miércoles, 28 de octubre de 2020

Mi crítica de "Joel" (Cine)

Carlos Sorín es y será uno de mis directores favoritos de nuestro país. Siempre supo enarbolar las banderas del buen cine, aquel de los pequeños detalles, de las miradas, de los sentimientos, ajeno al sentimentalismo barato pero sí a defender los valores y el buen gusto. Ya había despuntado en el 86 con la que sería su ópera prima: "La Película del Rey" que defendía ese hacer cine con dos pesos en la Argentina, dando los mejores productos, con toda su carga felliniana y la desmesura de una Ana María Giunta enorme -en varios sentidos- con su risa contagiosa. Ese mismo año vendría un falso documental para la televisión, "La era del Ñandú", una revisión de las creencias populares en el descubrimiento de una pócima para la eterna juventud sacada de las glándulas del ñandú. Dedicada a Zelig y a Borges. Una maravilla. Le siguió "Eternas sonrisas de New Jersey", un film hablado en inglés con el protagonismo de un Daniel Day-Lewis cuando todavía no tenía el renombre que se hizo después, filmado siempre en nuestra patagonia, lugar que Sorín eligió como su medio expresivo. En el 2002 y 2004 vendrían las que para mí fueron sus obras más logradas: "Historias mínimas" y "El Perro", desbordantes en ternura y en expresividad, llegando a cotas de emoción impensadas. Luego descendería lo andado con la menos lograda "El Camino de San Diego", "La Ventana" y "El gato desaparece", ésta última con una cuota de suspenso y de ingenio que bien le podría envidiar Chabrol. "Días de pesca", la cual no vi, con Alejandro Awada y Vicky Almeida, y en el 2018 "Joel", también con la gran Victoria Almeida -quien nos deslumbrara a todos en su debut en teatro en "Espejos circulares" junto a Solita Silveyra y Boy Olmi, lo que le valió un ACE como revelación del año-, aquí acompañada por Diego Gentile, el niño Joel Noguera y Ana Katz en un papel muy distinto a la perfecta psicópata de "Mi amiga del parque". Acá Sorín recurre más a un guión en el que abundan los diálogos, tal vez habiendo perdido la confianza que tenía en la expresividad de sus imágenes, aunque debo admitir que siempre trabajó con guiones de hierro. Apoyado en el carisma de algunos habitantes locales del sur, los "no-actores" de sus películas, que siempre terminaban por realzarlas, acá echa mano a un plantel de actores para los papeles principales. Sigue conmoviendo por su sensibilidad y parece que a los 76 años no perdió el brío para contar una historia que llega al corazón.

