miércoles, 21 de octubre de 2020

Mi crítica de "Llama un Inspector" (TV)

Esta vez hemos cambiado el formato cinematográfico por el soporte televisivo, en una producción española emitida el 6 de abril de 1973 y presidida por el gran Narciso Ibáñez Menta. En esta oportunidad se trata de la obra clásica de J. B. Priestley "Ha llegado un inspector". Y con un elenco encabezado por -además de Narciso- la gran Ana Mariscal -que según me aportó Amalia era una gloria nacional española, del teatro clásico-, muy bien acompañados por Tomás Blanco, Amparo Pamplona, Manuel Galiena, Manuel Gallardo y Maruja Recio. Al tratarse de una obra de teatro, y la adaptación se ciñó a las normas del mismo, dejó muy poco margen para el vuelo cinematográfico propiamente dicho de tantas adaptaciones célebres. Aquí la escenografía es siempre la misma, aunque tomada desde distintos ángulos, con un mediocre trabajo del director Cayetano Luch de Tena, aunque sepamos que en las obras de Narciso Ibáñez Menta el director era él mismo, se hacía lo que él quería, se buscaban los mejores ángulos y hasta dejaba escapar un humito misterioso, propio de su sello de autor.

De J. B. Priestley podemos decir que su verdadero nombre era John Boynton Priestley nacido el 13 de septiembre de 1894 y muerto el 14 de agosto de 1984, a los 89 años, que fue un escritor, dramaturgo, locutor y activista político británico. Que publicó 27 novelas entre las que se destaca "The Good Companions" y numerosas obras de teatro como "Llama un Inspector". Su producción incluye críticas teatrales y sociales. Esta obra es de 1946. Junto con el libro "Tres piezas sobre el tiempo una vez" está centrada en la reflexión acerca del problema del tiempo y en sus preocupaciones sociales. Es una obra cíclica, podemos acomodarla junto con "Antes de la Lluvia", que termina justo donde comienza nuevamente a representarse. El artificio de la televisión le ha hecho romper esa cuarta pared propia del teatro -la pared invisible que comunica el proscenio con la sala de butacas- y meterse por los intersticios de los personajes y girar en torno a ellos y mostrar sus gestos en primerísimo primer plano y sus rostros en un plano cercano.
La familia Birling está compuesta por Arthur, el padre, Sybil, su esposa, y sus hijos, Sheila y Eric, Sheila a la vez va a casarse con Gerald Croft, heredero de una dinastía de ricachones, que emparenta muy bien con el industrial señor Birling. Esa noche, después de la cena el novio le entrega a la prometida un anillo en símbolo de su unión. Unión que luego se verá echada al suelo durante la velada. Entonces se presenta el inspector de la policía Goole (Narciso) para anunciar que esa noche una joven llamada Eva Smith se ha suicidado tomando desinfectante y que ahora yace en las frías mesas de la morgue. La noticia no pasa del estupor que un suicidio puede causar, pero poco a poco se verá que cada uno de los miembros de la familia tenían algún tipo de relación con ella, siendo los causantes de su desgracia. El primero en verse afectado es Arthur, a quien se le muestra la foto casi en secreto, y se le recuerda que despidió a unas obreras de su fábrica. El dice recordar a Eva Smith, que era muy buena trabajadora pero por un reclamo salarial y una huelga se decidió despedir a las cabecillas, entre las que se encontraba Eva. Luego de ese incidente entró a trabajar a una tienda de ropa, en donde su desempeño fue satisfactorio, hasta que un devaneo con una clienta la puso de patitas en la calle. El inspector le muestra la foto en secreto a Sheila y ella ya sabe que fue ella la causante del despido, pues una empleada se burló de cómo le quedaba un sombrero y ella habló con el gerente diciendo que si no la despedía no contaría más con su visita. "Somos ciudadanos respetables, no criminales", acota Arthur y Goole le contesta que "Si por mí fuera, no sabría dónde poner la divisoria". Sheila se horroriza al darse cuenta de su acto, y reconoce que fue por celos, porque la observó tan bonita que no podía perdonárselo.
