domingo, 7 de octubre de 2018

Mi crítica de "De Aquí a la Eternidad" (Teatro Musical- Broadway)


Vi, gracias a Teatrix este musical registrado en Londres en el 2014, con letras de Tim Rice (quien lograra sus mejores éxitos junto a Andrew Lloyd Webber) y música de Stuart Brayson. La partitura es ágil, melodiosa, vibrante y concisa, pero no presenta ningún hit ni ninguna canción para el recuerdo, evidentemente, "De Aquí a la Eternidad", no es una banda sonora que pase a la eternidad de los musicales. Nada que ver con musicales históricos como los del siempre eficaz Lloyd Webber o Bob Fosse, "Los Miserables", "West Side Story" o "La Novicia Rebelde", por mencionar sólo algunos icónicos. El reparto está bien seleccionado, salvo la actriz-cantante que encarna a Karen Holmes, una rubia teñida bastante desabrida y algo vejeta, que rompe con la homogeneidad del elenco. Todo lo contrario sucede con el rol de Lauren (el otro personaje femenino fuerte y de contrapeso con Karen), la prostituta de buen corazón que busca redimirse, muy expresiva, con una bella voz de soprano y bastante linda. Los hombres son otros dos, el sargento primero Milt Warden (alto, pintón, de buena voz y carismático), bien elegido y el ex boxeador y soldado Robert E. Lee Prewitt (de tesitura barítono, nada de pinta pero también un prodigio en cuanto al atractivo actoral) muy bien escogido también. Los demás personajes, como el capitán Holmes, cornudo marido de la rubia, el soldado italiano Maggio, compinche de Prewitt y el sargento Galovitch, que tiene problemas con la conjugación de los verbos, son roles secundarios pero de peso en la historia, bien jugados por los actores que debieron sostenerlos.
La acción transcurre (para quien no haya visto la película) en la Segunda Guerra Mundial, en el verano de 1941, en una isla de Hawai, centrándose en el accionar diario de la Compañía G, a la cual pertenecen los personajes masculinos ya enunciados. La guerra permanece latente, no se enfrentan nunca a contiendas armadas salvo en el ataque final de Pearl Harbor, en el que muere toda la agrupación y por la que serán llamados los "héroes del '41". En el marco de esta lucha tiene lugar la acción. Milt Warden, quien comanda la Compañía G, conoce a la esposa de su jefe, el capitán Holmes, Karen Holmes, y se enamora perdidamente de ella, quien... le da calce inmediatamente, como hiciera con todos los demás miembros de la base en su paso anterior. Quedan en encontrarse furtivamente en la playa, y al saber Milt de la actitud promiscua de la mujer se lo echa en cara. Sabremos luego que ella fue operada por una infección a causa de la gonorrea que le contagiara su marido de jóvenes, con lo que, sintiéndose defraudada de él, buscó refugio y amor en cuanto hombre se le puso a tiro. Buen argumento y buena estrategia... Milt la perdona inmediatamente y continúa el romance con ella a pesar de poner en juego su pellejo si llega a ser descubierto por el marido. Igualmente la relación sale a la luz pero la guerra no le da la oportunidad al capitán de matarlo.
Entretanto, el soldado Robert E. Lee Prewitt, quien ha dejado las dos cosas que más amaba, como tocar la trompeta y el boxeo (luego nos enteraremos que eso lo decidió cuando en un combate dejó ciego a su contrincante, habiéndole prometido a su madre, en su lecho de muerte, a sus 11 años, que nunca le haría daño a nadie, y habiendo traicionado su juramento), es presionado por sus generales a que vuelva a boxear, para hacerse valer en el cuartel. Él se niega a toda costa. En una visita que hace al prostíbulo de mujeres hawaianas (es un "muchacho decentito",como hubiera dicho mi abuela, y no quiere transgredir nunca norma alguna) en donde no acepta los servicios de ninguna chica, se enamora perdidamente de Lorane, la llamada "la Princesa", súmun de las putas, quien lo rechaza y le dice que no es conveniente tener nada con ella. Finalmente, tanto va el cántaro a la fuente... que logra que ella se enamore de él y lo reciba en su casa como novios. Pero ella lo que quiere es hacer fortuna y volverse a América, donde encontrar un hombre decente con quien formalizar y constituir una familia decente con hijos decentes. Proponen amarse hasta que ella parta. Es muy bella el aria que entona ella pidiéndole que no se enamore porque constituye la perdición.
A la vez Karen le pide a Milt que se convierta en oficial, lo cual va en contra de sus principios, ya que odia la Armada. Es muy significativo que todos los soldados canten alabanzas a la Armada, -muy de "patrioterismo" norteamericano- a la cual consideran su hogar y que nada de lo que suceda fuera de la Armada les incumbe, y que se alistaron allí para pasar sus próximos 30 años bajo su cobijo. El único que reniega, además de Prewitt, es su amigo Maggio, un petiso italiano que está disconforme con todo su reglamento. Y que lo impulsará a Prewitt a una noche de juerga en el bar gay Waikiki, donde, por robarle dinero a los muchachos será arrestado por la Guardia Militar y recluido a trabajos forzados. Morirá en el calabozo después de ser inducido por un oficial a volarse la cabeza. Cuando caiga también Robert preso, le jurará a este delincuente que lo va a matar.
Mientras tanto, una pelea fuerte con otro de los soldados, Bloom, lo llevará a revivir el boxeo dejándolo fuera de combate a pesar de que el otro lo ataque con un cuchillo. Luego, ya cebado, matará al oficial que indujo a la muerte a su mejor amigo y, herido, se refugia en casa de Lorane, de donde saldrá para luchar en el ataque de Pearl Harbor. Pero la vuelta al cuartel, de noche, le costará la vida, a mano de los soldados vigías.
Como vemos, es un dramón al mejor estilo shakespereano. El elemento masculino es muy fuerte durante toda la obra y vemos peleas y bromas que se cruzan en los dormitorios, así como la explosión en ralenti cuando son atacados por la aeronáutica japonesa. Esta fuerte impronta de masculinidad choca un poco con los cánones del teatro musical clásico, siempre centrado más en los romances que en acciones militares. Pero aún así el tema amoroso persiste y es el motor de las acciones que se desarrollan en la obra. Lo importante de las canciones (hay bellos momentos en que se cruzan las dos parejas creando cuartetos elogiables), es que hacen avanzar la acción siempre hacia adelante y no son un mero decorado de la misma. La escenografía es funcional a la acción, y tanto representa los cuartos de los soldados como las oficinas de los generales o las canteras de trabajos forzados, todo con una estética minimalista que echa mano a los menores elementos.
La duración de dos horas y media no le juega en contra, muy a su pesar, la hace llevadera y acentúa los conflictos. Es un musical entretenido, que se deja ver, recurre a motivos musicales que no son frecuentes en este género y como ya dijimos antes, es uno más de la adocenada transposición de éxitos del cine o del teatro a la estética del musical. Se deja ver.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 29 de septiembre de 2018

