miércoles, 22 de enero de 2020

Mi crítica de "Los Padecientes" (Cine)

"Los Padecientes" es una película de 2016, basada en el best seller de Gabriel Rolón, su novela del mismo nombre, y es este agudo psicoanalista quien colaboró en la confección del guión, por lo cual la película refleja de manera bastante exacta el espíritu del libro. Es en principio una obra de suspenso, a la manera de Ágatha Christie, donde debe descubrirse el autor de un crimen, pero, claro, el detective en este caso no será el belga Hercule Poirot ni la inglesa anciana Mrs. Marple, ni el mismísimo Serlock Holmes, sino Pablo Rouviot, un psicoanalista, alter ego de Rolón.  Y la obra acierta en la elección de ese personaje, ya que la labor del psicoanalista es lo más parecido a la del investigador policial, ir en busca de la verdad allí donde sólo hay apariencias o mentiras, desentrañar el pasado y una vocación cierta por lo oculto, lo riesgoso, lo sesgado, lo que comprometa los lugares más oscuros de la condición humana. Por eso que Rouviot deberá sortear miles de obstáculos y hasta de peligros, todo parece tambalear cuando se hunda hasta las manos en la investigación, desde ser espiado sin piedad en su intimidad hasta las amenazas encerradas en un mensaje abiertamente amenazador.
La trama de la película (y del libro) transcurre en la Buenos Aires de hoy, allí donde atiende el terapeuta, en su propio consultorio, hasta donde se llega Paula Vanussi (la "China" Suárez), hermosa mujer de veintipico, para pedirle al analista (Benjamín Vicuña) que firme unos papeles, como perito de parte de la familia, que desconecten a su hermano Javier Vanussi (Nicolás Francella) de la acusación por el crimen de su padre, el adinerado Roberto Vanussi (el siempre afecto a los papeles "hijos de puta", Luis Machín), por ser éste incapaz ante la ley, debido a su enfermedad psiquiátrica. Ante la belleza de la peticionante, Rouviot no duda en dar el sí a la ayuda, pero sabe que esa mujer le está vedada, y lo será para siempre, por cumplir el rol de su paciente (aunque en términos reales no lo sea). Sabe que su atracción por ella sólo le traerá complicaciones y así se lo hace ver a todo el mundo y a sí mismo, que es lo más importante. Él todavía está enroscado con la ausencia de Alejandra, su antigua amor quien lo ha abandonado hace un año, "el desamor es lo más parecido al duelo, porque el ser amado ya no está, está perdido para siempre", analizará en algunos de sus libros. Pero pronto encuentra el afecto y el sexo en los brazos de Luciana (Justina Bustos), la secretaria del médico donde está internado Javier Vanussi, una estudiante de psicología seducida por la atracción que él le ofrece a través de sus libros.
