miércoles, 28 de octubre de 2020

Mi crítica de "Joel" (Cine)

Carlos Sorín es y será uno de mis directores favoritos de nuestro país. Siempre supo enarbolar las banderas del buen cine, aquel de los pequeños detalles, de las miradas, de los sentimientos, ajeno al sentimentalismo barato pero sí a defender los valores y el buen gusto. Ya había despuntado en el 86 con la que sería su ópera prima: "La Película del Rey" que defendía ese hacer cine con dos pesos en la Argentina, dando los mejores productos, con toda su carga felliniana y la desmesura de una Ana María Giunta enorme -en varios sentidos- con su risa contagiosa. Ese mismo año vendría un falso documental para la televisión, "La era del Ñandú", una revisión de las creencias populares en el descubrimiento de una pócima para la eterna juventud sacada de las glándulas del ñandú. Dedicada a Zelig y a Borges. Una maravilla. Le siguió "Eternas sonrisas de New Jersey", un film hablado en inglés con el protagonismo de un Daniel Day-Lewis cuando todavía no tenía el renombre que se hizo después, filmado siempre en nuestra patagonia, lugar que Sorín eligió como su medio expresivo. En el 2002 y 2004 vendrían las que para mí fueron sus obras más logradas: "Historias mínimas" y "El Perro", desbordantes en ternura y en expresividad, llegando a cotas de emoción impensadas. Luego descendería lo andado con la menos lograda "El Camino de San Diego", "La Ventana" y "El gato desaparece", ésta última con una cuota de suspenso y de ingenio que bien le podría envidiar Chabrol. "Días de pesca", la cual no vi, con Alejandro Awada y Vicky Almeida, y en el 2018 "Joel", también con la gran Victoria Almeida -quien nos deslumbrara a todos en su debut en teatro en "Espejos circulares" junto a Solita Silveyra y Boy Olmi, lo que le valió un ACE como revelación del año-, aquí acompañada por Diego Gentile, el niño Joel Noguera y Ana Katz en un papel muy distinto a la perfecta psicópata de "Mi amiga del parque". Acá Sorín recurre más a un guión en el que abundan los diálogos, tal vez habiendo perdido la confianza que tenía en la expresividad de sus imágenes, aunque debo admitir que siempre trabajó con guiones de hierro. Apoyado en el carisma de algunos habitantes locales del sur, los "no-actores" de sus películas, que siempre terminaban por realzarlas, acá echa mano a un plantel de actores para los papeles principales. Sigue conmoviendo por su sensibilidad y parece que a los 76 años no perdió el brío para contar una historia que llega al corazón.

Con una cámara inquieta que sigue a los personajes bien de cerca, casi como heredado de los hermanos Dardenne, empieza la película con Cecilia pisándole los talones -se ven sólo sus piernas tomadas de atrás- que busca, en medio de la nieve, a su marido Diego para contarle que han sido elegidos para darles el niño en adopción que tanto esperaban. Diego no se nota muy emocionado, por lo menos no tan entusiasmado como ella: deben contestar en menos de un día si aceptan al niño. Tiene 8 años, que luego serán 9. Y aquí se presenta el problema de los adoptantes de chicos ya crecidos, que vienen con una historia de vida que luego hay que desandar para empezar a escribir la historia nueva. Joel no es la excepción, hijo de una madre a quien no conoció, criado por su abuela hasta que murió pasó a manos de su tío, quien ahora está preso cumpliendo una condena. Todo esto es lo que Joel trae en su mochila, además de unos sucios pantalones y unas remeras que se ponen directamente en el lavarropas. Joel es bastante reacio a sus nuevos padres, pero los acepta con pasividad rápidamente, se puede decir. Ellos viven en Tierra del Fuego, en un pueblito apartado en donde Diego ejerce como ingeniero y Cecilia como profesora de piano.
Al principio hay que sonsacarle las palabras con tirabuzón, habla muy bajo y muy quedo, e insiste en llamar a Diego "señor". Todo va bien en un comienzo, es amor a primera vista por parte de Ceci y de Diego, aunque cuando ella le pregunta si le gusta la música y él le contesta que no, sufre una pequeña decepción. Para reformular que sí hay un grupo que le gusta: El aguante. Lo que para Ceci constituye un golpe más. Y Cecilia no puede con su genio y empieza a imponerse sobre el chico, como decirle que "hay que cortarse el pelo". Joel no sonríe nunca, ni cuando le sirven un jugoso cordero de bienvenida, ni cuando le presentan su cuarto con juguetes ni cuando Ceci le da el beso de buenas noches. Sólo esboza una sonrisa cuando menciona a su tío "el loco", que ahora está "pegado", porque está en prisión. La delicadeza con que Vicky Almeida borda su papel la hacen merecedora de todos los elogios de la gran actriz que es. Joel también maneja muy bien ese papel oscuro de niño de "La Profecía" o de "El Resplandor" que le tocó en suerte. Hay una pareja amiga del matrimonio, dentistas que le insisten en que lo lleven a la iglesia que acaban de fundar para que el chico dé ejemplo del amor que se puede conseguir. Por supuesto que no los veremos nunca en esta visita. El odontólogo trata de enseñarle, infructuosamente, a Joel cómo debe higienizarse la boca. Es una frustración para padres y maestros, quienes lo reciben en la escuela, para cursar el tercer grado, aunque es más grande que el resto de sus compañeritos, pero como no se defiende muy bien en la lectoescritura es necesario. Es muy bien recibido por la maestra Nancy, una docente bien predispuesta que se ofrece a darle clases particulares para que pueda dar el cuarto grado libre. Hay un incidente con un teléfono que aparece en poder de Joel y su madre no sabe si lo robó o lo tomó del baño de la escuela como él dice, cuando otro compañero se lo dejó olvidado. De todos modos se lo hace devolver. Pero el director, un hombre muy simpático y cínico, la manda a llamar a Ceci para decirle que Joel tiene problemas para leer y escribir y que le cuesta mucho hacerse de amigos, que lo más conveniente es que vaya sólo dos días por semana a clase y que Nancy le reforzará con clases gratis en su casa. Esto le huele mal a Ceci y no está de acuerdo con el razonamiento del director. Pero pronto le llegan otros rumores por medio de otra madre que lleva a su hija a clase de piano: los padres de los demás chicos están molestos porque Joel les habla en los recreos de consumir paco, de la droga y de cómo atacó a una persona con un cuchillo. Lógico, Ceci se queda petrificada. Joel arrastra toda esa historia de marginación en su vida y ahora hay que deconstruirla para edificar algo sólido donde sólo había carencias. Va a ver al director a su casa un sábado, y lo encuentra viviendo con Nancy, con quien además tiene un hijo. Lógico, ésto no nos va a escandalizar después de lo que venimos viendo de Joel, pero aún así resulta chocante. Le confirma todos los datos y le dice que los padres están preparando una asamblea para retirar a sus hijos del colegio si Joel no se va. Ceci es una madre de hierro, defiende a su hijo hasta las últimas consecuencias, pero cuando va a entrevistar a los padres, uno por uno, éstos la dejan sin argumentos, sólo puede quedarse callada. Estos le dicen que no quieren que sus hijos, en un pueblo chico, le hablen de droga y de lo que se siente al fumar marihuana y amenazar a una persona con un chuchillo. Ceci se creía que iba a ser feliz cuando alcanzara la maternidad y se da cuenta que está muy lejos de ello. Su marido la sostiene, pero eso no le basta.
Llega el día de la asamblea y el director ha traído a una supervisora del concejo para moderar la charla. Los ánimos se colman y le recomiendan a Ceci que permanezca fuera de la discusión. Cuando vuelve de su caminata le dicen que tienen buenas noticias para ella: se ha decidido que Joel vaya a un colegio rural a doce km. de allí lo que resta del año y que el año entrante puede volver. La decisión no convence para nada a Ceci. Es el padre quien tiene que darle la noticia a su hijo de que lo van a cambiar de colegio. Joel insiste en que éste le gustaba. Cuando al día siguiente Ceci debe llevar a Joel a su nuevo establecimiento se resiste, pero su marido la convence. Toma la camioneta y se dirige al nuevo colegio, pero antes de llegar da marcha atrás y se vuelve. Final abierto. ¿Va a seguir luchando Ceci porque Joel sea admitido en el colegio? ¿Lo llevará a una instancia mayor, sabiendo que pueden perder la tenencia? ¿Dejará a Joel sin clases? Lo bueno de esta historia, como en todas las de Sorín, es que no hay buenos y malos, todos tienen sus razones que son igualmente atendibles. La solución que le dieron a Ceci parece haber sido el mal menor para Joel y sus compañeros. ¿Cuánto puede perjudicar Joel la vida tranquila de ese apacible pueblo? Son respuestas que no son fáciles de solucionar. Y lo que no se dice: ¿llega a cuestionarse Ceci el hecho de haber adoptado a Joel? Una película muy llena de amores y odios, enfrentamientos y pasiones, lo legal y lo ilegal, los valores sostenidos y la moral, como para permanecer indiferente.
Y gracias por haberme leído nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



