domingo, 14 de febrero de 2021

Mi crítica de "Lo Escucho" (Teatro)

me escapé de nuevo al teatro... Tenía pendiente ver esta exitosa obra del teatro cómico francés escrita a doble mano por el músico y actor francés Banábar y el chileno Héctor Cabello Reyes. La pieza no supera la medianía, pero la salvan los dos grandes actores que la defienden contra viento y marea: el Puma Goity y Jorge Suárez. Son dos colosos de la interpretación cómica que pueden ponerse sobre los hombros cualquier mamotreto y sacarlo a flote. Y digo que la obra no alcanza los objetivos porque hay menos carcajadas de las que debería haber y porque el esquema general se repite hasta el cansancio, una y otra vez. Parece como si a los autores se les hubiese acabado la creatividad en mitad de la escritura y deban recurrir a los mismos argumentos nuevamente. Otro punto fuerte es la versión de Masllorens y González del Pino, que, como siempre, se muestran muy aptos para estas lides, el suyo es un trabajo fundamental.

La escucha es el procedimiento terapéutico básico de cualquier analista, es ese hilo de Ariadna que va a ayudarnos a nosotros, pacientes, a conectarnos y a descubrir nuestro verdadero deseo, ese que permanece oculto para nuestros ojos, ciertamente detrás de las barreras del Inconsciente. Pero acá ese tiempo para la escucha no se produce. Todo está muy apurado por la acción: al psiquiatra Epstein se le presenta de buenas a primeras un sujeto en el consultorio con una granada dispuesto a hacerla estallar. Evidentemente no es un suicida sino todo lo contrario: la granada está destinada al terapeuta, pero en su comportamiento hay mucho de depresivo. El tipo -luego nos enteraremos que se llama Hugo- está pasando por una crisis de abandono conyugal y parece que ésta está provocada por el Dr. Epstein. Él le llenó la cabeza a su esposa para que lo dejara. El tiempo apremia, debe cambiarle la cabeza a la esposa de Hugo rápidamente a favor de él o hará explotar la granada. Epstein, al principio, como buen analista, no se deja psicopatear por el sujeto, pero luego empieza a tomar forma su propia neurosis y su pánico, ¿y si de verdad estalla la granada y lo mata? entonces la cosa se pone seria y tiene como única arma de defensa disuadirlo y desarmarlo a través de la palabra.
El argumento es original y desopilante, bien desarrollado podría haber dado mejores resultados, pero bueno, es lo que hay y vamos a disfrutarlo... En todo momento la relación va y viene entre ellos dos, hay un tira y afloje, Hugo parece ceder para volver a arremeter, y eso es lo que cansa, hasta el final se da esta conexión ambigua entre ambos que sin embargo no da un momento de respiro para poder relajarnos. De poco sirve que intervengan otros pacientes -los efectivos Daniela Pal y Ricardo Cerone- al primero de ellos, el hombre, Epstein le pide ayuda, que llame a la policía ya que tiene un loco armado con una granada en el placard... pero el paciente lo interpreta como otro síntoma de su propia paranoia. Con la segunda la acción será menos sutil: Hugo toma el rol de psicoanalista -ya que es la primera consulta de la paciente y por lo tanto no lo conoce- y pone a la vista el juego de poder del analista y su evidente codicia por cobrar caras las sesiones y acrecentar su capital, mientras el pobre paciente sigue sufriendo sus síntomas, sin preocuparse por resolverlos. Claro que para permitir este juego nada sutil de su loco amenazante, el verdadero psicoanalista deba encerrarse en el placard, a pesar de su claustrofobia. El objetivo es desnudar las fobias y los propios límites de los analistas, que no pueden controlar su propia psiquis.
Como es lógico en toda obra de teatro que se precie, la granada tiene que explotar -ya nos lo hacía ver Chéjov: si en una obra hay un fusil colgado en la pared, ese es un elemento muy fuerte como para pasar desapercibido, en algún momento hay que usarlo- y explota dentro de la caja fuerte donde Epstein guarda los manuscritos de su próxima novela, y lo hace de la forma más estruendosa posible. Ese momento, en el cual los dos quedan tirados en el piso temblando, tiene un plus de comicidad, es inusual ver a un psicoanalista temblando de pies a cabeza y teniendo que recurrir a psicofármacos. Y cuando finalmente Hugo reconoce que tuvo pequeñas flaquezas con su mujer, como olvidarse del día de su cumpleaños o no recordar que el café lo toma sin azúcar, va asumiendo su culpa en la separación. Pero lo cierto es que ahora ella se va a Buzios con un sujeto mujeriego al máximo que le hace la corte, y que por lo que sabemos, está muy bien dotado. Hay que impedirlo de cualquier forma.
Y es allí cuando la que toca el timbre es la propia mujer de Hugo y está en Epstein lograr reconstruir el vínculo y evitar que ella se vaya a Buzios. Para eso su marido vuelve al placard -recurso repetido- y apuntará o desaprobará cada una de las reacciones de su esposa y de la ayuda que le brinde su ahora cómplice. La actuación de Julieta Vallina es esencial para eso, aunque la veo muy deslucida, gorda y aseñorada, lejos de ser la mujer fatal que supo brindar en otros papeles-. El final es inesperado, por eso no lo voy a revelar acá. La obra, lejos de conmover o desternillar de risa, propone un buen entretenimiento y la capacidad de lucimiento para estos dos, que se sacan chispas sobre la escena durante todo el tiempo. En ese sentido, imperdible.
Espero sus críticas.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

