lunes, 9 de julio de 2018

Mi crítica de "Dos más Dos" (Teatro)

Ayer domingo pre 9 de julio hice duplete en el teatro: vi "Dos más Dos" y "Lo que nos une", las dos en El Nacional, con espacio de media hora entre una y otra. Me quedó el tujes borrado les aclaro. No lo hago más. Vi en primer lugar "Dos más Dos", que se basa en la película del mismo nombre dirigida por Diego Kaplan y con guión de Juan Vera  y Daniel Cúparo, los mismos responsables de esta adaptación teatral, acá con dirección de Marcos Carnevale. En la película (que no vi, por eso no puedo hacer comparaciones) los protagonistas eran Adrián Suar, Julieta Díaz, Carla Peterson y Juan Minujín. Acá esos roles los ocupan Fernán Miras (Diego), Eleonora Wexler (Emilia), Luciano Cáceres (Richard) y Julieta Zylberberg (Betina). Lo primero que salta a la vista es que el cuarteto actoral es de primera línea y lo demuestran con toda solvencia, todos están muy bien en los papeles que les ha tocado, saltando a lo notorio la autoparodia que se hace Fernán Mirás o la desfachatez de Luciano Cáceres, o ese don para lucirse como "suelta de cascos" de la Zylberberg. La Wexler aporta frescura y comicidad. 
Acá debo hacer un "mea culpa" importante. Siempre me quejé de la grosería en el teatro o el cine y siempre abjuré del mal gusto. Acá todo eso se da... pero lo disfruté. Me reí (de algunos chistes sí, de otros no, debo admitirlo). Tal vez sea porque este tema de las parejas swingers esté conectado con mis bajos instintos, y cuando algo nos pone cachondos nos sentimos bien. Sea por la participación de dos hermosas chicas como son la Wexler y la Zylberberg... La cosa es que la pasé bien y no me incomodó para nada la obra (una obra que está hecha justamente para provocar), o será que son tantas y tan variadas las preguntas que nos plantea, que eso me hizo bien. Y si todo esto viene bajo el formato de la comedia, mejor todavía.
Todos queremos sentirnos deseados, valorados, queridos, amados, pero sobre todo saber que despertamos ese bichito de lo inquietante en la otra, que la llevaría a entregarse por completo a nosotros. ¿Qué pasa cuando en nuestra pareja falta la pimienta que despierte ese deseo y el sexo se ha vuelto rutinario y aburrido? Eso es lo que les pasa a Diego y Emilia, prestigioso médico cardiólogo él (en sociedad con su colega Richard) y profesora de literatura ella, con un hijo adolescente, Bruno, que por suerte siempre está en otro lugar. Sí, la sexualidad se ha convertido en algo adocenado para esta pareja cuarentona y allí llegan para socorrerlos sus amigos Richard y Betina, dos experimentados swingers que les proponen acostarse con ellos. Al principio esto les cae muy mal a Diego y Emilia, pero el diablo ya metió la cola, y a Emilia, el bichito de la curiosidad empieza a picarle. Siempre han tenido fantasías ocultas, como casi todos, y es tiempo de explorarlas. Empieza por ir con su amiga a una casa de lencería muy sofisticada donde ella se compra un body cuasi transparente con el cual intenta excitar a su marido, y para él ha comprado... un gracioso porta-pene con forma de gallito, lo cual no le hace ninguna gracia. ¿Pero hasta dónde pueden seguir reprimidas las fantasías una vez que se ha abierto el canal de la expresión? Emilia intenta hacer que su esposo se suelte y se acueste con su mejor amiga y su esposa con el de él. Al principio a Diego esto le parece inaceptable, a pesar de las constantes insinuaciones de Betina él sigue mirando con recelo cada vez que Richard se acerca a Emilia.
Pero siempre conviene tener bien claras las reglas del juego: no es más que eso, un juego en donde está incriminado el sexo y la diversión y el placer, pero no el corazón. Nada tiene que salirse de madre pues el resultado puede ser fatal. Y eso es lo que va a pasar en estas parejas de los todavía no iniciados swingers. Todo empieza con una fiesta a la que son invitados y Diego es llevado a la rastra por su mujer, quien sí tiene ganas de participar. Todo va bien en la fiesta hasta que se convierte en una orgía y mientras una rubia voluptuosa se le propone a Diego, quien la rechaza, debe ver cómo su mujer es abordada en la piscina por varios desconocidos. Ahí él interviene y sacándola en andas, como un trofeo, se la lleva del lugar, metiéndose en la pileta con la ropa puesta. Pero cómo involucrarse con un tercero cuando los celos son tan importantes. ¿Es lícito serle infiel a la pareja aunque ésta lo desea y no se trata más que de un juego -perverso, eso sí-, el dejarse compartir con otros? ¿Nunca hemos sentido en nuestras relaciones el aburrimiento y el deseo de infidelidad? Y ahora que todo está permitido por ambas partes consensuado, ¿no sería legal jugarlo? Estas son algunas de las inquietudes de la que nos habla esta obra que puede parecer muy superficial en una primera visión pero cala hondo en lo que a relaciones de pareja se refiere.
Ahora vendrá la prueba más difícil para Diego. Ver como su mujer se acuesta con Richard y él hacerlo con Betina, quien por otra parte, se muere de ganas de estar con él. Llega el día tan esperado y sucede la revolución. Pasa que a Diego le gusta, se libera, se saca todas las trabas de encima y por una vez en la vida se siente feliz. Y Emilia también comparte ese sentimiento en su relación con Richard. Y se excitan viendo a su pareja gozar con el otro, y esto refuerza su propio vínculo, ahora pueden gozar más del sexo Diego con Emilia. Se convierten en unos auténticos sementales. Lo que pasa es que la adicción por Betina y Richard va in crescendo, y cada vez se vuelve más necesario estar con ellos. Las orgías que se forman no tienen nombre y ya todo es un "viva la pepa". Hasta que sucede lo imprevisto. Emilia empieza a estar rara, reticente con Diego. Y Richard con Betina. Betina llega desesperada a casa de Emilia y tira la bomba: "Richard me engaña, tiene a otra". ¿No es eso a lo que jugaban siempre? Claro, pero sin involucrar a los sentimientos. Richard y Betina tenían sexo entre sí como salvajes y lo disfrutaban de veras. Porque se amaban por sobre todo. Pero de tanto caminar por la cornisa alguien se cayó. Y cayó en los brazos de una hembra al parecer más tentadora que ella.
Sí, Emilia y Richard se han enamorado y eso lleva a replantearse todo y al derrumbe de las dos parejas. Ya nada volverá a ser como antes. Diego la deja a Emilia y Betina a Richard, ya nadie quiere saber nada con nadie. Por supuesto que el romance entre los dos tortolitos se suspende también y cada cual hará lo imposible por volver a su antiguo amor. Por suerte todo termina bien -no se asusten, no voy a revelar el final- y las cosas se reacomodan, aunque de otra manera. Una obra adulta, que si bien pasa por el tamiz de la comedia, de una risa a otra, no por eso deja de tirarnos las verdades a la cara. La recomiendo porque el 29 de julio baja de cartel y, si bien, no es indispensable, es una opción válida dentro de la cartelera porteña. El director tiene sentido de la comedia y sabe jugarla con todo, logrando cimas muy importantes de comicidad, aunque eso sí, no exentas de groserías...
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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