martes, 29 de diciembre de 2020

Mi crítica de "El Plan Rodolfo" (¿Teatro?)

https://www.teatrix.com/ver/el-plan-rodolfo


 No me agarra más Juan Paya y sus chantadas de cuarta. Esta es una producción que difundió Teatrix pero que fue filmada de apuro con la excusa de la navidad con un teléfono celular y tres actores -a saber Juan Paya, NIcolás Maiques y Pedro-. Digo que no me agarra más porque no pienso ver ningún espectáculo más que venga con esa firma porque son mediocres, chabacanos, idiotas, sin ideas, descerebrados y lo peor, muy, pero muy groseros en balde. Las malas palabras abundan en la poca más de media hora que dura el episodio de telenovela que se nos presenta en tres capítulos, y con la gracia que puede tener un colegial bocasucia al que le han prohibido decirlas. Escupidas una tras otra, con poca sutileza, sin sentido y sin la gracia de, por lo menos, un Pinti -que las dice con fundamento, aparte-. Eso no sería lo peor, sino el banal argumento de esta producción de entrecasa hecha entre dos amigos y el hijo de uno de ellos. 

Juan hace de Juan, el hijo de Sofía, la abuela de Pedro, hijo a su vez de Juan. Juan está desesperado por conseguir una novia y las busca chateando y las desecha por el simple hecho de ser de Mataderos e hincha de Chicago. La madre, en cambio, se ha enamorado de Rodolfo, el viejito jubilado vestido de Papá Noel en la esquina, a quien su nieto pretende secuestrar para quedarse con todos los juguetes. Este es el punto de partida y el de llegada de esta singular serie televisiva que no presenta ningún conflicto con lo que podamos definirla como estructura dramática. La abuela es censurada por su hijo por el hecho de enamorarse a su edad -está tan mal caracterizado Maiques como Sofía que en realidad sólo parece un hombre con peluca- y ella le reprocha que no encuentra a su mujer ideal. Pero las cosas no seguirán así, de buenas a primeras Sofía se pelea con Rodolfo sin motivo ninguno y cuando lo llama por teléfono para reconciliarse, este le dice que se fue a tomar el té con una amiga de ella y ésta lo putea de arriba abajo. Sin mencionar el rosario que le dedica a su amiga. Este es el argumento de "El Plan Rodolfo", una cosa que podría haber escrito un chico de 13 años y aún así lo criticaríamos. Evidentemente Juan Paya no tiene vena de autor, y menos de actor, ya que es lamentable su interpretación, así como la de Maiques y la presunta desfachatez del pequeño Pedro -un actor que ni se presenta con su apellido-. Para mal de males, la dirección también es de Paya... y ya no hay escapatoria alguna. Sólo tiene en su haber la escritura de "Chicos católicos", que era pasablemente aceptable; lo demás es basura y de la rancia. No la vean ni aunque venga regalada -como es el caso- porque es un bodrio que se olvida tan fácilmente como se la vio, sólo que deja el regusto amargo de haber probado algo podrido.
No digan que no se los avisé.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



domingo, 27 de diciembre de 2020

Mi crítica de "Te aconsejo que me Olvides" (Teatro-Musical)

https://www.teatrix.com/ver/te-aconsejo-que-me-olvides


 Primera producción integral de Teatrix, esta para los tiempos de pandemia y a todo trapo. Lástima que los resultados no fueron los deseados. El equipo creativo es de primera: Betty Gambartes en libreto y dirección general y Diego Vila también en libro y dirección, la misma dupla que en Manzi, la Vida en Orsai. El elenco también era un lujo, encabezando, Raúl Lavié, que con sus ochenta y tantos sigue exhibiendo una voz poderosa y bien templada; Ivanna Rossi, con su cálida voz y todo su carisma y Marcos Montes, un afinado desfachatado. Para completar el equipo contamos con dos bailarines de primera: Melody Gelatii y Esteban Domenichini. Todo se conjugaba para ser un espectáculo brillante. Con tangos varios, algunos muy conocidos y otros no tanto, que van hilvanando una historia de amores y desamores.

Primero es Cipriano -Marcos Montes- el que se hace abandonar por la chica -Rossi- que de ahora en más pasaremos a llamar la Morocha Argentina. Escenitas de llantos, celos y demás, para meterse enseguida con Jacinto -Lavié- quien al poco tiempo también decide terminar el romance porque ella no se lo merece. El ha nacido para la timba, los burros, el café con los amigos, y es mucha mujer para él. A partir de ahí perdemos el rumbo, porque ya no sabremos quién está con quién y a quién hay que dejar. Se reiteran las situaciones sin fin y parece que cambiaran los personajes pero no, siguen siendo los mismos, así que qué querés que te diga, ya no entiendo más nada. Hay una sucesión de tangos que van tejiendo el argumento -algunos tangos reales y otros escritos para la ocasión-. Puedo distinguir Alegre mascarita; Ventarrón; Yo no sé qué me han hecho tus ojos; Ahora; Victoria; Piantá de aquí; Grisel; un dúo muy lindo de Nostalgias y Garúa, cantados al unísono como en Manzi...; Mientras fumo; otro dúo con Los Mareados y Rubí, realizados por Lavié y Rossi; Dos almas; Cuatro palabras; Tomo y obligo; Por una cabeza y Amor, amor, amor.
Como siempre es un lujo escuchar a tan extraordinarios cantantes, tal vez Lavié sea la voz que mejor se conserva con el paso del tiempo en la Argentina, ya que Jairo -para mí el mejor cantante que tenemos- va perdiendo caudal de voz a medida que envejece. Ivanna Rossi tiene toda la frescura y la caradurez juvenil y la cosa canyengue del tango mientras que Marcos Montes aporta picardía y un buen caudal canoro. La dirección musical, por parte de un pianista y una bandoneonista es impecable y la dirección de conjunto no deja nada que desear. Salvo esas pequeñas confusiones del guión, que empobrecen el sentido de tan magno esfuerzo. Se nota que la preparación de este espectáculo se hizo a conciencia y llevó su tiempo, porque todo está muy bien aceitado y ensamblado -no parece un show hecho de apuro- y lo luce. Lástima ese pequeño-gran detalle, que opaca lo que podría haber sido un excelente espectáculo.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito -un crítico independiente-.

domingo, 20 de diciembre de 2020

Mi crítica de "Airefuego" (Teatro)

https://www.teatrix.com/ver/airefuego


 Un nuevo acierto de Teatrix -entre sus alzas y sus bajas, que no dejan de preocuparme- fue juntar a Francisco Pesqueira y Thelma BIral en este recital de poemas y canciones, a la medida de ellos dos. La puesta en escena es simple, apenas dos sillones y una mesita con agua y copas, y un pianista con su órgano sobre un costado. Dicen que lo grabaron especialmente para Teatrix, yo no sé si antes tuvo su paso por el teatro, y de no ser así merecería que lo hubiese hecho, ya que es un espectáculo de la más alta categoría y con sólo dos materiales: la palabra y el canto. El espectro de autores es amplio y va desde García Lorca hasta Benedetti, desde María Elena Walsh a Félix Luna y Ariel Ramírez, pasando por toda una amplia gama de poemas y estados de ánimo, para empezar y terminar con ese clásico de clásicos que es "Doña Rosita, la Soltera", de García Lorca, en donde se luce indudablemente la BIral.