domingo, 25 de octubre de 2020

Mi crítica de "Antes de que me Olvide" (Teatro-2010)

Es obvio que Enrique Pinti es -o por lo menos, fue- uno de los humoristas más encumbrados de nuestro país -podríamos decir, de la historia de nuestro país-, uno de los más prestigiosos, con razón y que más público supo arrastrar. Su muletilla era el hablar rápido, en forma de monólogo político-social, y otro de sus pilares fue la memoria. La memoria de sus extensísimos libretos y, sobre todo, la memoria histórica de un país a cada momento a punto de perderla. Siempre machacaba con eso, con que había que tener memoria de las cosas pasadas para no repetir los mismos errores ni caer en las mismas trampas, ni ser atrapados por el mismo político dos veces. Acá justamente el tema del espectáculo es la memoria, festejando el bicentenario de la Patria y su propio cumpleaños 70, es visitado por un viejito alemán, el famoso Alzheimer, que quiere llevarlo para sus filas. El gordo se resiste, y luego de una desopilante introducción donde cuenta los 200 primeros años del país, con todo lujo de -horrorosos- detalles, en una confusión histórica digna de un viejo con Alzheimer, logra salir airoso con un espectáculo de más de dos horas en donde despliega toda su verba sin ahorrarse puteadas ni insulto a cuanto político se le cruce al ruedo, ni comentarios ácidos sobre la realidad del país. Pero en ese momento en que gobernaba la Reina Cristina, él la reputeaba y la trataba de loca bipolar y de chorra. Claro, parece que el Alzheimer llegó en la vida real -o lo que es peor, el acomodo- y con una ley decretada por la Señora -la del casamiento igualitario- hizo que Pinti, milagrosamente, se olvidara de todo, insultos, coimas, choreos, falta de democracia, etc. y se pasara a las filas de adulador de la Reina Cristina. Sí, parece un chiste mal contado pero es así. El, que defendía la memoria y la fidelidad de los hechos históricos y el no olvido ni perdón a quien te estropeó la vida, hizo borrón y cuenta nueva y ahora está a partir de un confite con el poder. Ya lo demostraba en su revisión de "Salsa Criolla" 30 años después, en el 2015, en el que no dedicaba un solo improperio para la Señora Doctora (siendo que había para criticar por todas partes) y sí, atacaba virulentamente el flamante gobierno de Macri. A partir de entonces es que perdí toda mii confianza en el genial Pinti y dejé de ir a verlo, y ahora, ya habiendo cumplido los 80 años, supongo que debe estar más recalcitrante que nunca.

