lunes, 23 de septiembre de 2019

Mi crítica de "¿Qué hace una Chica como Yo en una Edad como esta?" (Teatro-Unipersonal)

Desde siempre admiré a Gabriela Acher. Ya desde sus comienzos, en el bendito programa de los uruguayos "Telecataplum" en donde sus parodias eran muy festejadas, pasando por sus colaboraciones en el programa de Tato Bores o en el suyo propio, con guión que le pertenecía "Vamos a Hacer el Humor" y que no tuvo el éxito que se merecía. La recuerdo también en sus actuaciones como actriz junto a su amigo Oscar Martínez en "El último de los amantes ardientes", de Neil Simon. Pero en los famosos unipersonales no la había visto nunca. No me canso de repetir que junto con Niní Marshall es mi humorista mujer preferida. En esos inolvidables programas nacieron Chochi la dicharachera, o la Dra. Diu, también me acuerdo en su propia creación, de una mujer que, con su analista, le contestaba todo formando un discurso sólo con títulos de películas. Impecable. Ya con el título de este unipersonal deja entrever su cinefilia, ya que remite a la no muy conocida película de Francois Truffaut "¿Qué hace una chica como yo en un lugar como este?". Su amor por el cine llega hasta la canción de entrada y despedida: "Ríanse, diviértanse, es más tarde de lo que parece...", la misma que cantaba el fantasma del abuelo y sus compañeros espectros en "Todos dicen te quiero" (1996) de Woody Allen, autor al que siempre invoca.
"Una señora de 90 años le pregunta a otra anciana cuántos años tiene. 
-¡80!- Le contesta.
-¡Linda edad!"
Este no es sino el primero de sus ingenios chistes que aparece ya en el programa de mano. Y Gabriela despliega todo su talento a fuerza de inteligencia y humor (que es la más alta demostración de la inteligencia) durante 90 minutos que parecen 10. Y va a referirse en esta oportunidad a la edad de las mujeres y los problemas que conlleva cada una. Empieza por los 40, luego por los 50, los 60 y se va a detener en los que ella transita en la actualidad, los 70. También refiere en el programa de mano y en su propio monólogo que "en la universidad de Taho Lindo, en la Baja California, han realizado un estudio genético de 150.000 mujeres entre esas franjas de edades y reveló que -gracias al hecho de que las nuevas generaciones se han divertido un 1500 por ciento más que sus madres y abuelas- han logrado provocar una mutación en su ADN, que consiguió atrasar 20 años el gen del envejecimiento, y sólo a fuerza de voluntad (y hormonas suplementarias)." Por supuesto, el humor de Acher es finísimo y desciende de la mejor tradición del humor judío, aquel que va a reírse de la propia desgracia, de los padecimientos propios y nunca de los ajenos. Es una larga historia -la del humor judío- que les permitió sobrevivir a las mayores hecatombes. Por cada nueve judíos que sufren hay uno que los hace reír, dice un viejo slogan. Y es cierto. Gabriela nos hace llorar de la risa sólo hablando de desgracias: la menopausia, el envejecimiento, la falta de memoria, las cirugías estéticas, la celulitis, la gordura, etc. Y todo lo hace con su elegancia de mujer y sin recurrir al lenguaje inculto o vulgar. Casi no hay palabrotas en el espectáculo.
No por eso son menos frecuentes las referencias al sexo -tema que siempre aborda en sus shows- y acá se confiesa como una chica que sobrevivió la edad A.C. (anterior al clítoris) y habla sobre aquellos matrimonios que ya no se desean, sobre los novios que desean demasiado, incluso sobre las mujeres setentonas que buscan una relación con un impotente para "mantener relaciones serias" (pero luego le resultó uno que tomaba Viagra, lo que le produjo una erección de seis horas y se vio impulsada a poner otro aviso: "busco señor impotente y cardíaco para mantener relaciones serias"). El fantasma de la celulitis está siempre presente y cuenta una anécdota suya en la que el novio ocasional la invitó a pasar un fin de semana a la playa del Uruguay y ella tuvo que ocultar su celulitis con una malla enteriza y cubriéndose con una remera de cabeza a los pies, que sólo se sacó cuando entró al agua... pero estaban en agosto y el agua estaba congelada, así que a pesar de todo no salió de ella hasta que cayó el sol... Las anécdotas se van acumulando, junto a los mensajes que llegan por mail, y en donde tenemos de todo, desde la mujer que está saliendo con un hombre dos veces menor de la edad que cree que ella tiene (por lo cual está saliendo con un espermatozoide), hasta la mujer desmemoriada que se olvida de todos los nombres de actores, películas, lugares, plazas, cines... convirtiendo la sala en una enorme carcajada porque -sabemos- que a todos les pasó o les pasa (a mí todavía no me llegó, con mis flamantes 50 años recién cumplidos, pero ya me va a pasar...). Desde la mujer que no se siente deseada por su marido y que a veces él acaba antes que ella... entre en el cuarto y se vea impulsada a hacer el amor con el sodero, entre el escobero y el tacho de basura, pasando por la otra desgraciada que de reírse nomás se hace pis.
Cuando la fui a saludar ella me respondió: "Gracias. Risa de hombre vale el doble." Y puedo asegurar que había muchos hombres en la sala que reían a carcajada batiente. Es muy gracioso (y aplaudido) el concepto de que "lo único bueno de tener nietos es porque no matamos a nuestros hijos antes", como así de que "hay que llevarse bien con los hijos porque son ellos los que elegirán nuestro geriátrico". Así como el de que "cuanto más vieja sos más te aplauden... porque festejan el que todavía no te hayas muerto". Y ahí nomás le despacha a una de sus confidentes: "no te preocupes por tu edad porque todo lo que viene es peor". Es muy realista la experiencia que ella cuenta en carne propia de haberse olvidado dónde dejó el auto estacionado, y reclamar ante la policía que se lo habían robado. Y que si lo anota en la agenda puede perderla, y perder la agenda es como perder su personalidad o su memoria de disco duro.
La risa es un arma noble, porque desactiva al más poderoso de los enemigos, porque al ver que nos estamos riendo de nosotros mismos se da cuenta de que ya no hay nada que pueda hacer contra nosotros. Y eso Gabriela lo sabe, y es así como blande la espada de su talento indeleble, que, aunque pasan los años, la encuentra siempre en su mejor momento.  Aunque cuando vaya a nadar a la pileta una niñita le pregunta con total inocencia, "¿y por qué sos vieja?" Ante lo cual ella reacciona no con estupor sino con terror, lo que la lleva a visualizar toda su vida en un momento... y "toda" su vida le tarda un año completo para pasar ante sus ojos. Y prefiere recluirse viendo series que optar por una aventura amorosa, ya que las series ocupan tanto tiempo como un amor, y es siempre preferible una mala serie a un mal matrimonio, incluso la peor de las series a un mal hombre. Y la Acher nos recomienda al fin de su espectáculo que no importa la edad que tengamos ni la situación por la que estemos pasando, siempre que podamos reírnos de nosotros mismos... algo que es muy provechoso porque siempre tendremos material para reírnos.
Disfruté como nunca de un espectáculo imperdible, con una gran actriz y comediante, además de humorista fina y selecta. Ojalá el humor pudiese ser siempre así y no tener que enfrentarnos a tanta vulgaridad. ¡¡¡Gracias Gabriela y viví por muchos años más!!! Te necesitamos.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



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