El diálogo es ameno y distendido, tal vez un poco sobreactuado con esa volubilidad que tienen los actores de exagerar cada recuerdo, cada palabra que se dice o cada sentimiento que se evoca, pero fuera de eso está bien manejado. El hilo de la conducción lo lleva Pesqueira, incluso ofreciéndole textos a Biral que ella desconocía o que no había leído previamente, como los de Simone de Beauvoir, Isabel Allende, Alejandra Pizarnik, Virginia Woolf o Emily Dickinson. Comienza hablando Pesqueira sobre su descubrimiento en su Córdoba natal, a los 8 años, en aquel glorioso 1978, en que se representaba "Doña Rosita" con dirección de Cecilio Madanes, producción de Oscar Pedemonti y la interpretación de Eva Franco, Carlos Muñoz y Maris Herrero y en el momento en que él decidió que quería ser eso: actor. Entra Thelma y ofrece parte de la obra en verso, con el soporte de Francisco. La dirección del espectáculo corrió de la mano de Emilio Samar y la música y teclado de Pepo Lapouble. Sigue Pesqueira cantando "Amo el amor de los marineros", de Pablo Neruda y luego pasan a hablar de sus respectivos padres y de su ascendencia: Pesqueira gallega, BIral italiana. Y de las cosas que se cantaban y contaban en sus respectivos hogares. Así Thelma (que por fortuna se ha recuperado lo más bien de su rotura de cadera, ya sin bastón), se anima a entonar la canzzonetta "Mamma", que cantaba su madre en referencia a la suya. y luego cantan y recitan "Luna de los gitanos", de nuevo de Federico, en canto de Pesqueira y recitado de Biral. El joven de 50 años va a recordar a su propia madre entonando "Me lo ha dicho la luna", un viejo cuplé que ella cantaba cuando él era niño.
Luego pasarán por la infancia y adolescencia de Thelma en Montevideo -aclara que es argentina- y su paso por el Teatro de la Comedia Nacional del Teatro Solís y cómo en los descansos bajaban a ver ensayar a la Comedia Nacional que ostentaba glorias como China Zorrilla y otros actores de primer agua en el Uruguay y en las butacas se encontraba la mismísima Margarita Xirgu dirigiendo, y cómo volvían a clase inspirados para repetir todo cuanto habían visto y oído en esa clase magistral. Para recordar a la poetisa uruguaya Idea Vilariño y su "Quisiera morir ahora", poema exquisito si los hay. Se definirán como hinchas furiosos de otro gran e ilustre uruguayo, don Mario Benedetti, y mientras Thelma recita "Hagamos un trato", Francisco canta "Te quiero", con música de Favero, en un amable contrapunto para terminar los dos al unísono.
Luego pasan a los poetas cordobeses, y mientras Pesqueira hace un chiste con Rodrigo, Biral recita "Eran las campanas", de Arturo Capdevila, otro magnífico cordobés, y Pesqueira la coloca en el balcón de Julieta y él asume el papel de Romeo para cantarle "Con mi serenata", de otro autor mediterráneo. Luego se transportan mágicamente a Buenos Aires y recorren la calle Corrientes para recitar y cantar "Te quiero Buenos Aires", de la maravillosa Eladia Blázquez. Thelma va a recordar cuando allá por los 70 convencieron a Niní Marshall para que hiciera el protagónico de "Coqueluche", la obra de teatro, siendo ella un papel menor. La dedicación conque Niní le enseñaba cómo debía decir un chiste, cómo rematarlo y cómo aplicarle su timming exacto. Las numerosas tardes que pasaron juntas tomando el té en la casa de Niní con el propósito de "pasar letra" y cómo le gustaban a ella las rosas y de cómo Thelma cada vez que podía le llevaba una. De allí derivará el poema "Rosas", de Juana de Ibarbourou y para que Pesqueira cante "El viejo varieté", que María Elena Walsh escribiera para una revista del Maipo. Francisco tiene tiempo para aclarar que los zapatos que lleva puestos son los mismos de cuando debutó, hace 35 años, sólo cambiada la zuela, regalo de su padre y los que usa siempre por cábala. A esto puedo agregarle que yo le gané. Los que uso yo para mis espectáculos son los mismos que me compré para bailar el vals en 6° grado, con lo cual los míos tienen sólo 40 años, y que también uso por cábala, cambiada también la zuela.
Pesqueira va a recordar que lo conoció a Alberto MIgré también en el Maipo y van a recorrer juntos temas musicales de sus telenovelas como "Quereme, tengo frío", de "Piel Naranja", "Rolando Rivas", el tema de Fito Páez "Yo vengo a ofrecer mi corazón" o el de "Una lágrima en el teléfono". Thelma acotará que su novela "Dos a quererse" también fue un éxito y recordarán su tema musical.  Después Pesqueira recorrerá la filmografía de Thelma BIral sin obviar ninguna, para detenerse especialmente en "Desde el abismo", quizá su mayor éxito, dirigida por Fernando Ayala y rememorarán su banda musical. Hablando de la valentía o la cobardía de los hombres, Thelma ofrece el poema titulado "Cobardía" de Amado Nervo. Y terminará con el poema de Alfonsina Storni "Quisiera esta tarde divina de octubre", excusa para que Pesqueira cante "Alfonsina y el mar" de Félix Luna y Ariel Ramírez. Vuelve a repasar su visión de "Doña Rosita" y darle el pie a BIral para que haga los monólogos más dramáticos y famosos de la obra para culminar con aquel poema que todos aprendimos en la primaria y que es ya un clásico: "La Rosa".
Todo está cuidado y estudiado al milímetro, nada en el recital molesta o desentona, y sirve para evocar la extraordinaria capacidad vocal de un Francisco Pesqueira en lo mejor de su carrera y para que Thelma BIral vuelva a brillar y a sostener la enorme actriz que fue y sigue siendo con lo mejor del repertorio poético argentino y español. Un espectáculo que es un verdadero lujo para quienes admiramos la poesía y el canto y un festival para los sentidos. Bienvenido sea a Teatrix y ojalá sigan brindándonos espectáculos como éste, filmados a propósito de la cuarentena.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

miércoles, 16 de diciembre de 2020

Mi crítica de "La Bohéme, en tacos" (Parodia de ópera)

https://www.teatrix.com/ver/la-boheme-en-tacos


 Bienvenida sea la ópera a la plataforma de Teatrix, en este nueva modalidad de Teatro en Pandemia-Vía streaming. Lo curioso de esta puesta desde las casas de cada uno, es que se la ha dado un giro novedoso a la clásica y hermosa ópera de Puccini: se la hizo en una versión travestida. Sería algo así como una ópera drag queen. Algunos papeles de hombres -Rodolfo- son interpretados por mujeres y algunos de mujeres -Musetta, Marcella-, por hombres. Los demás hombres de la compañía presentan rasgos afeminados o son directamente travas. No deja de sorprenderme el por qué de este giro, ya que el argumento se mantiene intacto -aunque reducido de dos horas a una, con cortes en las arias-, si será para provocar, para escandalizar o directamente para aggiornarla. Ninguna de estas opciones me parece válida y suficiente, ya que ni escandaliza, ni provoca y para el aggiornamiento baste con reparar en el musical de culto Rent, que tomó el argumento de La Boheme y lo situó en la actualidad donde los personajes en vez de morir de tuberculosis lo hacen de SIDA. Es mucho más efectiva y más hermosa en su conjunto y en su exposición esta Rent que este mamarracho de ópera travestida.

Los cantantes no dejan de ser buenos, aunque me caben serias dudas de que sean ellos los que cantan, ya que hay una desincronización entre el movimiento de los labios y la emisión de voz, aunque esté tomado en el directo que lo permite hacer el streaming. Además una mujer como Laura Borja, haciendo de Rodolfa, tiene una buena voz de tenor, lo que me hace dudar que sea de ella -salvo que sea el caso de un transexual lírico, lo cual no sería asombroso dado la fisonomía hombruna de la cantante y el ancho de sus muñecas, dato con el cual se suele identificar a todos los hombres trans del mundo-. El caso de Mariana Carnovali (Mimí) es positivo, no sólo tiene una excelente voz sino que es hermosa, pero dada a reírse como una pánfila en todo momento durante el 1° acto (sí, reite ahora que después no te van a quedar ganas). Tanto Marcello (Alfredo Martínez) como Collins (Andrés Asencio) lucen masculinos en sus roles aunque con una leve tendencia a la femineidad en Marcello, que se empolva la nariz y se hace los rulos antes de cantar; el caso de Shaunard (Ferni de Gyldonfaldt), es abiertamente gay, así como Musetta, que es encarnada por otro hombre (Lucho de Gyldonfaldt), quien logra impostar su voz como una mezzosoprano muy desvirtuada. Pero el peor pecado, tanto en Rodolfa como en los hombres es la tendencia a la macchietta, al estereotipo de hombre o de mujer en sus gestos y actitudes. Rodolfa juntara siempre sus manos sobre el pecho, en un gesto casi paralizado mientras que los hombres travestidos o gays recurrirán a las peores poses de teatro de revistas que hicieran un ícono de los personajes homosexuales. Todo un gran fracaso, por donde se lo mire.
Se rescatan algunas arias que han quedado intactas y que son los pilares de la ópera, como "Che gelida manina", "Si, mi chiamano Mimí" o "O soave fanciulla" del 1°acto, todo un emblema a lo que a música operística se refiere y lo más transitado en los recitales de tenores y sopranos que contengan antologías. El "Vals de Musetta", del 2° acto, todo un símbolo del aria romántica por excelencia ha quedado perdido lastimosamente entre los estertores de un hombre que se desgañita tratando de cantar como mujer. En este 2° acto, también Marcello se ha cambiado a Marcella (Eddie Carmona), de pelo largo y barba, muy pintarrajeado, exhibiendo patéticos resultados. Y cuando digo patéticos no me refiero al sentido con que Tchaikovsky nombraba su 6° Sinfonía.
Del original de La Bohéme es muy poco lo que ha quedado, salvo algunos fragmentos conmovedores del canto, y repito, si es por transgredir, no veo el resultado y si es por incomodar, tampoco, ya que no sólo no incomodan sino que hacen que nos indignemos. Si es por "descontracturar" lo solemne de la ópera, les agradezco pero no hacía falta, prefiero quedarme con un drama bien cantado y bien representado que con este cocoliche mezcla de farsa y berreteada. Hay formas más inteligentes e interesantes de descontracturar el arte. Investiguen y aprendan. Por ejemplo los "Ballets Trocadero de Montecarlo" que es un grupo de hombres parodiando a las bailarinas de ballet pero lo hacen con tanto estudio, tanta técnica y perfección, además de verdadero sentido del humor, que da gusto verlos. Lo que podemos rescatar de esta puesta es su adaptación a estos tiempos mediante el uso del chat y los emojis en pantalla, que elevan un poco el hecho cómico del asunto.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

