lunes, 28 de agosto de 2017

Mi crítica de "La Denuncia" (Teatro)


Nuevamente Teatrix nos acerca una obra que está de plena vigencia en la cartelera vernácula. Se trata de "La Denuncia" una obra del autor Rafael Bruza exhibida en el Teatro del Pueblo, y dirigida, con gracia y buen pulso por Claudio Martínez Bel. Los intérpretes (todos ellos excelentes) son Marcelo Mazzarello, Gastón Ricaud, Marcelo Xicarts y Federico Césere. Lástima que no los puedo identificar con sus personajes, porque, salvo a Mazzarello, francamente no conozco a ninguno de los otros.
La obra se centra en una compañía teatral itinerante de los "Hermanos Bellini", figuras históricas que parece que existieron allá por los albores del siglo XX, y se trata de una representación que realiza esta institución acerca de un hecho acaecido en 1909 en el pueblo de Las Flores, de la Provincia de Buenos Aires. La compañía llega con sus trajes de calle y ante el público se van colocando trajes y máscaras. La crítica la asocia con una "Commedia dell'arte argentina", pero yo, antes que emparentarlos con las aventuras de los famosos Pierrot, Arlequín o Colombina, los asimilo más, por el grotesco de sus máscaras, con los cuadros costumbristas (y grotescos) de nuestro Molina Campos. Ahí quedarán las comparaciones y cada quien tomará la que prefiera, si bien por lo forzoso y exagerado de sus movimientos pueden pertenecer a la familia de los Arlequines, por su formalismo los acerco más a la de nuestro eximio pintor de tantos retratos y almanaques.
El lenguaje que intentan tener es el campero, pero sus modismos se acercan demasiado a lo urbano, para exageraciones y costumbres camperas recomiendo más conocer al hombre que trabaja en mi casa, Fidel, cuyos coloquios pueden llegar al paroxismo. Sólo él puede decir que se "dispierta", que tiene que tomar los "rimedios" porque tuvo un Lacevé (en vez de ACV), que el médico le puso una "indición" o que le demos una pastilla de "Lastrón" (por el "Actrón"). Sólo él puede decir que es fanático del "Paz Martín" o que va a la calle "Joaquín de V. González" y que el mejor gobierno de la historia reciente fue el de los militares porque a él lo trataban con todo "rispeto", que si no estuviste metido en nada turbio, podías vivir tranquilo. En fin, cosas que ha dado nuestra provincia de Catamarca y que podemos disfrutar en nuestro propio living.
Pero volvamos a la obra, acá el tema de la denuncia es un ilícito que puede escandalizar hasta en nuestros propios días. La señora Angélica Dicente, santiagueña de 38 años, no sabe de quien ha quedado viuda, ya que tuvo dos maridos (increíble retrato de estos seres) que han partido hacia la zafra, en Tucumán no volviendo a aparecer nunca. Del primero tuvo dos hijas, "la" Micaela (de 18 años) y "la" Dolores (de 15) y del segundo esposo, tres hijos más, que para el relato no cuentan. Lo que sucedió es que se ha vuelto a casar, por tercera vez, con un tal Bonifacio Estrella, de profesión ferroviario, que no sólo la ha engañado con su hija mayor, embarazándola, sino que ha huído con la menor. El retrato que estos cuatro hombres hacen de Angélica, Micaela y Dolores es soberbio, utilizando vestidos y máscaras que reproducen sus fisonomías. Y Mazzarello compone con convicción a ese Bonifacio que soñaba con los nombres de mujeres de las estaciones, pensando que en la próxima estación lo esperaba la Sofía, para desengañarse cuando llegaba, y veía sólo al señalero de bigotitos, pero ya volvía a soñar que en la próxima estaba la Rafaela... y así siempre imaginando, vino a sembrar en el huerto de las Carreño (tal el apellido de las dos chicas)... ¡Y bien que sembró, dejando a una de ellas con su preñez! Para luego huir con la quinceañera (la "más boba", según su madre) y mudándose alternativamente de habitación con la cama matrimonial la engañada para pasar a ocuparla la nueva pareja de Bonifacio.
El jefe de polciía Marcos Andrade y su ayudante Troncoso, son otros dos hallazgos de estos actores que, ocultándose por máscaras bien a la medida de la "commedia dell'arte", saben desempeñar con comodidad y buen sentido del humor. Se van alternando disfraces y vestidos para dar cuerpo a esta fauna humana tan insólita como querible. Lo que es de extrañarse (o no)es por qué los aplausos del público aparecen en el momento en que se dicen mayor cantidad de malas palabras, si el resto del texto es igual de atractivo. El destacamento ha incorporado un nuevo artefacto: la máquina de escribir, a la que Troncoso sabe sacarle el jugo, y su jefe se despacha con imposibles dictados. Para Troncoso, Bonifacio Estrella es su ídolo, un héroe de ficción hecho carne en la figura de ese hombre que supo gozar de tres mujeres. Cuatro si consideramos a la verdadera mujer de Bonifacio, enferma, paralítica y desdentada que sólo le pide sus servicios sexuales, a lo que éste se niega. "Yo pensé que ya se moría. Si no le habían dado más que dos meses de vida", reniega Bonifacio en su declaración policial y no sabiendo cómo hacer para sacársela de encima.
Por supuesto el fallo policial será declarar inocente a la pareja de fugitivos, denunciada por la madre de la niña, por tratarse de una pareja constituida, que se ama y pueden ejercer su libertad, sin importar que Bonifacio cuente con tres casamientos anteriores. Todo se resuelve para bien, viviendo todos bajo el mismo techo y esperando a la criatura por venir mientras discuten las tres mujeres a qué santo deben rezarle (la madre es devota del Sagrado Corazón, que preside la cama matrimonial, mientras que la embarazada prefiere a la Virgen de Lourdes y la quinceañera es adepta de Ceferino). Una grata comedia que deja el gusto del material bien hecho y bien trabajado por actores y director (sin olvidar los rubros técnicos) y muy especialmente la confección de máscaras y pelucas. Para reír un buen rato. Y no se olviden que pueden ver la obra cliqueando justamente el link "Ver obra".
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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