martes, 3 de noviembre de 2020

Mi crítica de "El Angel Exterminador" (Cine)

Antes que nada cumplo en recordarle a Carlos Pierángeli, nuestro factótum, que esta película la habíamos visto en el curso a finales del año pasado, por lo que aún estaba fresca en mi memoria...

Este film se lo sugirió a Buñuel, Gil, el protagonista de "Medianoche en París" en una de sus visitas al pasado, pero claro, tras haberla visto ya realizada en el futuro por el gran Luis Buñuel. Pero bromas aparte, recordemos que Buñuel es uno de los más encumbrados representantes del movimiento surrealista en el cine, prueba de ello es  su primera película y cortometraje: "Un perro andaluz", que casi nadie entendió, más ligada al mundo de los sueños y del inconsciente que a la realidad. Luis Buñuel Portalés (22/2/1900-29/7/1983) fue un director de cine español, que tras el exilio de la guerra civil española se naturalizó mexicano. A pesar de los hitos cinematográficos logrados en su país natal con "Viridiana" (1961) y "Tristana" (1970), la gran mayoría de su obra fue realizada o coproducida en México y Francia, debido a sus convicciones políticas y a las dificultades impuestas por la censura franquista para filmar en España. Es considerado uno de los más importantes y originales directores de la historia del cine. "El Angel Exterminador" es de 1962, rodada en México, con elenco local.
Todo se sitúa en un mismo escenario, la mansión de los Nóbile, en la calle de la Providencia, broma reflexiva de Buñuel (una de las mujeres de la fiesta rezará a la Divina Providencia, durante el encierro, prometiéndole que si salen de esa situación irá a Lourdes), de donde los sirvientes optan por retirarse minutos antes de que lleguen los invitados, sin causa aparente. Muchas situaciones se ven repetidas dos veces, no es un error de montaje sino un capricho del director, esto lo advertimos por la diferente posición de cámara entre una y otra toma: por ejemplo, cuando llegan los burgueses a la residencia los vemos entrar y preguntar por Lucas dos veces, una filmada en picado y la otra en contrapicado. Luego el brindis al comienzo de la cena, llevado a cabo por el dueño de casa, Edmundo, también se verá repetido con distinto enfoque, y así muchas situaciones más, llegando a comprender esto cuando, al final del encierro, descubran que se han colocado en el mismo lugar que estaban antes de que se produjese la misteriosa causa de su destino, y tratan de repetir las mismas frases que decían en esos momentos, incluso la pianista repite el final de su sonata. Pero volvamos al comienzo, los sirvientes se han ido, sólo queda el mayordomo, Julio, quien también quedará detenido en el espacio y tratará de satisfacer los caprichos y necesidades vitales de los invitados cuando falte la comida y la bebida.
Tras los pesados portones se esconde una suntuosa residencia, muy bien arreglada con candelabros y lujos en la mesa. La cocina parece el edén inmaculado y lejano en el que se refugian los cocineros antes de su partida. Incluso rondan por allí unos corderos y osezno de propiedad de los esposos Nóbile. El primer signo extraño es que una paciente del Doctor, Leonora, quien padece de cáncer, lo besa en la boca no bien comenzada la reunión. Blanca, la concertista, toca el piano mientras todos la escuchan cordialmente. Una mujer abre la cartera y extrae un pañuelo y dos patas de gallina cortadas. Recordemos que Buñuel no trabaja con metáforas sino que está más cercano al esperpento, propio del Surrealismo. Son las 4 de la mañana, y en vez de retirarse, hombres y mujeres descansan sobre sillones. La esposa de Edmundo planea engañar a su marido con otro hombre en su cuarto, aunque esto no se llevará a cabo, presos del living de la casa. Están apagando las luces, algunos hombres optan por sacarse el frac y se acuestan a dormir en las sillas o en el piso directamente.
A la mañana siguiente todos se despiertan, reclamando el desayuno. El Dr. atiende a un moribundo, le quedan pocas horas de vida, dice. El mayordomo vuelve diciendo que no hay nada para el desayuno. La señora de la casa le sugiere que sirva carne fría y café. Algunos se arrepienten de los modales que tuvieron la noche pasada, mientras que Julio, el mayordomo se resiste a ir a buscar las cucharitas para el café -también está atrapado sin darse cuenta en esa especie de jaula de laboratorio en que se ha convertido el living de la mansión- A partir de entonces vamos a asistir a los más extraños comportamientos que se pueda esperar de personas refinadas y educadas como las que nos ocupan. Todas las bajezas del alma humana se