lunes, 14 de diciembre de 2020

Mi crítica de "Ensayo: Tu Cuna fue un Conventillo" (Teatro)

https://www.teatrix.com/ver/tu-cuna-fue-un-conventillo


 Seguimos con la modalidad "Teatro en pandemia. Vía streaming", esta vez con un clásico de Vacarezza, con la misma Compañía Argentina de Teatro Clásico, la que recientemente nos deleitara con "La Celosa de sí misma", acá con actores invitados para cubrir los doce personajes que impone la obra. Yo, debo confesar, no soy para nada amante del sainete, ni en mi casa ni en el teatro, así que me dispuse a verlo con los reparos del caso. Grata fue mi sorpresa cuando descubrí que no sólo no me aburría sino que hasta me despertaba algún interés. Por supuesto, los personajes son los prototípicos de una época pretérrita de nuestra historia, aquella donde se encontraban los inmigrantes conviviendo con los compadritos de un género musical que despuntaba, el tango. Ni más ni menos que los cuchilleros de Borges, que tanto aprecié en su literatura, acá redivivos en carne y hueso por la magia de la pandemia. Está claro que los actores no se saben la letra y deben leerla, pero aún así consiguen hacer ágil la acción y continua la trama. Está el clásico tanito de lenguaje cocoliche, así como el andaluz y su esposa, la gitanilla, como también los "taitas guapos" recién salidos de la cárcel o aquellos listos para encontrar riña en cualquier situación. La pieza cobra actualidad por el desempeño de las mujeres, muchachas de avanzada siempre dispuestas a cualquier entrevero con el galán de turno o a escaparse con alguien más rico o más sensual.

La obra se abre en Buenos Aires, en 1920, en el patio de un conventillo de Villa Crespo. Está cantando Rancagua (Andrés D'Adamo), un tanguero de ley, tan mal cantor como vago y cafisho, lo escuchan el criollo don Julián (Fito Yanelli) y su hija Rosita (Guadalupe Velázquez), quien le ceba mate, en compañía de don Antonio (Gabriel VIrtuoso), el tano querendón, como así el andaluz pendenciero el Palomo (Francisco Pesqueira), secundado por su mujer, la Encarna (no me voy a cansar de decirlo, la siempre hermosa Ana Yovino). Hay algunos cruces entre los dos extranjeros por defensa de sus nacionalidades y por el tema del alquiler de la pieza, siendo don Antonio el cobrador y el Palomo un mal pagador. Don Antonio le codicia la mujer al Palomo y finalmente va a tratar de quedarse con ella -con toda aceptación por parte de ésta- Enseguida hace su entrada Filomena, la "paica" de Rancagua, quien está cansado de mantenerlo (Jazmín Ríos) y quiere escaparse con el primero que encuentre, lo que ella ansía es su libertad, las luces del centro que la deslumbran, aunque siempre se siente atraída de nuevo por el conventillo. Hace su aparición Doña Prudencia (Irene Almus), esposa a la vez de don Julián y como buena vieja cuentera, siempre dispuesta a la farra con los muchachos del barrio que vendrán esa noche a bailar el tango y a propiciar alguna chuchilleada. Así aparece Rosalía (Mónica D'Agostino), la mujer del Gallo y la encargada de "despabilar" a Rosita y a llenarlas a ella y a su madre de regalos de cosas importadas y que les da un prestigio con el que ellas sueñan. Rosalía es la chica "bacana" que tiene un buen pasar y puede dar clase de distinción en la vecindad del conventillo. Cae también Maldonado (Alfredo Castellani, con quien en un momento compartí cartel), el padrino de Rosita y un hombre que se la pasó la mitad de su vida en la cárcel, y la otra mitad, escapando de la policía. Viene recién salido de la "gayola" y llega en son de paz, es un hombre bonachón y pacífico, así como de buenos sentimientos y recto -no sabemos por qué estuvo tanto tiempo adentro-, todos, como corresponde, con su lengue al cuello y su sombrero de guapo. Pero se aparece también el Gallo (Nelson Rueda) y su fiel acompañante Aberastury (Gastón Ares). Sumados al relator, Julio Viera y al director, Santiago Doria, ya tenemos al equipo completo de la obra.
Los movimientos son nulos y el vestuario queda acotado a algunos elementos distintivos, por lo cual se convierte en una emisión radial de teatro leído (puede ser de las que engalanaron "Las Dos Carátulas", verdadero semillero de los actores de nuestro teatro nacional). Pronto el Gallo busca riña con Maldonado, el que trata de sacarle la chica, pero luego, viendo que ella no tiene ningún problema de huir con él, se la devuelve al Gallo en un símbolo de código entre hombres -de aquella época-. Asimismo Aberastury le propone la libertad a Filomena y la espera en la esquina para lanzarse juntos a la aventura, pero ella, en el último momento, comprende que su vida le pertenece a Rancagua y aborta el proyecto, volviendo fiel con su hombre. El tanito don Antonio ya ha conseguido seducir a la Encarna y piensa hacer su vida con ella, lo que es rápidamente desmenuzado por el Palomo, quien luchará por su amor perdido. Y así, entre engaños y desengaños transcurre este sainete criollo a 100 años de su creación por Vacarezza. Una buena oportunidad de asomarse a nuestra cuna teatral rioplatense que tantos éxitos lograra en su época, aunque ahora haya caído en el olvido. En parte porque ya la inmigración ha cambiado de destino y son otros los aires que se respiran, y porque los viejos conventillos y los viejos guapos y tangueros se han extinguido. Por suerte existe esta agrupación teatral clásica, dispuesta a recobrar aquellos viejos textos, emblemáticos, que se ganaron su destino de clásicos.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

martes, 8 de diciembre de 2020

Mi crítica de "La Hora de la Calabaza" (Teatro)

https://www.teatrix.com/ver/la-hora-de-la-calabaza


 "La Hora de la Calabaza" es un corto unipersonal (no más de 50 minutos) protagonizado por Romina Richi, con la autoría de la experimentada Esther Feldman y la dirección del otrora director de cine Alberto Lecchi. Feldman es experta en asuntos de mujeres, y acá vivisecciona exhaustivamente el tema de la separación de las parejas. O mejor dicho, cuando uno deja al otro. Y lo hace con un texto atractivo, ágil, al que sin embargo se le extraña la falta de humor. Hay ironía, en cantidad suficiente, pero es escaso de la alegría que provoca la comicidad y la desestructura y el alivio gozoso sumado a la profundidad de campo que tiene el humor para tratar estos asuntos. Marlene es una chica atractiva que ha sido dejada por su amante y ha tenido que volver con su marido, y en esta cita imaginaria con quien fuera compañero de pasión va a pasarle factura de todo lo que falló en la relación. Esta es la clase de chica que no quisiéramos tener por novia, porque se vuelve muy humana, muy terrenal en su discurso, casi como si nos tuviera confianza de toda la vida a nosotros, el público, y va a exponer sin tapujos todo lo que le pase por la cabeza. El tema es que se vuelve muy poco seductora, muy lejos de ser la compañera sensual y sexy que quisiéramos para pareja: es casi "obsceno" su modo de expresarse, con tanta naturalidad. Marlene gusta de tomar vino con su pareja, quien prefiere un té (ya el abuelo le decía que hay que desconfiar de los abstemios) y, poco a poco va a ir emborrachándose mientras aclara el panorama de su cabeza. De entrada nos arroja a la cara que con la separación se empieza el desconocimiento del otro. Frase cortante como un cuchillo si las hay. Es que Marlene es la autora del libro que le da nombre a la pieza, mientras que su amante se jacta de no haber terminado de leer ningún libro en su vida... es un completo analfabeto cultural. Y sí, dice ella, debe haber gente que es culta aunque nunca haya leído un libro, debe haber, no sé dónde pero debe haber. Y el libro en cuestión trata de manera muy clara y al alcance de todos el mito de la Cenicienta. Qué pasó cuando dieron las 12 y ella se convirtió en una sirvienta más, con el pelo lleno de grasa y las manos con lavandina, su vestido hecho girones y con una calabaza tirada por ratones en lugar de una bella carroza. Ella huyó a tiempo de que el príncipe la viera tal cual era y se desenamorara de ella. Qué hubiese pasado si ella se hubiera quedado, ¿el príncipe la habría aceptado? ¿duraría la pasión? ¿sería capaz de soportar la realidad? Y con las relaciones humanas pasa algo parecido, sostiene la autora, la hora de la calabaza sucede cuando la construcción amorosa se cae. ¿Es posible sostener para siempre la pasión, la alegría del descubrimiento, la plenitud del encuentro? ¿Y hay cuerpo o persona que lo aguante? Lo que plantea Marlene son más preguntas que respuestas. Dice que su esposo le brinda después de tantos años amistad, compañerismo, comprensión, tolerancia, en fin, amor. Pero ¿por qué hay que renunciar al deseo, a la pasión, a la aventura, a la sexualidad? ¿No será posible hacer que las dos posturas coexistan o habrá que conformarse sólo con una? ¿Debe quedarse la pasión reservada para los amantes? Después de todo, está reconocido por un experimento producido en Norteamérica con unos investigadores encerrados por largo tiempo en una residencia, que la pasión es producto de un crecimiento proteico en el organismo. ¿Todo se reduce a eso, debemos confiar en nuestras proteínas para poder ser felices?

