lunes, 23 de septiembre de 2019

Mi crítica de "¿Qué hace una Chica como Yo en una Edad como esta?" (Teatro-Unipersonal)

Desde siempre admiré a Gabriela Acher. Ya desde sus comienzos, en el bendito programa de los uruguayos "Telecataplum" en donde sus parodias eran muy festejadas, pasando por sus colaboraciones en el programa de Tato Bores o en el suyo propio, con guión que le pertenecía "Vamos a Hacer el Humor" y que no tuvo el éxito que se merecía. La recuerdo también en sus actuaciones como actriz junto a su amigo Oscar Martínez en "El último de los amantes ardientes", de Neil Simon. Pero en los famosos unipersonales no la había visto nunca. No me canso de repetir que junto con Niní Marshall es mi humorista mujer preferida. En esos inolvidables programas nacieron Chochi la dicharachera, o la Dra. Diu, también me acuerdo en su propia creación, de una mujer que, con su analista, le contestaba todo formando un discurso sólo con títulos de películas. Impecable. Ya con el título de este unipersonal deja entrever su cinefilia, ya que remite a la no muy conocida película de Francois Truffaut "¿Qué hace una chica como yo en un lugar como este?". Su amor por el cine llega hasta la canción de entrada y despedida: "Ríanse, diviértanse, es más tarde de lo que parece...", la misma que cantaba el fantasma del abuelo y sus compañeros espectros en "Todos dicen te quiero" (1996) de Woody Allen, autor al que siempre invoca.
"Una señora de 90 años le pregunta a otra anciana cuántos años tiene. 
-¡80!- Le contesta.
-¡Linda edad!"
Este no es sino el primero de sus ingenios chistes que aparece ya en el programa de mano. Y Gabriela despliega todo su talento a fuerza de inteligencia y humor (que es la más alta demostración de la inteligencia) durante 90 minutos que parecen 10. Y va a referirse en esta oportunidad a la edad de las mujeres y los problemas que conlleva cada una. Empieza por los 40, luego por los 50, los 60 y se va a detener en los que ella transita en la actualidad, los 70. También refiere en el programa de mano y en su propio monólogo que "en la universidad de Taho Lindo, en la Baja California, han realizado un estudio genético de 150.000 mujeres entre esas franjas de edades y reveló que -gracias al hecho de que las nuevas generaciones se han divertido un 1500 por ciento más que sus madres y abuelas- han logrado provocar una mutación en su ADN, que consiguió atrasar 20 años el gen del envejecimiento, y sólo a fuerza de voluntad (y hormonas suplementarias)." Por supuesto, el humor de Acher es finísimo y desciende de la mejor tradición del humor judío, aquel que va a reírse de la propia desgracia, de los padecimientos propios y nunca de los ajenos. Es una larga historia -la del humor judío- que les permitió sobrevivir a las mayores hecatombes. Por cada nueve judíos que sufren hay uno que los hace reír, dice un viejo slogan. Y es cierto. Gabriela nos hace llorar de la risa sólo hablando de desgracias: la menopausia, el envejecimiento, la falta de memoria, las cirugías estéticas, la celulitis, la gordura, etc. Y todo lo hace con su elegancia de mujer y sin recurrir al lenguaje inculto o vulgar. Casi no hay palabrotas en el espectáculo.
No por eso son menos frecuentes las referencias al sexo -tema que siempre aborda en sus shows- y acá se confiesa como una chica que sobrevivió la edad A.C. (anterior al clítoris) y habla sobre aquellos matrimonios que ya no se desean, sobre los novios que desean demasiado, incluso sobre las mujeres setentonas que buscan una relación con un impotente para "mantener relaciones serias" (pero luego le resultó uno que tomaba Viagra, lo que le produjo una erección de seis horas y se vio impulsada a poner otro aviso: "busco señor impotente y cardíaco para mantener relaciones serias"). El fantasma de la celulitis está siempre presente y cuenta una anécdota suya en la que el novio ocasional la invitó a pasar un fin de semana a la playa del Uruguay y ella tuvo que ocultar su celulitis con una malla enteriza y cubriéndose con una remera de cabeza a los pies, que sólo se sacó cuando entró al agua... pero estaban en agosto y el agua estaba congelada, así que a pesar de todo no salió de ella hasta que cayó el sol... Las anécdotas se van acumulando, junto a los mensajes que llegan por mail, y en donde tenemos de todo, desde la mujer que está saliendo con un hombre dos veces menor de la edad que cree que ella tiene (por lo cual está saliendo con un espermatozoide), hasta la mujer desmemoriada que se olvida de todos los nombres de actores, películas, lugares, plazas, cines... convirtiendo la sala en una enorme carcajada porque -sabemos- que a todos les pasó o les pasa (a mí todavía no me llegó, con mis flamantes 50 años recién cumplidos, pero ya me va a pasar...). Desde la mujer que no se siente deseada por su marido y que a veces él acaba antes que ella... entre en el cuarto y se vea impulsada a hacer el amor con el sodero, entre el escobero y el tacho de basura, pasando por la otra desgraciada que de reírse nomás se hace pis.
Cuando la fui a saludar ella me respondió: "Gracias. Risa de hombre vale el doble." Y puedo asegurar que había muchos hombres en la sala que reían a carcajada batiente. Es muy gracioso (y aplaudido) el concepto de que "lo único bueno de tener nietos es porque no matamos a nuestros hijos antes", como así de que "hay que llevarse bien con los hijos porque son ellos los que elegirán nuestro geriátrico". Así como el de que "cuanto más vieja sos más te aplauden... porque festejan el que todavía no te hayas muerto". Y ahí nomás le despacha a una de sus confidentes: "no te preocupes por tu edad porque todo lo que viene es peor". Es muy realista la experiencia que ella cuenta en carne propia de haberse olvidado dónde dejó el auto estacionado, y reclamar ante la policía que se lo habían robado. Y que si lo anota en la agenda puede perderla, y perder la agenda es como perder su personalidad o su memoria de disco duro.
La risa es un arma noble, porque desactiva al más poderoso de los enemigos, porque al ver que nos estamos riendo de nosotros mismos se da cuenta de que ya no hay nada que pueda hacer contra nosotros. Y eso Gabriela lo sabe, y es así como blande la espada de su talento indeleble, que, aunque pasan los años, la encuentra siempre en su mejor momento.  Aunque cuando vaya a nadar a la pileta una niñita le pregunta con total inocencia, "¿y por qué sos vieja?" Ante lo cual ella reacciona no con estupor sino con terror, lo que la lleva a visualizar toda su vida en un momento... y "toda" su vida le tarda un año completo para pasar ante sus ojos. Y prefiere recluirse viendo series que optar por una aventura amorosa, ya que las series ocupan tanto tiempo como un amor, y es siempre preferible una mala serie a un mal matrimonio, incluso la peor de las series a un mal hombre. Y la Acher nos recomienda al fin de su espectáculo que no importa la edad que tengamos ni la situación por la que estemos pasando, siempre que podamos reírnos de nosotros mismos... algo que es muy provechoso porque siempre tendremos material para reírnos.
Disfruté como nunca de un espectáculo imperdible, con una gran actriz y comediante, además de humorista fina y selecta. Ojalá el humor pudiese ser siempre así y no tener que enfrentarnos a tanta vulgaridad. ¡¡¡Gracias Gabriela y viví por muchos años más!!! Te necesitamos.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



