jueves, 31 de mayo de 2018

Mi crítica de "Mamá Decía" (Teatro)


Este mes tuvimos tres estrenos de Teatrix, sumado a los de "Todas las canciones de amor" y "Casados sin hijos (Somos childfree)", llega ahora una buena comedia de Alicia Muñoz: "Mamá decía". Esta autora debe tener algún vínculo cercano con la muerte, ya que de las dos obras que vi suyas ambas hablan del tema. Es la autora de "Justo en lo mejor de mi vida", que protagonizara Luis Brandoni y luego Miguel Ángel Rodríguez, bajo la dirección del primero, obra que habla de la muerte del padre de familia (que está presente en la obra, después de muerto, viendo todo) y como reaccionan sus seres queridos. En la que nos convoca hoy habla de la relación de dos hermanos ante la muerte de sus progenitores, con seis meses de diferencia. Lo bueno de esta prolífica autora es que lo realiza todo bajo la sabia lente del humor, haciendo llevaderos y menos trágicos los temas.
"Mamá decía" está interpretada por Diego Pérez (Mauri) y Marcelo Mazzarello (Chiqui) bajo la hábil dirección de Gullermo Ghío. Un defecto que tiene la pieza y que conviene remarcar es la poca decodificación de lo que se habla, ya que ambos intérpretes tienen un problema de dicción que hace difícil de comprender el texto. Salvado este inconveniente, y el hecho de que se trata de una comedia ligera (fue presentada en Mar del Plata como comedia "veraniega", aunque con un poco de mayor vuelo que los esperpentos preparados para el verano). Mauri y Chiqui vienen del velorio de la madre de ambos, la cual estuvo con su hijo Chiqui hasta la muerte porque el otro decidió irse con su padre siendo muy joven y abandonar juntos el hogar. Es por eso que ambos se criaron con la falta de un progenitor y del hermano, que, reconocen, tanto les hizo falta. La madre tenía un muy mal concepto de su marido, pero éste era emprendedor, soñador, no se conformaba con la vida rural a que estaban confinados y quiso irse a la ciudad a fundar empresas. Fundó y fundió catorce empresas, se ve que muy buen olfato para los negocios no tenía... Lo cierto es que Chiqui se quedó con su madre y se aquerenció con el campo, trayendo todas las costumbres provincianas (su vestimenta habla de ello) muy en contraste con la vida urbana de Mauri, quien se dedicó a manejar las empresas del padre. Las diferencias entre ambos no pueden ser mayores. Chiqui no comprende cómo puede ser que Mauri no se haya casado, que tenga una novia (Florencia) y una ex pareja (Antonella) con quienes se comunica a todas horas, y entre las cuales, Chiqui le arma un bodrio terrible, porque no saben nada la una de la otra, y en un momento en que Mauri se está bañando, Chiqui atiende el teléfono celular y el de línea a la vez y las pone casi al habla.
Mientras tanto, Chiqui ha reparado en la vendedora de helados que está bajo el departamento de su hermano y piensa que es el amor de su vida, y va a declarársele... Ella lo acepta y pasan el mes que los hermanos viven juntos, de pleno romance (sin tocar la cuestión sexual, por supuesto, "para eso está el matrimonio", sentencia el campesino). El título de la obra procede de las constantes referencias que hace Chiqui a los dichos y entredichos de su madre, a la cual consideraba casi como una sabia. "No hay que llorarla, para que no se le mojen las alitas", "ahora vive en la casita del cielo", dice con total seriedad el hermano "inculto" (que resulta tener más sentido común que el urbano). Chiqui es un compendio de sinceridad, inocencia y simpleza frente a la vida alocada que presenta su hermano.
Para colmo de males, un día llega Mauri buscando una carpeta de la D.G.I. porque le han allanado la fábrica. Su hermano le dirá que ahora se trata de la AFIP, y se dan cuenta que el padre, que era quien llevaba todo el control de la fábrica (de cepillos, para ser más exactos), lo ha dejado en banda y que ahora no tiene cómo hacer frente a las demandas del Estado. Lo que era previsible ocurre, los obreros toman la fábrica, la AFIP le pone la faja de clausura, y hasta le prenden fuego. Mauri cae en una desesperación y una depresión tal por haberlo perdido todo que se pasa 15 días durmiendo, sin salir de su departamento ni bañarse. Será Chiqui quien le infunda ánimos para seguir adelante, en parte con los dichos de su madre, en parte con reflexiones de cosecha propia. Por suerte, antes de que todo estalle, llega el seguro que su padre le había dejado en vida y ahora tiene plata para regalar. Los conflictos con sus dos mujeres no se han solucionado, y Florencia decide abandonarlo yéndose al Caribe con su contador. Una nueva bomba para Mauri.
Chiqui le hace recordar que cuando estuvo realmente enamorado fue de Teresita Camaño, una chica del pueblo que dejó sin despedirse y quien tuvo un hijo de soltera y nunca se casó. Luego nos enteraremos lo que "mamá decía": que ese hijo era de Mauri, y por el cual el volverá al pueblo buscando su amor verdadero. Los espíritus de los padres se hacen presentes, igual que en la otra obra, cobrando vida sobre las cosas materiales (pueden cortar la luz, voltear las fotografías de ambos, tirar un cuadro, encender y apagar un velador) y por fin dan su aprobación a las actitudes de ambos.
La comedia fue llevada con no poco ingenio y resulta cómica en más de una situación (lástima que no se les pueda entender del todo lo que dicen). Las actuaciones son buenas (es lo que se puede esperar de una comedia costumbrista veraniega), siendo bastante buena la performance de Mazzarello como ese hermano de hablar campero y con buenas intenciones que no siempre son tomadas como tales y la siempre eficaz solvencia de Pérez para encarar personajes cómicos y tiernos a la vez, acá complejizado con la neurosis que impone la vida en la ciudad, algo que no logra entender el otro, más acostumbrado al sonido de los grillos. Decir que se sacan chispas entre ambos no sería exagerado ya que consiguieron un muy buen ensamble y logran transmitir complicidad, carcajadas y ternura a ese público ansioso por reírse (un día tendríamos que hacer un estudio sociológico sobre qué es lo que busca el público "vacacionante" en un teatro -no olvidar que Alfredo Alcón tuvo que bajar de cartel su "Los caminos de Federico" una temporada en Mar del Plata-).
No estaremos frente a una gran obra argentina, pero merece ser vista para reírse un rato y poder apreciar el oficio de dos comediantes, que, sin golpes bajos (esto hay que señalarlo), logran llegar al público y divertir sanamente. Que no es poco.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