A partir de allí Eva cambió de nombre por el de Daisy Renton, y esto sobresalta a Gerald, el novio. Su novia lo advierte y le hace escupir todo, sin eufemismos que pudiesen alivianar la situación. Gerald la había conocido la primavera pasada, al mismo tiempo que Sheila notó que estaba frío con ella. Al mismo momento se advierte que Eric, el otro hijo, de unos 21 años, bebe más de la cuenta desde ya hace mucho tiempo, aunque su madre no quiera advertirlo. Gerald continúa con su relato: la conoció en el Palace Music Hall, en forma de prostituta. En ese instante estaba acorralada por uno de los viejos verdes con más prestigio de santurrón de la sociedad, entonces Gerald la acompañó a un hotel, ella se confesó con él y éste se convirtió en su amante fijo. Estaban por despedirla de la pensión en que habitaba y él la ayudó, desde ese momento se convirtió en el hombre más importante de su vida -de su corta vida, ya que se suicidó a los 24 años-, se veían con frecuencia, pero cortaron ya que sabían que eso no iba a durar toda la vida, ella le dijo que nunca había sido tan dichosa. Sheila no duda en devolverle el anillo que le regalara, como un símbolo de devolver su virginidad a quien no supo apreciarla. Pero en el fondo lo disculpa, sabe que él no la hubiese conocido si no hubiese sido por ella y su tonto capricho de despedirla. El inspector Goole le muestra ahora la foto a Sybil y ésta miente no conocerla. Sybil es miembro del Comité de Ayuda. Y como Goole ha leído el diario de la difunta, la ayuda a recordar... La conoció hacía dos semanas, se presentó con el falso nombre de Sra Birling y eso la alteró. Le pidió ayuda y Sybil se la negó. No ss siente culpable para nada, aún ante la noticia dada por el inspector de que la chica iba a tener un hijo. Estaba sin un peso y Sybil le negó toda esperanza, diciéndole que se hiciera responsable el padre de la criatura. Este no lo hacía, le había dado un dinero que había robado y era un muchacho joven que bebía y era un vago... Ya no queda nada más que decir. Todos saben que son parte de este engranaje. La obra se parece a un sistema, que por definición es un complejo de partes en donde, cuando falla una de ellas, fallan todas las demás. Este sistema que es la familia Birling se altera cuando Eric vuelve de la calle, adonde había salido para airearse de la borrachera y se achaca la paternidad sobre sí. Dice haberla conocido en el bar del music hall, bebieron y él se fue a su casa y allí "ocurrió lo que ocurrió". Se la volvió a encontrar a los quince días y se enredó con ella. A la vez siguiente le confesó que estaba embarazada. Pero que no se quería casar con él. Este le dio plata robada a su padre, ella no quiso aceptarle ni un penique y no quiso volverle a ver. Eric le grita "asesina" a su madre y se desespera. El inspector entonces arroja culpas sobre cada uno. Sobre todo a Arthur, porque ella ganaba 22,5 chelines y quiso pasar a ganar 25 y él se lo negó. "Ha matado a una Eva Smith pero hay millones de Evas y Johns Smith pidiendo ayuda. Nadie vive separado", reza la sentencia de Goole y de Priestley con su conciencia social. Con esta admonición sobre el conjunto, el inspector se retira.
Cada uno se exculpa, sólo Sheila y Eric sienten remordimientos, pero todos se preguntan si de veras era un inspector de policía. No tenía el aspecto, y no le dijeron nada que él no supiera con anterioridad. Los confesó a todos como quiso, esa fue su habilidad. Arthur llama a la jefatura y comprueba que no existía tal inspector Goold. Pero se enfrentan los hijos con los padres, se sienten culpables aquéllos, aunque éstos parece que no. Gerald, quien ha vuelto, les dice que los retratos que les mostró podrían haber sido distintos, ya que se lo enseñó a cada uno en particular, que podría haberse tratado de distintas chicas, quién asegura que ha muerto la misma? Gerald llama al hospital y le dicen que no se ha suicidado ninguna persona. Los jóvenes han quedado horrorizados, pero sus padres lo toman todo en broma. 
Pero suena el teléfono y es de la policía: una ambulancia camino al hospital llevaba a una chica que ha muerto envenenada y ahora un inspector de policía se acerca a su casa para interrogarlos...
Así termina este inquietante retrato cíclico, que no por ficticio y por enredado deja de conmover y de movilizar las bases de una sociedad dormida y pacata, dispuesta a jugar con la vida de la gente como si fuera un juguete, y de ampararse en su pretendida superioridad para tomarlo todo a la ligera. Un relato en el que sobresale la figura de Narciso Ibáñez Menta en su rol del inspector Goole, pero en donde cada uno del elenco desempeña un buen trabajo. Entre los más flojos, el de Sheila, que cuando se muestra afligida hace que llora pero no llora, todo de mentiritas, pero en general el reparto es bueno. Una obra que ya figura entre los clásicos del repertorio mundial teatral y que e vez en cuando se le pasa un poco el plumero y se pone en escena. La última versión la hizo Sergio Renán, con Graciela Duffau, mi amigo Fabián Vena e Inés Estéves en los roles protagónicos.
Y gracias por haberme leído nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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