Pero en este espectáculo la cosa era muy distinta. Todavía se acordaba de putear a Menem y a Cavallo y de cómo hundieron al país por 10 años, de inmolarse públicamente por haber votado a la Alianza, en quienes confiaba abiertamente y de ver el desastre que hicieron, de los huevazos recibidos por Duhalde y de su horrenda maniobra de gobierno y... por supuesto del pésimo gobierno de Néstor y de Cristina, a quienes no les faltaron puteadas. Pero Pinti era Pinti y así arremetía contra todo, desde los que lo incitaban a vivir en el conurbano en una casaquinta rodeado del verde (y volviéndose loco hablándole a las plantas y a los pájaros -"qué tragedia, se me murió el rosal"- ironizaba, "cuidá que no se te mueran tus hijos, vieja pelotuda"), hasta las virtudes de dormir en una hamaca paraguaya. No se salva la niña imberbe de 14 años que entró en una reunión de "viejos de su edad", que hablaban de cine, de las películas de Chaplin, de Woody Allen o de Bergman y osó preguntar "¿eran en blanco y negro? ¡qué bajón!" y él contestarle, después de una catarata de insultos y puteadas a las que nos tiene acostumbrados: "sin todas esas películas hoy no existiría tu puto 'Avatar', tarada". Claro que no se la salvó tampoco Macri, intendente de CABA por ese entonces y las inundaciones a la ciudad, porque hoy en día hacen edificios de 30 y 40 pisos en Palermo, donde antes había un chalecito y un almacén y las cloacas son las mismas para todos y entonces con tres gotas de lluvia rebalsa todo y te sale la m... por el inodoro en el piso 35.
Claro que la educación también cae bajo la picota y sólo se salvan las maestras y los maestros que luchan contra esa manga de imbéciles que tienen por alumnos, embrutecidos por la computadora, los jueguitos, el teléfono celular y el MP3 y osan decir que Napoleón era un cognac u otro que dijo que era negro porque leyó que provenía de "oscura estirpe". No se salvan con sus contradicciones ningún político de turno, desde la loca bipolar hasta la loca de Carrió ni el acomodaticio de Cobos -según sus opiniones- ni el diputrucho ni el viejo s... de Menem y Cavallo. Sólo parece ser un poco más benévolo -esta vez- con Alfonsín, de quien opina que hizo todo por llevar el país adelante pero con 12 paros generales de los compañeros peronistas y dos alzamientos militares era imposible gobernar. Y que los saqueos a los supermercados por "hambre", cesaron como por obra de magia el día que él renunció. Tampoco se salva el General, con quién es lo suficientemente duro, un militar de derecha, como todos los militares, que más vivo que el hambre, tomó las leyes de un socialista honesto como don Alfredo Palacios y las aplicó a su gobierno a favor del pueblo como si fueran propias, con lo que obtuvo el fervor popular general. Y que los únicos de izquierda que pudieron confiar en él fueron los montoneros a quienes finalmente terminó echando de la Plaza de Mayo.
Pinti vuelve a examinar la historia argentina, pero esta vez la de los últimos 70 años, de Perón para acá, coincidiendo con su edad, y si sale bastante bien parado don Arturo Illia, claudica López Rega, Isabelita y cuanto sindicalista se le ponga al paso. Así también no olvida reconocer -en el papel de la vieja Argentina, una vieja menesterosa que anda pidiendo propina por ahí- que los argentinos somos exitistas y que a la menor contrariedad decimos "país de mierda", no pudimos ganar el mundial... Cuando países como Chile, México o Brasil aterrorizados por el crimen organizado, el narcotráfico y los desastres naturales nunca dejan de tener bellas expresiones para referirse a sus respectivos terruños. Como los que van al exterior y vuelven diciendo que todo es mejor allá y no saben apreciar lo que tienen dentro. Que van a Nueva York y dicen que no hay más droga ni violencia no como acá. El conoce bien esos países por haber viajado mucho y sabe que en Nueva York las bandas de chicos se matan entre ellos y que la droga corre como ríos porque es el país más adicto del mundo y que los terroristas entran a un colegio y matan 50 alumnos para luego suicidarse o que están instalados en todas las estaciones de avión del mundo o en las grandes capitales. Por supuesto que no hace la vista gorda con lo que pasa acá y reconoce el atentado a la AMIA y a la Embajada de Israel, pero una cosa es volar las torres gemelas y otra muy distinta un edificio por más importante que éste sea. Y cuenta su aventura llegando a los Estados Unidos en su último viaje y siendo atendido por una "negra de mierda" (yo no soy racista pero cuando la gente es de mierda es de mierda, sea blanco, negro, católico, judío, musulmán, lesbiana o puto, yo le agrego el "de mierda") que no le quería aceptar el pasaporte y dudaba de en dónde se iba a quedar y en qué hotel o en qué casa de qué amigos y le hizo llenar dos mil formularios y contestar quinientas veces la misma pregunta con un calor del diablo porque se había roto el aire acondicionado y al final explotó... con las consecuentes puteadas de costumbre de un señor llamado Pinti.
En definitiva, que eran mejores épocas para el humor nacional, todavía no vendido a los K por un casamiento gay que no sabemos si llegó a utilizar.
Todavía se puede disfrutar de este excelente espectáculo en el canal de youtube y el cuerpo de baile y canto, como siempre, impecable.
Y gracias por haberme leído hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



miércoles, 21 de octubre de 2020

Mi crítica de "Llama un Inspector" (TV)

Esta vez hemos cambiado el formato cinematográfico por el soporte televisivo, en una producción española emitida el 6 de abril de 1973 y presidida por el gran Narciso Ibáñez Menta. En esta oportunidad se trata de la obra clásica de J. B. Priestley "Ha llegado un inspector". Y con un elenco encabezado por -además de Narciso- la gran Ana Mariscal -que según me aportó Amalia era una gloria nacional española, del teatro clásico-, muy bien acompañados por Tomás Blanco, Amparo Pamplona, Manuel Galiena, Manuel Gallardo y Maruja Recio. Al tratarse de una obra de teatro, y la adaptación se ciñó a las normas del mismo, dejó muy poco margen para el vuelo cinematográfico propiamente dicho de tantas adaptaciones célebres. Aquí la escenografía es siempre la misma, aunque tomada desde distintos ángulos, con un mediocre trabajo del director Cayetano Luch de Tena, aunque sepamos que en las obras de Narciso Ibáñez Menta el director era él mismo, se hacía lo que él quería, se buscaban los mejores ángulos y hasta dejaba escapar un humito misterioso, propio de su sello de autor.