lunes, 28 de mayo de 2018

Mi crítica de "Conferencia sobre la Lluvia" (Teatro)

Una vez más fuimos invitados gentilmente mi amiga teatrera Amalia y yo, por mi amigo Fabián Vena para verlo en escena. Siempre supone una tremenda responsabilidad tener que hacer una crítica de sus espectáculos, no sólo porque se trata de un ser querido sino por tratar de estar a su nivel de calidad. Fabián tiene una virtud (entre muchas) y es la habilidad con que escoge sus obras, tiene una vara tan alta que uno puede ir a ver una obra en la que esté él que sabe que nunca lo va a defraudar. Tiene muy buen gusto y olfato a la hora de elegir.
Debo confesarles un secretito. Fabián hizo sus primeras labores sobre un escenario oficiando de sonidista y apuntador mío en mis unipersonales, a los 16 años. Y se ve que la idea estuvo muchos años rondándole y por fin cristalizó: se animó a hacer un unipersonal él mismo y bajo su propia dirección (en conjunto con José Luis Arias). Y empezó con todo. Con un texto de el escritor mexicano Juan Villoro a quien debo confesar que nunca leí, con esa magistral "Conferencia sobre la Lluvia". El personaje es un bibliotecario sin nombre, que está buscando sus extraviados apuntes para dar una conferencia sobre la lluvia. Pero es sólo una excusa para hablar del tema que más nos interesa: los libros y la lectura, y la pasión por ellos. Yo, como lector voraz y amante perpetuo de los libros (en este momento me encuentro disfrutando de la "Metafísica" de Aristóteles) me pliego enteramente a cada uno de sus parlamentos y de la emoción que supone tener un libro en la mano, acariciarlo, olerlo, recorrer sus páginas a vuelo de pájaro, detenerse en algún parágrafo... Él mismo admite que desde que sus tíos le regalaron a los 10 años "Los hijos del Capitán Grant", de Jules Verne, se estableció un rápido enamoramiento de los libros.
Y es que la lectura se encara como otra forma de unipersonal. Es el desafío de abismarse en un mundo extraño completamente solo, enfrentándose a uno mismo y a sus voces interiores (y recuerdos, y sensaciones, y gustos y placeres), en todo caso en franca comunión con el autor del libro, ese ser misterioso que dejó su impronta tal vez hace siglos para que ojos ávidos de saber lo reconstruyan. Es imposible no recordar la gran biblioteca ideada por Umberto Eco para "El Nombre de la Rosa", otro libro de homenaje a los libros, escrito por un gran amante de la literatura. Y más actualmente tenemos en España a Carlos Ruíz Zafón con su tetralogía de "el cementerio de los libros olvidados", serie de novelas que empezó con "La sombra del viento" y que relata la existencia de una gran biblioteca a la que se accede casi como a una logia masónica (la única condición es la pasión por la lectura) y en la que yacen libros abandonados u olvidados por siglos y de los que el aficionado puede llevarse uno para leerlo siempre que lo restituya. Dos magníficos ejemplos de como la literatura influye en el ser humano, único de entre los animales que posee el don de la lectoescritura.
Pero volvamos al unipersonal. Los papeles sobre la conferencia no aparecen, y lo que hace el otro yo de Villoro en escena es improvisar una charla versada en la lluvia, en la que se cuelan versos y textos de autores famosos como ese "Me moriré en París con aguacero, un día del cual ya tengo el recuerdo", de César Vallejo, o aquel otro "ni siquiera la lluvia tiene manos tan finas", de E. E. Cummings. Pues eso es la conferencia, una excusa para hablar de libros. Y de amores. ¿Por qué los grandes amores van siempre unidos a las grandes lecturas, podría preguntarse un no-bibliotecario como yo? Porque hubieron dos grandes amores en su vida unidos también a la lectura. Soledad y Laura, la antítesis de mujer. Soledad, la primera, hija de un cacique indígena y que tenía verdadera aversión por los libros. Su labor consistía en pasarle el plumero. Y odiarlos. Púdica como pocas, no tenía el menor prurito de gritar subida a una silla cuando un ratón (de biblioteca) se presentaba, lo que ocasionó el desbarajuste entre ellos dos, ya que él optó por defender a un libro antes que a ella.
Y Laura... la infinita Laura, con quien realmente se sintió pleno y que lo llevó a conocer todo un largo camino de experiencias físicas que desconocía. Pero eso era lo único que podía compartir con Laura, los placeres físicos. Aquella de "¿te gusta este hotel o no es lo suficientemente sórdido?" Profesora de Letras en la Universidad, se enamoró de él con sus ojos miopes de tanto leer pero a condición de vivir la felicidad que les deparaba el momento, sin querer conocer nada de la vida del otro ni dar a saber de la suya propia, nada de dobleces o bajezas.
Hay un sujeto a quien envidia el bibliotecario su amplia pelada, su "grande abdomen vacuo", como dijera Palés Matos y su pasión por la lectura, quien conoce del enredo entre aquél y Laura. Cuando el bibliotecario le pide algunos libros que le había prestado, falta uno en la entrega: la versión original de la traducción de "Las mil y una Noches", realizada por el Coronel Richard Burton, aquel que escribía en diez escritorios diferentes diez libros distintos a la vez. Se plantea la intriga de por qué no le devuelve el libro, hasta que la sorprende a Laura, en una visión furtiva, leyéndolo. Como él quería la felicidad completa con Laura, aquella de poder compartir cuerpo y alma, y esto no es posible para ella, todo se va al demonio. Sólo le llega al tiempo un regalo de ella: una cesta con un gatito llamado Bruno, quien se convertirá en inseparable compañero del lector avezado.
El viaje por entre anécdotas, libros y citas literarias se convierte en uno de esos decursos que uno hace con verdadero placer. Es un gozo ver a Fabián en escena, mal trazado, casi desprolijo, cargando pilas y pilas de libros, subrayando un párrafo en alguno de ellos y sacar otros tantos de los anaqueles para citar algún autor. El trabajo de Vena, con un acento difícil de identificar, se convierte en una minucia de detalles, inflexiones de voz, el tono justo para dar cabida a las bromas y la impostación precisa para emocionar. Su dirección ha sido la exacta para darle alma a ese bibliotecario distraído y cabrón que odia, por sobre todas las cosas a los hombres que usan chancletas, y sobre todo, con medias... También es reacio a escribir, no quiere caer en la autoindulgencia de ver su nombre tatuado en la tapa de un libro.
La escenografía la constituyen un escritorio atestado de libros, una silla y un atril sostenido por... libros. Y el fondo de escena lo adorna una proyección de una infinita biblioteca, que puede convertirse, según los avatares del texto en unas goteras que caen sobre el piso o ráfagas de lluvia que vuelan por los aires con gracia.
Debo admitirlo, una de las cosas que me hubiese gustado ser en mi vida es -como la pasión de Borges- ser bibliotecario, y tengo mis archivos de libros, películas o músicas diagramadas con la precisión de tal. Y en cuanto a mi relación con los libros, tengo un lema: "a mí pídanme el culo pero no un libro de mi biblioteca..." Espero haber estado a la altura de semejante obra, por demás exquisita.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 26 de mayo de 2018

