sábado, 31 de agosto de 2019

Mi crítica de "La Enamorada" (Teatro-Unipersonal-Musical)

Ayer fuimos con mi amiga Amalia a ver este excelente espectáculo de la dupla Santiago Loza-Guillermo Cacace y salimos sumamente felices. Sí, sépanlo desde ya. Amo a Julieta Venegas desde hace mucho tiempo y seguiré amándola. Julieta es co-creativa de este espectáculo, tanto en las letras y música de las canciones como en la idea de su realización. Era un proyecto acariciado desde hace mucho tiempo por ella, cuando leyó, en una antología de Loza, el cuento "La Enamorada" y pensó que se podía hacer algo con esto. Habló con Loza, éste la conectó con Cacace y se fue armando este espectáculo, en donde ella nunca se pensó como intérprete, y menos en el rol de actriz. Pero la vemos sobre el escenario convertida en una actriz hecha y derecha, solvente y muy suelta. Ha pasado la prueba. Julieta aparece hermosa, radiante, con un vestido simple de color rosa y sin ningún atuendo que distraiga la atención, sólo munida con su cuatro (instrumento de cuatro cuerdas con forma de guitarra de origen venezolano), con el que entonará dos de las siete canciones que conforman la pieza. Se descalza, en el comienzo porque "total estamos en la intimidad" y descargará un discurso sobre los pies limpios antes de acostarse que recuerda desde su niñez.
El espectáculo habla de cosas simples, minimalista, sencillo en su exposición, pero adquiere carácter universal. Empieza con la exhibición de una serie de fotografías de París, la Plaza de San Pedro y Pisa, para que luego diga el personaje de Julieta (un personaje sin nombre alguno) que las puso para "darse dique" de cosmopolita, pero que nunca ha estado en Europa, es más, desconfía de que exista Europa. Admira las fotos bien sacadas que expresen el haber recorrido algunos sitios, pero confiesa que nunca ha sacado una foto en su vida. Ah, sí, recuerda, una vez sacó la foto del muro al que daba su casa y se la mostró a su madre, ante lo cual preguntó: "¿y que significa esto?". "Nada. Es el muro". La simpleza para escribir de Santiago Loza convierte las cosas cotidianas en las más maravillosas del mundo, por esa especie de re descubrimiento de lo común, lo que tenemos ante nuestros ojos y no percibimos, es un viaje de re fundación. Venegas habla y habla, decretando que en esa noche no existirá la democracia sino la dictadura, la dictadura de la palabra, y la exclusividad de ser la única que la use, ya que se muere de ganas de contarnos... Y nos mete en el mundo fascinante de su niñez. "Éramos una familia 'delicada'", insiste, "de aquellas que comían poniendo los cubiertos al costado del plato, que no hablábamos en la mesa, que teníamos sirvienta, que los chicos no contestaban a los mayores y nos persignábamos antes de comer". Por supuesto, va a dedicar una canción a todas estas costumbres. Va a recordar muy especialmente a su hermanito japonés (un niño con síndrome de down), aquel a quien tanto amó, un amor que no volviera a experimentar hacia nadie. Y se sorprende de que a su hermanito le dijeran down, ya que esa palabra significa "bajo" en inglés, y él no tenía nada de bajo, siempre estaba volando a grandes alturas, siempre en las nubes. Claro, el hermanito japonés no sobrevivió a la niñez.
Julieta se define como la menor de catorce hermanos, y cree a pies juntillas que la tuvieron para no quedarse en el fatídico número trece. Cuando su madre la tuvo ya no disponía de más leche para amamantarla (lo que será influido por el título del capítulo "La lactancia infantil"), sus pechos se habían secado de tanto dar la teta a sus hermanos mayores, y en especial al japonesito, que la tomó hasta los tres años, convencidos de que se iba a transformar en un maestro zen, en un sabio japonés o en un samurai... pero claro, no llegó a revelarse como tal porque no accedió a la adultez. A ella la amamantó una nodriza, "Mary", quien le hablaba de irse a vivir con ella, ya que la consideraba como una hija y jugaban juntas. Esto llegó a oídos de su madre quien las citó a las dos e hizo la pregunta fatídica: "¿Te querés ir a vivir con ella?" Julieta no contestó lo que significó, a sus cuatro años la gran frustración de su vida: ¿qué hubiera pasado si en vez de callar hubiese dicho "sí"? Por supuesto, a partir de ese día y gritos por medio de su madre, no volvió a ver nunca más a Mary, hasta que supo por alguien que había muerto.
Ella nunca amó a nadie con pasión, no es que nunca hubiera tenido enamorados, pero nunca sintió ese cosquilleo en las entrañas, así que está dispuesta a darnos su amor incondicional a todos por igual, hombres y mujeres, perros y caballos, sólo pide que llenemos las solicitudes que luego ella evaluará y puede que lleguemos a algo... El espectáculo no es en sí una obra de amor, a pesar de su título, si es que puede llamarse amor al mismo acto del enamoramiento, pero sí de un amor infinito hacia todos los recuerdos de su vida. "La enamorada" se refiere a la hiedra que trepaba amablemente por el muro de su jardín y que se secó de pronto el día en que su madre empezó a morir, y fue ella quien tuvo que darle la cruda noticia: "la enamorada se secó", y se le hizo un nudo en la garganta al ver a su mamá como una sombra de lo que fuera en sus años de juventud, una sombra pronta a desaparecer. "No creo en el más allá", sentencia, "ni en la vida eterna, así como no creo en Dios, o mejor es él el que no cree en mi vida... ¡así me va como me va!", declara con soltura y desenfado. Todo en este personaje son palabras de sabiduría casera que guarda como el secreto de la mermelada de peras, esa mermelada que sueña que prepara para el japonesito y que viene a comerla y deja el tarro abierto. Pero claro, el niño ya no está, sólo quedan sus emotivos recuerdos, recuerdos que transmite sin nostalgia, con la alegría que su inocencia de chica de pueblo le permite.
Así recuerda cómo quiso disfrazarse para el carnaval, ante la negativa de su madre quien postulaba que esas "son cosas de negros". "Sólo te disfrazarás si vas de reina", le dijo su progenitora, y así fue. Le cosió el vestido con total dedicación y ella pasó días y días haciéndose los bucles en el pelo. Pero todo se vio aguado, literalmente, por un balde de agua inoportuno que la bañó de arriba abajo y que dejó ver sus pequeños atributos corporales ya que iba desnuda debajo del traje.
Las transparencias que podemos ver detrás de ella, en esa especie de pantalla, son más que sugerentes, así la vemos sumergirse en un momento en un mar de agua, que se va tiñendo con tinta roja que asemeja sangre, o colocar en un plato de comida una liebre rodeada por múltiples insectos, mientras afirma que eran gente "delicada". Toda la concepción del espectáculo, sin escenografía alguna, sólo la pantalla y la presencia de Julieta y su instrumento, está maravillosamente pergeñada, ya que la iluminación hace milagros y la música resulta conmovedora. La voz de Venegas suena como nunca, despojada, clara, bien afinada y afiatada, emotiva y emociona. Conmueven sus canciones porque están hechas desde un lugar particular del corazón, cada una para ilustrar algún momento de su historia personal (la de su personaje). La dirección de Cacace también hace prodigios, extrae de Julieta las fibras más íntimas de la emoción comprometida, la simpatía, el desenfado o la presencia de una chica volando por las alturas de la palabra.
Un párrafo especial voy a dedicar al público. Nunca vi un espectador peor predispuesto: toses constantes y repetidas, movimientos constantes, hasta algunos que se sonaban la nariz impúdicamente sin conciencia del ruido que producían. Se notaba que no eran público de teatro sino más bien habían ido a ver a su estrella como a un recital más. Inconcebible e irritante. No deberían dejar entrar gente resfriada o engripada a una sala teatral.
En resumen, un espectáculo de apenas 65 minutos que se pasaron como 5, un deleite para los ojos, los oídos y el corazón difícil de repetir en un escenario y difícil de olvidar. Entre lo mejor del año teatral. Para recomendar ampliamente.
Y gracias por haberme leído nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



miércoles, 28 de agosto de 2019

Mi crítica de "J. Timerman" (Teatro)