De J. B. Priestley podemos decir que su verdadero nombre era John Boynton Priestley nacido el 13 de septiembre de 1894 y muerto el 14 de agosto de 1984, a los 89 años, que fue un escritor, dramaturgo, locutor y activista político británico. Que publicó 27 novelas entre las que se destaca "The Good Companions" y numerosas obras de teatro como "Llama un Inspector". Su producción incluye críticas teatrales y sociales. Esta obra es de 1946. Junto con el libro "Tres piezas sobre el tiempo una vez" está centrada en la reflexión acerca del problema del tiempo y en sus preocupaciones sociales. Es una obra cíclica, podemos acomodarla junto con "Antes de la Lluvia", que termina justo donde comienza nuevamente a representarse. El artificio de la televisión le ha hecho romper esa cuarta pared propia del teatro -la pared invisible que comunica el proscenio con la sala de butacas- y meterse por los intersticios de los personajes y girar en torno a ellos y mostrar sus gestos en primerísimo primer plano y sus rostros en un plano cercano.
La familia Birling está compuesta por Arthur, el padre, Sybil, su esposa, y sus hijos, Sheila y Eric, Sheila a la vez va a casarse con Gerald Croft, heredero de una dinastía de ricachones, que emparenta muy bien con el industrial señor Birling. Esa noche, después de la cena el novio le entrega a la prometida un anillo en símbolo de su unión. Unión que luego se verá echada al suelo durante la velada. Entonces se presenta el inspector de la policía Goole (Narciso) para anunciar que esa noche una joven llamada Eva Smith se ha suicidado tomando desinfectante y que ahora yace en las frías mesas de la morgue. La noticia no pasa del estupor que un suicidio puede causar, pero poco a poco se verá que cada uno de los miembros de la familia tenían algún tipo de relación con ella, siendo los causantes de su desgracia. El primero en verse afectado es Arthur, a quien se le muestra la foto casi en secreto, y se le recuerda que despidió a unas obreras de su fábrica. El dice recordar a Eva Smith, que era muy buena trabajadora pero por un reclamo salarial y una huelga se decidió despedir a las cabecillas, entre las que se encontraba Eva. Luego de ese incidente entró a trabajar a una tienda de ropa, en donde su desempeño fue satisfactorio, hasta que un devaneo con una clienta la puso de patitas en la calle. El inspector le muestra la foto en secreto a Sheila y ella ya sabe que fue ella la causante del despido, pues una empleada se burló de cómo le quedaba un sombrero y ella habló con el gerente diciendo que si no la despedía no contaría más con su visita. "Somos ciudadanos respetables, no criminales", acota Arthur y Goole le contesta que "Si por mí fuera, no sabría dónde poner la divisoria". Sheila se horroriza al darse cuenta de su acto, y reconoce que fue por celos, porque la observó tan bonita que no podía perdonárselo.
A partir de allí Eva cambió de nombre por el de Daisy Renton, y esto sobresalta a Gerald, el novio. Su novia lo advierte y le hace escupir todo, sin eufemismos que pudiesen alivianar la situación. Gerald la había conocido la primavera pasada, al mismo tiempo que Sheila notó que estaba frío con ella. Al mismo momento se advierte que Eric, el otro hijo, de unos 21 años, bebe más de la cuenta desde ya hace mucho tiempo, aunque su madre no quiera advertirlo. Gerald continúa con su relato: la conoció en el Palace Music Hall, en forma de prostituta. En ese instante estaba acorralada por uno de los viejos verdes con más prestigio de santurrón de la sociedad, entonces Gerald la acompañó a un hotel, ella se confesó con él y éste se convirtió en su amante fijo. Estaban por despedirla de la pensión en que habitaba y él la ayudó, desde ese momento se convirtió en el hombre más importante de su vida -de su corta vida, ya que se suicidó a los 24 años-, se veían con frecuencia, pero cortaron ya que sabían que eso no iba a durar toda la vida, ella le dijo que nunca había sido tan dichosa. Sheila no duda en devolverle el anillo que le regalara, como un símbolo de devolver su virginidad a quien no supo apreciarla. Pero en el fondo lo disculpa, sabe que él no la hubiese conocido si no hubiese sido por ella y su tonto capricho de despedirla. El inspector Goole le muestra ahora la foto a Sybil y ésta miente no conocerla. Sybil es miembro del Comité de Ayuda. Y como Goole ha leído el diario de la difunta, la ayuda a recordar... La conoció hacía dos semanas, se presentó con el falso nombre de Sra Birling y eso la alteró. Le pidió ayuda y Sybil se la negó. No ss siente culpable para nada, aún ante la noticia dada por el inspector de que la chica iba a tener un hijo. Estaba sin un peso y Sybil le negó toda esperanza, diciéndole que se hiciera responsable el padre de la criatura. Este no lo hacía, le había dado un dinero que había robado y era un muchacho joven que bebía y era un vago... Ya no queda nada más que decir. Todos saben que son parte de este engranaje. La obra se parece a un sistema, que por definición es un complejo de partes en donde, cuando falla una de ellas, fallan todas las demás. Este sistema que es la familia Birling se altera cuando Eric vuelve de la calle, adonde había salido para airearse de la borrachera y se achaca la paternidad sobre sí. Dice haberla conocido en el bar del music hall, bebieron y él se fue a su casa y allí "ocurrió lo que ocurrió". Se la volvió a encontrar a los quince días y se enredó con ella. A la vez siguiente le confesó que estaba embarazada. Pero que no se quería casar con él. Este le dio plata robada a su padre, ella no quiso aceptarle ni un penique y no quiso volverle a ver. Eric le grita "asesina" a su madre y se desespera. El inspector entonces arroja culpas sobre cada uno. Sobre todo a Arthur, porque ella ganaba 22,5 chelines y quiso pasar a ganar 25 y él se lo negó. "Ha matado a una Eva Smith pero hay millones de Evas y Johns Smith pidiendo ayuda. Nadie vive separado", reza la sentencia de Goole y de Priestley con su conciencia social. Con esta admonición sobre el conjunto, el inspector se retira.
Cada uno se exculpa, sólo Sheila y Eric sienten remordimientos, pero todos se preguntan si de veras era un inspector de policía. No tenía el aspecto, y no le dijeron nada que él no supiera con anterioridad. Los confesó a todos como quiso, esa fue su habilidad. Arthur llama a la jefatura y comprueba que no existía tal inspector Goold. Pero se enfrentan los hijos con los padres, se sienten culpables aquéllos, aunque éstos parece que no. Gerald, quien ha vuelto, les dice que los retratos que les mostró podrían haber sido distintos, ya que se lo enseñó a cada uno en particular, que podría haberse tratado de distintas chicas, quién asegura que ha muerto la misma? Gerald llama al hospital y le dicen que no se ha suicidado ninguna persona. Los jóvenes han quedado horrorizados, pero sus padres lo toman todo en broma. 
Pero suena el teléfono y es de la policía: una ambulancia camino al hospital llevaba a una chica que ha muerto envenenada y ahora un inspector de policía se acerca a su casa para interrogarlos...
Así termina este inquietante retrato cíclico, que no por ficticio y por enredado deja de conmover y de movilizar las bases de una sociedad dormida y pacata, dispuesta a jugar con la vida de la gente como si fuera un juguete, y de ampararse en su pretendida superioridad para tomarlo todo a la ligera. Un relato en el que sobresale la figura de Narciso Ibáñez Menta en su rol del inspector Goole, pero en donde cada uno del elenco desempeña un buen trabajo. Entre los más flojos, el de Sheila, que cuando se muestra afligida hace que llora pero no llora, todo de mentiritas, pero en general el reparto es bueno. Una obra que ya figura entre los clásicos del repertorio mundial teatral y que e vez en cuando se le pasa un poco el plumero y se pone en escena. La última versión la hizo Sergio Renán, con Graciela Duffau, mi amigo Fabián Vena e Inés Estéves en los roles protagónicos.
Y gracias por haberme leído nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

domingo, 11 de octubre de 2020

Mi crítica de "Antes de la Lluvia" (Cine)

