viernes, 22 de diciembre de 2017

Mi crítica de "Otelo" (Teatro-Musical)


Ahora Teatrix nos acerca la gran tragedia de William Shakespeare trasladada a la pluma de Pepe Cibrián Campoy y Ángel Mahler, la célebre dupla de tantos musicales, ahora archienemigos (croe yo que por motivos políticos), ya que es notable como Pepe decidió cambiar de músico para sus últimas producciones, de las cuales ninguna alcanzó el renombre de las de la dupla. Así que ahora se las ven con una de las mayores y mejores urdidas tragedias/comedia de enredos de la historia, y puedo decir sin ánimo de ofender que esta vez fallan en el intento. La maquinaria Cibrián-Mahler se había vuelto ya una máquina de hacer chorizos, y no podía ser que cada obra que estrenaran fuera un éxito. Aquí no hay música inspirada, sí, quizá las letras, ni escenografía alguna salvo algunos grandes velos multiuso y el protagónico -cuando no- del infatigable Juan Rodó, quien va aprendiendo a modular su voz de a poco. Juan Rodó debe haber pasado por todos los papeles de villano desagradables de la historia de la literatura universal, ya que no sólo fue Drácula, sino que además fue el soez Claudio Frollo en "El Jorobado de París", Dorian Gray en "Dorian Gray, el retrato", Jack el destripador, el temible sultán Solimán en "Las Mil y una Noches" y ahora le tocó el celoso moro de Venecia. Recordemos la broma de Les Luthiers de que ahí estaba Desdémona, tirada en la cama viendo televisión... ¿acaso Venecia no es la ciudad de los canales?... muy festejada en su momento, por no repetir que Otelo era un moro... un morochazo...
Pero es así, ni Cibrián se lució mucho con la coreografía ni con la puesta de luces ni con las letras en esta nueva versión de "Otelo". Recordemos la célebre ópera que compusiera Verdi sobre el mismo personaje, ópera que sí tiene fuertes contrastes y melodías para el recuerdo, sale ganando ampliamente en comparación con este musical.
Pero repasemos la historia de "Otelo" tal como nos la cuenta Cibrián, en esta puesta del 2009 en el teatro El Nacional. Otelo venía de vencer a los turcos y haber recuperado Chipre. En su ceremonia de bienvenida, precedida por el gran Dux (Sergio Caruso, no le hace honor al apellido), nombra como su lugarteniente a su amigo Casio, provocando la ira de Yago, quien era el otro postulante y no es elegido. Otelo le dice a Yago (Diego Duarte Conde) que será su mano izquierda y este canta, despechado, "ah, si la mano izquierda pudiese matar a la derecha..." empezando ya su rencor contra el bueno de Casio (Daniel Vercelli). Entretanto, Bianca, la amante y prometida de Otelo (Lorena García Pacheco), una robusta mujer y entrada en carnes, prepara su estrategia de ser duquesa, si se casa con el moro y junto a su fiel criada  Leticia (Mercedes Benítez) proclama que está embarazada de Otelo, aunque este haya pasado más de diez meses fuera del hogar en su campaña contra el turco. Y se lo dice a Otelo, éste, que no es muy bueno para las matemáticas se emociona al saber que tendrá un descendiente, pero duda sobre casarse con Bianca, quien será muy buena para la cama pero no como duquesa. Su criada le dice que el niño no existe, cómo hará para engañar al negro, y esta le contesta que una buena rodada por la escalera le hará perder a la criatura.
Mientras, el Senador Lucio Bravancio (Beto Cuello), padre de Desdémona, viene con su hija para una fiesta en el palacio, a la vez que Bianca conspira junto a Yago. Casio se declara enamorado de la joven Desdémona (Georgina Frere) pero jura por su honor que se olvidará de ella si ésta está enamorada de otro. Hacen acá un trío Otelo, Casio y Yago, muy inspirado en el cual cada uno canta una parte distinta al resto, al unísono. Yago y Bianca van a hacer aparecer a Casio como amando a Bianca, ante los ojos del moro, para que este se vengue y conducen a Otelo en el momento en que Casio le está pidiendo a Bianca datos sobre el amor (de Desdémona, aunque sin mencionarla), diciéndole que es ella la única que puede ayudarlo. Otelo deja ya entrever sus celos y manda encarcelar a Casio, aunque éste proclame su inocencia. Pero Otelo pronto se da cuenta del complot de Bianca y le devuelve la libertad a Casio, a quien acoge a sus brazos fraternalmente como amigos que son. Viene el intervalo.