jueves, 19 de septiembre de 2019

Mi crítica de "Lo Quiero Ya" (Teatro-Musical)


Esta vez la pegamos en Teatrix, ya que estrenó esta valiosa obra musical del teatro alternativo, hecha y resuelta con imaginación y una buena dosis de talento joven. Realizada sobre un libro de Marcelo Caballero y Martín Goldber y con música y letras de Juan Pablo Schapiro, quien también trabaja y toca el piano en la obra, y con un elenco entre 20 y 30 años, trata sobre el tema de la urgencia de los "millenials" por conseguir todo lo que se proponen con velocidades absolutas. La felicidad parece algo que no está contemplado en el proceso de vivencias de estos seres/personajes y la frustración está a la orden del día. Con sus teléfonos celulares coronando constantemente la acción se mueven por una escenografía pensada con algo de laberinto, quizá aquel en el que transcurren sus vidas y del que no pueden evadirse. Tanto la música como las canciones están bien pergeñadas, y la verdad que los registros vocales son todos de excelencia y tanto los rostros como los físicos de las chicas son muy bellos. Es difícil hacer una valoración estética de una por encima de la otra. Las chicas son mayoría en este elenco donde los varones escasean.
El hilo que los conecta es que son todos compañeros de la escuela, como se revela en la última escena y todos se conocen entre sí, salvo aquellos que se irán agregando a último momento. Por ejemplo la parejita perfecta y feliz, integrada por Malena (Candela Redin) y Alejandro (Salvador Romano), en lo que todo parece fluir armónicamente, y sienten que ya se han amoldado a una estabilidad que les permite enfocar sus vidas (ella es productora independiente y él no sabemos a ciencia cierta) terminarán llevándose a las patadas debido a una voz que vino a meterse en el teléfono de él y que irrumpió en la cómoda vida de Malena; esa voz fue la de Ana (Julieta Rapetta) una profesora de yoga desesperada por conseguir novio o entablar una relación, que le hace "atacar" a Alejandro. Hay quienes tienen la pareja resuelta pero la mayoría está desencantada y todavía a la busca, esto es lo que parece acosar el alma de estos jóvenes desesperados por emparejarse. Como la desorbitada Gisel (Lola Rossi), una chica con serios trastornos emocionales que trabaja en un peaje y dedica sus horas libres a concurrir a sus sesiones de terapia, y conoce al azar a Ivan (Nahuel Quimey), un mago aficionado que debe venderse por poca plata para ejercitar su arte ante una recua de chiquitos inadaptados que no saben apreciar sus trucos de magia o sus esculturas en globos. Todo esto está supervisado por un "gran hermano", el "asistente personal" Luis (Andrés Passeri) quien, por teléfono, va controlando la vida de todos y tomando decisiones por ellos. Por supuesto que estas "sabias" decisiones de un profesional, suelen ser las más erradas que puedan encontrarse. Le falta cintura de psicólogo o por lo menos de relacionista público, sólo sabe poner paños fríos a las situaciones y mandarlos a callar con el mayor sigilo.
La felicidad es lo que se busca, desde ya una completud desde el plano profesional y amoroso, pero es lo que menos visita la vida de estos "adolescentes tardíos" (ya que la adolescencia suele contemplarse en la generación que transcurre, hasta los 25 años, según los psicólogos especialistas) o al menos jóvenes en formación. Es notable también, rasgo de esta época, el bajo nivel de frustración que poseen todos, con el "lo quiero ya" como slogan perverso, y si no es así, la vida no vale un centavo. Se sienten ahogados en su propio caldo y no ven la salida por ninguna parte. Tal vez por eso es que terminen todos con una canción desesperanzadora donde "la vida es una mierda", según entonan todos a voz en cuello, en parte porque sus celulares se han quedado sin batería y no pueden comunicarse.
Algo por el estilo le pasa a Guadalupe (Macarena Forrester), médica recibida quien está haciendo su residencia y después de extenuantes guardias sólo piensa en dormir, ayudándose por psicofármacos autorecetados que la ponen en brazos de Morfeo. Agravado por haber visto morir en su sala de operaciones a una joven embarazada a la que hubo que practicarle una cesárea de urgencia por su defunción, para dar a luz a un bebé de sólo cinco meses, con el agravante de tener que dar la noticia a su marido y a sus dos hijos más pequeños. Todo por una mala praxis que había cometido un médico anterior. Todo no puede ser más desmoralizador. Como así la vida de Mia (Lucian Gilbert) aspirante a actriz quien se presenta a un casting para grabar "La Casa de Bernarda Alba" para televisión y se prepara para el personaje de Adela, entrando en competencia con Sofi (Vicky Condomí Alcorta) una rubia que estudió modelaje y no tiene bien definida su vocación como actriz, pero se presenta al mismo casting y les otorgan, a la rubia el papel de Adela y a Mía el de Martirio. A pesar que la modelo es una matraca como actriz, el joven videísta encargado, Walter (Sacha Bercovich) la confirma a ella en el rol mientras que a Mía promete "llamarla". Todo es excusa para hacerse un levante con Sofi e invitarla a salir, lo cual descorazona a esta ya que se ve impulsada a estar con alguien que no le gusta por aceptar un trabajo que tampoco le gusta. Una situación similar es la que envuelve a Inés, una estudiante de universidad vitalicia, quien se ve llevada a dar el mismo parcial una y otra vez sin lograr aprobarlo. El tema que desarrolla en el oral es muy particular, ya que habla de la elección y del libre albedrío, lo que llevó a Adán a cometer el pecado original, por no poder haberse resistido a la tentación. Y puntualiza que la traducción de los textos bíblicos está mal, ya que no se habla de "la" serpiente sino de "el" reptil, haciendo recaer la culpa en una mujer y no en un hombre. La "zanahoria" que nos impulsa a seguir adelante -dice- es en realidad el deseo, o el destino, lo que está muy bien contextualizado con lo que les pasa en realidad a estos jóvenes. Van detrás de un premio en recompensa vaya uno a saber por qué, cuando lo que los mueve es el deseo, ese motor que impulsa a todos los seres humanos a encontrar su lugar en el mundo, su rinconcito de pertenencia, algún espacio en el cual sentirse valorados y reconocidos. Es lo que afecta a todos y cada uno de los personajes que pueblan este relato cantado y bailado. Como el caso del músico frustrado Kevin (Juan Pablo Schapiro), quién está sirviendo cafés en un lugar de comidas rápidas cuando su vocación es tocar el teclado y encontrar una melodía que lo haga pertenecer a los hits del momento más de diez minutos, por supuesto sin lograrlo.
Entre toda esta manada de post adolescentes se propaga la desazón y el descontrol al final de la obra, cuando alguien se asoma a preguntar "¿qué es lo fundamental para tu vida?", pregunta filosófica si las hay, y por la cual todos se desgañitan por contestar sin saber muy bien en verdad por donde empezar a preguntarse. Los compañeros de escuela terminan todos peleados, incluso aquellos que son pareja, porque sienten un profundo desazón con sus vidas y con su modo de estar en el mundo. La conformidad parece algo inalcanzable, así como la felicidad, el bienestar, la paz de alma, la tranquilidad, todos están en pos de esa zanahoria que todos quieren alcanzar pero que no saben muy bien a dónde los conduce. Y así, entre risas y llantos, entre quejas y esperanzas, se manifiesta este "Lo quiero ya", que se ha instalado ya como un grito de batalla entre tanto joven extraviado y que no sabe a donde ir a parar con sus huesos, aunque le parezca tenerlo todo resuelto.
Muy recomendable para ver en familia y discutir. Con mucho talento y muy buenas voces. Y pueden verla desde acá mismo haciendo click en "Ver obra".
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