Mi crítica de "Niní en el Aire" (Teatro)

Hoy, después de la torrencial lluvia que azotó la Capital Federal, fuimos con mi amiga teatrera Amalia, a ver esta gran obra de teatro. En "Seis Personajes en busca de un Autor", Pirandello ponía en escena a seis personajes que buscaban a un autor que contara sus vidas. En "Niní en el Aire" pasa algo similar, hay un puñado de personajes, que son hijos de una gran autora, una escritora y actriz que les dio vida, pero la creadora está muerta. Y los personajes también. Son fantasmas que habitan un viejo estudio de radio que se está desmantelando para construir ¿un edificio de departamentos? allí. Sólo viven en el alma y en el corazón del público, de esa parte del pueblo que gozó y se divirtió y reflexionó con ellos hace ya muchos años. Nadie los había vuelto a poner en el aire, hasta que por una magnífica idea de Jorgelina Aruzzi (actriz y dramaturga) y Ciro Zorzoli (director y co-escritor de esta obra), vuelven a resurgir con toda la fuerza de antes para regocijar al público durante una hora y media. La autora y demiurga que creó a esos seres (mitad personajes y mitad personas) es María Esther Traveso, más conocida como NIní Marshall (1903-1996), creadora infatigable, dueña de un sentido del humor blanco, ingenuo, sin ninguna grosería y apto para todo público, que ejercía cátedra desde su autoría. Y lo que se trata ahora es de que esos personajes no mueran ni caigan en el olvido. Tarea que resulta fácil porque ellos ya son parte del alma del público. Y así desfilan en el cuerpo y la voz de la excelente Aruzzi, Cándida, esa inocente chica que maneja mal el idioma; Catita, la empleada española que dice "burradas" que ya integran el imaginario popular; la Niña Jovita, esa señora mayor y soltera, fea y casamentera empedernida que no encuentra la horma de su zapato (cualquier zapato le va bien); la refinada snob Mónica Bedoya Hueyo de Picos Pardos Sunset Crostón y toda su troupe de inefables ricachones; Doña Pola, la inmigrante judía interesada solo en amasar fortuna y hasta, por un instante la niña Gladis Minerva Pedantoni; para regocijo de todos. El grueso del libro es de la propia Niní Marshall y hay mechados comentarios de Aruzzi (Mónica dirá que tiene el dedo dolorido porque "hoy anduve de timbreo" y la Niña Jovita acota "quien invirtió en esperanza recibirá esperanza") todas frases que los argentinos conocemos bien.
Claro Jorgelina Aruzzi no está sola: la acompañan el excelente pianista y actor Pablo Marcovsky en el rol de Goyena, el pianista de la radio, y el co-actor Mariano Torre (Miranda), que sirven de gran puntal y sostén para la actriz. El vestuario de ella es un vestido negro sobre el que se va poniendo distintos aditamentos, como sombreros, tocas, anteojos, que revisten el papel del personaje que interpreta. Entre uno y otro personaje no hay solución de continuidad y se mimetiza enseguida con una nueva personalidad tan fuerte como son las criaturas de Niní. También se deja en claro que la Marshall fue la primera mujer en escribir sus propios textos y crear sus personajes, en medio de un mundo monopolizado por los hombres y antes de que existiera el voto femenino. Realmente Niní Marshall fue un prodigio de talento y de observación de costumbres y sutilezas que sólo su mente podía capturar. Como afirmó la psicóloga Ana Padovani: "hizo un trabajo interesantísimo con la palabra. Ella lograba un bordado textual a partir de la observación minuciosa de las corrientes inmigratorias, de las formas de hablar, de sus costumbres. No tiene una producción literaria en el sentido estricto pero considero que tiene bien ganado el status de escritora". Y acota María Moreno en un reportaje de "Página/12": "la actriz llevaba sus registros orales a un grado de exageración tal que, no sólo se volvían críticos sino que terminaban constituyendo, lejos de rasgos típicos, singularidades fecundas en creación e ingenio".
La labor de la Aruzzi no recurre a la mera imitación, sino que es un ejercicio de poner el personaje a expensas de su creación personal, no se limita a copiar, sino a enriquecer las creaciones con rasgos de su propia personalidad de actriz. Yo no tuve muchas oportunidades de ver a la gran Niní encarnar a sus personajes (con excepción de ese gran fresco que es "Y se nos fue re depente" y algún otro programa grabado para la televisión), pero Amalia, que sí los vio, asegura que hay mucho de creación personal en este recorrido por las distintas caras de la creadora. Chistes que parecen gastados suenan como nuevos en la boca de Aruzzi, y hay una gran cantidad de ocurrencias que nunca había oído antes, como la que dice de una señora casada hace 75 años que nunca pensó en el divorcio, pero sí en el asesinato. Y otras perlas que tal vez no signifiquen nada para los jóvenes de hoy, pero que en su época sonaron como excelentes remates, recurriendo a instrumentos que ya están fuera de uso.
El estudio de radio va siendo progresivamente desarmado por un actor sin letra, que no los ve, porque son los fantasmas del pasado, hasta dejar devastado el ambiente y tapar el piano (con Marcovsky) y la batería (con Torrre). Sobre el final, Cándida/Aruzzi nos deslumbran con uno de sus sketchs más celebrados, el del ballet "La muerte del cisne" y lo hace con tutú y todo, con innegable gracia. La pericia que tiene la actriz para decir sus parlamentos es asombrosa y hace que suenen tan bien en su boca como lo hicieran en la de Niní. Llegamos a la conclusión que los espíritus de los creadores y sus personajes no morirán nunca mientras haya alguien que los recuerde y pueda reírse de sus ocurrencias.
El acento de los personajes, su tipología física y su contextura está maravillosamente logrado por un excelente trabajo corporal de Aruzzi y por la mano maestra del director Ciro Zorzoli, quien logra un trabajo pleno de efectividad y de momentos mágicos y para el recuerdo. Queremos mucho a Niní, es cierto, porque no sólo fue una gran creadora sino también porque fue una persona buena y de perfil bajo, que nunca sobresalió más allá de su trabajo, y como decía ella, su labor consistía en la observación, en el escuchar lo que se decían las mujeres en la peluquería, en el colectivo o en la placita que quedaba enfrente de su casa a dónde iban las sirvientitas a hablar de sus novios. Todo un retrato de sociedad y de época que hoy sigue vigente. Hasta se la censuró porque decían que deformaba el lenguaje... ¡¡¡ella, que lo que más hacía era dar una clase del buen decir y de los buenos modales al extraer sus opuestos!!!
Es, definitivamente, un espectáculo para el recuerdo, por sus tres excelentes intérpretes (los dos varones no se le quedan atrás) y agradezco la oportunidad de haber podido verlo porque es un baño de inspiración y buen humor, dentro del espectáculo de la chabacanería y la grosería que se monta hoy en día en pseudo programas "humorísticos" que se ven por televisión.
¡¡¡Gracias Niní!! ¡¡¡Y gracias Jorgelina!!!
Y gracias nuevamente por leerme hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 15 de septiembre de 2018