Mi crítica de "Cincuenta Sombras Liberadas" (Cine)

Digámoslo de una vez. Todo se limita a persecuciones de autos y un poco de erotismo en el cine norteamericano actual. Porque esta película pochoclera (mala) de James Foley se circunscribe a eso. No se decide por ningún género, en realidad. Le esquiva al cine erótico del que es hijo esta  esta franquicia de "Cincuenta Sombras" a pesar de que el libro de la prolífica E. L. James hace gala de eso, siendo un libro menos que mediocre (mediocre podría ser "El viaje del elefante blanco", de José Saramago, y aún así es excelente al lado de esta porquería). La única ventaja es que se han condensado casi 700 páginas en una hora y tres cuartos. El erotismo casi no aparece, salvo en breves flashes, porque si bien era escaso en las entregas anteriores, para colmo ahora Anastasia Steele (Dakota Johnson) y Christian Grey (Jamie Dornan) se han casado. Y si bien la pasión subsiste, sabemos que los yanquis son muy pacatos a la hora de llevar sexo a la pantalla, estas escenas deben sumar cinco minutos en fílmico, y esto siendo generoso. Para colmo ahora Anastasia se ha olvidado de darse la inyección anticonceptiva y ha quedado embarazada, lo que produce una desestabilización en su inmaduro marido. Así que lo del sexo, con cuentagotas (la escena del uso del dilatador anal se reduce a un recuerdo mientras Anastasia toma un té; y la de la tortura con el vibrador que no le permite llegar al orgasmo se cuenta en pocos segundos). Los dos recién casados se comportan como dos adolescentes malcriados, haciendo muy poco creíble el progreso de la trama.
Y lo que resta son las escenas de suspenso, también escatimadas por la autora, ya que se centran en la persecución de autos por la autopista (eso sí lo saben hacer) y el pedido de los 5 millones por parte de Jack Hyde (Eric Johnson, con un apellido que remite al Mr. Hyde, personaje de Robert L. Stevenson y su maldad innata), el antiguo jefe y acosador de Ana, que ha logrado salir  de la cárcel bajo fianza y secuestra a Mia (Rita Ora), la hermana de Christian y chantajea a Ana. Los padecimientos por la paliza que le pega su ex jefe (con fractura de cráneo incluida, en el libro) queda acá reducida a 3 minutos de película. Y los sufrimientos de la internación del padrastro de Ana son directamente suprimidos. La adaptación del texto original se ha reservado para las secuencias de acción más que nada.
El viaje a Aspen y la estadía en la mansión de Christian, con los amigos y familiares de ambos, con declaración del hermano de Christian, Elliot (Luke Grinar) a la bella amiga de Ana, Kate Kavannagh (Eloise Mumford) se resumen a 10 minutos del film. O sea, no hay nada de nada, en una seguidilla de películas que ya parece agotada (y los espectadores también).
Lo de las lenguas que se buscan y se encuentran, se entrelazan y se dan placer la una a la otra, parece ser una burda metáfora literaria (que aparece en cada página del libro) teniendo en cuenta los resultados cinéticos, en que brillan por su ausencia. Tan solo unos besos castos, y lo de los ojos  en blanco o la mordedura del labio inferior de Anastasia, que tanto excitaba a Christian... eh, se le olvidó al director...
Todo está minimizado, y lo que lleva 50 páginas de libro se resuelve en unos pocos segundos. Nos queda que a Anastasia le gusta conducir fuerte autos de alta gama y que es afecta a tener "sexo vainilla" en cualquier parte. La luna de miel, que se desarrolla en buena parte de Europa, dando lugar para la postal turística digna de este cine comercial, queda acotada a 5 minutos, y ni siquiera los vemos manejar la moto de agua (ya que las tomas son demasiado lejanas -con dobles- o, si son cercanas, no se les ve la base del vehículo, con lo que pensamos que fueron hechas en estudio), como así las escenas dentro del lujoso barco. Parece que la intención del director fue la de cumplir con un trámite penoso, contar lo más rápido posible el libro para terminarlo en el menor metraje que pudiese utilizar. Es como si se le agotaran los temas a Foley y pasara de uno a otro con la velocidad de la luz, como que no hay nada nuevo que contar en esta historia de sumisa y Amo, que conmocionó la vida sexual de millones de mujeres en el mundo (inexplicablemente) y que desemboca, después de toda la sordidez que planteara, en un matrimonio con bebé incluido y feliz vida de amor coyugal, sin perversiones, viviendo en una lujosa y vieja casona, lejos de la ciudad.
Una historia sin el menor atractivo ni interés alguno, mal contada y mal llevada que nos hace recordar que habrá una veintena de autores estimulantes dentro del cine norteamericano vigente (Scorsese, Allen, Eastwood, Tarantino, Linklater, Wes Anderson, Jarmusch, y alguno más). Un film pasado por agua que bien vale la pena no ver.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