van a hacer presentes en este encierro prolongado y los instintos más bajos se desatan sin solución de continuidad, convirtiendo a los ricos en una verdadera horda de salvajes primitivos. Se preguntan por qué no pueden salir de la habitación, el Dr. dice que hay que sacar al moribundo de allí, pero nadie se atreve a salir de la pieza. Uno de los comensales le echa la culpa a Edmundo por haberlos invitado tan gentilmente después de la ópera, la noche anterior, uno a uno. Los novios no tienen miedo a morir juntos, pero no antes de poder estar a solas, ella cree que puede conseguirlo. Todos están tirados durmiendo en el piso nuevamente; la joven pareja consigue escurrirse dentro de un armario.
Un comandante, afuera de la casa, da la orden de poner altavoces para comunicarse con los de adentro, los de afuera tampoco consiguen entrar, la casa se ha sumido en un velo de sopor inextricable , dice que a la noche mandó unas tropas a entrar y que ninguno pudo. Hay público que asiste curioso al milagro. Mientras, adentro, tratan de romper un caño de agua para beber, logran hacerlo y todos se abalanzan como bestias hacia el líquido elemento. Las mujeres la usan para lavarse. Mientras, el mayordomo come papel; una mujer se está peinando mecánicamente frente al espejo y eso hace enardecer de ira a la pareja de hermanos. Hace falta la comida... Alvaro y su esposa van a organizar un Te Deum en la Divina Providencia si algo los ayuda a salir de allí. Leonora se arranca el pelo. Otra mujer está moribunda, necesita analgésicos urgentemente. Edmundo le muestra al Dr. una caja en donde tiene drogas para su uso personal, contiene morfina, laudaina, etc. Se la entrega al médico para que haga uso de ella. Todos huelen mal ya. Impera la grosería, la violencia, la suciedad, en el piso se acumulan montones de desperdicios y excreciones en forma de basural. Otra mujer alucina con una mano que se mueve por el piso sola a la que intenta apuñalar. Mientras, el médico distribuye los fármacos que le dio Edmundo. La pareja de hermanos, roba luego la caja con la droga. Un hombre besa a una mujer dormida, Alvaro empuja y tira al suelo a otra señora. Los corderos entran a la sala. Los rodean.
El hijo menor de uno de los invitados -que está afuera- intenta entrar a la propiedad pero no lo logra, algo invisible parece impedírselo. Mientras, adentro, rompen muebles e instrumentos para prender fuego para asar a los corderos. La mujer de las patas de gallina hace conjuros con ellas con otras dos damas -que han perdido todo lo que las distingue como tales-. Los novios han muerto dentro del placard, el médico hace apartar a todos los demás, mientras el pequeño oso entra al salón. Empiezan los llantos y la histeria, mientras todos claman entre gritos desesperados y salmos litúrgicos, se entremezclan imágenes oníricas de destrucción.
Sobre el portal flamea una bandera amarilla de cuarentena, afuera continúa la vigilia. Ha vuelto Lucas, el sirviente que se fue primero, para impedir que maten al oso los de afuera, pues él sí ha podido escapar al embrujo -parece que no afecta a los animales- Adentro crecen los instintos asesinos, ya es la guerra de todos contra todos, hasta incluso quieren matar al Dr., quien les dice que conserven la dignidad humana, pero Edmundo los detiene. Leticia observa que a pesar de las miles de combinaciones de espacios que ocuparon durante esos días, en ese momento están todos colocados como antes del desastre. Les pide que recuerden las frases que estaban diciendo y las repitan, Blanca vuelve a tocar la sonata al piano. Vuelven a decir sus parlamentos. Como por arte de magia el hechizo se disuelve y salen al exterior, encontrándose con los que esperan afuera.
Ahora están asistiendo a una misa todos los que estaban encerrados en la casa, junto con mucha gente más. Nuevamente quieren salir de la iglesia y no pueden, la policía reprime una manifestación callejera. Una majada de ovejas entra a la iglesia, simbolizando al "rebaño" de Dios. Fin.
Buñuel ha puesto toda la carne al asador junta en esta película, todas sus obsesiones, sus traumas con la clase adinerada a la que reduce a la pura animalidad cuando se ven encerrados y sin salida. Muestra cómo estos señores de frac y levita tienen las mismas pulsiones que los cavernícolas puestos en una situación límite y que son capaces de las peores bajezas y de comerse los unos a los otros si hubiera necesidad.
¿Qué más se puede opinar de este clásico de clásicos que no se haya dicho ya?
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



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