lunes, 12 de agosto de 2019

Mi crítica de "Gran Reserva" (Teatro-Musical-Les Luthiers)

Ayer, día de elecciones, fuimos invitados por el Club La Nación a presenciar el espectáculo de recopilación de Les Luthiers. Fui acompañado por mi tía, quien se accidentó después de la salida del teatro y terminamos en el hospital. Para colmo el resultado de las PASO... bueno, mejor ni hablar, no podría haber terminado la noche peor. Y lo que se auguraba ser la gran fiesta del teatro que me venía debiendo desde hace varias semanas, tampoco fue lo que esperaba. Cuento. Después de la muerte de Daniel Rabinovich en el 2015 se había producido una gran baja en el grupo, reemplazada por el actor y cantante Martín O'Connor y el instrumentista Horacio Tato Turano. Buenos reemplazos, dos compensan a uno. En el 2017 se fue voluntariamente otro puntal del grupo, Carlitos Núñez Cortés, por agotamiento tras haber cumplido sus 50 años junto al conjunto y por una afección muscular en las manos que le impedían tocar el piano. Fue reemplazado por el músico y director orquestal Matías Mayer-Wolf. No lo había visto actuar, pero hace un buen ensamble con el grupo. Es talentoso y se defiende en varios instrumentos y canta bien. Ahora, llegados al teatro, informan por parlantes que el papel de Marcos Mundstock lo jugaría Roberto Antier, por problemas que son "de público conocimiento". Recién hoy, investigando, me entero que Marcos está con un tumor cerebral desde febrero, que lo redujo a una silla de ruedas, que ya hizo 30 sesiones de quimioterapia y que está mejorando bastante bien. Pero igual falta otro de los puntales: el hombre de la voz profunda, trabajada y remontada a los más antiguos siglos. Sin él no era posible abrir la eterna carpeta roja y decir: "el presente recital del conjunto de instrumentos informales Les Luthiers..." con impecable dicción y voz de locutor de radio. Todo se fue al traste. Sólo quedaban dos de los históricos: Jorge Maronna y Carlos López Puccio. Siempre es un placer reencontrarse con los viejos amigos, pero esta vez nos presentan un espejo deformante que nos devuelve la imagen de la muerte, la vejez y la enfermedad. Y la sustitución. Creíamos estar viendo a otro conjunto. Excelente, por supuesto, pero que fallaba en la complicidad con el público. Faltan los guiños, los silencios, las improvisaciones, la gestualidad y todo lo que hizo de Les Luthiers un grupo emblemático desde hace 53 años. Esta "Gran Reserva" ya no conservaba casi nada de las viejas maderas y del sabor de un vino añejo. Roberto Antier es un buen comediante, pero no puede calzarse en los zapatos del viejo Mundstock. Le falta presencia, picardía, charme, gracia en fin. Apenas si compone personajes, algo que a Marcos le salía de taquito. Se asoma a una composición en José Duval, el cantante octogenario de "La Hora de la Nostalgia", pero nada más, no se lo ve ni en "Entretenicencia familiar", ni en "Lo que el Sheriff se contó", ni en "Buscando a Helmut Bösengeist" ni en las partes de carpeta roja. Una función opacada por la tristeza, aunque los muchachos saben sacar sonrisas y risas francas, a pesar de todo.
Lo que se disfruta del espectáculo, más allá de todo, son sus números, (Antología), como siempre repletos de originalidad, gags y risas a granel, por supuesto con una música elaborada y voces de altísimo nivel. Comienza con "Entreteniciencia familiar" donde un conductor de TV, chanta e ignorante (tipo Tinelli) debe presentar al cuarteto de música tropical "Los Brillantes" pero se topa con los integrantes del grupo "Collegium Armonicum" de música de cámara, porque los otros no se han podido hacer presentes porque han debido... ¡ah, porque han "bebido"! -aclara el conductor- Los equívocos al presentar una sonata barroca del siglo XVII son múltiples y generan apenas sonrisas debido a la falta de un presentador como Mundstock. "Lo que el Sheriff se Contó" es un animado número de música country en donde el sheriff Howard Benson detiene a Rick "el forajido", para saber en realidad que eran cómplices y que se repartían la plata de lo robado. Lo malo es que Howard se quedó con Susan, la mujer del forajido... 