Acabo de ver esta obra de la siempre talentosa Eva Halac por Teatrix, y debo decir que me gustó mucho, es una pieza plenamente llevadera, en el mejor sentido de este término, ya que tiene ritmo, tiene muy buenas interpretaciones (de actores del teatro off), tiene una carga de información importante y posee vuelo poético propio. ¿Qué más se le puede pedir a una obra nacional hoy en día? Hasta es posible encontrar una buena veta de suspenso en su argumento, lo que le agrega un contenido más al cóctel. Y rescata la presencia de ese gran y controvertido periodista (y maestro de periodistas) que fue Jacobo Timerman, el fundador del diario "La Opinión", diario que se consagró a difundir la cultura y la vida política y social de un país en un momento de encrucijadas para el devenir de la Nación. Aún hay quienes conservan sus suplementos culturales (un verdadero ícono de nuestra literatura) y como dice el propio Timerman en la obra: "hay diarios que sirven para poner en el piso cuando se pinta una pared, mi diario es uno de esos que no se tira sin sentir un gran remordimiento de culpa". También se lo acusa, dentro de la propia obra, de difundir el pensamiento de los movimientos de izquierda en la década del 60 y 70, así como los comunicados del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) a quienes favorecía bastante. Y, en plena época del gobierno del Gral. Lanusse, se lo tachaba de estar en contra del gobierno y criticarlo duramente, lo cual ya era toda una audacia (precisamente en esos tiempos es en dónde se desarrolla la obra). "¿Acaso se puede hacer periodismo si no se critica al gobierno de turno?", menciona también Timerman.
Es una obra de neto tinte político, aunque también didáctica sobre como ejercer de veras y con pasión el difícil oficio de periodista, en medio de todo un clima de caos social que lo envolvía todo. Es también una obra de hombres, ya que siete de sus ocho personajes son masculinos, salvo uno incidental de una modista que es la que pone una bomba en el casamiento de la hija de Lanusse, pero de muy corta ejecución dentro de la pieza. Tal vez porque en esos tiempos todo el poder (militar y periodístico) estaba detentado en manos de los hombres, y las mujeres no tenían ni voz ni voto a la hora de establecer códigos (salvo en áreas de la moda). Pero la moda era también lo que se manejaba dentro de los cánones periodísticos y del estilo de escritura del momento.
La escenografía de la puesta en su concepción total se circunscribe a unas vallas que parecen las que se colocan en la calle ante algún accidente físico o una obra en construcción, y bordean el espacio escénico por sus dos costados. En el pasillo que permiten estos elementos es que se desarrolla toda la acción. La situación se presenta mediante dos discursos alternados y simultáneos, en dos frentes que cohabitan: el de la residencia de Olivos con los militares que presiden el país: Gral. Lanusse (Cano) (Mucio Manchini) y Gral. Sánchez de Bustamante (Tommy) (Carlos Scaruk), y el de la redacción del periódico con Jacobo Timerman a la cabeza (excelente labor de Guillermo Aragonés) y su colaborador principal Abasha Rotenberg (Leonardo Murúa), el encargado del área de finanzas del diario, de íntima confianza de Timerman. Los militares nos caen simpáticos, están tratados bajo la óptica de una cercanía y una empatía particular, no como en otras tantas ficciones (y realidades) en que los vimos. Y Timerman está presentado como un editor exigente, perfeccionista, algo neurótico y verborrágico, pero que nos cae bien de entrada. Estamos en pleno año 71, Lanusse baraja la opción de presentarse a elecciones libres para ser autenticado como presidente en el poder, mientras el periodista desata toda su artillería pesada contra él, haciéndolo considerar a "La Opinión", como un pasquín que alberga comunistas. Se lo acusa a Timerman de querer ser el justiciero de los 20 años. Está también metido en el asunto David Graiver (Cristian Majolo), quien mantiene un doble vínculo, el público con la junta militar, ocupando un ministerio y en secreto se vincula con Timerman, quien lo manda a que le pase información de los uniformados. Existe otro periodista estrella en el diario, Julián Sorel (Juan Pablo Galimberti), quien defiende a viva voz el modelo de vida socialista y reivindica al comunismo y la performance cubana y revolucionaria, quien será de importancia para la acción dramática por venir. Graiver cuenta cómo vino recientemente de El Cairo, en donde estuvo tomando té de menta y comprando finas camisas de lino, posee un tic nervioso en la cara y es un dandy desfachatado.
Estamos en momentos en que se está por casar la hija de Lanusse con Rimoldi Fraga, el cantante, y los militares están preparando toda la recepción en el salón de la quinta de Olivos para la novia. Se les impone un personaje de seguridad muy particular, el cubano Félix Rodríguez, quien ha estudiado en West Point y abjura del gobierno de Fidel Castro actualmente en el poder. Está entrenado para detectar cualquier complot subversivo que afecte la seguridad de la boda. Cuando entra la modista a dejar el vestido de novia, éste detecta al momento que algo extraño sucede, y es allí nomás cuando explota una bomba de dimensiones caseras, que si bien no logra empañar la fiesta, les proporciona un buen susto a Lanusse y compañía. Se produce simultáneamente un levantamiento militar en las ciudades de Azul y Olavarría, que es sofocado por el gobierno. En esos tiempos Timerman reivindica la función de su diario: no tiene apartados de fútbol ni fotografías, sólo un abultado suplemento cultural, porque dice que su lector tipo no es el hombre que gusta del fútbol sino uno educado, culto, sensible al buen gusto y que cultiva la elegancia de espíritu, para ellos está destinada "La Opinión".
La boda se lleva a cabo el 9 de octubre, día en que se conmemoran cuatro años de la muerte del "Che" Guevara en Bolivia, y Félix Rodríguez, al oír determinado aniversario se delata como en autor intelectual de ese asesinato: él no mató al Che, pero sí dio la orden. Es en pleno baile de la boda en donde se infiltra el comunista Julián Sorel y va a intentar matar a Rodríguez para vengar el asesinato de su amado ídolo. Pero no tiene suerte, su desbarajuste es sofocado ampliamente y es lastimado en la frente, Por eso busca amparo con Timerman quien lo hace desaparecer de la escena social del país y lo confina a una quinta de su familia. Timerman en un rapto de humor de la obra le reprocha: "en vez de intentar matarlo le hubieras hecho un reportaje, ¡sabes qué nota!" Y acota: "tenemos que luchar contra la violencia de cualquier tipo, para eso tenemos un diario, para escribir, tenemos ese privilegio". Y con esta frase como corolario prácticamente se cierra la obra, Una frase perfecta que le calza justo. "Tenemos ese privilegio", refrenda Timerman, y ese es justo el valor de la palabra contra los abusos de cualquier tipo, el poder de desbaratar al enemigo utilizando armas más nobles e ingeniosas que cualquiera de las que éste pueda usar.
Gran logro de Eva Halac desde el libreto y la dirección de una obra potente, convincente y auténtica que reivindica el coraje del periodismo y el valor del lenguaje para enfrentar a la necedad. Gracias Teatrix.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



viernes, 23 de agosto de 2019

Mi crítica de "Cortina Rasgada" (Cine-Alfred Hitchcock-1966)