Mi crítica de "Tango Corrupto... y a otra cosa mariposa" (Teatro- Musical)


Teatrix lo hizo de nuevo. Esta vez estrenó (como obra restaurada) el musical "Tango Corrupto... y a otra cosa mariposa" y es verdaderamente excepcional. Con un cantor tanguero, Oscar Lajad, una cantante invitada, María José Rojas, de indudable acento orillero, dos bailarines que "le sacan viruta al piso": Rosalía Álvarez y Nicolás Tabares y una mini orquesta denominada "La Desvelada" (piano-contrabajo-violín-bandoneón) se arma el show. Y es un show eminentemente tanguero, si bien esto sólo es en mitad cierto. Digamos que la mitad de la música, porque para la letra se ha elegido textos de canciones sumamente populares, y hasta podríamos decir que son lúmpenes dentro de la música pop. Sí, porque van desde Raffaella Carrá hasta Rodrigo, desde Gaby, Fofó y Miliky hasta Ráfaga o las Ketchup. Y lo más admirable es que quedan bien. Se lucen como verdaderas letras de tango. El tango, música orillera en sus orígenes si las hay (sólo comparable con el jazz tocado por los negros de Nueva Orleans), tiene toda una tradición de amores contrariados y desgarrados, traiciones, engaños, el amor por la "viejita" y la fidelidad a los amigos. Todo eso aparece en estas letras que han decidido incorporar a la música tanguera y aparecen hasta destellos poéticos de esos que aparecían en los más sublimes exponentes de la tradición. Por eso me surge una pregunta: ¿es que estas letras se corresponden con el espíritu tangueril o es que una música adecuada, una voz de arrastre canyengue y melodioso pueden volver tango a cualquier esperpento? Porque esto último es lo que parece primar. ¿Qué tiene en común Gilda o Rodrigo con el tango? A primera vista nada. Pero es que esta combinación nos da toda la apariencia de correspondencia. Por eso sospecho que es más la entonación, la mirada que se pone sobre las canciones elegidas lo que las vuelve "barro del mismo fango". 
Y empieza el espectáculo (grabado este año en Córdoba, en una especie de café concert) con la mismísima "Fiesta", que popularizara la Carrá. Al principio no se nota que está cantando esta canción, sólo cuando llega al estribillo ("Qué fantástica, fantástica esta fiesta, esta fiesta en la que descubrí su amor...") advertimos que estamos siendo vilmente engañados en nuestro oído musical. Y que todo en la velada va a seguir por el mismo rumbo. Y ya nos preparamos para escuchar las letras de Serrat, Sabina, Alberto Cortéz o Víctor Manuel, con su poesía indudable... pero eso no llegará nunca, y todavía no hemos descendido a lo más abyecto del lenguaje musical de nuestros tiempos. Por eso lo de corrupto. Porque lo que se corrompe es el lenguaje, el decir, el cantar, con letras aparentemente tontas o simples pero que guardan un destello de verdad en su alma. Es -salvando las distancias- como lo que hizo Jairo con "Corazón Contento", de Palito Ortega, que, cantada en otro tono, con otros acordes y respetando la letra, la elevó a una verdadera joya musical (búsquenla por favor en el CD. "Propio y Ajeno", no se van a arrepentir).
