lunes, 8 de febrero de 2021

Mi crítica de "Puré 100% Belloso" (Teatro)

https://www.teatrix.com/ver/pure-100-belloso


 En esta nueva incursión de Teatrix por el teatro en pandemia, con un actor trabajando solo en un teatro vacío, nos encontramos con el altamente talentoso y expresivo Carlos Belloso, un exponente indiscutido de nuestro teatro. Acá en el triple rol de actor-autor-director de un unipersonal humorístico en el que despliega todas sus facetas. Lo primero que salta a la vista es la inteligencia de sus monólogos, apelan a un espectador cultivado que lo apartan de la chatura de nuestros cómicos: él puede considerarse un verdadero humorista. Lo segundo es su calidad interpretativa, con una gestualidad rayana en lo esperpéntico, con toda clase de muecas y distorsiones faciales que lo vuelven un verdadero "monstruo" escénico, y un virtuosismo para las voces y sonidos difícil de hallar en otros actores. Nada nuevo hemos dicho de Carlos Belloso, un actor que sobresale del común de la media. Sus personajes son varios y disímiles, desde una mujer con problemas para hablar hasta un científico loco alemán. Pero sin embargo sucede algo extraño: a pesar de estar bien construidos los monólogos y ser inteligentes y originales, no producen la carcajada esperada. Puede ser por la ausencia de público cómplice que nos estimule a reírnos, puede ser por falta de gracia personal o puede que su discurso político de entrelíneas sea más fuerte que el resto - le causan asco periodistas como Leuco, Baby Etchecopar, Feinmann o Majul, todos amigos de la casa-. Si bien son comentarios al pasar, el desconcierto ante estos periodistas, su acento pesa fuerte en un mundo dividido por la grieta y nos impide disfrutar del resto. Asimismo, cuando empuña la guitarra y nos regala tres canciones -una sobre el puré, otra sobre los versos de Evaristo Carriego "Cabeza de novia" y la última exculpando a Nerón de todas las tropelías cometidas porque no era por mal tipo sino por miope- no resultan graciosas estas canciones ni virtuosa su forma de tocar el instrumento.

Belloso se nos presenta a cara descubierta y con un amplio traje anti Covid y mascarilla para desgranar un monólogo de la más pura actualidad, sobre la pandemia y las paranoias instaladas en el ciudadano argentino, como así una reflexión sobre el argentino que no quiere trabajar y sí recibir subsidios del estado como el ATP, el IFE o demás. Nadie trabaja, ni los esenciales: porque si vas al almacén por un tarro de mayonesa, ¿qué es lo que hace el almacenero? sólo darse vuelta para alcanzar el frasco, y si vas al autoservicio, el chino te indica dónde está la mayonesa y hace que se la alcances para cobrártela. Y ni hablar del taxista cuya rutina consiste en mover el volante hasta que uno sube al auto y él aprieta el reloj y sigue manejando. En conclusión: nadie se esfuerza mucho para trabajar.
 Belloso insiste en combinar la física cuántica con la pataciencia, ya que la primera se funda en el principio de incertidumbre y la segunda en las soluciones imaginarias: de esta forma podemos unir la incertidumbre de lo imaginario. Y su primer personaje es un plomero que se encontraba arreglando el inodoro de Leuco metiéndose adentro, hasta que alguien apretó el botón y apareció en escena. Es interesante su monólogo pero no llega a provocar risas, igual que su siguiente encarnación: la de una mujer que acaba de terminar su 7° grado en una escuela granja, donde la materia más difícil era cerrar la puerta para que no se escaparan los chanchos, y como regalo de egresada se compró una máquina de tejer que lo hace todo por sí misma. Lo más eficaz del monólogo es su afición por poner caras estrambóticas ya que la mujer en cuestión tiene problemas para el habla, se maneja mejor por escrito. Nada muy original. Desde la actuación, impecable. Igual que su siguiente creación: un profesor loco alemán -con acento incluido- cuya virtud es manejar una máquina desmaterializadora de partículas. Luego de explicar cómo funciona, con una elocución bastante original sobre cómo se encuentran y conocen dos moléculas procede a hacerla funcionar. Y ahí se transforma en el miope, un ser ke deambula por la vida -discúlpenme, se me volvió a estropear la letra cu- sin ver nada y sin kerer usar anteojos ya ke le han dicho ke es muy fachero y no kiere estropear su fisonomía con un par de anteojos. So convierte enseguida en el testigo ke llegó por obra y gracia de la suerte a juez de la Nación, aunke no se explotan bien las aristas de ese personaje. Después de las canciones seguirá ofreciendo virtudes: una demostración de ventrilokía con un muñeco de madera. No son muy eficaces los chistes pero lo salva la actuación.
Para terminar con el Vaskito, su personaje de la tira televisiva. Todo un tour de force sin un minuto de respiro ke podría haber obtenido mejores resultados. Una lástima para un actor tan descomunal ke no supo desde la dirección poner gracia a las palabras escritas por él mismo.
Otra vez será, Belloso.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá, y dejen sus comentarios si kieren, yo acá les dejo la obra.
El Conde de Teberito -un crítico independiente-

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