Con el análisis de "Cortina Rasgada" termino mis críticas de la obra de Alfred Hitchcock, ya que sus tres últimas películas, "Topaz" (1969), "Frenesí" (1972) y "Trama Macabra" (1976), carecen de todo valor cinematográfico y son productos de un director cansado y agotadas sus ideas, por lo tanto no pondré mi foco en ellas. Vayamos ahora a "Cortina Rasgada".
¡Cincuenta! Para su película número cincuenta en cuarenta años de carrera, Alfred Hitchcock quería un producto de gran envergadura. Estaba decidido a hacer olvidar el fracaso que había sido "Marnie", su film anterior. Deseaba volver a estar en el lugar que ocupaba en el ranking: el primero. También tenía la intención de mostrarse a la altura de la admiración cada vez más manifiesta de los cinéfilos de todo el mundo. En resumen, le hacía falta un tema capaz de unir sus ambiciones comerciales y artísticas.
Por lo tanto, no era cuestión de apresurarse. Fue así como en tres años rehusó tres guiones antes de decidirse por el de "Cortina Rasgada". Primero piensa adaptar una novela publicada en 1922, "Los tres rehenes", de John Buchan. Hitchcock conoce bien el universo del autor  porque eligió en sus comienzos la adaptación de su libro más célebre: "Los 39 Escalones". El héroe debe llevar a cabo una investigación sobre una red de espías que hipnotizaron a tres niños para secuestrarlos. Hitchcock renuncia  a este proyecto porque la hipnosis no es según su modo de ver suficientemente cinematográfica. "Visualmente no hay diferencias entre un personaje hipnotizado en realidad y otro que simula serlo". Luego, Hitchcock trabaja en una película: "Mary Rose". También renuncia a ella por miedo a desconcertar a su público. "No es realmente un Hitchcock", dice del guión. Entonces piensa en una comedia policial: el personaje principal será un inmigrante italiano que, convertido en director de un gran hotel, quiere llevar allí a su familia de Sicilia, pero esta no tendría más que una idea: desvalijar a los cliente del hotel y adueñarse de una colección de medallas expuestas en el hall. Para escribir el guión, hizo venir de Italia a Age y a Scarpelli, guionistas de una película de Mario Monicelli. Pero no estaba satisfecho con el resultado: "Los italianos son muy descuidados en cuanto a las cuestiones de construcción".
Fue entonces, cuando la idea de "Cortina Rasgada" se le impuso: "Dos diplomáticos ingleses, Burgess y MacLean, habían decidido abandonar su país para irse a la Unión Soviética. Me pregunté, ¿qué habían pensado las señoras Burgess y MacLean de todo ésto?" La interrogación de HItchcock está siempre presente en el film: la primera parte muestra punto de vista del personaje femenino que asiste, estupefacto, a lo que ocurre. Además por esta razón, el director busca a un autor especializado en la descripción del alma femenina. Lo encuentra en Brian Moore, que acaba de publicar "Judith Heatrue". Pero se plantea un problema: Brian Moore no quiere trabajar para el cine. "Resulta -cuenta éste- que andaba necesitado de dinero para tener la libertad de escribir novelas, y la oportunidad de trabajar con el gran Hitchcock me pareció digna de consideración". Una lectura detallada del primer proyecto sumerge a Brian Moore en tal perplejidad que llama a Hitchcock para decirle que prefiere renunciar. Hitchcock y Universal encuentran el medio de convencerlo: le ofrecen 50.000 dólares, es decir ¡el doble del monto inicialmente previsto!
Mientras mantiene relaciones muy cordiales con el cineasta, sin duda favorecido por su origen irlandés, Brian Moore se da cuenta rápidamente que Hitchcock no sabe en realidad a dónde quiere llegar. "No dejaba de saltar del punto de vista de la mujer al del marido, y la historia del principio comenzaba a enredarse -explicará el autor a Donald Spoto-. Estaba obsesionado por los detalles triviales, del tipo: qué compañía de aviación vuela tal día o tal otro, pero esa actitud encubría un desconocimiento real de las motivaciones de los personajes". Un día, Brian Moore, se atreve a decirle a Hitchcock lo que piensa de su trabajo en común: "Si hubiera escrito ese libro, lo hubiera tirado o lo hubiese reescrito por completo".
Como respuesta, Hitchcock le recomienda tomarse vacaciones y le pide a Keith Waterhouse y Willis Hall, los autores de "Billy Liar" un film de John Schlesinger, que revean el guión. "Aceptar consejos o estar enfrentado con opiniones contrarias formaba parte de los problemas de Hitchcock", explicará Brian Moore a Donald Spoto, nadie tenía el coraje de decirle a una leyenda viviente que se había equivocado, era muy malo para el pobre hombre. Su pasado y su carácter -había sido un muchacho miedoso y solitario- lo hicieron incapaz de enfrentarse a la gente. Tenía horror a discutir de algo a cara descubierta".
En realidad, Hitchcock, estaba completamente consciente de los deslices del guión. "Yo no estaba contento con el guión y hubiera querido diferir la filmación -confesará unos años más tarde-, pero era imposible a causa de los compromisos profesionales de Julie Andrews". Para Hitchcock el trago era mucho más amargo sobre todo porque no era responsable en nada de la elección de la estrella de "Mary Poppins". Hasta el último momento había protestado por su contrato: "Ella es cantante, no podrá estar convincente en su papel de científica", repetía constantemente. Pero, para relanzar la carrera de Hitchcock, después de su fracaso con "Marnie", Universal deseaba que filmara con estrellas del momento. Y la compañía había sugerido, además del nombre de Julie Andrews, el de Paul Newman... para gran desesperación de Hitchcock, quien no apreciaba en absoluto que el 20 % del presupuesto, más un porcentaje elevado de las recaudaciones, fueran invertidos en los actores. "Habríamos hecho un mejor trabajo sin Julie Andrews y Paul Newman -comentará más tarde-. He aquí una muestra de la mala cocina. Si se cuentan los gastos generales, costaron 1.800.000 dólares, lo cual considero vergonzoso. ¡Gastar tanto dinero por un error de reparto!"
"Las estrellas de esta historia, eran, por supuesto ellos -explica Brian Moore a Donald Spoto-. En esa época, Hitchcock no tenía la costumbre de no ser la estrella. Además, se preocupaba por el tono que ellos intentaban darle a la historia. Estaba muy contrariado. Cuanto más nervioso se ponía, más se aferraba a lo que había podido hacer en sus films anteriores". De hecho, el fracaso comercial de "Marnie", había desestabilizado por completo al director. Consciente que ya no gozaría del mismo crédito que en otros tiempos, obligado a transigir con sus comanditarios, "había perdido parte de su confianza en sí mismo", comentará Francois Truffaut.
Durante el rodaje, Hitchcock no hizo nada para entrar en confianza con Julie Andrews. Tampoco intentó hacerle pagar su presencia de una manera o de otra. No, ella le resultaba simplemente indiferente. "El primer día de filmación -comentará la actriz- nos anunció que la diversión había terminado para él, es decir la parte creativa de los preparativos, y que el resto lo fastidiaba profundamente. ¡Se imaginan lo que sentimos!"
Si bien Hitchcock siguió considerando la elección de Julie Andrews como un error -hubiera querido a Eva Marie Saint, a quien ya había dirigido en "Intriga Internacional"-, veía más bien con buenos ojos la elección de Paul Newman. "En el transcurso de nuestro primer encuentro -contará Paul Newman- discutimos la historia y me dijo que no podía confiarme el guión porque no estaría disponible antes de ocho o diez días. Por el momento, no estaba muy a punto". Las cosas se deterioraron cuando el actor leyó el guión. "Le pareció malo, algo que yo ya sabía -contará HItchcock-, y me mandó una carta para hacerme preguntas que le preocupaban enormemente. Entre esas preguntas, había una que me demostró una vez más que los actores son ganado. 'Cuando me peleo con Gromek, al lado del horno, ¿por qué la granjera que está en el otro extremo de la cocina piensa enseguida en abrir el gas para ayudarme a matarlo?' Más tarde, cuando nos encontramos, me explicó que sería más lógico que estuviera cerca del horno. Agotado, le di la espalda. Al día siguiente, le dije: 'Paul, arreglé el problema de la granjera, ¿Sabe cuándo une la idea de poner en el horno la cabeza de Gromek? En su auto, mientras se dirige al estudio'". Formado en el Actor's Studio, discípulo de Lee Strasberg, Paul Newman, no dejaba de preguntarse, a lo largo del rodaje, acerca de las motivaciones de su personaje. Un día el director explota: "Su motivación, señor Newman, es el salario".
Por lo tanto, se comprende mejor el incidente que estalla durante una cena en la que HItchcock recibía, especialmente, a su intérprete estrella. Newman llega con un atuendo informal y apoya su chaqueta en el respaldo de la silla cuando los invitados pasan a la mesa. Rechaza el vino de cosecha que el director había preparado y pide una cerveza. Va él mismo a buscarla a la cocina y la bebe de la botella. Joe Morella y Edward Epstein, los biógrafos de Paul Newman, son formales. "No podemos dejar de interpretar esos gestos: un joven bien educado de Saker Heights sabe perfectamente cómo comportarse en una velada elegante. Si se conducía así, no es sino para mostrar hasta qué punto consideraba a Hitchcock pretencioso".
Para compensar los deslices del guión, Hitchcock no tenía más que una solución: hacer un Hitchcock, es decir, multiplicar esas hazañas cuyos secretos siempre tuvo, aún a riesgo de abandonar la psicología de los personajes y desequilibrar el ritmo del film.
La escena más conocida es, sin dudas, la del asesinato de Gromek en la granja. La presencia del chofer de taxi ante la granja impiden a Michael y a la granjera que recurran a un arma de fuego. Entonces, usan el material doméstico: un caldero lleno de sopa, un cuchillo para descuartizar, una pala y el horno de una cocina a gas. Filmado en picado, el plano en que Gromek se asfixia en el horno es de una duración poco habitual. A medida que el tiempo pasa, sus manos se sueltan de las de Michael y se agitan en el vacío. "Con esa escena quise adoptar la posición contraria a la del cliché común -contará HItchcock a Truffaut-. Por lo general un asesinato ocurre muy rápido, una puñalada, un disparo de fusil, el asesino no se toma siquiera el tiempo para examinar a su víctima para ver si está muerta o no. Quise mostrar que penoso, difícil y largo es matar a un hombre". Otro gran momento del film: la secuencia del colectivo que permite a la pareja huir de la universidad. Como no pudo filmar en Alemania Oriental, Hitchcock utilizó la técnica de las transparencias: los "backgrounds" fueron filmados por un operador alemán. ¡Es el verdadero tren de Berlín el que vemos en la ventanilla del micro!
No haremos aquí un inventario de todas las secuencias en donde el Hitchcock "touch" hace maravillas, desde la persecución en el museo, pasando por el cara a cara de los dos científicos ante un pizarrón. No haremos un recuento, tampoco, de todos los momentos en los que Hitchcock da rienda suelta a su humor sardónico. Simplemente señalaremos que había filmado una escena en la que Paul Newman se encuentra frente a un hombre que se parecía rasgo por rasgo a Gromek, el guardaespaldas al que había asesinado. De hecho, era su hermano. Se veía que éste tomaba un cuchillo de cocina para cortar un gran pedazo de budín. "A mi hermano le encanta, decía a Michael, ¿Sería usted tan amable de llevárselo a Leipzig?" En definitiva, la escena fue cortada en el montaje. Era necesario acortar la película, que dura más de dos horas. Pero en su entrevista, Hitchcock prefirió acusar a Paul Newman: "No estaba contento con su manera de interpretar esta escena" ¡Hitchcock tenía un rencor feroz!
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

miércoles, 21 de agosto de 2019

Mi crítica de "Marnie" (Cine-Alfred Hitchcock-1964)

