lunes, 11 de septiembre de 2017

Mi crítica de "El Cuarenta y Uno" (Cine-1956)

Estamos ante una película soviética de mucho éxito en su momento. No podemos decir que ha envejecido mal, pero sí que hoy resulta un tanto pueril el argumento. Digamos que es de 1956 y ha sido dirigida por Grigori Chujrai y que cuenta con dos protagónicos  excluyentes: Marushka y el Teniente. Sería bueno analizarla para entender que la famosa "grieta" no es algo que hayamos inventado nosotros, sino que, como dice Pinti, hay grieta desde Abel y Caín.
Estamos en los primeros tiempos de la revolución rusa, se nos informa al principio, aunque las ropas serán más acordes al año 56 que corría y parece ser que ya ha acabado la Segunda Guerra Mundial, por lo que se dice. La película fluctúa entre el pretendido "realismo" soviético y un "idealismo" soviético sin detenerse en ninguna. Como realización es de muy baja calidad, alterna fotografía en color con otra en blanco y negro, aunque pienso que más que por simbolismo poético, por insuficiencia de recursos por parte del Estado. Son casi ridículas sus tomas del mar golpeando en blanco y negro para pasar a un mar en colores en idéntica situación. Los actores son de lo peor, aunque suben un poco la puntería cuando empieza la etapa del romance, ya pasada la mitad del metraje, aunque nuestros actores, para esa época, tampoco eran una maravilla, sin embargo el cine soviético siempre se ha destacado por la calidad de sus intérpretes, acá deja mucho que desear. Y la iluminación es lo peor de la película, ennegreciendo escenas en las que deberían haberse visto los rostros y sumiendo todo en la más completa oscuridad, aunque la copia que vi era bastante buena.
Bueno, la historia es la siguiente. Tenemos dos ejércitos, el Ejército Rojo, el de los bolcheviques y la contrarrevolución que podemos suponer entre los defensores del zar, el pueblo ilustrado. Al principio de la película tenemos un empobrecido brazo del Ejército Rojo que vaga por el desierto, buscando llegar al mar de Aral y posteriormente a Kazalinsk. Está liderado por el Comisario y el brazo armado infalible lo constituye Marushka, una brava bolchevique que "donde pone el ojo, pone la bala", sólo falla en el muerto número cuarenta y uno (de allí el nombre del film), que resulta seguir con vida. Se enfrentan a un desarmado ejército contrarrevolucionario y les incautan los camellos, dejándolos librados a su suerte en el desierto. Sólo toman a un prisionero, el Teniente, quien lleva cosido en su ropa un mensaje que debe ser entregado a su máxima autoridad y que éste se niega a develar. Lo pasa a custodiar con rigor Marushka, y el Teniente parece siempre fresquito e incansable delante de tanta lucha contra los elementos naturales como tiene el Ejército Rojo. Van pereciendo sus integrantes rumbo a su destino y cuando son acogidos por una aldea de mongoles, sólo quedan once con vida. Allí son socorridos en agua y alimento, que les venía escaseando, mientras Marushka "rigorea" al Teniente con toda su brutalidad. Después del gran recibimiento en la aldea, siguen su camino y por fin llegan al ansiado Mar de Aral, en dónde recuperan fuerzas y vitalidad. Allí -y cuando ya parecía estancada la película-, en un giro de guión se encarga a Marushka junto a dos soldados más que trasladen al Teniente por mar, en un botecito de morondanga, ante el Consejo de Estado para que sea juzgado. Estos se embarcan y cuál podía ser su destino sino naufragar la pareja -habiendo perdido a los otros dos en una gran tormenta- en una isla desierta.
Por suerte encuentran una vivienda enseguida y tienen fuego, agua y alimento a su disposición (no me pregunten de dónde sale). Pero deben pasar por una prueba más. Tienen la ropa empapada y para no enfermarse deben desnudarse y poner la ropa a secar. Y allí quedan ellos, como Adán y Eva pero sin hojas de parra, secándose al fuego (claro, sin mirarse). Pero la tensión va creciendo y ella le lee unos versos que ha compuesto, para lo cual, le dice él, le hace falta estudio y cultivarse. Ella ansía ir a una escuela que le enseñe cosas así. Él la llama "Viernes", en referencia al indígena de "Robinson Crusoe" y como ella no conoce la historia, le pide que se la narre. Al fin pueden más sus ojos celestes como el mar que el patrioterismo de ella y por fin... ¡se besan! y ya pasan al lecho... Se juran su amor y viven en plena felicidad por varios días, amándose y viviendo de la naturaleza y del amor, sin necesitar de nada más. A todo esto han encontrado la construcción de unos pescadores en donde guarecerse y juegan y se ríen como dos chicos enamorados en el mar. Por cierto, son los dos hermosos, no vamos a estropear la historia poniendo gente fea, por muy comunistas que seamos.
Pero todo va bien hasta que él decide que cuando salgan de allí se irán a vivir juntos, a su cómoda casa (¿quedaba alguna en la Unión Soviética a comienzos de la Revolución?) y con sus libros como compañía. Ella en cambio, piensa seguir siendo soldado de la causa (perdón, casi digo "la Cámpora") y luchando por el futuro del pueblo. Allí se pelean a muerte y se juran odio eterno. Al fin vuelven a reconciliarse cuando ella se da cuenta de que no puede vivir sin la mirada de esos ojos celestes que le han partido el corazón. Pero en eso advierten un velero en el mar y disparan tiros al aire para que los vaya a buscar. Pero cuando se acercan él ve que son los de su bando y ella reacciona de la peor de las maneras posibles, destruyendo todo cuanto amaba.
Con ese trágico final termina "El Cuarenta y uno" y comprendemos que la grieta siempre sembró de sangra a los pueblos, y que toda revolución se hizo a fuerza de sangre y fuego, enlutando a una mitad de la población y enalteciendo a la otra. ¿Será una utopía pensar que algún día los hombres puedan convivir en paz? Yo, por mi parte pienso que sí, que queda dentro del terreno de la ciencia ficción, y que la humanidad nunca podrá congeniar con la otra mitad del ser humano, porque está en la esencia misma del sujeto, querer lo que no puede alcanzar, y tener que luchar para eso. Por eso no recomiendo fervientemente esta película, por su baja calidad técnica y actoral y por un argumento que puede haber impactado mucho en su época pero que hoy por hoy ya está remanido... ¿superado...?
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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