sábado, 17 de noviembre de 2018

Mi crítica de "Jettatore!" (Teatro)


Lamentablemente, mi crítica no puede ser positiva. Y a pesar de todos los esfuerzos que haga Teatrix de acercarnos material variado y ecléctico, acá ha cometido una nueva pifiada. La obra ha sido grabada en el Teatro San Martín, en este año, con lo que todo hacía prever una espléndida adaptación de la obra de Gregorio de Laferrere... pero ya vemos que este autor no resiste al paso del tiempo. Y la dirección de Mariana Chaud es lo más horrible que he visto en teatro en los últimos años (y hablo de años largos...). En realidad, la puesta me hace acordar mucho a "Como el culo", otra obra que también aborrecí, por su adhesión al slapstik (esa forma de cine que se basa en golpes, caídas, corridas, porrazos, etc., acá trasladada al teatro). Recuerdo que huí literalmente del teatro cuando terminé de visionar esa obra, y acá me sucedió otro tanto. Porque como dijera don Inodoro Pereyra (el célebre personaje del genial "negro" Fontanarrosa) refiriéndose a la belleza de la Eulogia, su esposa, se demuestra por el absurdo. Acá pasa algo similar, la contundencia de la obra se demuestra por el absurdo. Pero lamentablemente no es un sano ejercicio del absurdo lo que provoca esta versión de "Jettatore!" sino más bien del más rayano ridículo. Todo da vergüenza ajena. El énfasis desmesurado de los parlamentos (que huelen a rancio con ese "tú"), los ademanes grotescos, las caídas, las confusiones, las entradas a destiempo (concientemente), la zoncera de muchos de sus parlamentos... y hay para más.
Otro de los pecados de esta obra es que posee una única línea argumental, es decir, no hay subtramas, lo cual enriquecería mucho al texto, todo se conduce monocordemente a comprobar que don Lucas, el obeso pretendiente de la joven y hermosa Lucía, es yeta, y todo lo que toca lo arruina. Eso es lo único que hay. Después, claro, hay muchos personajes alrededor: Carlos (Andrés Caminos), el primo de Lucía (Katia Szetchman), enamorados ambos, la madre, doña Camila (Raquel Sokolowicz), el padre, don Juan (Alejandro Vizzotto), el falso médico Enrique, que hace también de Don Rufo (Gadial Sztryk), Elvira, otra hija (Sol Cintas) Ángela y Leonor, también interpretadas por la misma actriz (Tatiana Emede), Pepito y Benito, el mismo actor (Nicolás Levín). La ejecución de dos personajes por los mismos actores se debe en el primero de los casos que el actor que debía asumirlo sufrió un accidente yendo para el teatro y los demás por la simple deserción o soponcio de los ejecutantes. La única buena idea fue la de crear un escenario más pequeño que el ancho del proscenio, con lo cual se puede asistir a las bambalinas y ver y oír los comentarios de los actores reclamando por la ausencia de algunos y obligando a otros a asumir los papeles. Así como declarar que en el elenco hay un actor que es yeta.
El argumento es simple, don Lucas (Javier Rodríguez) viene a pedir a doña Camila la mano de su hija Lucía, quien ama en secreto a su primo Carlos, para impedir que el casamiento se concrete, Carlos inventará que Lucas es un Jettatore (repitiendo esta palabra hasta el cansancio) y se confabula con todos los demás para hacer ver que sufren descomposturas, repentinos desvanecimientos o tics nerviosos no bien darle la mano, que parece irradiar fuego. El falso médico le hace creer que puede lograr la telepatía, de lo cual resulta muy convencido, y al final le revela a don Juan que él tiene un don que puede perjudicar a muchos, con lo cual queda establecido que es yeta de veras. Durante todo el transcurso de la obra recurren a clavos mágicos, herraduras o simplemente tocarse los testículos o los pechos cuando se les aparece don Lucas (lo cual no debe estar en el original). Una comparsa integrada por guitarristas y un acordeonista ponen brillo con la canción de apertura y cierre y musicalizan toda la obra. Hasta uno de ellos se aviene a hacer un "reemplazo". Este es el nudo tan original que presentó don Gregorio de Laferrere, que en su momento debe haber sido un éxito, no lo niego, pero hoy suena a humor para chicos, tan ingenuo e infantil que descoloca. Y ojo que lo digopeyorativamente, pues ya comprobé con Hugo Midón o con Luis Pescetti que el humor para chicos puede tener alto vuelo.
Bueno, en fin, una lástima que una obra tan importante de nuestros clásicos no esté a la altura de la actualidad. Y el elenco, mejor ni mencionarlo, ya que todos me resultaron iguales de patéticos. Esperemos que Teatrix levante vuelo.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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