domingo, 27 de enero de 2019

Mi crítica de "The Portuguese Kid" (Teatro-Broadway)


Lo primero que quisiera preguntarme es de qué se ríen los norteamericanos. Ya estamos acostumbrados a escucharlos que se contorsionan de risa ante cada estupidez, pero aquí eso se hace más evidente, y para colmo los aplausos llegan en los momentos más inesperados para nosotros. Nuestro teatro, comparado con el de ellos está a años luz de comicidad y de talento, eso queda en claro. El nivel mental de los yanquis se ha reducido a las sitcoms de televisión, y esperan el remate de cada chiste para festejarlo en grande, aunque se trate de una trivialidad o una verdad de perogrullo. Eso es lo que deja traslucir "El niño portugués", una obra mediocre en cuanto a texto -no así en despliegue escenográfico, que para eso son maestros en Broadway- y actuaciones televisivas y poco transitadas en el teatro. En resumen, una obra adocenada de las tantas que nos llegan del mercado norteamericano.
Acá trabaja Jasson Alexander, a la sazón estrella de "Seinfeld", serie que nunca vi ni pienso ver, y que explica todo el éxito de esta obra: un actor exitoso de la TV, puesto a hacer lo que mejor sabe, one-liners televisivos muy festejados por el descerebrado público. Desempeña el papel central, el de Barry, un abogado exitoso que recibe la visita de una mujer cincuentona, amor de su niñez, Atalanta Lagana (Sherie Rene Scott), que llega para ofrecerle un importante negocio inmobiliario, la venta de su mansión y qué él percibirá el 4 ó 5 % de la ejecución, lo que se valúa en cientos de miles de dólares. La mujer ha enviudado dos veces, una de Vincent y otra de Jerome, y ahora tiene un nuevo amor: el veinteañero Freddie Imbrossi (Pico Alexander), un papanatas tan desagradable como la pasión que siente rejuvenecer a una cincuentona con alguien de la mitad de su edad.
Pero lo que hiere a Barry es que ese hombre fuera el antiguo novio de su actual mujer, Patty (Aimee Carrero) una morocha espléndida que luce su físico y su bello rostro para delicia del espectador, y que sobre todo... la hizo sufrir. Barry la rescató en su peor momento y ella le está eternamente agradecida por eso, pero se hace ilusión cuando se proyecta un almuerzo de negocios en casa de Atalanta, con el novio incluido, como brasas que todavía no se extinguieron. Así las cosas, se suma al cuarteto la omnipresente y maliciosa madre de Barry, la Sra. Dragonetti (Mary Testa), una metida que sólo hace denostar al "inútil de su hijo" y hacerlo enemistar con todas sus mujeres. La sra. Dragonetti ha sufrido la amputación de un dedo del pie a manos de Vincent, el esposo muerto de Atalanta, quien era cirujano de pies, y machaca con eso durante toda la obra, suponiendo que pudiese tener alguna gracia. Por otra parte, esta es una obra de salvatajes, el que le hizo Barry a Patty, y el que hiciera Atalanta a Barry cuando tenían 5 y 10 años respectivamente, a expensas de un niño portugués (sí, el del título) que amenazara con un abrelatas a Barry y él, sin capacidad para defenderse fue rescatado por la segura Atalanta. Por eso a cada nueva amenaza que encuentra en su vida, Barry responde "seguro que es portugués", como se refiere a Freddie, el nuevo novio de Atalanta.
La obra está planteada en cuatro cuadros con distinta escenografía y en diferentes espacios de tiempo, el primero en el bufete de Barry, el segundo en la habitación de Atalanta, que comparte cama con su novio, el tercero en el porche de la casa de Barry y el último en el  patio trasero de la mansión de Atalanta. Todos se suceden sin solución de continuidad y sin interferir la acción, mediante un escenario giratorio. Pero la "gracia" máxima de la obra reside en estigmatizar a los que votaron a Trump, a saber Barry y Freddie, sólo por el hecho de ser hombres y votar a un candidato masculino que competía con una mujer (a saber Hilary), es la conciencia del macho alfa no razonante ni pensante norteamericano que se deja deslumbrar por alguien de su mismo sexo aunque no tenga dos centímetros de cerebro y lleve a su país a la confrontación mundial, antes que dar su brazo a torcer de votar a una mujer. Si bien la obra peca de su actualidad (lo que la haría impensable de exhibir diez años más tarde), no por eso le insufla vigor estético ni pasa de comentario chistoso, no se puede fundar una obra en tan nimio argumento. La máxima idea que expone la pieza es cuando Atalanta exclama "soy mujer, soy una paradoja". Ahí nos hace ver un poco más de vuelo intelectual y poético, porque realmente bucea en lo que representa el alma femenina ante la concepción machista de la vida. Pero lástima que lo deja sólo como una frase y no explora más allá de ese dictamen.
La obra se abre en el estudio de Barry, en dónde va a visitarlo Atalanta, y deja expresar, entre otras cosas que siempre gritaba su nombre (y repetidas veces) mientras hacía el amor con Vincent, casi como una constante, tal era su fijación con su amor del pasado, aunque ahora estén en pie de guerra. Todo el diálogo es puramente enojoso, y suele surtir mucho efecto los gestos desmedidos por parte de las mujeres, cuando se comportan como unas energúmenas y rompen toda concepción de naturalismo a la obra. Por supuesto que durante el diálogo que llevan a cabo Atalanta y Barry, interviene la madre de éste, quien oficia como secretaria, en un tono tan guerrero contra Atalanta, como el de esta con la primera. Lo cual es muy celebrado entre el auditorio.
La segunda escena, en el cuarto de Atalanta nos hace ver que mientras mantiene relaciones con Freddie sigue invocando a Barry, y que este advenedizo novio veinteañero se quiere aprovechar de su fortuna, no así de su belleza (la mujer cincuentona no ejerce el mismo atractivo sexual que la joven esposa de Barry, por ejemplo, puestas las dos, como extremos de una misma cadena), haciendo poemas sobre su "trasero" (perdón por no decir "culo", pero así son las traducciones) y la luna, a los que compara, y sus grandes pechos como dos dibujos dejados, también por la luna (el chico es medio monotemático o corto de ideas). Allí se expresan la desconfianza de Atalanta sobre su amor y la necesidad de Freddie de que le compre un traje.
El tercer cuadro se desenvuelve en el porche de la casa veraniega de Barry, con su hermosa esposa en biquini y con un pareo, mostrando un físico muy bello, al igual que un fresco rostro de juventud, y expresa también la mezquindad de la nueva esposa por convertirse rápidamente en beneficiaria del 50 % de las propiedades de su marido y la intervención de la madre de éste que la combate a ultranza. Cuando le nombra que Atalanta está de novia con quien fuera su antiguo amor, le entrará una furia incapaz de contener y se autoinvita al almuerzo programado para el día siguiente.
Al otro día asistimos a la ceremonia de la comida en casa de Atalanta, donde, entre albóndigas extra picantes y  hamburguesas a medio cocer para Patty, que no puede probar el pescado, nos desayunamos que el amor entre Patty y Freddie sigue intacto, al besarla él y ella decidirse a abandonar a su marido. El traje que luce Freddie es bien mersa, con los pantalones que le quedan cortos y mocasines sin medias, y un chambergo que parece robado a un tanguero. Resuelven la venta de la casa, y luego de la huída de los dos jóvenes, los veteranos se quedan solos y se confiesan su amor. Perdonen si les conté el final, pero esta obra ni siquiera merece verse. Igualmente está disponible para todos los que quieran clickear el "Ver obra" y contemplarla, pero era mi deber hacer un resumen de la pieza. Espero que los haya satisfecho.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

martes, 22 de enero de 2019

Mi crítica de "Ficción" (Cine-2006)