Mi crítica de "Casados sin Hijos (Somos Childfree)" (Teatro)


Teatrix estrenó esta valiosa obra de Matías del Federico que se estuvo representanda hasta el año pasado durante dos temporadas (primero en el Paseo La Plaza y luego en el Multiteatro). Yo la vi con Eugenia Tobal en el rol de Florencia, aquí muy bien reemplazada por María Fernanda Callejón. Cuando yo decía que el rol femenino era intercambiable los hechos me dicen que tenía razón. Sólo el papel de Goity es imprescindible que lo asuma él, un actor que sabe poner su sello indiscutible a cada rol que encara. Para ver la crítica retrotráiganse a dos años atrás y podrán ver que lo que yo opinaba en ese entonces es igual a lo que pienso con esta re visitación de la obra.
Y no se olviden que pueden acceder a la pieza completa con solo hacer un click en "Ver Obra". Que la disfruten.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

viernes, 25 de mayo de 2018

Mi crítica de "Yo, Tonya" (Cine)

"Yo, Tonya" es un documental apócrifo sobre la "irónica" vida de Tonya Harding, la, quizá, mejor patinadora del mundo. La historia tiene tintes tragicómicos, es decir: lo que se cuenta es una tragedia, pero con una mirada humorística de la situación. El patinaje sobre hielo es uno de los deportes más hermosos de ver, y se supone que todos los que lo ejecutan tienen un alma hermosa. Nada más alejado, parece decirnos este film. Tonya es una hermosa chica de 23 años que ha logrado realizar un "triple Axel" (una prueba que consiste en dar tres giros sobre su eje en el aire, para caer luego sobre sus patines,aunque los expertos sabrán describir esto mejor que yo), única mujer en lograrlo, y se supone que eso la hace una mujer mejor. Nada más erróneo. Es capaz de soportar golpes de su madre y su novio (y pronto marido) y de darlos ella, como así de mandar a que le rompan la rodilla a su competidora en los Juegos Olímpicos.
Criada por una madre despótica e invasiva, La Vonia (increíble labor de Allison Janney, una villana como pocos) que no duda en plantarle un sopapo cada vez que la nena hace mal alguna destreza y la presenta, a los 4 años, ante una entrenadora, Diane (Julianne Nicholson, hija del gran Jack) para que haga de ella una estrella. La nena tiene condiciones y pronto avanza en su manejo del patín, pero su madre, al verla hablando con otra niña patinadora le increpa: "no hables con ella, que es tu enemiga". En ese ambiente se cría Tonya y a los 15 años ya es una hermosa rubia de ojos verdes y rostro angelical (magistral la nominada al Oscar y eximia patinadora y actriz Margot Robbie), pero de trato hosco y agresivo, capaz de insultar al jurado, de matarse a golpes con su madre y con su novio, y hasta de dispararle a este con una escopeta. A los 15 años es cuando se pone de novia con Jeff Gillody (Sebastian Stan) y las primeras salidas son con la presencia de su madre, quien le advierte que no es bueno para ella. Pasará un tiempo hasta que la madre, en un tono seco y despótico pregunte: "¿ya cogieron?", lo que les dejará la puerta abierta para tener sexo. Los primero tramos del noviazgo son tan dulces como violentos: ella, acostumbrada a recibir golpes y a golpear, soportará y devolverá ahora los de su novio.
Jeff tiene un amigo, Shawn, un gordo repugnante al que siempre vemos atorándose con comida (Paul Walter Hauser) y éste es quién, con el correr de los años se vuelva "un terrorista peligroso", el que contrate dos matones de poca monta para que le rompan la rodilla a Nancy Kerrigan (Catlin Cower) principal competidora para los Juegos Olímpicos de Tonya Harding.
Es también una historia de ascenso y caída de un ídolo, como la feroz Tonya puede subir hasta los primeros lugares del patinaje artístico en su país, a pasar a ser odiada por todo el mundo por ser la mala de la historia. Las separaciones y arreglos con su marido serán cosa frecuente en la pareja Tonya-Jeff e incluirán un disparo en plena cara (por parte de él a ella) que sólo le rozará la frente, pero que la hacen sangrar mucho. No hay medias tintas en esta película. Todo será a sangre y fuego.
Y el director Craig Gillespie tuvo el buen tino de tratar toda la crónica con un humor feroz, y de darle a cada intérprete las mejores actuaciones que pudiesen brindar. El ritmo de la película es frenético y está marcado por conocidos temas musicales que van pautando la calidad del relato. Como así también son magistrales las tomas de patinaje ofrecidos por la Robbie (es imposible que esta chica no sea la que patina, aunque mucho se lo debe a un espléndido montaje) exhibiendo sus dotes artísticas-deportivas naturales. El tema es presentado como un falso documental (partiendo de la premisa que se trata de una historia real) con los protagonistas reporteados y hablando a cámara. Es muy graciosa la presentación de la vieja La Vonia, con un loro en el hombro tironeándole del pelo. Incluso, dentro del film, Tonya rompe la cuarta pared hablándole directamente a los espectadores.
Luego de ser atrapados y juzgados los responsables del ataque a Nancy Kerrigan, algunos cumplirán sus penas, otros no. Pero la impuesta a Tonya es la más fuerte: además de pagar algunas damnificaciones, el retiro de por vida de toda posibilidad de presentarse a concursos o certámenes de patinaje. Con lo que ella se desarma ante el juez: "por favor, metame a la cárcel pero no me impida patinar, es lo único que sé hacer". Para lo que la chica fue preparada toda su vida, incluso prohibiéndosele ir a la escuela, de pronto desaparecía como una delgada capa de hielo bajo sus pies, arrojándola al agua helada. Por supuesto que esto no será motivo para detenerla. Si lo que supo hacer durante su existencia fue pelear y golpear, se convertirá ahora en mujer boxeadora profesional, debiendo morder la lona con asiduidad y hablándole al público una vez más, tendida en el suelo del ring y dejando su rastro de sangre
Una historia de vida que arranca a los 40 y tantos, cuando se la reportea a ella ya de adulta y que empezó a los 4 para finalizar abruptamente a los 23, una cruda historia de talento, violencia, desamor, frustración y tantas cosas más que hacen de esta ensalada un plato perfecto como plato principal.
Para no dejar pasar.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

Mi crítica de "Madame" (Cine)