Lo peor de todo son los llamados "amantes nihilistas", que son los que sostienen que sin pasión no existe nada. Qué hacer entonces cuando falta ese componente. Porque para ellos, pasión es sinónimo de amor. Y en la vida diaria, la de los amantes, no es así. Raras veces el sexo se transforma en amor, sostiene la pensadora Marlene. Lo que sí sabe nuestra amiga es que una nunca sabe bien quién es hasta que no sufre por amor. Y ahí tenemos la verdad revelada: esta relación de amantes inconclusa se ha transformado en una relación de amor. Algo así nos proponía la obra de teatro y luego película "Una relación pornográfica", en donde una pareja que se unía por el diario para sólo tener sexo, con el paso de los encuentros terminaba enamorada.
Lo que sí sabe Marlene es que su pareja se incluye en la definición de "amado demagógico", partiendo de la base que la demagogia es una actitud política para seducir al votante y que haga siempre lo que quiere el político en cuestión: que le entregue su voto. En el terreno amoroso eso sería algo así como hacer todo lo que se hace para obtener la condescendencia de la mujer en toda ocasión. Que haga de los deseos del macho alfa los suyos propios, confundiendo así el deseo personal con el del otro. Son las que se ponen contentas porque lo ven estrenarse el pantalón que ella le regaló. Son las que nunca se quejan del regalo que él les hace. Son las que confunden sus deseos sexuales con lo que el otro quiere que haga para sí la dama en cuestión. Y para eso nos cuenta la historia de Camila y Esteban.
Richi pasa a encarnar ahora a Camila, una mujer de su misma edad. Se conocieron con Esteban cuando eran adolescentes y mantenían relaciones sin mucho compromiso. Andado el tiempo volvieron a encontrarse y, a fuer de ser él licenciado en economía y ella estudiante de derecho, decidieron que era hora de terminar con los juegos y enamorarse en serio. Así lo hicieron y se casaron. Pero él era un amado demagógico, que la llevaba a comer dónde él quería, haciéndole creer que era el gusto de ella, le hacía los regalos con igual procedimiento y se comportaba en la cama de la misma forma. Así, ella se recibió de abogada y a él le llegó una propuesta de trabajo muy tentadora en París, pasaría a cobrar en euros y podrían vivir cómodamente los dos. Sólo que ella debería sacrificar su profesión. Así viajaron y llegó el primer hijo. El segundo los encontró en otro rincón del mundo y así el tercero. Hasta que Esteban decidió que era hora de volver a la Argentina para educar a sus hijos. Cuando regresaron ella no recordaba nada de su carrera y su cuerpo se había desgastado tanto que Esteban la hizo someterse a diversas cirugías estéticas hasta quedar totalmente nueva. Ella tenía la autoestima bien arriba hasta que él decidió dejarla. Así empezó ella a juntar propuestas del corazón, a llenarse de amantes y aventuras, de sexo y regalos, hasta que se aburrió de tanto hombre y emprendió una travesía más larga y dificultosa: la de buscarse a ella misma. Y comprendió que siempre había estado supeditada al deseo de los otros sin cumplir realmente nunca los suyos.
Ahora Marlene comprendió que su amante era de esta clase. Con la publicación del libro logró acceder a una "cierta fama", que no es la fama total, sino simplemente lograr que cuando se va a comprar ropa, las vendedoras se codeen diciendo "ella escribió un libro que es bastante interesante". En eso recibe una llamada de su esposo, preguntándole dónde está y que la va a pasar a buscar. Ella parece haberse resignado a vivir con la tajada de vida que le corresponde y adaptarse a la situación de compañerismo. Y acepta que si su amante volviera, no lo aceptaría, pues no lo extraña, sino que se extraña a sí misma cuando estaba con él...
Romina Richi vive con intensidad y profesionalismo su trabajo en esta obra -pero que no cante, por favor, ya quedó en claro que no es cantante-, es muy bueno su desempeño, pero sin querer se convierte en esa bruja rencorosa que actúa con maldad el resentimiento de que su pareja la hay abandonado, y puede ser escalofriante el resultado. La grabación se efectuó este año, si bien es una obra del 2017 dada en el teatro Payró (acá, para dejar la impronta del tiempo y el lugar, entra con su barbijo para sólo sacárselo cuando va a empezar a hablar). De las virtudes de Esther Feldman como autora huelga hablar porque siempre ha dado certeza de conocer el mundo femenino como un genoma propio y Alberto Lecchi hace dinámica la puesta en escena en un ámbito cerrado como es el estudio de Marlene con una mesa, un diván y una biblioteca como único decorado. Y una botella de vino que siempre sirve para la ocasión. Aunque aquí no haya mucho por lo que brindar... O tal vez sí.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).


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domingo, 6 de diciembre de 2020

Mi crítica de "Ensayo: La Celosa de sí misma" (Teatro)

https://www.teatrix.com/ver/la-celosa-de-si-misma


 Fruto de la prodigiosa mente de Tirso de Molina, un cura de hace 400 años atrás, llega esta obra, del ciclo "Teatro por streaming en pandemia", que Teatrix acerca a mi pantalla. Con un elenco formado por ocho actores y la dirección en silencio de Santiago Doria, quien sólo da unas breves indicaciones antes de comenzar y desglosa las escenas -no se ensaya la obra completa sino una sinopsis como para que pueda ser comprendida por el espectador-, la pieza se pone en marcha. Con escasos elementos de vestuario y sin ninguna escenografía, la pantalla dividida en una cuadrícula de 9 espacios y con apenas los movimientos imprescindibles, un texto en verso y en español antiguo, es muy poco lo que pude entender de la obra, máximo que se repasa a toda velocidad. Me pude enterar que hay una dama misteriosa y veleidosa que sólo enseña una mano, Magdalena (la bellísima Ana Yovino, que luce con su rostro tapado casi la totalidad de la obra), que enamora con ese solo rasgo a un joven y dado al amor Melchor (Andrés D'Adamo), quien tiene por escudero a Ventura (Paolo De Felice), quien le da sabios y prudentes consejos. A la vez, Magdalena tiene una ama de llaves llamada Quiñones (Irene Almés) quien actúa también para la pérfida y embustera Angela (Mónica D'Agostino) quien quiere hacerse pasar por Magdalena y casarse con Melchor, dado el anonimato de tan bella pretendiente. Esta a su vez tiene un hermano, Sebastián (Gastón Ares) y éste un escudero, Jerónimo (Francisco Pesqueira), entre quienes han armado toda la intriga amorosa, con tal de que Magdalena acabe casándose con Sebastián. Asimismo, el actor Gabriel Virtuoso encarna dos papeles, el del bonachón Don Alonso, propiciante de la boda entre Magdalena y Melchor y Santillana, un fraile algo tosco.