Realmente me encontré, casi por casualidad, con una película enorme, de esas que muy rara vez se consiguen, recomendado por mi amiga Amalia, quien la había visto y la había fascinado. Digamos primero que se trata de un film del catalán Cesc Gay y que es una de esas películas donde parece suceder muy poco, lo justo y necesario como para justificar una filmación. Pero es que sucede mucho más, esas cosas que no están a la vista y que debe intuir el espectador, pero que se perciben porque los personajes hablan por su piel. No es una película de "amour fou", más dada a Trufaut, aquí no sucede como en "La mujer de la próxima puerta", los actores casi ni se tocan, apenas alguna mano amiga dada para ayudar en la escalada al cerro, pero nada más. Y lo más importante (para mí), es que por fin una película dedicada al amor entre cuarentones (entre los que me incluyo), que hablan de temas de mi edad, que no tienen la piel rozagante ni la vitalidad de los 20, que tienen ya sus familias y sus carreras establecidas y en cierto modo están empezando a pegar la vuelta.
El diálogo que puebla la película es muy acotado, tan sólo diálogos o palabras sueltas como para ver que son parlantes los personajes y no estamos ante un film mudo, pero eso no importa porque lo que cuenta son las sensaciones. Parece una de esas obras de Chejov en donde parece suceder muy poco, pero oculta cataratas de sentimientos y pasiones ocultas. Ya desde el título mismo Cesc Gay nos dice que lo que estamos viendo es una ficción, no ocurrió, pero bien puede haber pasado, igual que ese argumento de la película que Alex (Eduard Fernández), el protagonista y director de cine está pergeñando y que si bien es otra ficción (aquí hay un juego de cajas chinas), parece reflejar el estado anímico actual del director: un hombre de 39 años en crisis. "¿Pero no estamos todos en crisis?" dice Alex, y la verdad es que sí, cada uno de los personajes tiene su propia crisis personal que parece ocultar muy bien. Mónica (Montse Germán), esa turista invitada por Judith a contemplar las bellezas de la región, que según declara tuvo muchos novios pero recién ahora (a los 40) sabe lo que es convivir en pareja, con Pablo, un periodista portugués que hace dos años la conquistó en un concierto de violín que ella ofreció (Mónica es violinista) y que robó su corazón. Ahora piensan en adoptar a Nerina,  una niña africana de 3 años a la busca de padres adoptivos. Judith (Carme Pla), la amiga vital y compinche de Alex, que está sola y aceptó tener un hijo con su mejoro amigo, el que cierra el cuarteto, Santi (el siempre eficaz Javier Cámara), la que sufre con un hígado que le está acortando la vida y por el que va a hacerse estudios constantes y ver a multitud de médicos, siempre lista para una excursión a los lagos o para escalar la montaña de la cruz. Y por último Santi, quien parece andar por la vida tranquilamente, tocando un poco la guitarra, bromeando otro poco, pero que sin embargo siente la necesidad de completarse en el hijo que tendrá con su amiga, a falta de alguien que lo quiera más y mejor. Tiene una amante de 55 años, a la que complace y que lo complace a él, pero eso no es amor, es puramente sexo, y a cambio de la compañía, ella le regala constantemente zapatos de la tienda en la que trabaja.
Así las cosas, Alex llega un buen día al poblado catalán en donde transcurre la acción, llega a una casa que no sabemos si es suya ya que cuando llega de la ciudad está la puerta abierta, todo parece estar esperándolo y se acomoda inmediatamente. Judith tiene una posada que alquila piezas, y allí conoce a Mónica, una cuarentona igual que él que está de paso (por el lugar, por la vida, por el mundo) y enseguida hacen conexión. Pero todo muy distante, los cuarenta no son años para locuras, y menos cuando los dos tienen su pareja esperándolos en la ciudad. Pero todo está en la piel, se atraen, se desean, se aman, pero sin hacer ningún movimiento de acercamiento. Tan sólo al final de la película se confiesen que se han enamorado y se besan con la pasión con que caminaron por la película sin mover una brizna de pasto. ¿Yo dije que no era una de "amour fou"? Bueno, me arrepiento. Claro que lo es. ¡Y cómo...!
Esa tensión sexual le percibimos constantemente a lo largo de toda la trama, aunque ellos no digan ni hagan nada para demostrarlo. Comparten cenas, paseos, cabalgatas y hasta una excursión a los lagos en donde se pierden escalando la montaña (Judith y Santi van demasiado aprisa y no los esperan), suben cansados, resoplando, les falta el aire, no como a personajes de cualquier película destinada a la juventud, sino como lo que son: cuarentones. Se ayudan mutuamente a escalar y se pierden, los agarra la noche en plena montaña y deben pasar la noche en un refugio que encuentran justo para ellos. Duermen en la misma cama, pero cada uno en su bolsa de dormir, sin tocarse, pero no por eso sin mirarse, pero todo aquí es plácido, como la vida que corre allí abajo, no se devoran con los ojos como jovencitos hambrientos de sexo. Ella se hace un raspón con una rama que, más tarde, de vuelta al poblado, se le infectará, y él será quien la acompañe al hospital, en dónde también pasan el día, pero haciendo compras, resguardándose de la lluvia, viendo una orquesta infantil que toca acordeones. Pero volvamos a la montaña. Después del refugio encuentran un camino que los conduce a un gran hotel, en donde también comparten cuarto, pero todo con el sigilo de dos seres "civilizados" (estamos atravesados por la cultura, dijo Freud, y lo bien que hizo), sólo compartirán un juego de ajedrez (como otro encuentro pero sólo a través de sus mentes) y una pieza de piano que ella interpretará en un piano de cola que hay en la habitación. Todo parece transcurrir sin prisas y mansamente.
Pero ella anuncia el día en que se vuelve a Madrid, y él también decide partir, de ese lugar al que fue en busca de inspiración para terminar de escribir su guión, y ¡vaya si encontró inspiración! "¿Qué personaje soy yo en tu película?", pregunta Mónica, convencida que no puede haber ficción sin que esta se desprenda de la realidad. Y le pide de leer el guión, a lo que él se niega. Y quiere el destino que un buen día llegue Silvia, la esposa de Alex con sus niños a meter la cuchara. Alex parece haber recuperado la intimidad con su esposa, aunque se mueve en puntas de pie y temeroso, como quien hubiese estado engañando a la esposa. Y le presenta a Mónica. En seguida se caen bien, pero Mónica sabe que ha llegado la intrusa, la que puede echar todo por la borda. Será cuestión de tiempo. Y así es que cuando ella esté por irse a tomar el tren, Alex haga un viaje relámpago a interceptar el auto de Judith para despedirse de su amiga y encontrarse en un abrazo y unos besos memorables, de esos que sólo en la ficción pueden darse.
Sí, porque no olvidemos que todo ha sido una gran y hermosa ficción, como el título nos auspiciaba. Y todo vuelve a su cauce normal. Cada oveja a su manada y aquí no ha pasado nada. O sí, han pasado una hora y tres cuartos donde hemos sido testigos de infinidad de emociones encontradas y perdidas, de esas compartidas que sólo entre un hombre y una mujer libres (en el mejor de los sentidos) pueden darse. Una película que emociona al final, pero que bien vale la pena transcurrir porque es un viaje de ida (como la droga). Gracias Amalia por recomendarme esta maravilla que yo paso la posta y aconsejo a todos que no se la pierdan. Los trabajos son excelentes y la dirección otro tanto. Un verdadero hallazgo.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 19 de enero de 2019

Mi crítica de "Washington Square" (Cine-1997)