Por un desperfecto con mi internet estuve sin servicio 8 días, a eso se debe mi ausencia en este blog, tan prolongada. Ahora solucionado el problema, vuelvo.
En París puede pasar cualquier cosa (ya lo dejó en claro Woody Allen con "Medianoche en París" y su visita nocturna a la época del surrealismo parisino) incluso que una mucama española se convierta en la pareja de un bon vivant inglés residiendo en Francia. Esta es la historia de "Madame", una película en abierto tono de farsa y de comedia ligera que, si bien no nos deja nada muy sustancial en el paladar, nos hace pasar un buen rato. El humor está dado más en los climas que propone el film que en buenos chistes o frases ingeniosas, que, sin embargo, se encuentran, pero no abundan. Es un clima burlón, juguetón el que sobrevuela la película, un film que peca de inverosímil, proponiendo como premisa que la caballuna y generosa de pechos, cola y panza, y almovadariana Rossy de Palma, pueda generar suspiros entre los hombres y despertar un amor loco en uno en especial.
Y es que María (Rossy de Palma, en versión autoparódica), mucama de sus "patrones" -qué fea que suena esa expresión- Anne (Toni Colette, ya muy lejos de "El Casamiento de Muriel") y Bob (Harvey Keitel, también en clave de autoburla), es hecha pasar por una amiga de la casa señorial, más específicamente por una Condesa de Asturias, en una cena ofrecida por los dueños de casa. Todo nace de una superstición, que no sean 13 los comensales a la mesa (aunque 13 son los retratados en el cuadro de la Última Cena pintado por Caravaggio, que el anfitrión logra vender) y se irá de madre llegando a resultados inesperados. Para la cena, María es preparada y vestida por Anne, con la condición de que no hable mucho, que no coma mucho ni beba mucho. No calcularán que va a sentarse al lado del museísta David Morgan (Michael Smiley) y que éste se enamorará perdidamente de la Condesa española. Y que ésta, le corresponderá. Es tal el delirio que se puede postular que la mucama despertará el deseo de todos los hombres a la mesa, tal es el morbo que Anne se disfrazará de mucama para incentivar sexualmente al alicaído Bob, como si ese rol figurara en todos los idearios del deseo masculino.
Lo que viene a "enseñarnos" esta fábula es que la fidelidad sólo se puede encontrar en el personal doméstico (y en los equipos de audio, hoy por hoy), ya que ambos patrones se son infieles entre sí. Si bien Bob acepta que está casado -en segundas o terceras nupcias- con Anne sólo por el dinero y ella por las apariencias, él coqueteará con su joven y hermosa profesora de francés, y Anne se dejará arrastrar por un amigo de la casa con el cual comparten veladas. Todo procede de un equívoco. David, no sabiendo que María es la mucama, la seduce, la invita al cine, a cenar y al hotel (aunque en distintas salidas) y se muestra profundamente enamorado de esta grotesca mujer. Creo que Rossy de Palma era la actriz indicada para encarnar este rol para tornarlo inverosímil, por sus excedidos rasgos de mujer "fea" (según los cánones de belleza estipulados), por su gran porte, que supera al de su amado y por la desmesura de sus atributos. Han creado un prototipo de mujer "perfecta" para volver inexcusable un romance. Y es por todo esto que, en una de las partes más sustanciales del film, Anne se salga de quicio sin comprender cómo su "mucama", sin belleza, cultura ni dinero, contando chistes guarangos, consiga un hombre en una noche, cuando ella, teniéndolo todo, haya tenido que trabajar tanto para cada conquista.
Claro que no todo termina en la cena. El romance se sostiene en el tiempo y hace de María una mujer plena y feliz, que es capaz de bailar y cantar el "Aserejé" de Las Ketchup en una fiesta íntima con los hijos de la patrona.
En un momento en que comparten solaz las dos parejas (la de los dueños de casa y la de su "sierva"), ella opta por contarle a su novio la verdad, que no es más que la mucama de Anne, pero ésta dirá pronto que se trata de una broma, que ella y María son amigas de larga data. Pero, más allá de lo que María sostiene, que a todo el mundo le gustan los finales felices y con el galán besando a la chica bajo la lluvia, el diablo -o Anne- meterá la cola y develará la verdad a David en un encuentro fortuito en la calle. A partir de allí dejará de llamar a María y de enviarle "whatsapps" y sólo queda la nada y el vacío ante las insistencias de ésta.
Una tarde, Anne le pide a María que sirva en la sala el té para dos. Cuando ella lo lleva, se da cuenta de que Anne está con David. Él acepta el té pero ni la mira, como si de un fantasma se tratase. Éste es el peor de los destratos que puede hacerle, y la venganza de su "ama". A partir de eso ella ve cuál es su verdadero lugar de pertenencia en el mundo y, en su afán por valorarse, cuelga los hábitos de doncella de palacio, arma su bolso y se vuelve para España.
La labor de la directora Amanda Sthers ha sido digno, y es encomiable el ritmo que sostiene el film (de tan sólo 90 minutos), apuntalado a su vez por una más que apreciable musicalización de Matthieu Gonet que supo preservar toda la intención lúdica de la propuesta. No es de visión imprescindible pero bueno para pasar un buen rato.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

Mi crítica de "El Test" (Teatro)

