domingo, 29 de octubre de 2017

Mi crítica de "Humor Bovo" (Teatro-Narrativa)

Era una vieja deuda, mi amiga Amalia me había prometido invitarme a un espectáculo de Ana María Bovo para que la conociera. Llegaba tarde el "descubrimiento" ya que es conocida y valorada en todo el ámbito de las "cuentacuentos", pero yo permanecía virgen de ella y le había prometido a mi amiga que iríamos a verla. Tengo de Ana María Bovo la referencia de que fue la adaptadora y directora de "Emma Bovary", un espectáculo que sí vi, encabezado por la gran Julieta Díaz (otro de mis amores imposibles) cuando todavía no era demasiado conocida y que me había gustado mucho (recuerdo que en esa ocasión le llevé un gran ramo de rosas, un cassette grabado por mí y una carta en la que le proponía noviazgo, y todo fue agradecido por Julieta a la salida, hasta la proposición, pero ya estaba de novia y no pudo ser...).
Así que mis referencias eran las mejores. Ahora vamos al espectáculo "Humor Bovo" que bajó de cartel hoy en "La Carpintería". Con ese título y sabiendo que la intérprete era una narradora me esperaba un sinfín de chistes o de salidas graciosas más al estilo de Gabriela Acher. Nada más alejado de ello. El espectáculo se estructura en seis o siete cuentos que tienen bastante de graciosos (sin proponer la carcajada franca) pero que bien mirados podrían ser considerados melancólicos o dramáticos también. Es la impronta de la actriz la que los conforma en relatos humorísticos. Es atrapante el trabajo de la Bovo en su calidad de actriz, más allá de sus dotes como contadora. Da el tiempo exacto en el relato, los tonos precisos, la ironía en la narración; pero también sabe poner las caras y poses adecuadas, sus ojos expresivísimos saben manejar la picardía de lo que está contando, su cuerpo todo viene en ayuda para hacer un combo especial de transmisión oral.
Se por mi experiencia como humorista que el humor debe ser siempre verdadero, es imposible hacer reír con algo que el público considere que no es cierto: si hiciéramos un chiste sobre la población de Venus, para que resulte efectivo tenemos que estar todos de acuerdo que Venus está despoblado. Y así son las historias que encarna Bovo, provienen de la realidad, de su pueblo, de su infancia, de su hija o de su madre, o de ese tío socialista que se constituyó en el centro de la fábrica y que cuando se retiró levantó un cine. Los otros cuentos, los que toma de autores prestados pertenecen sí, al campo de la ficción, pero de una ficción que tiene un fuerte rasgo costumbrista, un anclaje en lo real.
Empieza el espectáculo como para romper el hielo diciendo que su madre siempre le desea suerte antes de una presentación, y que le dice que si el tiempo está lindo la gente preferirá pasear que ir a verla a ella o que si está lluvioso optará por una película en la casa. Luego cambiará el tono para hablar de su hija (siempre con humor) y de su vivienda en Francia y por los diversos pesares que tuvo que pasar hasta establecerse sólidamente, para rematar todo con un viaje que ella hizo a ese país en dónde pidió un menú en un restaurante y fue atendida por un mozo asturiano y ella le declaró su origen de la misma zona, con lo que se consiguió "un primo en Francia".
Mas adelante seguirá con otro cuento de su autoría y es cuando decidió cambiar el opaco cristal de su cocina por un vidrio transparente con el que poder ver el exterior, aunque estuviera en un aire-luz poblado de caños y cables, pero a través del cual vio una noche la luna iluminando su cocina y fue plenamente feliz. Es en las pequeñas cosas, en los más minúsculos detalles en los que hace hincapié para contribuir a que el relato funcione, y son sus observaciones jugosas las que deparen el plumazo de humor o de introspección.
Ana María me hace un gran homenaje a mí, porque al hablar de ese tío socialista que vive en Córdoba y que se construyó un cine, recuerda una de sus narraciones del espectáculo "Maní con Chocolate 2", justamente en la que evoca escenas de la gran película de Ettore Scola "Nos habíamos Amado Tanto" ("C'erevamo tanto amati", 1974), una de mis favoritas, las escenas en donde Nino Manfredi conoce a Steffania Sandrelli y se enamoran, para luego enamorarse ella de uno de los grandes amigos de Manfredi, el abogado que interpretaba Gassman. Son 20 minutos del más puro placer, hablando en castellano e italiano. Luego, opta por adaptar un relato de la mexicana Ángeles Mastreta. "La historia de mis tías", en donde se centra en las aventuras amorosas y sexuales de una de sus tías, adelantada a sus tiempos, por estas mismas costumbres y de cómo dejó escapar a su primer novio por no casarse con nadie y disfrutar de todos.
El relato sigue con "La sinfonía en La Menor", relato costumbrista de un consorcio alterado por la 7° Sinfonía de Beethoven, que uno de los inquilinos decide poner a todo volumen, provocando indignación primero y comentarios eruditos más tarde. Para demostrar que nadie sabía nada de música y que habían estado escuchando una marcha tocada por la banda de bomberos local. Sigue con el recuerdo de su infancia en donde impulsada por las monjas de la escuela fue puesta como centro de referencia de todos los ballets que se hacían en el colegio (siendo el centro de "La Danza de las Horas", de la ópera "La Gioconda" de Amilcare Poncchielli). Y de como su madre, quien quiso bailar siempre desde su infancia, vio desplazado su deseo a la figura de su hija. Todo mezclado entre la nostalgia de lo ya sucedido y perdido en el recuerdo, el humor de la situación y el cariño profesado hacia su madre.
Y termina su espectáculo regalándonos un relato más: el de cómo un hombre compró un reloj cucú para su esposa, con la intención de disfrutarlo él y de cómo el pajarito del cucú resultó muerto en el armado del aparato.
En suma, un delicioso espectáculo de una hora veinte en el que se junta la magia del cuento, la excelente actuación, los buenos textos elegidos, un vestuario sencillo y la música incidental (¿había una canción mexicana cantada por Alberto Cortéz, otro amigo mío?), que hicieron alegrar momentáneamente mi existencia y provocarme no pocas reflexiones y asistir a la última función de este año de un espectáculo único.
Un enorme descubrimiento.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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