En el comienzo hay un libro que Hitchcock devoró durante un fin de semana en Santa Cruz, "Marnie", de Winston Graham, la historia de una cleptómana frígida que emprende un psicoanálisis. En esta época el director buscaba un buen tema, y este tiene todo lo que le agradaba. Pero con sus recientes éxitos, también tiene muchas cosas que hacer: la promoción de "Psicosis" y sus programas de televisión. Sin embargo, "Marnie" le da vueltas en la cabeza y en los estudios busca vagamente a la actriz excepcional que pueda interpretarla.
"Marnie" no será, sin embargo, su próxima película, ya que un caso policial más visual acaba de saltarle a los ojos desde un periódico: "Casas de la costa invadidas por pájaros". No obstante, mientras el equipo se dispone a filmar los exteriores de "Los Pájaros", en marzo de 1962, Hitchcock le encarga a Evan Hunter, su guionista, que trabaje en "Marnie". Primero este evalúa la dificultad de la tarea: la adaptación corre el riesgo de deslizarse rápidamente hacia el melodrama. Hay que darle consistencia al personaje para que sea creíble. Sean Connery (Mark) demostrará la misma sed de conocimiento, ¡pero Hitchcock lo transformará en zoólogo  especializado en los comportamientos anormales de los animales! A fin de cuentas, el guionista está entusiasmado por su tema: "Marnie es un enigma viviente -le explica a HItchcock-. Una mujer que a la vez atrae e intimida, una personalidad de múltiples facetas, inteligente, cálida, pero a la vez temerosa y totalmente reservada". Y concluyó el retrato con una alusión: "No conozco más que a una actriz capaz de encarnar este tipo de persona..."
Sin siquiera mencionar su nombre, ambos hombres se comprenden. Pero hacía algunos años que Grace Kelly se había convertido en princesa de Mónaco y, aunque siguiera pensando con nostalgia en su antigua profesión, se había resignado prácticamente ante las reticencias de su marido. Ya había rechazado dos papeles. Pero esta vez se trata de Hitchcock y, finalmente, el príncipe Raniero está de acuerdo. Por desgracia, una vez difundida la noticia se manifiesta la reprobación de los monagescos. Con el alma destrozada la princesa renuncia. Y Grace Kelly no hará nunca más cine.
Esto no sorprende del todo a Hitchcock. Tiene a alguien en mente para el papel principal. Durante el rodaje de una película para televisión se encontró con una joven actriz: Claire Griswold, la esposa de Sidney Pollack. Como siempre, la hace firmar un contrato de exclusividad, la llena de atenciones y de regalos para, finalmente ¡enemistarla con 'Tippi' Hedren que acepta el papel! Sin embargo, la estrella principal de "Los Pájaros" acababa de vivir una experiencia difícil con el director. Pocas veces un actor había sido tan maltratado en el transcurso de una filmación, a menos que se crea que Hitchcock había tomado un gusto perverso por hacerla sufrir durante esa secuencia en la que los pájaros la atacaban ferozmente. Incluso 'Tippi' había sufrido una depresión nerviosa por lo sucedido durante ese rodaje. Además, Hitchcock tenía una manera de mirarla y de hablarle que lograba desestabilizarla.
Fiel a sus propósitos de utilizar a los actores en papeles que no se correspondieran con ellos ni en lo físico ni en lo temperamental, Hitchcock se decidió rápidamente por Sean Connery para el el marido de Marnie. La idea de transformar a James Bond en un rentista obligado a entregarse a un odioso chantaje para casarse con una mujer frígida era lo bastante raro como para agradar al director. Después de "Dr. No" y "De Rusia con Amor", y antes de filmar "Dedos de Oro", Sean Connery tenía  por contrato el derecho para trabajar para una sociedad de producción. Además, quería demostrar que era capaz de interpretar algo diferente. Y en la época en que Hitchcock estableció contacto con él, la princesa Grace había accedido a filmar: el afiche era atractivo. Pero Sean Connery tuvo una exigencia insensata, leer el guión antes de decidirse, ¡algo que ni siquiera Clark Gable se había atrevido a pedir! Finalmente Hitchcock consideró esa actitud más bien divertida. "El guión era perfecto -debió reconocer Connery- Hitchcock nunca filmaba sin tener un guión bien terminado".
Por su parte, Evan Hunter se topaba con dificultades en la escritura. Hitchcock concentraba una gran parte de sus esfuerzos en una escena central: aquella en la que Sean Connery posee a su mujer contra su voluntad en su viaje de bodas en el buque transatlántico. " Yo no quería escribir esa escena y se lo dije. Pensaba que iba a destruir toda simpatía por el hombre y que no tenía ningún sentido para la historia". Hunter pensaba que Hitchcock se ensañaba con 'Tippi' Hedren. Esta vez, no tendría que vérsela con una nube de pájaros agresivos, sino con el proceder de un hombre que sabe lo que quiere. Ante las reticencias de su guionista, Hitchcock decidió en abril de 1963 prescindir de sus servicios. A pesar de que Hunter trabajaba con "Marnie" desde hacía un año, le hicieron comprender que era necesario tener "sangre fría" a partir de ese momento. Hitchcock contrata entonces a un nuevo guionista: Jay Preston Allen, una joven casi novata que desembarcó en Hollywood especialmente para trabajar con él. Ella analizó fríamente la situación: "Creo que en ese momento Hitchcock se sentía cansado y decepcionado por todo lo que había sucedido con el film -explica-. Siempre pensé que era un proyecto condenado al fracaso, pero él estaba loco por 'Tippi' Hedren, obsesionado por ella como lo había estado con toda la serie de actrices  rubias que había dirigido hasta ese momento". En efecto, el rodaje se desarrolló en un clima sofocante. Hacia el final, Hitchcock y 'Tippi' Hedren ya no se hablaban más que por intermediarios.
En el origen de esa disputa residía el rechazo de Hitchcock para que su actriz se tomara algunos días de descanso y una conversación asesina de la joven acerca del "peso" de su director. Un tema delicado. Pero habrá que esperar a la muerte de Hitchcock para comprender que no se trataba de una simple confrontación entre egos. Se soltaron las lenguas cuando Donald Spoto emprendió su monumental biografía del cineasta: "La face cachée d'un genie". Con más de sesenta años, Hitchcock estaba tomado por una pasión desgarradora hacia su actriz, la cual debía casarse al final del rodaje con su manager. Podía resultar admisible que la mirara de hito en hito extrañamente durante horas, que le pidiera a Robert Burks que la filmara en primerísimos planos  cada vez más cercanos, que la hiciera seguir con detectives, que prohibiera la entrada al set de visitantes para que hubiera la menor cantidad de gente posible cerca de ella y él. Pero una noche, Hitchcock cometió lo irreparable. "Le hizo insinuaciones amorosas que ella no pudo ignorar ni tomar a la ligera como lo había hecho antes", revela Spoto. Ante la negación de 'Tippi' Hedren el tono subió. Hubo amenazas, intentos de chantaje por parte de Hitchcock.
