sábado, 29 de febrero de 2020

Mi crítica de "Entre Navajas y Secretos" (Cine)

La película es fenómena, y tiene todos los contenidos de un estupendo whodunit, ese estilo de novela de suspenso que popularizara Agatha Christie, en donde toda la intriga se concentra en saber quién es el asesino, algo que el viejo Hitchcock odiaba como forma de formular un film, porque decía que todo el suspenso se concentraba en el último momento. Acá no es así, y el suspenso y la intriga bordean todo el relato, una narración que es asimismo una revisión del género dentro de sí misma, y que además se autoparodia. Sí, porque acá el humor va de la mano con el misterio. Tenemos el personaje principal, el de Marta Cabrera (Ana de Armas) que tiende a vomitar cuando miente, por lo tanto cada falta que comete está puntuada por una expulsión alocada, siendo el personaje que arma todo el entramado de sospecha y crimen. Desde el comienzo ya sabemos que estamos ante una vuelta de tuerca del género de suspenso, por un guión muy elaborado que no da puntada sin hilo y que expone todas las miserias de los personajes sin fisuras, guión del director Rian Johnson, muy justamente nominado al Oscar como mejor guión original. Hay también, como corresponde un suspicaz detective, Benoit Blanc, interpretado con eficacia por Daniel Craig, que no suele equivocarse en sus deducciones aunque en este caso necesite de la confesión de la principal sospechosa para armar todo su castillo de naipes. Hay, por supuesto un muerto, el patriarca Harlan Thromby (el gran nonagenario Christopher Plummer), que en este caso se ha suicidado... pero por causas que no son  las naturales.
Hay también un elenco de lujo que cuenta con primeras figuras que se toman el pelo a sí mismas, como los ya mencionados o Jamie Lee Curtis, Don Johnson, Chris Evans, Michael Shannon o Toni Colette que juegan a sí mismas y que se nota que lo pasaron bárbaro durante el rodaje. En fin, todo un basamento muy sólido para que el resultado sea de primer nivel. Y por supuesto, una historia retorcida, con miles de sospechosos, todos con sus buenos motivos para asesinar y una verdad que no resulta ser tan verdad cuando se empiezan a descubrir las cartas. Por supuesto que el detective puede fallar, y allí donde no consigue juntar las piezas está la historia verídica que cuenta Marta Cabrera, la enfermera y dama de compañía (y amiga) del octogenario Thromby, que viene a rellenar huecos en la narración. Y un guión que se muerde la cola sobre la autoreflexión sobre este tipo de historias, las de los whodunit o historias de sospechosos que tan bien cultivara la inglesa Ágatha.
Acá la acción se juega en la actualidad, en la gran finca y mansión de Thormby en Estados Unidos, en donde se reúnen todos sus hijos y nueras para festejarle su cumpleaños número 85 (incluyendo a la madre, una viejecita enmudecida de indefinible edad). El guión requiere que cada uno de ellos tenga algo que ocultar y una discusión llevada a cabo con el veterano, siempre escuchada por oídos indiscretos. Claro que, al final de la fiesta, el anciano muere en la noche, aparentemente suicidado con un corte en la garganta y sin motivo ninguno. Inmediatamente se despliega una pesquisa policial, respaldada por el gran detective Benoit Blanc, que ha sido contratado por una mano misteriosa para que eche luz sobre los posibles motivos para el asesinato. Y así van quedando al descubierto miserias, deslices, coartadas y traspiés de cada uno de los integrantes de la familia: los hijos Richard y Walt (Johnson y Shannon) en compañía de sus esposas, en el primer caso Linda (Lee Curtis) y la viuda del tercer hijo, Joni (Colette) así como sus propios hijos, Ranson (Evans), Jacob y Meg. Blanc debe utilizar su cerebro e intuición para descubrir lo escondido detrás de cada discurso del entrevistado en cuestión, hasta que lo hace con Marta, aquella bella adolescente extranjera (se dice de ella que es ecuatoriana, o paraguaya, o uruguaya, sin que sepamos el verdadero origen), la compañía de Thromby que era sin duda quien más lo quería, quien lo apreciaba de verdad más allá del dinero y quien estuvo a su lado hasta el momento de su muerte, o poco antes.