lunes, 8 de febrero de 2021

Mi crítica de "Puré 100% Belloso" (Teatro)

https://www.teatrix.com/ver/pure-100-belloso


 En esta nueva incursión de Teatrix por el teatro en pandemia, con un actor trabajando solo en un teatro vacío, nos encontramos con el altamente talentoso y expresivo Carlos Belloso, un exponente indiscutido de nuestro teatro. Acá en el triple rol de actor-autor-director de un unipersonal humorístico en el que despliega todas sus facetas. Lo primero que salta a la vista es la inteligencia de sus monólogos, apelan a un espectador cultivado que lo apartan de la chatura de nuestros cómicos: él puede considerarse un verdadero humorista. Lo segundo es su calidad interpretativa, con una gestualidad rayana en lo esperpéntico, con toda clase de muecas y distorsiones faciales que lo vuelven un verdadero "monstruo" escénico, y un virtuosismo para las voces y sonidos difícil de hallar en otros actores. Nada nuevo hemos dicho de Carlos Belloso, un actor que sobresale del común de la media. Sus personajes son varios y disímiles, desde una mujer con problemas para hablar hasta un científico loco alemán. Pero sin embargo sucede algo extraño: a pesar de estar bien construidos los monólogos y ser inteligentes y originales, no producen la carcajada esperada. Puede ser por la ausencia de público cómplice que nos estimule a reírnos, puede ser por falta de gracia personal o puede que su discurso político de entrelíneas sea más fuerte que el resto - le causan asco periodistas como Leuco, Baby Etchecopar, Feinmann o Majul, todos amigos de la casa-. Si bien son comentarios al pasar, el desconcierto ante estos periodistas, su acento pesa fuerte en un mundo dividido por la grieta y nos impide disfrutar del resto. Asimismo, cuando empuña la guitarra y nos regala tres canciones -una sobre el puré, otra sobre los versos de Evaristo Carriego "Cabeza de novia" y la última exculpando a Nerón de todas las tropelías cometidas porque no era por mal tipo sino por miope- no resultan graciosas estas canciones ni virtuosa su forma de tocar el instrumento.

Belloso se nos presenta a cara descubierta y con un amplio traje anti Covid y mascarilla para desgranar un monólogo de la más pura actualidad, sobre la pandemia y las paranoias instaladas en el ciudadano argentino, como así una reflexión sobre el argentino que no quiere trabajar y sí recibir subsidios del estado como el ATP, el IFE o demás. Nadie trabaja, ni los esenciales: porque si vas al almacén por un tarro de mayonesa, ¿qué es lo que hace el almacenero? sólo darse vuelta para alcanzar el frasco, y si vas al autoservicio, el chino te indica dónde está la mayonesa y hace que se la alcances para cobrártela. Y ni hablar del taxista cuya rutina consiste en mover el volante hasta que uno sube al auto y él aprieta el reloj y sigue manejando. En conclusión: nadie se esfuerza mucho para trabajar.
 Belloso insiste en combinar la física cuántica con la pataciencia, ya que la primera se funda en el principio de incertidumbre y la segunda en las soluciones imaginarias: de esta forma podemos unir la incertidumbre de lo imaginario. Y su primer personaje es un plomero que se encontraba arreglando el inodoro de Leuco metiéndose adentro, hasta que alguien apretó el botón y apareció en escena. Es interesante su monólogo pero no llega a provocar risas, igual que su siguiente encarnación: la de una mujer que acaba de terminar su 7° grado en una escuela granja, donde la materia más difícil era cerrar la puerta para que no se escaparan los chanchos, y como regalo de egresada se compró una máquina de tejer que lo hace todo por sí misma. Lo más eficaz del monólogo es su afición por poner caras estrambóticas ya que la mujer en cuestión tiene problemas para el habla, se maneja mejor por escrito. Nada muy original. Desde la actuación, impecable. Igual que su siguiente creación: un profesor loco alemán -con acento incluido- cuya virtud es manejar una máquina desmaterializadora de partículas. Luego de explicar cómo funciona, con una elocución bastante original sobre cómo se encuentran y conocen dos moléculas procede a hacerla funcionar. Y ahí se transforma en el miope, un ser ke deambula por la vida -discúlpenme, se me volvió a estropear la letra cu- sin ver nada y sin kerer usar anteojos ya ke le han dicho ke es muy fachero y no kiere estropear su fisonomía con un par de anteojos. So convierte enseguida en el testigo ke llegó por obra y gracia de la suerte a juez de la Nación, aunke no se explotan bien las aristas de ese personaje. Después de las canciones seguirá ofreciendo virtudes: una demostración de ventrilokía con un muñeco de madera. No son muy eficaces los chistes pero lo salva la actuación.
Para terminar con el Vaskito, su personaje de la tira televisiva. Todo un tour de force sin un minuto de respiro ke podría haber obtenido mejores resultados. Una lástima para un actor tan descomunal ke no supo desde la dirección poner gracia a las palabras escritas por él mismo.
Otra vez será, Belloso.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá, y dejen sus comentarios si kieren, yo acá les dejo la obra.
El Conde de Teberito -un crítico independiente-

martes, 2 de febrero de 2021

Mi crítica de "Las Chicas de la Culpa" (Teatro)

