domingo, 21 de abril de 2019

Mi crítica de "Camarera" (Teatro-Musical)

No sería la primera vez en la historia de las artes que una mujer conquista el corazón de cuantos la rodean a través de los manejos de la cocina y sus delicias. Para ejemplos me alcanzan con dos: en la literatura tenemos a esa inolvidable Tita de la Garza de "Como agua para chocolate", de Laura Esquivel, llevada al cine por su marido Alfonso Cuarón en 1992 o en cine la madura Babette de "La fiesta de Babette", película danesa que se llevó el Oscar en 1987, dirigida por Gabriel Axel. Acá estamos ante una fábula más moderna y de la mano del teatro musical, la increíble GIna, que endulza con sus postres y tortas corazones de hombres y mujeres. Y logra enamorar... no sólo a su ginecólogo sino también a mí, ya que está llevada a cabo por mi adorada Josefina Scaglione, quien años atrás enamoró a todo el público de Broadway con su estupenda versión de María en la inagotable "West Side Story" y nominada a los premios Tony como mejor actriz de musical. No sólo supo dejar muy bien parada a la Argentina sino también que es una adorable criatura hecha para enamorarse, con una voz dulcísima y angelical, que alcanza notas tan altas que parece imposible de sostener. El musical "Camarera" es un estreno en conjunto con Broadway y se presenta en nuestro país con toda la producción y el  encanto de los mejores exponentes del género. Está casi enteramente hecha por mujeres, ya que tiene libro de Jessie Nelson y letras y música de Sara Bareilles, además de estar basada en la película de Adrienne Shelly y en nuestro país se presenta con la dirección general de Natalia del Castllo, dirección musical de Mariana Zayas y coreografía de Nina Iraolagoitía.
Es hipnótica la historia y es tan plácida que uno no querría que termine, tiene formato de comedia romántica, aunque con toques de verismo y drama y constituye el medio para que cada uno de los participantes tenga su propio momento de brillo personal. Si bien la protagonista exclusiva es esa Gina de Josefina Scaglione, está bien acompañada, por la voluptuosa y siempre eficaz Natalia Cociuffo (Betty, otra camarera y amiga) y Maida Andrenacci (Dany, otra camarera, no tan agraciada), Está también un excelente cantante y actor como Guido Batzaretti como el Doctor y Felipe Colombo en el rol de Edu, marido de Gina y abusador de esta, Mario Pasik en el papel de Guillermo, un viejo cascarrabias que resulta ser un ángel bueno y que le da final feliz a la historia, el inagotable Roberto Peloni, en Oski, otras de sus creaciones inolvidables, Christian Alladio como Charly, dueño de la cafetería, Flor D'Elía como Norma, la gorda ayudante del doctor. En papeles menores contamos a Flavia Pereda en el rol de la madre de Gina, a Magalí Sánchez Alleno como Francis, a Diego Bros como el padre y a Federico Llambi como el Hombre Ideal.
La historia nos cuenta a través de buena música y bellas canciones el devenir de Gina, empleada en una cafetería y gran creadora de postres dulces, embarazada de un marido golpeador y abusivo, que le saca el dinero que ella gana y se la pasa el día con su guitarrita, ésta prefiere ocultarle lo del embarazo hasta que ya es demasiado tarde. Con sus dos inefables compañeras y amigas forma un terceto imbatible, una de las cuales, Betty tiene un marido postrado en silla de ruedas que usa pañales e insulta todo el día, y Danny está a la busca de su hombre ideal, buscando en una página de citas, por donde conoce a Oski, un ser muy especial, tan "freak" como ella, enamoradizo y pulcro, que la llevará hasta el matrimonio. A la vez Gina conquista el corazón de su ginecólogo con los deliciosos postres y tortas que le lleva habitualmente, hasta que la relación es imposible de sostener y se aman deliberadamente y deliciosamente. Pero ambos están casados, algo se interpone entre ellos. Aún así, continúan bebiendo de ese amor a escondidas que incluye muchos besos y mucho sexo. Con Edu ya no hay nada que la una -salvo el bebé- bebé que no será bienvenido por ella, ya que como afirma, "estoy embarazada pero no es una fiesta", es un bebé no deseado, fruto de la violencia ejercida por Edu sobre ella.