Sigue el espectáculo intercalando pequeños monólogos entre canción y canción, como aquel en que se reconoce salteño, y que la culpa de ser tanguero la tuvo el borracho Don Pachao, ya que días antes de parir le dijo a su madre, "ese chico que lleva en su vientre va a salir cantor de tangos". Y así resultó. Otro de los monólogos hace referencia a la forma de pedir un vino que tiene un porteño, un cordobés o un sanjuanino. El salteño lo pide con un desborde de poesía en su decir: se trata de decir lo mismo pero de otra forma. Y de eso es de lo que se trata este espectáculo. Seguimos con "Beso a beso", que hiciera famosa Paloma San Basilio y el tema siguiente es un cuarteto: "Lo mejor del amor", de Rodrigo, y hasta adquiere su poesía con los acordes tangueros y nos olvidamos que es un abyecto engendro musical. Como la canción que sigue: "Chindolele" que expresa un ritmo alegre que rompe un poco con el lamento del bandoneón y hace participar al público. Tal vez lo más surrealista de la noche llega con "Hola Don Pepito", de los payasos Gaby, Fofó y Miliky, que hasta queda bien y no desentona. Mientras, los bailarines hacen alardes de piruetas y firuletes, de buena presencia ambos.
Interviene María José Rojas para cantar la canción más famosa de Myriam Alejandra Bianchi, más conocida por Gilda: "No me arrepiento de este amor", y desgrana todo su erotismo y sentimiento en unos acordes bien de fuelle; continuará la misma María José con "Livin' la vida loca" que popularizara Ricky Martin pero sin desagradar al oído y en forma de valsecito criollo aparece "Don" (de "Miranda!") !!!, acompañada nuevamente por Oscar... y resulta que queda bien!!!
Sigue cantando Oscar Lajad y es el turno de "Sobreviviré", versión en castellano popularizada por Gloria Gaynor y es otro golazo, para internarse en el bajofondo de "Mentirosa", de los cumbancheros "Ráfaga" y ¡también suena bien! ¡¡¡Pero lo que hace este tipo es increíble, lograr que yo acepte escuchar temas que nunca habría pensado oír y que hasta me gusten!!! Luego desciende al lugar infantil, el de "Cantaniño" con "Como bolita" y vemos que también tiene componentes propios del género. Para irrumpir luego María José con otro éxito infantil: "Tengo el corazón con agujeritos", de "Chiquititas" (aunque se pronuncie "ahujeritos") y descubrimos que tiene versos de profundidad temática que pasaban desapercibidos (juro que las canciones no han sido modificadas en su letra).
Sigue una coreografía con los cuatro bailando (pareja de bailarines y dúo de cantantes) y cantando un extraño tango, mitad en castellano y mitad en inglés que ha sido creado para este espectáculo. Parece que se viene el final del espectáculo. Hay elogios para todos de parte de todos y el endulce del oído para las mujeres del equipo. Pero todavía no es momento de despedidas. El público aplaude y agradece el haberse visto engañados en su buena fe, el de haber pasado casi una hora y media escuchando sus temas favoritos en el lugar más insospechado.
Sigue la ronda de temas con "Ciega, sordomuda", de Shakira, en las voces de Oscar y María José, y descubrimos que la colombiana podría haber sido una gran tanguera. Para seguir luego, él solo, con "A quién le importa", que había sido interpretada por Thalía. Y en un bis, llegamos tal vez a lo más bizarro, el éxito del verano "Aserejé", de las españolas "Las Ketchup" con su texto imposible de descifrar y del cual no faltó quien dijera que contenía mensajes diabólicos. Y unido a esto viene María José a cantar el último éxito: "Despacito".
Con esto acaba el show pero no nuestro deseo de seguir escuchando estas extrañas versiones en la voz de uno de los últimos tangueros, que evoca a San Pugliese en sus últimas palabras. Un gran espectáculo sin lugar a dudas. Muy original y singular y la adaptación de las letras se debe toda a la mano maestra de Oscar Lajad. Realmente, para recomendar. Y no olviden que pueden ver el show haciendo click en el "Ver Obra"
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 8 de septiembre de 2018