Pero el caso es que Magdalena no sólo ha mostrado su mano a Melchor, sino que lo hizo a la vez con ambos ojos, por separado, o sea que todo lo que sabe Melchor de su amada es que tiene una mano y dos ojos que lo han cautivado. Puede ser que así fuera la conquista amorosa hace 400 años, lo que hoy resuene como un amague idílico. Al mismo tiempo, Don Alonso ha sugerido a Magdalena, que en su actitud incógnita, adopte el nombre de Condesa de Chisinola, para desorientar más a Melchor que sí conoce el rostro de Magdalena y con quien planeaba casarse. De allí que la Condesa le dicte a su enamorado que se case con Magdalena pues ella en poco tiempo más debe viajar a Nápoles. Es por eso que una misma mujer se convierta en celosa de sí misma, dando título a la comedia de enredos que nos propone el bueno de Tirso. Siempre es apasionante asistir a un ensayo, más para mí en mi calidad de actor, pero esto de ver un ensayo por streaming, y con toda la obra "cocinada", superaba mis expectativas, nunca supuse que tendríamos que llegar a semejante artilugio. Decir que en la Compañía de Teatro Clásico, como se autodenomina esta formación, son todos excelentes, es una verdad de Perogrullo, pues salta a la vista la calidad de la formación escénica de todos sus componentes.
Poco más es lo que pueda agregar, porque, a más de decir que es una delicia escuchar el castellano antiguo tan bien pronunciado por estos actores y que la obra en verso tiene un plus pues debe esmerarse el autor en construir una trama que no sólo avance siempre hacia adelante, sino que además conserve la virtud estética de la rima. Digo que lo que pueda argumentar es muy poco porque no asistimos a una puesta convencional con movimientos, decorados y vestuario sino sólo al pasaje de letra por parte del elenco, y que ésta, por ser dicha en forma muy veloz no deja apreciar los verdaderos vericuetos del entuerto que propone el autor, lleno de suspicacias, dobles juegos, frases ingeniosas y malévolas complicidades. A lo que podemos asistir es a una idea de la obra pergeñada por Tirso de Molina, que, si bien no es acabada, deja entender su argumento principal y ver la pasta de los actores para montar una obra clásica en los tiempos que corren. Agradezcámosle a la pandemia que podemos tener el "texto" de la obra en nuestras casas. Que ya es bastante.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 28 de noviembre de 2020

Mi crítica de "Pies de Acero" (Cine)

 Alejándome un poco del mundanal ruido, mientras escucho la 9° de Mahler, excelente y exquisita sinfonía, dejo de lado por un rato los cuestionamientos sobre por qué no cuidaron mejor a Dieguito Armando, por qué tuvo que venir a morírsenos Dios y los desmanes cometidos en la Casa de Gobierno, como si los barrabravas se fueran a detener por tratarse de un velorio y en la mismísima Casa Rosada. En fin, todo a lo que nos tiene acostumbrados el circo de la Argentina. Y me encuentro con esta película, "Pies de acero", de un ignoto David Gow, de quien sólo conseguí saber que filmó esta única película como director (2006) y que su actuación más destacada fue en "Las Invasiones Bárbaras" -como actor, lo que en definitiva es- además de aparecer en 46 películas más, la mayoría de ellas para TV. La película que nos ocupa es muy rústica, casi, artesanal, esto se puede ver ya desde la tipografía que utiliza para los créditos, un film "indie" si queremos darle más prestigio. Los materiales con que cuenta este film son muy limitados, un guión del que hablaré más adelante, una escenografía compuesta por una celda en donde se desarrolla casi toda la acción y dos actores bastante talentosos: David Strathaim y Andrew W. Welker, entre los cuales se mantiene un "duelo actoral", o eso quieren hacernos creer.

El guión de "Pies de Acero" se limita a un ejercicio teatral de primer año del conservatorio, la dialéctica entre el amo y el esclavo, uno que manda y el otro que tiene que obedecer, un montaje de psicodrama bastante convencional, con ribetes de ideología nazi en su contexto. No hay más que eso. Un juego con sombras en la cara de Mike (Walker) en un momento, como para que digamos "qué sutil es este director, cómo quiere hacernos ver las luces y las sombras de este personaje" y unas cuantas malas palabras bien sazonadas como para darnos la impresión de "de contenido adulto". La primera escena, la de las patadas al trabajador pakistaní que le provocarán la muerte y a Mike la cárcel, está filmada ¡en ralenti! y nos da verguenza ajena (recuerdo la descarga de patadas de Alex en "La Naranja Mecánica", de Kubrick, al compás de la Sinfonía Coral de Beethoven o de la obertura de "Guillermo Tell"). De ahí, el joven skinhead pasa a prisión y se le asigna un abogado... judío: Danny Dunkelman (Strathaim), quien en su primera entrevista consigue sacarle que estaba alcoholizado por whisky y cervezas cuando cometió el acto reprobable y que llevaba puestas botas militares con puntera de acero. Y que lo pateó 38 veces. Su víctima sobrevivió tres semanas, como para describir sus dolores físicos y la pérdida de un ojo, y la disculpa que hacía a su agresor. Todo entre crudo e idílico, vea señora.
Mike no quiere que se lo juzgue como un skinhead, ya que no quiere que se enjuicie a su movimiento sino a su persona. El abogado es judío y se lo hace saber, para ver la reacción de su defendido, y le pregunta si está de acuerdo. Mike dice que en un mundo ideal haría lo posible para que lo eliminaran, pero que en ese momento lo necesita. Dunkelman recibió las enseñanzas de su padre, un judío sabio y conciliador, quien le decía que hay que cuidar incluso a aquellos que lo quieren ver muerto. Tal vez por esas palabras es que ahora decide tomar el caso y jugarse por él, aún a riesgo de perder a su esposa (¡!), como si él se obsesionara tanto con el caso que olvidara sus deberes conyugales, cosa que no ocurre. En la lectura de los cargos se presenta toda la banda de amigos skinheads haciendo sonar sus botas, lo que descoloca a Dunkelman porque lo hacen poner en ridículo haciendo parecer el crimen como una cuestión racial -que en el fondo es lo que era-. Mike se queja de que están perdiendo Montreal a manos de los inmigrantes judíos y negros.
En otra visita a la celda, el abogado le lleva a Mike una foja de papeles con sus cargos para que los lea y prepare su propia defensa. Le presta el portafolios de cuero que le regalara su padre. Mientras, Mike utiliza su tiempo inútil en la celda para tatuarse en un brazo con un punzón un símbolo nazi. Destruye su celda debido a su impotencia para enfrentar su crimen, descarga su violencia luchando con su sombra. Dany vivista a Mike en su celda y éste le reprocha que no le haya devuelto una llamada. El abogado aprovecha para preguntarle si tiene alguna idea con respecto a lo que leyó. Mike no tiene. Dany le reprocha por sus amigos skinheads que quieren matar por deporte a todos los descendientes del Holocausto. Mike entonces lo hace enfurecer y le reta a pegarle, a lo que Danny se niega. Finalmente le dice que si empezara a pegarle no podría parar. Esto le da una idea al acusado para empezar a preparar su defensa.
En otra visita a la única escenografía, están ensayando una expresión del juicio. Danny le pide que hable de forma concisa y corta, a lo que Mike se arrepiente de haber cometido el crimen. Dunkelman lo hace tentar para que se enoje, le pregunta si se siente basura blanca, a lo que éste responde que no. Y prepárensese porque se viene la parte del "circo-drama". Danny le pide que explique su crimen, su defendido dice que es porque no les dan trabajos valiosos a los hombres blancos, todos se los asignan a los inmigrantes o a los judíos. Dany se enoja (¡uy, que miedo!), quiere que diga por qué mató al hombre, se descontrola. Mike se reconoce como un soldado blanco ario que está siendo controlado y torturado por los judíos, mientras hace el saludo nazi. Eso sí, todo con mucho grito, mucha furia y mucha "convicción". Grita a viva voz que los judíos son escoria que hay que eliminar. Entonces Danny le pide que lea la declaración de su víctima, ahora que está en pleno trance traumático. Mike se niega, pero finalmente Danny lo obliga a hacerlo. Como era lógico de esperar (¿lógico, ante semejante infrahumano?), se quiebra al leer el perdón que le dedicó su víctima. Termina "destruido". Danny quiere que lea el documento nuevamente, quiere que sea la hebra que pasa por el ojo de una aguja, según la tradición judía. Mientras, Danny debe soportar que su esposa abandone la casa.
Lo que vemos del juicio concreto es poco y nada, sólo un Mike pidiéndole a las autoridades que hagan algo respecto a su problema, con eso concluye su alegato. Es reporteado por la televisión y se define como alguien que tomó el camino equivocado. (¿Cómo, se desdijo de todo lo que sentía en lo más profundo de su ser o será por conveniencia?). Su condena fue aliviada gracias a la buena actuación de su abogado, mientras éste goza de su cabaña y su yate aunque subsista el dolor por la partida de su mujer. Lo han ascendido. Nos enteramos que estuvo en cama durante dos meses, se entrevista con su cliente, quien va a visitarlo a su morada. Danny continúa odiando a Mike por su antisemitismo, sin embargo le regala el portafolios que heredara de su padre. El abogado Dunkelman termina la película comparando la tela sagrada con la cual su padre leía la Torá, con el universo...
Qué bueno que todo se haya arreglado por el buen proceder el abogado, esas aves de rapiña que deben hacer que sus defendidos tengan la menor pena posible, aún cuando hayan cometido un crimen aberrante y, en el fondo sigan pensando de la misma manera. ¡Ah, no, cierto que en el último instante cambió y vio todo con otros ojos!! Entonces, ¡qué lindo es tener la conciencia en paz, tranquila y sin mácula! Una película que el señor Gow podría no haber filmado y que nadie lo hubiera sentido...
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente)