Ayer fui a ver "El Test", obra que me debía desde el verano y concluyo en que consiste en un perfecto entretenimiento para todo público. La obra de Jordi Vallejo ha sido estupendamente adaptada y dirigida por el prolífico Daniel Veronese y tiene un peso actoral suficiente como para convertirse en una propuesta seductora. Que el mayor brillo en la actuación recae una vez más en Jorge Suárez no es ninguna novedad ya que nos tiene acostumbrados a extraordinarias interpretaciones, pero esta, además de ser rutilante, sostiene todo el peso de la obra en un papel que parece haber sido escrito para su lucimiento. Ese Héctor parece impensable en la voz y en el cuerpo de otro actor: digámoslo de una vez, Jorge Suárez es insustituible. Por ahí la decepción está en Carlos Belloso, un actor sólido que nos deleita presentándonos criaturas al borde del patetismo, acá se lo ve muy sobrio y "normal", actuando en piloto automático. Viviana Saccone imprime fuerza y vitalidad y credibilidad a su personaje, que se debate entre lo tierno y lo férreo. Y María Zubiri vuelve desagradable a su papel de Berta, una psicóloga del cable, exitosa, sensual, hermosa y muy decidida e independiente, presentando así un estupendo trabajo. Lo repetimos. Veronese sabe crear comedia de las situaciones más patéticas y lo hace con indudable talento y oficio, y se constituye en el director ideal para comandar este grupo de actores que saben bien lo que quieren.
Así presentada, "El Test" se vuelve una comedia feroz sobre el dinero como tabla de salvación para todos los males, sobre cómo la codicia puede arruinar vínculos duraderos y cómo la desesperación de un hombre fracasado puede ser el motor de un infinito ruego a la caridad del poderoso. Y nos hacemos las siguientes preguntas: ¿es el dinero fin o medio? ¿Puede la plata arrasar con todo, poner al descubierto miserias, avaricias, ansias de poder, extorsión, manipulación? Esto y mucho más es lo que dispara esta obra cuya premisa es: "¿qué preferirías, cien mil dólares ahora o un millón dentro de diez años?"
Los parámetros son claros, la pareja formada por Paula y Héctor es un matrimonio que pasa penurias económicas. Ella es naturista, ecológica, antimaterialista y acaba de rechazar un muy buen trabajo que el potentado de su padre termina de ofrecerle. Héctor tiene un bar en el que le va bastante mal ("ni la pascualina sale en mi bar") y no tiene el dinero suficiente para pagarle el viaje de egresados de 7° a su hija Marina ni para las zapatillas de ballet. Están pasando una velada en el departamento de su mejor amigo, Antonio (Belloso) quien es un ricachón que amasó su fortuna con un emprendimiento inmobiliario estafando gente, y además con negocios con compañías de electricidad. Él es quien les propone el famoso "test-Berta", el de los dólares, y prosiguiendo el afilado juego les hace un cheque por cien mil dólares a cobrar ya o que opten por un contrato para un millón dentro de diez años. Por supuesto que Paula, la incorruptible Paula, rechaza el cheque y el contrato por tratarse de dinero mal habido, mientras que su marido insiste por hacerla cambiar de opinión. Todo esto en un tono de comedia que invita a la carcajada franca y a la reflexión. Desesperado por  tratar de cambiar su vida, Héctor opta por los cien mil dólares a cobrar al día siguiente, mientras su esposa se niega, todo esto cedido por el millonario poseedor de un departamento de 250 metros cuadrados.
Pero la cosa no es tan simple. Cuando llega Berta, la pareja joven de Antonio y exitosa psicóloga de la televisión, y descubra el cheque y el contrato a diez años, pondrá todo patas para arriba. Se encierra con su novio a decirle que no puede regalar su dinero  de esa manera y se empeñará que la pareja de amigos opten por el millón dentro de diez años, el cuál nunca será pagado. Una vez reincorporados al grupo Héctor y Paula se han decidido por el cheque, y ahora, la labor de la pareja donante, será hacerlos desistir. Para ello, Berta les cuenta la parábola de las hermanas gemelas. A dos hermanas que son iguales en todo, que han recibido la misma educación y el mismo amor paterno, se les ofrece una golosina con el siguiente trato: aquella que sea capaz de esperar para comerla se le dará una segunda golosina, mientras que a la que la coma inmediatamente no se le dará nada más. Con el tiempo, la que supo esperar se convertirá en una persona exitosa y feliz, mientras que la otra será una fracasada.
Héctor interpreta al toque la "paradoja" (como entiende él el término, entre otros, su aumento de los "trigonométricos" y la extinción del "otorrino-laringólogo"), pero no se deja convencer, quiere su cheque y considera verdaderas  tonterías lo que proclama Berta y no se siente un ser frustrado: tiene una profesión, se lleva bien con su familia y ha logrado una pareja armónica. Por supuesto que hay brotes de ira en las respuestas de un Héctor más frustrado que nunca.
Con la dilación de la cobranza empezarán a salir a la luz todas las bajezas humanas: Héctor acusará a Antonio de tener romances con "pendejas" en paralelo con su historia con Berta y éste le revelará que el engaño de su mujer no fue con un miembro de la ONG que albergaba en su casa, sino que ha sido con un servidor. Claro, todo esto desbarrancará  la situación hasta llegar a los gritos, los insultos, los reproches y las rupturas. Todas las máscaras caen cuando se dicen las grandes verdades de la vida, y Paula y Héctor rompen el cheque y el contrato que Antonio les ofrece, demostrando que el "mejor amigo" no era tal. Un último esfuerzo por parte de Antonio consiste en hacerle a Héctor un cheque para un millón de dólares para cobrar al día siguiente. Pero deberá elegir, entre esto o su esposa... Una obra para reír y reflexionar. Imperdible.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

miércoles, 9 de mayo de 2018

Mi crítica de "Toc Toc" (Cine)