Pero volvamos a la acción. Javier Vanussi está en coma farmacológico desde la muerte de su padre, y no es testigo posible del psicoanalista, deberán despertarlo para eso. Y justamente es lo que le pide al médico tratante. Roberto, el padre de los hermanos Vanussi, fue descubierto en una laguna de General Rodríguez, cercana a la casa familiar, poco después del asesinato, y todo apunta a que el culpable fue Javier. Pero estando en el bar de su colega "el gitano" (Pablo Rago), se le presenta una prostituta que le pide desentrañar la verdad, que no inculpe a un inocente y le dice que el fingimiento es el arma más usada, algo de lo que las prostitutas conocen mucho, ya que todo su oficio está basado en el fingir. Unos minutos después de haber dicho estas palabras, morirá atropellada por un auto. Sin embargo deslizó antes el nombre de un conocido de ambos, Fernando Arana. Hasta el ring de boxeo donde este abogado entrena, va a verlo Rouviot, y allí se entera que Roberto Vanussi era archiconocido en el ambiente por entrenar chicas jóvenes, en su mayoría menores de edad, para ejercer el oficio más viejo del mundo en sus fiestas negras, fiestas a donde concurrían hombres mayores de 50 y mujeres menores de 20, y, claro, él mismo. Hasta los más altos estratos de la sociedad política estaban involucrados en ello. Pero hay una tercera hermana de los Vanussi, Camila (Ángela Torres), una chica de 13 años que estudia violín y lo practica sin cesar, sueña con poder ejecutar el concierto en mi menor de Mendelssohn, algo con lo que todo concertista sueña. Y veremos al comienzo de la película que lo conseguirá. "Todo el secreto está en la mano derecha, la del arco, y no en la de las cuerdas del violín", le confiesa Camila, ya que no debe temblar el pulso al ejecutar un violín. Claro, en el libro, la resolución del crimen es sencilla y casi obvia, sin nos guiamos por la foto o el dibujo de la portada. En el film es algo mucho más complicado. Y todo se trata de sembrar pistas falsas a cada instante y hacer incriminaciones varias que resultan falsas, según vaya corriendo el metraje de la película. Cada movimiento que realizan los personajes es algo muy estudiado y ensayado, tanta es la precisión del tratamiento psicoanalítico con que se ha resuelto encarar este ambicioso proyecto. Si bien hay pistas que distraen, como la aseveración de Javier (al que por fin consigue entrevistar, despierto de su sueño) de acotar que sintió los gritos de su madre cuando el padre la estaba violando y fue a matarlo, mientras que Camila nos cuenta que su progenitora murió cuando ella tenía cuatro años... Es algo que no coincide, claro, hay un flashback del relato de Javier que resulta ser "mentiroso", el momento del asesinato del padre y del forzamiento de la madre. Algo por es estilo aparecía en la película de Hitchcock "Pánico en la escena" (mejor llamada "Pánico escénico", que las bondades de la traducción no nos dejaron disfrutar), un flashback que no decía la verdad, pero el maestro inglés se disculpaba diciendo "no nos quejamos de que alguien cuente mediante imágenes recuerdos del pasado, tampoco nos importa que algún personaje nos mienta, ¿por qué debería afectarnos entonces un flashback mentiroso?". Claro, todo en la película se subsana cuando Javier "nos" dice: "hay que ver lo parecida que era mi mamá a mi hermana". Y ya no nos cuesta mucho imaginar lo que sigue.
Rolón (y Nicolás Touzzo, el director del film) bucean en lo más oscuro, perverso y retorcido de las personalidades humanas para pintarnos un cuadro de hasta donde llegaban los límites de esta familia (o la falta de ellos), y nos hace recorrer senderos pesadillescos, como esos cuadros pintados por Paula que esconden una verdad inocultable y dolorosa y aterradora, que son bien analizados por Rouviot (Rolón), o el simple juego de las escondidas que realiza el analista con Camila, que desencadena el terror y la violencia en ésta. Hay también por ahí involucrados un jefe de policía bastante honesto, Bermúdez (Osmar Núñez), que está convencido de lo erróneo, un abogado impaciente por la firma del terapeuta que desvincule a Javier de la presunta culpabilidad, y miles de extras que ponen la cuota de intriga y misterio a una película inquietante y llevada con mano firme y que llega a buen puerto (literaria y fílmicamente). En cuanto a la calidad interpretativa, no dudamos en que se ha acudido a los mejores; nadie como Vicuña para darle carnadura a ese Rouviot que no tiembla ante el peligro pero sí con los perros, a una "China" Suárez que aporta toda su belleza, su encanto y una gran fotogenia y calidad para asumir a su Paula, un Nicolás Francella que no resta dramatismo a un esquizoide personaje y una Ángela Torres que sabe aportar carisma y simpatía a su joven violinista (que sin embargo debió haber tomado más lecciones de violín para aprender cómo se mueven los dedos en el instrumento). Todo apunta al misterio y a dos horas de expectación que tienen en vilo al auditorio. Muy buena producción nacional que sabe sacar todo el jugo de un libro ingenioso y que combina psicoanálisis con asesinato. Un buen cóctel.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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