Aún así, Guillermo, el amargo señor que se sienta todas las mañanas a pedirle el desayuno a Gina, le anuncia de un concurso que se realizará en el pueblo, con premio para la mejor torta, un premio de 200.000 U$s que puede sacar a Gina de su rutina familiar, separarse y abrir su propio negocio. No con mucho ánimo se embarca en la aventura de ahorrar las propinas para poder inscribirse en el certamen, aunque no tenga esperanzas de ganarlo. Las recetas que prueba Gina son mágicas (casi como las de Tita de la Garza o las de Babette) y las describe minuciosamente, acompañada por su canto (y encanto) mientras espolvorea al público con harina (se recuerda en el programa que los alimentos que son echados al público son aptos para celíacos) y recuerda las recetas magistrales que le diera su madre, muerta a manos de su padre, otro ser despótico. Pero resulta que los ahorros de Gina son descubiertos por Edu, quien se enoja muchísimo y llega a golpearla en medio de su embarazo. Ella, quien tiene la secreta idea de ganar el concurso y separarse, le dice que son para comprar la cuna del bebé y juguetes, perdiendo su oportunidad de anotarse para tan añorado premio.
El amor con el doctor se va estrechando más y ella no puede creer que alguien la quiera por vez primera por ser ella como es. Aunque en la sala de partos es asistida por la esposa del médico y ve que él está indefectiblemente unido a esa mujer y que le resultará imposible separarse, por eso se despide amablemente de su amor idílico y a la vez le dice a Edu que ya no lo ama, que se aleje de ella y de la beba (sí, porque ha dado a luz a una bebita con quien hace rapport inmediatamente) y que si se acerca a menos de 500 metros lo denunciará. Aunque él la amenace con matarse si lo deja, sabemos que no lo hará porque es un psicópata. Por suerte todo termina bien, aunque no para el pobre Guillermo, benefactor de GIna, no voy a explicar de qué modo porque de allí depende el remate de la obra.
Es de esos musicales que llena el alma de felicidad, por la alegría que se desprende de sus canciones y sus bailes, por lo bien encarnados que están los personajes y por el magnetismo que desprende la Scaglione, por fin con un protagónico a su medida (lo anterior que le vi fue el rol principal en "50 sombras, el musical", aunque no estaba casi ni anunciada en el cartel de la puerta, y en un papel más bien chico en "Vale todo"). Ya lo dije, canta como los dioses y tiene una figurita envidiable y un rostro perfecto. No se quedan atrás la Cociuffo ni la Andrenacci, quienes resultan muy funcionales a la hora de componer aquel trío desparejo, cantando con armonía, desparpajo y desenvoltura, grandes actrices ambas. El Doctor está encarnado con soltura y audacia por otro gran cantante y actor, aunque menos conocido (por lo menos por mí), Guido Balzaretti; Felipe Colombo tiene un lucimiento más acotado, aunque se luce más desde el lado actoral que el de cantante o músico. Mario Pasik impone su autoridad arriba de los escenarios y compone un personaje entrañable, que quedará en el recuerdo con lágrimas en los ojos, y Roberto Peloni siempre logra ser la frutilla del postre (ya que de postres hablamos), con su gran timming como comediante, cantante y bailarín, se mete al público en el bolsillo con un personaje que en manos de otro actor podría haber resultado menor. Como ya ven, un seleccionado capaz de cualquier goleada.
Lo único que tiene en contra son los precios, demasiado caros en comparación con los comunes en el teatro de hoy en día, lo que hizo que trabajara con la mitad del teatro vacía (yo, por suerte pude entrar gratis por haberlos obtenido por la tarjeta Black de La Nación, lo que me hizo asistir casi a la función del estreno). Esperemos la mejor de las suertes para este gran emprendimiento de "Camarera" porque se las merecen. Un lujo para la escena de musicales porteños. Todo un gusto.
Y gracias por haberme leído nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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