viernes, 29 de junio de 2018

Mi crítica de "¿Qué Hacemos con Walter?" (Teatro)

¿Qué hacemos con la crítica?
Ayer fui a ver esta prestigiosa obra que me gustó y me decepcionó al mismo tiempo. Empiezo por lo último. Me decepcionó porque los comentarios eran que se trataba de un mar de risas, una obra para reírse sin parar del principio hasta el fin. Nada más errado. Es una obra que bajo la pátina de la comedia esconde una tragedia: la muerte de un ser humano por traiciones, enconos, prejuicios y otros etcéteras. Eso no puede dar nunca una obra para reírse de principio a fin. Es una pieza profunda en su esencia que habla del doble discurso argentino, la hipocresía, la xenofobia, la carencia de respeto por el prójimo, los prejuicios, la solidaridad, la doble moral, la entrega, el ridículo, las familias o su carencia, la discapacidad, la locura y un montón de cosas más. ¿Cómo reírse de todo ésto? La respuesta es: de la sabia mano de Juan José Campanella, un artífice de lo imposible. Claro que también cae en sus pozos, sus bajones argumentales y hace insostenible una obra de dos horas de duración. Cuando Campanella se pone a escribir le salen cosas muy largas (en teatro, no así en cine), ya teníamos la experiencia de las dos horas y cuarto de "Parque Lezama", pero aquella era una obra más fresca, ésta es más claustrofóbica, a mí me generó una gran angustia más allá de las sonrisas.
Y digo que me gustó precisamente por aquello, por la gran cantidad de temas "importantes" que toca y como lo hace codeándose con el humorismo. Además tiene un plantel de actores imbatible. Principalmente está Miguel Ángel Rodríguez (que nunca fue santo de mi devoción, especialmente por esa imitación de su fallecido e insoportable suegro, Minguito Tinguitella, un destructor del lenguaje y del buen decir como pocos), pero que acá se muestra muy humano y grande en el sentido más amplio de la palabra; está Campi, que construye a la perfección un personaje odiable y querible (odiable porque es una miseria humana y querible por la imposibilidad de recursos de que se ve provisto -no como personaje sino como persona-), que maneja con impecable destreza; la querida Karina K (que está caracterizada como mi directora de teatro Elsa Orrea, no solo en lo fisonómico sino en la voz, en la presencia y en la manera de actuar el escenario, imitación involuntaria, aclaramos), que presenta una mujer execrable desde todo punto de vista, una "comunicadora" con doble cara en todo momento. Completan el elenco la siempre admirable revelación de "Espejos Circulares", Vicky Almeida, hermosa y extraordinaria como siempre; Fabio Aste, en el doble papel de Walter, el encargado del edificio, querible y sincero, y el de su hermana, Mercedes, una misionera (de Misiones), payuca pero digna que se enfrenta ante lo imprevisto. Completan el elenco Federico Ottone, perfecto en su estudiante de derecho psicobolche, y descendiente de una de las mujeres más ricas del país y la callada pero no por eso menos admirable Araceli Dvoskin (la inolvidable abuela de "La omisión de la Familia Coleman"), en una lisiada y ausente de la realidad que sólo abre la boca para emitir sus comentarios xenófobos. Cartón lleno. No se puede pretender más. 
La gente reacciona de diferentes maneras. Están los que se ríen de todo, porque "es una comedia y para reírnos pagamos la entrada", están los más reflexivos que se ríen moderadamente, la única escena donde todo el teatro estalla en carcajadas y aplausos continuos es aquella en que tratan de subir el cajón fúnebre al ascensor, que siempre para más arriba del piso y no pueden, mientras el administrador toca el botón desde arriba, con lo cual el aparato sube, quedando medio cajón afuera y se traba, ante el imposible esfuerzo de los que tratan de introducirlo. Escena que a mí, el amargado de siempre, no me causó ninguna gracia, ya que mientras todo el teatro se reía yo me preguntaba: "¿de qué nos estamos riendo?"