"Perdónala" es un "bolérolo" en donde el solista (brillante Tato Turano), canta sus desventuras con la indiferente Esther, quien lo abandonara y el cuarteto de músicos le retruca ante cada insistencia de él a dejarla. "Buscando a Helmut Bösengeist", que se acompañaba antes de la canción "El Poeta y el Eco", ahora sólo diálogos, presenta una escena de alta montaña entre Antier y O'Connor que no tiene la fuerza del dúo Mundstock-Rabinovich, pero que igual desata carcajadas. "San Ictícola de los Peces" constituye una tarantela litúrgica en donde un grupo de fieles son guiados por el padre Poletti hasta la ermita del santo para rezarle en su día y de paso pedirle que les dé más pesca... lo que no sabían era que el santo era quien alejaba a los peces de las redes de los pescadores. Se trueca entonces al San Ictícola por otra santa, la santa que atrae turistas nórdicas que toman sol que el torso desnudo "Santa Lola de los Lactantes", en formación de "bajo-barríltono" (un violoncelo construido dentro de un barril, en el que se instala el cura y lo toca -deslumbrante Maronna), bombo (López Puccio), acordeón (Mayer-Wolf) y trombón (Tato Turano). Como siempre, un sketch muy logrado.
Llega después otra cumbre musical-humorístico: "Música y Costumbres de Makanoa", una conferencia ofrecida por un viejo antropólogo (genial clase de actuación de López Puccio) sobre los nativos de la paradisíaca isla de Makanoa, quienes obtienen todos los productos de la isla a base de... cocos... hasta su instrumento principal hecho con cocos (el cocófono, construido con 21 cocos a los que fue necesario vaciar y encontrar el tono exacto de una base de xilofón, para lo cual se necesitaron probar cerca de 5.000 cocos), tocado magistralmente por Mayer-Wolf. Los nativos imitan aves y realizan bailes típicos con mucha gracia. Y todo resulta ser un paraíso... fiscal en el cual blanquear capitales y lavar divisas.
Seguimos con "La Hora de la Nostalgia", un programa de TV que recibe la visita de artistas invitados, en este caso el vejete José Duval, un artista de variedades de los años 40 que ha perdido la memoria y la estabilidad física y devaría sin cesar entre recuerdos y anécdotas que resultan risueños (ya lo ví tantas veces y todavía me sigue dando gracia, aunque con Mundstock era perfecto). Continúa la "canción con mimos" (porque es una canción con mímica) "Quien Conociera a María, Amaría a María" en donde Maronna hace de guitarrista solitario acompañado por los mimos López Puccio y Mayer-Wolf quienes se arreglan para sugerirlo todo (con O'Connor haciendo de fuente y escupiendo agua hacia arriba). Seguimos con "La Balada del 7° Regimiento", una marcha castrense de probada eficacia, donde el grupo musical de un regimiento se encuentra en el frente de combate mientras ejecuta su música.
Lo más logrado del programa, la inigualable "Rhapsody in Balls", un blues en el que Tato Turano debuta en el piano, mientras Maronna le hace el acompañamiento contrapuntístico en el "bolarmonio", un armonio completamente fabricado con pelotas de handball que suenan al compás del piano y hay que ser muy diestro y entrenado para tocar sin pifiarla. Se lleva los mayores aplausos de la noche. Y finaliza con "Ya no te Amo, Raúl" (bolera) un tango-bolero, donde una cantante nonagenaria es reemplazada por Martín O'Connor, quien debe adaptar la letra de femenino a masculino, con los consabidos errores y gags propios del conjunto.
Y el "fuera de programa" está dado por "Los Jóvenes de Hoy en Día", un rap en donde Puccio y O'Connor se lucen resignados a envidiar la vida de desenfreno sexual que llevan los jóvenes de la actualidad. Un brillante corolario para un show de dos horas exactas.
Les Luthiers siempre logran sonsacar carcajadas, aunque hayan mutado en un grupo de "desconocidos" (algunos ya no tanto, nos vamos acostumbrando), pero flota un aire de nostalgia y de glorias pasadas en toda la función que nos deja un regusto amargo en la boca del estómago. Sólo esperamos que Mundstock se mejore pronto y vuelva a brillar en el conjunto para darle a su vez brillo.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



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