En el carnaval veneciano, Otelo ve a Desdémona y baila con ella, mientras se arrepiente por el amor que le profesa Casio, pero Yago le dice que ya la olvidó, ya que no es más que un donjuan que picotea un poco en cada lado. Cantan un bello dúo de amor Otelo y Desdémona que incluye el original "Mariposas", repetido al final. Al advertir el romance, Bravancio hace partir a su hija, oponiéndose a éste, pero  Otelo le manda una misiva por Yago, diciéndole que esa noche huirán juntos a las 12 de la noche. Finalmente huyen y Desdémona y Otelo se casan. Bravancio manda a detener al moro, pero el discurso valiente y valeroso que hace éste cantado hacen que el Dux los perdone y les señale el camino hacia la libertad. Yago, ya a esta altura habla de la celotipia de Otelo y de que le quitará lo que a él le ha quitado (no se sabe muy bien si Otelo le ha quitado Desdémona a Yago, o que es al revés, lo que se demuestra en un baile de tintes homosexuales entre Otelo y Yago). El moro se sincera con Casio, diciéndole que se ha casado con Desdémona y que por su honor tiene que perdonarlo. Esto es de tal manera. Hablan de que el regalo de lealtad que le ha dado Otelo a su esposa es un pañuelo bordado que guarda ella celosamente en un cofre. Pero Yago, valiéndose de una estratagema, se lo roba y se lo pone en un bolsillo a Casio. Entonces le dice a su amo que Casio y Desdémona lo engañan, que él le pidió una audiencia a su antigua amada y ahora están juntos en su cuarto. Y que ella le ha reglado el pañuelo... Casio ha ido a ver a Desdémona llevándole flores y un perfume, y Otelo los sorprende juntos y, preso de la ira, revisa a Casio y encuentra el pañuelo en su bolsillo. Casio reconoce que aún la ama, pero que no la ha tocado, más que en su imaginación, y lo jura por su honor. Y al ver la furia que Otelo emprende contra él, opta por suicidarse. Desdémona llora sobre el cadáver de Casio y le dice a Otelo que ya no lo ama. El moro sigue enloquecido y la estrangula (bueno, esto es ya sabido por todos, cantate una que sepamos todos podemos decirle acá a Otelo...) Otelo llora destrozado sobre los cadáveres de ambos. Aparecen Bianca y Yago, acompañados por Leticia, la criada de Bianca, quien en un arrebato declara toda la traición. Otelo llora de impotencia y no puede creerlo: ordena que torturen a Yago y a Bianca -como no se puede torturar a una mujer- que se entregue a su ejército para que todos la vejen y al final la tiren a los perros. Otelo enloquece y se suicida. Y así damos término a una de las magnas tragedias de la historia y a un musical de dos horas cuarenta...
Debemos decir que la orquesta de Mahler suena como siempre muy afinada, pero que no incluye ninguna canción que quede en la cabeza de los espectadores después de salir del teatro. Por una vez, Rodó está bien elegido para un papel que necesitaba de su tesitura vocal y de algo de inexpresividad, y es la vez en la que se ha enfrentado a textos cantados más largos y de una capacidad mnémica prodigiosa (es casi una ópera) y con muchos solos que son justamente reconocidos y aplaudidos. Georgina Frere en Desdémona está muy bien, aunque su voz es más operística que destinada a un musical, tiene una impostación que desentona con todas las de los demás. Daniel Vercelli (Casio) y Diego Duarte Conde (Yago) están correctos, sin sobresalir ninguno de los dos, y Bianca, Lorena García Pacheco tiene una bella voz para musicales y no dudamos que con su cuerpo imponente, pronto se la verá en otros escenarios. No importa que al final salgan a saludar Cibrián Campoy y Mahler, ha sido una derrota dentro de los muchos éxitos y vale la pena reconocerlo. Una lástima. Podría haber sido mejor.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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