martes, 24 de noviembre de 2020

Mi crítica de "Sr. Mikozzi: Humor Acido" (Teatro-Unipersonal)

https://www.teatrix.com/ver/sr-mikozzi-especial-de-pandemia


 Teatrix tuvo la ocurrencia de auspiciar proyectos organizados durante la pandemia, y así tenemos por lo menos cuatro exponentes de diversos géneros que trabajan en teatros solos o desde la pantalla de su computadora. El primero de ellos pertenece al "humorista, actor y guionista" Pablo Mikozzi (que parece más una infección por hongos que el nombre de un actor), que según se nos auspiciaba desde la plataforma de Teatrix "recorrió el país despertando las mejores críticas con su humor ácido, con un sólo propósito: reír pensando". A la flauta, me dije yo, ¿será una combinación de Les Luthiers, Woody Allen, Pinti, Quino, Fontanarrosa, Bernardo Koremblit, Dolina y Geretto? ¿Será el humor elegante y fino que tanto me gusta, habrá surgido alguien nuevo en el rubro? -No me crean, no soy tan ingenuo- El humor ácido que proponía me sonaba a algo transgresor e inteligente a la vez, algo así como la lluvia ácida de potente...

Otra que lluvia ácida, ni un caramelo Arcor de ácido... ácido un gusto... no, el problema con el Sr. Mikozzi es el mismo que tienen las promociones de la publicidad, que es que cuando comprás lo que te insuflaban nunca resulta ser tan bueno como lo que te proponían. El Sr. Mikozzi no pasa de ser un cómico de cuarta, con algún que otro chispazo de ingenio -muy a cuentagotas- y mucha confianza en sí mismo. Desde el comienzo se presenta como un delivery, esos que te traen la pizza a tu casa, encargado de llevar la risa y la reflexión a las casas en estos tiempos de pandemia. Enseguida un chorro le roba el bolso con la pizza, la bicicleta y la gorrita. Qué gracioso... Los cinco personajes que va a presentar son desparejos, van de peor a mejor, siempre alejado del estado de excelencia que es dable pedir en un caso como este. El primer monólogo, el del paranoico, juega con los temores propios de la pandemia y con lo que es de conocimiento público, cómo se transmite el virus, cómo prevenirlo y las posibles consecuencias, todo muy ácido, vea. Con un par de "transgresiones" como decir que toda la pandemia es un plan ideado por La Cámpora o llamarlo Pelado a Larreta.
En El Feto, representa a un bebé que está por nacer, pero que todavía no ha abandonado su estado fetal, y tiene la muletilla "no, yo ni en pedo nazco", que repetirá hasta el hartazgo. Mi directora de teatro Elsa nos decía que cuando una cosa causa gracia no debe repetirse más de tres veces en la obra porque pierde el efecto. Este señor parece que no estudió esa lección, porque va a repetir sus muletillas de cada monólogo infinidad de veces, lo mismo sucede con la palabra puto en El Hincha o "pobreeeee" en La Cheta. Las observaciones que hace el bebé no son muy agudas que digamos, más bien son verdades de perogrullo y el monólogo aburre en vez de iluminar. En El Hincha afina un poco más la puntería, ya que se trata de un barrabrava psicoanalizado, que va a cantar todos sus estribillos y arengas en favor de la terapia y mete por allí algunas cosas relacionadas con la teoría freudiana, que, como salta a la vista, muy poco tiene que ver con la pasión futbolera. Lo que tiene de lúcido este scketch lo tiene de falta de gracia, ya que, permítame que se lo diga: El Sr. Mikozzi no tiene nada de gracioso... Ya está, se lo dije. Sí, porque le falta esa gracia natural que sólo algunos iluminados tienen. Así como reconozco que Mundstock y Rabinovich eran la mar de graciosos y en cambio López Puccio trata infructuosamente de pasar por divertido, es bueno reconocer que algunos cómicos no tienen ese don por más que se esmeren y sus textos sean humorísticos.
En el monólogo de La Cheta tiene un poco más de puntería debido a la creación de un personaje -aparece vestido de mujer, con falda corta- con acento propio y características de una clase social alta, a diferencia de sus otros personajes de marginales. Y logra cierto tipo de transgresión al burlarse de los pobres y sus falencias estructurales como culturales -cayendo en las propias falencias de una cabeza hueca de la clase acomodada- se puede decir que este sea el más elaborado desde el guión, sin llegar tampoco a cotas de originalidad ni atrevimiento transgresor.
El último personaje, El Rey Lumpen es un chico de la calle, borracho y drogadicto que se ocupa de cuidar coches así como de pequeños robos, con un desprecio total con todo lo que sea cultura del esfuerzo. Con una duración de no más de diez minutos cada uno, sus monólogos trajinan entre el tedio, el aburrimiento, la escatología y la grosería, con sobreabundancia de malas palabras y poca originalidad. Como dije, algún chispazo de lucidez le cruza por la cabeza de vez en cuando y es ahí cuando el actor y el guionista brillan. Sino, brillan por su ausencia.
Mikozzi explica que se puede hacer humor con absolutamente todo, que no hay límites -igualmente parece que su mundo es muy estrecho-. A partir de esto en una entrevista que le hicieron a Daniel Rabinovich, él decía que se puede hacer humor con casi todo pero no cuando a un chico que está en las trincheras lo amenaza un soldado nazi con un lanzallamas en la cara. Claro, existen diques naturales por respeto o por pudor. Como así Woody Allen ante la pregunta de "¿no sentís respeto porque hayan muerto 6 millones de judíos?", él responda muy suelto de cuerpo "bueno, los récords están para ser rotos". Ya vemos, ante los límites del humor hay varias opiniones, lo cierto es que no se puede hacer humor con todo. Mikozzi cuenta que empezó en un circuito muy chico en el barrio de San Telmo, en un lugar frecuentado por prostitutas y travestis a dónde su abuela lo acompañaba y quedaba deslumbrada con la fáuna del lugar. Así un día llegó al San Martín y la abuela le dijo: "me embolé terriblemente con estas obras, volvé a San Telmo con las putas y los travestis". Lugar de dónde el Sr. Mikozzi no tendría que haber salido nunca.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente). 



domingo, 22 de noviembre de 2020

Mi crítica de "Antes del Anochecer" (Cine)

 Y me mandé tres al hilo. Esta es la tercera de las críticas de las "Antes de...", la menos idílica, la más desesperanzada y descorazonada, la que tiene más personajes secundarios aparte de ellos dos -ya viven dentro del mundo, se han casado, tienen hijas en común, amigos, lectores, etc.-. Ahora estamos en Grecia, pasando seis semanas en plan de vacaciones. El guión, como siempre ha sido compuesto por Linklater más Hawke y Delpy y por fin tiene música incidental propia, y hasta una canción de títulos cantada en griego. A pesar de que han pasado los años, el disfrute no deja de ser completo. Están más viejos y cansados -41 años, no es tanto, pero lucen agotados- sin dejar de ser hermosa Julie Delpy, se la ve más gordita y culona, y Ethan Hawkw ha perdido un poco de su magnetismo, además de lucir sucio y desprolijo, como buen yanqui, frente a la francesita pulcra.