Mi crítica de "Carcajada Salvaje" (Teatro)

¡Qué difícil es hacer una crítica donde una buena parte de la obra no me gustó y la otra sí! Vayamos por lo malo primero. No me gustan las groserías gratuitas ni en el teatro ni en el cine ni en cualquier orden de la vida, ¿queda claro? Y esta obra tiene mucho de eso, sobre todo en la boca y los gestos de Verónica Llinás, uno de sus dos pilares. Que insulte y putee al público no me molesta tanto como la vulgaridad en el hablar, a ver si nos entendemos, estamos viendo una obra de teatro, no en una cancha ni en un burdel. Al parecer al público le atraen mucho las vulgaridades porque es lo que más festeja. Limpiando esta parte, podemos asistir a un par de monólogos desconectados el uno del otro (solamente unidos por un pequeño hilo conductor, que va a ser el que después los reúna a los dos en el escenario) de características inteligentes, que dicen verdades sustanciales y dolorosas que se aplacan por medio de la risa. Porque el tema de "Carcajada Salvaje" es precisamente ese: aprender a reírse de las adversidades y de uno mismo ante todo. Lo resume bien el personaje de ella, cuando sentada en una alcantarilla empapada por la lluvia dice una frase de Samuel Beckett, el gran dramaturgo, que dice algo por el estilo de: "La risa es esa fricción ante lo inevitable", palabras más o palabras menos. Y claro, la risa surge en los momentos menos pensados, cuando estamos sufriendo una adversidad y de pronto nos damos cuenta de lo insignificante que somos frente al todo, de lo ridículo que nos vemos cruzando ese río de lo inesperado, cuando por fin descubrimos en nosotros que somos, ante todo, personas inteligentes, que nos podemos reír de nosotros mismos. Y esto es lo que le pasa a los dos personajes de la obra magníficamente dirigidos por Corina Fiorillo. Sí, porque hay que decirlo, lo que más destaca (además de un guión inteligentisimo de Christopher Durang, y de una adaptación a la Argentina no menos brillante), son las actuaciones, los movimientos en escena, las inflexiones de la voz (gran trabajo de Darío Barassi), el trabajo de los actores y el de la hábil y experimentada y premiada directora.
La trama, insignificante nos presenta a una mujer que se encuentra en el supermercado ante la góndola del atún que piensa comprar, con un sujeto que, inmóvil ante el producto, no se aparta de él por varios minutos, lo que desata la ira de la mujer quien le asesta un soberbio golpe en la nuca. Todo lo demás son divagaciones, bien estructuradas, pero palabras que poseen cierta coherencia dentro del contexto teatral que nos convoca. La mujer presenta fuertes rasgos psicopáticos, además de contarnos que estuvo internada cuatro veces por reincidentes problemas psiquiátricos, con los cuales no podría llegar a ser presidente del país... se detiene acá y hace una referencia implícita a la bipolaridad de Cristina, brillante acotación para nuestros días. Se presentó a muchos trabajos sin obtener ninguno, porque cuando le preguntan si sabe escribir a máquina o manejar inernet contesta que "lo básico", mas cuando le preguntan si tuvo problemas psiquiátricos, contesta "de eso sí". Y se define como una buena babysiter, o acompañante terapéutica  ya que conoce a la perfección todo sobre psicofármacos. Aún así es capaz de informarnos que intenta ir al museo Sívori o al Bellas Artes para respirar un poco de arte o que la fotografía roba el alma de quien se expone (según las tribus primitivas), lo cual no está alejado del argumento de "La invención de Morel" de Adolfo Bioy Casares... lo que denota cierto aire cultural en ella. Ante el nombre de este último libro, en la sala se produce un silencio glacial, lo cual es ocasión para ella de decir: "no me digan que no lo leyeron, les estoy hablando de un autor argentino", para reafirmar que tenía unos ojitos celestes que la calentaban al grado máximo, como los del "presi". También comenta que se junta con "amigos de Andy Warhol" ya que es admiradora de su obra y gran amiga de Marta Minujín quien lo conociera en vida de él.