Vi "Washington Square" como complemento de "La Heredera", esta vez dirigida por la polaca Agnieszka Holland. Básicamente la historia es la misma, así que no me detendré acá en narrarla nuevamente, lo que cambian son los intérpretes, acá con una jovencísima Jennifer Jason Leigh en el papel de Catherine Sloper, Ben Chaplin en el de Morris Twensend, Albert Finney encarnando al padre de Catherin, Austin Sloper y Maggie Smith en el rol de la tía Lavonia. Lo mejor del elenco son estos dos últimos, un verdadero lujo en todo lo que hagan. Jason Leigh no está mal, pero está muy lejos del Oscar que ganó por el mismo papel Olivia de Havilland, desangelada, muy pálida, casi sin pintura y con un cutis granuloso que puede observarse bien en las últimas escenas en primerísimo primer plano. Ben Chaplin hace lo que puede con su cara perruna, pero no le llega ni a los talones a Montgomery Cliff, su antecesor.
Acá, con la dirección de la Holland el comienzo parece una comedia de slapstick, porque, la torpeza de ambos jóvenes los lleva a caídas, revoleos y torceduras involuntarias. La cosa se diferencia de la primigenia en algunos detalles, todos basados en la novela de Henry James del mismo título ("¿Ese era el trompetista?", decía un inculto Woody Allen nuevo rico en "Ladrones de medio pelo"), como el comienzo, en donde asistimos al parto que dará a luz a Catherine y muerte a su madre, y a los primeros años de la niña, una obesa infantil, que no aportan mucho a la narración, para diferenciarla del original. Cambian también los valores de la herencia, que si bien en la primera película se hablaba de 30.000 u$s anuales a la muerte del padre, acá se trastocan por 80.000. La ruptura de la pareja en esta oportunidad se debe a que Morris ha conseguido un trabajo como socio en una firma y decide ir a Nueva Orleans a comprar algodón en plena fiebre amarilla. Catherine se opone a que vaya pues quiere casarse enseguida pero el joven, más obstinado, decide ir a ganarse su dinero para no depender del de ella y se marcha, en una pelea por la que la abandonará. El final cambia también un poco pues a la lectura del testamento nos enteramos que Austin ha desheredado a su hija, dejándole sólo los 10.000 u$s que cobraba de su madre y la mansión en Washington Square. El final propiamente dicho es distinto y no conlleva tanta dureza como el de la primer película.
Lo que cambia sustancialmente la película es el costo de producción, que si bien la primera limitaba los lugares de rodaje a la casa, acá hay un delicado despliegue fuera de ella, trasladándose a las calles, y a los Alpes mismos y a calles de Francia en su retiro a Europa. Para quienes no les gusten las películas en blanco y negro (aunque esta, con la dirección de William Wyler es un placer verla), la nueva es en colores y la historia esta narrada con algunas sinopsis narrativas que la hacen diferente (ni mejor ni peor). Quien quiera enterarse del argumento, que lea mi crítica anterior. Bueno, hasta acá una breve descripción de la nueva "Washington Square- La Heredera", que fue realizada en el lejano 1997, hace más de 20 años. Se deja ver y la historia siempre es atrapante.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).




jueves, 17 de enero de 2019

Mi crítica de "Los Amores de una Rubia" (Cine-1965)

"Los Amores de una Rubia" lleva la firma de Milos Forman, el potente realizador de "Atrapado sin Salida" y "Amadeus", entre otras, en su Checoslovaquia natal, dominada en ese momento por la presencia comunista, y constituye un claro ejemplo del cine de toda una camada de jóvenes realizadores que florecieron por esos años, algunos permaneciendo en su país, otros emigrando, como en el caso de Forman, a los Estados Unidos, en donde se le hacía más fácil filmar. Y en esta película de sus primeros años, demuestra que con ingenio se puede vencer a la censura reinante en la tierra comunista, apelando a recursos como el humor y la comedia para hablar de un tema preocupante.
Y para eso cuenta con la presencia de la joven, hermosa y fotogénica Hana Brejchová en el rol principal, el de Andula, la chica del título que, además de ser rubia, es buena actriz y muy bonita (esto creo que ya lo dije). Y en el rol masculino, el del joven pianista Milda Vasita tiene otro puntal en Vladimir Pucholt, un chico de su generación con inquietudes artísticas solventes. La producción, como ya era costumbre en los regímenes comunistas, era escasa, salvo para directores rusos de la talla de Sergei Einsestein, quien gastaba fortunas en sus obras laudatorias del gobierno (aunque después fuera dejado de lado por el mismo gobierno). Y en el rol de inquisidores nos preguntamos: ¿Qué habrá cambiado en la vida de las trabajadoras de la fábrica después de la visita de los soldados? ¿Habrán traído algo de alegría a su existencia? ¿Y cómo habría seguido la vida de Andula de no haber conocido a Milda y haberse acostado con él, previo antecedente de un intento de suicidio? ¿Volvería con esperanza al trabajo después de su fallido intento de amor con su enamorado? Son muchas las preguntas que suscita esta película en apariencia simple y hasta intrascendente, pero que tiene por debajo el germen de quien iba a ser uno de los grandes cineastas del pasado siglo.
La película comienza con una canción cantada en plano medio por una guitarrista joven (no linda) que resulta tonta (la canción), pero que esconde detrás de su zoncera el motivo de ser del film: el encuentro amoroso entre un chico y una chica. O mejor dicho entre una chica y un chico. Sí, porque en el pueblito de  Zruc hay superabundancia de chicas jóvenes solteras, trabajadoras todas de una fábrica de zapatos del régimen, ya que directamente no hay hombres jóvenes en el pueblo, sólo niños o viejos. Los hombres de edad casadera se están preparando para una posible guerra, en el frente, y hay un solo hombre joven por cada dieciséis mujeres, como apunta uno de los generales. Estos se reúnen en comisión para determinar el nivel de aburrimiento y frustración con que van a trabajar las jovencitas, sin amor que las entretenga y les dé aliento a sus vidas. El trabajo rinde menos, acotan los jerarcas, y hay menos producción que si estuvieran felices... Entonces no se les ocurre mejor idea que embarcar un cargamento de soldados de mediana edad para que visiten el pueblo, se arme un baile y puedan darle algo de esperanza a las féminas. Este es el planteo inicial de la película.
A la llegada del tren van todas las chicas a ver bajar a los hombres, pero lo que llega no es lo más granado del género masculino precisamente. Andula, la protagonista, tiene un novio joven, Tonda, que le ha regalado un anillo de brillantes, pero a quien ella no quiere, por saberlo muy brutal. Mientras, duerme en los amplios y poblados dormitorios o barracones designados para las obreras, hacinadas en grandes grupos. Dos son las amigas y compinches de Andula y quienes comparten con ella la esperanza de encontrar marido o alguien con quien calentar la cama por una noche en esa recua de soldados. 
Se arma el bailongo y allí van las jovencitas y los veteranos. Es la parte más graciosa de la película, por momentos hay tiempos muertos en que sólo la música habla, y parece un pasaje de la genial "El Baile", de Ettore Scola. Dos son los momentos descollantes de la acción. Cuando el trío de soldados con anteojos, gordos y feos se apuntan a las chicas y les hacen enviar una botella de vino por el mesero, y este se confunde y la lleva a la mesa de otras tres señoritas, quienes se ilusionan, hasta que el mozo vuelve a retirar la botella y llevarla a sus verdaderas destinatarias. El otro instante feliz es cuando uno de los soldados se quita el anillo de casado para disimular, y este rueda por debajo de las mesas y las piernas de las damas y él va, en cuatro patas detrás de su anillo. Las muchachas son invitadas a la mesa de los tres esperpentos y ellos les preguntan a dónde pueden ir cuando termine la fiesta. "Al bosque", contestan ellas, pero ninguna tiene ganas de ir al bosque con esos tres. En el camino al baño, Andula se topa con Milda, el pianista de la orquesta, un chico joven bien parecido (a qué no sé) que ella ya había estado relojeando mientras esperaban a los candidatos. El chico logra entusiasmarla y hacerla que lo acompañe a su habitación. Allí, por uno y mil medios trata de que se quite el tapado y finalmente logra desnudarla. A pesar de una breve secuencia cómica con la persiana enrrollable que no termina de cerrarse y hasta se desprende y cae, se desnudan los dos y logran hacer el amor. Andula lo recibe feliz y confiada. Después de eso vuelve esperanzada al trabajo.
Pero Andula no tiene bastante con eso y, a quien se le ha prometido, decide visitarlo en Praga, en donde está tocando canciones tontas para atontar a las masas de jóvenes que bailan como con "El Club del Clan". Allí vive en la casa de sus padres y allí se dirige la jovencita. Es recibida por los progenitores de Vasita, con gran estupor por parte de estos que desconfían de una extraña llegada en la noche. Afirman que su hijo está loco, pero aún así la hacen pasar, en la escena más incómoda de la película, al menos para ella. Porque discuten en su presencia qué van a hacer con la chica, si es conveniente invitarla a dormir ya que no tiene lugar a donde ir y lo cabeza hueca que es su hijo que le da la dirección a cualquiera. Se nota una moral antiquísima, rematada por la desconfianza al régimen, que se preocupan por el qué dirán los vecinos si dejan dormir a la chica en su casa y qué tipo de explicaciones darán. Finalmente le arman una cama en un sillón y allí pasará la noche ella, en enagua, mientras Milda vuelve, medio borracho y desalineado por haber estado con otra chica y se sorprende de encontrarla en su sillón. Al principio no sabe quién es pero el padre, más en tono de solfa que enojado, le dice que vea a ver si la conoce. Él la reconoce, ella se despierta y terminan abrazados. Pero la madre lo hace ir a dormir a la cama con ellos para no dejarlos juntos. En una desopilante escena los tres se debaten entre las cobijas, recriminándose cosas y tirando de las frazadas para taparse. Pero la chica oye todo eso y decide volverse a su pueblito... donde sigue trabajando en la fábrica de zapatos.
Una película que muestra el vuelo poético y humanístico de quien se convertiría en uno de los grandes directores de la actualidad y que ya lo mostraba en todo su esplendor.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito )un crítico independiente).