Hoy, 11 de octubre, es un día nublado y que espera la lluvia, como esta película. Es un día triste. Ha muerto Hugo Arana. Uno de los pocos actores argentinos de los cuales se puede hablar de digno en el sentido más amplio de la palabra. Porque su vida y su carrera ha sido un ejemplo de nobleza, hizo de su profesión un arte y de cada uno de sus trabajos una labor de orfebre. Nunca hizo propaganda política, porque no la necesitaba para trascender. Supo medirse por igual en la comedia o en el drama. Supo entregarnos gran cantidad de carcajadas y no pocas lágrimas. Siempre ayudó con su trabajo a la reflexión del espectador, no era de los que ofrecían el plato terminado y cocinado sino que se lo dejaban terminar al auditorio. Lo recuerdo en el que tal vez fue su último trabajo para el teatro: "Los Tutores", en donde despertaba tanta simpatía como ternura, pero también en uno de sus logros anteriores que no tuvo el éxito merecido: "Todas las Rayuelas", tal vez por ser su autor un muchacho joven y nobel, en donde encarnaba a un viejo que era detenido en el aeropuerto, tras regresar a su país, porque se transformaba en sospechoso: en su valija sólo traía ediciones de Rayuela, aquel mítico libro de Cortázar. Y era que ese libro tenía un gran significado para él pues se trataba de algo vinculado a su mujer, desaparecida en la última dictadura militar. Con ese trabajo, que yo vi en el teatro y que hoy se puede ver en la plataforma Teatrix, supo arrancar carcajadas y lágrimas de verdadera emoción. Una despedida digna para un hombre que hizo del teatro su modo de vida y un arte. Mi recuerdo para uno de los últimos grandes que nos quedaban: Hugo Arana.

Pero vanos a la película de hoy. "Antes de la Lluvia" es un film de 1994 de Milcho Manchewski. Manchewski es un director de cine, fotógrafo y artista macedonio nacido en Nueva York. Su película "Antes de la Lluvia" fue nominada para un premio de la Academia y The New York Times la incluyó en su lista Guide to the best 1000 films ever made. También ha realizado "Dust", "Shadows", "Mothers", "Bikini Moon" y "Willow". Manchewski es autor de dos exposiciones de fotografías, obras de ficción, libros de ensayo y artes escénicas. Su trabajo tuvo más de 350 proyecciones en festivales (entre ellos Venecia, Berlín, Toronto, Sao Paulo, Estambul, Tokyo, Jerusalén, Hong Kong, Estocolmo, etc.). Sus películas se han distribuído a más de 50 países. Su trabajo ha sido incluído en los planes de estudio de numerosas universidades y ha sido objeto de dos conferencias académicas -en Firenza y Leipzig-. Tiene un Doctorado Honoris Causa en la VGIK de Moscú.
La película está dividida en tres episodios. El primero se denomina Palabras, y es justamente de lo que carece. Es un film de una belleza extática, que bien podría haber sido mudo, no importaría para entenderlo -de hecho está hablado en su mayoría en macedonio y traducido al inglés-, es tal la magnificencia de sus imágenes y de la música de Anastasia -tal como se denomina quien la compuso- que ejerce un embrujo descomunal sobre el espectador. De fondo están los montes de la región macedónica y albanesa, quienes entran en conflicto bélico quién sabe desde cuándo. Es una película cíclica, es decir que empieza y termina con la misma situación, la película vuelve a empezar, podría verse como una cinta de Moebius sin fin que en nada alteraría su comprensión. Estamos en un monasterio de monjes macedonios y los chicos que juegan dibujan el círculo de la vida con ramas y fuego -tal vez presagiando el derrotero del film-. El capítulo se denomina Palabras porque eso es justamente lo que le falta al monje Kiril (Gregoire Colin), quien ha realizado un voto de silencio, tal que ni se altera cuando descubre a una chica albanesa durmiendo en su cama. Es Zamira (Labina Mitevska), con el pelo cortado a lo varón, ha matado a un pastor macedonio y se la busca por el crimen. Hay un entierro. Mitre comanda la busca (como nos enseñó a decir Borges, en lugar del oscuro término búsqueda). Revisan todo el monasterio pero no la hallan, disparan desde la ventana pero destripan a un gato en lugar de a la chica -y acá lo destripan de verdad, no había efectos especiales en esta época-. Pero es descubierta por los monjes en la celda de Kiril y lo obligan a marcharse. El Padre lo abofetea y lo abraza al mismo tiempo y le desea suerte. Kiril se marcha con Zamira, rompiendo su silencio pesado. No se entienden con el idioma -de ahí el título Palabras, también- hasta que él la besa y se abrazan con fuerza. Pero el abuelo de ella la encuentra y la golpea por haber matado a un pastor. Ella le dice que Kiril la ama y que los deje ir. Él se va, ella lo sigue y la balean. Cae muerta.
El segundo episodio se llama Caras. Nos encontramos ahora en Londres con la fotógrafa Annie -a quien habíamos visto brevemente en Macedonia- (interpretada por la belleza extraña de Katrin Cartlidge, quien muriera muy desafortunadamente a los 41 años dejando un buen puñado de películas como para apreciarla), observa sobre la mesa de trabajo de su estudio las fotos que ha sacado en el país junto a otras del Holocausto. Está embrazada. Va a decírselo a Nick, su marido, pero se topa con su amante, el fotógrafo Alexandre Kirov (Rade Serbedzija), comparten un breve viaje en taxi, dónde él le dice que Macedonia no es segura, ya que los bizantinos  capturaron 14.000 nativos y les sacaron los ojos. A él lo acaban de despedir, quiere irse a Macedonia con ella pero ésta sólo piensa en tener a su hijo. Él le dice que Bosnia lo ha cambiado ya que ha matado. Entonces se va solo, y le dice que debe tomar partido.
Ella tiene las fotos de Kiril y Zamira muerta en su mesa de trabajo. Esto hace más difícil de comprender el final de la película... Recibe una llamada para Alexander desde Macedonia pero les dice que se ha ido. Annie se encuentra para cenar con su marido NIck (Jay Villiers) y le dice que está embarazada y que es de él. Hay un hombre agresivo en el restaurante que rompe todo y le pega al mozo antes de irse. Ella quiere el divorcio aunque aún lo quiere. Nick dice que le perdona lo de Alex, en eso vuelve el hombre desquiciado y dispara con un revólver contra todos. Annie logra protegerse, pero mata a NIck destrozándole la cara. De esto y de las caras vistas en las fotos se compone el episodio llamado Caras.
Tercer y más extenso episodio: Fotos. Alex llega a Macedonia, luego de decir que lleva 16 años allí. Se lo dice a un soldado, y ante la foto de Annie le dice que era su mujer pero que murió en un taxi -en aquel taxi que tomaron juntos y en el que ella decidió no acompañarlo a su país-. Escala las montañas por entre las casas de piedra, saludando la gente a su paso. Encuentra su casa destruida pero pasa la noche en ella. Al día siguiente se reencuentra con un primo y con Mitre, a quienes saluda afectuosamente. Comen en familia, por la noche se le arrima Kate a su cama en busca de amor, pero él la rechaza, sigue pensando en Hana, de quien le informan que ya es viuda -es sorprendente la semejanza con su otro amor: Annie, en nombre y en estado conyugal-. Al día siguiente va a visitarla (ella es albanesa, si bien comparten el territorio), pero lo detienen unos hombres, a quienes les dice que va en busca de Hana y que pregunten por su padre. Lleva regalos para todos. Lo recibe el padre de Hana y ella le sirve una copa pero no lo mira a los ojos, en actitud de servidumbre. Se miran desde una ventana cuando él se marcha.
Lo llama Annie desde Londres, pero no le entienden el inglés y no le transmiten la llamada. Mientras, Alex asiste al parto de una oveja. Le envía un fax a Annie con la foto de un hombre asesinando de un escopetazo a otro, y le dice que su cámara ha matado. Las fotos son exclusivamente para ella. A la vuelta a la casa se encuentra que han herido de muerte a su primo. Fue una albanesa. La banda va en busca de venganza. Lo han visto con Hana esa mañana. Por fin empieza a llover. Lo visita Hana esa noche, pidiéndole ayuda, su hija ha desaparecido por culpa de su primo. Alexandre se fuma un cigarrillo, él que había logrado dejarlo, y rompe las fotos del hombre asesinado en las filas. Rescata de sus primos a la hija de Hana, quien no es otra que Zamira, la chica del comienzo. El primo les dispara, ella huye pero a él lo matan. Empieza a llover. Zamira va a refugiarse a un monasterio. La lluvia cae sobre el cuerpo herido de muerte de Alexandre.
Es una película de fuerte impacto, si bien no deja de ser altamente poética y bucólica, acrecentadas las imágenes por la música preponderante de Anastasia. Por fortuna pude ver la película, después de tanto entuerto, sin darme cuenta que yo la tenía entre mi colección de films. 'Ta que lo tiró...
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

