domingo, 2 de febrero de 2020

Mi crítica de "Si la Cosa Funciona" (Teatro)

El viernes me di otro empacho de buen teatro. Vi esta comedia de Woody Allen estupendamente actuada y dirigida por un talento para estas lides como es don Manuel González Gil. Las comedias de Woody Allen sobresalen de la media por ser puramente intelectuales, lejanas al chiste fácil, burdo, sucio o a la chabacanería, tan de moda en el teatro actual de vacaciones. Siempre se va a encontrar una idea brillante, una reflexión inteligente, una revelación sorprendente en la obra del creador neoyorquino. Y así, "Si la Cosa Funciona", adaptación de su película del 2009, no decepciona, porque regala momentos de plena felicidad y de un humor inteligente. Si bien se tarda un rato en entrar en la comedia (el público de la función a la que asistí era bastante reacio a la risa), en la mitad de la función la gente estalla en carcajadas. Hay chistes extrapolados de otras películas: "El amor es como el tiburón, avanza, avanza, avanza, y si retrocede se muere. Nosotros somos dos tiburones muertos" ("Annie Hall", 1977); "Las dos palabras más hermosas que te pueden decir no son 'te amo' sino 'es benigno'" ("Deconstruyendo a Harry", 1997); "No tengo miedo a la muerte, sólo que no quiero estar allí cuando eso me pase" ("El Dormilón", 1973), González Gil parece conocer a fondo la filmografía y servirse de lo mejor para sazonar su puesta. Lo que hace un poco de ruido es la moraleja final, sabemos que Woody huye de las moralinas y la conclusión de que "sólo nos salva el amor y debemos atesorar los buenos momentos compartidos, y bla bla bla", parecen extrañas a la obra de este gran creador nacido en el Bronx.
El recurso de romper la cuarta pared y hablar frontalmente al y con el público no es nuevo, y en esta obra aparece varias veces, todas en boca del personaje central, el encarnado por Luis Luque, Boris Chelnikoff, un físico de coeficiente intelectual altísimo, un verdadero genio, que estuvo nominado para el Nobel y no lo ganó y que después de discutir y separarse de su mujer Jessica (Laura Novoa) intenta suicidarse tirándose de un tercer piso. Claro, no lo logra y queda rengo de por vida. Boris es un personaje muy particular, de esa fauna que suele poblar los relatos de Allen, un misántropo (que son los que no van a misa), un pesimista, pero más que pesimista, directamente un nihilista, un desencantado del mundo, de la gente y del amor, hipocondríaco y neurótico. Vive solo, encerrado en su ratonera de una ciudad que suponemos  New York, pero que gracias a la adaptación vernácula podría ser Buenos Aires, aunque las proyecciones de edificios y rascacielos lo desmientan. Enseña ajedrez para unos muchachos descerebrados con lo que apenas puede pagarse el sustento diario. Hasta que un día golpea a su puerta una chica, casi adolescente, provinciana, con un acento muy marcado del interior, Melissa Celeste Dubois (Luisa Drozdek, excelente) quien le pide algo de comer y pasar una noche en su casa ya que viene famélica y sin dormir viajando desde un pueblo perdido en el mapa a trabajar a la gran ciudad. Boris rehuye a cualquier tipo de contacto, pero la insistencia de la chica lo convence de prestarle el sofá para que duerma. Son los dos polos más opuestos que pueden existir, pero ya sabemos que el amor no decide sobre el intelecto, y poco a poco la niña se va enamorando de su tutor, quien le enseña cosas nuevas, le abre esa cabeza obtusa provinciana de la que sólo cree en Dios y en rezar y en decir frases hechas. Ella no entiende de ironías, ni de la teoría de la física cuántica pero sabe contenerlo en sus ataques de pánico y puede darle una mano amiga y amorosa cuando él se enfrenta a la desesperación porque el universo se hunde. Boris le explica muy sencillamente que: "el amor no es la solución de nada, el amor no llena los vacíos existenciales, el amor no deja meditar tranquilo, el amor no lo puede todo, etc.", pero ella le confiesa al poco tiempo de conocerlo que está enamorada de él. Y claro, "si la cosa funciona", no hay nada que objetar. La chica es un bombonazo, tiene un cuerpo de deliro y es hermosa, y poco a poco va entendiendo que los muchachos de su edad son unos tarados y que no pueden mantener una conversación decente, por lo cual su única alternativa es aferrarse a ese hombre viejo, feo y rengo que le abrió las puertas de su casa cuando lo necesitaba. Y se enamora perdidamente. Y después de un año de convivencia, él acepta que no está tan mal eso de enamorarse, que sus ataques de pánico han disminuido y que por fin encontró de alguien que lo cuide por las noches, Y comparten el amor por las películas viejas...