martes, 15 de enero de 2019

Mi crítica de "Una Mujer Fantástica" (Cine)

El primer Oscar para la historia cinematográfica de Chile viene unido de una historia transgresora y controvertida. La producción del film corrió por parte de Chile, Estados Unidos, Alemania y España, es decir que consistía un proyecto fuerte. Y es que la mujer fantástica del título no es otra que una mujer (u hombre) transexual, interpretada por la primera actriz transexual del país transandino, Daniela Vega, quien aporta toda su solvencia de actriz y una potencia descomunal. Es notable la cantidad de prejuicios que existen hoy día en nuestra hermana república (más atrasada, por cierto para este tipo de temas) y quedan reflejados en la película. Nosotros tenemos ya larga experiencia en trans, desde aquella primera y bella Cris Miró hasta la ya aceptada Florencia de la V. pasando por infinitos exponentes de este nuevo género de sexualidad. Aclaremos para quienes no lo tienen claro: una mujer transexual es un hombre que tiene identidad de mujer, puede estar operado o seguir con sus atributos masculinos y viste, piensa y actúa como una mujer. Acá ya es moneda corriente toparse con una trans y respetar sus derechos de igualdad (incluso creo que son aceptadas por la Ley), pero en Chile, todavía en 2017, año de la producción de este film, se considera un tema tabú.
Es curiosa la segregación que padece Marina Vidal (de nombre original Daniel) en su relación con un hombre casado, divorciado y padre de familia. Él la acepta lo más bien, pero cuando, después de festejar el cumpleaños de ella y prometerle de regalo un viaje a las Cataratas del Iguazú (que se pone como meta soñada y abortada, según el inicio de la película) e ir a la habitación de hotel en donde se hospedan y tener sexo (por atrás, como corresponde), él se siente descompuesto y muere en el camino a la clínica. No tiene ni tiempo de asimilar su duelo como pareja de ese Orlando Onetto, que la primera demostración de segregación corre por cuenta del médico que lo atendió. Pero esto sería sólo el comienzo. El único que la trata como un ser humano es ese Gabo, hermano del occiso, cuando le da la noticia por teléfono no bien ocurrido el hecho. Él la trata con respeto y altura y promete encargarse de los trámites. Pero Marina encuentra una extraña llave en el piso del auto en donde venía Orlando, y la guarda para averiguar posteriormente a dónde pertenece. Pero la actitud que toma Marina es la de no dejarse pisotear, de defender con uñas y dientes su posición y su amor con Orlando, de enfrentar a la vida sin menoscabo.
Enseguida irrumpe en su trabajo de mesera una comisario de la policía, dedicada a delitos sexuales y contra la niñez y la interroga sobre su relación con el difunto, haciendo hincapié en que este presentaba golpes en brazos y piernas y una herida en la cabeza cuando ingresara a la clínica. Ella explica que se cayó por la escalera, lo cual es absolútamente cierto. Pero a Marina la reclama su trabajo y queda en llamar a la mujer policía esa misma noche para encontrarse con ella. Le pregunta además si habían consumido alcohol o drogas, ya que en el cuerpo de él se encontraron restos de marihuana. Marina niega todo. Pero a la noche, sobrepasada por el stress, Marina toma un tranquilizante y se queda dormida. Al día siguiente recibe una llamada intimidatoria de la agente que la insta a presentarse a la seccional, molesta por no haber recibido su llamada.
Marina concurre y le dice que le tienen que hacer un test de "comprobación de erección", a lo que ella se niega. Pero es presionada por la policía que le dice que le va a tener que labrar un acta. Es recibida por un médico que le pide que se desnude y se coloque una bata y luego procede a sacarle fotos de su cuerpo desnudo, primero el torso y luego sus partes pudendas. Hay que acotar que Daniela Vega exhibe sin tapujos sus pechos, casi inexistentes, ya que es lisa como una tabla y con una cola tan poco prominente que nos preguntamos cómo puede constituirse en deseo de los hombres. La salvan sus rasgos femeninos faciales, endurecidos por la sobrevida que debe llevar el personaje. La sesión de fotos constituye toda una prueba de humillación para ella, sobre todo porque la oficial no quiso retirarse.
A todos sus pesares se suma el hecho de ser llamada por Sonia, la ex mujer de Orlando, quien le pide que le devuelva el auto y que se lo deje en el garage de la empresa en donde ella trabaja. El encuentro entre las dos mujeres no puede ser más tenso. Ella la mira sin comprender cómo su marido pudo tomar esa vida y opta por considerarlo un pervertido, lo cual hiere aún más a Marina. Ella la trata a la ex de riguroso usted, mientras que Sonia opta por tutearla, y desvía su vista de ella al menor indicio, luego de observarla bien y preguntarse cómo fue posible que su esposo se decidiera por eso... Obviamente se le cierran las puertas al servicio fúnebre y al entierro, por considerarla depravada, que sólo mancillaría el honor de la familia.
Pero esto no es lo único. Se le complica la vida con Bruno, el hijo de Orlando quien entra al departamento que ella tenía con él violentamente y le exige que lo desaloje lo más rápido posible. Ella le pide tiempo para buscar otra cosa. Lo único que conserva de Orlando es a Diabla, una pastor alemán que cuida con esmero y que el hijo le hará desaparecer un tiempo después. Mientras tanto, Gabo la llama para ver si quiere parte de las cenizas de Orlando ya que han decidido cremarlo. Ella se resiste, mientras ve a Orlando "vivo" en todos los sitios a dónde va.
Al mismo tiempo que todo esto sucede, Marina sigue tomando clase de canto lírico con un viejo maestro, quien le dice que no es su padre, ni su psicólogo ni su consejero, que si quiere cantar que se esmere. Ella tiene una hermosa voz de soprano con la que nos endulza el alma. En una de sus caminatas por la calle, es interceptada por Bruno y otros miembros de la familia que prácticamente la secuestran, insultándola donde más le duele y le envuelven la cara con cinta de embalaje, bestialmente. Por suerte la sueltan y ella puede recomponerse. Cuando entra al servicio fúnebre, es echada de allí por la ex esposa de Orlando y auspiciada por toda la parentela. En una confusión con un cliente, reconoce la llave que había encontrado y le pregunta a dónde pertenece, a lo que el hombre le dice que es de su sauna, llamado Finlandia. Ella va rápido hasta allí, paga la estadía y se sumerge en los baños turcos con sus pechos al descubierto, que exhibe sin pudor. Encuentra el casillero a dónde pertenece la llave y se da cuenta que está vacío. 
En una visita al cementerio se topa con la camioneta de Sonia y Bruno y al ser insultada, se trepa al techo del vehículo y patea para abollarlo. Es un animal en fuga. Una vez dentro del crematorio "ve" a Orlando quien le regala el ultimo beso y después lo reconoce en la mesa listo para cremarlo. Asiste al delicado momento. Una vez en paz, realiza un concierto de exhibición de su voz, cantando un aria a voz en cuello. Parece haberse reconciliado con la vida...
Es una película valiente que muestra sin tapujos las hipocresías y prejuicios de una sociedad que todavía permanece cerrada a la integración sexual, y que, por lo que vemos, va a transcurrir mucho tiempo antes que lo logre. Sería una pena que esto pasara. Y bienvenido este Oscar que debe haber servido para abrir las mentes de más de uno y dar una oportunidad a estas personas marginadas de la sociedad y lograr que conozcamos a una gran actriz llamada Daniela Vega.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

domingo, 13 de enero de 2019

Mi crítica de "La Heredera" (Cine-1949)