Pero lo principal en esta mujer sin nombre es el odio,la hostilidad que manifiesta hacia casi todo el resto de la humanidad. Tiene un odio visceral por la gente, que va desde la Madre Teresa de Calcuta hasta Mercedes Sosa, a quien desea ver muerta ("ya sé que se murió, pero yo no la vi, quiero verla cuando estaba muerta"). Así se pelea con taxistas, músicos callejeros, viejas que van al supermercado o niñitas que lloran, todos ellos quienes le despiertan ese furor incontrolable de su presencia en esta Tierra junto a ella, perturbándola. Aún así es capaz de soltar su "carcajada salvaje" en medio de una fiesta o cuando esté inundada hasta la cintura en aquella alcantarilla mojada. Aún es capaz de reírse de todas sus desgracias -que son muchas, y no puede con su pobre vida- y de divertirnos a nosotros.
Otro tema es que a mí no me gustan los actores que se meten con el público. Pero acá está usado de forma más o menos interesante, aunque sea nomás que para cosechar enemigos. Más tranquilo -si se puede decir algo así- es el monólogo de Darío Barassi, otro hombre sin nombre, que afirma venir de un "brote" y no específicamente de uno vegetal... Es un personaje "gordo" cuya vida es un desastre, quien sueña con verse colgado en el baño (del cuello, se entiende) y quien pone en práctica las lecciones que recibió de un curso para la autoaceptación, y quien rebosa en "alegría" diciéndose "no tengo lepra" como consuelo tonto ante tantas adversidades. Así despunta su tic que es mas bien una manía, la de peinarse constantemente con un peinecito de bolsillo, y de expresarse a través de sonidos cacofónicos que expresan lo que intenta decir. Es muy lograda la cantidad de sonidos que salen de la boca de Barassi, convirtiéndose en lo mejor del espectáculo. Él es el hombre que se quedó petrificado ante la lata de atún al percibir una presencia disfuncional detrás de él en el súper. Ante la sensación de peligro optó por concentrarse en leer como un karma las propiedades del atún, para recibir luego un mortal golpe en la nuca. Se confiesa como un obseso del sexo, el cual no practica hace ya mucho tiempo y por eso a todas sus relaciones las busca con el específico tema de "¿cuándo cog...?" con lo cual no logra que nadie se le acerque. Tiene fobia a las personas también, pero entre una loca hostil de características agresivas y un fóbico de carácter retraído se forma un buen cóctel para producirse un encuentro... Aunque él afirme que se sienta tan atraído tanto por las mujeres como por los hombres (por estos aún más). Barassi demuestra su agilidad practicando varios bailes que dejan atrás su gordura y dejan ver su "sex appel" y hasta confiesa haberse unido a un grupo de personas que van al planetario a cantar y a bailar con el sólo objeto de ser queridas y aceptadas. Su monólogo es desopilante, no recurriendo tanto a la palabrota y dejando ver su buena presencia de comediante a través de miradas y sonidos inobjetables.
Pero en el último momento se produce el encuentro entre ambos y su unión pasa primero por la pelea y la agresión mutua para reunirse luego en una unión de carácter sexual que viene puntuada por el "adentro-afuera", del respirar que nos había enseñado ella. Cuando Llinás va a decirnos el sentido de la vida, después de un prólogo con suspenso y mucha expectativa nos confiesa: "Respirar", es lo que nos mueve a seguir vivos. Y nos hace respirar a todos juntos.
Un espectáculo recomendable sólo para aquellos que no sean puristas del lenguaje ni de las buenas palabras, pero entretenido, que se deja ver con una sonrisa en la boca, aunque en muy pocos o casi ningún momento nos haga escapar una carcajada salvaje.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



miércoles, 11 de septiembre de 2019

Mi crítica de "Terapia Amorosa" (Teatro)

Ver Obra

Teatrix tuvo la biendada idea de editar este mes "Terapia amorosa", con la extraordinaria actuación de Benjamín Vicuña, Violeta Urtizberéa y Fernán Mirás. Si quieren leer mi crítica tendrán qe rerotraerse al 11/3/19. Y para quien quiera ver la obra completa sólo le basta hacer click acá arriba. Que la disfruten.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 31 de agosto de 2019

Mi crítica de "La Enamorada" (Teatro-Unipersonal-Musical)