A partir de ese momento las condiciones de trabajo cambiarían por completo. ¿Entonces hay que creer -como lo afirman muchos testigos- que el director se desinteresó de la película? Es cierto que en la entrevista que dio luego a Truffaut, Hitchcocck adapta las autocríticas acerca de "Marnie". Compara desfavorablemente el trabajo de 'Tippi' Hedren con el de Kim Novak en "Vértigo". Afirma detestar a los personajes secundarios. Acaba lamentándose por haber contratado a Sean Connery a quien considera en realidad poco convincente como "gentilhombre de Filadelfia". Incluso ya no le encuentra gracia a la construcción del libro. "Me siento molesto por el lapso demasiado grande  entre el momento en que 'Tippi' Hedren obtenía el trabajo en la Rutland y aquel en el cual cometía el robo".
De cualquier manera, en el estreno de la película recibió críticas demoledoras por parte de los expertos en cine. Fue también muy mal recibida por el público. Se le reprochaba a Hitchcock la secuencia final en la que Marnie, como después de una larga terapia, revive en flash-back la escena traumática de su infancia, clave de sus relaciones complejas con su madre: se la consideró demasiado larga, demasiado pesada y demasiado fácil. Sobre todo se le reprochó a Hitchcock toda una serie de artificios técnicos: las transparencias quedan mal con el resto de la imagen, es demasiado evidente que la calle donde vive la madre de Marnie  fue recreada en estudios, el barco que se ve en el fondo no es más que una apariencia engañosa que ni siquiera  esconde su naturaleza. Robert Burks, el operador de cámara, le señaló a Hitchcock varias veces esos efectos carentes de realismo. "No, no, me parece que todo marcha perfectamente", respondía cada vez.
¿Pero en realidad podemos tomar la decisión de considerar a "Marnie" como una película hecha de prisa? Difícil. Por primera vez, Hitchcock grabó en cintas magnéticas las partes de brainstorning con sus colaboradores. Es un documento excepcional. Y al escucharlo no se tiene la impresión de un hombre decidido a abandonar su film. Antes de embarcarse en esta aventura, Hitchcock había confiado a Truffaut que se trataba para él y para 'Tippi' Hedren de un "desafío". "Para esta historia -había declarado- hay numerosos ángulos: la cleptomanía de Marnie, su frigidez, el resurgimiento de las escenas traumáticas de su infancia. Se pasa de momentos de comedia a momentos de puro terror. Quiero, una intriga más relajada y concentrarme en el estudio de un carácter".
"Marnie" es entonces un film de introspección, un estudio de caso psicológico. La referencia a Freud está claramente indicada en el diálogo. Cuando Mark le pide a Marnie que asocie las palabras con las ideas que le vienen a la mente, ella lanza irónicamente: "¡Yo Jane, tú Freud!" Incluso el título del film es una referencia directa al fundador de psicoanálisis, cuyos estudios de casos llevaban generalmente el nombre de sus pacientes. Robert Boyle, el decorador de la película lo afirmará: "Hitchcock intentaba mostrar por todos los medios algo que no se podía ver. Se esforzaba por contar una historia que no contenía ningún acontecimiento evidente. Por esa razón debió utilizar toda clase de artificios de estilo. Intentaba penetrar desesperadamente el alma de una mujer". Por lo tanto todos los "defectos" del film pueden explicarse. ¿El barco "apariencia engañosa" que tapa la vista de la calle? Está para demostrar que Marnie vive en otro mundo. ¿Las transparencias tan evidentes que 
desfilan detrás de Marnie cuando monta a caballo? Es su propia visión de la realidad de la cual ha perdido las señales.
Tal como lo demuestran los documentos de trabajo, Hitchcock y 'Tippi' Hedren tuvieron largas conversaciones estrictamente profesionales. "Tenemos que intentar filmar tan sutilmente como sea posible el desfasaje entre el comportamiento exterior de Marnie y su estado mental -le dijo en el transcurso de una conferencia de preproducción-. Internamente, la atormentan sus obsesiones, externamente, engaña. Con Mark,ella le deja entender que no se deja engañar por su chantaje. Pero apenas se siente sola, Marnie se vuelve de nuevo lunática". De ahí la importancia de las miradas en la película, que son objeto de una puesta en escena muy particular. En una escena sobre una escalinata, desde el momento en que Marnie no se siente observada por Mark o Lil, su cuñada, su mirada se sume en la angustia. Vuelve a la superficie cuando se dirigen a ella. Por otra parte, la escena sigue en un plano largo medio en el que Lil observa con una curiosa intensidad a la pareja que se va. No se dice nada. Todo es sugerido. Por cierto, Hitchcock se tomó libremente el desarrollo de la acción. Pero es para dar valor a los elementos psicológicos. Durante otra reunión de preproducción, le explicó a 'Tippi' Hedren que la película no mostraría el casamiento, puesto que la escena en la cual Marnie confiesa a su marido que es frígida es mucho más importante. Desemboca en la famosa escena de la violación, tratada también de manera elíptica. Hitchock emprendió una verdadera hazaña, como lo revela el análisis plano por plano de ese gran momento de cine. Sean Connery arranca el camisón de 'Tippi' Hedren. La cámara se detiene en las piernas de la joven. El hombre pide disculpas y la cubre con su propio salto de cama. 'Tippi' Hedren se queda inmóvil y se resigna. Su mirada está vacía. Parece una estatua cuando Mark la besa tiernamente, referencia evidente a la actitud de Madelaine en "Vértigo". La vemos de frente, y , mientras se recuesta, la cámara apunta a sus ojos fijos. Primer plano del rostro del marido que se inclina hacia ella. Luego, sobre el de Marnie. La cámara entonces hace un movimiento de rotación y el plano termina en un ojo de buey que descubre un mar gris, triste.
¿Se está realmente espiando, como lo temía Hunter, el primer guionista? De hecho, Sean Connery, por su simple presencia física, quita toda violencia malsana a esta escena.
Difícilmente pueda considerarlo un violador. Al contrario, la angustia de Marnie invade la pantalla. Comprendemos a partir de ese momento por qué Hitchcock deseaba tanto esta secuencia. "Sin duda no hay en toda la obra de Hitchcock una escena tan fuerte y tan bella, afirma Robin Wood, uno de los exégetas norteamericanos de Hitchcock.
Las revelaciones acerca de las condiciones del rodaje y las severas autocríticas de Hitchcock hicieron de "Marnie" una película maldita. Los artificios técnicos utilizados hacen de ella casi una obra experimental. Sin embargo he pensado en ella como Truffaut elaboró su teoría de los "libros enfermos", en la cual describía "obras maestras abortadas, una empresa ambiciosa que sufrió errores de recorrido, un hermoso guión imposible de filmar, un casting inadecuado, un rodaje envenenado por el odio o cegado por el amor , un gran desfasaje entre intención y ejecución, un estancamiento hipócrita o una exaltación engañosa". De cualquier modo, "Marnie" marca una ruptura en la carrera y en la vida de Hitchcock. Nunca más filmará con 'Tippi' Hedren. Nunca más actuará como Pigamión con jóvenes actrices rubias.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