¿Es posible agregar algo que no se haya escrito ya sobre "La Heredera", esta notable película del alemán radicado en Hollywood William Wyler (1902-1981)? Sólo diré que para los jóvenes que se quieran arrimar al cine clásico de la era de los estudios de Hollywood, esta es una oportunidad invalorable, por la lucidez de su autor, por la claridad de pensamientos y porque el tema no ha pasado de moda. Se trata de la relación de un cazafortunas con una heredera joven y casadera de no muchas luces, que se enamora con todo su ser. Ya está. la resumí en una oración, me ahorré todo el trabajo posterior. Pero no, algo más habrá que comentar. Los inquietos que quieran asomarse a esta etapa del cine pueden hacerlo además desde producciones como las actualísimas de Otto Preminger o las siempre vigentes de Alfred Hitchcock, por poner dos ejemplos. Son películas vitales, que no aburren, que entretienen y que, como buenos clásicos, nunca pasan de moda. Además la fotografía y la iluminación de "La Heredera" son una verdadera obra maestra, sumadas a la música, que hacen de la vieja canción francesa "Plaisir d' amour" el leiv motive del film.
Pero vayamos a las preguntas. ¿Puede una chica rica fiarse de cualquier desconocido/conocido que quiera casarse con ella por un súbito amor? ¿No es más zorro viejo el astuto padre que lo ve todo clarísimo? ¿Puede endurecerse el corazón de la joven por un amor mal habido? ¿Y hasta dónde es justo echarle en cara sus limitaciones intelectuales y físicas a la joven enamorada? Sí, porque todo ésto pasa en el film, y mucho más. Realmente no es una de las películas tontas de la época sino una con gran visión de 365°.
Olivia de Havilland (ganadora del Oscar por esta película, que nación en Tokyo en 1916... y todavía no murió) compone a Catherine Sloper, la hija única de Austin Sloper (Ralph Richardson) y su finada esposa; una chica sin grandes atractivos, se muestra deslucida la actriz y con el pelo grasiento, sin dotes para la conversación ni para desarrollar un tema en profundidad. La acción transcurre 100 años antes que la película, o sea en pleno 1850. El padre es un médico de buen pasar y viven en una mansión señorial, acompañados por la tía Lavinia (Miriam Hopkins), una vieja casamentera que insiste para que Catherine salga de su ostracismo y concurra a fiestas para conseguir un pretendiente. En la primera reunión que va, donde se anuncia la boda de una prima suya, conoce al apuesto y seductor Morris Twensend (Montgomery Cliff, en su esplendor), quien enseguida la saca a bailar y le ofrece su atención. Es, a la sazón, primo del novio de la prima de Catherine. Promete ir a visitarla al día siguiente. Catherine está confundida pues nunca tuvo tratos con un hombre, pero el buen semblante de este la hace confiar. Al día siguiente se presenta en la residencia y, dejados a solas por la astuta tía, él le declara su amor. Claro, él es pobre como una rata, dilapidó su fortuna y ahora vive de lo que le quedó en forma de posesiones. Ella es un bocado apetitoso pues recibe 10.000 U$s anuales en herencia de su madre y, a la muerte del padre, esa cifra se triplicará. Deciden casarse cuanto antes, lo cual, visto así parece muy traído de los pelos, ya que él es un joven apuesto y puede fijarse en cualquier chica de New York antes que en la deslucida Catherine. Por eso, cuando ella le anuncia su boda al padre, este tiende a desconfiar, y le pregunta por qué no se lo dijo Mr. Morris en persona, a lo que ella contesta que prefería adelantárselo ella porque Morris entiende la desconfianza que Austin tiene hacia él.
Antes de que se presente a la mañana siguiente para hacer la declaración formal, Austin cita a la hermana de Morris para hacerle un breve interrogatorio, donde ella le da la razón de desconfiar de su hermano. Aún así se presenta Morris a la hora convenida y habla con el padre de Catherine. Este le dice que rechaza la boda por ser él un farsante, que sólo está allí por la herencia de Catherine y que no lo aceptará nunca como yerno. El pretendiente le había hecho jurar a su prometida que se opondría al padre en caso que el fallo no fuese positivo. Esta cumple con su promesa y se preparan a huir a la noche siguiente, haciendo que un cura los case en secreto y vayan juntos a pasar la noche de bodas a una posada y de allí emprendan su luna de miel. Bajo la lluvia, Catherine ve a Morris y le pide que la huída se produzca esa misma noche, ya que ha tenido una discusión desagradable con su padre. En esa confrontación, Austin le dijo que si ella se pensaba que en realidad la quería Morris, que cómo se iba a fijar en ella que era tan zonza y desangelada, que no podía mantener una conversación y que para lo único que servía era para bordar. Allí se da cuenta Catherine todo el desprecio que su padre sintió siempre por ella, vomitado en un sólo párrafo. Entonces es cuando le dice a Morris de huir, que rechaza la herencia del padre y que no quiere volver a verlo nunca más en su vida. Morris le dice que la espere esa noche a las 12, que pasará a buscarla en un carruaje y de ahí irán donde el cura. Catherine hace sus petates y se pone a esperar. Se presenta la tía Lavinia y ella la hace partícipe de sus planes. Entre las dos se ponen a esperar que venga Morris.
Pero el señorito no aparece nunca ni aparecerá. Ella sube las escaleras entre llantos, con el corazón destrozado y sus valijas impolutas y con veinte años más en su cara, realmente se le ha agriado el rostro. Pero el padre, sufre del corazón y se autoexamina y se da cuenta de que está próximo a morir. Así se lo hace saber a su hija, pero ella ni así se conmueve. Odia a su padre y se le ha endurecido el corazón. Le dice que no huirá esa noche ni ninguna otra ya que Morris la ha abandonado. Le pide que redacte un testamento para desheredarla, pero el padre se niega.
Después de la muerte de Austin todo vuelve a su cauce. Sigue viviendo Catherine en la mansión con su ejército de mucamas y ahora con su herencia completa. Cuando una tarde vuelve de paseo Lavinia y le dice que ha visto a Morris, y a los cinco minutos él toca el timbre. Llega con la cola entre las patas, le dice que tiene una explicación para todo, se la da, aunque ella no se deja convencer. Le dice que si aún lo quiere y ella contesta que sí. Entonces planean todo para salir de viaje de bodas esa misma noche. Pero Catherine no prepara sus maletas y le dice a la tía que ya le ha robado la esperanza y ahora pretende robarle el amor. Sigue con su bordado, y cuando él llega a buscarla, ella no le abre las puertas, mientras Morris queda afuera gritando desesperado su nombre, Catherine apaga las luces y sube a su cuarto. Se ha convertido en una solterona resentida y desconfiada ante el amor de los hombres. Me endureció la película, y cerré mi corazón a cualquier explicación de amor que pudiera darme señorita alguna, tanta es la potencia de las últimas imágenes del film con Catherine subiendo las escaleras con su lámpara mientras el novio se desgañita gritando afuera. ¡Se hizo justicia!
No quiero cerrar este comentario sin citar algunos de los grandes hitos de William Wyler, como "Jezabel" (1938), una versión de "Cumbres Borrascosas" (1939); "La carta" (1940); "La Loba" (1941); "Los Mejores Años de Nuestra Vida" (1944); "Vacaciones en Roma" (1953); "Horas desesperadas" (1955); "Horizonte de Grandeza" (1958); "Ben-Hur" (1959) y por último "Funny Girl" (1968). Todos grandes e imborrables títulos, mojones de grandeza que fueron forjando la cima del cine clásico norteamericano, la mayoría hecha por extranjeros huídos de la guerra. Una historia rica y valiosa a revisar de vez en cuando. No se pierdan esta o cualquiera de esas películas y disfrútenlas en grande, porque se lo merecen. Para un señor tan actual como el talentoso William Wyler.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

jueves, 10 de enero de 2019

Mi crítica de "El Repostero de Berlín" (Cine)