Mi crítica de "Pelonintensivo" (Teatro-Unipersonal Musical)


Ahora Teatrix estrena este unipersonal del excelente actor y cantante que es Roberto Peloni, género al que se le acerca recién después de haber ganado el Hugo de Oro por su actuación como el enano Lord Farquand en el musical "Shrek". Insiste en que tuvo que hacer este unipersonal por impulso de Patalano, ya que todo el mundo conocía su trabajo pero no lo relacionaba con su nombre. Esto no es del todo exacto ya que yo siempre le presté atención y supe de inmediato que Roberto Peloni era ese excepcional travesti que animaba "El Cabaret de los Hombres Perdidos", entre otros hitos memorables.
Pero así las cosas, incursionando en el mundo del "uni". Actor venido del under y que saltó a la notoriedad hace pocos años con trabajos como los nombrados y que volvió al teatro "off" con obras como "La Parka". Acá interpreta cinco personajes disímiles, y si bien no es el género que a mí más me gusta, este de la puteada gratuita fuerte, le reconozco una gran ductilidad para encarnar personajes y develarlos a la hora de la verdad. El libreto es de él mismo junto con Sebastián Meschengieser y el aporte autoral de Elio Marchi y más la colaboración artística de los valorados Malena Guinsburg y Claudio Tolcachir. La dirección no se especifica pero se supone que es de él mismo.
En realidad el proyecto nace como un homenaje a los 50 años del café concert nacional. Todo está unido por una entrevista realizada off escenario, con dos cámaras, por él mismo a un tal "Ricardo" Peloni, en donde no se lo deja intervenir, como en esos programas de conductores egocéntricos y cuando se lo interroga está todo errado el material. Sólo nos deja escuchar una muy buena versión de "Saber por fin quien soy", del Johnatthan Harker del "Drácula" de Cibrián. El primer personaje que presenta es con nombre y apellido: "Tetiano Telechea", un niño esperpento, un chico con grandes pechos de los que emana leche y que está a la espera de hacerse una mamografía. No es un transexual, sino una especie de hermafrodita de la naturaleza, que ha venido a este mundo con el sólo objeto de ser burla de sus compañeros de clase y despreciado por las chicas, de entre las cuales, de una de ellas, estuvo a punto de recibir un beso. Se queja de su madre que lo crió a base de comidas prefabricadas y de sus compañeros que no lo eligen para jugar al fútbol y de sus compañeras, quienes ninguna se enamoró nunca de él. Desgrana comentarios muy sutiles sobre la marginación del diferente -en este caso con creces dado el volumen de sus pechos- y sobre el bulling que sus congéneres le hacen. Se anima a interactuar con el público y hasta a bailar con una señora un bolero cantado por él. Sin mencionar que riega a todos con la leche que brota de sus pezones.
El segundo personaje es otro ser andrógino, una lesbiana peronista y machona que ha formado pareja con una tal Carito y que se reúnen con bombo y todo para ir por un choripán a los actos partidarios y cantar corrillos en contra de Macri. Están esperando un hijo, ya que su compañera -esto tanto en sentido civil como partidario-, ha sucumbido a la idea de hacerlas "mamás". Es también de mucha efectividad este personaje, sobre todo por su doblez de mujer con caracteres de hombre (todo lo contrario al anterior) y por su mirada misógina de la sociedad.
El tercer personaje -tal vez el menos logrado- es un "Donald Trump" devenido a conductor televisivo, el "Donald show", donde se dedica a contar chistes xenófobos y de características nazi-fascistas a pesar de una voz en tiplete que descoloca. Con nariz de payaso y cabellos blondos -que no serán tan perfectos como la imitación de Alec Baldwin-, le da el fisic du rol a este Trump del subdesarrollo que no duda en catalogar de imbécil a todo el que piense distinto de él.
En el cuarto papel arma a una portera de un hospital (en realidad todo el show transcurre dentro de las paredes de un nosocomio) desdentada y muerta de hambre, pero "contenta" porque le han dado finalmente el cambio de horario que tanto quería, de 8 de la noche a 8 de la mañana, para poder viajar más cómoda y dormir colgada del pasamanos del tren, aunque denuncie el peligro que se vive en las calles a esas horas. A pesar de ser muy religiosa, de besar cada dos por tres su crucifijo y desear  bendiciones para todos, tiene un hijo en la cárcel (el Alfredito) y dos hijos llamados Abel, ya que como son pobres, carecen de nombres para elegir. Lleva un órgano para entregar, aunque el hambre se lo hace ver pasándole el pan al "juguito". Es bastante logrado este rol y gana uno de los aplausos más grandes de la noche. Toda su presentación tiende a enmarcar con el humor negro y hace patente su vocación por encarnar papeles de mujer.
En última instancia se presenta como el verdadero Roberto Peloni, con corbata descolocada y una muy prolija pollerita escocesa y ejecuta algunos chistes que apuntan a su desconocimiento a nivel masivo. Termina cantando a voz en cuello una canción de su creación que también lo coloca en el borde de su sexualidad. Pese a todos los baches en cuanto a humor, el saldo del breve show es positivo (tan sólo 73 minutos, y eso con los agregados entre personajes) y es recomendable para el público adulto. Todavía queda mucho Peloni para seguir disfrutando.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

jueves, 30 de agosto de 2018

Mi crítica de "Perfectos Desconocidos" (Teatro)

