lunes, 14 de diciembre de 2020

Mi crítica de "Ensayo: Tu Cuna fue un Conventillo" (Teatro)

https://www.teatrix.com/ver/tu-cuna-fue-un-conventillo


 Seguimos con la modalidad "Teatro en pandemia. Vía streaming", esta vez con un clásico de Vacarezza, con la misma Compañía Argentina de Teatro Clásico, la que recientemente nos deleitara con "La Celosa de sí misma", acá con actores invitados para cubrir los doce personajes que impone la obra. Yo, debo confesar, no soy para nada amante del sainete, ni en mi casa ni en el teatro, así que me dispuse a verlo con los reparos del caso. Grata fue mi sorpresa cuando descubrí que no sólo no me aburría sino que hasta me despertaba algún interés. Por supuesto, los personajes son los prototípicos de una época pretérrita de nuestra historia, aquella donde se encontraban los inmigrantes conviviendo con los compadritos de un género musical que despuntaba, el tango. Ni más ni menos que los cuchilleros de Borges, que tanto aprecié en su literatura, acá redivivos en carne y hueso por la magia de la pandemia. Está claro que los actores no se saben la letra y deben leerla, pero aún así consiguen hacer ágil la acción y continua la trama. Está el clásico tanito de lenguaje cocoliche, así como el andaluz y su esposa, la gitanilla, como también los "taitas guapos" recién salidos de la cárcel o aquellos listos para encontrar riña en cualquier situación. La pieza cobra actualidad por el desempeño de las mujeres, muchachas de avanzada siempre dispuestas a cualquier entrevero con el galán de turno o a escaparse con alguien más rico o más sensual.

La obra se abre en Buenos Aires, en 1920, en el patio de un conventillo de Villa Crespo. Está cantando Rancagua (Andrés D'Adamo), un tanguero de ley, tan mal cantor como vago y cafisho, lo escuchan el criollo don Julián (Fito Yanelli) y su hija Rosita (Guadalupe Velázquez), quien le ceba mate, en compañía de don Antonio (Gabriel VIrtuoso), el tano querendón, como así el andaluz pendenciero el Palomo (Francisco Pesqueira), secundado por su mujer, la Encarna (no me voy a cansar de decirlo, la siempre hermosa Ana Yovino). Hay algunos cruces entre los dos extranjeros por defensa de sus nacionalidades y por el tema del alquiler de la pieza, siendo don Antonio el cobrador y el Palomo un mal pagador. Don Antonio le codicia la mujer al Palomo y finalmente va a tratar de quedarse con ella -con toda aceptación por parte de ésta- Enseguida hace su entrada Filomena, la "paica" de Rancagua, quien está cansado de mantenerlo (Jazmín Ríos) y quiere escaparse con el primero que encuentre, lo que ella ansía es su libertad, las luces del centro que la deslumbran, aunque siempre se siente atraída de nuevo por el conventillo. Hace su aparición Doña Prudencia (Irene Almus), esposa a la vez de don Julián y como buena vieja cuentera, siempre dispuesta a la farra con los muchachos del barrio que vendrán esa noche a bailar el tango y a propiciar alguna chuchilleada. Así aparece Rosalía (Mónica D'Agostino), la mujer del Gallo y la encargada de "despabilar" a Rosita y a llenarlas a ella y a su madre de regalos de cosas importadas y que les da un prestigio con el que ellas sueñan. Rosalía es la chica "bacana" que tiene un buen pasar y puede dar clase de distinción en la vecindad del conventillo. Cae también Maldonado (Alfredo Castellani, con quien en un momento compartí cartel), el padrino de Rosita y un hombre que se la pasó la mitad de su vida en la cárcel, y la otra mitad, escapando de la policía. Viene recién salido de la "gayola" y llega en son de paz, es un hombre bonachón y pacífico, así como de buenos sentimientos y recto -no sabemos por qué estuvo tanto tiempo adentro-, todos, como corresponde, con su lengue al cuello y su sombrero de guapo. Pero se aparece también el Gallo (Nelson Rueda) y su fiel acompañante Aberastury (Gastón Ares). Sumados al relator, Julio Viera y al director, Santiago Doria, ya tenemos al equipo completo de la obra.
Los movimientos son nulos y el vestuario queda acotado a algunos elementos distintivos, por lo cual se convierte en una emisión radial de teatro leído (puede ser de las que engalanaron "Las Dos Carátulas", verdadero semillero de los actores de nuestro teatro nacional). Pronto el Gallo busca riña con Maldonado, el que trata de sacarle la chica, pero luego, viendo que ella no tiene ningún problema de huir con él, se la devuelve al Gallo en un símbolo de código entre hombres -de aquella época-. Asimismo Aberastury le propone la libertad a Filomena y la espera en la esquina para lanzarse juntos a la aventura, pero ella, en el último momento, comprende que su vida le pertenece a Rancagua y aborta el proyecto, volviendo fiel con su hombre. El tanito don Antonio ya ha conseguido seducir a la Encarna y piensa hacer su vida con ella, lo que es rápidamente desmenuzado por el Palomo, quien luchará por su amor perdido. Y así, entre engaños y desengaños transcurre este sainete criollo a 100 años de su creación por Vacarezza. Una buena oportunidad de asomarse a nuestra cuna teatral rioplatense que tantos éxitos lograra en su época, aunque ahora haya caído en el olvido. En parte porque ya la inmigración ha cambiado de destino y son otros los aires que se respiran, y porque los viejos conventillos y los viejos guapos y tangueros se han extinguido. Por suerte existe esta agrupación teatral clásica, dispuesta a recobrar aquellos viejos textos, emblemáticos, que se ganaron su destino de clásicos.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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