martes, 6 de octubre de 2020

Mi crítica de "15 Años y un Día" (Cine)

Vi esta interesante película de Gracia Querejeta que me resulto sumamente atractiva. Narra la desastrosa vida de un chico de 14 años y su relación con madre, abuelo, amigos, chicas, etc. que en todos los casos deja mucho que desear en cuanto a la rebeldía propia de su edad y un estado anímico que no le resulta cómodo de llevar. Digamos en principio que es una película de pérdidas. Así como Jon pierde su escolaridad y perdió a su papá -quién a su vez había perdido a su esposa en brazos de otro hombre, para luego perderse él mismo en un suicidio-, Elsa, la pretendiente a novia de Jon pierde la memoria, Nelson, el rival de Jon pierde la vida en una pelea, el abuelo pierde a su esposa por no tolerarse y está a punto de perder a la mujer que ama por no dar el brazo a torcer. Digamos también que Jon tiene comportamientos suicidas (la primera escena, con la bicicleta desafiando al camión; el juego de automutilación con el cortaplumas; las peleas entre chicos que lo dejan en un coma, etc.). El guión de Gracia Querejeta está bien narrado, es agudo y perspicaz si bien necesitaba un poco más de humor -o por lo menos una mirada más irónica del mundo adolescente-, pero es llevadero y consigue atrapar la atención.