martes, 20 de agosto de 2019

Mi crítica de "Los Pájaros" (Cine-Alfred Hitchcock-1963)

Existen películas cuya idea viene como un flash y se dirigen impulsivamente. Existen otras que se imponen a fuerza de coincidencias. "Los Pájaros" pertenece a esta segunda categoría.
Nos encontramos a principios del año 1960, Hitchcock se prepara para viajar a Europa donde debe presentar "Psicosis". Por casualidad repara en un artículo del "Santa Cruz Sentiniel" que cuenta como más de mil pájaros descendieron por una chimenea en una casa de La Jolla, California. Destruyeron todo a su paso y uno, además hirió a la dueña de casa. Entonce Hitchcock se acordó de un cuento largo de Daphné du Murier cuyos derechos había comprado en el momento de su publicación, en 1953. Pero por más que lo leía y lo releía no encontraba la forma de hacer una película a partir del cuento. Si bien el clima le gustaba, la trama era inconsistente, y los personajes, transparentes.
Hitchcock prefiere seguir trabajando en dos proyectos más avanzados, una adaptación de "Trampa para un hombre solo", una obra de un autor francés, Robert Thomas, y un guión original acerca de un piloto de avión que debe lanzar una bomba atómica. Pero esos dos proyectos no lo satisfacen por completo, después del triunfo mundial de "Psicosis" siente que el público espera algo diferente. Él mismo quiere probar que merece ese Oscar al mejor director que se le escapó cinco veces. Por lo tanto necesita un tema verdaderamente excepcional. En un primer momento piensa encontrarlo en una idea que le sugirió el guionista Ernest Lehman: un pianista ciego de nacimiento recupera la vista luego de un transplante. Cuando llega a Disneylandia, el primer sitio que quiere ver, comprende que le han puesto el ojo de un hombre asesinado y que ese ojo guarda en la memoria... ¡el rostro del asesino! Por desgracia, Lehman experimenta mil dificultades para desarrollar la historia de manera coherente. Peor aún: Walt Disney hace fracasar definitivamente el proyecto al anunciar a la prensa que no permitirá a sus hijos ver "Psicosis" ¡y menos aún que el director filme en su parque de diversiones!
Para no perder la mano, Hitchcock se dedica a la televisión: filma "El Jugador" y "¡Bang! Estás muerto". Retomará "Los Pájaros" unos días después de cumplir sesenta y dos años. "Casas invadidas por pájaros de mar", anuncia esta vez el diario. "El ataque fue de una  increíble violencia y no se dirigió contra una sola casa: los pájaros arruinaron faroles, destruyeron autos, rompieron ventanas, hirieron a los peatones". Una cosa interesa en especial al cineasta: el ataque fue dirigido por buitres y por aves de rapiña y no por pájaros comunes. La angustia de todos los días.
Hitchcock se sumerge de nuevo en el texto de Daphne du Murier. Casi sin ilusiones. Sin embargo, esta vez tiene el disparador ¿le falta una verdadera dimensión novelesca al cuento? Qué importa: basta con contratar a un novelista para que escriba una adaptación.
Su elección apunta a Evan Hunter. Hitchcock le da una sola consigna: "mi intención es meter miedo a la gente, ¡Mucho más que con 'Psicosis'!" Evan Hunter entonces elaboró una historia mezclando "love story" y suspenso. Hitchcock no dejó de cuestionar el trabajo de su autor. "Cuando la gente va al cine -explica- se sienta y dice: ¡Muéstrenme! Después desean anticipar. ¡Adivino qué es lo que va a ocurrir! Y estoy obligado a aumentar el desafío. ¿Ah sí? ¡Y bien, vamos a ver! En 'Los Pájaros' procuré que el público nunca pueda adivinar cuál será la próxima escena"-
Antes de ponerse a trabajar en el guión, Evan Hunter se había preocupado: "¿Tengo que tener en cuenta los problemas técnicos que puedan suscitar los pájaros?" "No se preocupe por eso -le respondió el director- El servicio de decorado y el equipo de efectos especiales está allí para resolverlo".
De los 1.500 planos que cuenta el film, casi en 400 aparecen los pájaros. Una verdadera locura en una época en que las imágenes de síntesis no existían y los trucos posibles eran mínimos, sobre todo en las películas en colores. Pero Hitchcock estaba rodeado en esa oportunidad por los mejores especialistas del género, comenzando por Robert Boyle, que había colaborado con él para los efectos especiales en "Intriga Internacional". "La pregunta que inmediatamente me tiró a la cabeza era saber si era factible o no -contará Boyle-. Llevé a cabo mi pequeña investigación. No hay nada de revolucionario en la película. Nadie puede decir que una técnica se remonta a "Los Pájaros". Nos contentamos con trabajar los procedimientos conocidos hasta el extremo". Según Hitchcock la secuencia más compleja es la del final, en la que los personajes se alejan en auto hasta el centro de un paisaje lleno de pájaros. "Requirió dieciséis sobreimpresiones en el mismo fragmento de la película -revelará-. Un pequeño fragmento fue filmado en una ruta con quinientos patos pintados de gris. Los pájaros que están en el fondo se filmaron en sobreimpresión. Este trabajo fue terriblemente complicado. Es impresión óptica. Un experto de Disney era el responsable de eso. Por lejos, es el plano más difícil que jamás he filmado en mi carrera".
Leyendo el cuento de Daphné du Murier, Robert Boyle había tenido la idea de la tonalidad total de la película. "Para los primeros esbozos -explicará- me había inspirado en el cuadro de Edward Munch 'El Grito', que expresa un sentimiento interior de desaliento intenso y locura en un lugar salvaje y solitario. Exactamente lo que deseaba Hitch. Él quería un acercamiento subjetivo para que el público participara de las emociones y los sentimientos de los personajes y compartiera también su miedo a los peligros físicos". Alfred Whitlock realizó sus pinturas en vidrio con esa idea. Son utilizadas, en general, para los planos amplios. Pero el problema esencial era filmar las escenas donde los pájaros atacaban. ¿Utilizar pájaros mecánicos? Fue la solución que Hitchcock adoptó, particularmente en la escena en la que Melanie se encuentra en la cabina telefónica y en la escena en la que los niños huyen. Lo que no impide que la mayor parte del tiempo, prefiriera recurrir a pájaros verdaderos. Ray  Berqwick adiestró cientos de gaviotas, cuervos y cornejas para salir en el momento justo y para abatirse en la cabeza de los actores. ¿Sencillo? Eso es olvidar que había que encontrar los pájaros: "Nos habían prometido desde el comienzo todos los cuervos que necesitáramos, pero fue casi imposible atraparlos. Tuvimos que criarlos a partir de huevos. Para las gaviotas, estaba la SPA. Es una especie protegida, y por lo tanto se necesitan autorizaciones. Eran bastante sencillas de dirigir, puesto que se las atraía con alimento y se las atrapaba con la vareta".
De todas las escenas con pájaros reales, la más impresionante es aquella en la que Melanie queda atrapada en el desván: atacada por los pájaros, se desploma y se desvanece antes de que Mitch la salve. Hitchcock había prometido a su intérprete, 'Tippi' Hedren, que usaría pájaros mecánicos, pero no cumplió con su palabra: no era lo suficientemente realista. Cuando la actriz llegó al set el lunes por la mañana, Hitchcock le dijo que  su asistente, James Brown, le informara que utilizarían verdaderas gaviotas. "No había ningún precedente de este tipo y nadie sabía a qué atenerse -contará la actriz-. Todos pensábamos que podíamos hacerlo rápidamente, y nadie esperaba eso más que yo".
Error: los pájaros estaban atemorizados por los gestos que debía efectuar 'Tippi' Hedren para defenderse. En lugar de atacarla, huían. Hubo que lanzar decenas y decenas de pájaros sobre la actriz para lograr los planos necesarios. Por la noche, Hitchcock estaba lejos de haber concluido la escena. Fue necesario volver a comenzar al día siguiente. "Día tras día, durante una semana entera, soportó todo eso -contará Jessica Tandy-. Ella estaba sola en la habitación transformada en jaula y actuaba frente a esos pájaros que se abalanzaban sobre ella. Y, con los cambios de ropa y de maquillaje y toda la sangre, ni siquiera podía ir a almorzar a la cantina. No comprendo en realidad cómo lo hacía". Hitchcock, que nunca tuvo fama de ser particularmente tierno con las actrices (llegaba incluso a tratarlas de "ganado"), estaba completamente conmovido. "Hitchcock quería filmar la escena -comentará Evan Hunter-, pero algo en él no lo deseaba y todo el mundo podía ver cuánto se preocupaba".
Fue el viernes por la tarde cuando se produjo el accidente: una gaviota se lanzó sobre los ojos de 'Tippi' Hedren: "Me cortó el párpado inferior y me puse histérica", contará ella. Llevaron a la actriz a su casa, pero como el lunes a la mañana seguía tan impresionada, tuvieron que llamar a un médico. Resultado: la filmación fue interrumpida una semana. Desde entonces, Hitchcock no perdió nunca la ocasión de parafrasear a Oscar Wilde: "Sólo se mata a lo que se ama".
Con "Los Pájaros", Hitchcock dirigió su película más ambiciosa desde el punto de vista técnico, pero también la más cara. "No teníamos la sensación de que pudieran decirnos que estábamos gastando demasiado" -comentará más tarde Alfred Whitlock, el ilustrador-. Sin embargo, Hitchcock no tenía las manos libres por completo. Por otra parte, como no deseaba escatimar en los efectos especiales, renunció a contratar grandes figuras, contrariamente a su costumbre. "La estrella son los pájaros" -contestó tajante-. Además, temía que a los actores conocidos les resultara repugnante comprometerse para una filmación que se anunciaba larga, pesada e incluso peligrosa. Después de haber pensado, por ejemplo, en Anne Bancroft para interpretar el papel de la maestra, prefirió conformarse con Suzanne Pleshette.
Para el papel de Melanie, eligió a una total desconocida. Una joven modelo quien nunca había hecho cine: 'Tippi' Hedren. Mirando televisión, la observó por primera vez, actuaba en una publicidad de bebida para adelgazar. Fascinado por su color rubio, que le recordaba a Grace Kelly, Hitchcock dio enseguida la orden para que la encontraran. Sus asistentes no perdieron el tiempo: ¡la recibieron al día siguiente! Durante el fin de semana, Hitchcock consultó su press-book y miró los espacios publicitarios que ya había filmado. El martes, su director de producción le propuso un contrato exclusivo de siete años con Alfred Hitchcock. A cambio, ella recibiría 500 dólares por semana. Era menos de lo que ganaba hasta ese momento, pero su profesión de modelo era insegura  y sobre todo, debía enfrentar obligaciones familiares, criaba sola a su hija de cuatro años. "Nunca había sido mi ambición ser actriz, y mucho menos estrella de cine. Nunca lo había considerado para mí. Era modelo y había venido a Los Ángeles no sólo para conseguir mejores contratos que en Nueva York, sino también porque quería ver crecer a mi hija en una casa con jardín en un barrio donde pudiera jugar y pasear".
En ese momento, 'Tippi' Hedren pensó que Hitchcock le confiaría sólo pequeños papeles en sus producciones televisivas. Pero después de su primer encuentro comprendió que Hitchcock pretendía algo distinto para ella. Él pidió a su modista preferida Edith Head que se ocupara de su guardarropas. "Gastó tanto dinero para ofrecerme un guardarropas personal como el que gastaba en mi salario de un año". Unos días después dirigió él mismo los primeros ensayos de su joven protegida. Para la ocasión, había hecho reconstruir los decorados de "Rebecca", de "Notorius" y de "Para Atrapar al Ladrón". ¡Nunca los ensayos habían costado tan caros! La joven estuvo notable. Sin embargo, Hitchcock le recomendó que engordara, y le encargó ¡una bolsa de cincuenta kilos de papas! Unas semanas después, antes de comenzar la filmación de "Los Pájaros", Hitchcock tomó una decisión de extrema importancia para el conjunto de la película: 'Tippi' Hedren interpretaría el papel principal. Como verdadero Pigmalión llego hasta a modificar la caligrafía de su nombre. Decidió que en los afiches, su apodo, Tippi, estuviera  rodeado no por dos comillas sino por una. Fue así como Tippi se convirtió en 'Tippi'. Después de "Los Pájaros" filmará otra película para Hitchcock, "Marnie", antes de desaparecer de la pantalla. Será por siempre la criatura de Hitchcock.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

lunes, 19 de agosto de 2019

Mi crítica de "Psicosis" (Cine-Alfred Hitchcock-1960)