Ayer fuimos con mi amiga Amalia a ver este excelente espectáculo de la dupla Santiago Loza-Guillermo Cacace y salimos sumamente felices. Sí, sépanlo desde ya. Amo a Julieta Venegas desde hace mucho tiempo y seguiré amándola. Julieta es co-creativa de este espectáculo, tanto en las letras y música de las canciones como en la idea de su realización. Era un proyecto acariciado desde hace mucho tiempo por ella, cuando leyó, en una antología de Loza, el cuento "La Enamorada" y pensó que se podía hacer algo con esto. Habló con Loza, éste la conectó con Cacace y se fue armando este espectáculo, en donde ella nunca se pensó como intérprete, y menos en el rol de actriz. Pero la vemos sobre el escenario convertida en una actriz hecha y derecha, solvente y muy suelta. Ha pasado la prueba. Julieta aparece hermosa, radiante, con un vestido simple de color rosa y sin ningún atuendo que distraiga la atención, sólo munida con su cuatro (instrumento de cuatro cuerdas con forma de guitarra de origen venezolano), con el que entonará dos de las siete canciones que conforman la pieza. Se descalza, en el comienzo porque "total estamos en la intimidad" y descargará un discurso sobre los pies limpios antes de acostarse que recuerda desde su niñez.
El espectáculo habla de cosas simples, minimalista, sencillo en su exposición, pero adquiere carácter universal. Empieza con la exhibición de una serie de fotografías de París, la Plaza de San Pedro y Pisa, para que luego diga el personaje de Julieta (un personaje sin nombre alguno) que las puso para "darse dique" de cosmopolita, pero que nunca ha estado en Europa, es más, desconfía de que exista Europa. Admira las fotos bien sacadas que expresen el haber recorrido algunos sitios, pero confiesa que nunca ha sacado una foto en su vida. Ah, sí, recuerda, una vez sacó la foto del muro al que daba su casa y se la mostró a su madre, ante lo cual preguntó: "¿y que significa esto?". "Nada. Es el muro". La simpleza para escribir de Santiago Loza convierte las cosas cotidianas en las más maravillosas del mundo, por esa especie de re descubrimiento de lo común, lo que tenemos ante nuestros ojos y no percibimos, es un viaje de re fundación. Venegas habla y habla, decretando que en esa noche no existirá la democracia sino la dictadura, la dictadura de la palabra, y la exclusividad de ser la única que la use, ya que se muere de ganas de contarnos... Y nos mete en el mundo fascinante de su niñez. "Éramos una familia 'delicada'", insiste, "de aquellas que comían poniendo los cubiertos al costado del plato, que no hablábamos en la mesa, que teníamos sirvienta, que los chicos no contestaban a los mayores y nos persignábamos antes de comer". Por supuesto, va a dedicar una canción a todas estas costumbres. Va a recordar muy especialmente a su hermanito japonés (un niño con síndrome de down), aquel a quien tanto amó, un amor que no volviera a experimentar hacia nadie. Y se sorprende de que a su hermanito le dijeran down, ya que esa palabra significa "bajo" en inglés, y él no tenía nada de bajo, siempre estaba volando a grandes alturas, siempre en las nubes. Claro, el hermanito japonés no sobrevivió a la niñez.
Julieta se define como la menor de catorce hermanos, y cree a pies juntillas que la tuvieron para no quedarse en el fatídico número trece. Cuando su madre la tuvo ya no disponía de más leche para amamantarla (lo que será influido por el título del capítulo "La lactancia infantil"), sus pechos se habían secado de tanto dar la teta a sus hermanos mayores, y en especial al japonesito, que la tomó hasta los tres años, convencidos de que se iba a transformar en un maestro zen, en un sabio japonés o en un samurai... pero claro, no llegó a revelarse como tal porque no accedió a la adultez. A ella la amamantó una nodriza, "Mary", quien le hablaba de irse a vivir con ella, ya que la consideraba como una hija y jugaban juntas. Esto llegó a oídos de su madre quien las citó a las dos e hizo la pregunta fatídica: "¿Te querés ir a vivir con ella?" Julieta no contestó lo que significó, a sus cuatro años la gran frustración de su vida: ¿qué hubiera pasado si en vez de callar hubiese dicho "sí"? Por supuesto, a partir de ese día y gritos por medio de su madre, no volvió a ver nunca más a Mary, hasta que supo por alguien que había muerto.
Ella nunca amó a nadie con pasión, no es que nunca hubiera tenido enamorados, pero nunca sintió ese cosquilleo en las entrañas, así que está dispuesta a darnos su amor incondicional a todos por igual, hombres y mujeres, perros y caballos, sólo pide que llenemos las solicitudes que luego ella evaluará y puede que lleguemos a algo... El espectáculo no es en sí una obra de amor, a pesar de su título, si es que puede llamarse amor al mismo acto del enamoramiento, pero sí de un amor infinito hacia todos los recuerdos de su vida. "La enamorada" se refiere a la hiedra que trepaba amablemente por el muro de su jardín y que se secó de pronto el día en que su madre empezó a morir, y fue ella quien tuvo que darle la cruda noticia: "la enamorada se secó", y se le hizo un nudo en la garganta al ver a su mamá como una sombra de lo que fuera en sus años de juventud, una sombra pronta a desaparecer. "No creo en el más allá", sentencia, "ni en la vida eterna, así como no creo en Dios, o mejor es él el que no cree en mi vida... ¡así me va como me va!", declara con soltura y desenfado. Todo en este personaje son palabras de sabiduría casera que guarda como el secreto de la mermelada de peras, esa mermelada que sueña que prepara para el japonesito y que viene a comerla y deja el tarro abierto. Pero claro, el niño ya no está, sólo quedan sus emotivos recuerdos, recuerdos que transmite sin nostalgia, con la alegría que su inocencia de chica de pueblo le permite.
Así recuerda cómo quiso disfrazarse para el carnaval, ante la negativa de su madre quien postulaba que esas "son cosas de negros". "Sólo te disfrazarás si vas de reina", le dijo su progenitora, y así fue. Le cosió el vestido con total dedicación y ella pasó días y días haciéndose los bucles en el pelo. Pero todo se vio aguado, literalmente, por un balde de agua inoportuno que la bañó de arriba abajo y que dejó ver sus pequeños atributos corporales ya que iba desnuda debajo del traje.
Las transparencias que podemos ver detrás de ella, en esa especie de pantalla, son más que sugerentes, así la vemos sumergirse en un momento en un mar de agua, que se va tiñendo con tinta roja que asemeja sangre, o colocar en un plato de comida una liebre rodeada por múltiples insectos, mientras afirma que eran gente "delicada". Toda la concepción del espectáculo, sin escenografía alguna, sólo la pantalla y la presencia de Julieta y su instrumento, está maravillosamente pergeñada, ya que la iluminación hace milagros y la música resulta conmovedora. La voz de Venegas suena como nunca, despojada, clara, bien afinada y afiatada, emotiva y emociona. Conmueven sus canciones porque están hechas desde un lugar particular del corazón, cada una para ilustrar algún momento de su historia personal (la de su personaje). La dirección de Cacace también hace prodigios, extrae de Julieta las fibras más íntimas de la emoción comprometida, la simpatía, el desenfado o la presencia de una chica volando por las alturas de la palabra.
Un párrafo especial voy a dedicar al público. Nunca vi un espectador peor predispuesto: toses constantes y repetidas, movimientos constantes, hasta algunos que se sonaban la nariz impúdicamente sin conciencia del ruido que producían. Se notaba que no eran público de teatro sino más bien habían ido a ver a su estrella como a un recital más. Inconcebible e irritante. No deberían dejar entrar gente resfriada o engripada a una sala teatral.
En resumen, un espectáculo de apenas 65 minutos que se pasaron como 5, un deleite para los ojos, los oídos y el corazón difícil de repetir en un escenario y difícil de olvidar. Entre lo mejor del año teatral. Para recomendar ampliamente.
Y gracias por haberme leído nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



miércoles, 28 de agosto de 2019

Mi crítica de "J. Timerman" (Teatro)