Esta notable co-producción israelí-alemana es de esas películas, como la danesa "La Fiesta de Babette", la taiwanesa "Comer, Amar, Hombre, Mujer" o la mexicana "Como agua para Chocolate", que une el cine con los alimentos, están destinadas a deleitar los sentidos y hacer que segreguen nuestras glándulas salivales. Pero ofrecer tal cantidad de exquisiteces dulces, para un diabético (yo lo soy) es un verdadero atentado... Pero acá estoy, sobreviví al embate y me regocijé con una película tan rica en su aspecto culinario como en su temática. Acá, la confección de postres, tortas y confituras está coloreada por un amor homosexual, que se lleva a cabo entre un repostero berlinés, Thomas (Tim Kalkhof) y un ingeniero israelí que trabaja en la comunicación de trenes en Alemania, Oren (Roy Miller). El pastelero alemán tiene una confitería propia de nombre "Pastelería Kredenz", adónde asiste siempre que está en Alemania Oren. Con la excusa de comprar un regalo para el cumpleaños de su hijo, le pide a Thomas que lo acompañe a comprar el juguete. A partir de allí comienza una relación entre los dos que se va a extender en el tiempo (con los sucesivos viajes de Oren entre Israel y Alemania, ya que está casado y tiene su hogar allá), conviviendo juntos durante su estadía en la tierra germánica.
La película está muy bien construida, sin golpes bajos de la relación entre los dos hombres, no se regodea en intimidades y tiene un guión sólido, así como la sabia dirección del judío Ofiz Raul Graizer, de mano firme y contundente en el relato. Pero quiere el destino que Oren muera en un accidente automovilístico en su país, al regresar a su casa, y Thomas, sin saber nada, le deje un montón de mensajes sin contestar en su celular. Se entera de su muerte por la compañía de trenes, a dónde va a recabar información. Sabe por su amante, que la mujer de este tiene una cafetería en Israel, y hacia allí viaja. Mientras duró la relación de novios, Thomas le pedía a su amante que le relatara sus encuentros íntimos con su mujer, en una especie de regusto masoquista, ya que pedía detalles reservados. Una vez en Israel, el buenote de Thomas va a la cafetería de  Anat (Sarah Adler), la viuda de Oran y pide un café y algo para comer. Se entienden con la preciosa mujer en inglés. Quieren los hados que Thomas acabe trabajando para ese comercio, ayudando en la cocina a lavar los utensillos, hasta que su labor de cocinero tiene ocasión de presentarse, para el cumpleaños del pequeño Itai (el hijo del matrimonio) y le hornee una ración de galletitas decoradas. Mutti (Zohar Strauss), hermano  de Anat lo increpa por haber usado el horno, ya que para un no judío está prohibido hacerlo. El prejuicio que tiene la familia de Anat hacia el alemán es el mismo que puede tener uno contra los homosexuales, infundado, como todos los prejuicios. Pero pronto logra conquistar a toda la familia, incluída la madre del difunto. 
Las galletas que Thomas prepara para la fiesta del niño tienen tanto éxito que pasa a fabricarlas para la cafetería, en dónde pronto corre el rumor que hay confituras exquisitas, sumada la mala mano de Anat para la cocina. Es invitado a comer a casa de la viuda y lleva una "Selva negra" preparada por él, que causa sensación. Enseguida acabará haciendo los más exquisitos postres para el negocio familiar. Todo marcha viento en popa y entre ellos se comunican en un inglés fluido y Mutti le ayuda a conseguir un departamento en la ciudad hebrea. La película, en su gran extensión está hablada en yddish o en alemán. Mutti logra hacer buenas migas con el extranjero y lo invita a pasar el Shabath a su casa. Los pedidos para fiestas de muchas personas empiezan a llegar a raudales, mientras preguntan si los productos están hechos por manos judías, a lo que siempre Anat responde que sí. Es notable como se ha dado vuelta el antisemitismo, en Israel recelan de todo extranjero que pueda existir entre ellos. Lo curioso es que Anat no pregunta nada del pasado y de a qué se dedicaba el ignoto pastelero, sorprendiéndose ante su bien desempeño en la cocina. Pero al mismo tiempo revisa una caja que llega desde Alemania con cosas de su marido en donde, revisando, encuentra diversos tickets de la pastelería   Kredenz, lo que la hace sospechar algo raro.
En una oportunidad que invita a cenar a su casa a Thomas, llueve y éste llega con la ropa mojada, Anat lo conduce al baño para que se cambie y le da ropa de su marido, que él tratará con veneración. Thomas cree encontrar a Oran en cualquier persona medio parecida a él, pero Oran está definitivamente muerto. Vemos un flashback sobre las citas mantenidas por ambos hombres en Alemania y cuando tenían sexo. Pero lo que es amistad con Anat, sumado a la soledad de esta y al atractivo de Thomas, quiere que ella, en una noche que se quedan trabajando hasta tarde, lo avance y él, primero, por su homosexualidad, la rechace, hasta que acepta el juego y terminan los dos haciendo el amor entre masas sin hornear y harina desparramada por la mesada de la cocina, en una escena que no llega a los decibeles que la que hayan tenido Jack Nicholson y Jessica Lange en "El cartero llama dos veces", pero que es igual de apasionada. A partir de allí ella no se siente más sola y al día siguiente se muestra eufórica.
Pero el diablo mete la cola, y Anat le pregunta por los recibos que guarda de su marido en su estadía en Alemania y por los muchos de la pastelería  Kredenz, que Thomas dice desconocer. Ella empieza a investigar la sospechosa pastelería por internet, llegando a ver su fachada y las tortas que allí se exhiben, de riguroso parecido con las que compone Thomas. Sin quererlo, empieza a atar cabos, y lo que al principio es sospecha, lo confirma al ver una nota hecha de puño y letra por Thomas (que conservaba entre los recuerdos de su marido) y un escrito actual del alemán. Pero falta el momento de la verdad. Y este llega cuando Anat le revisa los mensajes del celular al difunto esposo y comprueba que allí había trece (¡¡¡13!!!) mensajes de amor de Thomas. Ese con quien ella compartía lecho y que le hacía el amor tal como le había descrito su marido que le gustaba. A esto se suma un cartel dejado en plena vidriera de la cafetería diciendo que ese negocio no estaba comandado por judíos, con lo cual alejaba a su público. Anat sabía que su marido se veía con otra persona en sus idas a Berlín y (como no es estúpida) reconoce que su amante no esotro que Thomas. Esto la shokea enormemente y, mientras este amasa, llega Mitti con un boleto de Avión para el extranjero, para que se vuelva a Alemania al cabo de la siguiente hora. Este llora desconsoladamente. Ahora, ¿por qué aceptó acostarse con Anat siendo gay? Seguramente para compartirla con su amor muerto, poseyendo lo que Oren poseía tantas veces. El plano final, cuando Anat viaja a Berlín y lo ve salir de su pastelería sin decirle palabra, viéndolo desde la calle de enfrente, es de una poesía inusual. ¿Lo recuperará? ¿Habrá viajado para disculparse? No lo sabremos, porque allí termina esta hermosa película que nos da ganas de salir corriendo a comprarnos una torta. Excelente realización y un exponente más de lo que el cine israelí es capaz de regalarnos. Véanla. Los va a fascinar.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

martes, 8 de enero de 2019

Mi crítica de "Yo no duermo la siesta" (Teatro)