De todas las películas de Hitchcock, "Psicosis" es sin ninguna duda la más famosa. Al llegar después de "La Ventana Indiscreta", "Vértigo", "El Hombre que Sabía Demasiado" e "Intriga Internacional" marca el apogeo de su carrera. "A partir de ese momento, la crítica norteamericana, empezó verdaderamente a tomarlo en serio", declarará Claude Chabrol, quien fue el primero en el mundo en dedicarle un libro.
Por lo tanto, no nos sorprendemos al saber que "Psicosis" fue el mayor éxito comercial de Hitchcock: seis meses después del estreno comercial del film, la Paramount dirigirá al cineasta un cheque de 2 millones de dólares. Sorprendido por la magnitud del fenómeno, Hitchcock pedirá al Instituto de Investigaciones de la Universidad de Stanford que encuentren las causas de este hecho. "Cuando me respondieron que necesitaban 75.000 dólares para efectuar esa investigación, les dije que no era tanta mi curiosidad", comentará el cineasta. No tendremos en cuenta las flojas copias del film. Algunos años después de la muerte de Hitchcock "Psicosis" dará origen incluso a dos continuaciones, una de las cuales dirigió el propio Anthony Perkins.
El caso es notable, sobre todo porque se trata de una de las películas menos costosas de Hitchcock. El presupuesto no excedió los 800.000 dólares. Cuando Hitchcock anunció su voluntad de filmar "Psicosis", la Paramount no mostró mucho entusiasmo. "A la Paramount no le gustaba ni el libro ni el título ni la idea de hacer una película con ese tema", dirá el autor de la novela original, Robert Bloch. El director comprendió que para tener las manos libres debía filmar con lo justo. Lo cual cayó bastante bien: después de "Intriga Internacional" quería hacer una película menos "pesada" de administrar. Para reducir el presupuesto utilizó su equipo de televisión. Por eso la fotografía no está firmada por Robert Burks, su jefe operador de costumbre sino por John L. Russell. También por razones financieras no consiguió a una estrella masculina.
Anthony Perkins presentaba una doble ventaja: se adaptaba al papel y aún debía una película a la Paramount. "Mi papel en 'Psicosis' es una de las mayores apuestas que he intentado. Si la película no hubiera marchado bien me habría perjudicado mucho como actor. Hablé al respecto muy francamente con Hitchcock. Estaba de acuerdo conmigo, no tenía idea alguna sobre el eventual éxito de la película, pero me sugirió intentarlo. Por suerte, creo que a la mayoría de la gente que vio la película le gustó de alma, cuando estaban aterrorizados, estaban contentos de estarlo". El entendimiento entre el actor y su director fue perfecto. Hitchcock aceptó  incluso algunas de sus sugerencias. "Fue idea mía comer caramelos durante toda la película -comentó Anthony Perkins- Pensé que sería más divertido si el asesino era un comedor de caramelos". Para el papel de Marion Crane, Hitchcock contrató a Janet Leigh. Como su carrera ya había comenzado bien, no tuvo con ella esa relación de Pigmalion que desarrolló con Grace Kelly o "Tippi" Hedren. Sus relaciones fueron únicamente profesionales.
"Me dijo que me había contratado porque era una verdadera actriz, -contará ella- No voy a dirigir cada matiz, me dijo, pero si no me da lo que necesito, lo arrancaré de usted, si me da demasiado, lo atenuaré. Lo que haga debe entrar en mi escenario y en mi ángulo de tomas". Para encarnar a Leila, la joven que investigará la desaparición de su hermana y descubre la verdad, Hitchcock optó por Vera Miles. Estaba resentido con ella desde que rechazó el papel de "Vértigo" unos meses antes (ella estaba embarazada) pero la tenía contratada: puesto que le daba un salario semanal desde 1956, ¡había que utilizarla!
En los comienzos del film hay una novela de Robert Bloch publicada un año antes. Los admiradores de Hitchcock, entre ellos Francois Truffaut, sostuvieron durante mucho tiempo que la novela era poco interesante y que todo el valor del film provenía del trabajo del director. En realidad, y Hitchcock fue siempre el primero en reconocerlo, todos los elementos mayores del film estaban contenidos en el libro, desde el asesinato en la ducha hasta la desaparición prematura de la heroína, sólo que Hitchcock logró darles una dimensión mitológica gracias a su puesta en escena. En efecto, la película es un fabuloso ejercicio de estilo. "En 'Psicosis'  -aclara Hitchcock-, el tema cuenta poco, los personajes también. 'Psicosis' no es un mensaje que haya intrigado al público. No es una gran actuación que haya conmovido al público. No es una novela muy apreciada que haya interesado al público. Lo que importa es que el montaje de los trozos de la película, la fotografía, la banda sonora y todo lo que es puramente técnico pueda hacer aullar a los espectadores. Lo que emocionó a los espectadores era el film puro" Finalmente Hitchcock había logrado hacer lo que había prometido en forma de teoría en el transcurso de una conferencia de prensa en 1947: "Nuestra civilización se ha vuelto tan protectora que ya no somos capaces de experimentar emociones fuertes. La única manera de romper ese entumecimiento y de encontrar un equilibrio moral es provocando shocks benéficos por medios artificiales. El cine constituye,  me parece, el mejor medio para lograrlo".
Todo el desarrollo del film está concebido para facilitar shocks. Hitchcock no se contenta con dirigir a los actores. "Con 'Psicosis' dirigí a los espectadores", observará Hitchcock. En realidad la manipulación había comenzado desde la filmación. Por única vez, el director había cerrado su set a la prensa y prohibido que se difundieran fotos de las escenas claves. Y para evitar que sus admiradores se precipitaran en las librerías para comprar la novela de Robert Bloch, lo que habría destruido el suspenso, había atribuido incluso a "Psicosis" un nombre en código que figuraba en el clap "Wimpy". En el film nos lleva sin cesar a creer cosas que se revelan falsas. La primera escena nos muestra una cita amorosa: creemos que se trata de una película sentimental. Luego, la mujer roba 40.000 dólares a su empleador y huye: pensamos que estamos ante una película policial tradicional. Cuando llega al motel, Norman Bates la observa a través de un agujero hecho en la pared: nos decimos que Hitchcock, después de "La Ventana Indiscreta" continuó su reflexión sobre el hecho de espiar. En resumen, el director se burla constantemente de nosotros.  "La primera parte de la historia es exactamente lo que se llama aquí en Hollywood un 'arenque rojo' -confiará a Truffaut-, es decir, un truco destinado a desviar la atención para intensificar el asesinato, con el fin de que este constituya una sorpresa total. Era necesario que el comienzo fuera a propósito un poco largo, todo lo referido al robo del dinero y a la huida de Janet Leigh para orientar al espectador a la pregunta, ¿atraparán a la chica?
En estas condiciones uno se pregunta por qué Hitchcock había insistido tanto a los exhibidores de las salas para que no dejaran entrar a los espectadores si la película había comenzado. La respuesta es simple: él intentaba confundir las pistas, suprimir las marcas habituales, como Marion es interpretada por Janet Leigh uno piensa que nada podría sucederle. Pero ¡cataplúm!, contra todas las convenciones dramáticas, ella es apuñalada mientras toma una ducha. ¡Salida para el personaje principal! "Les apuesto todo lo que quieran que una producción común le hubiera dado a Leigh el papel de la hermana que investiga, puesto que no es común matar a la estrella en la tercera parte del film", comentará el director satisfecho por su obra.
Por lo tanto, otra película puede ponerse en marcha. Una película que escape a cualquier lógica: la auscultación de un caso de psicopatía. Para hacer alusión a la esquizofrenia, Hitchcock se permite el lujo de rodar una película totalmente esquizofrénica. Desde los títulos, las letras aparecen resquebrajadas, todo está dividido en dos. Hitchcock no deja de jugar con los espejos para ilustrar el desdoblamiento de personalidad. La elección del blanco y el negro no está relacionado con impedimentos económicos: el director usa esa técnica para reforzar los contrastes y simbolizar un mundo fracturado donde se oponen la luz y las tinieblas. "Cuando la mente alberga dos personalidades, siempre hay conflicto, una lucha", observa el psiquiatra en la última secuencia.
"Que este conflicto sea creado, percibido y mantenido en el espectador es la marca de un verdadero genio de la imagen", agregará Donald Spoto en su biografía de Alfred Hitchcock.
En muy pocas ocasiones un film fue tan pensado en la construcción como en la puesta en escena. La celebérrima escena del asesinato en la ducha constituye el punto culminante de la película: para cuarenta y cinco segundos de film se usaron setenta posiciones de cámara.
Para filmarla, Hitchcock había pedido a Saul Bass que diseñara su story board extremadamente preciso. Excepto por dos casos, lo respetó completamente. Por otra parte, agregó un plano que mostraba la cuchillada. "Impresión de un cuchillo que hiere, como para destrozar la pantalla y romper el film", había indicado en el guión. Además, tuvo la idea de mostrar el agua teñida de sangre, aspirada por el desagüe. "Había pensado hacer la escena sin violencia y sin una gota de sangre", comentará Saul Bass. Al principio Hitchcock también quiso que esta escena fuera marcada por los gritos de Janet Leigh y por el ruido del agua que corre. Bernard Herrmann lo disuadió al componer a sus espaldas un tema para acompañar las imágenes.
La filmación de la escena duró una semana completa. "Resultaba muy fastidioso quedarse bajo la ducha para remojarse", comentará Janet Leigh, pero el director se mostrará siempre muy cordial con ella. ¡Nada que ver con lo que iba a tener que soportar "Tippi" Hedren en la filmación de "Los Pájaros" unos meses después! Además, la verdad obliga a decir que Janet Leigh aparece doblada en todas las escenas donde no se ve su cara.
A menudo copiada pero jamás igualada, la secuencia de la ducha marcará a toda una generación. Es cierto que en esa época, en muy pocas ocasiones había ido tan lejos la violencia. Muchos espectadores se preguntaron a dónde habría ido a buscar eso Hitchcock. Charles Bennet, uno de los antiguos guionistas de HItchcock, no dudó en decir que "Psicosis" era la obra de un sádico. Una periodista inglesa agregó que Hitchcock era un bárbaro. "¿Quién sabe?", le respondió el maestro del suspenso.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

domingo, 18 de agosto de 2019

Mi crítica de "Intriga Internacional" (Cine-Alfred Hitchcock-1959)

