lunes, 14 de octubre de 2019

Mi crítica de "Entre Ella y Yo" (Teatro)

En primer lugar debo decir que asistí a una velada de teatro sinigual, con un texto magnífico y un par de actores que se sacan chispas (excelentes los dos). Me estoy refiriendo a "Entre Ella y Yo", obra de Pablo Mir y dirección acertadísima de Diego Reinhold, con la dupla Sebastián Presta-Soledad García. Junto con "Petroleo" hice un combo buenísimo este fin de semana. La obra no da para disquisiciones metafísicas ni filosóficas, es simple pero muy efectiva en su comicidad. Se trata de la simple historia de una pareja enfrentados a hacerse un test de embarazo y ver si están esperando un hijo o no. Se manifiestan todos los miedos, las dudas y contradicciones típicas de esta situación, hábilmente orquestadas por un texto que no da respiro. Como es bien sabido, Valeria debe hacer pis en la tira reactiva de embarazo y esperar cinco minutos para ver la reacción. Serán los cinco minutos más largos de sus vidas, ya que entre minuto y minuto se presentan a la mente de ella y Diego, su pareja, todo tipo de pensamientos y fantasías alucinatorias que desfilan corporizadas ante nuestros ojos. Son cuatro las ensoñaciones, cada una perteneciente al minuto que pasa, y hay una profusión de cambio de vestuario entre una y otra, así como de actitud escénica de ambos actores, muy bien resueltas por parte de una dirección ágil y siempre atenta al detalle y al comentario mordaz.
Lo primero que se establece (ya que de entrada nos instalamos en el foco del conflicto) es si Valeria sabe correctamente hacerse el test, lo cual manifiesta muchas dudas por parte de Diego, así como de temores hacia la paternidad y su reproche por no haberse cuidado en su momento, sin lo cual no deberían estar transitando por semejante situación. Él es escritor, que lucha para poner en práctica sus cuentos mediante una computadora portátil, mientras que Valeria es chef y no quiere resignar su carrera a la maternidad. Las dudas sobre si tenerlo o no van a ir y venir según de terribles sean las pesadillas que sufren el uno y la otra, la conclusión es que no están preparados para ser padres ("cualquiera puede ser padre, cualquier pelotudo puede tener un hijo", se dicen alternativamente en sus momentos de aceptación).
Entre minuto y minuto se le aparece a Diego la opción de cuidar a su bebé, que llora sin cesar y al que coloca frente a la computadora para ver una película pornográfica, ante la sorpresa atónita de Valeria, que regresa, muy sexy, de atender sus asuntos. Por supuesto que vendrá el reproche y la descalificación por ser un padre degenerado que expone a su hijo ante tamaña porquería y decide irse de su lado llevándose al pequeño Pedrito, de tan sólo tres meses. Por supuesto que todo eso no ha sido más que un mal sueño, en seguida se vuelve a la realidad al contar otro minuto. Es entonces cuando le toca el turno a Valeria, quien dice y se queja de no ser una buena madre porque quiere silencio en su casa, frente al bebé que no para de llorar, Olaf, en este caso. No quiere pasar por un embarazo en donde se le caigan los pechos, se le abulte el vientre y necesite hierro para que no se le caigan los dientes. Además está le horrible situación de la foto playera en biquini y Diego besándole la panza, cosa que siempre odió en las embarazadas. Aparece Diego, completamente vestido con un osito y llevando en un moisés a Olaf, ante lo cual ella exclama lo feo que salió su hijo, con el pelo crecido, una cabeza desproporcionada y un rostro espantoso. "Ya sé que vos no sos ninguna belleza, pero creí que tu hijo iba a ser mejor. Se parece a tu madre". Le dice a un padre completamente baboso por su pequeña criatura. 
