sábado, 8 de agosto de 2020

Mi crítica de "El Hijo Perfecto" (Cine)

 Bueno, vi por fin "El Hijo Perfecto" (¿o debería traducirse como "La Hija Perfecta"?), la tan esperada película de la directora sueca Sanna Lenken, nacida en Gotemburgo el 15 de agosto de 1978 (tiene en la actualidad 41 años). El film narra la relación de las hermanas Wastergen, Stella y Katja, quien, esta última, está envuelta en serios problemas de anorexia. Digamos para empezar que toda la película está contada desde el punto de vista de Stella (Rebecka Josephson), una adolescente de 11 años, todo lo que en la película aparece es cuando Stella está presente, así que todo lo que sabemos es lo que sabe ella, piensa o siente con respecto a ella misma y a los demás. No hay fotograma en la película en dónde Stella no esté presente. La hija perfecta parece ser Katja (Amy Diamond), una chica hermosa, esbelta (demasiado), estudiosa, buena hija y hermana, y que practica patinaje artístico a nivel de competición. Todo en ella parece cerrar en un círculo perfecto. Y Stella parece ser la que le va en saga, gordita, con un rostro común, no hermoso, más bien torpe en el ejercicio físico y que se interesa más por juntar escarabajos que por practicar patinaje, aunque ella también lo hace. Al comienzo parece ser la envidiosa ante la hermana, la resentida (cuando le dan a cuidar las flores que le regalan a la hermana por su desempeño artístico, ella las destruye al frotarlas contra una valla). Pero luego veremos que los roles están intercambiados, cada una tiene lo que la otra desearía para sí. Stella envidia de su hermana todo, su belleza, su físico, su aptitud para la expresión artística. Acá me voy a detener un momento. Es el deseo de los padres que Stella practique patinaje también, ya que es algo que no le es dado naturalmente a ella, más allá de eso tendrían que contemplar que hay diferencias estructurales y psicológicas entre ambas hermanas, que por ahí el deseo de Stella se dé por la entomología.

Las hermanas juegan, como toda hermana, y Katja bromea con Stella sobre que le está saliendo un pequeño bigote. Luego le aclara que era una broma y allí se enfrentan a manotazos. Las vemos reflejadas en un espejo, tal vez para confirmar la identidad de hermanas que tienen. Pero Katja, con su seducción (porque la tiene, y hace gala inconsciente de ella) es una niña caprichosa y malcriada: cuando Stella come el huevo que estaba designado para ella, esta hace un escándalo digno de los niños pequeños y el padre tiene que salir corriendo a comprar más huevos. Se nota que la parte madura de la relación la lleva Stella, desde su inferioridad de edad, cuando una amiga le pregunte qué le está pasando ella contesta: "Maduré". A lo que agrega a colación que ya no le gustan los chicos de su edad, que se inclina por los mayores de 35. Y así vivirá su primer desencanto amoroso, al enamorarse del entrenador de Katja, un muchacho maduro al que le tirará propuestas que el otro parece ignorar (o se hace el que las ignora). Pero los problemas entre las hermanas aparecen cuando Stella nota que Katja cada vez come menos, e incluso en su fiesta de cumpleaños la sigue hasta el baño y la ve meterse los dedos en la garganta para inducirse al vómito. Hay un secreto compartido entre ambas hermanas, Katja le suplica que no se lo cuente a sus padres (de lo contrario les contará de sus poemas "obscenos" con respecto a Jakob, su entrenador) y amenaza con matarse si se sabe cuál es su proceder con respecto a su extrema delgadez. En otra escena la ve mirándose las costillas, dentro de su flacura, ante un espejo. Pero ante todo establezcamos de qué hablamos cuando hablamos de anorexia. Se trata de un trastorno alimentario que provoca que la persona que lo padece se obsesione con su peso y lo que ingiere. Se caracteriza por una imagen corporal distorsionada y el miedo injustificado a subir de peso. Como Katja debe estar en su peso justo para la competición, se transforma en un suplicio todo acto de comer (y vomitar luego), lo que produce a la vez gran estado de angustia y de inestabilidad emocional que conduce a los ataques de histeria y de "caprichos" que padece la adolescente Katja.
Por supuesto que el secreto entre ambas hermanas es silenciado por Stella, quien deja de envidiar la delgadez de Katja y a empezar a asumir su propia identidad física. Se convierte en una chica valiente y más confiada en sí misma, más segura y resuelta, a pesar de su corta edad. Pero cuando va a ver a la psicóloga de la escuela para decirle que tiene una prima que vomita después de comer, ésta la alarma diciéndole que la anorexia es una enfermedad muy seria, que debe decírselo a sus padres porque puede causar incluso la muerte. Al salir de ver a la profesional, Stella va al baño y rompe un espejo de un puñetazo, tal vez por la impotencia que le genera la situación pero sospechamos que desde el plano simbólico para no verse reflejada en él. Finalmente se lo dice a los padres y es allí donde estalla el conflicto mayor. Tanto Karin (Annika Hallin), la madre, como el padre, Lasse (Henrik Norlén) (Lasse, como Halsström), asumen con cuidado y precaución la información que Stella les da y se enfrentan a Katja tratándola con todo el cariño y el amor de que son posibles. Pero saben que están frente a una lucha dura que dar. Prometen llevarla a ver a un médico pero ella les jura que va a comer por su cuenta para engordar sin necesidad de una consulta. A todo esto, el entrenador, que le ha prohibido seguir practicando, es burlado por ella y continúa con las prácticas. Se rearma la relación entre ambas hermanas y empiezan a entenderse y a llevarse mejor. Los padres deciden llevarlas a su cabaña de vacaciones para lograr la recuperación de Katja. Pero esta se hace cada vez más difícil, hasta que llega al punto de no retorno. Katja ya no quiere probar bocado y los padres, en su desesperación hacen lo que no hay que hacer: forzarla a comer, incluso la violentan para introducirle un vaso de agua en la boca. Ahí Stella estalla pidiéndole que la dejen en paz. Pero Katja escapa y se pierde en dirección al bosque. Infructuoso es buscarla por todas partes: Katja ha desaparecido. Desesperados, vuelven a su casa sin Katja, y Stella colabora en buscarla por los más insólitos lugares. Hasta va a la casa de Jakob y le dice que su hermana ha desaparecido y se abraza a él y logra estamparle un inocente beso en la boca. Ante el atónito Jakob que opta por llamar a los padres, Stella va a buscar a Katja a la pista de patinaje. Y allí la encuentra, practicando sola de noche. La ve desvanecerse y caer, ¿acaso muerta?
Esto es lo que la directora quiere hacernos creer, porque incluso los desahogados gritos de Stella, Katja no logra volver en sí. Y la escena siguiente está filmada con toda ambigüedad a propósito: vemos a Stella tras un vidrio esmerilado junto a sus padres y un ramo de flores. Creemos estar en el funeral de Katja. Pero no es así. Están por entrar a la clínica donde está internada para su recuperación. Debieron tocar fondo (Katja y sus padres) para darse cuenta de que el único método para la cura de la anorexia consiste en un tratamiento médico-psicológico, y que por propia voluntad no se logra llegar a un resultado. Katja se está recuperando bien y se la ve saludable. Tiene un buen contacto con su hermana y termina el film con Stella y sus amigos estimulados recogiendo insectos y escarabajos en el bosque.
Una película a las que nos tiene acostumbrados Carlos, con mucho material para el debate y (esta vez) no tanto drama, sino que el film intercala situaciones simpáticas que aligeran la carga de la tragedia.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



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