jueves, 30 de mayo de 2019

Mi crítica de "Maxi 5, Más que un Stand Up" (Teatro-Unipersonal)


No sé, las propuestas estéticas de Teatrix me desconciertan, pasan desde lo inmejorable hasta lo deplorable con diferencia de unos pocos días... El caso de Maxi de la Cruz es extraño (extraño por lo malo), dice no ser un cómico de stand up pero lo que hace es básicamente eso, monólogos inspirados en el más clásico género del stand up, tan de moda en la actualidad y del que fueran sus precursores más insignes (cuando se llamaba de otra forma) nada más y nada menos que figuras como Pinti, Gasalla o Perciavale, quienes crearon el bendito género del café concert. Este Maxi de la Cruz es uruguayo y su espectáculo está grabado en un teatro del país allende el Río de la Plata y es del 2015. Yo lo recuerdo a él como el asistente gay de Valeria Lynch en sus shows, o de haberlo visto trabajar en la espantosa obra "Como el Culo". No tenía otra referencia del "humorista" (llamarlo así le queda grande) uruguayo. 
En primera instancia dice que el humor debe provocar, debe incomodar. Y lo cierto es que lo hace. Pero por otros caminos un poco más sinuosos que los del loable propósito. Comienza en un sketch filmado, como un cómico de cuarta con aires de rockstar, improvisa con su secretaria caminos para llegar al teatro en los que no tenga el más mínimo contacto físico ni visual con su público, al que aborrece, y tiene fobia a ser tocado por ellos. Desde un helicóptero hasta una limusina, pasando por una 4 x 4 para obtener la mayor lejanía posible. Ya en la limusina, se le ofrece conducir la entrega de los Oscars pero la rechaza por caer en domingo, día en que tiene que jugar al paddle. Como así rechaza también un contrato para trabajar junto a Les Luthiers, porque no soportaría compartir el escenario con cinco personas más. Y toma agua especial, esa que proviene de la basílica de la VIrgen porque no toma de cualquier agua. Llega al teatro siete horas antes de la función en su papel de divo para ir encontrando el personaje o porque en realidad no se quiere topar con el público. Resulta que el teatro está cerrado y cuando la única admiradora que encuentra le pide un autógrafo, sale corriendo hasta treparse a un árbol. Qué se puede decir. Que ha elegido un papel más bien antipático para presentarse en sociedad o que en realidad está haciendo una crítica de los "divos". Optamos por esto último.
Pero al empezar el show, un pobre cuerpo de baile lo recibe y él se descomprime hablando a toda velocidad con uno de sus monólogos que peca de insustancial, habla de la relación entre hombres y mujeres, de la reacción de los novios al encontrarse su pareja con un novio anterior por la calle, o de los inconvenientes cuando te para la policía para pedirte el carné de conducir. Todo muy light. Después se refiere a las citas a ciegas e interpreta tres de estas, junto a otras tantas partenaires sin el menor éxito. Eso sí, la gente explota de risa. No logro saber qué es lo que logra hacer reír al público uruguayo de este cómico de churrasquería al que acá no se le daría cabida (bhá, esto es un decir... pasó cada uno por las tablas!!! Desde el impresentable Fernando Peña (al que la mayoría tiene por un genio), hasta los capos cómicos de cuarta que inundaron nuestra malograda revista). Levanta un poco el vuelo cuando interpreta a un personaje marginal, "el Richard", un vago con licencia de chorro que no hace más que tironearse de los testículos y meterse el dedo en la nariz, con un sketch pasablemente logrado, que se refiere al momento en que va a buscar trabajo. Las anécdotas que cuenta tienen cierta gracia y una especie de crítica a una clase social determinada: la de los pibes chorros. Después presenta un cuadro abstracto (muy bien el videograph) en el que interpreta a la vez a (¡!) otro ladrón, un policía y un millonario en un museo de obras de arte. Es decididamente bueno como mimo, a lo que presta su arte en un gag corto de música con una canción rápida y trompetín, y en varias partes de su monólogo.
Termina el show con su cuerpo de baile y él cantando el tema "Smile", de Charles Chaplin. Todo lo demás es aire (y contaminado). Quién lo quiera disfrutar no tiene más que pulsar el "Ver Obra". Queda por cuenta de ustedes... no me digan que no les avisé.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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