Al comienzo del film Jesse está despidiendo a Henry, su hijo de 13 años en el aeropuerto, hay complicidad entre ellos a pesar de que Jesee ya no esté junto a su madre. Hay una infinita tristeza en el rostro de él al verlo partir. Jesse y Celine se han casado entre sí hace nueve años y tienen dos hijas gemelas de 7 años (cada una). Mientras él va manejando por su viaje en Grecia, ella diserta de si debe trabajar a las órdenes del gobierno; no le gusta pero no le queda otro remedio que aceptar. Ella recuerda que cuando chica tenía una gata llamada Cleopatra, y que cada vez que salía por ahí venía preñada y luego daba a luz dos gatitos. Siempre dos gatitos justos. Un día desayunando con su padre éste dijo: "lo más difícil de mi vida fue matar esos gatitos...". Claro, la gata paría 7 ú 8 y él debía deshacerse de los que sobraban. Se los llevaba en una bolsa de plástico con éter. Esto descorazonó a Celine. Henry le dijo a su padre que pasó el mejor verano de su vida, pero no fue por su compañía sino porque hubo una chica, incluso se lo llegó a confesar a Celine ya que él estaba muy preocupado sobre cómo besar. Jesse siente que tiene que ocuparse de él ya que su madre lo está estropeando. Necesita de un padre que lo forme como hombre. Celine dice que ya arrojó la bomba, que es por eso por cómo se desunen las personas; discuten un poco sobre esto y ella dice que lo dijo mitad en serio mitad en broma. Pero ya la piedra de la discordia está plantada, será por esto por lo que lleguen a la discusión del final.
Llegados a la finca de Patrick, un viejo escritor y su amiga Natalia, Jesse juega al fútbol con sus amigos; Celine y sus hijas recogen verduras en el huerto y luego colabora para la confección de la ensalada. Stefano, un amigo italiano que Jesse se hizo allí, le dice que leyó sus dos libros y le pregunta si es cierto que en el segundo, cuando perdió el avión se quedó en el departamento de ella teniendo sexo desaforadamente. Acá vemos que lo que cuenta Jesse en sus libros es la historia real, y también nos actualiza lo que no pudimos ver de la conclusión de esa película anterior. Este se lo confirma. Y le dice que ahora está trabajando en un libro sobre gente que tiene enfermedades en el cerebro: una de ellas es una anciana que se la pasa en un continuo deja-vu, después hay un tipo que se desconoce cuando se ve en el espejo y por último un ama de casa que cree recordar todas las caras que vio en su vida. El libro es sobre el paso del tiempo y sobre la percepción y luego escribirá un film sobre ese material.
Ya sentados a la mesa, Patrick, el patriarca anfitrión propone un brindis por haber conocido a todos los amigos que asisten a su comida -son 8 en total- y dice que cuando vio a Jesse en el aeropuerto vestido de esa forma se dijo a sí mismo "este tipo nunca puede ser un escritor". También hay una parejita joven que se conoció el año anterior, mientras ella hacía Shakespeare en el teatro. Quedaron en contacto viéndose por skype y se quedaban dormidos juntos a través de la pantalla. Stefano acota que piensa que así será el sexo del futuro, puedes hacerlo con quien quieras, y en la forma que quieras y que no intervendrán los genitales. Son todas parejas que se aman. Y cuando Celine juega a portarse como una puta ingenua con Jesse, ésto lo hace sentirse muy orgulloso de su mujer. Anna, la jovencita les pregunta cómo se conocieron, y Celine le hace un pequeño racconto de la situación y le recomienda que si quiere saber cómo es el sexo con ella tendrá que leer los libros. Anna se pregunta si el amor dura, ya que, por cierto, no es eterno. Natalia, la adulta amiga de Patrick dice que está olvidando de a poco la cara de su difunto esposo, y se dedica cada mañana a recordarla, y que hay días en que éste se le presenta. Jesse brinda entonces por la permanencia.
Luego vemos a Jesse y Celine caminando juntos por el terreno griego, en un travelling que los seguirá los minutos largos que dura esta conversación, en plano medio, y aunque no sea un plano secuencia, da esa sensación (son más de 10 minutos). Ella le recuerda la carta que él se escribió cuando tenía 20 años para el Jesse de 40: Jesse por ese entonces quería que todo transcurriese muy rápido, aunque ahora pide todo lo contrario. Ella dice que por primera vez está extrañando el correteo de sus dos hijas, ahora que están solos y preservados de tener que cuidar de ellas. A lo que Jesse comenta que la vida personal de cada uno está dada desde el momento en que sale de la casa de sus padres hasta que nacen sus hijos... Celine le pregunta si la viera ahora en el tren la invitaría a bajar, después de haber sido madre de gemelas. Jesse le contesta con esquives, para decirle enseguida que es la mujer más atractiva que ha conocido. Jesse tiene 41 años y Celine advierte que es el hombre más viejo con el que ha tenido sexo. Luego de seguir caminando un poco Jesse le dice que su abuela de 98 años ha muerto y que llevaba un año de viuda. Estuvieron casados 76 años. Celine le pregunta si a ella la aguantaría 76 años. Jesse dice que lo estropeó, ya que llamó a su padre para darle el pésame y le dijo que ahora era huérfano, y a él no le gustó nada esa broma. Entran a una pequeña capilla levantada por los turcos en su invasión a Grecia y Jesse dice que la gente deja limosnas para los ciegos. Celine promete no hacer más chistes de mamadas en capillas y dice que sus hijas le preguntaron cómo había sido su boda. Luego asisten a la puesta del sol desde un café griego.
En la recepción del hotel una mujer joven le pide a Jesse si puede firmarle el libro ya que tanto ella como su esposo lo admiran y le pide que también lo firme Celine ya que ella debe ser la heroína del relato. Ya en la habitación, Jesse deja al descubierto las tetas de Celine (si García Lorca, que era un poeta hecho y derecho podía decir tetas, yo que no le llego ni a los talones, creo que también puedo utilizar la misma palabra), que permanecerán un buen rato al aire, firmes y sólidas todavía, aunque pequeñas. Cuando están por hacer el amor, llama Henry para avisar que ya está en Londres, de lo que deriva una discusión entre los esposos por la tenencia del niño y su futura crianza en Chicago. Celine ve cómo se desmorona todo su sueño de trabajar en Francia para el presidente y nota que lo único que quiere Jesse es recuperar el tiempo perdido con su hijo y sacárselo a la alcohólica de su madre que sólo piensa en vengarse como Medea.
Celine dice que quiere el trabajo en Francia, aunque a la mañana dudara de él, y que él puede irse a vivir a Chicago con su hijo que ella se quedará cuidando de sus hijas en París. Discuten. Celine se trastoca, todo su ser angelical se pone como si fuera una furia. Y dice que él sí puede estar escribiendo todo el día y que a ella le gustaba tocar la guitarra pero que ya no puede hacerlo. Jesse acepta que fue su música la que le cambió la vida y que debería encontrar tiempo para hacerlo. Celine se vuelve vulnerable cuando piensa en el cuidado de sus hijas y Jesse aprovecha para abrir una botella de vino. Entonces Celine le pregunta si se acostó con esa chica de una tienda y él se excusa diciendo que la ama y que ama a sus hijas, y que no le pregunta lo que hizo ella cuando fue a visitar aquel ex-novio suyo. Entonces Celine se da media vuelta y sale del cuarto de hotel. Vuelve un momento para decirle que ya no lo quiere. Y vuelve a salir. Jesse mira el té que Celine había dejado sin tomar, el vino que tampoco probó ni la fruta que no comió. Celine está sentada sola en un bar afuera, Jesse va a ella. Luego de un corto intento de acercarse a ella fingiendo no conocerla, se pone a "leerle" una carta que la Celine de 80 años le escribió para la de 40. Y le dice que le envió a ese joven que está enamorado de ella y le advierte que la noche que mejor sexo tuvo en su vida fue al sur del Peloponeso. Celine le dice enojada que no todos son figurantes de sus libros. Y Jesse termina leyéndole que la vida no es perfecta y que tendrá unas cuantas dificultades a los 40 pero que podrá sortearlas y sus hijas crecerán hermosas y serán luchadoras feministas. Celine termina dando el brazo a torcer y aceptándolo una vez más haciéndose la inocente, una combinación mortal para Jesse y para todos nosotros.
Así termina esta película dulce y amarga como la vida misma, con luces y sombras, diciéndonos que no todo es el cuento de hadas que nos contaron cuando empezó esta trilogía, allá hace exactamente 27 años, en una noche vienesa, lo que daría lugar a la más grande epopeya fílmica jamás contada, una que pudo vencer el paso del tiempo, con sus pérdidas y sus recuperos, con sus achaques, con la pérdida de la juventud y el entrar a la adultez, con el nacimiento de los hijos y con los vaivenes amorosos que nos hicieron estar en vilo casi seis lustros. Inolvidables Celine y Jesse, inolvidable maestro Linklater. Imperecederos Julie Delpy y Ethan Hawke.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



jueves, 19 de noviembre de 2020

Mi crítica de "Antes del Atardecer" (Cine)

 Carlos, sé que no estaba en tus planes que viera las dos secuelas de "Antes del Amanecer", pero vos sabés cómo son las adicciones, y yo soy adicto a estas películas, como puede haber otros que lo sean con Star Wars o El Padrino. Ante todo voy a decir que esta vez el film no me conmovió tanto como en anteriores visiones, por lo que pude verlo sin llorar (aunque algún moco derramé) pero igual me atraviesa de una forma impensada. Quiero decir que para aquellos que no crean en el amor, nada mejor que ver esta saga de películas donde queda demostrado que es posible no sólo el amor a primera vista sino la reelección después de muchos años juntos, como vamos a ver en el tercer film. Jesse y Celine. Celine y Jesse. Ya los incorporé como parte de mi familia o como esos amigos cercanos de quien uno siente envidia por esa relación sin fisuras que llevan. Han pasado 9 años y no se han vuelto a ver. Ahora Jesse Wallace está en Francia y se ha convertido en un escritor de éxito con su novela sobre el amor de una noche entre un joven norteamericano y una francesita. Está dando una charla para la presentación de su libro en París. Y ahí nomás se presenta Celine. No puedo decir que el tiempo haya hecho estragos pero sí que ahora están más distintos, tal vez más aplomados con la madurez, ella más flaca pero igual de linda y él un poco más asentado. Le pregunta a su editor a qué hora sale el avión y le dice que tiene una hora y media. Justo lo que dura la película. Parece filmada en tiempo real, aunque no en una sola toma, pero el tiempo que transcurre es el exacto que duran sus conversaciones y paseos. Jesse ha sublimado su pasión en arte: escribió un libro. La invita a tomar un café, le dice que todavía tiene tiempo. Celine se disculpa de que no pudo ir a la cita concretada porque justo ese día murió su abuela en Budapest; ni uno antes ni uno después, es así como el azar teje sus hilos. Ella tiene miedo de que su peor fantasía se haga realidad: saber si él fue.