Ni chicha ni limonada me pareció esta obra de gran repercusión en el ámbito teatral independiente, llevada a cabo en el 2018 y grabada por Teatrix. Tenía puestas muchas expectativas en el "gran suceso de las hermanas Paula y María Marull" y se desinflaron un poco apenas empezó a transcurrir la obra. De la mitad para adelante repunta un poco, es decir, cuando apuesta a situaciones con humor, sobre todo las sostenidas por las dos niñas del elenco, peso pesado, para dos nenas llevar toda la carga de una obra sobre sus espaldas. Pero sí, se la cargan encima y si bien ninguna de las dos es muy carismática, logran insuflarle convicción y ánimos a una obra de por sí fluctuante. Toda la parte del tío discapacitado mental me pareció lamentable (no la interpretación, que está muy bien), pero me dio la impresión de que deslucía la pieza, por el constante machacar sobre la corta inteligencia de un ser que, lejos de inspirar piedad, suscitaba bronca (que me perdonen los del INADI). Paula Marull es la autora y directora de "Yo no duermo la siesta", y su hermana María la protagonista (en el rol de Doris o Dorita, una empleada doméstica dentro de una casa paraguaya). Todos son paraguayos en la obra, y hablan como tales (espléndido el trabajo de las dos niñas, que identifico como Laura y Sandra Grandinetti, ¡Ay la falta de nombres de los personajes/actores!), menos Hilda, la madre de familia, a quien no se le nota el acento, no sé si por un error en la dirección o por querer demostrar alguna cosa extraña.
Doris atiende a todos los de la familia, teniendo que estar muy atenta de Aníbal, el tío oligofrénico, quien, como todo enfermo mental, tiene sus manías, sus ratos buenos y de los otros. Se hace compañía con HIlda, su hermana y madre de Rita, una de las dos chicas. La otra nena se llama Natalie y es sobrina de HIlda, viviendo enfrente y teniendo a su madre en situación de dar el paso para la otra vida. Las chicas son la piel de Judas, y juegan sus juegos infantiles a la hora de la siesta (que no duermen), mientras se pelean con su tío Aníbal. Claro, Doris tiene que poner un paño de agua fría entre tanta refriega, y reta a las chicas y apaña al tío. Mientras, escucha por los auriculares su cumbia. Otra cosa que me chocó de la obra es que en todo momento se escucha cumbia en la casa, lo cual me parece insoportable (hasta en los títulos de crédito asistimos al bendito género musical),
Hilda y Aníbal se entretienen viendo pasar la gente por la vereda, mientras toman mate (infaltable en casa de paraguayos), y ven pasar una y mil veces la moto de "el hijo de Cacho", que atruena la paz de la siesta, con su melena al viento. Claro que Aníbal exclamará: "¡Cuántas motos!", no dándose cuenta que es la misma que pasa y repasa. Ahí, en la vereda tiene los primeros ataques (o mejor llamarlos "berrinches") y es calmado por su hermana y por la buena de Doris. Él quiere que sean las 4 de la tarde, porque "es la hora que me entra el sueño". Pasan a comer mientras HIlda se va. Y Doris sienta al tío a la mesa junto a los dos angelitos que tiene dando vueltas por allí. Sus juegos son inocentes, desde disfrazarse y querer ser una sirena o un molusco hasta pintarrajearse y jugar a ser "el río". Pero en uno de esos juegos perversos envuelven al tío con mantas y mangueras lo cual le provoca un ataque de nervios al pobre Aníbal. Hay que ponerle un ventilador sólo para él ya que sufre de mucho calor. Y no sabe pintar sus libros para colorear, dictamina Natalie. Lo que más ansía Aníbal es treparse a un árbol, y lo hará, después de dormir la siesta sentado a la mesa. Es muy graciosa la parte en que las dos nenas tratan de "operar" al perro de la casa y lo matan (humor negro), vienen con las manos llenas de sangre y dicen que están "operando al Lauchy" y que no resistió la operación. Entretanto, Doris escucha su cumbia... y el tío se trepa al árbol, dándose un porrazo que lo deja contuso. Las dos nenas tratan de avisarle a Doris, pero ella sigue enfrascada en su cumbia. Y sueña con verse agasajada por Peter, el "hijo del Cacho". Cuando éste irrumpe en escena, con su pelo largo y sus manos sucias de manejar y arreglar la moto, todo se pone patas para arriba. Las chicas tratan de convencerlo para que se le insinúe a Doris, y ella no hace más que echarlo. Llegan a esconderlo debajo del sillón cuando vuelve Hilda.
Pero lo mejor todavía no ha pasado. El momento mágico de la declaración con "beso largo" incluído (como le explicaron las dos chicas que debía hacer), mientras ellas tiran papel picado en la cabeza de los novios y suena una canción romántica, que por una vez deja de ser cumbia. Al descubrirlo Hilda debajo del sillón pone de patitas en la calle a su fámula, quien envuelve todas sus pertenencias en una bolsa y al otro día va a irse. Las chicas se despiden, temiendo Natalie el volver a su casa por la situación en que va a encontrar a su mamá. Se espera lo peor. Cuando las nenas están solas juegan a "la diálisis", obviamente un tratamiento que le hacen a la enferma. Luego de despedir a Natalie, Rita se queda sola y le pide a Doris de dormir con ella, quien la acoge en su lecho. Rita le dice, sin ahorrarse el humor negro tan propio de las criaturas que le dijeron que ella se va a morir pronto. Doris le hace entender que eso no es así ya que para eso hace falta cumplir muchos años.
Al día siguiente, Doris mete violín en bolsa y se aleja de la casa de sus patrones, pero en el momento en que va a irse aparece mágicamente Peter, con el cabello cortado bien prolijo y un gran oso de peluche para ella. Se produce la unión de los amantes y termina la obra.
Durante la primera mitad le faltó humor a la pieza, tratando de dárselo con las ocurrencias del tío enfermo, pero resulta más patético que humorístico. En la segunda parte, cuando las chicas se adueñan de la escena la obra levanta vuelo, sobre todo recurriendo a un humor negro que pasa por naif. Las actuaciones están bien y son difíciles de conseguir, hablando todo el tiempo con acento paraguayo (menos HIlda) y se lucen María Marull y las dos chicas, además del tío enfermo. Lo que se puede ver de Peter, que es poco, resulta convincente, tanto en su vida de "grasa" como en la de educado. Los nombres de los actores, además de los mencionados son: Mauro Álvarez, Luciana Grasso y Marcelo Pozzi. La gran consagración de María Marull, de la que tanto se habla, no me parece tal, sumándose al tándem de buenas interpretaciones en el resto del elenco. La obra se puede ver, no le quito méritos, pero hubiese sido más preciado un nivel más parejo en la escritura y no tener que esperar media obra para suscitar el interés. Los adictos a mi blog pueden verla haciendo un click en el link de arriba.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 5 de enero de 2019

Mi crítica de "Libertarias" (Cine-1996)

