausencia de Toni por su somnolencia, se quedarán solos Max y Pedro e irán desnudando todas sus verdades, como las capas de una cebolla y quedarán expuestas mentiras e hipocresías. "No me gusta todo lo que te gusta a vos, y lo que no te gusta me gusta, sólo porque no te aguanto", le dice Pedro a Max, a quien acusa de gustarle sólo  los cantantes muertos, ya que Max es fan de Sinatra. Después de una hora de reproches mutuos y de ferocidades extremas (todo sazonado a la más pura carcajada) cae otra bomba: suena el celular de Toni y lo atienden, es Paula, la hija de Pedro. ¿Por qué llama la hija de Pedro a Toni? ¿Acaso tiene un romance con él? ¿Se están encamando juntos? Pedro se sale de sus casillas y ahí los roles se invierten, es él ahora quien decide denunciar a Toni, y en cambio Max se muestra más comprensivo. No vamos a contar más porque sería desvelar el final de la obra, y habrá quienes todavía no la vieron.
Yo la recomiendo enfáticamente porque se pasa una hora y media con carcajadas limpias y un muy buen timming de comedia, y porque vale la pena ver a estos tres monstruos de la actuación en su salsa, y además uno sale con preguntas para hacerse y reflexiones que llevarse a casa. Siempre las obras de teatro que nos invitan a reflexionar son mejor bienvenidas que aquellas pasatistas que no lo hacen. Puedo decir que al final de la obra uno sale realmente convencido y conmovido por la suerte de estos tres personajes en una situación extrema, pero que bien podría vivir cualquiera de nosotros. Como dije antes, tanto la funcional escenografía como la luminotecnia y la música se llevan también las palmas.
La entrada es cara (600 $) pero puede uno conseguirla en Ticket por 380 $ y es un ahorro considerable, tanto más si se va en pareja al teatro. Bueno, me quedan muchas cosas en el tintero, pero no quiero abrumarlos. Sólo recomiendo enfáticamente "Nuestras Mujeres", una obra que engalana nuestra cartelera y que resulta un buen pasatiempo no para divertirse, como he explicado otras veces (ya que "divertir" es apartar de lo importante), sino para "pasarla bien", que es otra cosa muy diferente.
Y gracias por leerme hasta acá nuevamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 10 de septiembre de 2016

Mi crítica de "Eterno Perfume a Lilas" (Teatro)

