viernes, 7 de mayo de 2021

Mi crítica de "Reconocernos" (Teatro)

https://www.teatrix.com/ver/reconocernos


 La idea partió del incansable Oscar Barney Finn y la asociación con Teatrix apareció enseguida. Contó con un espacio escénico grande pero sin escenografía, tan sólo puntuado por unos focos que llenan de expresividad al material. Y como este es material sensible necesitaba de grandes actores para llevarlo a cabo: Selva Alemán, Thelma Biral, Daniel Miglioranza y Osmar Núñez, con la exquisita voz de Inés Rinaldi en las canciones. Y los textos provenían de manos tan variadas y célebres como Borges, Mujica Lánez, Sábato, Cortázar, Lugones, Osvaldo Soriano o Manuel Puig. La intención es un recorrido por la historia argentina, tomando como puntales personajes célebres y emblemáticos de la misma. Empieza con el fusilamiento de Liniers y termina con la vuelta a la democracia del 83. Y la intención, como dice el título que nos lleva en ese viaje de apenas una hora, es reconocernos, que podamos vernos reflejados en este o aquel personaje, siempre separados, como es la historia argentina, por los amores y los odios.

Cada actor compone personajes señeros, en breves monólogos salidos de la pluma de tan eminentes escritores o cortos diálogos. Así desfilarán desde el nombrado Liniers, Mariano Moreno, Castelli, Saavedra, Alberdi, Rosas, Leopoldo Lugones y Severino Di Giovani, Yrigoyen, Perón, Frondizi y los militares de turno. Además de sus esposas, amantes, amigos, enemigos y cuanta filiación se les pueda ocurrir. El contexto es dinámico y en general está signado por el llanto de la pérdida, de lo irreparable, de lo funesto, como fue la historia argentina. Los actores y actrices prestan voz y cuerpo para asumir sus creaciones, todas diferentes y con el sello propio de cada uno. Así, Osmar Núñez puede reconocerse como Perón pero también como Yrigoyen y sus destructores de vivienda, con la ambigüedad del actor que puede desprenderse de su filiación personal y acometer personajes para él rechazables. Digamos que a Núñez le ha tocado la peor parte, ya que también debe encarnar a Rosas. Pero lo hace con la misma pasión con que aborda a San Martín. Esa es la magnífica y mágica labor del actor, poder desdoblarse, jugar, combinar sentimientos y sensaciones. Selva Alemán se mueve desde la pasión de quienes le toca encarnar y Thelma Bira lo hace más desde la melancolía o el llanto (que por otra parte es su fuerte). Migloranza juega desde la bronca o el resentimiento, pero también pone mucha dulzura a sus creaciones.
Toda la historia argentina pasa como sobre un telón o una pantalla sin solución de continuidad por esa hora que dura el espectáculo, todo matizado por las hermosas canciones de Inés Rinaldi, quién va desde "Razón de Vivir" a "Caserón de Belgrano", desde "El día que me quieras" de Gardel hasta "¿Te acordás hermana?" de María Elena Walsh, terminando con la "Serenata para la tierra de uno", y "Yo vengo a ofrecer mi corazón". Osmar Núñez también se arriesga con el tango "Ni el tiro del final". Todos acompañados por el sentir y el buen gusto musical del pianista y director musical Juan Carlos Cucci. Son todos maestros de la vieja guardia, y la intención no es precisamente disimular el paso de los años, sino hacerlos carne, como si toda esa historia hubiese pasado ante sus propios ojos. Son grandes actores que se nos están yendo, pero que desde su ocaso nos gritan: "Estamos acá. Seguimos. Resistimos".
Es un momento nomás dedicado a cada prócer, pero desde ese fugaz instante marca toda una época de la Patria, con sus enfrentamientos, sus duelos, sus odios, sus momentos de dicha, todo lo que en definitiva cimentó esta brecha, esta grieta terrible y temible que hoy nos divide como argentinos, como habitantes de un mismo país, allá se puede vislumbrar el origen de todos nuestros males. Y no, no es culpa nuestra la división, viene de dos siglos de cosecha. Así estamos, y el título elegido por Baney Finn, quien dirige muy bien la proa de su viejo timonel, me parece el adecuado para darnos cuenta que nos estamos viendo ante un espejo, por momentos deformante, pero que así somos como país. No falta el conventillo y la inmigración, el tango y Gardel, la llegada del cine, las guerras intestinas ni los bombardeos a la Plaza de Mayo. Todo está pintado con su pincel de gran narrador, de un trabajo minucioso que fue unir los planteos de los grandes escritores, de ambos bandos, y dar forma a este colorido Cambalache nacional que supone la historia argentina.
Un recorrido que vale la pena hacer de nuevo para Reconocernos.
Acá se las dejo. Y gracias por seguir leyendo y espero sus devoluciones y comentarios.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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