Acabo de ver esta obra de la siempre talentosa Eva Halac por Teatrix, y debo decir que me gustó mucho, es una pieza plenamente llevadera, en el mejor sentido de este término, ya que tiene ritmo, tiene muy buenas interpretaciones (de actores del teatro off), tiene una carga de información importante y posee vuelo poético propio. ¿Qué más se le puede pedir a una obra nacional hoy en día? Hasta es posible encontrar una buena veta de suspenso en su argumento, lo que le agrega un contenido más al cóctel. Y rescata la presencia de ese gran y controvertido periodista (y maestro de periodistas) que fue Jacobo Timerman, el fundador del diario "La Opinión", diario que se consagró a difundir la cultura y la vida política y social de un país en un momento de encrucijadas para el devenir de la Nación. Aún hay quienes conservan sus suplementos culturales (un verdadero ícono de nuestra literatura) y como dice el propio Timerman en la obra: "hay diarios que sirven para poner en el piso cuando se pinta una pared, mi diario es uno de esos que no se tira sin sentir un gran remordimiento de culpa". También se lo acusa, dentro de la propia obra, de difundir el pensamiento de los movimientos de izquierda en la década del 60 y 70, así como los comunicados del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) a quienes favorecía bastante. Y, en plena época del gobierno del Gral. Lanusse, se lo tachaba de estar en contra del gobierno y criticarlo duramente, lo cual ya era toda una audacia (precisamente en esos tiempos es en dónde se desarrolla la obra). "¿Acaso se puede hacer periodismo si no se critica al gobierno de turno?", menciona también Timerman.
Es una obra de neto tinte político, aunque también didáctica sobre como ejercer de veras y con pasión el difícil oficio de periodista, en medio de todo un clima de caos social que lo envolvía todo. Es también una obra de hombres, ya que siete de sus ocho personajes son masculinos, salvo uno incidental de una modista que es la que pone una bomba en el casamiento de la hija de Lanusse, pero de muy corta ejecución dentro de la pieza. Tal vez porque en esos tiempos todo el poder (militar y periodístico) estaba detentado en manos de los hombres, y las mujeres no tenían ni voz ni voto a la hora de establecer códigos (salvo en áreas de la moda). Pero la moda era también lo que se manejaba dentro de los cánones periodísticos y del estilo de escritura del momento.
La escenografía de la puesta en su concepción total se circunscribe a unas vallas que parecen las que se colocan en la calle ante algún accidente físico o una obra en construcción, y bordean el espacio escénico por sus dos costados. En el pasillo que permiten estos elementos es que se desarrolla toda la acción. La situación se presenta mediante dos discursos alternados y simultáneos, en dos frentes que cohabitan: el de la residencia de Olivos con los militares que presiden el país: Gral. Lanusse (Cano) (Mucio Manchini) y Gral. Sánchez de Bustamante (Tommy) (Carlos Scaruk), y el de la redacción del periódico con Jacobo Timerman a la cabeza (excelente labor de Guillermo Aragonés) y su colaborador principal Abasha Rotenberg (Leonardo Murúa), el encargado del área de finanzas del diario, de íntima confianza de Timerman. Los militares nos caen simpáticos, están tratados bajo la óptica de una cercanía y una empatía particular, no como en otras tantas ficciones (y realidades) en que los vimos. Y Timerman está presentado como un editor exigente, perfeccionista, algo neurótico y verborrágico, pero que nos cae bien de entrada. Estamos en pleno año 71, Lanusse baraja la opción de presentarse a elecciones libres para ser autenticado como presidente en el poder, mientras el periodista desata toda su artillería pesada contra él, haciéndolo considerar a "La Opinión", como un pasquín que alberga comunistas. Se lo acusa a Timerman de querer ser el justiciero de los 20 años. Está también metido en el asunto David Graiver (Cristian Majolo), quien mantiene un doble vínculo, el público con la junta militar, ocupando un ministerio y en secreto se vincula con Timerman, quien lo manda a que le pase información de los uniformados. Existe otro periodista estrella en el diario, Julián Sorel (Juan Pablo Galimberti), quien defiende a viva voz el modelo de vida socialista y reivindica al comunismo y la performance cubana y revolucionaria, quien será de importancia para la acción dramática por venir. Graiver cuenta cómo vino recientemente de El Cairo, en donde estuvo tomando té de menta y comprando finas camisas de lino, posee un tic nervioso en la cara y es un dandy desfachatado.
Estamos en momentos en que se está por casar la hija de Lanusse con Rimoldi Fraga, el cantante, y los militares están preparando toda la recepción en el salón de la quinta de Olivos para la novia. Se les impone un personaje de seguridad muy particular, el cubano Félix Rodríguez, quien ha estudiado en West Point y abjura del gobierno de Fidel Castro actualmente en el poder. Está entrenado para detectar cualquier complot subversivo que afecte la seguridad de la boda. Cuando entra la modista a dejar el vestido de novia, éste detecta al momento que algo extraño sucede, y es allí nomás cuando explota una bomba de dimensiones caseras, que si bien no logra empañar la fiesta, les proporciona un buen susto a Lanusse y compañía. Se produce simultáneamente un levantamiento militar en las ciudades de Azul y Olavarría, que es sofocado por el gobierno. En esos tiempos Timerman reivindica la función de su diario: no tiene apartados de fútbol ni fotografías, sólo un abultado suplemento cultural, porque dice que su lector tipo no es el hombre que gusta del fútbol sino uno educado, culto, sensible al buen gusto y que cultiva la elegancia de espíritu, para ellos está destinada "La Opinión".
La boda se lleva a cabo el 9 de octubre, día en que se conmemoran cuatro años de la muerte del "Che" Guevara en Bolivia, y Félix Rodríguez, al oír determinado aniversario se delata como en autor intelectual de ese asesinato: él no mató al Che, pero sí dio la orden. Es en pleno baile de la boda en donde se infiltra el comunista Julián Sorel y va a intentar matar a Rodríguez para vengar el asesinato de su amado ídolo. Pero no tiene suerte, su desbarajuste es sofocado ampliamente y es lastimado en la frente, Por eso busca amparo con Timerman quien lo hace desaparecer de la escena social del país y lo confina a una quinta de su familia. Timerman en un rapto de humor de la obra le reprocha: "en vez de intentar matarlo le hubieras hecho un reportaje, ¡sabes qué nota!" Y acota: "tenemos que luchar contra la violencia de cualquier tipo, para eso tenemos un diario, para escribir, tenemos ese privilegio". Y con esta frase como corolario prácticamente se cierra la obra, Una frase perfecta que le calza justo. "Tenemos ese privilegio", refrenda Timerman, y ese es justo el valor de la palabra contra los abusos de cualquier tipo, el poder de desbaratar al enemigo utilizando armas más nobles e ingeniosas que cualquiera de las que éste pueda usar.
Gran logro de Eva Halac desde el libreto y la dirección de una obra potente, convincente y auténtica que reivindica el coraje del periodismo y el valor del lenguaje para enfrentar a la necedad. Gracias Teatrix.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



viernes, 23 de agosto de 2019

Mi crítica de "Cortina Rasgada" (Cine-Alfred Hitchcock-1966)