Vengo de ver una maravillosa obra de autoría y dirección de mi directora de teatro, la Profesora Elsa Orrea. Se trata de la mejor conjunción de teatro y artes que vi, porque no sólo hay dramaturgia, sino que hay música proveniente de una violinista en escena, hay danza, hay canto, hay efectos lumínicos... en suma, un placer para todos los sentidos. Es también una colaboración del cine con el teatro, ya que el tema recuerda mucho al de "Rebecca", la célebre película de Hitchcock de 1940, con un hombre joven viudo y la presencia omnipresente de la muerta que se interpone entre él y la nueva vida que trata de empezar en compañía de otra mujer. Hay también un ama de llaves, menos siniestra que la Mss. Danver de la película, aquí la Sra. Madison (sí, como los puentes), aunque también severa y de mal carácter. Y sumando asociaciones, los zapatos que usa Adeline, la nueva mucama contratada, son los mismos zapatos rojos que usaba Dorothy (Judy Garland), en "El Mago de Oz" (Victor Flemming). Hasta Adeline se atreve a jugar con la aspiradora bailando una versión del "Supercalifragilísticoespialidoso" de el deshollinador de "Mary Poppins". Y las referencias no terminan ahí, también los personajes cantan, tal como en los films de Vincente Minnelli o Stanley Donnen. Pero hay una cita más cercana y es el "Todos dicen te quiero" (1997) de Woody Allen. Allí todos los actores (no cantantes) interrumpían sus líneas de diálogo para entonar canciones clásicas con su media, baja o potente voz, según fuera el caso, pero todos sin haber tenido formación canora, así Julia Roberts, Alan Alda, Goldie Hawn o el propio Woody cantaban lo mejor posible. Y acá pasa algo parecido. Cuando la situación se vuelve algo empalagosa o incómoda para los actores, interrumpen su parlamento para largarse a cantar, y la verdad es que lo hacen con gracia y entonación aunque sean pobres sus voces, como el caso de Adeline y de Eric. Un tema diferente es el del operístico Don Pasquale, que tiene una preciosa y potente voz. Y los llamo por el nombre dde sus personajes  porque el programa de mano no refiere (lamentablemente) qué personaje corresponde a cada actor. Son ellos: Estefanía Álvarez, Irene Barrecino, Leticia Elordi, Martín Hennigs, Javier Moreira y Leo Pasquale, todos excelentes en lo suyo.
Pero veamos. Esta no es una obra comercial sino que pertenece al off, así que está hecha de modo artesanal, con la pasión del orfebre, sin medios de producción sólidos, es por eso que destaco sobre todo el valor de la puesta en escena, que es muy cuidada hasta en los últimos detalles. Y como aquí estamos en una obra de lo fantástico, lo sobrenatural (¡Ay Elsita y sus duendes!) aparece por doquier, y es así como se caen cuadros que se vuelven a colgar y a caer, se abren ventanas arreciadas por una fuerte tormenta y se sacuden las cortinas con convicción, se caen libros de sus estantes...
Vamos por partes. La historia podría situarse en pleno siglo XIX por el vestuario de los personajes, aunque una aspiradora eléctrica lo desmiente. Comienza la obra con la mencionada violinista extrayendo los sentimientos más melancólicos de su violín. Da paso a una bailarina de acento clásico que recorre el espacio con sus movimientos estéticos y redondeados (tiene muy buen cuerpo para la danza y es una chica muy joven), que al paso de la obra nos enteramos que es el espíritu de Valerie, la esposa difunta. Entra en escena una potente y rigurosa Sra. Madison y enseguida llega la mucama nueva, Adeline, toda una conjunción de torpeza, simpatía, bondad y alegría. Allí la Sra. Madison le cuenta que el dueño de la casa es el Sr. Eric que ha sufrido un accidente con su esposa en el auto a causa del cual ella ha fallecido y el ha quedado cojo (con perdón de la expresión). Es un gran escritor y le están por editar el último de sus libros. Le pide que cuelgue el cuadro de la finadita en una pared. Ese cuadro se caerá y se volverá a colgar infinitas veces. La chica que hace de Adeline es realmente muy bonita y muy simpática, dando todo lo que el personaje le exige. A todo esto llega el Sr. Eric (quien, me enteré luego, es cojo de verdad, víctima de una entradera a su casa y de la que resultó gravemente herido, hace 18 años que no volvió a subir a un escenario y esta es su reaparición, cuádruple mérito por parte del actor que encarna a Eric), y a fuerza de simpatía de ambos lados conseguirá conquistar el corazón de Adeline. Pero aquí no hay besos ni caricias, simplemente son reemplazados por canciones, en esta comedia dramático-musical (o teatro musical como prefiere llamarlo Elsa). Por fin consigue llevarla a su recámara y pasan una noche juntos. El final, por supuesto no lo voy a revelar, pero tiene una vuelta de tuerca sorprendente.
Un verdadero aplauso para la dirección de actores, la puesta y la luminotecnia que es otro factor muy importante. Realmente Elsa Orrea se luce como demiurga de todos estos seres, tanto desde la dirección como desde la creación, ya que el libro es también de su autoría. Es una obra donde lo sobrenatural convive con lo cotidiano, transformando a esto último en lo siniestro, según la definición freudiana que ya expliqué en otra crítica.
Un "bravo" grande para todo el elenco y esperamos que las funciones de esta obra no terminen acá y se magnifiquen en el tiempo porque verdaderamente ha sido un esfuerzo muy grande por parte de todo el equipo y sería una pena que quede en "debut y despedida".
Muchas gracias Elsa por invitarme.
Y gracias también a los que me leyeron hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

lunes, 5 de septiembre de 2016

Mi crítica de "Abrir Puertas y Ventanas" (Cine-2011)