Un resumen del período norteamericano de Alfred Hitchcock. La quintaesencia de su talento, un cóctel sabiamente dosificado de suspenso y humor. Dentro de la obra del maestro del suspenso, "Intriga Internacional" es una película fundamental. Un éxito en general, tanto de crítica como de público. El film recaudará más de 6,5 millones de dólares, lo que lo convierte en uno de sus más grandes éxitos comerciales. Y como su contrato con la MGM, productora de la película, era particularmente jugoso, iba a contribuir ampliamente a la prosperidad financiera del cineasta en la década siguiente.
Singular destino, sin embargo, el de esta película. Si bien su guión se parece al mecanismo de un reloj suizo, fue escrito en la urgencia más absoluta. "Cuando Hitchcock comenzó el rodaje -recuerda el guionista- yo trabajaba todavía en el guión. Sólo en la mitad de las tomas la historia me pareció definitivamente consolidada y me fui de vacaciones". Retomemos: el director y su guionista, Ernest Lehman, primero se habían dedicado a la iniciativa de la MGM, a un proyecto titulado "Yhe Wreck of the Mary Deare", según la novela de Hammond Innes. Pero ninguno de los dos hombres tenían ganas de ver terminado el proyecto. "Me encontraba con Hitchcock en su casa todos los días y, cada vez que mencionaba el film, veía signos de ansiedad en su cara y me cambiaba hábilmente de tema. Terminábamos intercambiando chismes y hablando de comida y de vinos". Un día, el director y el guionista, deciden enterrar definitivamente el proyecto. Hitchcock suelta entonces una idea: hacer una película de aventuras de la cual uno de sus episodios se desarrollaría sobre los rostros de los presidentes norteamericanos del monte Rushmore. Lehman está entusiasmado, pero enseguida va a desilusionarse: si bien la trama de "Intriga Internacional" retoma una situación clave en la mayoría de los grandes clásicos del cineasta -un inocente es confundido con otro y embarcado en una historia que lo supera- este film le acarreará momentos de desaliento. Lehman sabe que su guión debe ser excepcional. Hitchcock está en ese momento en la cima de su gloria. "Por desesperación, intentaba sin cesar abandonar ese proyecto, pero mi agente, que era también el de Hitchcock me lo impedía. Así fue como ese film fue escrito, en su mayor parte, con la firme convicción de que era imposible de escribir". Hitchcock conoció también su período negro cuando supo que su mujer, Alma, sufría de cáncer de útero. La noche en que fue operada cenó solo, en un restaurante cercano al hospital. Después de la cura de su esposa, rechazó categóricamente volver allí otra vez. "Ese restaurante -comentará Alma- está asociado de manera imborrable para él con una noche de espanto. Por lo tanto, quería hacerlo desaparecer de su vida. Hitchcock tiene una fórmula simple para eliminar de su vida el suspenso y las tensiones: todo lo que hace está planificado de antemano".
A partir del primer esbozo del guión, era claro para HItchcock que el intérprete ideal del personaje principal era Cary Grant. A propósito de esto, una anécdota revela hasta qué punto el actor era el indicado para el personaje: "En la primera parte del film, al personaje le suceden todo tipo de cosas con una rapidez desconcertante, y éste no comprende absolutamente nada. Ahora bien, un día, Cary Grant vino a verme y me dijo: 'Creo que es un guión espantoso, porque filmamos la tercera parte de la película, pasan todo tipo de cosas y no entiendo en absoluto de qué se trata'. Sin darse cuenta, lo decía empleando una frase del diálogo".
Hitchcock ya había filmado tres películas con Cary Grant, pero sabía entonces de un paso particularmente feliz con James Stewart. El intérprete de "La Ventana Indiscreta" y "Vértigo" sólamente esperaba una nueva propuesta el maestro del suspenso. "No quería decirle de buenas a primeras que pensaba en Cary Grant", revelará Hitchcock, lo que demuestra claramente su admiración por James Stewart. En efecto se lo conoció menos diplomático, evitar ofender a un colaborador no fue nunca una preocupación mayor. Única táctica posible: jugar con el reloj alegando un gran retraso en la escritura. Una semana más tarde James Stewart llamó al director y le anunció que iba a filmar "Bell, Book and Candle" con Kim Novak. "Me sentí más aliviado y le dije: 'Y bien, James, somos nosotros los que perdemos. Creo que va a ser necesario buscar a otro".
Para el papel femenino Hitchcock había pensado primero en Sophia Loren. "Acababa de filmar con Cary Grant 'Hogar Flotante' -cuenta ella- y Hitchcock quería que nuestra pareja se utilizara en otra película, pero yo ya estaba ocupada". La MGM hizo presión para que contratara a Cyd Charisse pero se negó. Su elección recayó finalmente en Eva Marie Saint, que sólo había filmado cinco películas, pero ya había recibido un Oscar por "Nido de Ratas", de Elía Kazan. Según su costumbre, se ocupó con un cuidado casi maníaco de su guardarropas. "Fui yo mismo a lo de Bergdof Goodman y asistí con ella a un desfile de las modelos. Yo elegí su vestido. Sugerí vestirla muy a menudo con un tailleur negro". Sin embargo esta vez no mantiene una relación obsesiva con su intérprete. "Tenía un gran afecto por ella, ¡pero quién no lo tenía!", comenta Ernest Lehman. Algunos años más tarde, el director también pensó en contratar a Eva Marie Saint para el papel femenino de "Cortina Rasgada", como la calidad de la actriz había disminuido, tuvo que renunciar a esa idea.
La filmación comenzó el 27 de agosto de 1958, en Nueva York. Hitchcock hubiera querido filmar en decorado real las escenas que supuestamente se desarrollarían en las Naciones Unidas, pero no obtuvo la autorización; Dag Hammarskjöld, por ese entonces secretario general, prohibió cualquier filmación en su seno desde que un film, "The Glass Wall", no había dado la imagen que deseaba de la organización internacional. Para la escena en la que Cary Grant entra en el inmueble, ¡el cineasta debió recurrir a una cámara oculta! Para hacer los decorados estrictamente conforme a la realidad, el director le pidió a un fotógrafo que entrara en el edificio y que lo ametrallara con su cámara haciéndose pasar por un turista. Otra secuencia también le planteó un problema a Hitchcock, la de la persecución sobre los rostros de los presidentes norteamericanos del monte Rushmore. Evidentemente, al cineasta nunca se le había ocurrido hacer correr a sus actores sobre las esculturas de Gutzon Borghum, que constituyen un decorado particularmente fascinante a lo largo de esa secuencia que estuvo -recordémoslo- en el origen del proceso creativo de la película. Pero necesitaba planos de corte. La autorización fue otorgada, pero cuando el servicio de parques nacionales se enteró del contenido de la secuencia, se retractó por "profanación flagrante". Un periodista dio el ultimátum: "Que el señor Hitchcock regrese a su casa de Inglaterra y dibuje personajes jugueteando en la cara de la reina". Y el director cuenta: "El Ministerio del Interior nos dijo muy firmemente que solamente podíamos hacer bajar a los personajes por las cabezas de los presidentes. Y agregaron: 'Después de todo es el santuario de la democracia'". Algunos años más tarde la postura oficial se moderó: Hitchcock fue autorizado a utilizar maquetas de los rostros, "con la condición de que sólo los hombros o la parte inferior de la línea del mentón fueran utilizados para primeros planos con actores de verdad".
Estas no eran todavía las mayores dificultades para Hitchcock: cuando terminó la filmación, entró en conflicto con los dueños de la MGM. Cuando descubrieron el primer montaje consideraron que era demasiado largo: 2 hs. lo más, era efectivamente una observación poco habitual para la época. Oficialmente, la posición de la MGM era "someterse al criterio de Hitchcock, incluso cuando aquella no tenía obligación legal de hacerlo". Sin embargo, intentó modificar el montaje eliminando algunas secuencias. Particularmente quiso suprimir la escena donde Cary Grant y Eva Marie Saint se encuentran en los bosques, después de que ella hubo simulado  que le disparaba para salvarle la vida. Momento clave, porque es cuando nos enteramos que ella trabaja en realidad para el gobierno. Afortunadamente, el agente de Hitchcock había tomado los recaudos de incluir una cláusula en esa época excepcional para un cineasta, que estipulaba que el director conservaba el control artístico total de la película, cualquiera que fuera el costo y la duración de la misma.
Sin embargo, una cosa es cierta, nadie pidió que la escena en el desierto fuera mutilada. Es el momento de mayor tensión de la película, allí vemos a Cary Grant solo, en una ruta bordeada de campos. Un avión fumigador llega... Después de la asombrosa escena del Albert Hall de Londres en "El Hombre que Sabía Demasiado", el director nos abandona a uno de los momentos de arrojo cuyo secreto posee: siete minutos en silencio. Y para reforzar lo importante, sin verdadera necesidad dramática: en su libro de entrevistas, Francois Truffaut afirma que se trata de "una escena vacía de verosimilitud y de significación", antes de reconocer que "esa gratuidad constituye precisamente el interés y la fuerza de la escena". "Quise reaccionar contra un viejo lugar común: el hombre que se dirige a un lugar donde probablemente será asesinado -explicará Hitchcock-. ¿Qué ocurre habitualmente? Una noche 'oscura', un cruce de calles estrecho, en una ciudad. La víctima espera de pie, en la aureola iluminada por un farol. El pavimento está todavía mojado. Un primer plano de un gato negro corriendo furiosamente a lo largo de una pared. Un plano de una ventana con el rostro de alguien que tira de una cortina a escondidas. Una limusina negra se acerca lentamente. Entonces me pregunté: ¿qué será lo contrario de esa escena? Una llanura desierta, a pleno sol, sin música ni gato negro, ni cara misteriosa detrás de una ventana". Ciertamente, Hitchcock reconoce que esa escena es una pura demostración de habilidad. Una orgullosa manera de proclamar: miren cómo sé crear suspenso donde nadie se atreverá a hacerlo. Cierto. Una habilidad asombrosa. Lo más sorprendente es que la idea de esta escena rondaba en la cabeza del director desde hacía varios años. En efecto, aparecía en una de las primeras versiones del guión de "Los 39 Escalones"... filmada en 1935, es decir, veinticuatro años antes. ¡Si un director continuaba con sus ideas, ése era Hitchcock!
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).