Entre minuto y minuto, Diego hace partícipe al público, haciénonos aplaudir a aquellos que son padres y por otro lado a quienes no lo somos. Afortunadamente el grupo de no-padres somos mayoría, lo que lo reconforta y dice "cuánta gente inteligente", porque dicen que ser padre te cambia la vida... ¡tener una moto también te cambia la vida... yo no tengo afinidad con los chicos que veo por la calle, salvo que la madre esté buena... ahí sí les hablo, que lindo el gordo, qué tiempo tiene, cómo se llama, cuánto pesa... en fin, boludeces... nunca pude tener nada que no se me muriera, sólo crié una planta, de marihuana, le sacaba fotos, la subía a facebook, todos me decían "es igualita a vos, qué grande que está, cómo crece", y al mes se me secó... Estas son algunas de las reflexiones que Diego se hace, sumado a que Valeria le diga que tuvieron un gatito y lo supieron cuidar bien, salvo que se les murió, porque saltó al balcón de un vecino en un octavo piso. Todo sería cuestión de poner una alambrina en el balcón. -Y no sé- confiesa Diego. "¿Vos que preferís, poner una almbrina o que tu hijo se te mate por saltar del balcón?" "Me hacés cada pregunta más difícil", contesta sueltamente él.
Así las cosas, vamos al tercer momento de ensueño diurno de él. Sucede que está muy cansado de no tener vida sexual con su esposa en los últimos seis meses, desde que naciera Fiona (ahora es una nena). Su mujer se mete en la cama cansada, dependiendo de cada movimiento o suspiro de su hijita. Diego, muy sexy con sus calzones floreados y caliente como una pava la insta a tener sexo. Ella se entrega, siempre pendiente de su hija. Lo hacen de varias maneras, sin satisfacerse con ninguna, hasta que ella le pide que le chupe los pechos. A eso Diego se niega rotundamente porque sale leche de ellos, "estamos a diez centímetros de la pedofilia", le arguye. Pero ella insiste, hasta que él acepta. Cuando él empieza a succionar, Fiona se despierta y Valeria sale disparada, él desesperado le propone todo tipo de cosas y posiciones pero su esposa no transa.
Estamos ahora viviendo la adolescencia de Fiona, sus 18 años, cuando ella vuelve tarde una noche a la casa, nuevamente interpretada por la eficaz Soledad García. Su padre se despierta angustiado porque ella no vuelve, y en ese momento llega, ensordecida por sus walkman. Cuando logra extraerle alguna palabra, todas son respuestas monosilábicas de una adolescente embrutecida, "tipo, osea, todo ok.". Diego le pregunta si no le hizo nada a su auto, a lo que ella le responde que le hizo un bollito. Justamente porque estaban manejando con su grupo de amigos todos fumados y uno de ellos le estaba "chupando las tetas" cuando lo chocó. A lo que pasa a revelarle que está embarazada, no sabe bien de quién ya que estaba en una fiesta negra con varios a la vez. "Está entre cuatro", le responde muy avispada, a lo que el padre explota de furia. "No importa, ya nos vamos a ir mi Antoine y yo a casa de alguien que nos quiera bien", le dice. "Antoine le pusiste al bebé? Y no sabés de quién es... ¿pensás tenerlo?" "Obvio -responde ella- cualquier pelotudo puede ser padre". Ahí se acaba el sueño de Diego.
Ahora asistimos al de Valeria, en dónde se muestra cansada y con ruleros, de forrar cuadernos para Dieguito, cuando entra Diego, de peluquín y bigotes, con traje y corbata y le anuncia que se va a ir de la casa porque tiene otra mujer, con la que puede hacer cosas que con ella no, como por ejemplo, hablar. Es muy gracioso cuando se le despega el bigote a Presa y debe continuar con su texto, haciendo alusiones al mal pegamento del adminículo. Después que se va, se le aparece a Valeria el fantasma de su propia madre, una hippie que muriera cuando ella tenía 15 años, esta vez en el cuerpo de Sebastián Presa. Mantienen un agitado y enternecedor diálogo, para dar fin a los ensueños.
Finalmente ha llegado el momento de la verdad, y plenos de amor, los dos se zambullen en el baño para ver el resultado del test, que como es lógico, no voy a revelar acá. Una excelente comedia para disfrutar de ella quienes sean padres como los que no. Lleva ya su quinta temporada de éxito a sala llena. Los actores están formidables y se lo pasa muy bien. La recomiendo enfáticamente.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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