Después de haber sufrido la muerte de mi papá, hace sólo seis días, deprimido y entristecido, decidí darme un respiro y volver a mis críticas. Y utilicé una comedia para esto. Se trata nada más y nada menos que de la adaptación para cine de la obra de teatro "Toc Toc", obra que en nuestro país fue un verdadero boom y que ya lleva seis temporadas en cartel a sala llena y con entradas imposibles de conseguir. La obra es del francés Laurent Baffie y la adaptación para la pantalla grande la hizo el propio director de la película Vicente Villanueva (2017), película todavía no estrenada en nuestro medio pero que es posible ver por Netflix o bajar del Torrent. La adaptación tiene un plus: mejora la obra (obra que a mí nunca me pareció del todo excelente, por otra parte). Generalmente las adaptaciones para cine de obras teatrales suelen ser desastrosas y arruinar la obra, en la Argentina esto es inevitable, y lo digo con conocimiento de causa: como guionista, las dos veces en que tuve que enfrentarme a guionizar mi propio material teatral me costó un esfuerzo terrible y los resultados fueron bien deprimentes. Me vienen a la mente dos casos que fueron exitosos, el de "El Vestidor" y el de "¿Quién le teme a VIrginia Woolf" y otros desastrosos como el de la reciente "Un dios salvaje" de Polansky, y en nuestro país un exitazo como lo fue "Esperando la Carroza". Es por eso que digo que es muy difícil "airear" una obra que fue planificada para cuatro paredes. Pero acá el esfuerzo valió la pena: hay exteriores justificados, hay personajes secundarios bien empleados y sobre todo el trabajo de puesta en escena le confiere una vitalidad inusual en estas propuestas (hay ángulos de cámara muy interesantes que expresan lo que en teatro sería imposible).
Ya todos sabemos lo que es un Toc (Trastorno Obsesivo Compulsivo) y los millares que han visto la obra saben que los hay de las más diversas calañas. En este caso se juntan en la consulta de un psiquiatra (que nunca aparece) seis pacientes con serios trastornos de personalidad que les afectan sus vidas personales de una forma tremenda y que limitan sus vínculos sociales. Cada uno llega a la consulta a la hora convenida (la misma para todos, al final sabremos el porqué) y arrastran consigo sus propias cruces. Está Federico, quien tiene el Síndrome de Tourette (Oscar Martínez, excelentes todos), lo que lo impulsa a decir groserías e insultos de alto calibre en los momentos más inesperados y sin mediar causa alguna. También una fanática religiosa y con una manía por revisar sus cosas cientos de veces, Ana María (deliciosa Rossy de Palma). Está el taxista afectado por aritmomanía, un TOC que lo hace cuantificar, sumar, restar, multiplicar y dividir con exactitud los más astronómicos números, que lo convierten en un portento digno de la televisión, Emilio (Paco León) También llega Blanca, una atractiva mujer de 35 años que sufre del síndrome de la limpieza y el terror a contagiarse enfermedades (Alexandra Jiménez), lo que la obligará a ir al baño cientos de veces a lavarse las manos cada vez que toca algo o alguien. La chica que tiende a repetir todas sus frases dos veces, una atractiva jovencita llamada Lilí (Nuria Herrera) y por último el poseedor del TOC por el que no puede pisar rayas en el piso y que es un obsesivo del orden y la simetría, Otto (Manolo, en realidad, pero su nuevo nombre es simétrico, Adrián Lastra). A esto se suma la también desopilante secretaria gorda Tiffany (Inma Cuevas) que le pone pimienta a la reunión con sus intervenciones.
