jueves, 29 de septiembre de 2016

Mi crítica de "Strómboli, Tierra de Dios" (Cine-Rossellini-1950)

Como mañana voy a ir a ver "La furia del volcán" (si me lo permite mi gripe), obra en la que trabajan dos amigos: Marina Munilla y Jorge Federici, dirigidos por el novio de la primera, Gerard Grillea y con libro de la parejita de marras, que trata sobre la historia de amor de Ingrid Bergman con quien fuera su pareja, el cineasta Roberto Rossellini, me dediqué a ver esta película ya que me parece que es de ahí de donde se inspiraron para el título... De ir medio desasnado, digamos.
Rossellini tiene una presencia muy importante en la historia cinematográfica, fue el creado del Neorrealismo con su "Roma, Ciudad Abierta" (1945), movimiento este que sacaba la cámara de cine de los grandes estudios para ir a filmar a la calle las miserias y la pobreza que había dejado la guerra, con actores que no siempre eran actores profesionales sino gente de pueblo común y corriente que se prestaba para hacer de ellos mismos. El Neorrealismo fue un movimiento capital en la historia del cine, ya que permitió dar una mirada cuasi documental sobre la situación histórica que se vivía por entonces, y que permitiría, de cierto modo, la aparición de la "Nouvella Vague" francesa.
Esta película, "Srómboli, tierra de Dios" es de 1950 y era la primera colaboración de Ingrid Bergman con Rossellini. Es básicamente una historia a caballo entre el neorrealismo y el melodrama (ya que está musicalizada durante casi toda su extensión y hace honor a los principios del drama). Karin (Ingrid Bergman) y Antonio (Mario Vitale) son dos refugiados en un campo de idem, de la segunda guerra mundial, en donde conviven distintas nacionalidades (hay italianas, francesas, españolas, ¡argentinas!, en el pabellón de mujeres) y se conocen a través del alambrado con púas que los separa. Enseguida empieza el film, él le propone casamiento, ya que está enormemente enamorado de ella. Ella, que se hace la dulcesita y la modosa, acepta. Pero ella, que es lituana, y por los desencuentros de la guerra terminó en un campo de refugiados en Italia, es una mujer culta y con ambiciones; él es un tanto soso y provinciano. Ella hace todos los trámites para venirse a vivir a Argentina, ya que tiene parientes acá. Es recibida en el consulado por el embajador argentino (¡hablando con acento español!) y reconocen que la carta que les presenta no es suficiente referencia para trasladarla a nuestro país. Bueno, se casan y se vana vivir a la isla de Strómboli, dónde Antonio tenía su casa antes de estallar la guerra. Al principio son recibidos por el cura del pueblo (Renzo Cesana) y por el guardafaros (Mario Sponza), quien de entrada se fija en la nueva chica que llega al poblado.
La casa de Antonio resulta amplia pero muy venida a menos, es necesario hacerle muchas reformas, primer impedimento para Karin, quien aspiraba a algo más confortable y reconoce que es un pueblo habitado por viejas, niños y ancianos, que no se halla en su hábitat. Se acomodan como pueden en la casa y duermen ¡en camas separadas! (por ese entonces se podían mostrar las miserias de la guerra y todos sus horrores pero la censura no permitía que un matrimonio durmiera en la misma cama), así que no sabemos cómo quedó embarazada ella... Antonio pronto consigue trabajo como pescador y aumenta el patimonio de unas pocas liras que era todo lo que traían. En un reconocimiento del poblado por parte de Karin, se siente encerrada en un laberinto del cual no puede evadirse, un símbolo irreprochable de lo que es su vida en la isla, atada a un hombre que de tosco, hasta llega a golpearla y a tratar de imponer su autoridad... pero no sabe con quién se metió...
Las escenas están casi todas musicalizadas, lo cual no habla bien de la mano del director, como si no confiara en la elocuencia de sus imágenes y en los diálogos y lo que estos pueden suscitar. De todos modos, las escenas más poéticas son aquellas en dónde no hay música, como las tomas en los botes pesqueros y la pesca (sanguinaria) de aquel cardúmen de peces que se debatían entre sus redes. Como sanguinaria es también la actitud de Antonio de comprar un hurón "para que se alimente de conejos" y le entrega servido un conejo vivo que el hurón mata en un santiamén. Pero el volcán que corona la isla, que no entraba en erupción desde 1940, ahora sí lo hace y deben refugiarse todos en los barcos pesqueros. (Minga de efectos especiales, acá la lava cae enserio y las piedras candentes también). Finalizada la erupción todos vuelven a sus hogares y felizmente el de Antonio y Karin no se ha perjudicado mucho. Ella le confiesa al cura que no puede vivir más en esa isla con un marido al que no quiere y con un Dios en el que no cree, a lo que el cura le recomienda (como siempre), que tenga fuerzas y que rece mucho. Ella se va enojada. Pero es por sus flirteos con el guardafaros, vistos a la luz del día por todo el pueblo, que la tildarán de puta, y no dudan en gritarle a él cuando vuelve de pescar "cornudo", por todos los balcones bajo los que pasa. Karin le pide al guardafaros que la ayude a escapar de esa isla y este le dice que siempre estará allí para ella. Tienen una aventura amorosa. Ella decide pasar al otro lado de la isla, dónde hay lanchas con motor que pueden llevarla al continente. En seguida escapa, pero la  pronta ebullición del volcán la ahoga con sus vapores y esta pierde la valija y la cartera con el dinero. Siente que sus  fuerzas no dan para más y cae rendida. Al día siguiente se despierta y ve que los vapores han amainado y que sus fuerzas están renovadas, y es allí cuando se reconcilia con su Dios, pidiéndole fuerzas y amparo.
La película es un fresco de la vida pueblerina en estos rincones alejados de la civilización y plantea la modernidad y la anti-mediocridad de Karin para hacerle frente a la vida, su sed de independencia, de un amor igualitario, de un trato justo, se revela ante el sadismo y la crueldad de su marido y decide cambiar de modo de vida. Ha salido del horror, y no quiere caer en la chatura que conlleva un nuevo horror nuevamente.
Rossellini ha sido un gran director (no por nada seguimos hablando de él a años de su muerte) y sabe guiar con mano maestra a sus personajes, calibrar sus actuaciones, confía en la belleza sugestiva de la Bergman y en su imagen de mujer avasalladora, aunque, como dije más arriba duda del valor de sus imágenes musicalizándolas innecesariamente todo el tiempo(para acercarse al "melo"). La película tiene un gran trasfondo social y humano, como cuando ella va a hacerse un vestido a la casa de la única mujer que tiene máquina de coser en el pueblo y por ser de dudosa moral esa mujer, todos la tildan de puta. Así como las miradas de recelo y los comentarios cuando aparece en misa de domingo con su marido. Es una mujer juzgada por la incultura de un pueblo blanco (como el de Serrat, en la canción), un pueblo que nunca podrá ver más allá de su nariz y condenada por ser una de las primeras feministas de este siglo (el XX) tan vapuleado. Bueno, esperemos que "La fuerza del volcán" tenga algo que ver con todo esto, y sino igualmente bien valió la visión del film.
Y gracias por leerme hasta acá nuevamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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