jueves, 17 de enero de 2019

Mi crítica de "Los Amores de una Rubia" (Cine-1965)

"Los Amores de una Rubia" lleva la firma de Milos Forman, el potente realizador de "Atrapado sin Salida" y "Amadeus", entre otras, en su Checoslovaquia natal, dominada en ese momento por la presencia comunista, y constituye un claro ejemplo del cine de toda una camada de jóvenes realizadores que florecieron por esos años, algunos permaneciendo en su país, otros emigrando, como en el caso de Forman, a los Estados Unidos, en donde se le hacía más fácil filmar. Y en esta película de sus primeros años, demuestra que con ingenio se puede vencer a la censura reinante en la tierra comunista, apelando a recursos como el humor y la comedia para hablar de un tema preocupante.
Y para eso cuenta con la presencia de la joven, hermosa y fotogénica Hana Brejchová en el rol principal, el de Andula, la chica del título que, además de ser rubia, es buena actriz y muy bonita (esto creo que ya lo dije). Y en el rol masculino, el del joven pianista Milda Vasita tiene otro puntal en Vladimir Pucholt, un chico de su generación con inquietudes artísticas solventes. La producción, como ya era costumbre en los regímenes comunistas, era escasa, salvo para directores rusos de la talla de Sergei Einsestein, quien gastaba fortunas en sus obras laudatorias del gobierno (aunque después fuera dejado de lado por el mismo gobierno). Y en el rol de inquisidores nos preguntamos: ¿Qué habrá cambiado en la vida de las trabajadoras de la fábrica después de la visita de los soldados? ¿Habrán traído algo de alegría a su existencia? ¿Y cómo habría seguido la vida de Andula de no haber conocido a Milda y haberse acostado con él, previo antecedente de un intento de suicidio? ¿Volvería con esperanza al trabajo después de su fallido intento de amor con su enamorado? Son muchas las preguntas que suscita esta película en apariencia simple y hasta intrascendente, pero que tiene por debajo el germen de quien iba a ser uno de los grandes cineastas del pasado siglo.
La película comienza con una canción cantada en plano medio por una guitarrista joven (no linda) que resulta tonta (la canción), pero que esconde detrás de su zoncera el motivo de ser del film: el encuentro amoroso entre un chico y una chica. O mejor dicho entre una chica y un chico. Sí, porque en el pueblito de  Zruc hay superabundancia de chicas jóvenes solteras, trabajadoras todas de una fábrica de zapatos del régimen, ya que directamente no hay hombres jóvenes en el pueblo, sólo niños o viejos. Los hombres de edad casadera se están preparando para una posible guerra, en el frente, y hay un solo hombre joven por cada dieciséis mujeres, como apunta uno de los generales. Estos se reúnen en comisión para determinar el nivel de aburrimiento y frustración con que van a trabajar las jovencitas, sin amor que las entretenga y les dé aliento a sus vidas. El trabajo rinde menos, acotan los jerarcas, y hay menos producción que si estuvieran felices... Entonces no se les ocurre mejor idea que embarcar un cargamento de soldados de mediana edad para que visiten el pueblo, se arme un baile y puedan darle algo de esperanza a las féminas. Este es el planteo inicial de la película.
A la llegada del tren van todas las chicas a ver bajar a los hombres, pero lo que llega no es lo más granado del género masculino precisamente. Andula, la protagonista, tiene un novio joven, Tonda, que le ha regalado un anillo de brillantes, pero a quien ella no quiere, por saberlo muy brutal. Mientras, duerme en los amplios y poblados dormitorios o barracones designados para las obreras, hacinadas en grandes grupos. Dos son las amigas y compinches de Andula y quienes comparten con ella la esperanza de encontrar marido o alguien con quien calentar la cama por una noche en esa recua de soldados. 
Se arma el bailongo y allí van las jovencitas y los veteranos. Es la parte más graciosa de la película, por momentos hay tiempos muertos en que sólo la música habla, y parece un pasaje de la genial "El Baile", de Ettore Scola. Dos son los momentos descollantes de la acción. Cuando el trío de soldados con anteojos, gordos y feos se apuntan a las chicas y les hacen enviar una botella de vino por el mesero, y este se confunde y la lleva a la mesa de otras tres señoritas, quienes se ilusionan, hasta que el mozo vuelve a retirar la botella y llevarla a sus verdaderas destinatarias. El otro instante feliz es cuando uno de los soldados se quita el anillo de casado para disimular, y este rueda por debajo de las mesas y las piernas de las damas y él va, en cuatro patas detrás de su anillo. Las muchachas son invitadas a la mesa de los tres esperpentos y ellos les preguntan a dónde pueden ir cuando termine la fiesta. "Al bosque", contestan ellas, pero ninguna tiene ganas de ir al bosque con esos tres. En el camino al baño, Andula se topa con Milda, el pianista de la orquesta, un chico joven bien parecido (a qué no sé) que ella ya había estado relojeando mientras esperaban a los candidatos. El chico logra entusiasmarla y hacerla que lo acompañe a su habitación. Allí, por uno y mil medios trata de que se quite el tapado y finalmente logra desnudarla. A pesar de una breve secuencia cómica con la persiana enrrollable que no termina de cerrarse y hasta se desprende y cae, se desnudan los dos y logran hacer el amor. Andula lo recibe feliz y confiada. Después de eso vuelve esperanzada al trabajo.
Pero Andula no tiene bastante con eso y, a quien se le ha prometido, decide visitarlo en Praga, en donde está tocando canciones tontas para atontar a las masas de jóvenes que bailan como con "El Club del Clan". Allí vive en la casa de sus padres y allí se dirige la jovencita. Es recibida por los progenitores de Vasita, con gran estupor por parte de estos que desconfían de una extraña llegada en la noche. Afirman que su hijo está loco, pero aún así la hacen pasar, en la escena más incómoda de la película, al menos para ella. Porque discuten en su presencia qué van a hacer con la chica, si es conveniente invitarla a dormir ya que no tiene lugar a donde ir y lo cabeza hueca que es su hijo que le da la dirección a cualquiera. Se nota una moral antiquísima, rematada por la desconfianza al régimen, que se preocupan por el qué dirán los vecinos si dejan dormir a la chica en su casa y qué tipo de explicaciones darán. Finalmente le arman una cama en un sillón y allí pasará la noche ella, en enagua, mientras Milda vuelve, medio borracho y desalineado por haber estado con otra chica y se sorprende de encontrarla en su sillón. Al principio no sabe quién es pero el padre, más en tono de solfa que enojado, le dice que vea a ver si la conoce. Él la reconoce, ella se despierta y terminan abrazados. Pero la madre lo hace ir a dormir a la cama con ellos para no dejarlos juntos. En una desopilante escena los tres se debaten entre las cobijas, recriminándose cosas y tirando de las frazadas para taparse. Pero la chica oye todo eso y decide volverse a su pueblito... donde sigue trabajando en la fábrica de zapatos.
Una película que muestra el vuelo poético y humanístico de quien se convertiría en uno de los grandes directores de la actualidad y que ya lo mostraba en todo su esplendor.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito )un crítico independiente).

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