Después de una gripe sin fiebre que me tuvo a maltraer durante tres semanas, volví al teatro, esta vez de forma absolutamente gratuita y con un acompañante, por medio de la tarjeta Black de "La Nación", que ofrece este beneficio una vez por mes. Dicho esto, paso a analizar la obra, que si bien me gustó, no me deparó ninguna sorpresa pues ya había visto la película en la cual se basa, película italiana del mismo nombre dirigida por Paolo Genovese. Básicamente, la estructura es la misma, e incluso está muy bien sugerido ese final, acá representado en la escena y que en el film sólo se sugería muy elípticamente por algún cambio de vestimenta o por acciones concretas. No voy a develar este final porque sería traicionar a quien todavía no la vio.
El elenco es abundante y están todos muy bien, correctos en sus papeles y sin desentonar ninguno, con excepción de Carlos Portaluppi, que como siempre, se roba la obra, tan hilarante es su actuación que cabe la pena remarcarlo, y Peto Menahem, que también demuestra su calidad de comediante nato (criado en el stand up). El elenco se completa con Alejandro Awada (Rocco), casado (en la ficción) con Mercedes Funes (Eva), la otra pareja la constituyen Gonzalo Heredia (Ramiro) y Agustina Cherri (Bianca) y la tercera por el mencionado Menahem (Fede) y Magela Zanotta (Carlota), en esta ocasión reemplazada por Florencia Moeremans, quien hace esfuerzos por demostrar su talento y sobresale. La comitiva de amigos la completa Portaluppi (Pepe), quien dice estar en nueva pareja con una tal Luciana, a la que nadie conoce y que no pudo ir por estar engripada. Hasta acá la presentación de personajes y la acción que se lleva a cabo que no es otra que una inocente cena entre amigos. Pero los conflictos empiezan a tomar forma, por ejemplo la hija de Rocco (cirujano plástico) y Eva (psicoanalista), que está en plena rebeldía adolescente con sus padres y a quien su madre le encontró una caja de preservativos en la cartera (luego nos enteramos que se los dio su padre) y que está estrenando una noche pasada en la casa de su novio sin sus padres.
La comedia pretende ser divertida, pero yo la viví más como una tragicomedia, con muchas más partes de drama que de risa o carcajada franca, que por supuesto también las hay, más teniendo en cuenta que la dirección corre de la mano de Guillermo Francella, en su debut en este rol, acertadísimo, lo que quiero remarcar es que no es una comedia plenamente reidera, sino que hay bastantes tiempos muertos y más conflictos dramáticos que los convenientes para una explosión de carcajadas. El planteo central de la obra es que todos tenemos secretos que ocultar (aunque todos lo nieguen) y para eso se realiza un juego que puede resultar macabro (de hecho lo es): dejar todos sus celulares arriba de la mesa y responder a mensajes de texto o llamadas haciéndolos partícipes a todos. Lo que empieza como un juego inocente tendrá consecuencias inesperadas que harán desunir a las parejas. ¿Hasta dónde somos capaces de mantener una intimidad con nuestros celulares sin mostrar el lado oculto nuestro? ¿Y que es lo tolerable de poner en juego con esta acción? ¿Llevamos todos una doble vida, ahora viabilizada por el uso de estos singulares aparatitos? Hasta acá los interrogantes. Veamos las respuestas.
Estamos ante el preludio de un eclipse de luna, que se llevará a cabo a las 10 de la noche, es esa cara que se ensombrece en la luna la metáfora perfecta para demostrar la cara oculta de cada uno de los presuntos implicados en los delitos morales. Así, por ejemplo Fede y Pepe, que tienen modelos de teléfonos iguales, cambiarán sus celulares porque todas las noches, justo a las 22 hs, Fede recibe una foto más que explícita de una señorita de su conocimiento. Lo que implica que Fede se vea envuelto en recibir las llamadas que le llegarán a Pepe: insinuaciones y un poco más de un hombre llamado Lucio, por lo que todos toman a Fede por gay, no pudiendo este negarse para no descubrir su juego. Por supuesto Pepe queda exonerado de esta acusación, hasta que al final él se reconoce como el verdadero gay del grupo. A Ramiro lo llamará la importuna remisera quien le dice que se acaba de hacer el test y que está embarazada de él, para desconsuelo de su esposa que no puede perdonarlo. A la vez un compañero de trabajo le pregunta si regaló los aros,  mientras que Bianca niega haberlos recibido. La resultante de ese obsequio no es otra que Eva, a quien su matrimonio parece escapársele de las manos. A su vez nos enteramos que Eva (toda una profesional hecha y derecha), ha decidido operarse de las lolas, ya que no está conforme con su propio cuerpo, y su marido, el omnipotente cirujano no puede operarla porque el padre de ella no tiene confianza en él. Rocco, el marido de Eva, ha empezado a hacer terapia a escondidas de su mujer (fiel antipartidario del psicoanálisis) porque quiere cambiar su forma de ser. Y la hija de ellos lo llama al padre consultándole si debe ir a dormir con su novio o no, confiándoselo a él ya que su madre no la comprende, es "insoportable" y nunca pueden llegar a buen puerto con sus conversaciones (parece que la analista es menos tolerante con su hija que lo que es de comprensiva con sus pacientes), aunque ella lo escuche todo ya que hablan con la modalidad de "manos libres" en los teléfonos. A la vez que Carlota engaña a su marido con otro que conoció por facebook, quien le pide que se quite su ropa interior (y es lo primero que hace en el baño antes de entrar a la cena).
Parece que todos, en mayor o menor medida llevan una vida paralela de la que no es conveniente enterarse. Pero después de este siniestro juego, todas las caretas y las máscaras caerán por el suelo. En tanto que el eclipse, amenaza dejarlos a todos sin ver la cara visible de la luna (la única que es posible ver siempre). Los llantos, las discusiones y las ofensas están a la orden del día y de los acontecimientos, y ya nada volverá a ser lo que era en este grupo de amigos.
El amplio escenario del Metropolitan permite un despliegue de escenografía generoso, y así tenemos el comedor/living unido a la cocina por un pasaplatos, y a la izquierda la salida hacia el dormitorio (que también utilizarán, cuando se decidan a ver la colección de revistas porno de Rocco) y el balcón, desde el cual un telescopio enfoca justo a la luna que quedará oculta tras la Tierra, interponiéndose con el sol; y a la derecha podemos ver el cuarto de baño, con inodoro y todo, en el que más de uno se encerrará para llorar sus penas. La escenografía, impecable.
La puesta es bien actual, basándose en el uso de los celulares, invento de la modernidad, que permite a cada uno llevar esa vida íntima que no está al alcance de los demás mortales, y si bien no logra ser todo lo hilarante que se propone, por lo menos deja espacio para reflexionar sobre los avances de la tecnología y ese acceso a velar las acciones de cada uno. Repito, puede ser porque haya visto la película que la obra no me deparó tantas sorpresas ni carcajadas como prometía, pero de todos modos, vale la pena verla para quien no conozca el film ya que es una pieza ágil y movilizadora, y nos ayuda a pensar qué hacemos en realidad con nuestras vidas. El resultado es positivo.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