Y quien vomita ante cada mentira que dice... Es por eso que Benoit se une a ella y la toma como baremo de sus opiniones, ya que suele saber todos los secretos sobre los habitantes de esa casa y por supuesto,  no puede mentir. Pero justamente ella es la responsable de la muerte de su querido protector. En la noche fatal, después de jugar una partida de su juego favorito fue a administrarle sus medicinas por vía intravenosa, cuando por fin se decidió a darle su juguete preferido, una dosis de morfina, a la que el viejo era adicto, y se da cuenta que se ha equivocado de frasco y la dio una dosis letal de la droga adictiva, confundiéndola con las recetadas. Se da cuenta que le quedan minutos de vida antes de que agonice, y se lo cuenta. Entonces él trama todo un plan para que la vean salir antes de que muera, y volver a entrar para disfrazarse de él y que lo vean con "vida" mucho después de la hora que se supone que estaba muerto. Y se suicida con un tajo en la garganta con uno de sus puñales.
Marta cumple todo a la perfección, entre lágrimas y mucha culpa porque sabe que fue ella quien arrastró a su señor al suicidio. Pero deja huellas inconfundibles, huellas que luego serán rastreadas por Blanc. Pero, lógicamente, calla toda su información.. no sin vomitar a escondidas. Lo que ella ignora, es que, al día siguiente, cuando se reúna toda la familia para el funeral y se apresten a leer el testamento, haya una redacción de último momento hecha por el patriarca... la que le legará toda su fortuna, casa y derechos sobre sus libros de misterio (qué él escribía) a... Marta Cabrera. Esto desatará una feroz ira de toda su parentela que prácticamente terminan casi linchándola a la mejor manera de una comedia italiana de Scola, Age y Scarpelli. Sacará a relucir lo peor de cada uno, y la nobleza de espíritu del ángel benefactor de Marta, una asesina involuntaria. Ella se debate entre aceptar o no su destino de nueva rica, con un gran peso de culpa sobre sus espaldas. Pero cuando Ransom la "salve" del linchamiento subiéndola a su auto y huyendo con ella, empezará la venganza de él para con su familia, un hijo que siempre vivió amparado por sus padres y a quien su propio abuelo había desheredado en vida. Con la complicidad de Marta, la hará contar todo su secreto y la ayudará para cobrar su fortuna y sacar una rodaja de su parte. Pero la vida de Marta no es apacible. No bien llegada a su casa encuentra a todo el periodismo en su puerta que asedian a madre y hermana adjudicándoles el papel de nuevas ricas... y las amenazas escritas empiezan a llegar, como así las de los miembros de la familia de Thromby. Su vida se convierte en una pesadilla, además de ser perseguida sin cesar por Blanc, y allí es cuando ella decide contárselo todo.
Y a partir de ese hecho es que el detective empieza a acomodar todas las piezas para demostrar que no todo es como parece ser. Una gran labor de ingenio y de espíritu investigativo al servicio del espectador y una gran dosis de sarcasmo acompañada de inventiva. Todas las neuronas de la platea deben ponerse en marcha contra reloj para llegar a la verdad junto a Benoit Blanc y a la des/afortunada Marta. Una gran labor interpretativa de cada uno de los actores que, como en las producciones de Ágatha Christie y en esta, sacan a relucir lo mejor de su paleta actoral. Sin obviar por favor a esa gran revelación que es la joven Ana de Armas como Marta Cabrera, una laboro que corta la respiración. Un buen disfrute para el paladar detectivesco que todos llevamos encima y una oportunidad para proporcionar una revisión del género una vez más.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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