Hasta que llega Mariela, la madre de Melissa buscándola desesperada (Carolina Papaleo), otra pajuerana que llega rezando y con su acento pueblerino a asomarse a la gran ciudad. Y se enfrenta a ese hombre que su hija ha elegido como marido. Por supuesto que el enfrentamiento será a capa y espada, pero pronto empezará a salir y a vincularse con hombres de la urbe, que saben valorar su talento como fotógrafa. Ha dejado atrás a un marido que la engañaba con su mejor amiga, y un pueblo en el que se desarrolló como madre y esposa, viendo vedados todos sus afanes de otra cosa que no fuera dedicarse a su hija, a inscribirla en concursos de belleza y en llevarla a rezar a la iglesia. Y esta mujer atormentada por haber sido engañada por su marido pronto consigue no sólo un hombre, sino dos... con los que pasará a convivir bajo el mismo techo y lecho. Y a exponer sus fotografías en el Museo de Arte Moderno. Pero llega insistiéndole a su hija que conozca otros jóvenes, por ejemplo ese chico que conoció en el avión, que es actor y a quien le mostró una foto de ella y le cayó bien y quiere conocerla. Por supuesto que Melissa se niega porque está a gusto con su marido... pero sabemos como son los bichitos de la infidelidad en las obras de Woody... germinan.
Pronto llega el padre de Melissa, a buscarla, (ese gran actor que es Roly Serrano, todo cambia cuando ingresa él a la obra) y reniega de haber engañado a su madre con Mónica Brandauer, su mejor amiga. Encuentra a su esposa que no quiere saber nada con él, la ciudad la ha cambiado para no volver a ser la que era, ahora es una artista de la fotografía y vive con dos hombres a la vez. Hasta que el padre, ese hombre maduro, gran cristiano y rezador, se da cuenta que lo suyo no es la heterosexualidad... sino todo lo contrario. Y Boris le aconseja que vaya a lugares de encuentro para relacionarse con otros hombres. Así, cada uno feliz, concreta sus fantasías y sus deseos más ocultos, todos patrocinados por ese genio de la física que es Chelnikoff y quien está pasando por el mejor momento de su vida. Hasta que Melissa decide conocer a ese chico que le presentará su mamá... y todo cambie para mal. Las cosas se desbaratan, Melissa deja a Boris y él lo toma con filosofía... tirándose nuevamente por el balcón. Con tan mala suerte que tampoco se mata, y va a caer sobre una mujer a la que parte todos sus huesos y a quien debe cuidar en su recuperación (nuevamente Laura Novoa). Y sucederá lo imprevisto. Que se enamoren. Y todo termine felizmente para los cinco, brindando la noche de Año Nuevo, habiendo comenzado todos una vida nueva y más acorde con lo que cada uno es.
Por supuesto que hay mucho humor en toda la obra, casi toda está teñida de carcajadas y de ese fino manto de comprensión que tienen los humoristas que son verdaderos artistas, tal el caso de Woody Allen. Las actuaciones son todas excelentes, si bien el farfulleo de Luis Luque, quien tiene una pésima dicción haga difícil de comprender buena parte del texto. Casi todo el peso de la acción cae en Luque y en Drozdek quienes realizan un verdadero trabajo de composición (ella se lleva las palmas en esa provinciana de buen corazón). Los demás sirven de coro para los protagonistas y se han conservado, con buen tino, los personajes esenciales de la película en esta adaptación. La escenografía, si bien pobre, es funcional a un texto que debe sobresalir por sobre la acción. Todo está puesto en su lugar para que el espectador pase casi dos horas de la más completa felicidad que es lo que provocan las buenas ideas teatrales. Es una óptima decisión a la hora de elegir un espectáculo para este verano y ojalá se mantenga un buen tiempo en cartel.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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