miércoles, 22 de abril de 2020

Hasta Siempre Amigo Marcos

Hoy me desayuné con la triste noticia de la muerte de Marcos Mundstock. Cierto es que ya hace un tiempo que venía mal de salud y todos los pronósticos vaticinaban lo peor. Pero siempre nos toma desprevenidos la muerte, más cuando este ser entrañable tenía apenas 77 años. Es de esas personas inigualables, irrepetibles, que iluminó mi infancia, mi adolescencia y mi juventud, junto con el también querido y recordado compañero de andanzas Daniel Rabinovich. Fue uno de los pilares de Les Luthiers, el grupo humorístico-musical que más feliz me ha hecho en mi vida. Recuerdo cuando salí del teatro de verlos en vivo por primera vez: ahí me dí cuenta que ese era el momento más feliz de mi vida. Y el otro pilar de los luthiers era Rabinovich, con quien ejercían un dúo dinámico e imbatible, nunca nadie despertó más carcajadas en mí que aquellos dos señores de smocking. ¿Está de más a estas alturas decir que el de ellos fue un humor inteligente como ya no quedan vestigios sobre nuestros escenarios, que sólo decían una mala palabra por espectáculo, tal vez porque no la necesitaban, que el ensamble que hacían de música-canto-actuación-mimo-humor fue único en el mundo? Sí, está de más porque ya es sabido por todos, pero fue un fenómeno que ya no volverá a repetirse en un teatro, habidas cuentas que del equipo original persisten sólo dos integrantes (López Puccio y Maronna).
Marcos hacía dos años que sufría de un tumor cerebral lo que lo había alejado de los escenarios. Y hoy preferí recordarlo con una sonrisa por todo lo que nos dejó. Pero me ganó la "lacrimosa", y era insólito, me reía y lloraba al mismo tiempo. Me reía recordando sus ocurrencias y lloraba por todo lo que ya no volverá a ser. Su canto del cisne fue su actuación en la película de Campanella "El cuento de las comadrejas", donde lucía como un perfecto galán maduro y hacía alarde del más exquisito humor negro e irónico. Una interpretación deliciosa. Aún me acuerdo de uno de los últimos reportajes que les hizo Leuco cuando le preguntó: "¿Y cuándo empezaron a cobrar?" "No, siempre rajamos antes", fue la respuesta que, como muchas, salían de su inagotable imaginación como prodigio.
Su paso por los escenarios con Les Luthiers me llenan de recuerdos. Fue el único no-músico del equipo, aunque se defendía bien con el gom-horne, los platillos o algún triángulo. Era un cantante de excepción, cuyo registro de tenor (yo pienso más bien que era bajo) podía ir desde la balada hasta la ópera o la zarzuela sin ningún inconveniente, proporcionando las notas más graves que era posible escuchar. De allí su paso por la zarzuela náutica "Las majas del bergantín", en donde interpretaba a un rudo marino que metía miedo y cantaba:
"Mi furia tiene motivo,
al mar ya no lo resisto,
ayyyyy.... porque yo quisiera ser...
o bailarín o modisto".
También fue el inefable tío Oblongo que recordaba a su sobrino "Yogur-Tú Ngue" en la más oscura África (libreto que escribió junto con otro grande: Roberto Fontanarrosa). Él era el libretista de sus propios monólogos, de los que abundan los ejemplos pues siempre aportaba su voz de locutor experimentado y (carpeta roja en mano) daba introducción a los temas del conjunto. Como también recordada era u creación del Doctor Smog, un médico infantil que recomendaba: "todo depende de la velocidad con que su hijo digiera... o digiese". Como así fue el infalible conductor de "Radio Tertulia" un Murena que hacía las delicias junto a Ramírez (el tándem Mundstock-Rabinovich, como siempre, que utilizaban la primer sílaba de su apellido para crear el ficticio), también fueron Murena y Ramírez en la entrega de "Los Premios Mastropiero", o los políticos corruptos que ante la afirmación de Núñez Cortés "mire, todos los políticos se cansaron de robar", él, junto con su compañero se alineaban para enunciar: "nosotros somos incansables". También hicieron dupla para el psicoanalista y su paciente en la impagable "Lutherapia", uno de sus últimos éxitos. Fue José Duval, el cantante nonagenario al que le preguntaban "¿no le asalta alguna vez la memoria de las cosas perdidas?", a lo que él respondía: "miré lo que he perdido es la memoria". Fue el padre del "La Hija de Escipión", que ante la ligereza de su hija con los hombres él cantaba en tono de ópera: "no me importa que sean judíos, no me importa que sean pobres, lo que me molesta es que no les cobres..." O el mismísimo Dios en la ópera sacra Daniel y el Señor, que cuando lanzaba su rayo destructor contra los ejércitos y se le trababa, acotaba "esto es una porquería". Fue el mismo Mastropiero en la sonata "Para Elizabeth", cuando mientras escribía su partitura los músicos hacían sonar su composición con efectos impensados. También el recordado conductor del programa de entretenimientos "Entreteniciencia Familiar" (un burro propio de Tinelli) al que cuando el conjunto se nombraba como "Colegium Armonicum" él los rebautizaba como "Curriculum Plus Ultra" "Acuarium Mare Nostrum" o "Interruptus Contranatura". Y que cuando una televidente trataba de adivinar el nombre del tema y le decía "Carmen", él respondía "Ah, es una música eso, ¿salió hace poco?" Y los incontables entuertos que protagonizaba con su carpeta y su micrófono, frente a los cuales desgranaba las ironías más insólitas, todas guionadas por él. Fue un ser único del humor argentino y mundial. ¿Por qué se nos tienen que ir los humoristas tan temprano? A este mundo lo que le falta es reírse más, que caigan las máscaras de la solemnidad y que los impostores sean descubiertos. Tal vez Marcos colaboró con todo eso desde su sitial. Y no olvidemos su brillante creación de Warren Sánchez, el creador de la secta que llevaba su nombre y que dejaba mal parados a tanto infame predicador y vendedor de panaceas.
El aporte de Marcos Mundstock fue innegable e inconmensurable. Y fue injusto que muriera así, en plena cuarentena sin un velorio ni una despedida a su medida, que necesitaba que se lo despidiera por la puerta grande, tal como había entrado. Decir que fue un ser cálido, de una inmensa humanidad, ternura y sentido del humor, algo muy poco frecuente en un humorista, es necesario, pues hace de él un retrato más acabado.
Hoy, 22 de abril del 2020 es un día muy triste, no sé si para todos pero por lo menos para mí y para muchos más. Sabé que te vamos a recordar siempre desde lo que mejor hiciste, Marcos, hacernos reír a carcajadas. QEPD.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



No hay comentarios:

Publicar un comentario