 Debo aclarar que nunca me sentí tan incómodo en un espectáculo teatral ni me aburrí tanto como en este. Porque "Las Chicas de la Culpa" es una verdadera bocanada de aire rancio. Y eso que lo vi por streaming y no pagué mi lugar que si no... como hubiese dicho mi abuelo: les incendio el teatro... Las chicas de la culpa son Natalia Carullas, Connie Ballarini, Malena Guinzburg y Fernanda Metili. El modo de hablar de estas cuatro féminas no se encuentra ni en un lupanar ni en el peor de los bajofondos, ¿será cierto que las mujeres cuando se reúnen solas se ponen tan guarangas? Porque si esto fuese el paso previo a un encuentro sexual 1 a 1 (o 4 a 1), se justifica, hay que calentar al otro con todas las armas de que se dispone -por lo menos conmigo surte efecto-. Pero acá no se trata de calentar a nadie sino de hacer reír en un espectáculo teatral. Y no debemos olvidarnos de eso, de que estamos en un teatro y no en un burdel, y que cuando abunda la grosería es porque se acabó la inteligencia o la imaginación. Para colmo el espectáculo carece de una estructura teatral -dije, bueno, vamos a ver otro show de stand up-, no, acá se junta a las cuatro chicas en el escenario y se las hace hablar de temas al azar, o se les propone juegos concretos con los que deben acumular puntos.

Lo tenía gratis por la tarjeta Black, y me anoté en este espectáculo ya que me parecía que iba a ser otra interesante reflexión sobre la culpa a través del humor judío que Malena Guinzburg tan bien conoce. Nunca me imaginé que iba a asistir a tan amplio catálogo de bajezas. Desde describir unas vacaciones "de mierda", a opinar sobre la mejor manera de hacer pis o caca en la playa sin ser vistas -o directamente en el mar-, pasando por el hisopado anal, la mejor manera de meterse cuanta cosa se encuentre en alguno de los orificios femeninos, el comer ananá para estimular el gusto de los fluidos vaginales o el semen, las virtudes de arrojarse un gas en pleno acto sexual -sin obviar el famoso pedo de concha-, el jugar pelota-paleta diciendo todas las palabras fálicas ke acudan a la mente -perdón, de nuevo me vuelve a fallar la letra cu-, pasando por todo el catálogo de vómitos, cagadas, meadas, pedorretas y groserías sexuales ke se les puedan ocurrir, y todo sin metáforas, al más burdo estilo-Jorge Corona.
De más está decir ke entre ellas se llaman boluda, pelotuda, conchuda, puta o forra de mierda, las damas en cuestión. Parecía la más educada de todas Fernanda Metili, por su atuendo y su recato, pero a los tres minutos vi ke me había ekivocado -no por nada trabaja en la radio junto a Jay Mammon- mientras ke Connie Ballarini -luciendo bota ortopédica- parece la más desesperada por frotarse o introducirse cualkier cosa en sus intimidades. Malena Guinzburg es la más conocida de todas y ya sabemos ke puede ir desde el humor más inteligente hasta la chabacanería más pura. Y Natalia Carrullas, kien no duda en llamar cachorra al órgano femenino -cosa ke a Fernanda le rememora a Natalia Oreiro con flekillo- hace alarde de sus cuarenta y cinco años bien llevados y en garantizar ke salió con cuanto chico más joven ke ella encontró.
Entre los juegos ke les toca realizar está el de teatralizar una consigna bajo el género cinematográfico elegido por el público -ke no sé porké siempre eligen porno o novela brasileña- donde las actrices se despachan a gusto y piacere con todas las obscenidades ke le vengan a la cabeza. El tópico feminista está a la orden del día, pero lo ke sobresale es la manía de Metili de observar el tamaño de los testículos de los hombres en la playa tomando sol con las piernas abiertas. Parece ke eso la deleita especialmente. La última prenda consiste en reproducir la escena de una telenovela dada, disfrazándose y jugando al ridículo entre todas. Se ve ke si hay algo ke no tienen estas cuatro chicas es vergüenza y pueden explayarse a sus anchas parodiando las infamantes novelas.
En definitiva, ke las únicas ke se divierten son las ke están encima del escenario, el público no sé, pero como suele haber público para todo, habrá kienes se manden sus buenas carcajadas. No obstante las cuatro se meten con los espectadores y no dudan en referirse a ellos como la HDP del barbijo verde o similares. Habrá a kien todo esto le resulte divertido. A mí me aburrió hasta el hartazgo y me pareció de pésimo gusto. Por suerte ke no fui a verlas.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá y si kieren comentar no se priven.
El Conde de Teberito -un crítico independiente-.