El prólogo de esta discutible película del prolífico Vicente Aranda reza: "Verano de 1936. 18 de julio. El ejército se subleva contra la República/ 19 de julio. En Barcelona y en Madrid el ejército es derrotado por el pueblo./ 20 de julio. Las masas reclaman un estado revolucionario. El gobierno legal es incapaz de controlar la situación./ 21 de julio. Comienza la Guerra Civil Española, la última guerra idealista, el último sueño de un pueblo volcado hacia la utopía..."
¿Por qué será que siempre la palabra "utopía" se refiere al comunismo? Porque digámoslo claramente, el gobierno de la dictadura que gobernaba España era cruel y sanguinario, pero los que se le oponían eran los anarquistas y los comunistas, los genuinamente llamados "rojos". Y un gobierno de izquierdas -y mucho menos un desbarajuste anarquista- nunca fue bueno para la clase media a la que me enorgullezco de pertenecer. Ojo, no estoy con esto adhiriéndome a las facciones fascistas que por entonces gobernaban España, pero tampoco desearía que la opción fuera establecer un orden (perdóneseme el oxímoron) anarquista. Es como lo sucedido en la "patagonia rebelde" en la que una colonia de anarquistas trató de tomar el poder y fue sofocada por el gobierno de Irigoyen, tan bien narrado y auspiciado por el ahora patriota Osvaldo Bayer. Nadie en su sano juicio querría para su nación un gobierno anarquista, salvo para quienes profesan esas obtusas ideas (que en la teoría pueden ser muy buenas, como las del comunismo, pero en la práctica siempre defendió desastres). Y signos de la anarquía como sistema lo tenemos en la actualidad más cotidiana de nuestro país (sí, no es cosa del pasado) con las bombas puestas hace poco en nuestra propia ciudad, que por fortuna no alcanzaron a estallar.
Pero veamos la película, ésta está enfocada desde el punto de vista de los Republicanos, las facciones revolucionarias. Y recordemos que la palabra "revolución" designa un cambio de sistema, y que ninguna revolución se hizo sin derramamiento de sangre. Acá habrá sangre de ambos bandos, y mucha. El film empieza una vez comenzada la Guerra Civil y se inicia con una monja, María (Ariadna Gil), que debe refugiarse en un prostíbulo, al que arriban las revolucionarias, lideradas por Pilar (Ana Belén) y reclutan para sí a las prostitutas, salvándolas del yugo opresor que les hace vender sus cuerpos y adquiriendo autonomía y adhiriéndose al movimiento (como que no hubieran tenido poco movimiento en las camas). María es llevada por Pilar al epicentro de la lucha, cambiando su sombrero por un pañuelo rojo y convirtiéndola a la Juventud Libertaria a la que pertenecía Pilar. Hacen un primer recorrido por las calles llevando armas a sus camaradas y pasando con una motoneta que lleva en la caja mendrugos de pan (que ocultan más armas) para alistarse con sus compañeros de movimiento. La lucha es sin cuartel. Pronto se suma a ellas Floren (Victoria Abril), anarquista, espiritista y coja (en ese orden) y se sitúan en un lugar de trincheras donde transcurre la mayor parte de la película. Enfrente tienen al enemigo, y si bien no hay bajas en las filas Republicanas tampoco las hay en las fascistas (por el momento). Son muy significativos los planos detalle de la película, en especial de ese reloj al que el Obrero padre (Pepe Sancho) no se olvida de dar cuerda y deja especiales recomendaciones por si él cae en la lucha de que lo tengan siempre al día. Recuerdo un chiste de Woody que dice que hasta un reloj descompuesto da dos veces al día la hora exacta... Ese reloj será muy significativo, porque cuando el miliciano caiga, a bordo de un auto blindado, pasará a manos de otro que lo llevará encima con tal de darle cuerda. Significa las horas de la lucha que ya se estaba sofocando, o las horas que les quedaban de vida como personas.
Hay un ex cura secretario (Miguel Bosé) que está en el bando de los Republicanos y quien se enamora de María y llega a proponerle casamiento. Esta lo rechaza, por supuesto, por estar entregada a Dios. Hay también una ex prostituta que le ofrece sus carnes a un ex presidiario republicano, quien hacía dos años que no tenía contacto con mujer alguna... hasta en la guerra suele haber treguas. Y está la espiritista  Floren que se encarna en el espíritu de  Mateo Moral, el que había arrojado la bomba a Alfonso XIII, quien se encarna en su cuerpo y da órdenes precisas a la tropa. Siguiendo estas indicaciones logran hacerse con una caja de caudales, la que les servirá para volar el puesto de trinchera de las milicias fascistas. Se escabullen cruzando el río y se hacen del puesto liquidando a sus enemigos haciéndolos volar por los aires. Floren, imbuída por algún espíritu tira un tiro que le vuela la cabeza a uno de los contrarios.
Ya en la ciudad, el Obrero padre, maneja un tanque blindado con el que logra derribar un puesto enemigo, pero es muerto en la acción y es sucedido por el Obrero hijo (Jorge Sánz) quien se rebelará contra el movimiento por la muerte de su padre. Las mujeres son examinadas por un par de médicos quienes les diagnostican enfermedades venéreas y algunas otras del aparato genital, con lo que prefieren que la milicia de mujeres deje su función y se confinen a los talleres de tejido, lo cual debe ser comunicado por el ex cura. Las mujeres guerreras dicen que no dejarán la lucha ni aún muertas. Pero pronto vendrá la represalia. Los fascistas atacan todo el escuadrón de mujeres y las pasan a degüello, salvándose sólo María, la ex monjita, rescatándola de ser violada por la facción fascista por el jerarca, quien le tiene compasión por tratarse de una ex monja.
Cientos de iglesias han sido destruídas por los "rojos", miles de imágenes religiosas quemadas en hogueras así como obispos asesinados de un tiro en la cabeza. No, si no eran ningunos santos estos Republicanos... Todas las instituciones inamovibles se conmueven ante el paso de las milicias, y todo lo que parecía establecido se desestabiliza. Es el peso de una revolución. Las conciencias se sublevan, otras se atemorizan y hasta algún fascista se ahorca por honor a la patria.
La música de José Nieto es encantadora, y alterna marchas militares con cánticos religiosos y ha sido grabada por la Orquesta de la Radio de Bratislava, dando un aura temible de opresión al film. Todo el metraje se mueve entre el bando de los Republicanos, sin acceder a la intimidad de los contrarios, que son pintados acá como los malos de la película, y no sin motivos ya que eran facciones de temer, y la represalia fue muy dura. Nunca más se produciría otra Guerra Civil como esta en la historia de España y luego vendría la temible dictadura de Franco. Como resultado de la Guerra Civil contamos la muerte de Federico García Lorca y Antonio Machado y Miguel Hernández en la cárcel, como los poetas fusilados por el fascismo. Una guerra, que como todas las guerras, dejó importantes bajas de uno y otro lado y a la que nadie le fue indiferente.
Un film importante para revisitar el pasado reciente que aún deja escaras.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



jueves, 3 de enero de 2019

Mi crítica de "Salvajes" (Teatro)


No se dan una idea cómo me molesta que "Salvajes" haya permanecido durante bastante tiempo en cartel y tenga su público. Una obra degradante, que sólo apunta sus chistes a la grosería más escatológica (no digo a la simple mala palabra sino a lo más bajo de la argumentación) y sin ningún síntoma de inteligencia. Le tenía desconfianza ya que el elemento central es el mismo de "La madre que los parió", otra obra deleznable, digna de Sofovich o de Ricardo Fort, el autor es Juan Paya, uno de los actores de ese engendro y el director, el mismo, Héctor Díaz, quien como actor asume papeles que están acordes a su calidad interpretativa (que es sobresaliente), pero que, como director, se ha dedicado sólo a producir monstruos. El elenco era igual de anónimo: salvo Graciela Stefani (Emilia), la única con autoridad encima de un escenario; se suman Maida Andrenacci (Leticia), Federico Barón (el concheto del que no se dice el nombre); Juan Paya (Camilo, el encargado de seguridad); Payuca del Pueblo (Alexandra, un travesti que ostenta muy bien el nombre que se otorgó); Imanol Rodríguez (Matías "Tiburón", hermano de la anterior) y Andrés Rovetto (Claudio).
Entre todos sacan a relucir lo peor de la sociedad, tal vez como elemento crítico pero me parece que más bien se trata de hacer empatía con ello. La acción transcurre en el garage de un edificio de departamentos, en donde el encargado de seguridad ha abatido a un ladrón y lo tiene tapado, listo para meterlo en el baúl de su auto y dejarlo por ahí tirado. Mientras, mantiene de rehenes a todos los que de una u otra manera se han visto involucrados en el asunto y pueden salir y denunciarlo. Las tensiones son muchas, está Emilia, la presidenta del consorcio que se da aires de superioridad y es partidaria de llamar a la policía, Leticia, una chica "bien" con tendencias izquierdosas que se basa siempre en los derechos civiles y humanos, lo cual pone un toque de cordura al asunto, el consabido travesti, que debe soportar todos los embates ajenos debido a su condición, el hermano de esta, un desaliñado y pedante nuevo presidente del consorcio que ostenta su cargo sólo para "levantar" minas, el guardia de seguridad, pistola en mano, que no hace más que desocupar su baúl no se sabe de qué, Claudio, un "fumado" espiritista y "new age" que quiere exorcizar el cuerpo del difunto y el "tipo bien" que habla todo con un acento raro de clase acomodada y con estereotipos de mechar palabras en inglés y sin dejarse entender. Otro tema importante es la dicción y emisión de voz de los actores. Salvo a Graciela Stefani, de voz potente, a ninguno del resto se le termina por entender lo que dicen o quieren transmitir.
Y hago la aclaración de que no se basa en malas palabras, las cuales no me asustan, porque son expresiones claras y concisas. Así lo explicaba Pinti hace años: uno puede decir de alguien que es un bobo, pero si dice que es tonto, subimos otro escalón, ahora si dice que es un tarado, nos explicamos mejor, pero si decimos que el tipo es un boludo estamos un escalón más arriba, y ya es imposible dudar cuando decimos que el sujeto en cuestión es un pelotudo. Las malas palabras sirven para poner en claro el lenguaje, para darle categoría y rebajar al que lo merece; cuando Cervantes quiso decir "mierda" dijo "mierda" y cuando quiso decir "puta" no dudó en usar la palabra. Ahora bien, esta obra se regodea en el insulto rebajante, en la ordinariez gratuita y lo que es peor, en la imbecilidad.
Todos discuten si deben denunciar al asesino a la policía y entregar el cuerpo, pero llega a seducirlos la idea de trocearlo en pedacitos para hacerlo desaparecer, y tal vez pasarlo por la picadora de un carnicero amigo y hacer con esa carne empanadas, con las cuales alimentar a los niñitos de las villas... para que mueran... Se me dirá que la corrección política no siempre es la más efectiva en el terreno del humor. Como la autoritaria de Emilia quien quiere eliminar a la boliviana de la verdulería porque la estafó en el precio de los tomates, y que habría que poner a todos los bolivianos en un tren y devolverlos a su país.... Me parece que al autor Juan Paya se le va la mano con su xenofobia de adentro y de afuera.
Todos gritan, corren, farfullan sin que se les entienda nada y producen el caos sobre el escenario. Una obra execrable desde todo punto de vista para con las minorías y absolutamente rayana en lo repulsivo. No es apta para oídos y mentes bien entrenados en el arte del teatro, que tiene dignos exponentes en la misma cartelera porteña. ¿Y para qué seguir hablando de esta obra? Si quieren, pueden verla con sólo hacer un click porque a eso me comprometí con Teatrix, pero queda bajo la responsabilidad... de los seres humanos.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).