jueves, 8 de agosto de 2019

Mi crítica de "La Mujer de al lado" (Teatro)

Resumiendo, cito lo que diría mi abuelo en un caso como este: "Si hubiera tenido que pagar la entrada para ver esta obra, les quemaba el teatro". Algo por el estilo es lo que sentí yo al ver la vergonzante "La Mujer de al lado". Vergonzante para mí como público, para los actores de ínfima calidad y para un trabajo inexperto de los talentosos (en otros rubros) Cohn y Duprat. Sí, porque "La Mujer de al lado" es una adaptación hecha por los autores y directores de la obra cinematográfica "El Hombre de al lado" (excelente), pero puestos a traspasarla para teatro y cambiar el sexo de su protagonista, los autores perdieron el rumbo. Baste decir que la adaptación nos deja casi en lo mismo que en la película, pero con un montón de groserías y golpes bajos gratuitos e innecesarios. Mala de toda maldad, esta obra se inscribe entre lo peor que he visto en teatro en los últimos tiempos. Mal escrita, mal dirigida (por los mismos Cohn y Duprat), mal actuada por casi todos los intérpretes y mal ambientada. Sí, porque estamos en la emblemática Casa Curutchet realizada por Le Corbusier en la ciudad de La Plata, casa donde reside (en la ficción) el exitoso diseñador Leonardo Kachanovsky, creador, entre otras cosas, del sillón Kachanovsky, especie de módulo redondo que se balancea de un lado para el otro y que permite distensiones "asombrosas", casi la única escenografía que hay en escena. La medianera de la casa, da a la vivienda contigua, que habita Victoria, una mujer sensual, ordinaria, impulsiva, voraz sexualmente y grotesca, que quiere "un poco de sol", por lo cual realiza un agujero en la pared que da a la casa de su vecino para abrir una ventana. Para todos los espectadores que hayan visto la talentosa y perturbadora "El Hombre de al lado", la historia no será nueva. Sólo que estamos en los terrenos de la seducción ahora, y de los conflictos "de género", con la tan mentada violencia contra las mujeres (que se ha tornado puntal de la obra teatral). Pero Germán Palacios, el Leonardo de la obra no da pie con bola en su papel. Mal el trabajo de la voz (una voz pastosa y gutural que no tiene ningún matiz), mal el trabajo corporal, mal la imagen de hombre sofisticado y talentoso, y exitoso, no compone un papel sino que se deja llevar por la situación. Un poco más de compromiso actoral vemos en Griselda Siciliani como Victoria (aunque yo insisto que tiene el traste caído), una composición que bordea delicadamente lo patético, sin caer por suerte en eso ni desbarrancar sino por momentos. Son extrañables (y entrañables) los trabajos de Rafael Spregelburd y Daniel Aráoz en el filme. La Siciliani exhibe su cuerpo abundante (demasiado para mi gusto) con soltura y sin sutileza, bien arrabalero, como es el papel que le tocó en suerte, hace una especie de baile parkinsoniano moviendo el culo y las tetas con una música espantosa, que arranca los aplausos de toda la platea, pero ahí nos damos cuenta de hasta qué punto de no retorno la llevaron los autores y directores. Realmente se puede decir de la Siciliani, que "compone" un papel, algo que no se ve en el resto del elenco, empezando por un Isidoro Tolcachir (¿será algo de Claudio? Sí, seguramente) al que le toca el peor papel, el de tío con "capacidades diferentes" de Victoria, que se limita a sonreír sin emitir palabra en una sola escena (sí, les juro, es todo lo que hace), papel aborrecible si los hay. Igual suerte tiene María Ucedo, quien hace a Ana, la esposa de Leonardo, donde se nota que no hay la menor química entre ellos ni conexión alguna, amén de una pésima interpretación. Por lo menos Paloma Sirvén salva la plata en tres papeles muy diferentes en donde se le nota la pasta de comediante, al igual que Alejandro Viola, el mismo de "Los Amados" que juega con desenvoltura el rol que le tocó. Thomás Lepera, como el hijo de la pareja, está olvidable.
Ahora, digo yo, ¿hace falta tan corta sutileza, tantos golpes de efecto para demostrar la chabacanería que es Victoria? haciendo gestos obscenos con las manos, diciendo cuanta puteada se le ocurre, haciendo de novia lesbiana (¡ah, claro, es que ahora está de moda ser lesbiana y queda bien! es por lo de la "cuestión de género") de la alumna de yoga de Ana, besándose y tocándose el tujes con desenfado, ni hablar de las esculturas fálicas que ya aparecían en la película y que marcaban el tono del personaje, pero ¿hacían falta los subrayados que se hacen acá? Por la ventana, que finalmente logra hacer, se la ve ligera de ropas, copulando con dos machos cabríos o dando gemidos de placer, eso explica la nominación de "prohibida para menores de 16 años, con reservas", además de la experiencia lésbica de Victoria toqueteándose y besándose con la otra chica. Entre Palacios y Siciliani no hay la menor posibilidad de química, ya no en el texto de la obra sino en el subtexto de su compromiso actoral. No "pasa" nada entre ellos por más que se nos intente forzar a ver una obra "lanzada". Además, la pieza teatral está contada mediante pequeñas escenas cortas, lo que nos habla de una (pobre) adaptación teatral de un medio cinematográfico (y ojo que yo de adaptar del cine al teatro o del teatro al cine sé algo porque lo hice con mis obras), lo que nos habla de una falta de sólida estructura dramática. Lo único bueno de todo se reduce a un solo chiste efectivo: aquel de que la clave de wi-fi de Leonardo sea "No vuelven", pero no se puede hacer pender una obra de un sólo chiste. Y mayor pecado que ese, es que toda la "comedia" se sostenga en chistes tan berretas como los procaces o los sexuales, hay que poner mayor ingenio, muchachos.
Me parece una lástima que este sea el debut teatral de Mariano Cohn y Gastón Duprat, una pareja de creadores creativos que tienen tanto por darnos, y que han logrado obras del tamaño de "El Artista", "El Hombre de al lado", "Querida, voy a comprar cigarrillos y vuelvo", "El ciudadano ilustre" o, por separado "Mi obra maestra" o "4 por 4". Además, si vamos a analizar la obra de teatro, ¿cuál es el conflicto? Que uno quiere abrir una ventana y el otro no quiere. Bien. Pero hay que sustentarlo con personajes. ¿Cuáles son los personajes que chocan? Un diseñador creativo, snob, neurótico y creído de sí mismo frente a una chica cualquiera, insolente, desinhibida, ordinaria y con características de psicópata. Bien. Eso no se ve, ya desde la escritura está mal planteado y ni que decir desde la dirección. Germán Palacios ni por asomo es todo lo que describí y que en la película se ve perfectamente. Siciliani lo encara más, pero en fin de cuentas, todo su temperamento se resigna finalmente a gritar en la ventana que Leonardo le pegó y que intentó violarla. Todo para atrás. Ah, cierto que hay que justificar los conflictos de violencia "de género" porque sino no estamos a la moda. Creo que ese es el único motivo por el que decidieron cambiarle el sexo al protagonista y afiatar la obra para peor. Otra cosa. El "no da". Esa muletilla horrendamente asesina del idioma castellano se usa para todo acá: tanto para hablar de la ventana como para impedir un abuso sexual o frenar la avanzada del profesor con su alumna. En fin, una obra desperdiciada y que nos obliga a replantearnos eso de las adaptaciones teatrales de brillantes obras cinematográficas. Una obra (indis)pensable. Pero es cierto: ¡no da!
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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