Claro que fue, y lo pasó muy mal, aunque pensó que algo grave le habría sucedido para perderse el encuentro. Recorrió una y mil veces la estación de trenes y hasta dejó su número de teléfono en carteles por todas partes. Sólo lo llamaron un par de prostitutas que quisieron alegrarle la noche. Celine se siente terriblemente culpable por no haber ido, pero no hubo nada que hacer. Y se siente halagada por ser la protagonista de su libro, aunque dice que idealizó bastante aquella noche y le pregunta si no escribió sobre si la hubiese encontrado. El le dice que sí, que en su relato se la pasan haciendo el amor frenéticamente durante 10 días hasta que se dan cuenta de que no son compatibles, pero hubo que eliminar ese capítulo pues los editores sólo quieren historias de amor.
Caminando por las callecitas de París, Jesse le pregunta a qué se dedicó y ella le dice que se graduó en ciencias políticas y que ahora está trabajando para una asociación ambientalista y que estuvo un año en la India en una planta purificadora de agua. Ella opina que el mundo se encuentra al borde de un desastre; él es más optimista: entran a un bistró a tomar un café.
Celine cuenta que estuvo viviendo en New York del 94 al 99 y él, que se había mudado a esa ciudad, pero nunca se cruzaron, para su desgracia. Ella desistió de vivir en los Estados Unidos una noche en que un policía le dijo que si quería sobrevivir tendría que comprarse un arma y aprender a usarla. Celine añora la buena onda de los norteamericanos ya que los franceses son más tristes. Les gusta la comida, saben cocinar pero no son tan "calientes". De eso Jesse se siente orgulloso. Se preguntan si están fisonómicamente diferentes y llegan a la conclusión de que están hermosos -conclusión que yo comparto-. Ella le cuenta su experiencia en Polonia cuando todavía existía el comunismo: no había nada que comprar, ni publicidad; el deseo disminuyó en ella y pudo tener la mente más clara. Aun así coinciden en que el deseo es el motor de la vida y que siempre es saludable anhelar algo. Jesse entonces la narra su experiencia con unos monjes trapenses, son totalmente pacíficos, no quieren convencer a nadie, son gente muy amable y lo único que quieren es estar en paz con Dios.
Salen a recorrer París, guiado por ella. Celine niega haber tenido sexo con Jesse aquella noche, y él no cree que no pueda acordarse. Ella dice que trata de guardar en un cajón todas las cosas que le resultan tristes, y acepta a regañadientes que pudieron haber hecho el amor. Tal vez lo olvidó por ser ese día el de la muerte de su abuela. Sabía que lloraba sin saber si era porque no volvería a ver más a su abuela o porque no volvería a verse con él. Disertan sobre el final de la vida, ella no quisiera morirse sin haber hecho todo lo que le queda por hacer: tocar más su guitarra, escribir más canciones, aprender a hablar chino. Casi siempre está deprimida, y cuando eso le pasa llama a su mamá por teléfono, quien le pregunta si tiene cáncer o si está por suicidarse. Celine le pregunta a Jesse qué haría si estuviera a punto de morir. El le dice que no hablaría para nada sobre su libro, pero sí sobre las maravillas del universo... en un cuarto de hotel durante sesiones de sexo salvaje. Ella le contesta que para qué esperar a un cuarto de hotel y no sobre un banco de plaza, en lo cual él la arroja en sus brazos. Es digno de destacar que hasta el momento no se habían tocado ni acercado el uno al otro. Y no lo volverán a hacer a lo largo del film. Enseguida pasan a hablar de una amiga de ella que no supo satisfacer a su novio y se pelearon: desde entonces harán un cuestionario exhaustivo sobre todas las preferencias sexuales de su compañero antes de empezar una relación.
Caminan al borde del Sena. Ella leyó un artículo sobre él y su casamiento. Está casado con una maestra de primaria y tienen un hijo de 4 años. Celine está de novia con un fotógrafo de guerra que se pasa mucho tiempo fuera. Jesse quiere tomar un ferry para recorrer el Sena y le dice que todavía tienen tiempo. Ya en el barco, pasan por debajo de Notre-Dame y él le cuenta la famosa anécdota de cuando los alemanes tomaron París, que le encomendaron a un oficial que volara la catedral y él no pudo hacerlo sobrecogido por su belleza. Celine dice que se siente muy triste cuando termina una relación porque recuerda todos los pequeños detalles, ya que cada novio que tuvo es único e irrepetible. Mientras Jesse cree que escribió ese libro para volverla a ver, ya que sabía que estaría presente en su presentación en París. El se lamenta de que no haya podido ir a Viena: tal vez sus vidas hubiesen sido distintas desde entonces. "Tal vez sólo podamos tener relaciones cortas", dice Celine. Y le pregunta cómo es su vida de casado. El no quería traicionarse y dedicarse algo más importante -como había planteado en el film anterior- pero se enamoró, fueron y vinieron varias veces hasta que ella quedó embarazada. Igual pensó en Celine todo el día de su boda y hasta creyó verla entrar en un negocio cuando se dirigía a la iglesia. Probablemente fuese ella ya que para entonces vivía a muy pocas cuadras de allí. En los últimos 4 años él ha tenido sexo no más que 10 veces. Ella le retruca que si hubiese tenido sexo cada diez minutos no hubiera terminado el libro.
El chofer los recoge en el destino de la embarcación y deciden llevarla hasta su casa. Celine acepta. Ella ha sufrido tanto por amor que ya está inmune. Todo estaba bien en su vida hasta que leyó el libro y le removió todo. Cree que entregó todo su romanticismo aquella noche para luego enfriarse. Hasta acepta recordar que tuvo sexo con él y que fueron dos veces, y el vino, y el parque, y las estrellas. No quiere retenerlo -es lo que va a hacer- pero quisiera que no estuviera casado. Jesse acepta que lo está pasando muy bien con ella. Esta reconoce que su vida sentimental es miserable y él le dice que sueña con ella y que despierta bañado en lágrimas. Que su único momento de felicidad es cuando está con su hijo, que quiere divorciarse de su esposa y tener una vida mejor. Llegan a la casa de ella y va a acompañarla hasta la puerta. Celine se aferra a su gato como si fuera lo único que tiene en el mundo; es altamente impactante la idea de desolación y soledad que emana de los dos en esos momentos. El gato se llama Che, a lo que Jesse le dice que se hizo comunista, y ella le dice que no, que en Argentina quiere decir "oye". Suben las escaleras de su departamento con parsimonia, como quien se acerca al cuarto de bodas. Jesse le pide escuchar una canción propia y ella toma su guitarra y le toca un vals en el que habla de su única noche juntos y de lo importante que fue para ella y de una invitación a repetirla. Jesse ya se ha acomodado en su sillón, dispuesto al disfrute. Pone un disco de Nina Simone y ella comienza a imitarla, constituyendo un acto de seducción peligrosamente pergeñado hacia él. Se mueve muy insinuantemente y de forma lenta hacia él y le dice que va a perder el avión. Jesse le contesta que ya lo sabe -pero creemos que no le importa, y está muy bien que así sea- y está decidido a pasarla a lo grande.
Termina esta película maravillosa que duró sólo 1 hora 15. Y tendremos que esperar otros 9 años para saber en qué terminó todo. Por suerte yo ya lo sé, pero me guardo para la próxima crítica. Es de remarcar que en esta ocasión el guión no le perteneció sólo a Linklater sino que lo construyeron entre los tres. Una vez más la maravilla se ha desatado ante mis ojos. Es una película que dentro de la fachada de alegre esconde una profunda tristeza, una infinita soledad y desencanto con el estado de cosas que a cada uno le tocó vivir después de aquella noche mágica. Ambos quedaron imposibilitados para amar, para unirse gozosamente a otra relación que no fuera la suya. Veremos cómo lo recomponen. En estos años que vienen hay que recuperar el tiempo perdido, y no quedarse en la enseñanza de Proust de que los únicos paraísos que existen son los paraísos perdidos...
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).