Ya está conformado el plantel, ahora los jugadores a la cancha. Y lo hacen de la mejor manera posible, sacando el mayor jugo de cada uno de los papeles que les han tocado en suerte. Es una labor consagratoria para cada uno de ellos, aunque los conocidos por nosotros no necesitaban probarse en este terreno para mostrar sus aptitudes. Oscar Martínez, con su invariable tic en el ojo y sus desbocados y delirantes exabruptos ponen el toque "guarro" a la comedia y Rossy de Palma, ya una señora adulta persignándose interminables veces, rezando en silencio y lloriqueando porque no encuentra las llaves o porque debe haber dejado abierto el gas o el agua. Paco León es el "cómico" del grupo, quien va a desdramatizar las situaciones más embarazosas con su dudoso sentido del humor y su capacidad para mensurar cifras. Por su parte Alexandra Jiménez aporta frescura y dinamismo a su obsesiva por la higiene y provoca más de un desastre. Y la parejita joven, Nuria Herrera y Adrián Lastra pondrán el broche de oro romántico a la película creando un amor impensado e improbable.
Cuando el grupo ve que el Dr. Palomero tarda en llegar pues se ha demorado su vuelo desde Londres, empieza a funcionar como un sistema, ensamble de cosas en las que cuando falla una, falla toda la organización,  buscan la complicidad del otro y tratar de aliviar juntos sus propias cargas. Por suerte se sacó en esta versión la larga secuencia en que juegan a un juego de mesa (no me acuerdo si era el "Monopoly"), que lentificaba bastante la acción, y optan por resolver los unos los problemas de los otros. Se proponen un reto: que cada uno pase tres minutos sin recurrir a su TOC. Por supuesto que esto resulta imposible, pero sobre el final se darán cuenta que con la mutua ayuda y la preocupación de cada uno por los problemas ajenos, hubo oportunidades en que no recurrieron a su TOC. No saldrán curados de la "sesión", pero sí con la esperanza de que, con dedicación y esfuerzo,, sus males son posibles de mejorar.
Trata de ser una comedia "psicológica", aunque acá la psicología brilla por su ausencia. Es más la carga de disparates y confusiones que se acumulan todas juntas sobre el escenario (o en este caso sobre el plano) que lo que esto pueda tener de verdadera terapia. Si bien se concibe como una terapia de grupo improvisada, su manual es más de autoayuda que de verdadero saber psicoanalítico o psiquiátrico.
Es de considerar que lo que en otras manos podría haber sido un drama, acá se torna en una comedia ligera y amable, poniendo el viso del humor sobre tanta negrura en los padecimientos psicológicos. Siempre la locura o los trastornos psíquicos han llevado más para el campo del drama que al del humor (hasta en una comedia como "Mejor... Imposible" se le asignaba su verdadero patetismo al TOC que padecía el protagonista -Jack Nicholson-), por eso es bienvenida esa bocanada de aire fresco que, como la ventana que insiste en abrir Blanca, inundan de claridad tanta desesperación. Sí, porque de eso se habla en el fondo, de la desesperación del vivir, y del vivir mal, a contracorriente de todo el mundo y de como nuestras limitaciones nos afectan en el devenir diario. "Todos tenemos un TOC", es el latiguillo de la obra de teatro, "¿cuál es el tuyo?", insiste. Y parte de verdad hay en eso. Nadie se salva de tener algún rasgo de obsesión en su vida, y todo nos condiciona. El director Vicente Villanueva realizó un excelente trabajo con un material que daba para mucho, bien llevado, y supo sacarle todo el provecho posible. Y el plantel de actores, un lujo. Véanla por Netflix o bájenla o esperen que se estrene en el cine, pero no se la pierdan ya que van a pasar un momento muy dichoso.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

lunes, 7 de mayo de 2018

Mi crítica de "Todas las Canciones de Amor" (Teatro)


Teatrix sigue pisando fuerte. Ahora estrenó "Todas las canciones de amor", el magistral unipersonal de Marilú Marini consagrado como uno de los mejores espectáculos del 2016. Yo sigo opinando lo mismo, así que quien quiera leer mi crítica vuelva dos años atrás y busque. Y para el que no, que disfrute acá del trabajo y el talento de esta grande que es Marilú Marini y su sutil desempeño, plagado de matices. Pueden acceder a la obra. Disfrútenla.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).