El resumen de la obra es complejo, por eso trataré de ser breve. Hay una reunión de consorcio en el palier del edificio, la órden del día es: ¿qué hacemos con Walter? Walter es el portero (perdón, encargado del edificio), que parece que no cumple demasiado bien con sus tareas y la propuesta es echarlo, ya que ha cumplido 65 años y está en edad de jubilarse. A la reunión concurren sólo cinco vecinos: Héctor Escudero (Rodríguez), un farmacéutico trabajador y soltero que defiende a Walter, Nelly (Karina K), la comunicadora social porque trabaja en un canal de cable, que quiere la cabeza de Walter, Ana (Almeida), una joven chica separada y con un hijo, que pone a su ex esposo Federico a escuchar toda la reunión por celular y que también está a favor de despedir a Walter; Martín (Ottone), estudiante de derecho con dos materias aprobadas y que defiende de manera lo más "trosko" posible los derechos de los trabajadores, y por último Noemí (Dvoskin), una discapacitada en silla de ruedas que está más cerca de la pérdida de la razón que de encontrarla, pero que quiere despedir a Walter porque "es paraguayo" (es misionero en realidad). Entre todos ellos se arma el toletole de ver qué se hace, se somete a votación y ganan los que quieren despedir al encargado. Y le dejan al bueno de Héctor la responsabilidad de darle la noticia. Por supuesto que cuando todos lo dejan solo y se enfrenta a Walter, quien empatiza con él, éste no puede pronunciar palabra. Llega Jáuregui (Campi), el administrador, quien también está en la mira de ser echado y deciden que sea él quien le dé la noticia. Una vez sentado enfrente (Campanella tuvo la discreción de ponerlo de espaldas al público, para que no se vea su muerte), cuando le dicen que debe jubilarse y dejar el edificio, le da un paro cardíaco y muere.
El intervalo es lo más gracioso, varias figuras del espectáculo (Marcos Mundstock, Graciela Borges, Natalia Oreiro, Suar, Francella) dan consejos sobre cómo deben tratarse loso vecinos en las reuniones de consorcio. Cuando llega el turno de los insultos que no deben pronunciarse suena la chicharra censora cada vez que uno de ellos dice una mala palabra, pero cuando habla Mundstock y se descarga, la chicharra es constante, se ve que un hombre tan bien educado y cauto como lo conocemos dijo todas las que sabía en su repertorio. Ahí grandes carcajadas y aplausos del público.
En la segunda parte están velando a Walter en el mismo palier y ahí aparecen las hipocresías más grandes de cada uno, todos los que quisieron despedirlo lo lloran y se despiden de él con respeto. En eso llega la hermana, que viene desde Misiones a vivir con su hermano y que, por supuesto, no está enterada de nada. Y ahí empieza la tragedia griega. Es imposible no conmoverse ante los llantos desgarradores de esta pobre mujer sin hermano, sin casa y sin salud, quien debe adaptase a la pérdida del último referente que le quedaba en el mundo. Por supuesto que Jáuregui sacará a relucir todo su costado más bajo como ser humano y alguno que otro, como Martín tratará de aprovecharse de la mujer para hacerle un juicio a los consorcistas, que los "reventará". El final de la obra parece estirarse demasiado, como no encontrando el rumbo y la concisión que un final adecuado merecía. Por último todo se arregla, se despide a Jáuregui, llegando a las manos Héctor con él y dándole aquél una ayuda que resultará benéfica para todos a la pobre mujer.
La obra, que fue escrita por Campanella junto con Emanuel Diez parece llegar a buen puerto, luego de dos fatigosas horas en donde es imposible sostener la risa. Como director, Campanella se luce sacando lo mejor de su sexteto de actores, si bien hubieran sido más atinados algunos recortes en el argumento vueltero. Pero no puedo decir que me haya aburrido ni pasádola mal. Es una obra exitosa que se mantendrá mucho tiempo en cartel y que el boca a oído (ya que no boca a boca) la ha prestigiado aún mucho más.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

4 comentarios:

  1. Acertado comentario.Le agregaría, que el personaje de Noemí, es desafortunado, y podría haberse evitado. Utilizar, un personaje, con problemas mentales (Hola vecinos, hola vecinos...), para que la gente se ría de una enfermedad es lamentable y recurso dsicriminatorio.

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  2. 👎 El día del amigo,fui con una amiga ,a la función de las 20hs.la entrada $1000.-(somos jubiladas) la obra 👎.

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  3. 1000 pesos a teatro al 50 por ciento no seria mejor 600 a sala llena

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