Con el análisis de "Cortina Rasgada" termino mis críticas de la obra de Alfred Hitchcock, ya que sus tres últimas películas, "Topaz" (1969), "Frenesí" (1972) y "Trama Macabra" (1976), carecen de todo valor cinematográfico y son productos de un director cansado y agotadas sus ideas, por lo tanto no pondré mi foco en ellas. Vayamos ahora a "Cortina Rasgada".
¡Cincuenta! Para su película número cincuenta en cuarenta años de carrera, Alfred Hitchcock quería un producto de gran envergadura. Estaba decidido a hacer olvidar el fracaso que había sido "Marnie", su film anterior. Deseaba volver a estar en el lugar que ocupaba en el ranking: el primero. También tenía la intención de mostrarse a la altura de la admiración cada vez más manifiesta de los cinéfilos de todo el mundo. En resumen, le hacía falta un tema capaz de unir sus ambiciones comerciales y artísticas.
Por lo tanto, no era cuestión de apresurarse. Fue así como en tres años rehusó tres guiones antes de decidirse por el de "Cortina Rasgada". Primero piensa adaptar una novela publicada en 1922, "Los tres rehenes", de John Buchan. Hitchcock conoce bien el universo del autor  porque eligió en sus comienzos la adaptación de su libro más célebre: "Los 39 Escalones". El héroe debe llevar a cabo una investigación sobre una red de espías que hipnotizaron a tres niños para secuestrarlos. Hitchcock renuncia  a este proyecto porque la hipnosis no es según su modo de ver suficientemente cinematográfica. "Visualmente no hay diferencias entre un personaje hipnotizado en realidad y otro que simula serlo". Luego, Hitchcock trabaja en una película: "Mary Rose". También renuncia a ella por miedo a desconcertar a su público. "No es realmente un Hitchcock", dice del guión. Entonces piensa en una comedia policial: el personaje principal será un inmigrante italiano que, convertido en director de un gran hotel, quiere llevar allí a su familia de Sicilia, pero esta no tendría más que una idea: desvalijar a los cliente del hotel y adueñarse de una colección de medallas expuestas en el hall. Para escribir el guión, hizo venir de Italia a Age y a Scarpelli, guionistas de una película de Mario Monicelli. Pero no estaba satisfecho con el resultado: "Los italianos son muy descuidados en cuanto a las cuestiones de construcción".
Fue entonces, cuando la idea de "Cortina Rasgada" se le impuso: "Dos diplomáticos ingleses, Burgess y MacLean, habían decidido abandonar su país para irse a la Unión Soviética. Me pregunté, ¿qué habían pensado las señoras Burgess y MacLean de todo ésto?" La interrogación de HItchcock está siempre presente en el film: la primera parte muestra punto de vista del personaje femenino que asiste, estupefacto, a lo que ocurre. Además por esta razón, el director busca a un autor especializado en la descripción del alma femenina. Lo encuentra en Brian Moore, que acaba de publicar "Judith Heatrue". Pero se plantea un problema: Brian Moore no quiere trabajar para el cine. "Resulta -cuenta éste- que andaba necesitado de dinero para tener la libertad de escribir novelas, y la oportunidad de trabajar con el gran Hitchcock me pareció digna de consideración". Una lectura detallada del primer proyecto sumerge a Brian Moore en tal perplejidad que llama a Hitchcock para decirle que prefiere renunciar. Hitchcock y Universal encuentran el medio de convencerlo: le ofrecen 50.000 dólares, es decir ¡el doble del monto inicialmente previsto!
Mientras mantiene relaciones muy cordiales con el cineasta, sin duda favorecido por su origen irlandés, Brian Moore se da cuenta rápidamente que Hitchcock no sabe en realidad a dónde quiere llegar. "No dejaba de saltar del punto de vista de la mujer al del marido, y la historia del principio comenzaba a enredarse -explicará el autor a Donald Spoto-. Estaba obsesionado por los detalles triviales, del tipo: qué compañía de aviación vuela tal día o tal otro, pero esa actitud encubría un desconocimiento real de las motivaciones de los personajes". Un día, Brian Moore, se atreve a decirle a Hitchcock lo que piensa de su trabajo en común: "Si hubiera escrito ese libro, lo hubiera tirado o lo hubiese reescrito por completo".
Como respuesta, Hitchcock le recomienda tomarse vacaciones y le pide a Keith Waterhouse y Willis Hall, los autores de "Billy Liar" un film de John Schlesinger, que revean el guión. "Aceptar consejos o estar enfrentado con opiniones contrarias formaba parte de los problemas de Hitchcock", explicará Brian Moore a Donald Spoto, nadie tenía el coraje de decirle a una leyenda viviente que se había equivocado, era muy malo para el pobre hombre. Su pasado y su carácter -había sido un muchacho miedoso y solitario- lo hicieron incapaz de enfrentarse a la gente. Tenía horror a discutir de algo a cara descubierta".
En realidad, Hitchcock, estaba completamente consciente de los deslices del guión. "Yo no estaba contento con el guión y hubiera querido diferir la filmación -confesará unos años más tarde-, pero era imposible a causa de los compromisos profesionales de Julie Andrews". Para Hitchcock el trago era mucho más amargo sobre todo porque no era responsable en nada de la elección de la estrella de "Mary Poppins". Hasta el último momento había protestado por su contrato: "Ella es cantante, no podrá estar convincente en su papel de científica", repetía constantemente. Pero, para relanzar la carrera de Hitchcock, después de su fracaso con "Marnie", Universal deseaba que filmara con estrellas del momento. Y la compañía había sugerido, además del nombre de Julie Andrews, el de Paul Newman... para gran desesperación de Hitchcock, quien no apreciaba en absoluto que el 20 % del presupuesto, más un porcentaje elevado de las recaudaciones, fueran invertidos en los actores. "Habríamos hecho un mejor trabajo sin Julie Andrews y Paul Newman -comentará más tarde-. He aquí una muestra de la mala cocina. Si se cuentan los gastos generales, costaron 1.800.000 dólares, lo cual considero vergonzoso. ¡Gastar tanto dinero por un error de reparto!"
