jueves, 8 de febrero de 2018

Mi crítica de "Asesinato en el Expreso de Oriente" (Cine)

Hola, con una temperatura de casi 40° de sensación térmica me dispongo a hacer la crítica de esta película que vi ayer. Las adaptaciones de la obra de Ágatha Christie son siempre un lujo. La reina del misterio no escribía nunca sobre gente pobre sino sobre lo más alto de la sociedad, razón por la cual sus escenarios eran siempre lujosos y deslumbrantes, como este que nos ocupa ahora: a bordo del mismísimo Expreso de Oriente. Si bien ya se había filmado una versión anterior a esta, en 1974, a mi gusto la mejor y definitiva, dirigida por Sidney Lumet (la actual lleva la firma y la actuación protagónica de Kenneth Brannagh), con Albert Finney en una labor consagratoria como el detective belga Hércules Poirot (la minuciosidad de su interpretación, con una sutil ironía roza la perfección, aventajando mucho a la de Brannagh). La veta cómica que trasuntaba la versión anterior ha dejado paso a la solemnidad del actor shakespearano, incluso la música de antaño era mucho más zumbona que la más cargada y melancólica de la actual.
Pero vayamos a la película que nos compete. Todo comienza en Jerusalem, en el Muro de los Lamentos, donde un cura, un rabino y un imán son acusados de haber robado un importante joyero de una de las iglesias. Pero Poirot está allí para dar su veredicto, y en el mismo Muro, sentencia que el responsable es el Jefe de Policía. El cual resulta ser el verdadero ladrón, por supuesto. Acto seguido y por iniciativa de su amigo Bouc, el Gerente del Expreso de Oriente, logrará embarcarse en tan lujoso tren. Todo allí es pompa y boato: las bebidas, la comida, las mesas, los camarotes, la platería, los comensales... Pero de quienes tenemos que hablar es de los 13 pasajeros que viajan a bordo del coche en donde viaja Poirot. Uno de ellos debe morir, como es usual en estos who'd unit, como los designara Hitchcock, una historia donde el único suspenso consiste en saber quién lo hizo, y por eso desdeñaba tanto el maestro inglés  a las obras de su compatriota Christie (que por lo demás a mí me fascinan, tanto como las de HItchcock). El que resulta asesinado es un tipo hosco, huraño, desagradable, que tenía varias amenazas en su haber y se dedicaba a la compraventa de arte, el Sr. Ratchett (brillante actuación de Johnny Depp). Este pide a Poirot que le cuide las espaldas porque se sabe en peligro, pero Poirot, al intuir que no era un sujeto honesto, rechaza ese ofrecimiento, que por otra parte venía con una cantidad interesante de dinero adosada. Bueno, la cosa es que lo matan a Ratchett, de doce puñaladas, con su camarote cerrado por dentro y dejando una decena de pistas para desorientar. Quien haya visto la versión anterior, o leído el libro o visto la serie para la TV que hizo David Suchet ya sabrá quien es el (o los) asesino. Pero por bien de quienes permanezcan en la incultura, no lo voy a revelar acá.
Hay, sí, un gran trabajo de dirección. Todos los actores están perfectamente marcados, las cámaras cumplen un papel fundamental en la historia y se ha puesto la narración al servicio de los personajes. La cámara recorre ese tren de arriba abajo y se desplaza en sentido vertical en alguna escena desde el exterior nevado. Igualmente toma la acción en picado absoluto (desde arriba) cuando se descubre el cadáver, para que no podamos verlo ni ensuciarnos con sangre ajena ni efectos macabros. Siempre está atenta en remarcar la personalidad de cada uno de los 12 sospechosos con su movimiento o encuadre. En un momento en que se plantea la falsa identidad de un estudioso alemán que resulta ser un detective disfrazado, la cámara lo toma desde los vidrios trifáscicos, como remarcando la doble personalidad del personaje. Falla un poco al enfocar al tren desde afuera enclavado en esa nieve indiscreta que lo vino a detener a mitad  de camino, porque vemos la falsedad del tren y su representación en una maqueta, cuando por momentos parece también hecho por computación tridimensional. En una de las escenas finales toma a los 12 sospechosos sentados a una larga mesa, semejando a los 12 apóstoles y su simbología en el cuadro de DaVinci "La última cena", muy de acuerdo a la trama del relato.
El personaje de Poirot debe ser un reto para cualquier actor por ser un individuo ya emblemático, que riza la ridiculez con la perspicacia, la extravagancia con sus brillantes "células grises" y sus deducciones. Hasta ahora lo he visto interpretado brillantemente por tres actores: el mencionado Finney; por Peter Ustinov y en la serie inglesa por David Suchet, serie que duró siete temporadas. Ahora lo veo por Kenneth Brannagh, de aspecto más normal, a no ser por su célebre mostacho. Es un compendio de sabiduría y de inteligencia sumado a un andar chaplinesco y un moñito inusual. La fecha imprecisa en la que vive este personaje debe estar entre 1920 o 1940 por los datos que la modernidad nos proporciona, y nunca revelada.
Entre los viajeros está una avejentada Sra. Hubbard (Michel Pfeiffer), tan histriónica como su papel lo requiere, una anciana princesa rusa a cargo de la siempre exacta Judi Dench, un profesor alemán de la mano de William Dafoe (en otro trabajo impecable) y una misionera española, Pilar Estravados, interpretada por Penélope Cruz (el nombre Pilar Estravados está interpolado acá de otra novela de Ágatha Christie: "Navidades Trágicas", ya que corresponde a una española, para suplantar el rol de misionera sueca de la novela original), lo cual debió constituirse en un papel decisivo para Penélope ya que tuvo que competir con el recuerdo de una perfecta Ingrid Bergman (en la versión del '74) con el cual ganó su tercer Oscar, acá como actriz de reparto (que fue casi su última actuación de su vida). Los elencos de las películas basadas en Ágatha Christie son también otro lujo, ya que cuenta casi siempre con interpretaciones perfectas y con elencos de excepción (basta recordar el nombre de algunas de las figuras convocadas para la versión antigua: los ya mencionados Finney y Bergman, más Laureen Bacall, Sean Connery, Vanessa Redgrave, Michael York, John Guielgud, Anthony Perkins, Jacqueline Bisset y Richard Widmarck, entre otros). Acá el elenco no es tan notable si bien todos están excelentes en sus papeles. Es como exclama Poirot cuando deduce la verdad, azorado por su descubrimiento: "Hasta ahora estaba el Bien y el Mal, ahora están ustedes". La escena final, cuando la cámara recorre todo el largo pasillo del Expreso, junto a la marcha de despedida de Poirot, denota toda la melancolía que puebla este relato. Debemos sumar que acá Poirot recuerda un amor de juventud que parece que es lo que lo ha dejado marcado como para no acercarse nunca más al amor, sólo su mundo pertenece a la inteligencia y a las deducciones criminales.
Hay también dos principales sospechosos; el sr. Márquez y el Dr. Arbutnoth,, el primero por tratarse de un sudamericano y el segundo por ser negro. Así que instalamos en la historia también el tema de los prejuicios sean poro raza o nacionalidad. Brannagh no quiso dejar de lado a la xenofobia. Bueno, en resumen, no es la mejor de las versiones de Ágatha Crhistie ni hace mucho honor a ella, pero es una película de intriga que se deja ver y que tiene un final inesperado, así que la recomiendo para los que no hayan visto la anterior adaptación, y para quienes la vieron y quieren ver un material nuevo en su enfoque, pues acá está este nuevo "Asesinato en el Expreso de Oriente". Bienvenido sea.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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