sábado, 16 de septiembre de 2017

Mi crítica de "Las Señoritas de Rochefort" (Cine-1967)

Jacques Demy venía de un éxito colosal con un musical francés sin precedentes: "Los Paraguas de Cherburgo" (1964) y se apoyó en ese suceso para montar otra experiencia musical con "Las Señoritas de Rochefort" tres años después y con la presencia estelar de Catherine Deneuve nuevamente, casi como una continuación de la anterior. Y la idea no pudo ser más estimulante. Todo en esta película esta compuesto para gratificar al espíritu inocente de quien mira un musical: desde la música pegadiza de Michel Legrand de nuevo, pasando por unas rítmicas letras del propio Demy, sumado a unos bailes exultantes, y una historia romanticona que no proponía grandes dilemas morales, daba como resultado una obra apta para todo público con ganas de pasar un rato de felicidad y distensión. Debo decir que las dos horas del metraje se pasan volando y es tan efervescente y evanescente la trama que no pesa en lo más mínimo. Vi este film provocado por las declaraciones del grupo de trabajo de "La La Land" a quien se le encomendó ver esta película como motivo de inspiración y preparación para el propio trabajo. Acá estamos también ante actores que no son cantantes ni bailarines profesionales, sino simplemente actores que se toman muy enserio su trabajo. Se les nota la falta de preparación en algunas escenas de baile un tanto desparejas pero el resto resulta impecable. El elenco incluye a grandes talentos de la cinematografía gala como Jacques Perrin, Michel Piccoli o Danielle Darriaux, que, muy jóvenes, se le atreven al canto. Y además se suma la figura inconmensurable del gran Gene Kelly, que aporta su experiencia de cantante y bailarín para darle realce al relato.
Todo gira en torno a cuatro días, desde el viernes a la mañana hasta el lunes a la misma hora, tiempo en que tarda en llegar al pueblito de Rochefort la feria de variedades y en levantar campamento. En el medio se entrecruzan historias de romance y hasta un asesinato, que no dejan de sorprender por su coherencia (aunque sabemos que el amor no es para nada coherente, precisamente eso es lo que atrae). Todo en Rochefort aspira a una ascepsia total, todo es pulcro, bello, limpio, ordenado; sus casas, negocios, calles, lo que hace pensar más en una puesta cinematográfica que en un pueblo de verdad. La ficción impera en este film y la falsedad su guía. Todo parece armado para impresionar al ojo inocente, un delicado equilibrio recorre el relato. Desde las clases de danza que imparten las hermanas Garnier, Delfina (Deneuve) y Solange (Francoise Dorleac), quien además es música y compositora de un concierto de música sinfónica, hasta la cafetería que administra la madre de las chicas, Mme Yvonne (Danielle Darrieux). Todo empieza cuando los patrocinadores de la feria de variedades, dos muchachos jóvenes y atractivos impulsados por el éxito, se hacen presentes en el pueblo, visitando la confitería y conociendo a las dos chicas, hasta involucrarlas en la actuación como cantantes en la muestra debido a que sus dos cantantes oficiales han desertado tras sendos marineros. Luego intentarán llevarlas a París, diciéndoles que están enamorados de ellas, lo cual no resulta muy creíble. Sólo Delfina los acompañará. Porque un "europeo" desconocido se ha cruzado en el camino de Solange, el compositor y ejecutante Andy Miller (Gene Kelly), quien la ayuda a recoger unas cosas en la calle y quedando profundamente enamorados el uno del otro para no volverse a encontrar sino en el final del film (bailando el "allegro" del concierto para piano de Solange, manera en que mejor sabe expresar el enamoramiento Gene Kelly,, de manera sublime). También hay un soldado que está cumpliendo su servicio militar allí, que es pintor y ha captado la esencia de Delfina en un óleo, profundamente enamorado de ella y, que sin poder concretar ese amor porque no se conocen, deberán esperar hasta el último fotograma, en donde el camión que lleva a Delfina y la troupe a París, lo levante en el camino para acercarlo a esa ciudad y por fin se encuentren.
Hay otra historia de amor potente, la que vivieron hace tiempo Mme Yvonne junto con Simon Dame (Michel Piccoli), un parisino que al no poder casarse con ella debido a su absurdo apellido (si ella se casaba sería madame de Dame) fue abandonado por la mujer diciéndole que se iba a instalar a México con otro hombre que había conocido. Ahora Simon Dame tiene una casa de instrumentos y partituras musicales en pleno Rochefort, aunque esto no lo sabe Yvonne. Cuando se entera por una de sus hijas, quien conoce al hombre, sale corriendo a reencontrarse con su antiguo amor ya que ninguno de los dos se ha casado.
Todo esto, que parece un culebrón mexicano, es pasible de tragar porque está engalanado de constante música y canciones, que, si bien no constituyen la cumbre de la filosofía, resuenan por su brillo y sus rimas inspiradas y por el desafío que constituyó para los actores lanzarse al ruedo de cantar con sus propias voces. Debemos decir que esta versión que yo vi, esta perfectamente conservada y restaurada por la directora Agnés Varda, quien realiza un verdadero trabajo de conservación del patrimonio fílmico histórico. Las actuaciones son acordes al canto y todos quedan bien parados, hasta la anorgásmica Catherine Deneuve, muy jovencita acá, cuando todavía prometía. El resultado es un film encantador y totalmente disfrutable. Véanlo porque vale la pena.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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