Ah... el terror de la hoja en blanco... Vamos a ver qué sale de esta crítica sobre una película que no me gustó mucho. Este es un film del 2011, de la cineasta franco-argentina Milagros Mumenthaler, que hizo ruido en todos los festivales (tanto nacionales como extranjeros) con grandes coberturas y mucho material escrito para aplaudir y difundir este largometraje. A mí, la verdad es que no me convenció mucho. Es ese cine argentino en el que no pasa nada (y parece pasarlo todo, me dirán), pero acá, lo cierto es que no pasa nada enserio. Es la vida de tres hermanas, que viven solas en la casa de la abuela recientemente muerta, sin padres ni parientes a la vista, de quienes no sabemos nada. Las hermanas son Marina (María Canale), Sofía (Martina Juncadella) y Violeta (Ailín Salas) y un inquilino que vive en otra casa pegada a la de ellas, Francisco (Julián Tello). El período de tiempo en el que transcurre la historia se sitúa entre el final de un tórrido verano y principios de un frío otoño. Las imágenes pertenecientes al verano nos recuerdan el clima de "La Ciénaga", de Lucrecia Martel, otra obra donde aparentemente no pasaba nada, pero que tenía pretensiones más concretas que ésta, por el calor reinante, el clima pegajoso, el amontonamiento de cuerpos entre la promiscuidad y el abandono... Aquí sucede lo mismo. Las tres hermanas parecen vegetar en ese tiempo sin compromisos, tiradas en la cama, refrescándose con un ventilador o mirando la televisión. No importa que Sofía vaya a la facultad a estudiar diseño ni que Violeta haga lo propio con el colegio, la vida transcurre sin el menor de los sobresaltos (lo importante está en el subsuelo, me dirán). Sí, hay una carga de violencia soterrada que terminará por estallar cuando Marina le rompa el celular a martillazos a Sofía o haga añicos el vidrio de la ventana con el mismo martillo, o que Sofía arranque el decorado de su pieza con total desinterés. Una de las hermanas terminará yéndose, tomando un avión junto con "un tipo" y desapareciendo del mapa, otra, Marina se pondrá de novia con su casero Francisco y de la vida de Sofía poco sabemos sólo que va a la facultad vestida muy provocativamente, tal vez se entregue a su profesor y guarde su intimidad bien cerrada con llave tras la puerta de su habitación. Los diálogos son triviales, cortos, monosilábicos, dejan traslucir poco de las habitantes de ese caserón moderno en su concepción pero que es refugio de cosas viejas tradicionales (una radio "Siete mares", una máquina de escribir "Olivetti", un corset modernizado, una computadora de escritorio ya antigua, un tocadiscos en el que escuchan sus discos). Sofía sospecha que Marina es adoptada, porque "no se parece a nadie". Y un buen día la misma Sofía decide poner los muebles en la puerta y ofrecérselos a los cartoneros (todos muebles buenos), para, juntas, re decorar su lugar en el mundo. De lejos llega un CD con una canción escrita e interpretada por Violeta, que emociona a las hermanas y con eso se cierra el film. 
Todo es muy críptico y enigmático en la película de Mumenthaler y no deja mucho espacio para la reflexión. Si alguien tiene otra visión de la película por favor que me la acerque porque me interesaría mucho un debate más amplio. Tal vez sea mi propia cerrazón mental la que me impide aproximarme a una buena obra de arte pero que en este momento no puedo apreciar. Que alguien me convoque para polemizar a ver si logro ampliar mis horizontes.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).