viernes, 9 de julio de 2021

Mi crítica de "Once" (Cine)

 Vi la extraordinaria película independiente de origen irlandés "Once", algo así como "Una vez", del ignoto director John Caney y protagonizada por los carismáticos John Hannard y Marketa Irglová, que supo llevarse el Oscar a la Mejor Canción ("Falling slowling") y que diera origen a mi amado musical "Una vez en la vida", que acá protagonizaron Eliseo Barrionuevo y mi elogiada Paula Reca. La canción acá se tituló "Voy Cayendo" y es igualmente bella su letra y su música. Tienen la virtud los dos protagonistas del film el haber sido atores totales de letras y músicas -sí, porque nos encontramos ante un film enteramente musical- y de interpretar los instrumentos y prestar sus voces. La diferencia sustancial con la puesta argentina es que acá -como su original en Broadway- todos los actores tocaban un instrumento y cantaban y bailaban en escena, cosa que no sucede en el film con los secundarios.

La historia es la de un cantautor callejero irlandés abandonado por su novia hace diez años, a quien dedica las canciones que escribe, y una chica inmigrante checa quien también es música, sólo que pianista -él toca la guitarra-, se conocen por casualidad, viven lo que puede considerarse más que una amistad, en el transcurso de unos pocos días, y luego se separan. La sutileza de esta atracción solapada consiste sólo en imperceptibles miradas, minúsculos gestos, aproximaciones casi inexistentes -en la obra teatral no se tocan en ningún momento- y eso aumenta la expresión del deseo. Lo malo de la película es que acá todo cierra muy bien, contrariamente al musical que dejaba muchos interrogantes abiertos. Acá, él se va a Londres a reconquistar a su novia, quien lo recibe ansiosa después de diez años de separación, y ella rehace su vida junto al padre de su pequeña hija. Ella trabaja vendiendo rosas en la calle y como personal de limpieza en casas y él, cantando en la calle y en un pequeño negocio de reparación de aspiradoras junto a su padre. Son lo más bajo de la escala socia irlandesa, los desclasados totales. Aún así se las ingenian para pedir un préstamo en el banco para grabar un disco con los temas de él en un estudio de grabación.
En la versión local, Reca y Barrionuevo hicieron mucho más entrañables a los personajes, ella desde una seriedad/adustez que escondía todo lo frágil de su corazón y él desde una humildad y una torpeza casi chaplinesca. Los irlandeses son mucho más fríos para estas cuestiones del corazón y no logran transmitir tanta emoción. Es por eso que el film se queda a mitad de camino -el musical ganó el Tony, la canción el Oscar, los Grammy y en su versión vernácula todos los Hugo-. Sólo hay un atisbo de unión entre ellos, y es cuando, en la víspera de su viaje a Londres, ella le promete ir a su casa para hacer "travesuras", cosa que nunca sucede. El se queda esperando infructuosamente sin poder concretar su pasión. En la versión argentina pasaba algo parecido pero era porque ella lo sorprendía hablando muy animosamente con su ex y decidía irse por dónde había venido. Un detalle a mencionar es que tanto él como ella carecen de nombre, figuran en los créditos sólo como "chico" y "chica", lo que le da más universalidad al asunto, pueden ser los exponentes de cualquier pareja heterosexual del mundo, eso le da un gran criterio de amplitud. 
Repito, falta en la película todo el despliegue escénico que brindaban esos doce músicos-cantantes-actores-bailarines que brillan en el musical, tan bien pergeñado y con tanta imaginación. La chica no tenía un piano propio donde ensayar, se lo prestaban en una casa de música; él le regala un piano al final de la película con el dinero que le ha dado su padre para abrirse paso en Londres. Es la rúbrica a un film que brilla por sus temas musicales y sus actuaciones y que sin embargo me deja con gusto a poco después de haber disfrutado dos veces del apreciado musical.
Y gracias por seguir leyéndome, espero sus comentarios.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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