"Las estrellas de esta historia, eran, por supuesto ellos -explica Brian Moore a Donald Spoto-. En esa época, Hitchcock no tenía la costumbre de no ser la estrella. Además, se preocupaba por el tono que ellos intentaban darle a la historia. Estaba muy contrariado. Cuanto más nervioso se ponía, más se aferraba a lo que había podido hacer en sus films anteriores". De hecho, el fracaso comercial de "Marnie", había desestabilizado por completo al director. Consciente que ya no gozaría del mismo crédito que en otros tiempos, obligado a transigir con sus comanditarios, "había perdido parte de su confianza en sí mismo", comentará Francois Truffaut.
Durante el rodaje, Hitchcock no hizo nada para entrar en confianza con Julie Andrews. Tampoco intentó hacerle pagar su presencia de una manera o de otra. No, ella le resultaba simplemente indiferente. "El primer día de filmación -comentará la actriz- nos anunció que la diversión había terminado para él, es decir la parte creativa de los preparativos, y que el resto lo fastidiaba profundamente. ¡Se imaginan lo que sentimos!"
Si bien Hitchcock siguió considerando la elección de Julie Andrews como un error -hubiera querido a Eva Marie Saint, a quien ya había dirigido en "Intriga Internacional"-, veía más bien con buenos ojos la elección de Paul Newman. "En el transcurso de nuestro primer encuentro -contará Paul Newman- discutimos la historia y me dijo que no podía confiarme el guión porque no estaría disponible antes de ocho o diez días. Por el momento, no estaba muy a punto". Las cosas se deterioraron cuando el actor leyó el guión. "Le pareció malo, algo que yo ya sabía -contará HItchcock-, y me mandó una carta para hacerme preguntas que le preocupaban enormemente. Entre esas preguntas, había una que me demostró una vez más que los actores son ganado. 'Cuando me peleo con Gromek, al lado del horno, ¿por qué la granjera que está en el otro extremo de la cocina piensa enseguida en abrir el gas para ayudarme a matarlo?' Más tarde, cuando nos encontramos, me explicó que sería más lógico que estuviera cerca del horno. Agotado, le di la espalda. Al día siguiente, le dije: 'Paul, arreglé el problema de la granjera, ¿Sabe cuándo une la idea de poner en el horno la cabeza de Gromek? En su auto, mientras se dirige al estudio'". Formado en el Actor's Studio, discípulo de Lee Strasberg, Paul Newman, no dejaba de preguntarse, a lo largo del rodaje, acerca de las motivaciones de su personaje. Un día el director explota: "Su motivación, señor Newman, es el salario".
Por lo tanto, se comprende mejor el incidente que estalla durante una cena en la que HItchcock recibía, especialmente, a su intérprete estrella. Newman llega con un atuendo informal y apoya su chaqueta en el respaldo de la silla cuando los invitados pasan a la mesa. Rechaza el vino de cosecha que el director había preparado y pide una cerveza. Va él mismo a buscarla a la cocina y la bebe de la botella. Joe Morella y Edward Epstein, los biógrafos de Paul Newman, son formales. "No podemos dejar de interpretar esos gestos: un joven bien educado de Saker Heights sabe perfectamente cómo comportarse en una velada elegante. Si se conducía así, no es sino para mostrar hasta qué punto consideraba a Hitchcock pretencioso".
Para compensar los deslices del guión, Hitchcock no tenía más que una solución: hacer un Hitchcock, es decir, multiplicar esas hazañas cuyos secretos siempre tuvo, aún a riesgo de abandonar la psicología de los personajes y desequilibrar el ritmo del film.
La escena más conocida es, sin dudas, la del asesinato de Gromek en la granja. La presencia del chofer de taxi ante la granja impiden a Michael y a la granjera que recurran a un arma de fuego. Entonces, usan el material doméstico: un caldero lleno de sopa, un cuchillo para descuartizar, una pala y el horno de una cocina a gas. Filmado en picado, el plano en que Gromek se asfixia en el horno es de una duración poco habitual. A medida que el tiempo pasa, sus manos se sueltan de las de Michael y se agitan en el vacío. "Con esa escena quise adoptar la posición contraria a la del cliché común -contará HItchcock a Truffaut-. Por lo general un asesinato ocurre muy rápido, una puñalada, un disparo de fusil, el asesino no se toma siquiera el tiempo para examinar a su víctima para ver si está muerta o no. Quise mostrar que penoso, difícil y largo es matar a un hombre". Otro gran momento del film: la secuencia del colectivo que permite a la pareja huir de la universidad. Como no pudo filmar en Alemania Oriental, Hitchcock utilizó la técnica de las transparencias: los "backgrounds" fueron filmados por un operador alemán. ¡Es el verdadero tren de Berlín el que vemos en la ventanilla del micro!
No haremos aquí un inventario de todas las secuencias en donde el Hitchcock "touch" hace maravillas, desde la persecución en el museo, pasando por el cara a cara de los dos científicos ante un pizarrón. No haremos un recuento, tampoco, de todos los momentos en los que Hitchcock da rienda suelta a su humor sardónico. Simplemente señalaremos que había filmado una escena en la que Paul Newman se encuentra frente a un hombre que se parecía rasgo por rasgo a Gromek, el guardaespaldas al que había asesinado. De hecho, era su hermano. Se veía que éste tomaba un cuchillo de cocina para cortar un gran pedazo de budín. "A mi hermano le encanta, decía a Michael, ¿Sería usted tan amable de llevárselo a Leipzig?" En definitiva, la escena fue cortada en el montaje. Era necesario acortar la película, que dura más de dos horas. Pero en su entrevista, Hitchcock prefirió acusar a Paul Newman: "No estaba contento con su manera de interpretar esta escena" ¡Hitchcock tenía un rencor feroz!
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).