domingo, 12 de agosto de 2018

Mi crítica de "Tita, una Vida en Tiempo de Tango" (Teatro- Musical)


Teatrix tuvo la buena idea, por gentileza de Pablo Kompel, de restaurar esta obra que bien vale la pena ser vista. Antes de empezar con la crítica en sí, digamos que es una gran obra que tiene mucho mérito, mucho sentimiento y mucha emoción. La vida de Tita Merello es propiamente una vida de tango, pues tiene todos los condimentos que alimentan una buena letra tanguera: sufrimiento, desarraigo, desolación, desamor, desengaño, arrabal y malevaje. Se podría haber escrito un tango adecuado con fragmentos de su existencia... o una obra de teatro que abarcara toda su vida: desde los 20 años hasta su tiempo de vejez y decadencia. Y parece ser Nacha Guevara la adecuada para llevarla a cabo. Además de escribir un excelente libreto (junto a Alberto Negrín, sí, el escenógrafo) y una adecuada dirección por ella misma, es admirable el trabajo de transformación en esa "Tita, de Buenos Aires", que hace Nacha, con un trabajo de voz excelente y otro tanto gestual y corporal, sobre todo en los tiempos de vejez. Claro, todo está aderezado por tangos que se hicieron famosos en su voz, y con un grupo de bailarines y cantantes solventes y la magnífica dirección orquestal de su compañero (dentro y fuera del escenario) que es Alberto Favero.
Todo está listo para la biografía (la obra es mucho más que eso) y comienza en el conventillo que la viera nacer, cuando, a los 20 años, se decidió a aprender a leer y escribir, no sin antes entonar el tango que la hiciera más popular: "Se dice de mí". Son arduas las lecciones de lecto-escritura, sobre todo cuando el bolsillo anda huérfano y el hambre es visitante común en la pieza de Tita, que hasta su maestro le deja su sandwich para que tenga algo que echarse a la boca. Y si de boca hablamos, ya desde ese entonces que se nos presenta a una Tita mal hablada, arrabalera y boca sucia, francamente procaz, pero no hay que culparla, es la cuna donde se crió la que la hizo así. Estilo que conservaría toda su vida, puteando y carajeando a cuanto actor, cantante, bailarín o director se le interpusiera en su camino.
La voz de la gran, única e inigualable Tita se escucha en off durante momentos de toda la obra, con su sabiduría popular, no de libros o universidad, sino de la universidad de la calle, aquella aún más dura y que da las lecciones más valiosas. Es de agradecerle a la Guevara que haya tenido esa ocurrencia porque llena de emoción el espectáculo. Y es echada del conventillo por no poder pagar, mientras el cuarteto de cantores de tango interpretan "Milonga sentimental". A renglón seguido la vemos trabajando en el local del viejo Gómez, aquel al que le dedicara el tango "¿Dónde hay un mango?", que también interpreta. El viejo Gómez, como todos los papeles de autoridad en la obra son ejecutados por ese gran actor (y desaprovechado) que es Marcos Wonsky. Ahí se enterará que Uriburu barrió de la casa de gobierno a Yrigoyen y que el país entraba en "una época floreciente", ya que estaban hartos de la radicha en la casa presidencial. Y ahí, en el bar del viejo Gómez, será testigo accidental de la elaboración del tango "Yira, Yira", por un joven y flacucho tanguero, a quien dará ideas para componerlo. Y ahí también, hará su debut como cantante "sin medias, y exhibiendo las piernas", por lo que su patrón será multado por la Ley, cantando "Pipistrela", entre el alboroto de algunos parroquianos y la atención de otros. El debut no pudo ser más desfavorable.
Pero la arriesgada de Tita no se dio por vencida y se fue a ofrecer a una compañía de vedettes en donde necesitaban una chica que mostrara el cuerpo y supiera cantar. Allí se luce Nacha, después de darse el lujo de desafinar a lo perro, con una atiplado "Arrabalera". La voz de Nacha Guevara, no lo vamos a descubrir acá, está llena de matices y luce un gran trabajo y perfeccionamiento vocal y sabe componer magistralmente la voz de Tita, sus tonos y modulaciones. Por supuesto la contratan y de la noche a la mañana pasa a ocupar un lugar en la escena porteña. Ya se había hecho fama de mujer de la noche, de mujer fácil y de convivir con todos los pecados. Cuando después de un cuadro "en la milonga" pasamos al debut en cine, en 1937 con la película "La Fuga". Y asiste al estreno de la mano de un joven actor cómico: Luis Sandrini, quien sería su gran y único amor en toda su vida y a quien amó hasta el día de su muerte. Sandrini estrena en cine "Don Juan Tenorio", con ella como segunda estrella, y se adueña tanto de su personaje que empieza a comportarse como un verdadero Don Juan, picoteando un poco en cada lugar y engañando a esa muchacha joven y hermosa que lo quiere plenamente.
