sábado, 2 de diciembre de 2017

Mi crítica de "Alanis" (Cine)

Con sólo cinco películas en su haber como directora (de las que vi tres sólamente), Anahí Berneri supo siempre como incomodar a su público, es, de hecho, una directora políticamente incorrecta. "Un año sin amor" (su ópera prima, de fuerte temática gay sado, 2005); "Encarnación" (2007); "Por tu culpa" (con una magnífica Érica Rivas, 2010), "Aire libre" (2014) y esta "Alanis" (2017), son sus títulos, lo que llevaron a Anahí Berneri a convertirse en una directora de culto. Con el premio de la Concha de Plata de San Sebastián de este 2017 a la Mejor Directora y a la Mejor Actriz (Sofía Gala Castiglione, no tan merecido, y que no me vengan a mí con que es hermosa, como la madre -para quien no lo sepa, Moria Casán-, que está cada día más parecida a un caballo de carrera, con el rótulo de sex symbol o diva que se ha autoimpuesto...). Para mí el premio era mucho más merecido para Dante Della Paolera, el Dante, hijo de Alanis/María, de un año y medio, que es una verdadera revelación con la naturalidad que trabaja ese nene, siempre buscando la teta, como si en verdad tuviera necesidad de ella.
La película cuenta unos días en la vida de una prostituta (Sofía Gala) y su compañera de trabajo, Gigí/Gisela (Dana Basso), quienes son denunciadas en su lugar de encuentros y vivienda y Gigí es detenida y ella es desalojada por el dueño del departamento, con lo que debe ir a refugiarse en la boutique de su tía Andrea (Silvina Sabater) y de su pareja, Román, en pleno Once. Alanis cría con devoción a su hijo, turnándose con Gigí mientras ella atendía clientes, y preparándole la comida, cambiándolo y atendiéndolo contínuamente como buena madre. El film pone en el tapete la vida de las prostitutas en el marco de su trabajo y de la explotación que se hace de ellas (la famosa "trata"), aunque acá ellas trabajaban por su cuenta en un departamento sin rendirle cuentas a nadie (o a casi nadie, ya que Santiago, el dueño del departamento en cuestión, deja entrever que se llevaba una tajada). Son tratadas por una asistente social en una primera instancia, quien se quiere encargar de buscarle un techo transitorio, aunque ella lo rechaza, y de confiscarle el teléfono, el que deberá ir a reclamar a la seccional con ahínco ya que ahí tiene la lista de sus clientes.
La película está muy bien construída (no podemos decir "sin golpes bajos", ya que en más de una escena muestra con crudeza el trabajo de esta chica), con un hábil guión y una puesta de cámaras inteligente, que opta por tomarla de espaldas en los momentos de confusión o de engaño, de dejarla en off (fuera de cuadro) o desencuadrada en aquellos tiempos de "desencuadre" personal de Alanis. Y trabaja con una escenografía en la que se destaca el uso de rejas (en la puerta del departamento de ella, en la seccional de policía, en el Palacio de Justicia, etc), como para demostrar que ella está presa de sí misma y de su oficio (el más antiguo del mundo, porque según Gabriela Acher, el de madre es el segundo más antiguo del mundo). También hay abundancia de espejos y reflejos que le devuelven la fuerte impronta de su identidad.
Alanis conisgue empleo gracias a su tía de empleada doméstica en una casa de San Telmo, en donde dura un día, ya que no regresa, su verdadera vocación es el sexo. Hace llamados por el diario, llama a varios clientes a los que les hace un "servicio" en el auto (ejemplo es la relación con ese hombre mayor a quien le pide 400 $ pero como él no puede "cumplir", le da sólo 200 $ y la baja del auto). Se pelea con otras prostitutas por la territorialidad, que éstas defienden como leonas, llegando incluso a herirla. Va a la Comisaría Central a declarar en favor de su amiga para obtener su libertad. Es sometida a un interrogatorio con Cámara Gesell (de nuevo los espejos) por un miembro de la policía, posiblemente un psicólogo, en donde sabemos que ella tiene en la actualidad 25 años, que vino a la ciudad desde Cipoletti, su pueblo natal a los 23 cuando estaba embarazada, traída por un cliente y que tuvo a su hijo en la Clínica Sardá (hasta se permite alguna broma con el Licenciado). Le roba plata a su tía de la caja registradora, le deja a su hijo al cuidado mientras ella "mariposea" por allí (la tía sale de sus casillas cuando el niño le vuelca todas sus cremas y cuando le "busca la teta" delante de las clientas). Hay un personaje del que no sabemos muy bien qué función dramática cumple, que es Román, la pareja de la tía (Carlos Vuletich), ya que es un vago que mira todo el día televisión en calzoncillos y no parece mala persona: se ocupa de jugar con el nene y de cuidarlo, pero no ejerce presión sexual alguna sobre Alanis, aunque su presencia se enuncia como perturbadora.
En una escapada de noche, Alanis se topa con las otras prostitutas de la calle, quienes la echan de su espacio geográfico y de las que logra escapar haciendo un levante en un auto, de un hombre que le ofrece 800 $, 500 para ella y 300 para pagar el hotel. Va con ese hombre al telo y él se nariguetea con cocaína antes del acto sexual, consigue sodomizarla a pesar de la negación de ella (y posterior aceptación) y en una catarata de insultos por ambos lados (que funcionan a manera erótica) consigue acabar su "labor". Cuando sale del hotel, es agredida por la pandilla de putas quienes la lastiman haciéndola sangrar. Finalmente se va de la tienda de la tía y consigue trabajo en un nuevo prostíbulo, a donde se va a vivir, logrando una buena convivencia con las restantes chicas y el cuidado de su hijo. Parece que el derrotero de la vida de Alanis parece ser no salir de la vida de prostitución.
No vamos a hacer acá un estudio sobre la trata de personas ni sobre lo "inmoral" que es la vida de una puta (¿por qué? No le hacen daño a nadie y otorgan bienestar momentáneo a quien se lo pide, parecería que nada más limpio que eso), sólo que están contínuamente expuestas a caer en manos de algún loco que haga con ellas un desastre. Todo legal siempre y cuando trabajen por su cuenta y no tengan que rendirle pleitesía y honorarios a una madama que las explote cínicamente o a algún cafisho de turno...
"Alanis" es una película honesta (por momentos "brutalmente" honesta que puede herir algunas susceptibilidades), Sofía Gala trabaja con desenvoltura y no tiene pudor de exponer su cuerpo desnudo ante la cámara y es buena actriz (todavía no justifico su premio en San Sebastián, ya que no me pareció un trabajo impactante). Recomendada para todos aquellos de mente abierta que quieran hacer de voyeur por un rato e indagar en la vida diaria de una prostituta, que por otra parte resulta una vida común, salvo por lo que hagan con su cuerpo.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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