Todo empieza cuando llaman a Margo (Maribel Verdú) y a su hijo Jon (Arón Piper) del colegio para anunciar que lo van a expulsar por tres meses debido a su malísima conducta, que va desde llamar vieja vaca gorda a la cocinera hasta sacar las bisagras de la puerta de clase para que un profesor se la lleve puesta. La madre, indignada, y con todo el tiempo del mundo con su hijo en casa -ella es actriz que no queda nunca en un casting-, y frente a que su criatura ha envenenado al perro del vecino porque éste lo pasaba a su casa para que hiciera sus necesidades y volviera, decide enviarlo una temporada a casa de su abuelo. Max (Tito Valverde) no es exactamente un viejo gruñón pero sí es amigo de la disciplina militar y las buenas costumbres, ya que estuvo enrolado en el ejército por muchos años. Ahora vive retirado en su casa en la playa, una casa sin televisión, ni internet ni teléfono celular, en dónde Jon se encuentra como sapo de otro pozo. En la primera noche juntos, les entran a robar a la casa, y Jon le dice al abuelo que le han robado su computadora, teléfono celular, iphone y no sé cuántas cosas más. Al día siguiente hacen la denuncia en la comisaría con la inspectora Aledo (Belén López) que es la novia de su abuelo, para decirle después que en realidad no tenía nada de esas cosas, que lo dijo para que el seguro se las pagara y así poder comprarlas. El severo abuelo no puede entender cómo se puede ser tan ruin y vuelve con él a la seccional para declarar que todo eso era mentira. En la comisaría hay otro chico un poco mayor que Jon, a quien tienen demorado por haber orinado en la estatua de un escritor del pueblo, que resulta ser Nelson (Pau Poch), el novio de Elsa (Sfía Mohamed), la atractiva jovencita del locutorio donde atiende a Jon para que hable por skype con su madre. Ahí también va el abuelo a comprarle un celular a su nieto para que pueda estar conectado. Los rasgos de cariño de Max, este viejo sólido y recto, son contados pero son muy explícitos. Y como no sabe programarlo, lo hace por él Elsa, y con eso tiene el número de Jon, tanto como para mandarle un mensaje para verse. Ahí le cuenta que a ella le gustaba el colegio -lo contrario que a él- pero que no tiene memoria y no puede asimilar los datos, y que trabaja de peluquera lavando el pelo para ayudarse en el trabajo del locutorio, y le muestra sus manos que están ásperas a causa del jabón y cree que así resulta menos atractiva para los chicos. Jon le alaba sus manos y le dice que son suaves y que él es de fijarse mucho en las manos de una chica.
Max ha tomado a un chico de la misma edad de Jon, Toni (Boris Cucalón) para que le dé clases y así no pierda el año lectivo, pero su nieto es rebelde y se resiste a que un sujeto de su edad le enseñe. Así un día aparece la pintada "Toni maricón" en su casa, y ante la duda, Max se la hace pintar con pintura blanca a Jon -ante las protestas de éste-. En el puesto que Nelson tiene en el mercado, Jon recupera la condecoración del ejército que le habían robado a su abuelo, y se golpean con su contrincante Nelson por ella -y veladamente porque éste sabe que le gusta su novia-. El abuelo cura el moretón de su nieto y deja entrever que se arrepiente de haber estado en el ejército. Mientras, sale con la investigadora de la comisaría. Ésta le hace ver que es muy severo con su nieto y que lo más normal es que se le rebele. Jon se hace amigo de toda la pandilla de ecuatorianos, como los conocen a los jóvenes delincuentes que lidera Nelson. Y planean de jugar un torneo al fútbol. Jon habla con su novia Nerea por las computadoras del locutorio y lo ve Elsa, quien se desilusiona. Para jugar el campeonato, Jon necesitaba unas zapatillas que no tenía, y su abuelo va con él y le compra los botines. Pero Jon insulta a Toni quien abandona las clases, Max lo advierte y se enoja a tal punto con su nieto que le tira los botines a la basura. Jon le contesta de mala manera y el abuelo le da un cachetazo. Parece ser Toni el culpable de que Jon no pueda jugar al fútbol -Jon debería haber sido argentino, siempre echándole las culpas al otro y nunca asumiendo las propias-, entonces la pandilla decide ir a darle una paliza al profesor de Jon.
Max recupera dulcemente los botines del nieto limpiándolos, recogidos de la basura, y en ese momento lo llaman para decirle que Jon está gravemente herido. Sale corriendo para el sanatorio pero nadie sabe darle una explicación: allí lo ve a Nelson en una camilla. Está muerto. Jon está en coma -por fin aparece el conflicto, se hizo esperar- Su madre y su abuela llegan hasta ahí. Aledo ha recuperado una navaja en la que hay huellas de Jon y de otra persona, fue el arma con la que se asesinó a Nelson y se sospecha de Jon. Los otros dos chicos de la banda tienen coartadas, pero se sabe que hubo un quinto integrante la noche fatal, aunque se desconoce quién sea. Elsa va a ver a Jon al hospital, quien permanece en estado de coma. Cati (Susi Sánchez), la abuela, pide explicaciones a su ex marido sobre su ruptura, explicaciones que nunca llegan de boca de él. Aledo, mientras, se encuentra con Margo en la sala del hospital y le dice que le hable a su hijo, que aunque está inconsciente seguro que puede escucharla, y le pregunta cómo es él. Ella se lo describe con el amor de una madre que está sufriendo por la posible pérdida de un hijo, y le pregunta a Aledo cómo es el de ella. Ésta dice que no lo sabe. Entonces le pregunta cómo es Max -se nota que ni su hija lo conoce bien- y Aledo tiene palabras muy cariñosas para describirlo. Margo recupera el tiempo perdido hablándole a su hijo en coma. Y le habla del padre, le revela su suicidio y su desamor, que fue lo que lo obligó a terminar con su vida, le cuenta cuánto lo quería a él y de su amor por los autos, su otra pasión.
Max va a buscar a Toni y le pregunta por la noche de la playa, el profesor improvisado balbucea mentiras. A todo esto, Jon vuelve en sí y le hacen experimentos para comprobar si está lúcido. Aledo le interroga pero él no recuerda nada del homicidio. Max, no conforme con todo esto, va a la playa, al lugar de la pelea y encuentra a la profesora de piano de Toni, quien le dice que esa noche estaba tomando clases. Le pregunta si sabe quién clavó la navaja y le muestra una foto de Jon, y luego, sin dudarlo le dice que fue él. Max va con la verdad a Aledo y se produce la ruptura entre ellos dos, ya que ella le reclama que no sea tan recto como para denunciar a su nieto y él le dice que es su deber. Se pelean y le dice que no quiere verla más. Ella le dice que no le gusta su sentido del honor. Cuando Jon vuelve a la casa, descubre que su abuelo le ha puesto TV en su cuarto. Después de la alegría inicial, Jon declara que quiere reiniciar sus clases con Toni. Vuelven a verse y Toni lo lleva a la playa, al lugar del hecho. Rememoran lo pasado: los ecuatorianos atacaron a Toni, Jon salió a defenderlo y Nelson lo empujó y cayó golpeando la cabeza con una piedra, mientras, al querer violar a Toni, este se defiende clavándole la navaja a Nelson y matándolo sin quererlo. Jon recordaba la verdad pero la había callado para no estropearle la vida a Toni. Toni se presenta ante Aledo y declara, ella le recomienda que se busque un abogado. Mientras, Jon acompaña a Elsa a la tumba de Nelson y le dice que es su último día ahí, que se vuelve a la ciudad, ella se queja de que sus dos hombres la abandonan. Es el cumpleaños de Jon y su amigovia quiere darle un regalo especial: un buen lavado de pelo. Max lleva a su nieto al aeropuerto y se despide de él y de su madre, pero no de su ex esposa, quien lo mira con cariño por primera vez en su relación. Entonces Max vuelve a la playa a encontrarse con Aledo y la invita a cenar. Quiere recuperar lo que ha perdido.
El film nos demuestra que no todo está perdido, que siempre hay tiempo para recomenzar. Y así termina esta película, afortunadamente alejada de la moraleja -como debe ser el arte en verdad- y con un final que nos deja a todos contentos. Menos a Elsa...
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 3 de octubre de 2020

Mi crítica de "Manzi, la Vida en Orsai" (Teatro-Musical)

https://www.teatrix.com/ver/manzi-la-vida-en-orsai


 Acabo de ver en Teatrix la excelente obra sobre la vida de Homero Manzi, ese gran poeta del tango, que junto con Gardel y Horacio Ferrer, creo que representan el trío de nombres célebres en lo que a letras de tango se refiere. De cómo su juventud de ferviente radical se vio trastocada por su amor por Nelly Omar, a quien convirtiera en su amante y esta a su vez convirtiera en peronista. Todo embellecido por los tangos de Manzi en las extraordinarias interpretaciones de Jorge Suárez, Julia Calvo y Néstor Caniglia, quienes, a su vez le dan carnadura a los personajes. Con la instrumentación de Mariana Atanas en violín, Lucía Ramírez en bandoneón y Diego Vila en piano; a su vez la dirección musical y los arreglos son de Diego Vila. Y el libro de Betty Gambartes, Diego Vila y Bernardo Carey bajo la idea general y la sabia dirección de Betty Gambartes conforman un espectáculo de lujo que cosechó un sinfín de premios.

Mi crítica, en el momento de su estreno, allá por el 2016. Búsquenla, la van a encontrar. Y de yapa les dejo la obra para que la puedan disfrutar.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

viernes, 2 de octubre de 2020

Ni crítica de "Brujas" (Teatro)

https://www.teatrix.com/ver/brujas


¡¡¡Albriquias, alebracas, me late el cardiotripa!!! Por fin llegó a Teatrix la exitosísima obra que estuvo más de 10 años en cartel con su elenco original. Puedo revivir por enésima vez la pieza que vi cinco veces en el teatro y otras tantas reprodujimos en casa en diálogos que ya quedaron en el acervo popular. Todo parte de una obra española de Santiago Moncada que acá Luis Agustoni tuvo la bendita idea de adaptar y entregarla a 5 de las actrices más talentosas de la Argentina y convertirla en un combo irresistible. Es la primera de las obras "de mujeres" que después de esta se hicieron tan populares por estos lares. Pero esta obra va más allá de ser un acontecimiento para ser disfrutado sólo por mujeres; el público masculino también acompañó la propuesta y se hizo su digno seguidor -es mi caso-. Yo siempre encontraba excusas para acompañar a alguien que todavía no la hubiera visto y volver a disfrutarla. Porque, si bien hay un cierto contenido dramático, el juego de comedia es tan bueno y tan jugoso y las actrices saben exprimirlo tan bien que es digno de ofrecerle las mayores carcajadas. Y así se creó un hito dentro del teatro nacional que superó por mucho el relativo éxito que tuvo en España.