Con una cámara inquieta que sigue a los personajes bien de cerca, casi como heredado de los hermanos Dardenne, empieza la película con Cecilia pisándole los talones -se ven sólo sus piernas tomadas de atrás- que busca, en medio de la nieve, a su marido Diego para contarle que han sido elegidos para darles el niño en adopción que tanto esperaban. Diego no se nota muy emocionado, por lo menos no tan entusiasmado como ella: deben contestar en menos de un día si aceptan al niño. Tiene 8 años, que luego serán 9. Y aquí se presenta el problema de los adoptantes de chicos ya crecidos, que vienen con una historia de vida que luego hay que desandar para empezar a escribir la historia nueva. Joel no es la excepción, hijo de una madre a quien no conoció, criado por su abuela hasta que murió pasó a manos de su tío, quien ahora está preso cumpliendo una condena. Todo esto es lo que Joel trae en su mochila, además de unos sucios pantalones y unas remeras que se ponen directamente en el lavarropas. Joel es bastante reacio a sus nuevos padres, pero los acepta con pasividad rápidamente, se puede decir. Ellos viven en Tierra del Fuego, en un pueblito apartado en donde Diego ejerce como ingeniero y Cecilia como profesora de piano.
Al principio hay que sonsacarle las palabras con tirabuzón, habla muy bajo y muy quedo, e insiste en llamar a Diego "señor". Todo va bien en un comienzo, es amor a primera vista por parte de Ceci y de Diego, aunque cuando ella le pregunta si le gusta la música y él le contesta que no, sufre una pequeña decepción. Para reformular que sí hay un grupo que le gusta: El aguante. Lo que para Ceci constituye un golpe más. Y Cecilia no puede con su genio y empieza a imponerse sobre el chico, como decirle que "hay que cortarse el pelo". Joel no sonríe nunca, ni cuando le sirven un jugoso cordero de bienvenida, ni cuando le presentan su cuarto con juguetes ni cuando Ceci le da el beso de buenas noches. Sólo esboza una sonrisa cuando menciona a su tío "el loco", que ahora está "pegado", porque está en prisión. La delicadeza con que Vicky Almeida borda su papel la hacen merecedora de todos los elogios de la gran actriz que es. Joel también maneja muy bien ese papel oscuro de niño de "La Profecía" o de "El Resplandor" que le tocó en suerte. Hay una pareja amiga del matrimonio, dentistas que le insisten en que lo lleven a la iglesia que acaban de fundar para que el chico dé ejemplo del amor que se puede conseguir. Por supuesto que no los veremos nunca en esta visita. El odontólogo trata de enseñarle, infructuosamente, a Joel cómo debe higienizarse la boca. Es una frustración para padres y maestros, quienes lo reciben en la escuela, para cursar el tercer grado, aunque es más grande que el resto de sus compañeritos, pero como no se defiende muy bien en la lectoescritura es necesario. Es muy bien recibido por la maestra Nancy, una docente bien predispuesta que se ofrece a darle clases particulares para que pueda dar el cuarto grado libre. Hay un incidente con un teléfono que aparece en poder de Joel y su madre no sabe si lo robó o lo tomó del baño de la escuela como él dice, cuando otro compañero se lo dejó olvidado. De todos modos se lo hace devolver. Pero el director, un hombre muy simpático y cínico, la manda a llamar a Ceci para decirle que Joel tiene problemas para leer y escribir y que le cuesta mucho hacerse de amigos, que lo más conveniente es que vaya sólo dos días por semana a clase y que Nancy le reforzará con clases gratis en su casa. Esto le huele mal a Ceci y no está de acuerdo con el razonamiento del director. Pero pronto le llegan otros rumores por medio de otra madre que lleva a su hija a clase de piano: los padres de los demás chicos están molestos porque Joel les habla en los recreos de consumir paco, de la droga y de cómo atacó a una persona con un cuchillo. Lógico, Ceci se queda petrificada. Joel arrastra toda esa historia de marginación en su vida y ahora hay que deconstruirla para edificar algo sólido donde sólo había carencias. Va a ver al director a su casa un sábado, y lo encuentra viviendo con Nancy, con quien además tiene un hijo. Lógico, ésto no nos va a escandalizar después de lo que venimos viendo de Joel, pero aún así resulta chocante. Le confirma todos los datos y le dice que los padres están preparando una asamblea para retirar a sus hijos del colegio si Joel no se va. Ceci es una madre de hierro, defiende a su hijo hasta las últimas consecuencias, pero cuando va a entrevistar a los padres, uno por uno, éstos la dejan sin argumentos, sólo puede quedarse callada. Estos le dicen que no quieren que sus hijos, en un pueblo chico, le hablen de droga y de lo que se siente al fumar marihuana y amenazar a una persona con un chuchillo. Ceci se creía que iba a ser feliz cuando alcanzara la maternidad y se da cuenta que está muy lejos de ello. Su marido la sostiene, pero eso no le basta.
Llega el día de la asamblea y el director ha traído a una supervisora del concejo para moderar la charla. Los ánimos se colman y le recomiendan a Ceci que permanezca fuera de la discusión. Cuando vuelve de su caminata le dicen que tienen buenas noticias para ella: se ha decidido que Joel vaya a un colegio rural a doce km. de allí lo que resta del año y que el año entrante puede volver. La decisión no convence para nada a Ceci. Es el padre quien tiene que darle la noticia a su hijo de que lo van a cambiar de colegio. Joel insiste en que éste le gustaba. Cuando al día siguiente Ceci debe llevar a Joel a su nuevo establecimiento se resiste, pero su marido la convence. Toma la camioneta y se dirige al nuevo colegio, pero antes de llegar da marcha atrás y se vuelve. Final abierto. ¿Va a seguir luchando Ceci porque Joel sea admitido en el colegio? ¿Lo llevará a una instancia mayor, sabiendo que pueden perder la tenencia? ¿Dejará a Joel sin clases? Lo bueno de esta historia, como en todas las de Sorín, es que no hay buenos y malos, todos tienen sus razones que son igualmente atendibles. La solución que le dieron a Ceci parece haber sido el mal menor para Joel y sus compañeros. ¿Cuánto puede perjudicar Joel la vida tranquila de ese apacible pueblo? Son respuestas que no son fáciles de solucionar. Y lo que no se dice: ¿llega a cuestionarse Ceci el hecho de haber adoptado a Joel? Una película muy llena de amores y odios, enfrentamientos y pasiones, lo legal y lo ilegal, los valores sostenidos y la moral, como para permanecer indiferente.
Y gracias por haberme leído nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



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