Tita pasa a filmar luego "Filomena Marturano" un sainete criollo en donde muestra toda su garra de actriz de estirpe, una actriz que nunca fue al conservatorio, que lo aprendió todo en la Calle Corrientes, a veces en los teatros, otras veces durmiendo en ella, sin lugar donde cobijarse. Pero la actriz dramática ya estaba instalada en las pantallas del cine argentino y no se iría nunca. Y ya empezaba a vestir como una dama, aunque en su léxico y en su comportamiento no dejaba de ser la atorranta desvergonzada que fue toda su vida. En el set, y después de un día duro de filmación, una lengua venenosa le dice si sabe que Sandrini la engaña abiertamente con otra actriz. Allí la Tita fuerte y avasallante se desmorona, cae, literalmente, a los pies de su amor, y canta uno de los tangos más sentidos y desgarradores, mientras le da el olivo a Luisito. Éste, valija en mano, trata de arreglar el asunto con un "yo te quiero", pero ella le retruca con un "yo te amé", que sale desde el fondo de su alma.
Y llega la caída del peronismo por la Revolución Libertadora, y como hiciera antes el mismo peronismo prohibiendo y censurando actores y directores, la tortilla se da vuelta y son ahora los peronistas quienes empiezan a estar proscritos, entre ellos Hugo del Carril, Discépolo, Fanny Navarro... y la propia Tita. Ahí empieza otro nuevo derrumbe, sumado al personal, ahora a nivel artístico. Y empiezan sus quehaceres de ama de casa, lavando, fregando y cocinando. Mientras va envejeciendo... Y adora la foto siempre presente de su Sandrini. Pero vuelven los viejos tiempos y a Hugo del Carril se lo puede oír cantar nuevamente (de hecho lo hace en la obra), y es allí, en ese escenario, donde el propio Hugo invita a subir a su vieja amiga Tita, una Tita ya con el pelo corto y grandes anteojos que la acercan a Yiya Murano y sus achaques para caminar, para interpretar un tango más. Al principio se niega, pero cuando la orquesta empieza a sonar, se envalentona y con media voz lo canta, hasta que es interrumpida por el llanto y se retira dignamente. "Con este tango que es burlón y compadrito", queda sin final. Y antes de irse, no se olvida de recomendarles a las chicas que se hagan el Papanicolau.
Y asistimos a la Tita vieja, que ya no puede comer porque no tiene dientes o no tiene hambre y que sentencia: "Yo fui una mujer de muchas pasiones pero de un solo amor". El de Sandrini, claro. Y allí, sentada en el mismo conventillo que la vio crecer, la vemos apagarse y retirarse de la escena pública para siempre. Y el aplauso es unánime y es de pie. Para la gran Tita que fue y para la gran Nacha que es. Una obra sin dobleces, que dice las cosas de frente, como la vida misma que golpeó tantas veces la cara de esa mujer sufrida y valiente, una obra que sabe del amor y del desamor, de "los gozos y las sombras".
Es una gran idea de Teatrix recuperar y desempolvar esta obra, que puede traerle nostálgicos recuerdos a más de uno y a otros, que no vivimos su época, dejarnos con un gusto agridulce en la boca. Un gran trabajo de equipo y una enorme producción. Lo recomiendo enérgicamente. Bien por Teatrix, este mes la empezó bien.
Y gracias por leerme hasta acá, nuevamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

viernes, 10 de agosto de 2018

Mi crítica de "Un Rato con Él" (Teatro)

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Por fin estrenó Teatrix "Un rato con Él", la prestigiosa obra con y de Julio Chaves con Adrián Suar. Es una obra notable que ahora pueden ver todos con un simple click. Los que quieran acceder a mi crítica que la busquen dentro de las del año pasado. Yo sigo opinando igual. Gracias.
El Conde de Teberito (un crítico independiente)