Para el que no conozca la historia, la excusa es el reencuentro de cinco amigas y compañeras del instituto de monjas donde hicieron su secundario, apodadas las "brujas del 65", en casa de Elena (Thelma Biral), quien se ha convertido en un ama de casa aburrida, casada y sin atractivos, que en sus ratos de ocio hace dibujos. Se reúnen 25 años después de haber egresado y con sus vidas hechas. Las otras chicas son Inés (Nora Cárpena), la más ingenua del grupo, quien se conforma con haberse casado y no haber engañado nunca a su marido ni probar el alcohol; Ana (Graciela Duffau), una jueza de la nación quien no es feliz porque a pesar de haberse casado con un marido con plata y haberse desarrollado profesionalmente no pudo concebir un hijo; Dolores (Susana Campos) una escritora de fama internacional con un montón de premios ganados y el reconocimiento de la crítica y Luisa (Moria Casán), la "puta de lujo", la que sabe escandalizar a sus amigas en todo momento utilizando un lenguaje grueso y explicaciones sexuales explícitas.
Ya está el juego planteado, sólo basta jugarlo. Después de la cena y de los cantos de la capilla, se preparan para marcharse, pero Inés se emborracha y les echa en cara que por una de las que están ahí no pudo recibirse ya que su diario íntimo apareció en el escritorio de la madre superiora y en él describía sus encuentros en el cuarto del jardín con una de sus compañeras, una encubierta Safo, con la que precisamente no se encontraban para charlar. Una de ellas quiso delatarla, le entregó el diario a la superiora y la echaron una semana antes de la graduación. Ana toma el curso de la investigación. Por supuesto nadie fue, y entre comentarios ácidos e irónicos, sin dejar nunca de ser humorísticos (Luisa: 10 minutos de mi culo vale 1000 dólares; Ana: Mejor que no compare tu tarifa con mi sueldo de Juez de la Nación -algo que ya quedó muy pasado de moda-). Pero las bromas se interrumpen cuando Elena anuncia que una de ellas cuatro se está acostando con su marido desde hace un año. Porque recibió un anónimo de una de ellas que así lo afirma. Después de acaloradas discusiones Luisa se inculpa de haber robado el diario y de ser quien se está acostando con Gabriel. Pero la mentira no dura mucho. Saben que cuando había algún problema era la compañerita Luisa quien se echaba las culpas para disculpar a las otras. El juego no va muy lejos. Enseguida se revela que Safo era Dolores, la que se satisfacía sexualmente junto con Inés. Y reconoce su calidad de lesbiana, pero que también le atraen los hombres, si bien experimenta todo su placer con mujeres. Inés se siente reconfortada porque nunca pudo disfrutar como mujer con su marido pero sí lo hizo con Dolores, fue la que le abrió todo un mundo de sensaciones.
Ninguna de las cinco llegó a ese internado por buenas razones: Elena lo hizo cuando murió su madre y quedó a cargo de su papá; Dolores cuando fue abusada por su padrastro a los 8 años y se le ocurrió delatarlo ante su madre, quien le creyó a él y a ella la internó, Luisa cuando su madre se descuidó en tomar la pastilla, quedó embarazada y la entregó como un objeto más. Todas vienen falladas de fábrica, es por eso que cometen los actos que cometen; pero cuando eran chicas no eran responsables de esos actos, ahora sí, y la responsabilidad tiene un peso y una culpa. Al final Dolores confiesa que la que se está acostando con Gabriel es ella, pero no lo hace por sacarle el marido a su amiga -siempre se sintió repugnada por la violencia del órgano sexual masculino- sino para estar más cerca de ella porque era el objeto de su amor. La amaba con toda su pasión. Y se acusa también de haberle robado el diario a Inés. Se reprocha de haber amado siempre a seres lamentables. Y tuvo que encontrarse durante esos 25 años con Inés a escondidas para cuidarla porque sabe que es frágil, y para lavar su culpa. Nadie hizo lo que en realidad quería hacer.
Elena, terriblemente enojada con Dolores por haber sacudido su paz de hogar la echa y le pide que desaparezca de sus vidas para siempre. Entre llantos y gritos de un amor desgarrado Dolores recoge sus cosas y se va. Las cuatro que quedan se convierten entonces en las viejitas que serán dentro de otros 25 años, cuando se vuelvan a reunir y visualizan su futuro. A Dolores ya la habrán perdonado y Ana desgrana la sentencia más sensata. Que no se habían dado cuenta que todavía eran jóvenes, atractivas, inteligentes y que tenían la vida por delante y todo por hacer, y que no tenían por qué quejarse de un pasado desastroso y aceptar el presente con toda la energía puesta en eso. Gran lección que ahora, 25 años después de esa actuación vemos cómo la vida les ha pasado por encima. Susana Campos, actuando casi ciega, se cayó en un hueco al costado del escenario y murió al poco tiempo. Graciela Duffau y Nora Cárpena acaban de perder a sus maridos mientras que Thelma BIral no sólo eso sino que tuvo una rotura de cadera muy fea. La única que sigue dando batalla es Moria. Todos los personajes son protagónicos y todos tienen sus momentos de lucimiento, es un gran regalo para una actriz encarar un papel en "Brujas". Se trató de revivir con otros elencos y en otros momentos pero no volvió a tener su instante de gloria como en esa década de los ochenta y noventa.
Finalmente, las brujas que quedan deciden darle el título y la medalla del egreso a Inés, las que no pudo obtener en ese momento y lo cual supuso una enorme frustración. Con la emotiva ceremonia terminan las cuatro que quedan cantando la canción de despedida de egresada.
Las cinco se unen para un aplauso final de pie, recontra merecido ya que pusieron todo lo mejor de sí, grandes comediantes y grandes personas las cinco (hasta Moria, que en su momento no se sabía cómo iba a calzar con esas actrices de prestigio).
"Brujas" marcó un antes y un después para la comedia vernácula y enseñó a muchas generaciones de dramaturgos por venir cómo debía construirse una excelente pieza reidera. Ahora la pueden disfrutar todos, aunque la calidad no es de lo mejor, pero queda el registro para el recuerdo. Sigan las instrucciones de aquí arriba.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).